Turning to God in Prayer / DirigiĆ©ndose a Dios en la OraciĆ³n

** This reflection was reposted from Diocesan Archives. **

As my family walked down the aisle to receive Holy Communion, I noticed my three-year-old approach the Eucharistic Minister with hands folded. When he reached the front, he looked up at her with pleading eyes, hoping she would give him the sacred host. Instead, she placed her hand on top of his head, giving him a quick blessing. He turned away and began whining, then crying. He wanted to receive Jesus so badly! And while I know full well that he does not have full understanding of the Body of Christ just yet, I was touched by his yearning. 

Going to Mass and receiving Communion is one of the most powerful ways of praying, but what does it mean to “pray always” as Jesus talks about in today’s Gospel? 

Perhaps beginning with a morning offering to give our whole day to Christ.  Perhaps repeating the Jesus prayer over and over. Perhaps attending daily Mass. Perhaps fingering a rosary bracelet throughout the day. Perhaps offering up our daily chores, work, care of children, etc. to God for some intention. There are so many ways to pray!

But I question whether or not Jesus really meant by “pray always” to pray at every single minute of the day. I mean, He knows more than anyone how human we are. He knows we must attend to our tasks and that our hearts are not lifted up to Him 24/7. He knows that we often forget our Creator. 

Perhaps He meant rather, that we should always turn to Him in prayer, no matter what we are going through. Pray when you are happy. Pray when you are sad. Pray in praise. Pray in Thanksgiving. Pray when you are in need. Pray when others are in need. Pray for the salvation of your soul and the souls of others. Whatever the situation may be, turn to God in prayer. 

Our souls thirst for God and he longs for us to come to Him. And whether our prayers be consistent, persistent, or scattered here and there, may we always remember to pray. 

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Mientras mi familia caminaba por el pasillo central para recibir la Sagrada Comunión, noté que mi hijo de tres años se acercaba a la Ministra de la Eucaristía con las manos juntas. Cuando llegó al frente, la miró con ojos suplicantes, esperando que le diera la hostia sagrada. Pero solo colocó su mano sobre su cabeza, dándole una breve bendición. Él se dio la vuelta y comenzó a chillar y luego a llorar. ¡Quería recibir a Jesús con tanta desesperación! Y aunque sé muy bien que todavía no tiene una comprensión completa del Cuerpo de Cristo, me conmovió su anhelo.

Ir a Misa y recibir la Comunión es una de las formas más poderosas de orar, pero ¿qué significa “orar siempre” como habla Jesús en el Evangelio de hoy?

Tal vez comenzar con una ofrenda matutina para entregar todo el día a Cristo. Tal vez repetir el nombre de Jesús con reverencia una y otra vez. Tal vez asistir a la Misa diaria. Tal vez rezar con un brazalete de rosario durante todo el día. Tal vez ofrecer las tareas diarias, trabajo, cuidado de los niños, etc. a Dios por alguna intención. ¡Hay tantas formas de orar!

Pero me pregunto si Jesús realmente quiso decir “orar cada minuto del día” cuando dijo “orar siempre” . Es decir, Él sabe mejor que nadie lo humanos que somos. Sabe que tenemos que tender a las tareas diarias y que nuestros corazones no están elevados hacia Él las 24 horas del día. Sabe que a menudo nos olvidamos de nuestro Creador.

Quizás quiso decir más bien que siempre debemos recurrir a Él en oración, sin importar lo que estemos pasando. Ora cuando estés feliz. Ora cuando estés triste. Ora en alabanza. Ora en acción de gracias. Ora cuando tienes alguna necesidad. Ora cuando otros tienen necesidad. Ora por la salvación de tu alma y las almas de los demás. Sea cual sea la situación, recurre a Dios en oración.

Nuestras almas tienen sed de Dios y Él anhela que acudamos a Él. Y ya sea que nuestras oraciones sean constantes, persistentes o solo de vez en cuando, que siempre recordemos a orar.

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Feature Image Credit: Ben White, unsplash.com/photos/woman-praying-beside-tree-ReEqHw2GyeI

How the Unplanned and Losing Our Lives Can Be Good / CĆ³mo lo No Planeado y Perder la Vida Puede Ser Bueno

Sometimes things just don’t go down the way we planned. In fact, oftentimes things don’t go the way we planned. I received no engagement ring when my husband proposed, I’m pretty sure he didn’t even pronounce the vows at our wedding (he was so nervous!), and my children were all born by C-section. Yet, despite these details, I think I am one of the luckiest women alive! I have a man who loves me more than I ever could have imagined and five healthy kiddos. 

Things don’t have to go as planned for them to be good. That is a lesson I continue to learn over and over again. Friends and coworkers come and go. Family members separate or divorce. We move from one home to the other. We have moments of scarcity and moments of plenty… I am not in control. Someone much greater than I is, and He’s got it handled much better than I ever could. 

But I can’t help feeling sometimes that things are swirling out of control all around me. It’s as if I were in the midst of a whirlwind or a terrible storm. I can barely tell which way is up and which way is down, let alone which direction is the right way to go. Sometimes doing the right thing causes confusion and pain. Sometimes doing the right thing is the hardest thing to do. 

Jesus seems to attest to this kind of opposite way of living when He says in today’s Gospel: “Whoever seeks to preserve his life will lose it, but whoever loses it will save it.” He talks about people who succumbed to a horrible fate whether by flood, fire and brimstone, or by simply being “taken” while in the midst of their daily routines. We can only assume that these people were seeking to preserve their lives in worldly ways. 

Yet Jesus calls us to a higher way of living. He invites us to the supernatural realm. He invites us to lose our lives for His sake, for the sake of the Gospel. It involves total surrender. Our lives are no longer our own. We move and breathe for Him. With every action we make, we are seeking His will. With every step we take, we are going where He asks us to go. It is a life full of mystery and adventure and complete trust. 

As we continue on this journey of living for Him, let us pray together with the Psalmist: “With all my heart I seek you; let me not stray from your commands. Within my heart I treasure your promise, that I may not sin against you. Be good to your servant, that I may live and keep your words. Open my eyes, that I may consider the wonders of your law.” For indeed, “Blessed are those who follow the law of the Lord!”

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A veces, las cosas no salen como las habíamos planeado. De hecho, muchas veces las cosas no salen como las habíamos planeado. No recibí anillo de compromiso cuando mi esposo me propuso matrimonio, estoy bastante segura de que ni siquiera pronunció los votos en nuestra boda (¡estaba muy nervioso!) y todos mis hijos nacieron por cesárea. Sin embargo, a pesar de estos detalles, ¡creo que soy una de las mujeres más afortunadas del mundo! Tengo un hombre que me ama más de lo que jamás podría haber imaginado y cinco hijos sanos.

Las cosas no tienen que salir como las habíamos planeado para que sean buenas. Es una lección que he seguido aprendiendo una y otra vez. Los amigos y los compañeros de trabajo van y vienen. Los miembros de la familia se separan o se divorcian. Nos mudamos de una casa a otra. Tenemos momentos de escasez y momentos de abundancia… No tengo el control. Alguien mucho más grande que yo lo tiene, y Él maneja las cosas mucho mejor que yo.

Pero a veces no puedo evitar sentir que las cosas se están descontrolando a mi alrededor. Es como si estuviera en medio de un remolino o una terrible tormenta. Apenas puedo distinguir qué es hacia arriba y qué es hacia abajo, y mucho menos cuál dirección es la correcta. A veces hacer lo correcto causa confusión y dolor. A veces hacer lo correcto es lo más difícil de hacer.

