Cycle of Love / El Ciclo del Amor

We learn sequencing and the order of rituals at a very early age. Infants are able to anticipate “what comes next” in basic sequences of events that have been routinely incorporated into their daily life. For example, a bedtime routine might consist of a diaper change, pajamas, short picture book, feeding in a dark room, and background white noise or soft music only used at bedtime. The end result (the parents desperately hope), is a sleepy baby who is ready to rest for more than 2 hours. This, of course, takes time, patience, and practice. However, study after study shows that a solid, consistent, unvarying routine will eventually result in a baby who somewhat regularly goes to sleep. 

Rituals and routines continue throughout our lives. There is a certain order of things in our daily existence: morning routines, after school routines, even our own bedtime routines. Each one cues our minds and bodies to a certain time of day or series of events that comes next.

In our Gospel today, Jesus offers us a routine, a blueprint, for how to consistently follow God and find Him in each moment. In order for the routine to work, however, the order must be followed as Jesus gave it to us.

First, and foremost, we must love God. Jesus quotes Deuteronomy 6:4-5. This is the Shema, the great commandment of the Lord. Before all else and above all else and with our whole self, we must love God. 

Love is not a static thing. It is active, vibrant, and multiplicative. Each time love is given, more love returns and expands. Therefore, it is logical that if we give God our love, love will be given back to us in equal and even fuller measure. What we receive, we can then continue to give. We give the love back to God, continuing the cycle of loving, but we have received even more than we gave. Where does the overflow of love go?

Jesus tells us it goes to two places. First, we must love ourselves. We are God’s beloved sons and daughters. We are made in His image and each of us is precious and unique. When we love ourselves with the love God has for us, we will recognize our inherent dignity and worth in His eyes. 

Our cup continues to overflow, because now that we have loved God and loved ourselves, we are bursting with a love that keeps multiplying. Who else can we share this love with? Our neighbor. When we share love with our neighbor, we are not only sharing love with him or her, but we are also loving Jesus who lives within them. 

The great cycle of love continues. Love of God, love and affirmation of self in the eyes of God, love of each of God’s children in whom God dwells. The deeper we enter into this cycle of love, the greater our capacity to love will grow.

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Aprendemos la secuencia y el orden de las costumbres a una edad muy temprana. Los bebés son capaces de anticipar “lo que viene después” en secuencias básicas de acontecimientos que se han incorporado de forma rutinaria a su vida diaria. Por ejemplo, una rutina a la hora de acostarse puede consistir en cambiar pañales, poner los pijamas, leer un libro ilustrado breve, alimentarlo en una habitación oscura y poner ruido blanco de fondo o música suave que solo se utiliza antes de acostarse. El resultado final (los padres esperan desesperadamente) es un bebé somnoliento que está listo para descansar por más de 2 horas. Esto, por supuesto, requiere tiempo, paciencia y práctica. Sin embargo, estudio tras estudio muestra que una rutina sólida, consistente e invariable eventualmente dará como resultado un bebé que duerme con cierta regularidad.

Las costumbres y rutinas continúan a lo largo de la vida. Hay un cierto orden en la existencia diaria: las rutinas matutinas, las rutinas después de la escuela, incluso nuestras propias rutinas a la hora de dormir. Cada uno indica a nuestras mentes y cuerpos una determinada hora del día o una serie de eventos que vienen a continuación.

En nuestro Evangelio de hoy, Jesús nos ofrece una rutina, un modelo, sobre cómo seguir constantemente a Dios y encontrarlo en cada momento. Sin embargo, para que la rutina funcione, se debe seguir el orden tal como Jesús nos lo dio. Primero y más importante, debemos amar a Dios. Jesús cita Deuteronomio 6:4-5. Este es el Shemá, el gran mandamiento del Señor. Ante todo y sobre todo y con todo nuestro ser, debemos amar a Dios.

El amor no es algo estático. Es activo, vibrante y multiplicativo. Cada vez que se entrega el amor, más amor regresa y se expande. Por tanto, es lógico que si damos a Dios nuestro amor, el amor nos será devuelto en igual y aún mayor medida. Lo que recibimos, lo podemos seguir dando. Devolvemos el amor a Dios, continuando el ciclo de amar, pero hemos recibido incluso más de lo que dimos. ¿A dónde va el desbordamiento del amor?

Jesús nos dice que va a dos lugares. Primero, debemos amarnos a nosotros mismos. Somos los hijos e hijas amados de Dios. Estamos hechos a Su imagen y cada uno de nosotros es precioso y único. Cuando nos amamos a nosotros mismos con el amor que Dios tiene por nosotros, reconoceremos nuestra dignidad y valor inherentes ante sus ojos.

Nuestra copa sigue rebosando, porque ahora que hemos amado a Dios y nos hemos amado a nosotros mismos, estamos rebosantes de un amor que se sigue multiplicando. ¿Con quién más podemos compartir este amor? Nuestro vecino. Cuando compartimos amor con nuestro prójimo, no sólo estamos compartiendo amor con él o ella, sino que también estamos amando a Jesús que vive dentro de ellos.

El gran ciclo del amor continúa. Amor de Dios, amor y afirmación de uno mismo ante los ojos de Dios, amor de cada uno de los hijos de Dios en quienes Dios habita. Cuanto más profundamente entremos en este ciclo de amor, mayor crecerá nuestra capacidad de amar.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

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Mary, Desolate / María, Desolada

Sometimes, things just don’t go the way we would like. Maybe we can even see it coming from a mile away, but that doesn’t make it any less disappointing, disheartening, or full of sorrow. We lose loved ones, get laid off from work, suffer a miscarriage, or any number of sorrows. 

In these moments of loss and emptiness, Mary comes alongside us. She knows what it is like to lose. In today’s Gospel, Mary has literally given everything. All of her life is a gift to God’s Will, and she is a beautiful example of participating in God’s Will. Part of God’s Will for her life was to give her a Son, the most precious Son, Jesus. As He grew, she recognized that He would need to go beyond her four walls, that she would have to share Him with others. But, she could still call Him her Son. I do not mean to imply that Mary was selfish in any way. The fact is they shared a familial reality that Jesus did not share with anyone else, no matter how close they were to Him. 

 At the foot of the Cross, Jesus asks His mother to sacrifice even this. She had lost everything, her Son was dying before her and all she had left was her motherhood to Him. In that moment, Jesus lovingly gazes upon her and tells her that even her motherhood is needed. Mary, desolate, has to let go of her Son, her ultimate good. Yet, in the midst of this desolation, Jesus is not outdone in generosity. He asks Mary to sacrifice her motherhood, and He then returns her motherhood back to her tenfold by giving her the Church, the Body of Christ, as her child. 

