Amores Desordenados

Como todo el mundo sabe, la Cuaresma empezó en el Día de Valentino este año. En su sentido más profundo, podríamos decir que la Cuaresma se trata de “ordenar nuestros amores.” La Liturgia de la Palabra de hoy nos demuestra lo que pasa cuando nuestros deseos y nuestros sueños están distorsionados y egoístas.

En la primera lectura del libro de Génesis (37:3-4, 12-13A, 17B-28A), los hermanos envidiosos del niño José planeaban la manera de matarlo. José era el menor de la familia y el favorito de su padre Israel. “Démosle muerte,” dicen entre ellos, “Vamos a ver de qué le sirven sus sueños. Le diremos a su padre que una fiera lo devoró.” Así que cuando José, ignorante de lo que planeaban, alcanzó a sus hermanos, lo botaron a una cisterna en el desierto. Mirando a su alrededor, vieron pasando una caravana de Ismaelitas viajando a Egipto, y vendieron a José a la esclavitud por 20 piezas de plata.  

Mis propios amores “desordenados” no son tan dramáticos, pero posiblemente son igual de violentos de lo que la Liturgia se nos presenta hoy día con este cuento. Cuando percibo la situación en términos de lo que puedo ganar, o cómo puedo evitar algo que no me gusta, o como puedo asegurar que consiga lo que creo que merezco, estoy pensando igual que los hermanos en la lectura de hoy. Doy empujones para el primer lugar (o para el último lugar si es que quiero evitar algo que no me gusta), y manipulo eventos y situaciones para que una capa delgada de bondad cubre el egoísmo, porque no quiero que los demás sepan como soy de verdad.

¿Qué hubiera pasado si los hermanos de José hubieran parado sus acciones en la lectura de hoy y pensado lo que estaban conversando, lo que sentían, lo que les estaba motivando de verdad en la intensidad del momento? ¿Qué hubiera pasado si tuvieran la conciencia de escoger una dirección más en línea con sus deseos más auténticos y la gloria de Dios?

Cuando estamos manipulando para conseguir el control de nuestros propios intereses egoístas, puede haber al fondo de nuestro comportamiento una preocupación legítima, una queja o una necesidad. Quizá los hermanos de José ya estaban cansados de la preferencia que su papá le daba. Quizá sintieron que no era justo. Quizá quisieron la atención, el descanso o una palabra o una relación que percibieron imposible con José allí presente.  En la intensidad del momento, lo que pareció una idea excelente se presentó, todo sucedió ordenadamente, y se hizo el acto antes de que pudieron darse cuenta de lo que verdaderamente necesitaban ellos mismos y lo que necesitaban de su papá, antes de que pudieran tocar la motivación más profunda que los estaba guiando, tomando responsabilidad de sus “amores” erróneos y desordenados.

Hay una práctica sencilla, pero no tan fácil, que nos puede ayudar a ordenar nuestros amores esta Cuaresma. Cuando los pensamientos y las ideas surgen en nuestra vida diaria, podemos rezar y ser cuidadosamente atentos a ellos. Dale un descanso a tu corazón y toma un paso atrás para observar lo que está pasando y despegarte del pensamiento o la idea y sus motivaciones escondidas.

La Cuaresma es una época maravillosa para construir motivaciones más auténticas en nuestros corazones. Podemos empezar llenando nuestras mentes y corazones con oraciones cortas que nos ayuden a dirigirnos hacia Dios: “Aquí estoy Señor.” “Tengo sed de Ti” “Te necesito. Me entrego a Ti para siempre.” Si llenamos nuestras primeras horas de la mañana con estos pensamientos, será más fácil ordenar nuestros amores y escoger lo que verdaderamente nos interesa a nosotros y a los demás para la gloria de Dios.