Jesús parece dar testimonio de esta forma opuesta de vivir cuando dice en el Evangelio de hoy: “Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.” Habla de personas que sucumbieron a un destino horrible, ya sea por inundación, fuego y azufre, o simplemente porque fueron “tomados” mientras estaban en medio de sus rutinas diarias. Solo podemos suponer que estas personas buscaban preservar sus vidas de maneras mundanas.

Sin embargo, Jesús nos llama a una forma de vida más elevada. Nos invita al reino sobrenatural. Nos invita a perder la vida por Su causa, por causa del Evangelio. Implica una entrega total. La vida ya no nos pertenece. Nos movemos y respiramos para Él. Con cada acción que realizamos, buscamos Su voluntad. Con cada paso que damos, vamos adonde Él nos pide que vayamos. Es una vida llena de misterio, aventura y confianza absoluta.

Y mientras continuamos este viaje de vivir para Él, oremos juntos con el salmista: “Con todo el corazón te voy buscando; no me dejes desviar de tus preceptos. En mi pecho guardaré tus mandamientos, para nunca pecar en contra tuya. Favorece a tu siervo, para que viva y observe tus palabras. Ábreme los ojos para ver las maravillas de tu voluntad.” Porque, en verdad, “¡Dichoso [es] el que cumple la ley del Señor!”

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Feature Image Credit: Katerina Kerdi, unsplash.com/photos/woman-walking-at-desert-9TdomzK-2d0

Desert Silence / El Silencio del Desierto

It hardly seems possible that November is already upon us. It seems like just yesterday that my kids were playing in the blow-up pool, running through the sprinkler and riding their bikes through puddles. It seems like just yesterday that they were telling me how bored they were since I didn’t let them play video games 24/7 during their three months off school. It seems like just yesterday that we went to Lake Michigan every weekend we could, to enjoy the endless blue sky and the ocean-like wind and waves… But now the fall is upon us. The way-too-short summer is long gone and winter is just a breath away. But winter is in itself an opportunity for some stark stillness, to reflect on whether or not we need to scrape some frost off our hearts.

I recently read two different things that turned my thoughts in the same direction. The first article pointed out how God worked in the desert.  He freed the Hebrews from slavery in the desert, John the Baptist heralded the coming of Christ in the desert, and Jesus drew strength from prayer in the desert. The second one spoke of growth through silence. Zechariah, the father of John the Baptist, grew stronger in his faith while he was temporarily silenced and God forms babies who are so wonderfully made in the silence of their mothers’ wombs. 

Both of these ideas, along with a recent retreat experience, got me thinking about how God truly does desire for us to come away with Him. He wants to separate us from the daily grind, bring us into a completely different space and breathe new life into us. He wants us to find that desert spot, that place of silence where He can speak to us in the depths of our being. He wants to reignite the spark if our faith has grown dim and rekindle the fire if our love has grown cold. 

But just like those invited to the great dinner in today’s Gospel, we often look for ways to excuse ourselves from His invitation. We are too busy, too distracted, too tired… and whether inadvertently or otherwise, we miss out on the spiritual feast that He is offering us through quiet time with Him. Heaven is the “home” that He wants filled and every day we have the opportunity to take one more step toward it through union with God in prayer. 

No matter what season we may find ourselves in, whether summer, fall, winter or spring, may we find the courage to come away with Jesus in the desert silence. May we heed His call and go to Him when we hear Him speak gently to our hearts “Come to me, all you who labor and are burdened, and I will give you rest.” (Alleluia verse)

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Parece casi imposible que noviembre ya esté aquí. Parece que fue ayer cuando mis hijos jugaban en la piscina inflable, corrían bajo el rociador y andaban en bicicleta por los charcos. Parece que fue ayer cuando me contaban lo aburridos que estaban porque no les permití jugar a los videojuegos las 24/7 durante los tres meses que no tenían clases. Parece que fue ayer cuando íbamos al Lago de Michigan todos los fines de semana que podíamos para disfrutar del cielo azul infinito y del viento y las olas que parecían del océano… Pero ahora el otoño ya está aquí. El verano demasiado corto ya pasó hace tiempo y el invierno está a un suspiro de distancia. Pero el invierno es en sí mismo una oportunidad para un poco de calma absoluta, para reflexionar sobre si necesitamos o no quitarnos un poco de escarcha del corazón.

Hace poco leí dos cosas diferentes que hicieron que mis pensamientos se dirigieran en la misma dirección. El primer artículo señalaba cómo Dios obraba en el desierto. Liberó a los hebreos de la esclavitud en el desierto, Juan el Bautista anunció la llegada de Cristo en el desierto y Jesús obtuvo fuerzas de la oración en el desierto. El segundo hablaba del crecimiento a través del silencio. Zacarías, el padre de Juan el Bautista, se fortaleció en su fe mientras estuvo temporalmente silenciado y Dios forma a los bebés que son hechos maravillosamente en el silencio del vientre de sus madres.

Ambas ideas, junto con una experiencia reciente de retiro, me hicieron pensar en cómo Dios realmente desea que nos vayamos a un lugar aparte con Él. Quiere separarnos de la rutina diaria, llevarnos a un espacio completamente diferente e infundirnos nueva vida. Quiere que encontremos ese lugar desértico, ese lugar de silencio donde pueda hablarnos en lo más profundo de nuestro ser. Quiere volver a encender la chispa si nuestra fe se ha apagado y reavivar el fuego si nuestro amor se ha enfriado.

Pero al igual que aquellos invitados a la gran cena en el Evangelio de hoy, a menudo buscamos formas de excusarnos de Su invitación. Estamos demasiado ocupados, demasiado distraídos, demasiado cansados… y ya sea a propósito o no, nos perdemos el banquete espiritual que nos ofrece a través del tiempo en silencio con Él. El cielo es el “hogar” que quiere llenar y cada día tenemos la oportunidad de dar un paso más hacia él a través de la unión con Dios en la oración.

No importa en qué estación nos encontremos, ya sea verano, otoño, invierno o primavera, que encontremos el valor de ir con Jesús al silencio del desierto. Que escuchemos su llamado y vayamos corriendo a Él cuando lo escuchemos hablar suavemente a nuestro corazón: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio, dice el Señor.” (Aclamación antes del Evangelio)

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

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Lifeā€™s Delicate Balance / El Equilibrio Delicado de la Vida

When I was growing up, my siblings and I were not allowed to go Trick-or-Treating, no matter how much we begged. Instead, my parents organized All Saints Eve parties at church and had us dress up as angels or saints. We still got our candy and we had a lot of fun with games and prizes. Now that I am a mom, I do let my kids go out, but put my foot down when it comes to gory or evil-looking costumes. I love watching them scamper around my sister’s neighborhood with their cousins and filling up their plastic pumpkin buckets. 

There is such a delicate balance between the human and the divine. Even though I let my kids go Trick-or-Treating with superhero costumes on, I also take them to the All Saints parties at church, dressed as saints. They play games that teach them about these holy men and women and see their fellow parishioners’ smiling faces as they fill them up with sugary treats. We are in the world, and permitted to partake in its pleasures (not to the point of sin) but not of the world, and asked to lift our minds and hearts to God.

Paul explains this balance perfectly in today’s first reading: “Put on the armor of God so that you may be able to stand firm against the tactics of the Devil… stand fast with your loins girded in truth, clothed with righteousness as a breastplate, and your feet shod in readiness for the Gospel of peace. In all circumstances, hold faith as a shield, to quench all the flaming arrows of the Evil One. And take the helmet of salvation and the sword of the Spirit, which is the word of God.” 