 When we experience loss, we are presented with many difficulties. It can be so challenging to consider God’s wider plans for our lives, the lives of those around us, and for the whole world. Understanding is not always within our grasp. In these moments, Mary, our dear Mother, is waiting to hold our hand at the foot of this cross. She holds us close, pointing us to her Son and the love He shares in the midst of His pain. Pain, loss, emptiness: we can, as Mary did, offer even these to Jesus. What He returns to us may not be what we expect, but it will be for our good.

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A veces, las cosas simplemente no salen como nos gustaría. Tal vez incluso podamos verlo venir desde una milla de distancia, pero eso no lo hace menos decepcionante, desalentador o lleno de tristeza. Perdemos a seres queridos, nos despiden del trabajo, sufrimos un aborto espontáneo o cualquier cantidad de tristezas.

En estos momentos de pérdida y vacío, María viene a nuestro lado. Ella sabe lo que es perder. En el evangelio de hoy, María lo ha dado literalmente todo. Toda su vida es un regalo a la Voluntad de Dios y ella es un hermoso ejemplo de participación en la Voluntad de Dios. Parte de la Voluntad de Dios para su vida era darle un Hijo, el Hijo más precioso, Jesús. A medida que crecía, ella reconoció que Él tendría que ir más allá de sus cuatro paredes, que tendría que compartirlo con los demás. Pero ella todavía podía llamarlo su Hijo. No quiero dar a entender que María fuera egoísta de ninguna manera. El hecho es que Él y ella compartían una realidad familiar que Jesús no compartía con nadie más, sin importar cuán cercanos estuvieran de Él.

Al pie de la Cruz, Jesús pide a su madre que sacrifique incluso esto. Lo había perdido todo, su Hijo se estaba muriendo ante sus ojos y lo único que le quedaba era su maternidad. En ese momento, Jesús la mira con amor y le dice que también necesita su maternidad. María, desolada, tiene que dejar ir a su Hijo, su bien supremo. Sin embargo, en medio de esta desolación, Jesús no se queda atrás en generosidad. Le pide a María que sacrifique su maternidad, y luego le devuelve su maternidad multiplicada por diez, entregándole la Iglesia, el Cuerpo de Cristo, como su hijo.

Cuando experimentamos una pérdida, se nos presentan muchas dificultades. Puede ser muy desafiante considerar los planes más amplios de Dios para nuestras vidas, las vidas de quienes nos rodean y para el mundo entero. La comprensión no siempre está a nuestro alcance. En estos momentos, María, nuestra querida Madre, espera tomar nuestra mano al pie de esta cruz. Ella nos abraza, señalándonos hacia su Hijo y el amor que Él comparte en medio de Su dolor. Dolor, pérdida, vacío: podemos, como lo hizo María, ofrecer incluso esto a Jesús. Puede ser que lo que Él nos devuelva no sea lo que esperamos, pero será para nuestro bien.

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Feature Image Credit: Mateus Campos Felipe, unsplash.com/photos/religious-painting-E9OVvWeHH5o

Lose to Gain / Perder para Ganar

Today’s Gospel offers a unique insight into the work of sanctity in a few short lines. Jesus is talking with His apostles about how an Advocate, the Holy Spirit, will come to them. However, in order for the Holy Spirit to come, Jesus must return to the Father. Jesus notices that this news fills the apostles with grief. They cannot imagine what it would be like to lose Him. 

It is God’s Will, which means it is Jesus’ Will, that he return to heaven. It also means that this plan will be for the good of the apostles and the good of the whole world. In that moment, the apostles can only see their loss. How can the Messiah leave them? 

Jesus is teaching the apostles how to let go, even of good and beautiful things, so that they can more freely receive what God intends for them. In this case, the Holy Spirit was coming to dwell intimately with the new Christian community and to continue spreading the faith of the salvation found in Jesus Christ. This isn’t a trade in, as if the Spirit is somehow better than Jesus. The Holy Spirit is, in every way, God, the Third Person of the Blessed Trinity. But His presence with us is uniquely His own and different from Jesus walking on the earth. 

Being a saint involves listening closely to the whisperings of the Spirit. Just like the apostles had to let go of Jesus to receive the Spirit, we may be asked to let go of something good or fulfilling in order to receive something new from God. 

Like the apostles, this isn’t a trade-in system like when we trade in a new phone for an upgrade. God’s ways are not our ways. We may not be able to see with clarity how the experience or situation being sacrificed can ever be replaced. However, we can trust in God’s faithfulness. St. Paul reminds us that, “all things work for the good of those who love God and are called according to His purpose” (Romans 8:28).

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El Evangelio de hoy ofrece una visión única de la obra de la santidad en unas pocas líneas. Jesús está hablando con sus apóstoles acerca de cómo vendrá a ellos un Abogado, el Espíritu Santo. Sin embargo, para que el Espíritu Santo venga, Jesús debe regresar al Padre. Jesús nota que esta noticia llena de dolor a los apóstoles. No pueden imaginar cómo sería perderlo.

Es la Voluntad de Dios, lo que significa que es la Voluntad de Jesús, que regrese al cielo. También significa que este plan será para el bien de los apóstoles y el bien del mundo entero. En ese momento, los apóstoles sólo pueden ver su pérdida. ¿Cómo puede el Mesías dejarlos?

Jesús está enseñando a los apóstoles cómo dejar ir, incluso las cosas buenas y hermosas, para que puedan recibir más libremente lo que Dios quiere para ellos. En este caso, el Espíritu Santo venía a habitar íntimamente con la nueva comunidad cristiana y a seguir difundiendo la fe de la salvación que se encuentra en Jesucristo. Esto no es un intercambio, como si el Espíritu fuera de alguna manera mejor que Jesús. El Espíritu Santo es, en todos los sentidos, Dios, la Tercera Persona de la Santísima Trinidad. Pero Su presencia con nosotros es únicamente suya y diferente de la de Jesús caminando sobre la tierra.

Ser santo implica escuchar atentamente los susurros del Espíritu. Así como los apóstoles tuvieron que dejar ir a Jesús para recibir el Espíritu, a nosotros se nos puede pedir que dejemos ir algo bueno o satisfactorio para recibir algo nuevo de Dios.

Al igual que los apóstoles, este no es un sistema de intercambio como cuando cambiamos un teléfono nuevo por una actualización. Los caminos de Dios no son los nuestros. Es posible que no seamos capaces de ver con claridad cómo la experiencia o situación que se sacrifica puede alguna vez ser reemplazada. Sin embargo, podemos confiar en la fidelidad de Dios. San Pablo nos recuerda que “a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien y son llamados conforme a su propósito ” (Romanos 8,28).

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Feature Image Credit: Myriams-Fotos, pixabay.com/photos/hand-open-finger-sand-1599898/

St. Catherine of Siena / Santa Catalina de Siena

Today is the feast day of St. Catherine of Siena, Doctor of the Church. Throughout her life, St. Catherine was a prolific writer. She composed many prayers, including the following to the Holy Spirit:

Holy Spirit, come into my heart; draw it to Thee by Thy power, O my God, and grant me charity with filial fear. Preserve me, O beautiful love, from every evil thought; warm me, inflame me with Thy dear love, and every pain will seem light to me. My Father, my sweet Lord, help me in all my actions.

