Grace and Mercy / La Gracia y la Misericordia

Grace and mercy are gifts we receive from God. Which one do you want? Which one do you need? Can we have one without the other? They are gifts, unmerited, given out of love for us from the one who created us. And do we accept these gifts?

Life often brings us trials and difficulties that may not seem humanly possible to deal with or overcome. St. Paul acknowledges that he is only able to do what he does because of God’s grace. If so great a saint knows this and acts by relying on God’s grace, I think we can do the same. 

A few months ago, we were yet again in the midst of caring for a family member with health problems and an opportunity presented itself that I very much wanted to pursue. I hesitated, I started putting conditions down, and then I prayed and decided to move forward, relying on God’s grace. I knew that if I did not begin going forward, God could not move forward either. I believe that when we can trust in God’s grace, even in the smallest way, we are given more and more grace. 

God gives us grace to do what He calls us to and then he gives us mercy, another gift. Mercy can be seen so beautifully in the person of Christ. In the Gospel, Luke tells us the story of a sinful woman, who represents all of us. We are all sinful. The type of sin is not the focus. Mercy is the focus. When we turn to Jesus and have sorrow for our sins and ask for forgiveness, we receive mercy. Those in the story who were more concerned with sin did not see their own sin, only the other’s sin, so they missed out on mercy. Like grace, we must accept mercy, humbly accept the mercy we are given so that we do not continue in our sinfulness.

In our humanness, we sometimes reject mercy – out of a false belief that the sin is too big or we are not worthy. That is a lie. Do not reject mercy. Jesus wants to give you this amazing gift. And then, he wants us to give it to others. The next time you are in need of grace or mercy, ask for it. God delights in giving us good things, in loving us, in helping us. He is a God of grace and mercy.

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La gracia y la misericordia son regalos que recibimos de Dios. ¿Cuál quieres? ¿Cuál necesitas? ¿Podemos tener uno sin el otro? Son regalos inmerecidos y dados por amor a nosotros por parte de quien nos creó. ¿Aceptamos estos regalos?

La vida a menudo nos trae pruebas y dificultades que quizás no parezcan humanamente posibles de afrontar o superar. San Pablo reconoce que sólo es capaz de hacer lo que hace gracias a la gracia de Dios. Si un santo tan grande sabe esto y actúa confiando en la gracia de Dios, creo que nosotros podemos hacer lo mismo.

Hace unos meses, estábamos nuevamente cuidando a un miembro de la familia con problemas de salud y se me presentó una oportunidad que tenía muchas ganas de aprovechar. Dudé, comencé a poner condiciones y luego recé y decidí seguir adelante, confiando en la gracia de Dios. Sabía que si yo no empezaba a avanzar, Dios tampoco podría avanzar. Creo que cuando podemos confiar en la gracia de Dios, incluso en lo más mínimo, recibimos cada vez más y más gracia.

Dios nos da gracia para hacer lo que Él nos llama hacer y luego nos da misericordia, otro regalo. La misericordia se puede ver tan bellamente en la persona de Cristo. En el Evangelio, Lucas nos cuenta la historia de una mujer pecadora, que nos representa a todos. Todos somos pecadores. El tipo de pecado no es lo más importante. La misericordia es lo más importante. Cuando acudimos a Jesús y estamos arrepentidos por nuestros pecados y pedimos perdón, recibimos misericordia. Las personas en este pasaje que estaban más preocupados por el pecado no vieron su propio pecado, sólo el pecado del otro, y por eso perdieron la misericordia. Al igual que la gracia, tenemos que aceptar la misericordia, aceptarla humildemente para no seguir pecando.

En nuestra humanidad, a veces rechazamos la misericordia, por una falsa creencia de que el pecado es demasiado grande o que no somos dignos. Eso es una mentira. No rechaces la misericordia. Jesús quiere darte este maravilloso regalo. Y luego quiere que se lo demos a los demás. La próxima vez que necesites gracia o misericordia, pídela. Dios se deleita en darnos cosas buenas, en amarnos, en ayudarnos, porque es un Dios de gracia y misericordia.

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Deanna G. Bartalini, M.Ed.; M.P.A., is a certified spiritual director, writer, speaker and content creator. The LiveNotLukewarm.com online community is a place to inform, engage and inspire your Catholic faith. Her weekly Not Lukewarm Podcast gives you tips and tools to live out your faith in your daily life.

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Love and Wisdom / Amor y Sabiduría

St. Paul’s discourse on love in today’s first reading might be the most famous discussion of love in the world, and far more learned people than I have reflected on it throughout the ages. There’s probably nothing worthwhile that I could ever add to that great collection of reflections and analyses, but I will say this: Paul has not only outlined for us what true love is like, but what it actually is. And we human beings rarely, if ever, measure up to it because such true love resides in God alone, who is love and who gives love unceasingly.

However, our failure to measure up should never keep us from trying and continuing to try. To love completely, the way God loves, is His goal for each of us. He knows our faults and our weaknesses, and He is ready to help us if we only ask for the love and grace we need to love as He loves. It may take our whole lives, it might not even happen by the time we reach our deathbed, but to love and love and love and to keep on trying to love is all we can do, and all we should do. And our greatest example, of course, is Jesus.

In today’s Gospel from Luke, Jesus is almost scolding the people who, like children, won’t dance to a happy tune or weep to a sad one. He is basically calling them out for indifference, for not caring enough to react to what’s really happening. He also calls them out for treating John the Baptist’s ascetic way as if it were evil, and His way of engaging with people where they are as if it were a character flaw. Being indifferent or critical of something is an easy way out, to keep us from engaging, to keep us from thinking. It keeps us from looking within and really analyzing ourselves. Are we good people? Are we loving and giving? Or do we think only about ourselves? Or, maybe worst of all, are we nihilistic, rejecting things of meaning, value, knowledge and holiness? 