The world and the devil will throw as much as they can at us to tempt us to sin. We know that innocent fun can be twisted into evil by others with impure intentions. We know that enjoying candy can turn into gluttony. But we also know that God has given us Himself as our armor. What beautiful imagery! To think of truth, righteousness, readiness, faith, and the word of God as our loinguard, breastplate, shield, helmet and sword in this battle for salvation we call life! We are exposed to the enemy but we will not succumb to him as long as we stand firm in God’s love. 

In the Gospel we hear just how strong that love of God is: “…how many times I yearned to gather your children together as a hen gathers her brood under her wings…” Jesus longs for us, yearns for us. He wants to gather us to Himself and hold us close. Just as a mother hen spreads out her wings for her chicks when it starts to rain, He wants to be our shelter amid the storm. 

Lord Jesus, guide me in this delicate balance of living with my feet on the ground and my eyes lifted heavenword. Help me to truly believe just how much you love me. Amen.

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Cuando era niña, a mis hermanos y a mí no se nos permitía ir a pedir dulces en Halloween, por mucho que les rogáramos. En cambio, organizaban fiestas de Todos los Santos en la iglesia y nos hacían disfrazarnos de ángeles o santos. Igual recibíamos dulces y nos divertíamos mucho con juegos y premios. Ahora que soy madre, dejo que mis hijos salgan, pero soy muy estricta en no dejarlos ponerse disfraces sangrientos o de aspecto maligno. Me encanta verlos corretear por el vecindario de mi hermana con sus primos y llenar sus contenedores de plástico de calabacitas.

Existe un equilibrio muy delicado entre lo humano y lo divino. Aunque dejo que mis hijos vayan a pedir dulces con disfraces de superhéroes, también los llevo a las fiestas de Todos los Santos en la iglesia, vestidos de santos. Juegan juegos que les enseñan sobre estos hombres y mujeres santos y ven las caras sonrientes de los feligreses conocidos mientras los llenan de dulces. Estamos en el mundo y se nos permite participar de sus placeres (no hasta el punto de pecar), pero no somos del mundo y se nos pide que elevemos nuestras mentes y corazones a Dios.

Pablo explica este equilibrio perfectamente en la primera lectura de hoy: “Utilicen las armas que Dios les ha dado, para poder resistir a las asechanzas del diablo.… revístanse con la armadura de Dios: que su cinturón sea siempre la verdad; su coraza, la justicia; su calzado, la prontitud para anunciar el Evangelio de la paz; que la fe les sirva siempre de escudo para protegerlos y apagar las flechas incendiarias del enemigo malo; pónganse el casco de la salvación y empuñen la espada del espíritu, que es la palabra de Dios.”

El mundo y el diablo nos lanzarán todo lo que puedan para tentarnos a pecar. Sabemos que la diversión inocente puede ser torcida hacia el mal por otros con intenciones impuras. Sabemos que disfrutar de los dulces puede convertirse en gula. Pero también sabemos que Dios se ha dado a Sí mismo como nuestra armadura. ¡Qué imágenes tan hermosas! Pensar en la verdad, la justicia, la prontitud, la fe, y la palabra de Dios como nuestro cinturón, coraza, calzado, escudo, casco y espada en esta batalla por la salvación que llamamos la vida. Estamos expuestos al enemigo, pero no sucumbiremos a él mientras nos mantengamos firmes en el amor de Dios.

En el Evangelio escuchamos cuán fuerte es ese amor de Dios: “…Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la gallina reúne a sus pollitos bajo las alas…” Jesús nos anhela, nos añora. Él quiere reunirnos hacia Él y abrazarnos. Así como una gallina extiende sus alas para sus pollitos cuando comienza a llover, Él quiere ser nuestro refugio en medio de la tormenta.

Señor Jesús, guíame en este equilibrio delicado de vivir con los pies en la tierra y los ojos levantados hacia el cielo. Ayúdame a creer verdaderamente cuánto me amas. Amén.

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Feature Image Credit: Aziz Acharki, unsplash.com/photos/photo-of-silhouette-photo-of-man-standing-on-rock-U3C79SeHa7k


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

St. JPII and Vigilance / San Juan Pablo II y la Vigilancia

Today is the feast day of one of our great modern saints, so great that many are already calling him Pope Saint John Paul II the Great! I was blessed to grow up with him in office, blessed to participate in two World Youth Day celebrations where he was present and presided at the closing Mass. One was in Denver, Colorado, the “Mile High City.” I was only 13 years old and probably shouldn’t have been allowed to go, but went with the youth group I belonged to. I remember the long, boiling hot hike out to the desert-like “park” where we made vigil overnight. But most of all, I remember our beloved former Holy Father’s firm invitation. I can hear his voice with his Polish accent as if it were yesterday. “Do not be afraid! Do not be afraid! Do not be afraid!!” 

The second time I saw him was in Toronto, Canada, where I acted as chaperone for a group of youth. I just happened to be coming back from the restroom when he passed by in his popemobile just a few yards away from me. By this time, he was notably older and more frail, but it was an equally incredible grace to be a part of the crowd shouting “John Paul II, we love you!” and hear him shout back, “John Paul II, he loves you!” His gentle smile and the sparkle in his eyes were palpable, even from a quarter mile away in the midst of the crowd. He had a special love for the youth and went out of his way to be with them. 

The fact that he traveled so much shows that he heeded our Lord’s command to “go out to all the world and preach the good news”. His actions imitated those of the first disciples, who traveled from country to country proclaiming our Lord and Savior to the nations. And his unwavering dedication to prayer, the sacraments and Adoration of the Blessed Sacrament give us a great example to follow, especially during this time the Church has set aside for Eucharistic revival. 

In today’s Gospel, Jesus said to his disciples, “Blessed are those servants whom the master finds vigilant on his arrival.” Jesus comes to us in many ways: through the visits of Church leaders, a beloved family member or a close friend. He comes to us in the sacraments. He comes to us in prayer. It is our job to be vigilant, to be aware of His presence in our lives so that we can soak of as many graces as possible. And although we may not know when He is coming for us that last time, if we are vigilant and ready, He will take us to Himself for all eternity. What a beautiful thought!

Pope Saint John Paul II, thank you for your beautiful witness to us during your time on earth. Please continue to pray for us, the Church Militant, as we strive to love our Lord as we should. Intercede for us that we may “Be vigilant at all times and…have the strength to stand before the Son of Man.” (Alleluia verse)

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Hoy es el día de la fiesta de uno de nuestros grandes santos modernos, tan grande que muchos ya lo llaman el Papa San Juan Pablo II el Grande. Tuve la bendición de crecer con él como Papa, la bendición de participar en dos celebraciones de la Jornada Mundial de la Juventud en las que estuvo presente y presidió la Misa de clausura. Una fue en Denver, Colorado, la “Ciudad de la Milla de Altura”. Yo tenía sólo 13 años y probablemente no me deberían haber permitido ir, pero fui con el grupo de jóvenes al que pertenecía. Recuerdo la caminata larga y sofocante hasta el “parque” de aspecto desértico donde hicimos vigilia durante la noche. Pero, sobre todo, recuerdo la firme invitación de nuestro amado Santo Padre. Puedo escuchar su voz con su acento polaco como si fuera ayer. “¡No tengan miedo! ¡¡No tengan miedo!! ¡¡¡No tengan miedo!!!”