In St. Catherine’s prayer I hear an echo, a response to today’s Gospel where Jesus promises to send an Advocate to His disciples. Jesus says, “I have told you this while I am with you. The Advocate, the Holy Spirit whom the Father will send in my name – he will teach you everything and remind you of all that I told you” (John 14:25-26). 

The Holy Spirit is with us always. We received the Holy Spirit at our baptism and each day, each moment, He is working within us. Those sparks of ideas for generosity, patience, outreach, love, compassion and mercy come from the Holy Spirit. The Catechism states: “By this power of the Spirit, God’s children can bear much fruit. He who has grafted us onto the true vine will make us bear “the fruit of the Spirit: . . . love, joy, peace, patience, kindness, goodness, faithfulness, gentleness, self-control.” “We live by the Spirit”; the more we renounce ourselves, the more we “walk by the Spirit” (CCC #736).

St. Catherine understood this deeply. She lived during the 1300’s. While her mother greatly desired her to marry, Catherine knew her calling from a young age. She even cut her hair to make her less attractive so she could devote her life totally to God. One would assume the next phase of her life included heading to a convent. Not Catherine. Her complete surrender to Jesus, which led her to a deep understanding of the Holy Spirit’s guidance, kept her at home. She remained a lay woman her whole life, but dedicated herself in service to the poor and the Church through the Dominican Third Order. 

St. Catherine shows us that everyone, religious and lay alike, are called to holiness. Each one of us has received the Spirit within us. When we follow the Holy Spirit, we will always be drawn deeper into the mystery of the Trinity, the mystery of our ever loving God.

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Hoy es la fiesta de Santa Catalina de Siena, Doctora de la Iglesia. A lo largo de su vida, Santa Catalina fue una escritora prolífica. Compuso muchas oraciones, entre ellas la siguiente al Espíritu Santo:

Espíritu Santo, ven a mi corazón; atráelo hacia Ti con tu poder, oh Dios mío, y concédeme caridad con temor filial. Guárdame, oh hermoso amor, de todo mal pensamiento; Caliéntame, inflámame con tu querido amor, y cada dolor me parecerá ligero. Padre mío, mi dulce Señor, ayúdame en todas mis acciones.

En la oración de Santa Catalina escucho un eco, una respuesta al Evangelio de hoy donde Jesús promete enviar un Abogado a sus discípulos. Jesús dice: “es he hablado de esto ahora que estoy con ustedes; pero el Paráclito, el Espíritu Santo que mi Padre les enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les recordará todo cuanto yo les he dicho” (Juan 14, 25-26).

El Espíritu Santo está con nosotros siempre. Recibimos el Espíritu Santo en nuestro bautismo y cada día, cada momento, Él está obrando en nosotros. Esas chispas de ideas de generosidad, paciencia, ayuda, amor, compasión y misericordia provienen del Espíritu Santo. El Catecismo afirma: “Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la Vid verdadera hará que demos “el fruto del Espíritu, que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza.” “El Espíritu es nuestra Vida”: cuanto más renunciamos a nosotros mismos más “obramos también según el Espíritu” (CIC #736).”

Santa Catalina comprendió esto profundamente. Vivió durante el siglo XIII. Si bien su madre deseaba mucho que se casara, Catalina conoció su vocación desde muy joven. Incluso se cortó el pelo para hacerla menos atractiva y poder dedicar su vida totalmente a Dios. Se podría suponer que la siguiente fase de su vida incluía ir a un convento. Pero no pasó así para Catalina. Su completa entrega a Jesús, que la llevó a una profunda comprensión de la guía del Espíritu Santo, la mantuvo en casa. Siguió siendo laica toda su vida, pero se dedicó al servicio de los pobres y de la Iglesia a través de la Tercera Orden Dominicana.

Santa Catalina nos muestra que todos, religiosos y laicos, están llamados a la santidad. Cada uno de nosotros ha recibido el Espíritu dentro de nosotros. Cuando seguimos al Espíritu Santo, siempre seremos atraídos más profundamente al misterio de la Trinidad, el misterio de nuestro Dios siempre amoroso.

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Feature Image Credit: javivigp, cathopic.com/photo/8653-parmenie

The Wounds of Christ / Las Heridas de Cristo

Back in 2007, a group of researchers compared the amount of food consumed between two groups. They were curious to discover if the evidence of food already eaten (in this case, individuals were given chicken wings to eat while watching a football game) would impact the amount they ate altogether. They found that the participants ate less at the tables where the bones were left out in plain sight in comparison to the tables where the bones were removed. “The results suggest that people restrict their consumption when evidence of food consumed is available to signal how much food they have eaten.” (Brian Wansink, Cornell Chronicle, April 9, 2007). 

In today’s Gospel, Jesus miraculously appears before the apostles. If His resurrected body wasn’t shocking enough, He still bore the wounds of His crucifixion. There is nothing that Jesus cannot do. His very presence before the Apostles is a testament to that. So if He can do anything, why did He choose to leave those wounds, the very gruesome and heart wrenching places that we, humanity, created?

The wounds of Christ bear witness to the truth of His sacrifice. His wounds are proof to the Apostles that He is who He says He is. In a way, Jesus is providing them a second chance to look upon Him on the cross. Only John was at the foot of the cross, but he was not the only one to witness the marks of it. We too, are invited to gaze upon the broken body of Christ. We need to see, we need to remember.

Each time we enter a church, we see the cross behind the altar. Without the cross, there would be no resurrection. St. Augustine said, “The death of the Lord our God should not be a cause of shame for us; rather, it should be our greatest hope, our greatest glory. In taking upon himself the death that he found in us, he has most faithfully promised to give us life in him, such as we cannot have of ourselves.”

For the same reason that the people eating chicken wings need a visual to remind them of how much they have eaten, we need Jesus’ wounds to vividly remind us of the lengths He was willing to go to save us. We humans are slow to learn and quick to forget. We quickly forget the price that was paid for our salvation. We bemoan all the things we are lacking, rather than lifting our empty hands in adoration to the God who gave us everything we have. 

Jesus’ wounds should shock us, yes. But they are also the most precious things we have ever received, for through them we are reborn to eternal life.

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En el 2007, un grupo de investigadores comparó la cantidad de alimentos consumidos entre dos grupos. Tenían curiosidad por descubrir si la evidencia de los alimentos ya consumidos (en este caso, a los individuos se les dieron alitas de pollo para comer mientras veían un partido de fútbol) afectaría la cantidad que comían en total. Descubrieron que los participantes comían menos en las mesas donde los huesos se dejaban a la vista en comparación con las mesas donde se retiraban los huesos. “Los resultados sugieren que las personas restringen su consumo cuando hay evidencia disponible de los alimentos consumidos que indican la cantidad de alimentos que han consumido”. (Brian Wansink, Cornell Chronicle, 9 de abril de 2007).

