The Kingdom of God / El Reino de Dios

While I am content to live in a time with indoor plumbing, cell phones, and other modern conveniences, I still think it would have been incredible to have been one of Jesus’ first followers. It would have been a very hard life, but also one of unique purpose and beauty. As the early Church grew, the Holy Spirit guided the disciples to continue uncovering truths about Jesus. This teaching of Jesus must have been confusing when He shared it. Wouldn’t it have been so exciting to see the lightbulb moment when they came to understand His words?

“For behold, the Kingdom of God is among you.” What is the Kingdom of God? It can be explained both as a place and as a person. As a place, it is where God reigns. Where does God reign? Everywhere! God is the Author and Creator of everything, of you and of me. Where we are, the Kingdom of God is because we are living under His authority. The Kingdom of God is also present in Jesus, who is God. Where Jesus is, there God is. 

Where is Jesus? Jesus is present in the Eucharist. He is also present in each of us. As followers of Jesus, we believe He dwells within each of our hearts. In this very moment, you are living in the Kingdom of God because Jesus is within you. When we gather together to share Eucharist, Jesus is among us.

What a mystery this must have been for those early disciples. Slowly, they would have come to understand as they continued to encounter Jesus, then to encounter Him anew after the Resurrection. Once Jesus ascended and they received the Holy Spirit, their understanding of Jesus’ teachings deepened under the guidance of the Holy Spirit. 

Jesus hasn’t left us. The Kingdom of God isn’t something to look out for, to grasp for, or to sit in the corner waiting for. The Kingdom of God is at hand, at this very moment. We are living, active participants in it. The more we live in a manner which reflects Jesus in our hearts, the more clearly we will see the Kingdom of God all around us.

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Aunque estoy contenta viviendo en una época en la que haya plomería, teléfonos celulares y otras comodidades modernas, sigo pensando que hubiera sido increíble haber sido uno de los primeros seguidores de Jesús. Hubiera sido una vida muy dura, pero también una vida de propósito y belleza únicos. A medida que la Iglesia primitiva crecía, el Espíritu Santo guió a los discípulos para que siguieran descubriendo verdades sobre Jesús. Esta enseñanza de Jesús debe haber sido confusa cuando la compartió. ¿No habría sido tan emocionante ver el momento de iluminación cuando llegaron a comprender Sus palabras?

“Porque el Reino de Dios ya está entre ustedes.” ¿Qué es el Reino de Dios? Se puede explicar tanto como un lugar como una persona. Como lugar, es donde Dios reina. ¿Dónde reina Dios? ¡En todas partes! Dios es el Autor y Creador de todo, de ti y de mí. Donde estamos, está el Reino de Dios porque estamos viviendo bajo Su autoridad. El Reino de Dios también está presente en Jesús, que es Dios. Donde está Jesús, allí está Dios.

¿Dónde está Jesús? Jesús está presente en la Eucaristía. También está presente en cada uno de nosotros. Como seguidores de Jesús, creemos que Él habita en cada uno de nuestros corazones. En este mismo momento, estás viviendo en el Reino de Dios porque Jesús está dentro de ti. Cuando nos reunimos para compartir la Eucaristía, Jesús está entre nosotros.

¡Qué misterio debe haber sido esto para los primeros discípulos! Poco a poco, habrían llegado a comprender a medida que continuaban encontrándose con Jesús, y luego lo encontraron nuevamente después de la Resurrección. Una vez que Jesús ascendió y recibieron el Espíritu Santo, su comprensión de las enseñanzas de Jesús se profundizó bajo la guía del Espíritu Santo. 

Jesús no nos ha abandonado. El Reino de Dios no es algo que debemos buscar, alcanzar o esperar sentados en un rincón. El Reino de Dios está cerca, en este mismo momento. Somos participantes vivos y activos en él. Cuanto más vivamos de una manera que refleje a Jesús en nuestros corazones, más claramente veremos el Reino de Dios a nuestro alrededor.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

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Discerning What We Store / Discernir lo que Guardamos

The seasons continue to change and turn. As the fall and winter holidays begin to dominate the secular scene, Catholics take a rather different approach to their arrival. In our Gospel, Jesus challenges the crowd to consider how focused they are on material items. When they have something they value, what do they do with it?

In this parable, Jesus offers a glimpse into the mind of a wealthy man who has run out of space to store the bountiful harvest he has accumulated. An inward looking man, he tears down the barns he already has in order to build larger ones to hold his substantial wealth. But, in a sudden twist, God takes the man’s life and all the things the man planned to enjoy were swiftly taken from him. Nothing he had acquired would travel with him beyond death. 

What was the alternative option the man could have chosen? Instead of building larger barns, where else could that surplus have gone? To others, of course! The man could have assisted the poor, he could have supported other farmers who did not have as bountiful a crop, he could have sold the surplus and donated the proceeds or invested in his community, he could have simply had a large banquet to celebrate with friends and relatives the blessings they had collectively been given. He could have expanded his heart and capacity for love by building and sustaining relationships. 

Jesus is not saying wealth is bad, nor is He advocating that saving items of sentimental value is unnecessary. However, we ought to keep in mind the perspective that nothing we can hold in our hands today will come with us to heaven (even Christmas decorations).

That being said, as you begin to rummage through your storage bins and cardboard boxes to pull out various seasonal decor, perhaps this is an opportunity to consider why you have what you have. Is it time to let some of these decorations bless someone else? Again, I do not believe Jesus is advocating we purge everything. But are 12 pumpkins necessary to celebrate Halloween or Thanksgiving? Maybe, but maybe not. Everyone will have a different answer depending on available space, need, and level of attachment. Nevertheless, the exercise of purposefully considering why we have what we have and how these items are helping us grow closer to Christ is worthwhile for all of us.

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Las estaciones siguen cambiando y girando. A medida que las fiestas de otoño e invierno comienzan a dominar la escena secular, los católicos adoptan un enfoque bastante diferente para su llegada. En nuestro Evangelio, Jesús desafía a la multitud a considerar cuán centrados están en los bienes materiales. Cuando tienen algo que valoran, ¿qué hacen con ello?

En esta parábola, Jesús ofrece un vistazo de la mente de un hombre rico que se ha quedado sin espacio para almacenar la abundante cosecha que ha acumulado. Un hombre introspectivo, derriba los graneros que ya tiene para construir otros más grandes para guardar su riqueza sustancial. Pero, en un giro repentino, Dios le quita la vida al hombre y todas las cosas que pensaba disfrutar le fueron rápidamente arrebatadas. Nada de lo que había adquirido viajaría con él más allá de la muerte.