Jesus came to tell us that life does have meaning and purpose. It has value when we love, when we give of ourselves for the sake of others, when we engage with each other and care about each other’s well-being — even those who might not engage with or care about us. Today’s Gospel ends with the line “But wisdom is vindicated by all her children.” We who believe know that Jesus Christ himself is true wisdom, and He and His teachings of love of the Father and service to others are vindicated — that is, proven true — by those who follow Him, because the reward of true love and true wisdom is heavenly indeed. Let’s all keep trying to love as Jesus our wisdom calls us to love.

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El discurso de San Pablo sobre el amor en la primera lectura de hoy podría ser el más famoso del mundo sobre el amor, y muchas personas más eruditas que yo han reflexionado sobre él a lo largo de los siglos. Probablemente no haya nada que valga la pena que pueda agregar a esa gran colección de reflexiones y análisis, pero diré esto: Pablo no sólo nos ha descrito cómo es el verdadero amor, sino también lo que realmente es. Y nosotros, los seres humanos, rara vez, o nunca, estamos a la altura, porque ese amor verdadero reside únicamente en Dios, que es amor y que da amor incesantemente.

Sin embargo, nuestra incapacidad para estar a la altura nunca debería impedirnos intentarlo y seguirlo intentando. Amar completamente, como Dios ama, es su objetivo para cada uno de nosotros. Él conoce nuestras faltas y nuestras debilidades, y está dispuesto a ayudarnos si sólo le pedimos el amor y la gracia que necesitamos para amar como Él ama. Puede que nos lleve toda la vida, puede que ni siquiera suceda cuando lleguemos al lecho de muerte, pero amar, amar, amar y seguir intentando amar es todo lo que podemos hacer y todo lo que debemos hacer. Y nuestro mayor ejemplo, por supuesto, es Jesús.

En el Evangelio de hoy según Lucas, Jesús casi está regañando a las personas que, como los niños, no bailan con una melodía alegre ni lloran con una triste. Básicamente los está llamando la atención por su indiferencia, por no preocuparse lo suficiente como para reaccionar ante lo que realmente está sucediendo. También los critica por tratar la manera ascética de Juan el Bautista como si fuera mala, y su manera de relacionarse con las personas donde están como si fuera un defecto de carácter. Ser indiferente o crítico con algo es una salida fácil, para impedir que nos involucremos, para impedirnos pensar. Nos impide mirar hacia dentro y analizarnos realmente a nosotros mismos. ¿Somos buenas personas? ¿Estamos amando y entregándonos? ¿O pensamos solamente en nosotros mismos? O, quizás lo peor de todo, ¿somos nihilistas y rechazamos las cosas que tienen significado, valor, conocimiento y santidad?

Jesús vino a decirnos que la vida sí tiene significado y propósito. Tiene valor cuando amamos, cuando nos entregamos por el bien de los demás, cuando nos relacionamos unos con otros y nos preocupamos por el bienestar de los demás, incluso de aquellos que quizás no se relacionen con nosotros ni se preocupen por nosotros. El evangelio de hoy termina con la frase “Pero sólo aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes lo reconocen.” Nosotros, los que creemos, sabemos que Jesucristo mismo es la verdadera sabiduría, y que Él y Sus enseñanzas de amor al Padre y servicio a los demás son vindicados (es decir, probados como verdaderos) por aquellos que lo siguen, porque la recompensa del verdadero amor y la verdadera sabiduría es realmente celestial. Sigamos todos intentando amar como Jesús nuestra sabiduría nos llama a amar.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

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A Great Prophet / Un Gran Profeta

The readings today demonstrate acknowledgement of the works of our Lord, Jesus Christ. Each person is called to be a great prophet according to the personal spiritual gifts given to us by the Lord. It is our task to recognize and act upon what has been freely given to us within the greater community.

The Gospel takes place in Nain, a small town in lower Galilee where Jesus raises a young man from the dead. Even though the people had been scared by Jesus’ action they realized a miracle had happened and a great prophet was in their midst. They recognized the sacred among them.

There are three individuals who share this day in the Church calendar: it is the feast of St. Hildegard of Bingen, Virgin and Doctor of the Church (1098-1179), it is the day St. Francis of Assisi received the Stigmata (1224), and it is the feast day of St. Robert Bellarmine, Cardinal and Doctor of the Church (1542-1621).

St. Hildegard was a Benedictine abbess, a mystic, prolific author, visionary, poet, healer and herbalist, scribe, lyricist, illustrator, and composer who used her many gifts and talents to serve God and all she encountered in medieval Germany. Her written legacy continues to inspire the faithful to this day. Hildgard wrote of a vision, “‘With my mouth,’ God says, ‘I kiss my own chosen creation. I uniquely, lovingly, embrace every image I have made out of the earth’s clay. With a fiery spirit I transform it into a body to serve all the world.’”

St. Francis of Assisi was praying on the mountain in LaVerna when he had a vision of angels bearing the blessed crucifix of our Lord while experiencing an indescribable touch from God. He found himself blessed with the five wounds of Christ, which he bore on his body until his death in 1227. St. Francis modeled his life on the teachings of Jesus Christ, doing his best to live the Gospels.

St. Robert Bellarmine was born during the Reformation and dedicated his life to studying Sacred Scripture and the teachings of the Catholic Church. A professor, theologian and prolific author, St. Robert is known for speaking the truth. “There are many realities which do not change and which have their ultimate foundation in Christ, who is the same yesterday and today, yes, and forever.”

These three saints shared their gifts and talents as part of the body of Christ with their contemporaries. What is it that you are called to share with those in your life today, that others may recognize the sacredness of God in their midst?