En el evangelio de hoy, Jesús aparece milagrosamente ante los apóstoles. Si Su cuerpo resucitado no fuera lo suficientemente impactante, todavía llevaba las heridas de Su crucifixión. No hay nada que Jesús no pueda hacer. Su misma presencia ante los Apóstoles es un testimonio de ello. Entonces, si Él puede hacer cualquier cosa que desee, ¿por qué decidió dejar esas heridas, los lugares tan espantosos y desgarradores que nosotros, la humanidad, creamos?

Las llagas de Cristo dan testimonio de la verdad de su sacrificio. Sus heridas son prueba para los Apóstoles de que Él es quien dice ser. En cierto modo, Jesús les está brindando una segunda oportunidad de mirarlo en la cruz. Sólo Juan estuvo al pie de la cruz, pero no fue el único en presenciar las marcas de la misma. Nosotros también estamos invitados a contemplar el cuerpo destrozado de Cristo. Necesitamos ver, necesitamos recordar.

Cada vez que entramos a una iglesia, vemos la cruz detrás del altar. Sin la cruz no habría resurrección. San Agustín dijo: “La muerte del Señor nuestro Dios no debe ser motivo de vergüenza para nosotros; más bien, debería ser nuestra mayor esperanza, nuestra mayor gloria. Al tomar sobre sí la muerte que encontró en nosotros, ha prometido fielmente darnos vida en él, la cual no podemos tener por nosotros mismos”.

Por la misma razón que las personas que comen alitas de pollo necesitan una imagen que les recuerde cuánto hayan comido, necesitamos que las heridas de Jesús nos recuerden vívidamente hasta qué punto estuvo dispuesto a llegar para salvarnos. Los seres humanos somos lentos para aprender y rápidos para olvidar. Rápidamente olvidamos el precio que se pagó por nuestra salvación. Lamentamos todas las cosas que nos faltan, en lugar de levantar nuestras manos vacías en adoración al Dios que nos dio todo lo que tenemos.

Las heridas de Jesús deberían escandalizarnos, sí. Pero también son las cosas más preciosas que jamás hayamos recibido, porque a través de ellas renacemos a la vida eterna.

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Feature Image Credit: Alem Sánchez, pexels.com/photo/grayscale-photo-of-crucifix-977657/

Jesus is God / Jesucristo es Dios

Today we hear unequivocally that Jesus is one with the Father. For the Pharisees, and indeed all Jews alike, Jesus’ words are blasphemous. How can a mere man standing before us claim the same title as God? 

It’s an easy scene to imagine. There stand the Pharisees, chuckling to themselves at the start of the reading. “Now we are sure that you are possessed,” they say after Jesus claims authority over death. “How absurd,” they mutter to themselves. “Even Abraham, who we know spoke with God, died and is no longer on this earth. Who on earth do you think you are, Jesus? All the important people have died before you, what makes you so special?” 

Jesus could have softened His speech. He had every opportunity to modify His claim of authority over death and His relationship with the Father. But just like in the Bread of Life discourses about the Eucharist, Jesus doubles down on what He has proclaimed.

 “It is my Father who glorifies me, of whom you say, ‘He is our God.’” (John 8:54)

“You do not know him [the Father], but I know him.” (John 8:55)

“Before Abraham came to be, I AM.” (John 8:58)

“I AM” was the same name that God gave to Moses in the burning bush. Jesus isn’t saying He is one important person among many. He isn’t one of the prophets who can hear God’s words. He is God. No conditions, exceptions, or ambiguities. 

Jesus is God, yesterday, today and forever. He was there at Creation, He walked this earth, He conquered death, and He is on the altar every single day in the Holy Sacrifice of the Mass. The question we should ask ourselves is, “Does this make a difference in my life?” I hope it does, because Jesus being truly God changes the very fabric and being of our existence. Before Jesus, death was our only available end. After Jesus restored us to a right relationship with our Creator, eternity opened up to us. 

Pope Francis, in his General Audience talk on August 10, 2022, spoke about how our life on earth is a form of “novitiate” where we learn to appreciate God’s gift, honoring the responsibility of sharing it and making it bear fruit for everyone. Recognizing each day that Jesus is God helps us continue on our journey toward everlasting life.

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Hoy escuchamos inequívocamente que Jesús es uno con el Padre. Para los fariseos, y de hecho para todos los judíos, las palabras de Jesús son blasfemas. ¿Cómo puede un simple hombre que se presenta ante nosotros darse el mismo título que Dios?

Es una escena fácil de imaginar. Allí están los fariseos, riéndose al comienzo de la lectura. “Ahora ya no cabe duda de que estás endemoniado,” dicen después de que Jesús afirma tener autoridad sobre la muerte. “¡Qué absurdo!” murmuran. “Incluso Abraham, quien sabemos que habló con Dios, murió y ya no está en esta tierra. ¿Quién diablos crees que eres, Jesús? Todas las personas importantes han muerto antes que tú, ¿qué te hace tan especial?”

Jesús podría haber suavizado su discurso. Tuvo cada oportunidad para modificar su autoridad sobre la muerte y su relación con el Padre. Pero al igual que en los discursos del Pan de Vida sobre la Eucaristía, Jesús repite lo que ha proclamado.

 “El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: ‘Es nuestro Dios.’” (Juan 8,54)

“…no lo conocen [al Padre]. Yo, en cambio, sí lo conozco.” (Juan 8,55)

“Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy.” (Juan 8,58)

“YO SOY” fue el mismo nombre que Dios le dio a Moisés en la zarza ardiente. Jesús no está diciendo que sea una persona importante entre muchas. No es uno de los profetas que pueden escuchar las palabras de Dios. Él es Dios, sin condiciones, excepciones o ambigüedades.

Jesús es Dios, ayer, hoy y por los siglos. Estuvo presente en la Creación, caminaba por esta tierra, conquistó la muerte y está en el altar todos los días en el Santo Sacrificio de la Misa. La pregunta que debemos hacernos es: “¿Esto hace una diferencia en mi vida? ” Espero que así sea, porque el hecho de que Jesús sea verdaderamente Dios cambia la estructura misma y el ser de nuestra existencia. Antes de Jesús, la muerte era nuestro único fin disponible. Después de que Jesús nos restauró una relación correcta con nuestro Creador, la eternidad se abrió ante nosotros.