¿Cuál era la opción alternativa que el hombre podría haber elegido? En lugar de construir graneros más grandes, ¿a dónde más podría haber ido ese excedente? ¡A otros, por supuesto! El hombre podría haber ayudado a los pobres, podría haber apoyado a otros agricultores que no tenían una cosecha tan abundante, podría haber vendido el excedente y donar las ganancias o invertirlas en su comunidad, podría simplemente haber tenido un gran banquete para celebrar con amigos y familiares las bendiciones que habían recibido colectivamente. Podría haber expandido su corazón y su capacidad de amar construyendo y manteniendo relaciones con los demás.

Jesús no está diciendo que la riqueza sea mala, ni está proponiendo que ahorrar objetos de valor sentimental sea innecesario. Sin embargo, debemos tener en cuenta la perspectiva de que nada de lo que podamos tener en nuestras manos hoy vendrá con nosotros al cielo (ni siquiera las decoraciones navideñas).

Dicho esto, cuando comiences a buscar cosas en tus contenedores de almacenamiento y cajas de cartón para sacar varias decoraciones de la temporada, tal vez esta sea una oportunidad para considerar por qué tienes lo que tienes. ¿Es hora de dejar que algunas de estas decoraciones bendigan a alguien más? Una vez más, no creo que Jesús esté proponiendo que regalemos todo. Pero ¿son necesarias 12 calabazas para celebrar Halloween o el Día de Acción de Gracias? Tal vez, pero tal vez no. Cada uno tendrá una respuesta diferente según el espacio disponible, la necesidad y el nivel de apego. Sin embargo, el ejercicio de considerar de manera deliberada por qué tenemos lo que tenemos y cómo estos objetos nos ayudan a acercarnos más a Cristo vale la pena para todos nosotros.

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Listening and Loving / Escuchar y Amar

Jesus insists that the little children can come to Him. He is available to them just as much as He is to the adults, much to the shock of the adults surrounding Him. Jesus then asks those shocked adults to consider how these children have qualities the adults are lacking. “Whoever does not accept the Kingdom of God like a child will not enter it.” As I pondered the qualities a child has, the Holy Spirit drew my attention to an aspirational prayer in a Mass journal I have.

Breathe in: Give me ears that listen

Breathe out: and a heart that loves

I found myself considering how these two motions, listening and loving, are foundational to the childhood experience and are both crucial to accept the Kingdom of God.

First, we have to listen. As children, our first experience of the world is sound. Even before we are born, babies can hear the sounds of the world outside of their mother. A young baby, days old, can barely see a few feet beyond themselves, but their hearing is perfect. They soak in sounds, language. We learn to speak first by hearing it. “At birth, the infant brain can perceive the full set of 800 or so sounds, called phonemes, that can be strung together to form all the words in every language of the world” (Patricia K. Kuhl, How Babies Learn Language, 2015). This is incredible! We have such a huge capacity for language, both to listen to and speak, as small children that fades as we grow more set in our ways as adults.

Simultaneously, babies are learning about what it means to be loved, to be cared for. They are completely reliant on their parents to love them. To love someone, to will the good of the other, is foundational for a child. As the child grows, they come to consciously perceive this and begin to freely offer that love back to their family. At lunch a few days ago, my three year old looked up and said, “Mommy, I love you. The next day, I will love you still.” It was spontaneous and spoken from his heart. 

Jesus wants to speak to us. He does so in the language we understand with our ears through the people He has placed in our lives. He also speaks to our hearts, in the language of love. These two practices, listening and loving, are beautiful lessons we can strive to grow in while we seek to become more childlike in the eyes of God.

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Jesús insiste en que los niños pequeños pueden acercarse a Él. Está disponible para ellos tanto como lo está para los adultos, lo cual es gran sorpresa para los adultos que lo rodean. Jesús luego les pide a esos adultos sorprendidos que consideren cómo estos niños tienen cualidades de las que carecen los adultos. “Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Mientras reflexionaba sobre las cualidades que tiene un niño, el Espíritu Santo me llamó la atención sobre una oración aspiracional en un diario de misa que tengo.

Inhalar: dame oídos que escuchen

Exhalar: y un corazón que ame

Me encontré considerando cómo estos dos movimientos, escuchar y amar, son fundamentales para la experiencia de la infancia y ambos son cruciales para aceptar el Reino de Dios.

Primero, tenemos que escuchar. Cuando somos niños, nuestra primera experiencia del mundo es el sonido. Incluso antes de nacer, los bebés pueden escuchar los sonidos del mundo fuera de su madre. Un bebé pequeño, de días de vida, apenas puede ver unos pocos pies más allá de sí mismo, pero su audición es perfecta. Absorben sonidos y lenguaje. Aprendemos a hablar primero al escucharlo. “Al nacer, el cerebro del bebé puede percibir el conjunto completo de unos 800 sonidos, llamados fonemas, que se pueden unir para formar todas las palabras de todos los idiomas del mundo” (Patricia K. Kuhl, How Babies Learn Language, 2015). ¡Es increíble! De pequeños, tenemos una enorme capacidad para el lenguaje, tanto para escuchar como para hablar, que se desvanece a medida que nos vamos afianzando en nuestras costumbres como adultos.

Al mismo tiempo, los bebés están aprendiendo lo que significa ser amado, ser cuidado. Dependen completamente del amor de sus padres. Amar a alguien, desear el bien del otro, es fundamental para un niño. A medida que el niño crece, llega a percibir esto conscientemente y comienza a ofrecer libremente ese amor a su familia. Hace unos días, durante el almuerzo, mi hijo de tres años levantó la vista y me dijo: “Mami, te amo. Al día siguiente, te seguiré amando”. Fue algo espontáneo y lo dijo desde el corazón.

Jesús quiere hablarnos. Lo hace en el lenguaje que entendemos con nuestros oídos a través de las personas que ha puesto en nuestras vidas. También habla a nuestro corazón, en el lenguaje del amor. Estas dos prácticas, escuchar y amar, son hermosas lecciones en las que podemos esforzarnos por crecer mientras buscamos ser más como niños a los ojos de Dios.

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Feature Image Credit: Vika Glitter, pexels.com/photo/smiling-baby-lying-on-white-mat-1648377/

St. John Chrysostom / San Juan Crisóstomo

Today we celebrate the feast day of St. John Chrysostom, a Doctor of the Church from the late 300’s. He was known for his incredibly powerful preaching. The title, “Chrysostom,” actually means “golden-mouthed” in Greek. We have over 800 of his sermons which is an incredible treasure trove of wisdom and insight into the Christian faith. I would like to share a piece of one of his sermons here. 