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Las lecturas de hoy demuestran el reconocimiento de las obras de nuestro Señor Jesucristo. Cada persona está llamada a ser un gran profeta según los dones espirituales personales que nos ha dado el Señor. Es nuestra tarea reconocer y actuar sobre lo que se nos ha dado gratuitamente dentro de la comunidad en general.

El evangelio toma lugar en Naín, un pueblo pequeño del sur de Galilea donde Jesús resucita a un joven de entre los muertos. Aunque la gente había estado asustada por la acción de Jesús, se dieron cuenta de que había ocurrido un milagro y que un gran profeta estaba entre ellos. Reconocieron lo sagrado entre ellos.

Hay tres individuos que comparten este día en el calendario de la Iglesia: es la fiesta de Santa Hildegarda de Bingen, Virgen y Doctora de la Iglesia (1098-1179), es el día en que San Francisco de Asís recibió los Estigmas (1224 ), y es la fiesta de San Roberto Belarmino, Cardenal y Doctor de la Iglesia (1542-1621).

Santa Hildegarda fue una abadesa benedictina, una mística, autora prolífica, visionaria, poeta, curandera y herbolaria, escriba, letrista, ilustradora y compositora que utilizó sus muchos dones y talentos para servir a Dios y a todos los que encontró en la Alemania medieval. Su legado escrito continúa inspirando a los fieles hasta el día de hoy. Hildegarda escribió sobre una visión: “’Con mi boca’, dice Dios, ‘beso mi propia creación elegida. Abrazo de manera única y amorosa cada imagen que he hecho con la arcilla de la tierra. Con espíritu de fuego lo transformo en un cuerpo para servir a todo el mundo.’”

San Francisco de Asís estaba orando en la montaña de LaVerna cuando tuvo una visión de ángeles llevando el crucifijo bendito de nuestro Señor mientras experimentaba un toque indescriptible de Dios. Se encontró bendecido con las cinco llagas de Cristo, que llevó en su cuerpo hasta su muerte en 1227. San Francisco modeló su vida según las enseñanzas de Jesucristo, haciendo todo lo posible por vivir los Evangelios.

San Roberto Belarmino nació durante la Reforma y dedicó su vida al estudio de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia Católica. Profesor, teólogo y autor prolífico, San Roberto es conocido por decir la verdad. “Hay muchas realidades que no cambian y que tienen su fundamento último en Cristo, que es el mismo ayer y hoy, y sí, para siempre”.

Estos tres santos compartieron sus dones y talentos como parte del cuerpo de Cristo con sus contemporáneos. ¿Qué es lo que estás llamado a compartir con quienes están en tu vida hoy, para que otros puedan reconocer lo sagrado de Dios entre ellos?

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Beth Price is part of the customer care team at Diocesan. She is a Secular Franciscan (OFS) and a practicing spiritual director. Beth shares smiles, prayers, laughter, a listening ear and her heart with all of creation. Reach her here bprice@diocesan.com.

Feature Image Credit: Fr. Daniel Ciucci, unsplash.com/photos/grey-and-black-concrete-statue-S4GhtqeeYdM

Tempering Our Vices Through Prayer / Moderar los Vicios con la Oración

I will be the first to admit that I am not a very patient person. Sure, I could blame it on how the world we live in offers immediate gratification, information at our fingertips or food through a drive thru window. I could blame it on my upbringing, noticing similar behaviors coming from my parents, and imitating that. I could blame it on the fact that every minute is a commodity in my very busy life and I just don’t have time for things to take longer than what I have on my schedule. I could blame it on any number of things, but truth be told, it is simply a virtue I have yet to acquire. 

I’m sure you’ve heard the adage “Never ask for patience because God will give you many opportunities to use it.” I have definitely had many opportunities to grow in patience, but I feel like I simply grow more impatient instead. I find my mind spinning with thoughts like, “I can do that in 30 minutes, why can’t they?” or constantly saying to my children, “Would you just hurry up!” Nothing ever seems to be done fast enough for my liking, so I grumble and stress out. 

It sounds like the disciples in Corinth were displaying some impatience of their own in today’s first reading. Paul admonished them saying, “when you come together to eat, wait for one another.” It appears as if when they got together as a community of believers, those who arrived first would go ahead and eat while others went hungry. This behavior was the exact opposite of the unity and charity we are all called to live out as Christians. So Paul encouraged them to offer supplication, prayer, petition, and thanksgiving. “It is my wish, then, that in every place the men should pray, lifting up holy hands, without anger or argument.” 

What a wise piece of advice! And it still holds true for us today. When you are tempted to be impatient, pray. When you are tempted to anger, pray. When you feel the urge to argue, pray. When you are starving and don’t want to wait for your kids to get home from practice to have dinner, pray. Lifting our minds and hearts to God will put things back in perspective and temper our vices. 

We can also learn from the humility of the centurion in today’s Gospel, who felt unworthy to be in the Lord’s presence, so first he sent Jewish elders and then he sent friends with messages. He was a high-ranking official and well respected by many, yet he understood his rank before Jesus, his nothingness. His words “I am not worthy to have you enter under my roof” are so indicative of each one of us that we say them each and every time we go to Mass. 

Lord, I come before you today in humility to ask that you may increase in me and I may decrease (especially in impatience). Amen. 

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Seré el primero en admitir que no soy una persona muy paciente. Claro, podría echarle la culpa a cómo el mundo donde vivimos ofrece gratificación inmediata, información al toque del teclado o comida a través de una ventanilla. Podría echarle la culpa a como me criaron, al notar ciertos comportamientos en mis padres e imitarlos. Podría echarle la culpa al hecho de que cada minuto es una comodidad en mi vida tan ocupada y simplemente no tengo tiempo para que las cosas tomen más tiempo de lo que tengo planeado. Podría echarle la culpa a muchas cosas, pero si soy sincera, es simplemente una virtud que todavía me hace falta adquirir.