El Papa Francisco, en su discurso de la Audiencia General del 10 de agosto de 2022, habló de cómo nuestra vida en la tierra es una forma de “noviciado” donde aprendemos a apreciar el don de Dios, honrando la responsabilidad de compartirlo y hacerlo fructificar para todos. Reconocer cada día que Jesús es Dios nos ayuda a continuar nuestro camino hacia la vida eterna

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Feature Image Credit: Wikimedia Commons, commons.wikimedia.org/wiki/File:Landscape_with_Moses_and_the_Burning_Bush_MET_DT10296FXD.jpg

The Old and New Testaments go Hand in Hand / El Antiguo y el Nuevo Testamento Van en Conjunto

There is a delicate line to tread when speaking about the Old and New Testaments. “Old” and “New” in this context do not necessarily mean old and new as one might consider an old shirt and a new shirt. The Old and New Testaments are not two separate things. They aren’t necessarily two sides of the same coin. They are not equal, yet they are not unequal either. Jesus explains in our Gospel today that He did, “Not come to abolish the law or the prophets. I have not come to abolish, but to fulfill” (Matt 5:17). 

But what does this mean, to fulfill but not abolish? I’d like to offer two examples I believe illustrate this. Consider an engaged couple. They are in a serious commitment to one another and desire to become married in the future. There are rules for this level of relationship, an exchange of promises has been made but on a lesser level than the binding promises of marriage. This is one way the Old Testament could be viewed. Once they do make their marriage covenant, some of the rules they abided by during their engagement will be unnecessary. New rules will come into place and a deeper, more profound level of commitment to one another is established. This would be the coming of Jesus and the establishment of the New Covenant.

Keeping in mind that these are illustrations that can shed a pale light on what is a profound mystery, let’s consider another example. When does a mother become a mother? We were delighted to welcome a new niece into the world this year and when she was being born one of my children said, “Wow, now Auntie Sarah will become a mother!” We had a conversation about how from the moment of their cousin’s conception, her mom became a mother. Even while she was in her mother’s body, her mom was making choices with her in mind. She changed her eating habits, sleeping habits, adjusted travel plans, etc. Everything was done with that baby in mind. When her daughter was born, life radically changed and her motherhood came into its fullness. She was a mother before her daughter was born, and she continued to be a mother afterwards, just in a profoundly new way. 

There is goodness and truth in the Old Testament. It is important for all Christians to study and pray with the Old Testament. These stories are rich with examples of how God loves us and how He communicates with us. The Old Testament provides us the context to more fully understand how Jesus fit into a specific time in history and about the early Church community. So much of the New Testament will be revealed if we have a rich understanding and respect for the Old Testament. 

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Hay una línea delicada a seguir cuando se habla del Antiguo y el Nuevo Testamento. “Antiguo” y “Nuevo” en este contexto no significan necesariamente viejo y nuevo como se podría considerar una camisa vieja y una camisa nueva. El Antiguo y el Nuevo Testamento no son dos cosas separadas. No son necesariamente dos caras de la misma moneda. No son iguales, pero tampoco son desiguales. Jesús explica en el Evangelio de hoy: “No crean que he venido a abolir la ley o los profetas; no he venido a abolirlos, sino a darles plenitud.” (Mateo 5,17)

¿Pero qué significa esto de cumplir pero no de abolir? Me gustaría ofrecer dos ejemplos que creo que ilustran esto. Considera una pareja comprometida. Tienen un compromiso serio el uno con el otro y desean casarse en el futuro. Hay reglas para este nivel de relación, se ha hecho un intercambio de promesas pero en un nivel menor que las promesas vinculantes del matrimonio. Ésta es una forma en que se podría ver el Antiguo Testamento. Una vez que hagan su pacto matrimonial, algunas de las reglas que observaron durante su compromiso serán innecesarias. Se implementarán nuevas reglas y se establecerá un nivel más profundo de compromiso mutuo. Esta sería la venida de Jesús y el establecimiento de la Nueva Alianza.

Teniendo en cuenta que se trata de ilustraciones que pueden arrojar una pálida luz sobre lo que es un misterio profundo, consideremos otro ejemplo. ¿Cuándo una madre se convierte en madre? Estuvimos encantados de darle la bienvenida al mundo a una nueva sobrina este año y cuando estaba naciendo, uno de mis hijos dijo: “¡ahora la tía Sarah será madre!” Tuvimos una conversación sobre cómo desde el momento de la concepción de su prima, su mamá se convirtió en madre. Incluso mientras estaba en el vientre de su madre, ella tomaba decisiones pensando en su hija. Cambió sus hábitos alimentarios, de sueño, ajustó sus planes de viaje, etc. Todo se hizo pensando en ese bebé. Cuando nació su hija, la vida cambió radicalmente y su maternidad llegó a su plenitud. Era madre antes de que naciera su hija y continuó siéndolo después, sólo que de una manera profundamente nueva.

Hay bondad y verdad en el Antiguo Testamento. Es importante que todos los cristianos estudien y oren con el Antiguo Testamento. Estas historias están llenas de ejemplos de cómo Dios nos ama y cómo se comunica con nosotros. El Antiguo Testamento nos proporciona el contexto para comprender más plenamente cómo Jesús encaja en un momento específico de la historia, y acerca de la comunidad de la Iglesia primitiva. Gran parte del Nuevo Testamento será revelado si tenemos una rica comprensión y respeto por el Antiguo Testamento.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

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Phylacteries and Tassels / Filacterias y Franjas

To a 21st Century individual, the word “phylactery” isn’t commonplace. Tassels are more widely recognized, but usually as the fringe of a scarf or rug. What do these things have to do with the Pharisees, and what do they mean for us today?

Briefly, phylacteries are small leather boxes which continue to be worn by Conservative and Orthodox Jews, generally during morning prayers. In Jesus’ day, phylacteries were likely worn by the Pharisees throughout the day and only removed for sleeping or other special circumstances as detailed in the Law. There are two phylacteries, one worn on the forehead and the other on the non-dominant arm. Inside the boxes are written four Scripture verses from the Books of Exodus and Deuteronomy. Phylacteries literally bind the Word of God to a person’s head and arm, signifying how Scripture should fill our minds and guide our hands. While the length of the straps, the type of leather, coloring, and even the knots used to attach the phylacteries are all specifically laid out, there are only minimal guidelines for the size of the boxes. 

The tassels served a similar purpose. Each corner of a person’s garment was supposed to have a tassel attached to it, reminding a person that God surrounds them and they were to uphold His commandments. As the tassels brushed against a person’s legs while walking, they served as a constant reminder that they were a people set apart. Interestingly, just as there was no guideline for the dimensions of the phylacteries, no tassel length was prescribed.

What does all of this have to do with our Gospel? Jesus is challenging both the Pharisees and us to consider our behavior and our choices. The Pharisees were increasing the size of their phylacteries, drawing attention to themselves in a, “Look how holy I am,” sort of way. Lengthening their tassels had a similar effect. While Jesus’ audience would have immediately grasped at the nuances of His criticism, it might be harder for today’s readers. Consider some ideas that we could substitute for phylacteries and tassels: 

– A person can afford a large, diamond encrusted cross necklace, or they can purchase a simpler one and donate the difference.

– Someone can bring up in every conversation the fact that they go to daily Mass, or they can pray a rosary every day in private.