La segunda vez que lo vi fue en Toronto, Canadá, donde actué como acompañante de un grupo de jóvenes. Justo estaba volviendo del baño cuando él pasó en su papamóvil a unos pocos metros de mí. Para entonces, él era notablemente mayor y más frágil, pero fue una gracia igualmente increíble ser parte de la multitud que gritaba “¡Juan Pablo II, te amamos!” y oírlo gritar de vuelta, “¡Juan Pablo II, él te ama!”. Su dulce sonrisa y el brillo en sus ojos eran palpables, incluso a un cuarto de milla de distancia en medio de la multitud. Él tenía un amor especial por los jóvenes y se esforzaba por estar con ellos.

El hecho de que viajara tanto demuestra su obediencia al mandato de nuestro Señor de “ir por todo el mundo y predicar la buena nueva”. Sus acciones imitaban las de los primeros discípulos, que viajaban de país en país proclamando al Señor y Salvador a las naciones. Y su inquebrantable dedicación a la oración, los sacramentos y la Adoración del Santísimo Sacramento nos dan un gran ejemplo a seguir, especialmente durante este tiempo que la Iglesia ha reservado para el renacimiento eucarístico.

En el Evangelio de hoy, Jesús dijo a sus discípulos: “Dichosos aquellos a quienes su señor, al llegar, encuentre en vela.” Jesús viene a nosotros de muchas formas: a través de las visitas de los líderes de la Iglesia, un familiar querido o un amigo cercano. Viene a nosotros en los sacramentos. Viene a nosotros en la oración. Es nuestro trabajo estar vigilantes, ser conscientes de Su presencia en nuestras vidas para que podamos absorber tantas gracias como sea posible. Y aunque no sepamos cuándo vendrá por nosotros esa última vez, si estamos vigilantes y listos, nos llevará a su lado por toda la eternidad. ¡Qué hermoso pensarlo!

Papa San Juan Pablo II, gracias por tu hermoso testimonio durante tu tiempo en la tierra. Por favor, sigue rezando por nosotros, la Iglesia Militante, mientras nos esforzamos por amar a nuestro Señor como debemos. Intercede por nosotros para que aprendamos a velar y orar para poder “presentar[nos] sin temor ante el Hijo del hombre.” (Aclamación antes del Evangelio)

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Feature Image Credit: Ajayjoseph Fdo, unsplash.com/photos/a-statue-of-a-man-holding-a-cross-in-front-of-a-church-HVAP7fB9vyQ


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Growing Gray With God / EnvejeciƩndonos con Dios

Well, the day has arrived. I made it. I have reached the point of true middle age. I am now 45 years old. And now that I have, what should I do with that? Should I run off and have me an honest to goodness mid-life crisis? Should I start noticing every new gray hair that appears on my head? Should I stare intently at my face in the mirror and become discouraged that the wrinkles appear deeper and more pronounced? Should I throw healthy eating out the window and just let myself go, justifying it with the fact that I am closer to death now anyway? 

All of these questions may sound absolutely ridiculous, but in some way, shape or form, I am pretty sure most of us who are getting older have dealt with negative feelings regarding these issues. Age comes without warning and we cannot stop it. We cannot turn back the clock no matter how many face creams we apply or hair dyes we use. We cannot avoid the sagging muscles or the creaking bones that just seem to not want to move as much. But even in all of this, God is there. 

God allows us to age and He understands its implications. Although perhaps it could have been avoided if Adam and Eve had not sinned, it is all part of His plan. He is there with us during every moment we are tempted toward discouragement or despair. Our sadness can turn to joy as we accept each coming day with grace and even a sense of humor. Even now, I am joking with my husband about buying walkers instead of cars when we are elderly, and he says “Hey, walkers are sporty. They don’t have a roof, just like a convertible!” 

I think one of the most important things to remember as we age is to continue our journey with the Lord. Although we may not be able to walk as much physically, we must persevere in our walk with God. We can remember to praise him through the storms of life, just as our Psalm declares: “I will give thanks to the LORD with all my heart…Great are the works of the LORD…gracious and merciful is the LORD…” We can remember the words of Jesus when he says “Whoever is not with me is against me, and whoever does not gather with me scatters” and continue to try to bring as many souls to him as possible. We can look heavenward instead of inward when we experience pain or trials. 

Yes, our God is with us always, whether we are 1 or 100, and that is reason enough to rejoice!

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El día ya amaneció. He llegado. Ha venido la verdadera mediana edad. Ahora tengo 45 años. Y ahora que los tengo, ¿qué debo hacer con eso? ¿Debería salir corriendo y tener una verdadera crisis de la mediana edad? ¿Debería comenzar a notar cada nueva cana que aparece en mi cabeza? ¿Debería mirarme fijamente la cara en el espejo y desanimarme al ver que las arrugas se ven más profundas y pronunciadas? ¿Debería dejar de lado la alimentación saludable y simplemente dejarme llevar, justificándolo con el hecho de que ya estoy más cerca de la muerte de todos modos?

Todas estas preguntas pueden sonar absolutamente ridículas, pero estoy bastante segura que la mayoría de los que nos estamos envejeciendo hemos tenido que lidiar con sentimientos negativos con respecto a estos temas de alguna forma. La edad llega sin previo aviso y no podemos detenerla. No podemos hacer retroceder el reloj a pesar de las cremas faciales que nos apliquemos o los tintes para el cabello que usemos. No podemos evitar los músculos flácidos o los huesos adoloridos que parecen no querer moverse tanto como antes. Pero incluso en todo esto, Dios está allí.

Dios permite que envejezcamos y entiende sus implicaciones. Aunque tal vez se podría haber evitado si Adán y Eva no hubieran pecado, todo es parte de su plan. Él está allí con nosotros durante cada momento en que nos sentimos tentados a desanimarnos o desesperarnos. Nuestra tristeza puede convertirse en alegría cuando aceptamos cada día que viene con gracia e incluso con sentido del humor. Por ejemplo, he estado bromeando con mi esposo sobre comprar andadores en lugar de automóviles cuando seamos mayores, y él dice: “Oye, los andadores son deportivos. No tienen techo, ¡igual que los convertibles!”

Creo que una de las cosas más importantes que debemos recordar a medida que envejecemos es continuar siguiendo al Señor. Aunque tal vez no podamos caminar tanto físicamente, debemos perseverar en nuestro caminar con Dios. Podemos recordar alabarlo en medio de las tormentas de la vida, tal como declara el Salmo de hoy: “Quiero alabar a Dios, de corazón… Grandiosas son las obras del Señor… El Señor es piadoso y es clemente…” Podemos recordar las palabras de Jesús cuando dice “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama” y seguir tratando de llevar a él tantas almas como sea posible. Podemos mirar hacia el cielo en lugar de hacia nuestro interior cuando experimentamos dolor o pruebas.

Sí, nuestro Dios está con nosotros siempre, tengamos 1 año o 100, ¡y esa es razón suficiente para regocijarnos!

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Feature Image Credit: Tehzeeb Kazmi, unsplash.com/photos/person-with-gold-ring-on-right-hand-nRVpZ97HJTA


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Godā€™s Individual Love / El Amor Individual de Dios

As the mother of multiple children, I have the distinct privilege of seeing just how unique each of them are. One could argue the hind leg off a horse, the other doesn’t ever want to grow up, the other can be sweet one moment and throw a temper tantrum the next, the other thinks he’s invincible and the other would be content to gab your ear off all day long. They each have their own set of talents, tendencies and trials. They each have their own ways of getting mommy and daddy’s attention. They each exert their will in different ways and have their own ways of showing love. On the flip side, I, as their mom, love them all, yet love them individually, with all of their particularities and gifts. 