“If Christ is with me, whom shall I fear? Though the waves and the sea and the anger of princes are roused against me, they are less to me than a spider’s web. Indeed, unless you, my brothers, had detained me, I would have left this very day. For I always say ‘Lord, your will be done’; not what this fellow or that would have me do, but what you want me to do. That is my strong tower, my immovable rock, my staff that never gives way. If God wants something, let it be done! If he wants me to stay here, I am grateful. But wherever he wants me to be, I am no less grateful. Yet where I am, there you are too, and where you are, I am. For we are a single body, and the body cannot be separated from the head nor the head from the body. Distance separates us, but love unites us, and death itself cannot divide us. For though my body die, my soul will live and be mindful of my people” (Ante exsilium, nn. 1-3, PG 52, 427-430).

In today’s Gospel reading, Jesus talks about how foolish humans can be. Can the blind lead the blind? Why are we so quick to identify the faults of others before first attending to our own large wounds and failings? We ought to take Jesus’ admonishment seriously when He says “Remove the wooden beam from your own eye first; then you will see clearly to remove the splinter in your brother’s eye.” 

One of the ways we can follow Jesus’ command is to turn to the saints, especially the Doctors of the Church. This is one of the reasons why throughout the year we celebrate their feast days. The Church draws these holy men and women to our attention so that we can more clearly see how to live a life close to Jesus. We are especially grateful to saints like St. John Chrysostom who left such a large collection of written work for us to draw inspiration from. 

St. John Chrysostom, pray for us!

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Hoy celebramos la fiesta de San Juan Crisóstomo, un Doctor de la Iglesia de finales del siglo XX. Era conocido por su predicación increíblemente poderosa. El título “Crisóstomo” significa “boca de oro” en griego. Tenemos más de 800 sermones suyos, lo cual es un increíble tesoro de sabiduría y conocimiento de la fe cristiana. Me gustaría compartir aquí una parte de uno de sus sermones.

“Si Cristo está conmigo, ¿a quién temeré? Aunque las olas, el mar y la ira de los príncipes se alcen contra mí, son para mí menos que una telaraña. De hecho, si ustedes, hermanos míos, no me hubieran detenido, habría salido hoy mismo. Porque siempre digo ‘Señor, hágase tu voluntad’; no lo que este o aquel tipo quiere que haga, sino lo que tú quieres que haga. Ésta es mi torre fuerte, mi roca inmovible, mi bastón que nunca dobla. Si Dios quiere algo, ¡que se haga! Si quiere que me quede aquí, se lo agradezco. Pero dondequiera que él quiera que esté, no le estoy menos agradecido. Sin embargo, donde estoy yo, allí estás tú también, y dónde estás tú, estoy yo. Porque somos un solo cuerpo, y el cuerpo no puede separarse de la cabeza, ni la cabeza del cuerpo. La distancia nos separa, pero el amor nos une y la muerte misma no puede dividirnos. Porque aunque mi cuerpo muera, mi alma vivirá y se acordará de mi pueblo” (Ante exsilium, nn. 1-3, PG 52, 427-430).

En el Evangelio de hoy, Jesús habla de lo ridículo que pueden ser los seres humanos. ¿Pueden los ciegos guiar a los ciegos? ¿Por qué somos tan rápidos en identificar las fallas de los demás antes de atender primero nuestras grandes heridas y fallas? Debemos tomar en serio la amonestación de Jesús cuando dice: “Saca primero la viga que llevas en tu ojo y entonces podrás ver, para sacar la paja del ojo de tu hermano.”

Una de las formas en que podemos seguir el mandato de Jesús es acudir a los santos, especialmente a los Doctores de la Iglesia. Ésta es una de las razones por las que durante todo el año celebramos sus fiestas. La Iglesia llama nuestra atención sobre estos santos hombres y mujeres para que podamos ver más claramente cómo vivir una vida cerca de Jesús. Estamos especialmente agradecidos a santos como San Juan Crisóstomo, que nos dejó una colección tan grande de obras escritas para que podamos inspirarnos.

San Juan Crisóstomo, ¡ruega por nosotros!

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Feature Image Credit: Milada Vigerova, www.pexels.com/photo/stack-of-logs-in-rural-area-5984761/

Chewing On Scripture / Masticando las Escrituras

This year I have been volunteering in my parish’s catechesis program. We are so blessed to have two atriums, or classrooms, that are dedicated to using the Catechesis of the Good Shepherd (CGS) model. The CGS model is rooted in a Montessori style approach to education and encourages hands-on opportunities to explore the truths of our faith. I am volunteering with the youngest children, ages 3-6. One of the key questions asked at this level is, “I wonder what….?” After reading this Gospel, I found myself asking this very question.

I wonder what Jesus was teaching that day which left everyone so astonished?

I wonder what Jesus’ voice sounded like?

I wonder what it would have been like to hear the voice of the man possessed by a demon? 

I wonder what the man looked like?

I wonder how the man changed after the demon left him?

I wonder how people expressed their amazement when describing what happened?

I wonder. This question doesn’t necessarily have a “right” or “correct” answer. When we ask the children in our atrium, “I wonder what Mary felt like when the angel told her about Jesus,” we get all sorts of answers. Some are more focused than others, but no answer is deemed unacceptable. The invitation to wonder is open to everyone and we collectively participate in the process.

By posing “I wonder” questions, we invite the children and ourselves to sit and ponder what was just heard. Perhaps you recall from science class that cows will chew their cud, continuing to chew up their feed to extract every ounce of nutrients from it. Even something that was already chewed once will return to the cow’s mouth to continue to be broken down and further digested. “I wonder” questions provide us the opportunity to “chew on Scripture” if you will. There is always something more we can hear, because God’s Word is alive and active each time we encounter it. I wonder what God will draw your attention to today.

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Este año he sido voluntaria en el programa de catequesis de mi parroquia. Tenemos la gran suerte de tener dos atrios o aulas dedicadas a utilizar el modelo de Catequesis del Buen Pastor (CGS en inglés). El modelo CGS tiene sus raíces en un enfoque educativo estilo Montessori y fomenta oportunidades prácticas para explorar las verdades de nuestra fe. Soy voluntaria con los niños más pequeños que tienen entre 3 y 6 años. Una de las preguntas claves que se hacen en este nivel es: “Me pregunto ¿qué…?” Después de leer este Evangelio, me encontré haciendo esta misma pregunta.

Me pregunto ¿qué estaba enseñando Jesús ese día que dejó a todos tan asombrados?

Me pregunto ¿cómo sonó la voz de Jesús?

Me pregunto ¿cómo habría sido escuchar la voz del hombre poseído por un demonio?

Me pregunto ¿cómo era ese hombre?

Me pregunto ¿cómo cambió el hombre después de que el demonio lo dejó?

Me pregunto ¿cómo la gente expresó su asombro al describir lo que había pasado?