Estoy segura de que has escuchado el dicho “Nunca pidas paciencia porque Dios te dará muchas oportunidades para usarla”. Definitivamente he tenido muchas oportunidades de crecer en la paciencia, pero siento que en lugar de mejorar, me estoy volviendo más y más impaciente. Me entran pensamientos como: “Puedo hacer esto en 30 minutos, ¿por qué ellos no?” O les digo constantemente a mis hijos: “¡Apúrense!”. Es como que nadie hace nada lo suficientemente rápido para mi gusto, así que me quejo y me estreso.

Parece que los discípulos de Corinto estaban mostrando cierta impaciencia en la primera lectura de hoy también. Pablo les amonesta por no esperar a sus hermanos para comer y por estar discutiendo. Este comportamiento fue exactamente lo contrario de la unidad y la caridad que todos estamos llamados a vivir como cristianos. Entonces Pablo los animó a ofrecer súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias. “Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración donde quiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras.”

¡Qué sabio consejo! Y sigue siendo válido para nosotros hoy. Cuando estés tentado a la impaciencia, reza. Cuando estés tentado a enojarte, reza. Cuando sientas la necesidad de discutir, reza. Cuando estés hambriento y no quieras esperar a que tus hijos lleguen a casa después del entrenamiento para cenar, reza. Elevar la mente y el corazón a Dios nos reorienta y nos ayuda a moderar los vicios.

También podemos aprender de la humildad del centurión del Evangelio de hoy, quien se sintió indigno de estar en la presencia del Señor, por lo que primero envió a unos ancianos judíos y luego a unos amigos como mensajeros suyos. Era un funcionario de alto rango y muy respetado por muchos, pero comprendía su rango ante Jesús, su nada. Sus palabras “yo no soy digno de que tú entres en mi casa” son tan indicativas de cada uno de nosotros que las decimos cada vez que vamos a Misa.

Señor, hoy vengo ante ti con humildad para pedirte que tú crezcas en mí y yo disminuya (especialmente en la impaciencia). Amén.

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Feature Image Credit: Pedro Lima, https://unsplash.com/photos/people-inside-room-HtwsbbClBOs


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Humility / La Humildad

I have always been so easily influenced by others’ opinions of me. I want to be loved, or at least well-liked, by all I meet. It is a natural human tendency. The compulsive need to check email or Facebook messages relays back the same feelings – is there anyone out there looking to connect with me? 

It is so easy to be distracted by worldly comforts brought forth by people, as well as material possessions. In today’s Gospel, Christ proclaims of the need to separate ourselves from these habits. Sometime while we’re praying the Litany of Humility, we might ask ourselves if we really want these petitions to become true. To deny ourselves feels paradoxical, especially living in a society that highly values each human’s right to so many freedoms. I think we can often reach above and beyond that which we’re entitled to. 

In Mere Christianity, C.S. Lewis noted pride as the ultimate “anti-God”, which leads to every other vice. In contrast, St. Bernard declares that Jesus Christ is the ultimate definition of humility. We are so used to the comforts of the world around us. Christ also lived as a human being with similar circumstances, yet made the ultimate sacrifice of giving it all away for our sake, despite our extreme unworthiness. 

Today, let’s ask ourselves if we know that God is who he says He is. May we truly know the truth that takes precedence over all our individual matters, that Christ suffered and died in great humility and out of a deep love for us.

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Siempre me he dejado influenciar muy fácilmente por las opiniones que los demás tienen sobre mí. Quiero ser amada, o por lo menos querida, por todos los que conozco. Es una tendencia humana natural. La necesidad compulsiva de revisar el correo electrónico o los mensajes de Facebook transmite los mismos sentimientos: ¿hay alguien que quiera conectarse conmigo?

Es muy fácil distraerse con las comodidades mundanas que brinda la gente, así como con las posesiones materiales. En el evangelio de hoy, Cristo proclama la necesidad de separarnos de estos hábitos. En algún momento, mientras rezamos las Letanías de la Humildad, podríamos preguntarnos si realmente queremos que estas peticiones se hagan realidad. Negarnos a nosotros mismos parece paradójico, especialmente viviendo en una sociedad que valora mucho el derecho de cada ser humano a tantas libertades. Creo que a menudo podemos ir más allá de lo que tenemos derecho.

En su libro Mero Cristianismo, C.S. Lewis destacó el orgullo como el máximo “anti-Dios”, que conduce a todos los demás vicios. En cambio, San Bernardo declara que Jesucristo es la definición última de la humildad. Estamos tan acostumbrados a las comodidades del mundo que nos rodea. Cristo también vivió como un ser humano en circunstancias semejantes, pero hizo el sacrificio supremo de entregarlo todo por el bien de todos nosotros, a pesar de nuestra indignidad extrema.

Preguntémonos hoy si sabemos que Dios verdaderamente es quien dice ser. Que podamos conocer verdaderamente la verdad que tiene prioridad sobre todos nuestros asuntos individuales: que Cristo sufrió y murió con gran humildad y por un profundo amor por nosotros.

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Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.

Feature Image Credit: Grégoire Huret, art.diocesan.com/stock-photo/christ-washing-feet-of-his-disciples-745/

More Than Commonplace Spirituality / Más que una Espiritualidad Ordinario

In today’s first reading we hear the all too familiar complaints that come from broken humanity. I say all too familiar because we all complain about various things in our spiritual journey and sometimes forget that God is in charge and he loves us and wants the absolute best for us. Think about the context for a second. The Israelites were slaves in Egypt. Their living conditions were awful, they were forced to work, and they were not given an adequate amount of food. God frees them from slavery and here they are complaining that the miraculous bread he is sending from heaven does not taste very good. 