How much more so our Heavenly Father! There are billions of people on this planet, yet he has created us all so uniquely and loves us all so individually! He loves your inside and your outside, with all your shortcomings and failures, all of your abilities and talents. He loves you as deeply as a husband loves his bride and he knows you down to the last atom of your being! What amazing love!

One of my favorite songs to reflect on lately, has been “Reckless Love” by Cory Asbury. Here are few of the lyrics:

Oh, the overwhelming, never-ending reckless love of God

Oh, it chases me down, fights ’til I’m found, leaves the 99

And I couldn’t earn it

I don’t deserve it, still You give yourself away

Oh, the overwhelming, never-ending reckless love of God

There’s no shadow You won’t light up

Mountain You won’t climb up

Coming after me

There’s no wall You won’t kick down

Lie You won’t tear down

Coming after me…

Every time I hear it and sing along, it just reminds me over and over of how great God’s love is for me. How he really would “leave the 99” to come and find me if I were to go astray. There is truly nothing God wouldn’t do to show me His love, and it is the same for each and every one of us. After fully realizing this and taking it to heart, everything else seems to pale in comparison. “Vanity of vanities! All things are vanity!” our first reading proclaims. Yes, indeed. For, what else do we truly need apart from God’s love?  

May we all delve deeply into the reality of God’s overwhelming love today, and thus proclaim with the Psalmist, “In every age, oh Lord, you have been our refuge.”

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Como madre de varios hijos, tengo el privilegio de ver cuán únicos son cada uno de ellos. Uno podría discutir por horas y horas, el otro nunca quiere ser grande, el otro puede ser dulce en un momento y hacer un berrinche al siguiente, el otro piensa que es invencible y el otro se contentaría hablar y hablar todo el día. Cada uno tiene su propio conjunto de talentos, tendencias y pruebas. Cada uno tiene sus propias formas de llamar la atención de mamá y papá. Cada uno ejerce su voluntad de diferentes maneras y tiene sus propias formas de mostrar amor. Por otro lado, yo, como su madre, los amo a todos, pero los amo individualmente, con todas sus particularidades y dones.

¡Cuánto más nuestro Padre Celestial! Hay miles de millones de personas en este planeta, sin embargo, ¡él nos ha creado a todos de manera tan única y nos ama a todos de manera tan individual! Él ama tu interior y tu exterior, con todos tus defectos y fracasos, todas tus habilidades y talentos. ¡Él te ama tan profundamente como un esposo ama a su novia y te conoce hasta el último átomo de tu ser! ¡Qué amor tan maravilloso!

Una de mis canciones favoritas para reflexionar últimamente ha sido “Reckless Love” de Cory Asbury. He aquí una traducción de una parte de la letra:

Oh, el amor abrumador, interminable e imprudente de Dios

Oh, me persigue, lucha hasta que me encuentran, deja los 99

Y no pude ganármelo

No lo merezco, aún así te entregas 

Oh, el amor abrumador, interminable e imprudente de Dios

No hay sombra que no iluminarás

Montaña que no subirás

Para buscarme

No hay muro que no tumbarás

Mentira que no disiparás

Para buscarme…

Cada vez que lo escucho y canto, me recuerda una y otra vez cuán grande es el amor de Dios por mí. Cómo él realmente “dejaría los 99” para venir a buscarme si me extraviara. Realmente no hay nada que Dios no haría para mostrarme Su amor, y es lo mismo para todos y cada uno de nosotros. Después de darnos cuenta de esto y tomárnoslo en serio, todo lo demás parece no tener importancia en comparación. “Todas las cosas, absolutamente todas, son vana ilusión” proclama nuestra primera lectura. Sí, efectivamente. Porque, ¿qué más necesitamos realmente aparte del amor de Dios?

Que todos profundicemos hoy en la realidad del amor abrumador de Dios y así proclamemos con el salmista: “Tú eres, Señor, nuestro refugio”.

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Feature Image Credit: Javier Allegue Barros, unsplash.com/photos/silhouette-of-woman-running-during-golden-hour-55bVEzGVnzY


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Tempering Our Vices Through Prayer / Moderar los Vicios con la OraciĆ³n

I will be the first to admit that I am not a very patient person. Sure, I could blame it on how the world we live in offers immediate gratification, information at our fingertips or food through a drive thru window. I could blame it on my upbringing, noticing similar behaviors coming from my parents, and imitating that. I could blame it on the fact that every minute is a commodity in my very busy life and I just don’t have time for things to take longer than what I have on my schedule. I could blame it on any number of things, but truth be told, it is simply a virtue I have yet to acquire. 

I’m sure you’ve heard the adage “Never ask for patience because God will give you many opportunities to use it.” I have definitely had many opportunities to grow in patience, but I feel like I simply grow more impatient instead. I find my mind spinning with thoughts like, “I can do that in 30 minutes, why can’t they?” or constantly saying to my children, “Would you just hurry up!” Nothing ever seems to be done fast enough for my liking, so I grumble and stress out. 

It sounds like the disciples in Corinth were displaying some impatience of their own in today’s first reading. Paul admonished them saying, “when you come together to eat, wait for one another.” It appears as if when they got together as a community of believers, those who arrived first would go ahead and eat while others went hungry. This behavior was the exact opposite of the unity and charity we are all called to live out as Christians. So Paul encouraged them to offer supplication, prayer, petition, and thanksgiving. “It is my wish, then, that in every place the men should pray, lifting up holy hands, without anger or argument.” 

What a wise piece of advice! And it still holds true for us today. When you are tempted to be impatient, pray. When you are tempted to anger, pray. When you feel the urge to argue, pray. When you are starving and don’t want to wait for your kids to get home from practice to have dinner, pray. Lifting our minds and hearts to God will put things back in perspective and temper our vices. 

We can also learn from the humility of the centurion in today’s Gospel, who felt unworthy to be in the Lord’s presence, so first he sent Jewish elders and then he sent friends with messages. He was a high-ranking official and well respected by many, yet he understood his rank before Jesus, his nothingness. His words “I am not worthy to have you enter under my roof” are so indicative of each one of us that we say them each and every time we go to Mass. 

Lord, I come before you today in humility to ask that you may increase in me and I may decrease (especially in impatience). Amen. 

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Seré el primero en admitir que no soy una persona muy paciente. Claro, podría echarle la culpa a cómo el mundo donde vivimos ofrece gratificación inmediata, información al toque del teclado o comida a través de una ventanilla. Podría echarle la culpa a como me criaron, al notar ciertos comportamientos en mis padres e imitarlos. Podría echarle la culpa al hecho de que cada minuto es una comodidad en mi vida tan ocupada y simplemente no tengo tiempo para que las cosas tomen más tiempo de lo que tengo planeado. Podría echarle la culpa a muchas cosas, pero si soy sincera, es simplemente una virtud que todavía me hace falta adquirir.

Estoy segura de que has escuchado el dicho “Nunca pidas paciencia porque Dios te dará muchas oportunidades para usarla”. Definitivamente he tenido muchas oportunidades de crecer en la paciencia, pero siento que en lugar de mejorar, me estoy volviendo más y más impaciente. Me entran pensamientos como: “Puedo hacer esto en 30 minutos, ¿por qué ellos no?” O les digo constantemente a mis hijos: “¡Apúrense!”. Es como que nadie hace nada lo suficientemente rápido para mi gusto, así que me quejo y me estreso.