Me pregunto. Esta pregunta no tiene necesariamente una respuesta “correcta” o “correcta”. Cuando preguntamos a los niños en nuestro atrio: “Me pregunto ¿cómo se sintió María cuando el ángel le habló de Jesús?” obtenemos todo tipo de respuestas. Algunos están más centrados que otros, pero ninguna respuesta se considera inaceptable. La invitación a preguntarse está abierta a todos y participamos colectivamente en el proceso.

Al plantear preguntas tipo “Me pregunto”, invitamos a los niños y a nosotros mismos a sentarnos y reflexionar sobre lo que acabamos de escuchar. Quizás te acuerdes de la clase de ciencias que las vacas rumian y continúan masticando su alimento para extraerle cada gramo de nutrientes. Incluso algo que ya fue masticado una vez regresará a la boca de la vaca para continuar descomponiendo y digiriendo. Las preguntas tipo “Me pregunto” nos brindan la oportunidad de “masticar las Escrituras”, por así decirlo. Siempre hay algo más que podemos escuchar, porque la Palabra de Dios está viva y activa cada vez que la encontramos. Me pregunto qué Dios hará llamarte la atención hoy día.

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Feature Image Credit: Andrey Niqi,  pexels.com/photo/cows-grazing-on-field-against-sky-254178/

Childlike Faith / Fe Como la de un Niño

In the broader context of our Gospel passage for today, the disciples have just finished listening to Jesus field some difficult questions from the Pharisees. They had asked Jesus to explain more fully His teaching because they didn’t understand. Many of Jesus’ teachings were difficult and the disciples did not always come to a fuller comprehension until later, sometimes not even until after Jesus’ Passion and Resurrection. 

In the midst of the intellectual and theological confusion, children begin coming to Jesus. Kids don’t always have the best timing. I know, call me crazy, but as a mom of six there are some days that my kids, as much as I love them, seemingly refuse to observe when they are interrupting, interjecting, or compounding issues with persistent off-topic questions. 

Now, if the disciples couldn’t understand what on earth Jesus was talking about, I don’t find it too far of a stretch to believe they didn’t think children would understand either. Why bother having them around then, if they weren’t going to understand, weren’t going to ask the right questions, and wouldn’t comprehend the answers anyway?

Jesus is of a different mind. Jesus sees the children coming to Him in their innocence and He reaches out to them. He points to them as a model for how the disciples ought to approach the world and His kingdom. It’s not that the children were capable of understanding some kind of hidden knowledge inaccessible to the adult disciples. The children are coming to Jesus, not because they seek answers to complicated theological questions, but because they want to be close to Him. By bringing children into their midst, Jesus is inviting the disciples, and by extension all of us, to recall the real purpose of their time with Jesus. 

Jesus calls each of us to become childlike. This is quite different from childish. We can turn to St. Thérèse of Lisieux for a great many spiritual truths, including this simple and profound revelation about childlike souls: “It is to recognize our nothingness, to expect everything from God as a little child expects everything from its father … to be disquieted about nothing, and not to be set on gaining our living,” that is, “the eternal life of heaven.” (Her Last Conversations). 

When we recognize that we are utterly and completely dependent upon God, we enter into this place of childlike faith. When we turn to God, again and again, as a little child does to his mother for every need or desire, great and small alike, we become childlike before God. When we run to God in every moment of sorrow or delight, as a daughter flies into the arms of her father with equal vigor over a bouquet of dandelions or a scraped knee, we embrace our identity as children of God.

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En el contexto más amplio de nuestro pasaje del Evangelio de hoy, los discípulos acaban de escuchar a Jesús responder algunas preguntas difíciles de los fariseos. Le habían pedido a Jesús que explicara más completamente su enseñanza porque no la entendían. Muchas de las enseñanzas de Jesús fueron difíciles y los discípulos no siempre llegaron a una comprensión más completa hasta más tarde, a veces ni siquiera hasta después de la Pasión y Resurrección de Jesús.

En medio de la confusión intelectual y teológica, los niños comienzan a acercarse a Jesús. Los niños no siempre escogen el mejor momento. Quizá soy yo, pero como madre de seis hijos, hay algunos días en los que mis hijos, por mucho que los amo, aparentemente se niegan a observar cuando interrumpen, intervienen o agravan los problemas con preguntas persistentes fuera de tema.

Ahora bien, si los discípulos no podían entender de qué estaba hablando Jesús, no me parece demasiado exagerado pensar que los niños tampoco lo iban a entender. ¿Por qué molestarse en tenerlos cerca entonces, si no iban a entender, no iban a hacer las preguntas correctas y, al fin de cuentas, no comprenderían las respuestas?

Jesús tiene una opinión diferente. Jesús ve a los niños venir a Él en su inocencia y se acerca a ellos. Los señala como modelo de cómo los discípulos deben tratar al mundo y a su reino. No es que los niños fueran capaces de comprender algún tipo de conocimiento oculto inaccesible a los discípulos adultos. Los niños vienen a Jesús, no porque busquen respuestas a preguntas teológicas complicadas, sino porque quieren estar cerca de Él. Al traer a los niños entre ellos, Jesús invita a los discípulos, y por extensión a todos nosotros, a recordar el verdadero propósito de su tiempo con Jesús.

Jesús nos llama a cada uno de nosotros a ser como niños. Esto es bastante diferente de ser infantil. Podemos acudir a Santa Teresa de Lisieux en busca de muchas verdades espirituales, incluida esta sencilla y profunda revelación sobre las almas infantiles: “Es reconocer nuestra nada, esperar todo de Dios como un niño pequeño espera todo de su padre… por nada nos inquietemos, ni nos propongamos ganarnos el sustento”, es decir, “la vida eterna del cielo”. (de sus Últimas Conversaciones).

Cuando reconocemos que dependemos total y completamente de Dios, entramos en este lugar de fe infantil. Cuando acudimos a Dios, una y otra vez, como lo hace un niño pequeño con su madre para cada necesidad o deseo, grandes o pequeños por igual, nos volvemos como niños ante Dios. Cuando corremos hacia Dios en cada momento de tristeza o deleite, como una hija corra a los brazos de su padre con igual vigor sobre un ramo de flores silvestres o una rodilla raspada, abrazamos nuestra identidad como hijos de Dios.

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Feature Image Credit: Vidal Balielo Jr., pexels.com/photo/family-walking-on-path-1682497/

A Humble Faith / Una Fe Humilde

This is one of those challenging Gospel passages. So much can be said, and so much can be misunderstood. I found myself inspired by a quote from St. Thomas Merton from Word on Fire Gospels which opened my eyes to some of the nuances of this Gospel story. I came away so appreciative of the Canaanite woman and her humble faith. 

