Forgiveness / Perdón

There are many situations and certain days that require me to take a moment to STOP. Seriously and mindfully, just literally stop, take a moment to breathe, open my heart (aka: close my mouth or bite my tongue) and pray. Why? Because when I don’t, I have been known to be inattentive, sarcastic, whiney, or have closed my heart to another person.

The readings today stress that a contrite heart and humble spirit are necessary to forgive our brothers and sisters in each and every instance. The Lord has forgiveness available in abundance for us. The Catechism of the Catholic Church teaches us about the Apostle’s Creed, which “…associates faith in the forgiveness of sins not only with faith in the Holy Spirit, but also with faith in the Church and in the communion of saints. It was when he gave the Holy Spirit to his apostles that the risen Christ conferred on them his own divine power to forgive sins: ‘Receive the Holy Spirit. If you forgive the sins of any, they are forgiven; if you retain the sins of any, they are retained.’”(CCC 976)

If I withhold forgiveness, which has been freely given to me, how can I refuse to forgive others? I say I am Christian, so does choosing not to forgive make me a hypocrite? Yes! I am called to forgive, as today’s Gospel points out, more than seventy seven times. I have to forgive my brothers and sisters from my heart as my gracious and merciful Lord God has done with me.

When I harden my heart because of an old hurt, injustice, or transgression, the beam in my eye, heart and mind holds me back from fully receiving the gracious mercies of Christ Jesus, my Savior. The Catechism states: “There is no one, however wicked and guilty, who may not confidently hope for forgiveness, provided his repentance is honest. Christ who died for all men desires that in his Church the gates of forgiveness should always be open to anyone who turns away from sin.” (CCC# 982)

I am the one who has to let go of my pettiness and pride. I need God’s healing grace in my actions, heart, mind and soul. Lord, grant me the will and courage to get over myself and let you forgive and heal every part of me through your infinite mercies. Amen.

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Hay muchas situaciones y ciertos días que requieren que me tome un momento para PARAR. En serio y atentamente, simplemente me detengo literalmente, tomo un momento para respirar, abro mi corazón (también conocido como: cerrar la boca o morderme la lengua) y rezo. ¿Por qué? Porque cuando no lo hago, suelo ser distraída, sarcástica, quejosa o que le he cerrado el corazón a otra persona.

Las lecturas de hoy enfatizan que un corazón contrito y un espíritu humilde son necesarios para perdonar a nuestros hermanos en todos y cada uno de los casos. El Señor tiene perdón disponible en abundancia para nosotros. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña sobre el Credo de los Apóstoles, que “…vincula la fe en el perdón de los pecados a la fe en el Espíritu Santo, pero también a la fe en la Iglesia y en la comunión de los santos. Al dar el Espíritu Santo a su Apóstoles, Cristo resucitado les confirió su propio poder divino de perdonar los pecados: “Recibid el Espíritu Santo. A quienes perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.’” (CIC 976)

Si retengo el perdón que me ha sido otorgado gratuitamente, ¿cómo puedo negarme a perdonar a los demás? Si digo que soy cristiana, ¿elegir no perdonar me convierte en una hipócrita? ¡Sí! Estoy llamada a perdonar, como señala el Evangelio de hoy, más de setenta y siete veces. Tengo que perdonar a mis hermanos de corazón, como mi bondadoso y misericordioso Señor Dios ha hecho conmigo.

Cuando endurezco mi corazón debido a una vieja herida, injusticia o transgresión, la viga en mis ojos, corazón y mente me impide recibir plenamente las generosas misericordias de Cristo Jesús, mi Salvador. El Catecismo afirma: “‘No hay nadie, tan perverso y tan culpable que, si verdaderamente está arrepentido de sus pecados, no pueda contar con la esperanza cierta de perdón’ Cristo, que ha muerto por todos los hombres, quiere que, en su Iglesia, estén siempre abiertas las puertas del perdón a cualquiera que vuelva del pecado.” (CCC# 982)

Soy yo quien tiene que dejar de lado mi mezquindad y mi orgullo. Necesito la gracia sanadora de Dios en mis acciones, corazón, mente y alma. Señor, concédeme la voluntad y el valor para superarme y dejarte perdonar y sanar cada parte de mí a través de tus infinitas misericordias. Amén.

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Beth Price is part of the customer care team at Diocesan. She is a Secular Franciscan (OFS) and a practicing spiritual director. Beth shares smiles, prayers, laughter, a listening ear and her heart with all of creation. Reach her here bprice@diocesan.com.