– During Lent, a friend can continue to remind others of what they are fasting from and how challenging it is, or they can fast from judging others.

Jesus is deeply interested in how we spend our time and our money. He is deeply interested in the way we talk about our faith and the way we live out our faith day in day out. 

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Para una persona del siglo XXI, la palabra “filacteria” no es muy común. Las franjas son más conocidas, pero generalmente como flecos de una bufanda o una alfombra. ¿Qué tienen que ver estas cosas con los fariseos y qué significan para nosotros hoy?

Brevemente, las filacterias son pequeñas cajas de cuero que los judíos conservadores y ortodoxos siguen utilizando, generalmente durante las oraciones de la mañana. En los días de Jesús, los fariseos probablemente usaban filacterias durante todo el día y solo se las quitaban para dormir u otras circunstancias especiales, como se detalla en la Ley. Hay dos filacterias, una que se lleva en la frente y la otra en el brazo no dominante. Dentro de las cajas están escritos cuatro versículos de las Escrituras de los libros del Éxodo y Deuteronomio. Las filacterias literalmente atan la Palabra de Dios a la cabeza y al brazo de una persona, indicando que las Escrituras deben llenar la mente y guiar las manos. Si bien la longitud de las correas, el tipo de cuero, el color e incluso los nudos utilizados para sujetar las filacterias están establecidos específicamente, sólo existen pautas mínimas para el tamaño de las cajas.

Las franjas tenían un propósito semejante. Se suponía que cada esquina de la prenda de una persona tenía una franja adherida, recordándole que Dios la rodeaba y que debía guardar sus mandamientos. Cuando las franjas rozaban las piernas de una persona mientras caminaba, servían como un recordatorio constante de que eran un pueblo apartado. Curiosamente, así como no había una guía para las dimensiones de las filacterias, tampoco se prescribía la longitud de las franjas.

¿Qué tiene que ver todo esto con el Evangelio de hoy? Jesús está desafiando tanto a los fariseos como a nosotros a considerar nuestro comportamiento y nuestras decisiones. Los fariseos estaban aumentando el tamaño de sus filacterias, llamando la atención sobre sí mismos en una especie de “mira qué santo soy”. Alargar sus franjas tuvo un efecto semejante. Si bien la audiencia de Jesús habría captado inmediatamente los matices de su crítica, podría resultar más difícil para los lectores de hoy. Consideremos algunas ideas que podríamos sustituir por filacterias y franjas:

– Una persona puede permitirse un collar de cruz grande con incrustaciones de diamantes o puede comprar uno más sencillo y donar la diferencia.

– Alguien puede enfatizar en cada conversación el hecho de que va a Misa diaria, o puede rezar un rosario todos los días en privado.

– Durante la Cuaresma, un amigo puede seguir recordándoles a los demás de qué están ayunando y lo difícil que es, o pueden dejar de juzgar a los demás.

Jesús está profundamente interesado en cómo gastamos el tiempo y el dinero. Está profundamente interesado en la forma en que hablamos de nuestra fe y en la forma en que vivimos nuestra fe día tras día.

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How Friendship Works / La Amistad Funciona de Esta Forma

I think we can all appreciate the very human moments that the Gospel authors capture for us. In today’s Gospel, I think we can all hear in our minds Jesus’ sighing, “from the depth of His spirit.” We’ve all likely experienced both sides of that sigh, as recipients and exasperated individuals whose patience is worn thin.

Jesus is human. He experienced frustration. Time and again He had explained Himself to the Pharisees. He spoke in parables, offered witty sayings, preached and healed and performed miracles. What more did they want?

A sign, they claim. We require a specific sign. Then we will believe. 

Basically, they wanted Jesus to meet their demands and expectations. It is fascinating to consider mere human beings trying to demand signs and wonders from the Son of God. We might even laugh at this behavior which so obviously misses the mark. Yet, we repeat the same offense. We barter with God, “I’ll say a rosary every day if you heal my mother.” Or, “I’ll go to daily Mass if you find me the money for my debts.” We beg, “I’ll do whatever you say, just get me out of this situation.”

This isn’t the way God works. God isn’t someone to be bartered with, He’s someone to walk alongside. God isn’t an accountant, keeping track of how many Hail Mary’s and Our Father’s we said before He will grant our request. He wants so much more than a laundry list of spiritual activities, He wants our very selves. He wants to be in a relationship with us. 

Jesus wants our friendship. A friend is someone who you talk with, who you share both joys and sorrows with. This is the person you turn to for advice, to vent frustration, to dream up big plans. More than this, a true friend is someone you desire in your life because of who they are, not because of what they can give you.  

Again and again, Jesus engages with the Pharisees and scribes throughout the Gospels. Each encounter is another invitation to change their minds, to renew their sight that they might see Him for who He is. They were so focused on what they thought they were looking for that they missed the reality happening before their very eyes.

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Creo que todos podemos apreciar los momentos tan humanos que los autores de los Evangelios capturan para nosotros. En el Evangelio de hoy, creo que todos podemos escuchar en nuestras mentes cuando Jesús “suspiró profundamente”. Probablemente todos hemos experimentado ambos lados de ese suspiro, como receptores e individuos exasperados cuya paciencia se está agotando.

Jesús es un ser humano. Experimentó frustración. Una y otra vez se había explicado a los fariseos. Habló en parábolas, ofreció dichos ingeniosos, predicó, curó y realizó milagros. ¿Qué más querían?

Una señal, afirman. Requerimos una señal específica. Entonces creeremos.

Básicamente, querían que Jesús cumpliera con sus demandas y expectativas. Es fascinante considerar a simples seres humanos tratando de exigir señales y prodigios del Hijo de Dios. Incluso podríamos reírnos de este comportamiento que es obviamente equivocado. Sin embargo, repetimos la misma ofensa. Intercambiamos con Dios: “Rezaré un rosario todos los días si sanas a mi madre”. O: “Iré a misa todos los días si me consigues el dinero para pagar mis deudas”. Rogamos: “Haré lo que tú digas, sólo sácame de esta situación”.

Esta no es la forma en que Dios obra. Dios no es alguien con quien se puede negociar, es alguien con quien caminar. Dios no es un contador que lleva la cuenta de cuántos Avemarías y Padrenuestros recitamos antes de conceder nuestra petición. Quiere mucho más que una larga lista de actividades espirituales: nos quiere a nosotros mismos. Quiere tener una relación con nosotros.

Jesús quiere nuestra amistad. Un amigo es alguien con quien hablas, con quien compartes alegrías y tristezas. Esta es la persona a la que acudes en busca de consejo, para desahogar frustraciones, para idear grandes planes. Más que esto, un verdadero amigo es alguien que deseas en tu vida por quién es, no por lo que puede darte.

Una y otra vez, Jesús se relaciona con los fariseos y los escribas a lo largo de los evangelios. Cada encuentro es otra invitación a cambiar de opinión, a renovar la vista para poder verlo tal como es. Estaban tan concentrados en lo que pensaban que estaban buscando que se perdieron la realidad que estaba sucediendo ante sus propios ojos.