“The most important thing in prayer is that we present ourselves as we are before God as he is. This cannot be done without a generous effort of recollection and self-searching. But if we are sincere, our prayer will never be fruitless. Our sincerity itself establishes an instant contact with the God of all truth” (St. Thomas Merton, No Man is an Island). 

In our Gospel story, Jesus is approached by a Canaanite woman. She begs Him to heal her daughter. She does not try to deny who she is or where she comes from. She doesn’t make any attempts at bargaining due to her heritage, but she is persistent and undeterred in her plea. Even after Jesus seems to reject her because she is a Canaanite while He is a Jew, she never claims to be more than who she is. In radical humility, she offers Jesus her very identity as a second-class citizen in the eyes of the Jewish people. 

Her humility is the lens through which she was able to see Jesus with eyes of faith. Where others saw Jesus as a Jew who came to speak to the Jews (see the apostles’ reactions to her pleas), this brave, bold, and humble woman recognized the universality of Jesus. Jesus came for the salvation of the whole world, not just the Jewish people. While the Jewish people do have a special place in the work of salvation, no group of people is excluded from the gifts Jesus came to give.

There is so much we can learn from the Canaanite woman. First, we need to take honest stock in who we are before our Lord. We are sinners, and it was while we were still in sin that God sent us His only Son. Second, we have to acknowledge that we do not set the limitations for who Jesus helps, who He loves, or who He saves. When we begin to determine boundaries, when we judge who is in and who is out, when we withhold forgiveness, we are setting ourselves outside of where we have been designed to be. God is God, we are not. 

The Canaanite woman shows us how to humbly acknowledge that without Jesus, we can’t accomplish a whole lot. But, when we seek Him, when we present our needs before Him from a place of humility and trust, we give Him the space to work miracles in our lives.

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El evangelio de hoy es uno de esos pasajes difíciles. Se puede decir muchas cosas y se puede malinterpretar muchas cosas. Me inspiró una cita de Santo Tomás Merton de los Word on Fire Gospels que me abrió los ojos a algunos de los matices de esta historia del Evangelio. Salí muy agradecida por la mujer cananea y su fe humilde.

“Lo más importante en la oración es que nos presentemos tal como somos ante Dios tal como  es él. Esto no se puede hacer sin un generoso esfuerzo de recogimiento y de autobúsqueda. Pero si somos sinceros, nuestra oración nunca será infructuosa. Nuestra sinceridad misma establece un contacto instantáneo con el Dios de toda verdad” (Santo Tomás Merton, No Man is an Island).

En la historia de nuestro Evangelio, una mujer cananea se acerca a Jesús. Ella le ruega que sane a su hija. No intenta negar quién es ni de dónde viene. No intenta negociar debido a su herencia, pero es persistente y firme en su súplica. Incluso después de que Jesús parece rechazarla porque ella es cananea mientras que él es judío, ella nunca afirma ser más de lo que es. Con una humildad radical, ofrece a Jesús su propia identidad como ciudadana de segunda clase a los ojos del pueblo judío.

Su humildad es el lente a través del cual pudo ver a Jesús con ojos de fe. Mientras que otros veían a Jesús como un judío que vino a hablar a los judíos (ver las reacciones de los apóstoles a sus súplicas), esta mujer valiente, audaz y humilde reconoció la universalidad de Jesús. Jesús vino para la salvación del mundo entero, no sólo del pueblo judío. Si bien el pueblo judío tiene un lugar especial en la obra de salvación, ningún grupo de personas está excluido de los dones que Jesús vino a dar.

Hay mucho que podemos aprender de la mujer cananea. Primero, debemos evaluar honestamente quiénes somos ante nuestro Señor. Somos pecadores, y fue cuando todavía estábamos en pecado que Dios nos envió a su único Hijo. En segundo lugar, tenemos que reconocer que no ponemos limitaciones a quién ayuda Jesús, a quién ama o a quién salva. Cuando empezamos a determinar límites, cuando juzgamos quién está dentro y quién está fuera, cuando retenemos el perdón, nos estamos ubicando fuera de donde Dios nos diseñó estar. Dios es Dios, nosotros no.

La mujer cananea nos muestra cómo reconocer humildemente que sin Jesús no podemos lograr mucho. Pero, cuando lo buscamos, cuando le presentamos nuestras necesidades desde un lugar de humildad y confianza, le damos el espacio para obrar milagros en nuestras vidas.

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Where are We Leading Others? / ¿Hacia Dónde Estamos Guiando a los Demás?

As a parent of six children, having catch phrases that can immediately clue my kids into modifying their behavior has been critical to my sanity. Some examples are, “The giver chooses when to share,” “It’s my turn to be speaking right now,” and “Celia’s eating blackberries.” I imagine you can infer what might have been happening which caused me to use the first two phrases, but that last one is a bit trickier.

There is a children’s book that our family has read as part of our homeschool curriculum entitled, “Celia’s Eating Blackberries.” In the story, two sisters are playing in the backyard. The older sister, Alice, entices her younger sister, Celia, to stand on a bucket and pluck forbidden blackberries from over the fence. Then, Celia hands them to her sister who promptly eats them. Celia ends up covered in berry juice, but Alice is perfectly clean. In the end, Alice gets in trouble for leading her sister to wrongdoing while trying to cover up her own sin.

Today’s reading brought this story of Celia and Alice to mind. Jesus tells us, “The Son of Man will send his angels, and they will collect out of his Kingdom all who cause others to sin and all evildoers” (Matt 13:41). Notice it’s not just those who have done evil, but also those who cause others to sin. Whether by omission or commission, I think we can all think of a time when we were the reason someone else sinned. 

Jesus is reminding us that we were made for community. We each have the opportunity to positively or negatively impact the souls of the people around us. The weeds and the wheat grow together among people too. Our actions can have far-reaching consequences, beyond what we can even imagine. Have you ever considered that your kindness, generosity, selflessness, or compassion today could be the spark someone needs to begin a path toward God? When was the last time you thanked someone for leading you on a path toward holiness, when they could have done the opposite?

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Como madre de seis hijos, tener frases que puedan indicar inmediatamente a mis hijos que cambien su comportamiento ha sido fundamental para mi salud mental. Algunos ejemplos son: “El donante elige cuándo compartir”, “Ahora me toca a mí hablar” y “Celia está comiendo zarzamoras”. Me imagino que puedes inferir lo que estaba sucediendo que me llevó a usar las dos primeras frases, pero la última es un poco más complicada.

Hay un libro para niños que nuestra familia ha leído como parte de nuestro currículo de educación en casa titulado “Celia’s Eating Blackberries” (Celia está comiendo zarzamoras). El cuento se trata de dos hermanas juegan en el patio trasero. La hermana mayor, Alice, incita a su hermana menor, Celia, a subirse a un cubo y arrancar zarzamoras prohibidas por encima de la reja. Luego, Celia se los entrega a su hermana, quien rápidamente se los come. Celia termina cubierta de jugo de bayas, pero Alice está perfectamente limpia. Al final, Alice se mete en problemas por llevar a su hermana a cometer delitos mientras intenta encubrir su propio pecado.