I wonder how often you and I have this same disposition before God. Miraculous things are happening all around us. God has also freed us from slavery through our baptism and gives us spiritual food to eat on our journey of faith. But how often do we take it all for granted? How often do we go to Mass and see it as commonplace and completely forget the miracle that is actually taking place?

I have the bad habit of people watching when parishioners are receiving communion instead of praying and thanking God for the gift I have just received. While I watch people go through the communion line I wonder if everyone is aware of who they are actually receiving or if this too has become just another thing Catholics participate in. Then I ask myself this same question. Have I taken the Eucharist and the faith for granted? Do I see miracles every day but pass them by without noticing how God is working in my life? 

The story from the first reading today is our story. Thankfully, God has not sent us poisonous snakes to kill us, but he has sent the remedy to the poison. I find it interesting that the cure to these snakes was mounted on a pole. All the Israelites had to do was have faith in God and look at this serpent mounted on a pole and they were healed. Fast forward and we have a similar ask of faith. But this time we look to Jesus mounted on the cross. Today we celebrate the Feast of the Exaltation of the Cross. We are invited to reflect on what Christ has done for us and make sure that it doesn’t become commonplace. 

The Church is very smart with the feast days that it assigns on the liturgical calendar. We all need reminders in our faith life to refocus on the love of Christ and the incredible sacrifice he made for us all. Allow the reality of Christ’s sacrifice to really sink in. Let’s not make the same mistake the Israelites did and complain about what God has done. Instead, let’s shout from the rooftops the beauty of Christ’s love, his sacrifice, and the spiritual food he has given us for the journey. 

From all of us here at Diocesan, God bless!

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En la primera lectura de hoy escuchamos las quejas demasiado familiares que provienen de una humanidad quebrantada. Digo muy familiar porque todos nos quejamos de varias cosas en nuestro camino espiritual y a veces nos olvidamos de que Dios está a cargo y que nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Considera el contexto por un segundo. Los israelitas eran esclavos en Egipto. Sus condiciones de vida eran terribles, los obligaban a trabajar y no recibían una cantidad adecuada de alimentos. Dios los libera de la esclavitud y están allí quejándose de que al pan milagroso que les envía desde el cielo le falta sabor.

Me pregunto con qué frecuencia tú y yo tenemos esta misma disposición ante Dios. Cosas milagrosas están sucediendo a nuestro alrededor. Dios también nos ha liberado de la esclavitud a través del bautismo y nos da alimento espiritual para comer en el camino de fe. Pero, ¿con qué frecuencia tomamos todo por hecho? ¿Con qué frecuencia vamos a misa y lo vemos como algo común y nos olvidamos por completo del milagro que realmente está ocurriendo?

Tengo la mala costumbre de observar a la gente cuando los feligreses reciben la comunión en lugar de orar y agradecer a Dios por el regalo que acabo de recibir. Mientras observo a la gente pasar por la cola para comulgar, me pregunto si todos son conscientes de Quién están recibiendo en realidad o si esto también se ha convertido en una cosa más en la que participan los católicos. Luego me hago la misma pregunta. ¿He tomado por hecho la Eucaristía y la fe? ¿Veo milagros todos los días pero paso de largo sin darme cuenta de cómo Dios está obrando en mi vida?

La historia de la primera lectura de hoy también es nuestra historia. Afortunadamente, Dios no nos ha enviado serpientes venenosas para matarnos, pero sí ha enviado el remedio al veneno. Me parece interesante que la cura para estas serpientes estuviera montada en un poste. Todo lo que los israelitas tenían que hacer era tener fe en Dios y mirar esta serpiente montada en un asta y fueron sanados. Avance rápido y tenemos una petición de fe semejante. Pero esta vez miramos a Jesús montado en la cruz. Hoy celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Cruz. Estamos invitados a reflexionar sobre lo que Cristo ha hecho por nosotros y asegurarnos de que no se convierta en algo común.

La Iglesia es muy inteligente con las fiestas que asigna en el calendario litúrgico. Todos necesitamos recordatorios en nuestra vida de fe para volver a centrarnos en el amor de Cristo y el increíble sacrificio que hizo por todos nosotros. Permita que la realidad del sacrificio de Cristo realmente se asimile. No cometamos el mismo error que cometieron los israelitas y nos quejemos de lo que Dios ha hecho. En cambio, gritemos a los cuatro vientos la belleza del amor de Cristo, su sacrificio y el alimento espiritual que nos ha dado para el camino.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: Eric Mok, unsplash.com/photos/white-and-brown-round-food-on-black-ceramic-bowl-UrfyLjlMEmQ

St. John Chrysostom / San Juan Crisóstomo

Today we celebrate the feast day of St. John Chrysostom, a Doctor of the Church from the late 300’s. He was known for his incredibly powerful preaching. The title, “Chrysostom,” actually means “golden-mouthed” in Greek. We have over 800 of his sermons which is an incredible treasure trove of wisdom and insight into the Christian faith. I would like to share a piece of one of his sermons here. 

“If Christ is with me, whom shall I fear? Though the waves and the sea and the anger of princes are roused against me, they are less to me than a spider’s web. Indeed, unless you, my brothers, had detained me, I would have left this very day. For I always say ‘Lord, your will be done’; not what this fellow or that would have me do, but what you want me to do. That is my strong tower, my immovable rock, my staff that never gives way. If God wants something, let it be done! If he wants me to stay here, I am grateful. But wherever he wants me to be, I am no less grateful. Yet where I am, there you are too, and where you are, I am. For we are a single body, and the body cannot be separated from the head nor the head from the body. Distance separates us, but love unites us, and death itself cannot divide us. For though my body die, my soul will live and be mindful of my people” (Ante exsilium, nn. 1-3, PG 52, 427-430).