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To Answer the Call / Contestar la Llamada

Something very profound is going on in this brief passage about the call of the first apostles. Jesus calls, they follow. It’s a pretty simple cause and effect scenario. Yet, you and I both know that following Jesus is anything but simple these days…right? Or could it be that this passage is the perfect model for just how radical it is to follow Jesus? 

Jesus offered the first apostles no explanations, He didn’t try to sway them. He boldly called out an invitation and issued a promise. He continues to stand by the shore near our boats and offer the same to us. 

First, He invites us. It’s a call, a challenge, a summons to adventure. “Come on, let me show you where you could go.” However, Jesus always respects our free will. We freely choose to follow, or to remain behind. The choice is ours. 

Then, he makes a promise, “I will make you fishers of men.” What does that mean exactly? Each baptized individual is called to be a witness of the faith. This mission looks different for each person. I am called to witness to the faith in this written format. I am also called to share the faith with my children. Others are called to be a witness in the workplace. Some of you might witness before large groups of people. Others will share the faith one person at a time, helping to share the light of Christ candle by candle. 

We are invited, each in our own unique way, to participate in Jesus’ mission to build the Kingdom of Heaven. No matter who we are, Jesus invites us to get up and go on an adventure with Him. 

I think the word “abandoned” is important here. Abandoned is a very active word, it paints a vivid picture of someone throwing an object aside, forgetting it’s very existence. The first apostles abandoned their nets when they answered Jesus’ summons. They didn’t hold onto their tools, just in case. They didn’t ask to stow their boats first so they wouldn’t get stolen. 

The apostles show us how to let go of everything to follow Jesus. This isn’t an easy task, and fortunately we have a God who is not outdone in generosity. There isn’t a time limit on Jesus’ call to discipleship. He calls us every day, every moment. Over and over again, we have the opportunity to more freely say “Yes!” and abandon our own nets to follow Jesus.

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Algo muy profundo está sucediendo en este breve pasaje sobre el llamado de los primeros apóstoles. Jesús llama, ellos lo siguen. Es un escenario de causa y efecto bastante simple. Sin embargo, tú y yo sabemos que seguir a Jesús no es nada sencillo hoy en día… ¿verdad? ¿O podría ser que este pasaje sea el modelo perfecto de cuán radical es seguir a Jesús?

Jesús no ofreció explicaciones a los primeros apóstoles, no trató de influirlos. Audazmente hizo una invitación y hizo una promesa. Él continúa estando en la orilla cerca de nuestros barcos y ofreciéndonos lo mismo.

Primero, Él nos invita. Es un llamado, un desafío, una invitación a la aventura. “Vamos, déjame mostrarte que tan lejos dónde podrías llegar”. Sin embargo, Jesús siempre respeta nuestro libre albedrío. Elegimos libremente seguirlos o quedarnos atrás. La elección es nuestra.

Luego, hace una promesa: “haré de ustedes pescadores de hombres”. ¿Qué significa eso exactamente? Cada bautizado está llamado a ser testigo de la fe. Esta misión se ve diferente para cada persona. Estoy llamado a dar testimonio de la fe por escrito con estas reflexiones. También estoy llamado a compartir la fe con mis hijos. Otros son llamados a ser testigos en el lugar de trabajo. Algunos de ustedes podrían testificar ante grandes grupos de personas. Otros compartirán la fe una persona a la vez, ayudando a compartir la luz de Cristo uno por uno.

Estamos invitados, cada uno a nuestra manera, a participar en la misión de Jesús de construir el Reino de los Cielos. No importa quiénes seamos, Jesús nos invita a levantarnos y emprender una aventura con Él.

Creo que la palabra “dejaron” es importante aquí. Dejar es una palabra muy activa, pinta una imagen vívida de alguien que suelta un objeto, olvidando su existencia misma. Los primeros apóstoles dejaron sus redes cuando respondieron al llamado de Jesús. No guardaron sus herramientas, por si acaso. No pidieron guardar sus botes primero para que no se los robaran.

Los apóstoles nos muestran cómo dejarlo todo para seguir a Jesús. Esta no es una tarea fácil y afortunadamente tenemos un Dios que no se queda atrás en generosidad. No hay un límite de tiempo para el llamado de Jesús al discipulado. Él nos llama todos los días, en cada momento. Una y otra vez, tenemos la oportunidad de decir más libremente “¡Sí!” y dejar nuestras propias redes para seguir a Jesús.

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Wholeness / La Plenitud

Today’s brief Gospel gives us a biblical preview for the Sacrament of Reconciliation. Pope Francis offered a beautiful Angelus reflection in 2015 on today’s Gospel that I would like to draw inspiration from for today’s Gospel reflection.

While leprosy is no longer common today, it was a real and serious threat in Jesus’ time. Pope Francis describes the leper who approached Jesus as, “a dead man walking.” Not only was he cut off from the community due to his disease, this man was also religiously cut off from the synagogue. His affliction left him no possibility for friendship, assistance, or support. 

The leper encounters Jesus and, kneeling down, begs to be made clean. This man had nothing left to give, he had no money, and he certainly wasn’t finely clothed. Nothing about this man made others want to draw near to him. 

Jesus, moved with pity as the Gospel tells us, reaches out and touches the leper. Not only does Jesus allow the man to speak to him, but he actually reaches out and touches him in his uncleanliness. The leper is immediately healed. 

This is a powerful story of healing and it is a story we can claim as ours each time we go to Confession. While we don’t wear our sores or tattered clothing on the outside, sin mars our heart. Sin contorts it, hardens it, and encourages us to keep our gaze fixed on anything but God. When we come to realize the quagmire we’ve created around us, we stretch our hands back out to Jesus. By seeking Confession, we recall that we don’t have anything to give but our brokenness, sorrow, and need for a Savior. 

Then Jesus, full of mercy and compassion, takes pity on us and through the mystery of the Sacrament of Reconciliation, reaches out and touches us. This is why the priest either extends his hands or touches our head when offering absolution. His gesture is Jesus’ healing hands. 

We emerge from the confessional as clean as the leper Jesus restored to health. 

If it has been a while since you have received this powerful sacrament, think about today’s Gospel. Put yourself in the place of the leper. Where are you in need of healing? Jesus is waiting for you to reach out in faith, asking for His help. I promise you, He wants nothing more than to give you the healing and wholeness you seek.

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El breve Evangelio de hoy nos ofrece un anticipo bíblico del Sacramento de la Reconciliación. El Papa Francisco ofreció una hermosa reflexión en el 2015 durante el Ángelus sobre el Evangelio de hoy en la que me gustaría inspirarme para la reflexión del Evangelio de hoy.