La lectura de hoy me hizo acordar de esta historia de Celia y Alice. Jesús nos dice: “el Hijo del hombre enviará a sus ángeles para que arranquen de su Reino a todos los que inducen a otros al pecado y a todos los malvados” (Mateo 13,41). Se darán cuenta que no sólo son los que han hecho el mal, sino también aquellos que hacen que otros pequen. Ya sea por omisión o por comisión, creo que todos podemos pensar en algún momento en el que fuimos la razón por la que alguien más pecó.

Jesús nos recuerda que fuimos hechos para la comunidad. Cada uno de nosotros tenemos la oportunidad de impactar positiva o negativamente a las almas de las personas que nos rodean. La cizaña y el trigo también crecen juntos entre las personas. Nuestras acciones pueden tener consecuencias de mucho alcance, más allá de lo que podemos imaginar. ¿Alguna vez has considerado que tu bondad, generosidad, altruismo o compasión hoy podrían ser la chispa que alguien necesita para comenzar un camino hacia Dios? ¿Cuándo fue la última vez que agradeciste a alguien por guiarte por el camino de la santidad, cuando podría haber hecho lo contrario?

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Packing List / Lista para Empacado de Maletas

Are you an over or under packer? For most of my life, I have been an over-packer. The person who packs both a sweatshirt and a jacket, just in case. Enough socks for every day of the trip knowing the forecast is sandals weather. Slowly, I am working on letting go of this need for control. I have even participated in a challenge to wear the same dress for 100 days, just to push myself to think more creatively and sustainably about my clothing choices. And, at the end of the day, laundry is always an option.

Jesus takes things to a whole new level with the disciples. “Take nothing for the journey…no food, no sack, no money in their belts” (Mark 6:8). They were permitted a walking stick and sandals, their means of movement, but no sustenance. Jesus asks them to be totally dependent on others and on the providence of God. 

They didn’t know the road ahead. If their past experiences with Jesus were any indication, it wasn’t going to be easy. The verses immediately before this reading depict how Jesus was rejected in Nazareth. His message was not always popular, and now the disciples were being asked to go out and preach it on their own, without Him there to back them up. Even more risky, they had nothing to offer by all worldly standards. 

But here’s the catch, that all of us should be aware of – the world’s measuring stick is faulty. The world’s attachment to control leads nowhere. The desire to dictate the who, when, where, why, and how of every single moment of every single day will drive us ultimately to despair and disappointment. The disciples had seen the miracles. They had eaten the bread and fish and had witnessed the healings. They knew firsthand that when people opened themselves up to rely on Jesus, He provided for their needs. It was now the disciples’ turn to do the same. 

Jesus extends the same invitation to us. I’m not saying I’m striving to pack nothing when I go on a trip. However, even packing can be an opportunity to recognize that I am not ultimately in control of what comes next, no matter how many layering options I shove into my bag. Give Jesus the chance to take care of you, no matter where you head next.

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¿A usted le gusta empacar demasiado en la maleta o muy poco? Durante la mayor parte de mi vida, he empacado demasiado. Soy la persona que lleva consigo sudadera y chaqueta, por si acaso, y suficientes calcetines para cada día del viaje sabiendo que el clima me permitirá ponerme sandalias. Poco a poco, estoy haciendo el esfuerzo de dejar de lado esta necesidad de control. Incluso participé en un reto de utilizar el mismo vestido durante 100 días, solo para obligarme a pensar de manera más creativa y sostenible sobre la ropa que escogo. Y, al final del día, lavar la ropa siempre es una opción.

Jesús lleva las cosas a un nivel completamente nuevo con los discípulos. “Les mandó que no llevaran nada para el camino: ni pan, ni mochila, ni dinero en el cinto…” (Marcos 6,8). Sí se les permitió un bastón y sandalias, para poder moverse, pero ningún sustento. Jesús les pide que sean completamente dependientes de los demás y de la providencia de Dios.

No conocían el camino a seguir. Si sus experiencias pasadas con Jesús fueran una indicación, no iba a ser fácil. Los versículos inmediatamente anteriores a esta lectura describen cómo Jesús fue rechazado en Nazaret. Su mensaje no siempre fue popular, y ahora a los discípulos se les pedía que salieran y lo predicaran por su cuenta, sin que Él estuviera allí para defenderlos. Aún más arriesgado, no tenían nada que ofrecer según todos los estándares del mundo.

Pero aquí está el problema, del que todos deberíamos ser conscientes: la vara de medir del mundo está defectuosa. El apego del mundo al control no lleva a ninguna parte. El deseo de dictar el quién, cuándo, dónde, por qué y cómo en cada momento de cada día nos llevará en última instancia a la desesperación y la decepción. Los discípulos habían visto los milagros. Habían comido pan y pescado y habían sido testigos de las curaciones. Sabían de primera mano que cuando las personas se abrían para confiar en Jesús, Él proveía para sus necesidades. Ahora le tocaba a los discípulos hacer lo mismo.

Jesús nos extiende la misma invitación. No digo que me esfuerce por no empacar nada cuando salgo de viaje. Sin embargo, incluso empacar puede ser una oportunidad para reconocer que, en última instancia, no tengo el control de lo que viene después, sin importar cuántas opciones de ropa guarde en mi maleta. Dale a Jesús la oportunidad de cuidar de ti, sin importar hasta dónde te lleve tu próximo paso.

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Learning from a Leper / Aprender de un Leproso

Our Gospel today is brief, merely four verses. And yet, with so few words, Matthew can tell us so much about who Jesus is and the way we ought to relate to Him. The leper (who we know nothing about), shows us in one line the proper posture we should have in prayer. Let’s look closely at what he says to Jesus.

First, the leper addresses Jesus as, “Lord.” In the Greek, Lord is Kyrios. In Hebrew, Adonai. Adonai is the spoken word used when the Jewish people wish to refer to God’s most sacred name, the unutterable YHWH as it appears in Scripture. To call Jesus Lord, Kyrios, Adonai, is to say that Jesus is God. In this single word of faith, the leper is announcing who Jesus is.

“If you wish,” follows the leper’s initial statement of faith. Something we have tried to teach our children is that when it comes to sharing, “The giver chooses when to share.” The person who desires the toy, book, turn, etc. is the one who has to wait. The giver, the one relinquishing the object in question, gets to decide when it is time to share. Now of course, we do insist that the giver be reasonable and not claim their turn will be over tomorrow. But to bring it back to the leper and Jesus, the leper is not demanding that Jesus heal him. He places the timing in Jesus’ hands. “If you wish” – at some point, someday, perhaps today, or perhaps not. It is Jesus’ choice.