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Welcoming the Outsider / Dar la Bienvenida al Forastero

Each one of us has probably passed judgment on others in one way or another. When we all gather our judgments together, we create a culture where some people are in and others are out. 

The foreigner mentioned in today’s Gospel, Naaman the Syrian, was outside the group of God’s chosen people both religiously and culturally. The widow at Zarephath in Sidon is another example of someone who belonged to one of the groups on the peripheries who also had no place among the law-abiding and religiously devout Israelites of the day. In fact the Gospel can be read as a deep reflection on the human tendency to classify the people who we will allow to be part of our group and those we will not.

Jesus makes it clear that he is attracted to the “outsider.” He delights to show mercy. His love seeks out the ones who need and desire his tenderness, because they are so poor that they have nothing other than the God who loves them.

Recently, I was praying in a downtown chapel before I walked into the court house where I had been impaneled on a Grand Jury. I had been growing increasingly uncomfortable at the experience of being read the law and shown the evidence that others had broken the law. It was unsettling that they were not law-abiding citizens, and in fact, in some cases, had caused grievous harm to someone else. Where was God in their lives? I asked myself. Where was grace? I unconsciously began to view myself as “separate” from the people whose cases I heard. I belonged, they did not. 

Jesus has helped me to understand that again and again in the Gospel he proclaims himself as the God of the outcast, the left behind, the marginalized, the lost, the blind, the lame, the thief on the cross dying at his side, the sinner at the table beside him. I prayed that I would never lose sight of the fact that in truth I am one of these poor ones, a sinner so in need of Jesus’ mercy, and who, without his gratuitous gift, would be lost. 

Jesus’ neighbors in Nazareth used their favor to foster division among the people and to keep others out. May we use the gift of our faith and our relationship with Jesus to invite others in, so that we may all be welcome to gather around Jesus as one body.

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Probablemente cada uno de nosotros haya juzgado a los demás de una forma u otra. Cuando todos reunimos nuestros juicios, creamos una cultura en la que algunas personas están dentro y otras fuera.

El forastero mencionado en el Evangelio de hoy, Naamán el Sirio, estaba fuera del grupo del pueblo elegido de Dios, tanto religiosa como culturalmente. La viuda de Sarepta en Sidón es otro ejemplo de alguien que pertenecía a uno de los grupos de las periferias que tampoco tenía lugar entre los israelitas respetuosos de la ley y religiosamente devotos de la época. De hecho, el Evangelio puede leerse como una profunda reflexión sobre la tendencia humana a clasificar a las personas a las que dejaremos formar parte de nuestro grupo y a las que no.

Jesús deja claro que se siente atraído por el “forastero”. Se deleita en mostrar misericordia. Su amor busca a quienes necesitan y desean su ternura, porque son tan pobres que no tienen nada más que al Dios que los ama.

Recientemente, estaba orando en una capilla del centro de la ciudad antes de entrar al tribunal donde me habían designado para un gran jurado. Me sentía cada vez más incómoda ante la experiencia de que me leyeran la ley y me mostraran pruebas de que otros habían infringido la ley. Era inquietante que no fueran ciudadanos respetuosos de la ley y, de hecho, en algunos casos, hubieran causado un daño grave a otra persona. ¿Dónde estaba Dios en sus vidas? Me pregunté a mí misma. ¿Dónde estaba la gracia? Inconscientemente comencé a verme como “separada” de las personas cuyos casos escuchaba. Yo pertenecía, y ellos no.

Jesús me ha ayudado a comprender que una y otra vez en el Evangelio se proclama como el Dios de los rechazados, de los abandonados, de los marginados, de los perdidos, de los ciegos, de los cojos, del ladrón en la cruz que muere a su lado, del pecador en la mesa a su lado. Recé para nunca perder de vista que en verdad soy uno de estos pobres, una pecadora tan necesitada de la misericordia de Jesús y que, sin su don gratuito, estaría perdida.

Los vecinos de Jesús en Nazaret usaron su favor para fomentar la división entre la gente y mantener a otros fuera. Que podamos usar el don de la fe y nuestra relación con Jesús para invitar a otros a entrar, para que todos seamos bienvenidos a reunirnos alrededor de Jesús como un solo cuerpo.

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
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He Understands Us Well / Dios Nos Entiende Bien

Jesus came to save. From what? From sin, yes. From death, yes. But he goes to the very root cause of those things in every word and action of his life – and the root is hypocrisy and egoism, which is pride. In order to restore and defend man’s authentic relationship with God, Jesus must cleanse us from everything that gets in the way of that relationship, particularly whatever detracts from authentic faith and sincere worship. He came to save us from ourselves and our own contradictions.