Si bien la lepra ya no es común hoy en día, era una amenaza real y grave en los tiempos de Jesús. El Papa Francisco describe al leproso que se acercó a Jesús como “un hombre muerto que camina”. No sólo fue excluido de la comunidad debido a su enfermedad, sino que este hombre también fue excluido religiosamente de la sinagoga. Su aflicción no le dejó ninguna posibilidad de amistad, asistencia o apoyo.

El leproso se encuentra con Jesús y, arrodillándose, le ruega que lo limpie. Este hombre no tenía nada más para dar, no tenía dinero y ciertamente no estaba bien vestido. Nada en este hombre hizo que otros quisieran acercarse a él.

Jesús, se compadeció de él, como nos cuenta el Evangelio, se acerca y toca al leproso. Jesús no sólo permite que el hombre le hable, sino que también se acerca y lo toca en su impureza. El leproso es sanado inmediatamente.

Es una poderosa historia de curación y es una historia que podemos retomar como propia cada vez que nos confesamos. Si bien no se ven llagas o ropa andrajosa por fuera, el pecado estropea nuestro corazón. El pecado lo contorsiona, lo endurece y nos anima a mantener la mirada fija en todo menos en Dios. Cuando nos damos cuenta del atolladero que hemos creado a nuestro alrededor, volvemos a extender nuestras manos hacia Jesús. Al buscar la Confesión, recordamos que no tenemos nada que dar excepto nuestro quebrantamiento, tristeza y necesidad de un Salvador.

Entonces Jesús, lleno de misericordia y compasión, se apiada de nosotros y, a través del misterio del Sacramento de la Reconciliación, se acerca y nos toca. Por eso el sacerdote extiende las manos o nos toca la cabeza al ofrecer la absolución. Su gesto son las manos sanadoras de Jesús.

Salimos del confesionario tan limpios como el leproso que Jesús sanó.

Si ha pasado un tiempo desde que has recibido este poderoso sacramento, piensa en el Evangelio de hoy. Ponte en el lugar del leproso. ¿Dónde necesitas curación? Jesús está esperando que te acerques con fe y pidas Su ayuda. Te lo prometo, Él no quiere nada más que darte la curación y la plenitud que buscas.   

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Luck, Timing, and Who You Know / La Suerte, el Momento Oportuno y a Quién Conoces

From a more secular perspective, much of our life comes down to, “luck, timing, and who you know.” As people of faith, we know there is a bit more to it than this. Considering Anna’s story, one could easily write it off as just luck, good timing, or good connections for why she was able to meet Jesus. We might even be tempted to accept this explanation, which is why the start of our Gospel passage is so important.

It wasn’t due to luck or just good timing that Anna was at the temple that day. We are told that, “she never left the temple but worshiped day and night with fasting and prayer” (Luke 2:37). Anna was a Jewish widow who knew well how her people waited for the Messiah. Instead of living out her days with her family, Anna chose to remain as close to God as she could. It is important to remember that as a woman, Anna would have had restricted access to certain areas of the temple only. Just because she came every day didn’t mean she was given special access beyond the outer court. 

Why, then, would God have chosen Anna to speak to everyone about Jesus? She wasn’t a lucky person, her husband died only seven years after her marriage and she never remarried. Her timing wasn’t great for spreading news, she was 84 years old and without any modern medicine available, I doubt she was a quick mover. She didn’t know anyone important nor was she anyone important.

God chose Anna, because she was exactly the kind of person He loves to work through. St. Paul tells us: “For the foolishness of God is wiser than human wisdom, and the weakness of God is stronger than human strength” (1 Cor 1:25). Anna was totally focused on God and because of that, she was in the right place at the right time. She had no idea when she began going to the temple that one day she would receive this blessing. 

God asks a similar obedience of us, though it will look differently in each of our lives. For some, God might be calling us to religious life, which has a similar feel to Anna’s daily prayer in the temple. For others, we may be called to take God with us throughout our day. St. Frances of Rome said, “A married woman [or any lay person] must, when called upon, quit her devotions to God at the altar to find Him in her household affairs.” 

When we are about God’s business within our daily life as Anna was, we will find ourselves in the right places at the right time. It’s not about luck, or timing, but it might be about Who you know though and I’ll give you a hint, He desires nothing more than your friendship so He can shower you with His love and mercy.

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Desde una perspectiva más secular, gran parte de nuestra vida se reduce a “la suerte, el momento oportuno y a quién conoces”. Como personas de fe, sabemos que hay algo más que esto. Teniendo en cuenta la historia de Ana, uno podría decir que pudo conocer a Jesús solamente por la buena suerte o por llegar en el momento preciso o por tener buenas conexiones. Nosotros incluso podríamos estar tentados a aceptar esta explicación, y por eso el comienzo del pasaje evangélico de hoy es tan importante.

No fue por la buena suerte o por llegar en el momento preciso que Ana estuvo en el templo ese día. Se nos dice que “No se apartaba del templo ni de día ni de noche, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones” (Lucas 2,37). Ana era una viuda judía que sabía bien cómo su pueblo esperaba al Mesías. En lugar de vivir sus días con su familia, eligió permanecer lo más cerca posible a Dios. Es importante recordar que, como mujer, Ana solo habría tenido acceso restringido a ciertas áreas del templo. El hecho de que viniera todos los días no significaba que tuviera acceso especial para entrar más allá del atrio exterior.

¿Por qué, entonces, Dios habría escogido a Ana para hablarles a todos acerca de Jesús? Ella no era una persona afortunada, su esposo se murió solo siete años después de su matrimonio y nunca se volvió a casar. Su momento no era oportuno para difundir noticias. Tenía 84 años y sin ninguna medicina moderna disponible, dudo que pudiera moverse rápidamente. Ella no conocía a nadie importante y ella tampoco era alguien importante.

Dios escogió a Ana porque era exactamente el tipo de persona con la que le encanta trabajar. San Pablo nos dice: “Porque la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana” (1 Cor 1, 25). Ana se enfocaba totalmente en Dios y por eso estaba en el lugar correcto en el momento oportuno. Cuando comenzó a ir al templo, no tenía idea de que algún día recibiría esta bendición.

Dios nos pide una obediencia similar, aunque se verá diferente en cada una de nuestras vidas. Para algunos, Dios podría estar llamándonos a la vida religiosa, que tiene un sentimiento similar a la oración diaria de Ana en el templo. Para otros, podemos ser llamados a llevar a Dios con nosotros a lo largo del día. Santa Francisca de Roma dijo: “Una mujer casada [o cualquier laico] debe, cuando se le llame, abandonar su devoción a Dios en el altar para encontrarlo en los asuntos de su hogar”.

Cuando estamos viendo los asuntos de Dios dentro de nuestra vida diaria como lo estaba Ana, nos encontraremos en los lugares correctos en el momento oportuno. No se trata de la suerte o el momento oportuno, pero podría tratarse de a Quién conoces, y te daré una pista, Él no desea nada más que tu amistad para poder colmarte con Su amor y Su misericordia.

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