Parece que los discípulos de Corinto estaban mostrando cierta impaciencia en la primera lectura de hoy también. Pablo les amonesta por no esperar a sus hermanos para comer y por estar discutiendo. Este comportamiento fue exactamente lo contrario de la unidad y la caridad que todos estamos llamados a vivir como cristianos. Entonces Pablo los animó a ofrecer súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias. “Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración donde quiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras.”

¡Qué sabio consejo! Y sigue siendo válido para nosotros hoy. Cuando estés tentado a la impaciencia, reza. Cuando estés tentado a enojarte, reza. Cuando sientas la necesidad de discutir, reza. Cuando estés hambriento y no quieras esperar a que tus hijos lleguen a casa después del entrenamiento para cenar, reza. Elevar la mente y el corazón a Dios nos reorienta y nos ayuda a moderar los vicios.

También podemos aprender de la humildad del centurión del Evangelio de hoy, quien se sintió indigno de estar en la presencia del Señor, por lo que primero envió a unos ancianos judíos y luego a unos amigos como mensajeros suyos. Era un funcionario de alto rango y muy respetado por muchos, pero comprendía su rango ante Jesús, su nada. Sus palabras “yo no soy digno de que tú entres en mi casa” son tan indicativas de cada uno de nosotros que las decimos cada vez que vamos a Misa.

Señor, hoy vengo ante ti con humildad para pedirte que tú crezcas en mí y yo disminuya (especialmente en la impaciencia). Amén.

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Feature Image Credit: Pedro Lima, https://unsplash.com/photos/people-inside-room-HtwsbbClBOs


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Our Nothing vs Godā€™s Everything / Nuestra Nada y el Todo de Dios

Have you ever had one of those days when you feel like doing absolutely nothing? You stare at your computer screen or the full basket of laundry or your tool box and you don’t move a single muscle. You have no motivation to do anything at all. You don’t want to talk to anyone or listen to anyone or go anywhere. Sitting on the couch and staring out the window sounds just fine… staying in bed, even better! 

We’ve all had those days and I’m having one today, in fact. Nothing seems to be going right, not my kids’ attitudes, nor my husband’s health nor my personal stamina. My patience is short, my to-do list is long and I’m pretty sure it’s not my calling to cheer anyone up today. It is taking all my willpower to just BE. To just be where I’m supposed to be, when I’m supposed to be there, putting one foot in front of the other.

Friends, on the one hand, I don’t think it’s altogether a bad thing to have days like this. It slows us down, forces us to focus on the essential and gives us a chance to be thankful for better days (like vacations! Yeah, I think I need one of those…). And if we are able to in the moment, it also provides us with an opportunity to realize just how weak we are and just how much we rely on God’s grace to uphold us for absolutely everything. 

While we’re staring at that computer screen, we can thank God for the technology that makes our work easier. While we’re staring at that basket full of laundry, we can thank God that we have clothes to put on our backs. And while we’re staring at that tool box, we can thank God for the strength and ability to fix whatever needs fixing. As the first reading alludes to, let us not deceive ourselves, thinking any of it is our own doing. It is all gift. And it all comes from the Giver of all gifts. 

Today’s Psalm Response proclaims: “The LORD’s are the earth and its fullness; the world and those who dwell in it. For he founded it upon the seas and established it upon the rivers… [W]e shall receive a blessing from the LORD, a reward from God [our] savior.” If we allow them to, these words can realign our hearts. They put us in our place, reminding us that God is the Creator and we are the created. But they also remind us just how much He wants to bless us, as is evident in the story of the miraculous catch of fish from today’s Gospel. Just as the disciples caught so many fish that their nets were bursting, so can our hearts burst with joy at all the blessings our God has given us, even on those days when we feel like doing nothing at all. 

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¿Alguna vez has tenido uno de esos días cuando no tienes ganas de hacer absolutamente nada? Miras fijamente la pantalla de tu computadora o la canasta llena de ropa por doblar o tu caja de herramientas y no mueves un solo músculo. No tienes ninguna motivación para hacer nada en absoluto. No quieres hablar con nadie ni escuchar a nadie ni ir a ningún lado. Sentarse en el sofá y mirar por la ventana suena super bien… ¡quedarse en la cama, aún mejor!

Todos hemos tenido esos días y, de hecho, yo he tenido uno hoy. Nada me va bien, ni la actitud de mis hijos, ni la salud de mi esposo ni mi resistencia personal. Mi paciencia es corta, mi lista de cosas por hacer es larga y estoy bastante segura de que no es mi vocación animar a nadie hoy. Se requiere toda mi fuerza de voluntad para simplemente SER. Simplemente estar donde debo estar, a la hora que debo estar allí, poniendo un pie delante del otro.

Amigos, por un lado, no creo que sea completamente malo tener días así. Nos detiene, nos obliga a centrarnos en lo esencial y nos da la oportunidad de ser agradecidos por los días mejores (¡como las vacaciones! Sí, creo que eso es lo que necesito, una vacación…). Y si podemos hacerlo en el momento, también nos brinda la oportunidad de darnos cuenta de cuán débiles somos y cuánto confiamos en la gracia de Dios para sostenernos en absolutamente todo.

Mientras miramos la pantalla de la computadora, podemos agradecerle a Dios por la tecnología que facilita nuestro trabajo. Mientras miramos esa canasta llena de ropa limpia, podemos agradecerle a Dios que tenemos ropa para ponernos. Y mientras miramos esa caja de herramientas, podemos agradecerle a Dios por la fuerza y la capacidad de arreglar lo que sea necesario. Como alude la primera lectura, no nos engañemos pensando que todo esto es obra nuestra. Todo es regalo. Y todo proviene del Dador de todos los dones.

El Salmo Responsorial de hoy proclama: “Del Señor es la tierra y lo que ella tiene, el orbe todo y los que en él habitan, pues él lo edificó sobre los mares, él fue quien lo asentó sobre los ríos.… [obtendremos] la bendición de Dios, y Dios, su salvador, [nos] hará justicia.” Si se lo  permitimos, estas palabras pueden realinear nuestros corazones. Nos ponen en nuestro lugar, recordándonos que Dios es el Creador y nosotros somos los creados. Pero también nos recuerdan cuánto quiere bendecirnos, como es evidente en la historia de la pesca milagrosa del Evangelio de hoy. Así como los discípulos pescaron tantos peces que sus redes reventaban, así también nuestro corazón puede rebosar de alegría por todas las bendiciones que nuestro Dios nos ha dado, incluso en esos días cuando no tenemos ganas de hacer absolutamente nada.

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Feature Image Credit: Tom Morel, unsplash.com/photos/mens-gray-crew-neck-long-sleeve-shirt-hkbQnC7FAqU


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

In Good Times and in Bad / En los Buenos y los Malos Momentos

One of the many perks of homeschooling is the ability to extend summer break. While many are enduring the back to school rush and deliberating how to coordinate morning drop offs, my family is enjoying Lake Michigan and daily ice cream at our favorite B&B up north. While I realize all good things come to an end (as do all bad things), for now we are going to enjoy what God has granted us. 

As all parents of young children can attest to, even the best of times often do not come off without a hitch. In the scramble to pack and leave, a child’s favorite stuffed animal could be left behind, causing them to whine half the way there. During the drive, an argument could arise over which video to watch and another child will pout the rest of the way there. As you arrive at your destination and unpack your belongings, your cooler could tip over and spill ice all over the floor. As you settle down for your first night away, yet another child may complain that it’s too hot or too cold or they’re too excited to sleep, and it keeps everyone else up too. 

