Luke introduces his Gospel with a message to Theophilus. Little is known about this figure, but he was likely an important leader, someone Luke expected to be influential in spreading the word about Jesus. We do know, though, that his Greek name, Theophilus, means “friend of God” or “loved by God.” Luke was writing down his account of the life of Christ for a particular person at a particular time in history, but he was also writing for all people throughout time who are loved by God; he was writing for us, for you and me, that we may “realize the certainty of the teachings [we] have received.”
After this introduction, today’s Gospel reading jumps ahead to Chapter 4. John has recently baptized Jesus in the Jordan, and Jesus has just returned from his 40 days in the desert, where He was tempted. “In the power of the Spirit,” the time of his public ministry has come.
Jesus teaches in the synagogues of Galilee to great acclaim. He then continues to his childhood home of Nazareth. He goes to the same synagogue where he has faithfully gone with his family on the sabbath, and they give him the book of the prophet Isaiah to read. It is an honor to read, and Jesus does so with great reverence and respect. He reads from Isaiah: “The Spirit of the Lord is upon me, because he has anointed me to bring glad tidings to the poor …” After reading, Jesus closes the book, gives it back to the person honored with its care, and sits down. “Today this Scripture passage is fulfilled in your hearing,” he says.
We read that a couple thousand years later, and we skim right by it. Yep, Jesus reads Isaiah and says, “This is now,” because it was — he’s Jesus, Son of God, Savior of the World and all. But imagine that moment in time. He’s Jesus, a neighborhood guy, son of Joseph. They grew up with him; they know his family. They know HIM, but something’s different. He reads with an authority that gets their attention. They can see it. He finishes, he sits, and all eyes are on him. Silence. Wonder. And in that moment, he tells them: the time has come; the time is now. “Today this Scripture passage is fulfilled in your hearing.” Mic drop in Nazareth.
Sit in that moment for a few minutes. Could they tell? Did they know? The verses that follow suggest that maybe they didn’t just yet, but in that moment, what stirred within them? What stirs within us?
Jesus begins his public life among those he loves. Years later, Luke writes the story of that life to Theophilus, loved by God. Two millenia later, we, also loved by God, have the grace of reading the same story, of living the same moment so that we, too, may “realize the certainty of the teachings [we] have received.”
Lucas inicia su Evangelio con un mensaje a Teófilo. Se sabe poco sobre esta figura, pero es probable que fuera un líder importante, alguien que Lucas esperaba que fuera influyente en la difusión de la palabra acerca de Jesús. Sin embargo, sabemos que su nombre griego, Teófilo, significa “amigo de Dios” o “amado por Dios”. Lucas estaba escribiendo su relato de la vida de Cristo para una persona en particular en un momento particular de la historia, pero también estaba escribiendo para todas las personas a lo largo del tiempo que son amadas por Dios; estaba escribiendo para nosotros, para ti y para mí, para que podamos ver “la verdad de lo que se [nos] ha enseñado”.
Después de esta introducción, la lectura del Evangelio de hoy avanza al capítulo 4. Juan ha bautizado recientemente a Jesús en el Jordán, y Jesús acaba de regresar de los 40 días en el desierto, donde fue tentado. “[I]mpulsado por el Espíritu”, ha llegado el momento de su ministerio público.
Jesús enseña en las sinagogas de Galilea con gran aclamación. Luego continúa hacia su hogar de la infancia en Nazaret. Va a la misma sinagoga donde fielmente ha ido con su familia en sábado, y le dan el libro del profeta Isaías para leer. Es un honor leer, y Jesús lo hace con gran reverencia y respeto. Lee Isaías: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para llevar a los pobres la buena nueva…” Después de leer, Jesús cierra el libro, se lo devuelve a la persona honrada con su cuidado y se sienta. “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”, dice.
Leemos eso dos mil años después, y lo pasamos por alto. Sí, Jesús lee de Isaías y dice: “Esto es ahora”, porque así fue: él es Jesús, Hijo de Dios, Salvador del mundo y todo eso. Pero imagina ese momento de la historia. Él es Jesús, un chico del barrio, hijo de José. Crecieron con él; conocen a su familia. Lo conocen a ÉL, pero algo es diferente. Lee con una autoridad que les llama la atención. Lo pueden ver. Termina de leer, se sienta y todos lo miran. Hay puro silencio y maravilla. En ese momento les dice: ha llegado el momento; el momento es ahora. “Hoy mismo se ha cumplido este pasaje de la Escritura que acaban de oír”. Se cae el micrófono en Nazaret.
Deténganse en ese momento durante unos minutos. ¿Se dieron cuenta? ¿Sabían? Los versículos a continuación sugieren que tal vez todavía no sabían, pero en ese momento, ¿qué se conmovió dentro de su interior? ¿Qué se conmueve en la nuestra?
Jesús comienza su vida pública en medio de los que ama. Años después, Lucas escribe la historia de esa vida a Teófilo, amado por Dios. Dos milenios después, nosotros, también amados por Dios, tenemos la gracia de leer la misma historia, de vivir el mismo momento para que también nosotros podamos ver “la verdad de lo que se [nos] ha enseñado”.
Pamela Kavanaugh is a grateful wife, mother, and grandmother who has dedicated her professional life to Catholic education. Though she has done her very best to teach her students well in the subjects of language and religion, she knows that she has learned more than she has taught. She lives, teaches, and writes in southwest suburban Chicago.
Feature Image Credit: Karlsruhe Museum, Public Domain, art.diocesan.com/stock-photo/bust-of-christ-20546/
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