The Temple officials directed their fellow Jews in the proper rituals, but had allowed the provision for that worship to gradually become adulterated with unholy practices. So when Jesus sees how the Temple has become a place of buying and selling, greed and worldly ambition (the businesses that provided proper sacrifices and the currency exchange making a lot of money for themselves), he cannot bear the hypocrisy that is detracting from true worship and sacrifice.

In his righteous anger, Jesus demonstrates uncharacteristic outrage. The very few times in the Gospel that we see Christ angry, it is to condemn hypocrisy. Hypocrites are holding themselves outside of the Kingdom, even as they claim to be at the pinnacle of it. We are all prone to this, due to the effects of Original Sin; by thinking of ourselves as exemplary citizens of God’s Kingdom, we are subtly seeking to be rulers of our own kingdom.

We are created to be Temples of the Lord’s Presence, but too often we allow lesser things to gradually occupy us and obscure the One Thing That Matters. Even if we are doing all the proper things on the outside, our hearts can become distracted and filled with lesser things.

Jesus understands us well. He knows the needs and desires and contradictions of our hearts and the many ways we fall as we try to walk in His ways. While our failures may surprise us, they do not surprise him. While we may forget we need to be saved and cannot save ourselves, he is ever our strong Savior, redeeming and refreshing and reminding us that we need to get up and look anew in the right direction.

And he delights to come to our aid! Lent is a time when we repent and ask the Lord to dust us off and clean our glasses so that we can see aright who we are and who He calls us to be, and adjust our course. We do not need to be perfect before we place all our confidence in Him – it is in placing all our confidence in Him that we grow in the way of perfection. He allows us to see our need so that we can entrust ourselves completely to His Heart, aching and beating and burning and pouring Itself out completely for love of us. This Lent, we can open ourselves anew to His Presence within us and entrust all our needs to Him.

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Jesús vino a salvarnos. ¿De qué? Del pecado, sí. De la muerte, sí. Pero va a la mera raíz de esas cosas en cada palabra y acción de su vida – y la raíz es la hipocresía y el egoísmo, que es el orgullo. Para restaurar y defender la auténtica relación del hombre con Dios, Jesús debe limpiarnos de todo lo que se interpone en esa relación, particularmente de lo que resta valor a la fe auténtica y al culto sincero. Vino a salvarnos de nosotros mismos y de nuestras propias contradicciones.

Los funcionarios del templo dirigieron a sus compañeros judíos en los rituales apropiados, pero habían permitido que la disposición para ese culto se fuera adulterando gradualmente con prácticas impías. Por eso, cuando Jesús ve cómo el Templo se ha convertido en un lugar de compra y venta, de avaricia y ambición mundana (los negocios que proporcionaban sacrificios adecuados y el cambio de moneda les hacía ganar mucho dinero para sí mismos), no puede soportar la hipocresía que le resta valor al verdadero culto y sacrificio.

En su justa ira, Jesús demuestra una indignación inusual. Las poquísimas veces en el Evangelio que vemos a Cristo enojado es para condenar la hipocresía. Los hipócritas se mantienen fuera del Reino, incluso cuando afirman estar en la cima del mismo. Todos somos propensos a esto, debido a los efectos del Pecado Original; al considerarnos ciudadanos ejemplares del Reino de Dios, sutilmente buscamos ser gobernantes de nuestro propio reino.

Fuimos creados para ser Templos de la Presencia del Señor, pero con demasiada frecuencia permitimos que cosas menores nos ocupen gradualmente y oscurezcan lo Único que Importa. Incluso si estamos haciendo todas las cosas correctas en el exterior, nuestros corazones pueden distraerse y llenarse de cosas menores.

Jesús nos comprende bien. Conoce las necesidades, los deseos y las contradicciones de nuestro corazón y las muchas maneras en que caemos al tratar de caminar en Sus caminos. Si bien nuestros fracasos pueden sorprendernos, no lo sorprenden a Él. Si bien a veces nos olvidamos que necesitamos ser salvados y que no podemos salvarnos a nosotros mismos, Él es siempre nuestro Salvador fuerte, redimiendo, refrescando y recordándonos que debemos levantarnos y mirar de nuevo en la dirección correcta.