I specifically remember one year, frantically running to the gas station at 9:00pm because it was still light out and there were no curtains on the windows. At this point I was completely exhausted and it was way past the kids’ normal bedtime, so they were ornery. I was desperate for a solution. I asked the clerk for black trash bags to tape up on the windows, since I didn’t happen to bring darkening curtains on vacation with me. There were none on the shelves. Noticing my desperation, he replied, “I think I have some in my truck though, let me go check.” I couldn’t believe his kindness. With two sleep-saving bags and one roll of duct tape in hand, I returned to the B&B to get some much needed shut eye. 

At times like these, it may seem difficult, or even contradictory, to give thanks to the Lord. Afterall, we are getting away for a time of fun and relaxation and everything seems to be falling apart. But as we awaken the next morning, we see how our children enjoy all the delicious breakfast foods that are served, how they laugh as they throw a football or kick a soccer ball in the yard, and how they enjoy catching minnows in a net at the beach that afternoon. Your heart swells as their favorite ice cream flavor drips down their chins and a healthy tan begins to appear on their young faces.

Life is full of so many ebbs and flows, isn’t it? So why not praise Him through it all? Today’s Psalm declares: “Sing to the LORD a new song; sing to the LORD, all you lands. Sing to the LORD; bless his name…For great is the LORD and highly to be praised; awesome is he, beyond all gods.” So let us praise our God in good times and in bad, whether we are on vacation or heading back to school, whether we are happy or sad, for He is good indeed.

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Una de las muchas ventajas de la educación en el hogar es la posibilidad de extender las vacaciones de verano. Mientras muchos están soportando el ajetreo del regreso a clases y deliberando sobre cómo coordinar los horarios matutinos, mi familia está disfrutando del Lago de Michigan y del helado diario en nuestro hotelito favorito en el norte. Si bien me doy cuenta de que todo lo bueno llega a su fin (como todo lo malo), por ahora vamos a disfrutar de lo que Dios nos ha concedido.

Como pueden atestiguar todos los padres de niños pequeños, incluso los mejores momentos a menudo no salen sin problemas. En la lucha por hacer las maletas e irse, el peluche favorito de un niño podría quedarse atrás, y se pone a chillar la mitad del camino. Durante el viaje, podría surgir una discusión sobre cuál video quieren mirar y otro niño chilla el resto del camino. Cuando llegues a tu destino y desempaques las cosas del carro, tu hielera podría volcarse y derramar hielo por todo el piso. Mientras se preparan para pasar la primera noche fuera, otro niño puede quejarse de que hace demasiado calor o demasiado frío o que está demasiado emocionado para dormir, y eso mantiene despiertos a todos los demás también.

Me acuerdo un año en particular, haber corrido desesperadamente a la gasolinera a las 9:00pm porque todavía había luz y no había cortinas en las ventanas. En ese momento estaba completamente exhausta y ya había pasado la hora normal de dormir de los niños, por lo que estaban de mal humor. Estaba desesperada por encontrar una solución. Le pedí al empleado bolsas de basura negras para pegarlas con cinta adhesiva en las ventanas, ya que obviamente no traía cortinas oscuras durante las vacaciones. No había. Al darse cuenta de mi desesperación, respondió: “Creo que tengo algo en mi camioneta, déjame ir a ver. No podía creer su amabilidad. Con dos bolsas para dormir y un rollo de cinta adhesiva en la mano, regresé al hotelito a dormir un poco.

En momentos como estos, puede parecer difícil, o incluso contradictorio, dar gracias al Señor. Después de todo, nos estamos escapando para pasar un rato de diversión y descanso y todo parece desmoronarse. Pero cuando nos despertamos a la mañana siguiente, vemos cómo nuestros niños disfrutan de todos los deliciosos platos que se sirven en el desayuno, cómo se ríen mientras lanzan una pelota de fútbol o patean una pelota en el patio, y cómo disfrutan atrapando pececillos en una red en la playa esa tarde. Nuestros corazones se agrandan cuando su sabor de helado favorito gotea por sus barbillas y un bronceado saludable comienza a aparecer en sus rostros jóvenes.

La vida está llena de tantos subes y bajas, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no alabarlo a pesar de todo? El Salmo de hoy declara: “Cantemos al Señor un nuevo canto; que le cante al Señor toda la tierra; cantemos al Señor y bendigámoslo… porque él es grande, más digno de alabanza y más tremendo que todos los dioses paganos, que ni existen.” Así que alabemos a nuestro Dios en los buenos y en los malos momentos, ya sea que estemos de vacaciones o regresando a la escuela, ya sea que estemos felices o tristes, porque Dios es verdaderamente bueno.

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Feature Image Credit: Leo Rivas, unsplash.com/photos/girl-playing-beside-body-of-water-during-daytime-R_BLOGXpsOg


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Death and Life / La Muerte y la Vida

As a young adult who was single for many years before getting married, I was able to travel quite a bit. I went on mission trips, hiking trips, camping trips, white water rafting trips – just about anything that was feasible and affordable. I saw many landscapes, looked out many airplane windows and drove countless highway miles. I have flown over the Grand Canyon on a 6-seater plane, driven through Yosemite Park and Death Valley and taken a dip in both the Atlantic and Pacific Oceans. 

On one of my bigger trips, I traveled to Europe with my parents to attend a priestly ordination. I spent the majority of my time in Rome, but was able to take a side trip to Poland to visit a friend. What I saw there will always remain engraved in my memory. Besides visiting several quaint towns, my friend brought me to a concentration camp. I had already been to the Holocaust Museum stateside, which was a horrific experience in itself, but nothing could have prepared me for the eerie feeling I would get stepping foot on the grounds where thousands upon thousands of people were mercilessly murdered. 

Today we celebrate the feast day of St. Teresa Benedicta of the Cross, born as Edith Stein. A Jewish convert to Catholicism, a philosopher and a nun, she was arrested by the Gestapo and put to death at Auschwitz in August of 1942. I can only imagine her horror as she was herded into the gas chamber with her sister and hundreds of other Jews, and then her body burned in an oven. Yet, she went willingly. “Even now I accept the death that God has prepared for me in complete submission and with joy as being his most holy will for me. I ask the Lord to accept my life and my death … so that the Lord will be accepted by his people and that his kingdom may come in glory, for the salvation of Germany and the peace of the world.” (ewtn.com)

St. Teresa lived out the words of Christ in today’s Gospel: “Whoever wishes to come after me must deny himself, take up his cross, and follow me. For whoever wishes to save his life will lose it, but whoever loses his life for my sake will find it.” As she closed her eyes in death, the gates of everlasting life were opened to her. She denied herself, she accepted the evil that God allowed to happen to her and  offered it up for the salvation of souls. 

Let us be encouraged by the example of St. Teresa today to take up any crosses that we may be called upon to bear in our daily lives. Let us keep in mind that life in the Lord is so much greater than any death we may experience. Let us remember that our lives are in His hands, for it is God who “deal[s] death and give[s] life”. (Psalm Response)  

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Como joven adulto que estuvo soltero durante muchos años antes de casarme, pude viajar bastante. Hice viajes misioneros, viajes de excursiones, viajes de campamento, viajes de rafting en rápidos, casi cualquier cosa que fuera factible y asequible. Vi muchos paisajes, miré por las ventanillas de muchos aviones y manejé innumerables millas por carretera. He volado sobre el Gran Cañón en un avión de 6 plazas, he manejado por el Parque Yosemite y el Valle de la Muerte y me he bañado en los océanos Atlántico y Pacífico.