“You can make me clean.” The leper has complete confidence in Jesus’ ability to heal him. While still showing deference to Jesus’ authority and will, the leper still boldly states what he most desires from Jesus. Jesus wants us to be bold in our requests. Jesus tells us to “knock and the door will be opened to you” (Matthew 7:7). If we do not muster the courage to knock, we won’t know what Jesus is waiting to give us behind the door of our desire. 

We believe in a God of the impossible. Scripture is full of stories where God shows up and does the impossible. Jesus, in His very person as the Incarnation, is seemingly the impossible. But with God, all things are possible. Why try to limit Him with small requests. Be bold and brave in your prayers, just like the leper. At the same time, remember who you are asking these things of. God, the giver of all good, knows exactly what you need when you need it and He will not withhold it from you. We have to trust His goodness and timing with the same level of boldness that we ask things of Him.

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El Evangelio de hoy es breve, apenas cuatro versículos. Y, sin embargo, con tan pocas palabras, Mateo puede decirnos mucho sobre quién es Jesús y la forma en que debemos relacionarnos con Él. El leproso (de quien no sabemos nada), nos muestra con una sola frase la postura adecuada que debemos tener en la oración. Miremos de cerca lo que le dice a Jesús.

Primero, el leproso se dirige a Jesús como “Señor”. En griego, “Señor” es Kyrios. En hebreo, Adonai. Adonai es la palabra hablada que se utiliza cuando el pueblo judío desea referirse al nombre más sagrado de Dios, el inefable Yahvé tal como aparece en las Escrituras. Llamar a Jesús Señor, Kyrios, Adonai, quiere decir que Jesús es Dios. En esta única palabra de fe, el leproso anuncia quién es Jesús.

“Si quieres”, sigue la declaración de fe inicial del leproso. Algo que hemos tratado de enseñar a nuestros hijos es que cuando se trata de compartir, “el dador elige cuándo compartir”. La persona que desea el juguete, libro, turno, etc. es la que tiene que esperar. El donante, el que renuncia al objeto en cuestión, decide cuándo es el momento de compartirlo. Ahora, por supuesto, insistimos en que el donante sea razonable y no afirme que su turno terminará mañana. Pero regresando al leproso y a Jesús, el leproso no exige que Jesús lo sane. Pone el momento en las manos de Jesús. “Si quieres”, en algún momento, algún día, quizás hoy o quizás no. Es decisión de Jesús.

“Puedes curarme”. El leproso tiene plena confianza en la capacidad de Jesús para curarlo. Aunque muestra deferencia hacia la autoridad y la voluntad de Jesús, el leproso todavía declara con valentía lo que más desea de Jesús. Jesús quiere que seamos audaces en nuestras peticiones. Jesús nos dice que “toca y se les abrirá la puerta” (Mateo 7,7). Si no tenemos el valor de tocar, no sabremos lo que Jesús espera darnos detrás de la puerta de nuestro deseo.

Creemos en un Dios de lo imposible. Las Escrituras están llenas de historias en las que Dios aparece y hace lo imposible. Jesús, en Su misma persona como Encarnación, es aparentemente lo imposible. Pero con Dios todo es posible. ¿Por qué intentar limitarlo con pequeñas peticiones? Sé audaz y valiente en tus oraciones, como el leproso. Al mismo tiempo, recuerda a quién le estás pidiendo estas cosas. Dios, el dador de todo bien, sabe exactamente lo que necesitas cuando lo necesitas y no te lo negará. Tenemos que confiar en su bondad y su oportunidad con el mismo nivel de audacia con el que le pedimos las cosas.

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Cycle of Love / El Ciclo del Amor

We learn sequencing and the order of rituals at a very early age. Infants are able to anticipate “what comes next” in basic sequences of events that have been routinely incorporated into their daily life. For example, a bedtime routine might consist of a diaper change, pajamas, short picture book, feeding in a dark room, and background white noise or soft music only used at bedtime. The end result (the parents desperately hope), is a sleepy baby who is ready to rest for more than 2 hours. This, of course, takes time, patience, and practice. However, study after study shows that a solid, consistent, unvarying routine will eventually result in a baby who somewhat regularly goes to sleep. 

Rituals and routines continue throughout our lives. There is a certain order of things in our daily existence: morning routines, after school routines, even our own bedtime routines. Each one cues our minds and bodies to a certain time of day or series of events that comes next.

In our Gospel today, Jesus offers us a routine, a blueprint, for how to consistently follow God and find Him in each moment. In order for the routine to work, however, the order must be followed as Jesus gave it to us.

First, and foremost, we must love God. Jesus quotes Deuteronomy 6:4-5. This is the Shema, the great commandment of the Lord. Before all else and above all else and with our whole self, we must love God. 

Love is not a static thing. It is active, vibrant, and multiplicative. Each time love is given, more love returns and expands. Therefore, it is logical that if we give God our love, love will be given back to us in equal and even fuller measure. What we receive, we can then continue to give. We give the love back to God, continuing the cycle of loving, but we have received even more than we gave. Where does the overflow of love go?

Jesus tells us it goes to two places. First, we must love ourselves. We are God’s beloved sons and daughters. We are made in His image and each of us is precious and unique. When we love ourselves with the love God has for us, we will recognize our inherent dignity and worth in His eyes. 

Our cup continues to overflow, because now that we have loved God and loved ourselves, we are bursting with a love that keeps multiplying. Who else can we share this love with? Our neighbor. When we share love with our neighbor, we are not only sharing love with him or her, but we are also loving Jesus who lives within them. 

The great cycle of love continues. Love of God, love and affirmation of self in the eyes of God, love of each of God’s children in whom God dwells. The deeper we enter into this cycle of love, the greater our capacity to love will grow.

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Aprendemos la secuencia y el orden de las costumbres a una edad muy temprana. Los bebés son capaces de anticipar “lo que viene después” en secuencias básicas de acontecimientos que se han incorporado de forma rutinaria a su vida diaria. Por ejemplo, una rutina a la hora de acostarse puede consistir en cambiar pañales, poner los pijamas, leer un libro ilustrado breve, alimentarlo en una habitación oscura y poner ruido blanco de fondo o música suave que solo se utiliza antes de acostarse. El resultado final (los padres esperan desesperadamente) es un bebé somnoliento que está listo para descansar por más de 2 horas. Esto, por supuesto, requiere tiempo, paciencia y práctica. Sin embargo, estudio tras estudio muestra que una rutina sólida, consistente e invariable eventualmente dará como resultado un bebé que duerme con cierta regularidad.