¡Y le encanta venir a nuestro auxilio! La Cuaresma es una temporada en la que nos arrepentimos y le pedimos al Señor que nos quite el polvo y limpie nuestros vasos para que podamos ver correctamente quiénes somos y quién nos llama a ser, y ajustar nuestro rumbo. No tenemos que ser perfectos antes de poner toda la confianza en Él; es al poner toda la confianza en Él que crecemos en el camino de la perfección. Él nos permite ver nuestra necesidad para que podamos confiarnos completamente a Su Corazón, que duele, late, arde y se derrama completamente por amor a nosotros. Esta Cuaresma podemos abrirnos de nuevo a Su Presencia dentro de nosotros y confiarle todas nuestras necesidades.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Martha Martinez, https://cathopic.com/photo/2106-lamb-of-god

Christ’s Universal Love / El Amor Universal de Cristo

Several months ago, I had the privilege of serving as Extraordinary Minister of Holy Communion for the first time at a Sunday Mass. Although I had jumped in a time or two to help out during daily Mass, this still felt like a “first” for me. I was a little nervous about leaving my little ones in the pew, since my husband often has to go to the back with our toddler, but I knew my 10 year old could handle it. I had been asked personally to step up, since there was a need for volunteers and I felt called to serve. 

As the faithful came up to receive the Body of Christ, one by one, I was touched by their prayerful demeanor and devout reverence. But even more than that, I was drawn to their hands. As each communicant extended them toward me to receive Our Lord, I noticed how distinct each set of hands was. Some were wrinkled and twisted from age and arthritis. Some were dirty and rough from toil and labor. They were all different shapes, colors, sizes and textures, yet they all shared one thing in common. They held the Savior of the world. 

It was so beautiful to realize once again that God invites each and every one of us to His table. No matter what we look like, or how old we are, or where we come from, we are all invited. We are all called. We are all welcome. 

What a great reminder to all of us during this season of Lent, since, as Catholics, we are called to be universal in our love and hospitality, even to the point of loving our enemies. 

In today’s Gospel, we hear the Parable of the Prodigal Son. Jesus told it in response to the scribes and Pharisees who were complaining saying, “This man welcomes sinners and eats with them.” They were not universal in their love and hospitality. In fact they were rather picky. And we can be too. It is easy to be kind to our friends and family that we get along with, but what about those parishioners or family members who try our patience? Would they be able to say that they feel loved by us? Not likely. 

This Lent, I invite you to add one more resolution to your fasting and prayer. Consider a few ways that you could show Christian hospitality to someone you have never shown love to before. Then, choose one and do it. This is just one small way we can follow Christ’s example of eating with sinners and welcoming back the prodigals.

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Hace varios meses, tuve el privilegio de servir como Ministro Extraordinario de la Sagrada Comunión por primera vez en una Misa dominical. Aunque había intervenido una o dos veces para ayudar durante la Misa diaria, esto todavía se sentía como una “primera vez” para mí. Estaba un poco nerviosa por dejar a mis hijos en el banco, ya que mi esposo a menudo tiene que ir atrás con la pequeña, pero sabía que mi hijo de 10 años podía cuidarlos. Me habían pedido personalmente que ayudara, ya que se necesitaban voluntarios y me sentí llamada a servir.

Cuando los fieles se acercaron para recibir el Cuerpo de Cristo, uno por uno, me conmovió su conducta de oración y su devota reverencia. Pero aún más que eso, me sentí atraído por sus manos. Mientras cada comulgante me las extendió para recibir a Nuestro Señor, noté cuán distinta era cada par de manos. Algunos estaban arrugados y retorcidos por la edad y la artritis. Algunos estaban sucios y ásperos por el trabajo duro. Todos tenían diferentes formas, colores, tamaños y texturas, pero todos compartían una cosa en común. Llevaban al Salvador del mundo.

Fue tan hermoso darme cuenta una vez más que Dios nos invita a todos y cada uno de nosotros a Su mesa. No importa cómo nos veamos, ni nuestra edad, ni de dónde venimos; todos estamos invitados. Todos estamos llamados. Todos somos bienvenidos.

Qué gran recordatorio para todos nosotros durante esta temporada de Cuaresma, ya que, como católicos, estamos llamados a ser universales en nuestro amor y hospitalidad, incluso hasta el punto de amar a nuestros enemigos.

En el Evangelio de hoy escuchamos la parábola del hijo pródigo. Jesús lo contó en respuesta a los escribas y fariseos que se quejaban diciendo: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”. No fueron universales en su amor y hospitalidad. De hecho, eran bastante particulares. Y nosotros también podemos serlo. Es fácil ser amable con nuestros amigos y familiares con los que nos llevamos bien, pero ¿qué pasa con aquellos feligreses o familiares que ponen a prueba nuestra paciencia? ¿Podrían decir que se sienten amados por nosotros? No es muy probable.