En uno de mis viajes más grandes, viajé a Europa con mis padres para asistir a una ordenación sacerdotal. Pasé la mayor parte de mi tiempo en Roma, pero pude ir por dos días a Polonia para visitar a una amiga. Lo que vi allí quedará siempre grabado en mi memoria. Además de visitar varios pueblos pintorescos, mi amigo me llevó a un campo de concentración. Ya había estado en el Museo del Holocausto en Estados Unidos, lo cual fue una experiencia horrible en sí misma, pero nada podría haberme preparado para la extraña sensación que tendría al pisar los terrenos donde miles y miles de personas fueron asesinadas sin piedad.

Hoy celebramos la fiesta de Santa Teresa Benedicta de la Cruz, nacida como Edith Stein. Judía Alemana convertida al catolicismo, filósofa y monja, fue arrestada por la Gestapo y ejecutada en Auschwitz en agosto de 1942. Sólo puedo imaginar su horror cuando la llevaron a la cámara de gas junto con su hermana y cientos de otros judíos, y luego quemaron su cuerpo en un horno. Sin embargo, ella fue sin quejarse. “Ya ahora acepto la muerte que Dios me ha preparado con total sumisión y con alegría como su santísima voluntad para mí. Pido al Señor que acepte mi vida y mi muerte… para que el Señor sea aceptado por su pueblo y para que su reino venga en gloria, para la salvación de Alemania y la paz del mundo” (ewtn.com).

Santa Teresa vivió las palabras de Cristo en el Evangelio de hoy: “El que quiera venir conmigo, que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, la encontrará.” Cuando cerró los ojos en la muerte, se le abrieron las puertas de la vida eterna. Se negó a sí misma, aceptó el mal que Dios permitió que le sucediera y lo ofreció por la salvación de las almas.

Animémonos por el ejemplo de Santa Teresa hoy al tomar cualquier cruz que seamos llamados a cargar en la vida diaria. Tengamos presente que la vida en el Señor es mucho mayor que cualquier muerte que podríamos experimentar. Recordemos que nuestras vidas están en sus manos, porque es Dios quien “[da] la muerte y la vida”. (Salmo Responsorial)

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Feature Image Credit: Frederick Wallace, unsplash.com/photos/grayscale-photo-of-wooden-dock-on-body-of-water-nzy7affZEEw


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

A Hard Reset / Un Reinicio Completo

It is so important to take breaks from the daily grind. While routines are important and foster stability, a fresh perspective and a change of atmosphere often stimulate growth. Let’s consider the example of a child in a learning environment. At some point, they are bound to become disinterested, apathetic or bored. They may claim they don’t care, that they don’t like school or begin to pout and complain. But then they are asked to go take a break, get a drink and wash their face. In the meantime, a geography lesson is set up with a large map on the floor and they begin to play a game where they jump to each state as its name is called. The next thing you know, they are even volunteering to name the state’s capital and they end up telling their  parents they had a great day. 

What made such a big difference? It’s what some like to call a “hard reset”. Just like you would turn a computer off and reboot it when it begins to have issues, sometimes we need to reset our current situation and start over. St. Paul speaks to this in today’s second reading: “you should put away the old self of your former way of life, corrupted through deceitful desires, and be renewed in the spirit of your minds, and put on the new self, created in God’s way in righteousness and holiness of truth.” He is imploring the Ephesians to no longer live in futility but in the way of Christ, just as they were taught. He asks them to live in the truth of Jesus. 

It appears as if the Ephesians needed a hard reset. They were having trouble living out their new way of life and needed a reminder of how to do so. Perhaps they needed to go take a walk, wash their face and take in St. Paul’s words in silence. They were not promised this new life would be easy, and we aren’t either. Yet they were assured that their minds and hearts could be renewed by the Holy Spirit. Jesus had shown them how to live in righteousness, truth and holiness, but this truly did imply putting on a “new self”.

In the Gospel, Jesus gives his followers yet another tool for this radical change: “my Father gives you the true bread from heaven. For the bread of God is that which comes down from heaven and gives life to the world…I am the bread of life; whoever comes to me will never hunger, and whoever believes in me will never thirst.” He gives us His very self in order that we might put on a new self in Him. 

So whether you are dealing with a child struggling in school, experiencing boredom at work, or lost in the monotony of your daily routine, maybe it’s time for a hard reset. Plan a family outing, go on a retreat, or get some exercise in the fresh air and let God continue the good work in you that He has already begun. 

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Es muy importante tomar descansos de la rutina diaria. Si bien las rutinas son importantes y fomentan la estabilidad, una nueva perspectiva y un cambio de ambiente a menudo estimulan el crecimiento. Consideremos el ejemplo de un niño en un entorno de aprendizaje. En algún momento, es probable que se vuelva desinteresado, apático o aburrido. Es posible que afirme que no le importa, que no le gusta la escuela o que empiece a chillar y quejarse. Pero luego se les pide que vayan a tomar un descanso, tomar agua y lavarse la cara. Mientras tanto, se organiza una lección de geografía con un gran mapa en el suelo y comienzan a jugar un juego en el que brincan a cada país mientras van llamando su nombre. De repente, incluso se ofrecen voluntariamente a nombrar la capital del país y terminan contando a sus padres que hayan tenido un día muy bonito.

¿Qué marcó una diferencia tan grande? Es lo que a algunos les gusta llamar un “reinicio completo”. Así como apagamos una computadora y la reiniciamos cuando comienza a tener problemas, a veces necesitamos reiniciar nuestra situación actual y comenzar de nuevo. San Pablo habla de esto en la segunda lectura de hoy: “Él les ha enseñado a abandonar su antiguo modo de vivir, ese viejo yo, corrompido por deseos de placer. Dejen que el Espíritu renueve su mente y revístanse del nuevo yo, creado a imagen de Dios, en la justicia y en la santidad de la verdad.” Está implorando a los efesios que ya no vivan en vano sino en el camino de Cristo, tal como se les enseñó. Les pide que vivan en la verdad de Jesús.

Parece como si los efesios necesitaran un reinicio completo. La nueva forma de vivir les causaba problemas y necesitaban un recordatorio de cómo hacerlo. Quizás necesitaban salir a caminar, lavarse la cara y asimilar en silencio las palabras de San Pablo. No se les prometió que esta nueva vida sería fácil, y a nosotros tampoco. Sin embargo, se les aseguró que sus mentes y corazones podrían ser renovados por el Espíritu Santo. Jesús les había mostrado cómo vivir en justicia, verdad y santidad, pero esto realmente implicaba revestirse de un “nuevo yo”.

En el Evangelio, Jesús da a sus seguidores una herramienta más para este cambio radical: “es mi Padre quien les da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es aquel que baja del cielo y da la vida al mundo…Yo soy el pan de la vida. El que viene a mí no tendrá hambre y el que cree en mí nunca tendrá sed.” Él nos da su mismo ser para que podamos revestirnos de un nuevo yo en él.

Entonces, ya sea que se trate de un niño que tiene dificultades en la escuela, que se aburre en el trabajo o que se pierde en la monotonía de su rutina diaria, tal vez sea hora de hacer un reinicio completo. Planifica un paseo para la familia, anda de retiro o haz un poco de ejercicio al aire libre y permita que Dios continúe la buena obra que ya comenzó en ti.

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Feature Image Credit: Vladislav Bychkov, unsplash.com/photos/white-and-orange-box-on-white-table-erlJ3_eEZyc


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.