In today’s Gospel reading, Jesus talks about how foolish humans can be. Can the blind lead the blind? Why are we so quick to identify the faults of others before first attending to our own large wounds and failings? We ought to take Jesus’ admonishment seriously when He says “Remove the wooden beam from your own eye first; then you will see clearly to remove the splinter in your brother’s eye.” 

One of the ways we can follow Jesus’ command is to turn to the saints, especially the Doctors of the Church. This is one of the reasons why throughout the year we celebrate their feast days. The Church draws these holy men and women to our attention so that we can more clearly see how to live a life close to Jesus. We are especially grateful to saints like St. John Chrysostom who left such a large collection of written work for us to draw inspiration from. 

St. John Chrysostom, pray for us!

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Hoy celebramos la fiesta de San Juan Crisóstomo, un Doctor de la Iglesia de finales del siglo XX. Era conocido por su predicación increíblemente poderosa. El título “Crisóstomo” significa “boca de oro” en griego. Tenemos más de 800 sermones suyos, lo cual es un increíble tesoro de sabiduría y conocimiento de la fe cristiana. Me gustaría compartir aquí una parte de uno de sus sermones.

“Si Cristo está conmigo, ¿a quién temeré? Aunque las olas, el mar y la ira de los príncipes se alcen contra mí, son para mí menos que una telaraña. De hecho, si ustedes, hermanos míos, no me hubieran detenido, habría salido hoy mismo. Porque siempre digo ‘Señor, hágase tu voluntad’; no lo que este o aquel tipo quiere que haga, sino lo que tú quieres que haga. Ésta es mi torre fuerte, mi roca inmovible, mi bastón que nunca dobla. Si Dios quiere algo, ¡que se haga! Si quiere que me quede aquí, se lo agradezco. Pero dondequiera que él quiera que esté, no le estoy menos agradecido. Sin embargo, donde estoy yo, allí estás tú también, y dónde estás tú, estoy yo. Porque somos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. La distancia nos separa, pero el amor nos une y la muerte misma no puede dividirnos. Porque aunque mi cuerpo muera, mi alma vivirá y se acordará de mi pueblo” (Ante exsilium, nn. 1-3, PG 52, 427-430).

En el Evangelio de hoy, Jesús habla de lo ridículo que pueden ser los seres humanos. ¿Pueden los ciegos guiar a los ciegos? ¿Por qué somos tan rápidos en identificar las fallas de los demás antes de atender primero nuestras grandes heridas y fallas? Debemos tomar en serio la amonestación de Jesús cuando dice: “Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano.”

Una de las formas en que podemos seguir el mandato de Jesús es acudir a los santos, especialmente a los Doctores de la Iglesia. Ésta es una de las razones por las que durante todo el año celebramos sus fiestas. La Iglesia llama nuestra atención sobre estos santos hombres y mujeres para que podamos ver más claramente cómo vivir una vida cerca de Jesús. Estamos especialmente agradecidos a santos como San Juan Crisóstomo, que nos dejó una colección tan grande de obras escritas para que podamos inspirarnos.

San Juan Crisóstomo, ¡ruega por nosotros!

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

Feature Image Credit: Milada Vigerova, www.pexels.com/photo/stack-of-logs-in-rural-area-5984761/

Forgive and Give / Perdonar y Dar

We are created in the image and likeness of God, and the goal of life is to realize this image and likeness and act according to the truth of it. The first step is coming to some understanding of God Himself.

So, who and what is God? God is love. Not a sappy, superficial, social media kind of love, but a true, self-giving, self-sacrificing love that pours out everything for the good of the other. The more we open ourselves to this kind of love and the more we pour ourselves out for others, the more fulfilling our life will be. We must grow gradually into this true self that God created us to be.

How can we know we are growing in this love and living up to our high calling? It isn’t the size of our paycheck or calculated by the number of friends we have or the praises we receive from others; it isn’t gauged by the warmth of our sentiments or the intensity of our sacrifices or even the depth of our prayer. Jesus tells us that the way to identify the state of our hearts is by the way we treat others, especially those we consider enemies! We must be quick to give of our time, our talent, and our treasure even to those who are against us. We must be quick to act, to forgive, to excuse others and to speak well of them, and we must be slow to judge and condemn.

Why? Because that is the way to act as “children of the Most High, for he himself is kind to the ungrateful and the wicked.”

We cannot possibly do this on our own – our fallen nature has curled us in on ourselves and made us almost hopelessly selfward. But we are not on our own! God’s help is available to us for the asking, and empowers us to “be merciful, just as also your Father is merciful.” True mercy is love in the face of need, and does not consider whether the one to whom we give is “deserving,” because we cannot judge this! “Stop judging and you will not be judged. Stop condemning and you will not be condemned.” Instead, forgive and give.

From whom do we withhold our love and forgiveness? Which places in our hearts do we feel the deepest need to guard and defend? How can we surrender those places to the light and fire of the Holy Spirit so that we are free at last to love others without holding back, even those who have hurt us in some way?

Today, on the Memorial of the Most Holy Name of Mary, let us ask her to intercede for us, so that our hearts might become more aligned with the merciful Heart of Jesus.

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Somos creados a imagen y semejanza de Dios, y el objetivo de la vida es realizar esta imagen y semejanza y actuar de acuerdo con su verdad. El primer paso es llegar a cierta comprensión de Dios mismo.

Entonces, ¿quién y qué es Dios? Dios es amor. No un amor cursi, superficial y de las redes sociales, sino un amor verdadero, abnegado y sacrificado que lo da todo por el bien del otro. Cuanto más nos abrimos a este tipo de amor y cuanto más nos entregamos a los demás, más plena será nuestra vida. Debemos crecer gradualmente hacia este verdadero yo para el cual Dios nos creó.