Las costumbres y rutinas continúan a lo largo de la vida. Hay un cierto orden en la existencia diaria: las rutinas matutinas, las rutinas después de la escuela, incluso nuestras propias rutinas a la hora de dormir. Cada uno indica a nuestras mentes y cuerpos una determinada hora del día o una serie de eventos que vienen a continuación.

En nuestro Evangelio de hoy, Jesús nos ofrece una rutina, un modelo, sobre cómo seguir constantemente a Dios y encontrarlo en cada momento. Sin embargo, para que la rutina funcione, se debe seguir el orden tal como Jesús nos lo dio. Primero y más importante, debemos amar a Dios. Jesús cita Deuteronomio 6:4-5. Este es el Shemá, el gran mandamiento del Señor. Ante todo y sobre todo y con todo nuestro ser, debemos amar a Dios.

El amor no es algo estático. Es activo, vibrante y multiplicativo. Cada vez que se entrega el amor, más amor regresa y se expande. Por tanto, es lógico que si damos a Dios nuestro amor, el amor nos será devuelto en igual y aún mayor medida. Lo que recibimos, lo podemos seguir dando. Devolvemos el amor a Dios, continuando el ciclo de amar, pero hemos recibido incluso más de lo que dimos. ¿A dónde va el desbordamiento del amor?

Jesús nos dice que va a dos lugares. Primero, debemos amarnos a nosotros mismos. Somos los hijos e hijas amados de Dios. Estamos hechos a Su imagen y cada uno de nosotros es precioso y único. Cuando nos amamos a nosotros mismos con el amor que Dios tiene por nosotros, reconoceremos nuestra dignidad y valor inherentes ante sus ojos.

Nuestra copa sigue rebosando, porque ahora que hemos amado a Dios y nos hemos amado a nosotros mismos, estamos rebosantes de un amor que se sigue multiplicando. ¿Con quién más podemos compartir este amor? Nuestro vecino. Cuando compartimos amor con nuestro prójimo, no sólo estamos compartiendo amor con él o ella, sino que también estamos amando a Jesús que vive dentro de ellos.

El gran ciclo del amor continúa. Amor de Dios, amor y afirmación de uno mismo ante los ojos de Dios, amor de cada uno de los hijos de Dios en quienes Dios habita. Cuanto más profundamente entremos en este ciclo de amor, mayor crecerá nuestra capacidad de amar.

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Mary, Desolate / María, Desolada

Sometimes, things just don’t go the way we would like. Maybe we can even see it coming from a mile away, but that doesn’t make it any less disappointing, disheartening, or full of sorrow. We lose loved ones, get laid off from work, suffer a miscarriage, or any number of sorrows. 

In these moments of loss and emptiness, Mary comes alongside us. She knows what it is like to lose. In today’s Gospel, Mary has literally given everything. All of her life is a gift to God’s Will, and she is a beautiful example of participating in God’s Will. Part of God’s Will for her life was to give her a Son, the most precious Son, Jesus. As He grew, she recognized that He would need to go beyond her four walls, that she would have to share Him with others. But, she could still call Him her Son. I do not mean to imply that Mary was selfish in any way. The fact is they shared a familial reality that Jesus did not share with anyone else, no matter how close they were to Him. 

 At the foot of the Cross, Jesus asks His mother to sacrifice even this. She had lost everything, her Son was dying before her and all she had left was her motherhood to Him. In that moment, Jesus lovingly gazes upon her and tells her that even her motherhood is needed. Mary, desolate, has to let go of her Son, her ultimate good. Yet, in the midst of this desolation, Jesus is not outdone in generosity. He asks Mary to sacrifice her motherhood, and He then returns her motherhood back to her tenfold by giving her the Church, the Body of Christ, as her child. 

 When we experience loss, we are presented with many difficulties. It can be so challenging to consider God’s wider plans for our lives, the lives of those around us, and for the whole world. Understanding is not always within our grasp. In these moments, Mary, our dear Mother, is waiting to hold our hand at the foot of this cross. She holds us close, pointing us to her Son and the love He shares in the midst of His pain. Pain, loss, emptiness: we can, as Mary did, offer even these to Jesus. What He returns to us may not be what we expect, but it will be for our good.

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A veces, las cosas simplemente no salen como nos gustaría. Tal vez incluso podamos verlo venir desde una milla de distancia, pero eso no lo hace menos decepcionante, desalentador o lleno de tristeza. Perdemos a seres queridos, nos despiden del trabajo, sufrimos un aborto espontáneo o cualquier cantidad de tristezas.

En estos momentos de pérdida y vacío, María viene a nuestro lado. Ella sabe lo que es perder. En el evangelio de hoy, María lo ha dado literalmente todo. Toda su vida es un regalo a la Voluntad de Dios y ella es un hermoso ejemplo de participación en la Voluntad de Dios. Parte de la Voluntad de Dios para su vida era darle un Hijo, el Hijo más precioso, Jesús. A medida que crecía, ella reconoció que Él tendría que ir más allá de sus cuatro paredes, que tendría que compartirlo con los demás. Pero ella todavía podía llamarlo su Hijo. No quiero dar a entender que María fuera egoísta de ninguna manera. El hecho es que Él y ella compartían una realidad familiar que Jesús no compartía con nadie más, sin importar cuán cercanos estuvieran de Él.

Al pie de la Cruz, Jesús pide a su madre que sacrifique incluso esto. Lo había perdido todo, su Hijo se estaba muriendo ante sus ojos y lo único que le quedaba era su maternidad. En ese momento, Jesús la mira con amor y le dice que también necesita su maternidad. María, desolada, tiene que dejar ir a su Hijo, su bien supremo. Sin embargo, en medio de esta desolación, Jesús no se queda atrás en generosidad. Le pide a María que sacrifique su maternidad, y luego le devuelve su maternidad multiplicada por diez, entregándole la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, como su hijo.

Cuando experimentamos una pérdida, se nos presentan muchas dificultades. Puede ser muy desafiante considerar los planes más amplios de Dios para nuestras vidas, las vidas de quienes nos rodean y para el mundo entero. La comprensión no siempre está a nuestro alcance. En estos momentos, María, nuestra querida Madre, espera tomar nuestra mano al pie de esta cruz. Ella nos abraza, señalándonos hacia su Hijo y el amor que Él comparte en medio de Su dolor. Dolor, pérdida, vacío: podemos, como lo hizo María, ofrecer incluso esto a Jesús. Puede ser que lo que Él nos devuelva no sea lo que esperamos, pero será para nuestro bien.

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Feature Image Credit: Mateus Campos Felipe, unsplash.com/photos/religious-painting-E9OVvWeHH5o