¿Cómo podemos saber que estamos creciendo en este amor y cumpliendo con nuestro elevado llamamiento? No es el tamaño de nuestro sueldo ni se calcula por la cantidad de amigos que tenemos o los elogios que recibimos de los demás; no se mide por la calidez de nuestros sentimientos ni por la intensidad de nuestros sacrificios ni siquiera por la profundidad de nuestra oración. Jesús nos dice que la forma de identificar el estado de nuestro corazón es por la forma en que tratamos a los demás, ¡especialmente a aquellos que consideramos enemigos! Debemos ser rápidos en dar nuestro tiempo, nuestro talento y nuestro tesoro incluso a aquellos que están en contra de nosotros. Debemos ser rápidos para actuar, perdonar, disculpar a los demás y hablar bien de ellos, y debemos ser lentos para juzgar y condenar.

¿Por qué? Porque esa es la manera de actuar como “hijos del Altísimo, porque él es bueno hasta con los malos y los ingratos”.

No es posible hacer esto por nuestra propia cuenta: nuestra naturaleza caída nos ha encerrado en nosotros mismos y nos ha vuelto casi irremediablemente egoístas. ¡Pero no estamos solos! La ayuda de Dios está disponible para nosotros con solo pedirla y nos capacita para ser “misericordiosos, como su Padre es misericordioso”. La verdadera misericordia es amar ante la necesidad, y no considera si la otra persona lo “merece”, ¡porque no podemos juzgar esto! “No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados.” En cambio, perdona y da.

¿A quién negamos nuestro amor y perdón? ¿Qué lugares de nuestro corazón sentimos la más profunda necesidad de guardar y defender? ¿Cómo podemos entregar esos lugares a la luz y al fuego del Espíritu Santo para que por fin seamos libres de amar a los demás sin reprimirnos, incluso a aquellos que nos han herido de alguna forma?

Hoy, en la Memoria del Santísimo Nombre de María, pidámosle que interceda por nosotros, para que nuestros corazones estén más alineados con el Corazón misericordioso de Jesús.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and eight grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: sasint, pixabay.com/photos/sunset-men-silhouettes-helping-1807524/

The Savior Seeks Our Attention / El Salvador Busca Nuestra Atención

Today’s Gospel passage begins with a profoundly divine moment, as Jesus, the embodiment of love, lifts His eyes towards His disciples. Imagine being there, and suddenly, your gaze meets His, and He begins to deliver the Sermon on the Plain. These words of guidance, even today, have the power to halt our bustling lives, offering us a path to navigate the world without being consumed by it. Jesus longs to gain our attention in our distracting world to strengthen us, instruct us, pour out His graces upon us, and guide us toward heaven.  

The first truth he shares is “Blessed are the poor.” Imagine the shock they felt when Jesus didn’t proclaim a great blessing over the teachers and instructors of the day; instead, he began with those in need.

Jesus doesn’t stop at blessing the poor. He extends His comfort to the hungry and the sorrowful, promising them joy and laughter in heaven.  These words, even today, bring us great comfort and peace, reminding us to keep Christ at the center of our lives, regardless of our circumstances, and to stay focused on our true home in heaven.

Next, Jesus warns the disciples and us not to seek comfort, wealth, and power over the Kingdom. He reminds us that our ultimate goal is not to accumulate wealth and power in this life, but rather to live in a way that prepares us for the next life, where we will be in the presence of God. We do not want to live for this life but rather to live for the next. 

If we are persecuted, insulted, and treated poorly for our faith, Jesus tells us through this passage that we will be rewarded in heaven. This persecution can take many forms, from social rejection to physical harm. But Jesus assures us that these trials are temporary, and our reward in heaven will be eternal. May we stop seeking this world’s approval, do the next right thing, and keep our eyes on Jesus.

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El pasaje del Evangelio de hoy comienza con un momento profundamente divino, cuando Jesús, el amor encarnado, levanta los ojos hacia sus discípulos. Imagínate estar allí y, de repente, su mirada se encuentra con la tuya y comienza a pronunciar el Sermón de la Llanura. Estas palabras de guía, incluso hoy, tienen el poder de detener nuestras vidas tan ocupadas, ofreciéndonos un camino para navegar por el mundo sin ser consumidos por él. Jesús anhela llamar nuestra atención en este mundo distraído para fortalecernos, instruirnos, derramar sus gracias sobre nosotros y guiarnos hacia el cielo.

La primera verdad que comparte es “Dichosos ustedes los pobres”. Imagínate el shock que sintieron cuando Jesús no proclamó una gran bendición sobre los maestros e instructores de ese tiempo; en cambio, comenzó con los necesitados.

Jesús no se limita a bendecir a los pobres. Extiende su consuelo a los hambrientos y a los afligidos, prometiéndoles gozo y alegria en el cielo. Estas palabras, incluso hoy, nos traen gran consuelo y paz, recordándonos que debemos mantener a Cristo en el centro de nuestras vidas, independientemente de las circunstancias, y mantenernos enfocados en nuestro verdadero hogar en el cielo.

Luego, Jesús advierte a los discípulos y a nosotros que no busquemos consuelo, riqueza y poder por encima del Reino. Nos recuerda que nuestro objetivo final no es acumular riqueza y poder en esta vida, sino vivir de una manera que nos prepare para la vida que viene, donde estaremos en la presencia de Dios. No queremos vivir para esta vida sino vivir para la próxima.

Si somos perseguidos, insultados y tratados mal por nuestra fe, Jesús nos dice a través de este pasaje que seremos recompensados en el cielo. Esta persecución puede adoptar muchas formas, desde el rechazo social hasta el daño físico. Pero Jesús nos asegura que estas pruebas son temporales y nuestra recompensa en el cielo será eterna. Que dejemos de buscar la aprobación de este mundo, hagamos lo correcto y mantengamos nuestros ojos en Jesús.

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Emily Jaminet is a Catholic author, speaker, radio personality, wife, and mother of seven children. She earned a bachelor’s degree in mental health and human services from the Franciscan University of Steubenville.  She is the co-founder of www.inspirethefaith.com and the Executive Director of The Sacred Heart Enthronement Network www.WelcomeHisHeart.com. She has co-authored several Catholic books and her latest one, Secrets of the Sacred Heart: Claiming Jesus’ Twelve Promises in Your Life, came out in Oct. 2020. Emily serves on the board of the Columbus Catholic Women’s Conference, contributes to Relevant Radio and Catholic Mom.com.

Feature Image Credit: Hna Carolina BR, cathopic.com/photo/41723-look-of-jesus

Pray, Act, Serve, Repeat / Rezar, Actuar, Servir, Repetir

I tell my sister to ask me two questions when I get all out of sorts. 

  1. Are you praying the rosary everyday? 
  2. Are you writing?

Praying the rosary roots me by contemplating Jesus and how he lived. Writing helps me sort all the thoughts, ideas, and craziness in my head. It helps me to see what I am thinking and sort out what to do next. So why is it so difficult to do these two things consistently that I need reminders?

Jesus models this powerful framework for our lives in today’s Gospel. He desires to do the will of the Father, so he retreats to take time to pray. Then he acts by gathering the disciples and getting organized for service by choosing the Apostles. Together, they then serve by reaching out to the people. Pray. Act. Serve. Repeat. 

It doesn’t matter what endeavor I am undertaking. When I follow Jesus’ model. The path is much clearer, the road more direct. Before doing anything, pray. Make sure you are rooted in God’s will. Praying helps us sort out our motives. Am I doing this for my ego or God’s glory? Am I listening to God? Are there any signs that this is more my will than his? Have I asked God to direct my heart to him? Am I listening in prayer as much as I talk? 

When I take action, do my means further my ends? I can think of so many times in life where I had great motives, a good end in mind, but I was so determined on getting there myself, my way, that my plan alienated others instead of bringing them along. Am I planning to act in a way that will bring unity to God’s family? 

We are each called to serve, to serve God by serving those around us. Jesus had a servant’s heart. We fulfill our purpose when we align our hearts with his and put our time, talent, and treasure in the service of those around us. We can’t fix the whole world, but we can shine God’s love into the corner of the world we inhabit. 

The needs of the people around Jesus were so diverse and so overwhelming, no less so than the needs around us today. So what do we do in the face of such need? 

Pray. Act. Serve. Repeat.

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Le digo a mi hermana que me haga dos preguntas cuando me ponga de mal humor.

  1. ¿Estás rezando el rosario todos los días?
  2. ¿Estás escribiendo?

Rezar el rosario me mantiene arraigada al contemplar a Jesús y cómo vivió. Escribir me ayuda a ordenar todos los pensamientos, ideas y locuras que tengo en la cabeza. Me ayuda a ver lo que estoy pensando y decidir qué hacer a continuación. Entonces, ¿por qué me es tan difícil hacer estas dos cosas de manera consistente que necesito recordatorios?

Jesús modela este poderoso marco para nuestras vidas en el Evangelio de hoy. Él desea hacer la voluntad del Padre, por eso se retira a tomar tiempo para orar. Luego actúa reuniendo a los discípulos y organizándose para el servicio eligiendo a los Apóstoles. Luego, juntos, sirven acercándose a la gente. Rezar. Actuar. Servir. Repetir.

No importa qué esfuerzo esté emprendiendo. Cuando sigo el modelo de Jesús el camino es mucho más claro, el camino más directo. Antes de hacer cualquier cosa, reza. Asegúrate de estar arraigado en la voluntad de Dios. Rezar nos ayuda a ordenar nuestros motivos. ¿Estoy haciendo esto por mi ego o por la gloria de Dios? ¿Estoy escuchando a Dios? ¿Hay alguna señal de que esta es más mi voluntad que la suya? ¿Le he pedido a Dios que dirija mi corazón hacia él? ¿Estoy escuchando en la oración al igual que estoy hablando?

Cuando actúo, ¿mis medios favorecen mis fines? Puedo pensar en muchas ocasiones en la vida en las que tuve grandes motivos, un buen fin en mente, pero estaba tan decidida llegar allí yo misma, a mi manera, que mi plan alejó a los demás en lugar de atraerlos. ¿Estoy planeando actuar de una manera que traerá unidad a la familia de Dios?

Cada uno de nosotros estamos llamados a servir, a servir a Dios sirviendo a quienes nos rodean. Jesús tenía un corazón de siervo. Cumplimos nuestro propósito cuando alineamos nuestro corazón con el suyo y ponemos nuestro tiempo, talento y tesoro al servicio de quienes nos rodean. No podemos arreglar el mundo entero, pero podemos hacer brillar el amor de Dios en los rincones del mundo que habitamos.

Las necesidades de las personas que rodeaban a Jesús eran tan diversas y tan abrumadoras, semejantes a las necesidades que nos rodean hoy. Entonces, ¿qué hacemos ante tal necesidad?

Rezar. Actuar. Servir. Repetir.

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Sheryl’s first calling is to be wife and partner to Tom, who is a candidate for the Permanent Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. She also gets to live out her passion for teaching and learning by serving as principal at St. Therese Catholic School in Wayland, Michigan. Home is full with Carlyn, our goofy golden retriever, Lucy, our terrier mix wild child, and Mila, our very special Bernese Mountain dog. 

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