Esta Cuaresma, te invito a agregar una resolución más al ayuno y la oración. Considera algunas formas en las que podrías mostrar hospitalidad cristiana a alguien a quien nunca antes le has mostrado amor. Luego, elige una cosa y hazlo. Esta es sólo una pequeña manera en que podemos seguir el ejemplo de Cristo de comer con los pecadores y dar la bienvenida a los pródigos.

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Feature Image Credit: Clay Banks, https://unsplash.com/photos/blue-and-white-brick-wall-YrYSlTuBvBA


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Rejected but Redeemed / Rechazado Pero Redimido

Both the story of Joseph and the parable of the vineyard tell us that God prepares our good works ahead of time and that no matter what happens, our experiences are not wasted. Unless we choose to waste them.

At the end of Joseph’s story in Genesis, he tells his brothers, “you meant evil against me, but God meant it for good, (Genesis 50:20). All of Joseph’s experiences prepared him to become a man who was honored and respected by many while following God. His life and belief in the mercy of God gave him the grace to forgive, as he had been forgiven and treated mercifully. That is what God asks us to do in our own life. Recall the mercies he has poured out on you, the times you wanted to give up but, with his grace, kept moving forward, trusting, and holding onto faith.  Like Joseph’s story, others may reject us, but God never will. 

In the Gospel, we read how the wicked tenants do not uphold their responsibilities and, in anger, repeatedly hurt and kill the vineyard owner’s servants. When I read that, guilt rises up in me as I question how often I have done the same, not paid attention to God, and turned from him instead of listening and amending my life. 

I have rejected Truth. In his mercy, when I go back to God, he forgives me. This season of Lent is a time set apart to turn back fully to God to ask for forgiveness and mercy for all that we have done wrong. It is also a good time to forgive others like Joseph forgave his brothers. 

Look at a crucifix and pray, giving thanks that you are redeemed by the Son of the Father. You are redeemed both from and for love. And as Jesus says, the Kingdom of God will be given to people who will produce its fruit. Redemption needs a response. A response from the soul that begins with gratitude. In thanksgiving for our redemption, our response is to share this Good News with others. That is how we bear fruit for the Kingdom. 

Let us not reject what God wants to teach us or where he leads us. Pray to reject the false truths of the world. Pray to allow the grace of our redemption to breathe life into our souls and compel us to witness that redemption to the world.

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Tanto la historia de José como la parábola de la viña nos dicen que Dios prepara nuestras buenas obras con anticipación y que pase lo que pase, nuestras experiencias no son en vano. A menos que decidamos desperdiciarlos.

Al final de la historia de José en Génesis, él les dice a sus hermanos: “Ustedes pensaron hacerme mal, pero Dios cambió ese mal en bien” (Génesis 50,20). Todas las experiencias de José lo prepararon para convertirse en un hombre honrado y respetado por muchos mientras seguía a Dios. Su vida y su creencia en la misericordia de Dios le dieron la gracia de perdonar, tal como había sido perdonado y tratado con misericordia. Eso es lo que Dios nos pide que hagamos en nuestra propia vida. Recuerda las misericordias que ha derramado sobre ti, las veces que quisiste rendirte pero, con su gracia, seguiste adelante, confiando y aferrándote a la fe. Como en la historia de José, otros pueden rechazarnos, pero Dios nunca lo hará.

En el Evangelio leemos cómo los malvados labradores no cumplen con sus responsabilidades y, enojados, hieren y matan repetidamente a los sirvientes del dueño de la viña. Cuando leo eso, la culpa surge en mí al preguntarme con qué frecuencia he hecho lo mismo, no he prestado atención a Dios y me he alejado de él en lugar de escuchar y enmendar mi vida.

He rechazado la Verdad. En su misericordia, cuando vuelvo a Dios, él me perdona. Esta temporada de Cuaresma es un tiempo apartado para volvernos plenamente a Dios y pedirle perdón y misericordia por todo lo que hemos hecho mal. También es un buen momento para perdonar a los demás como José perdonó a sus hermanos.

Mira a un crucifijo y reza, dando gracias porque eres redimido por el Hijo del Padre. Eres redimido tanto por amor como para el amor. Y como dice Jesús, el Reino de Dios será dado a las personas que producen su fruto. La redención necesita una respuesta. Una respuesta del alma que comienza con el agradecimiento. En acción de gracias por nuestra redención, nuestra respuesta es compartir esta Buena Nueva con otros. Así damos frutos para el Reino.

No rechacemos lo que Dios quiere enseñarnos o hacia dónde nos lleva. Reza para rechazar las falsas verdades del mundo. Reza para permitir que la gracia de la redención infunda vida en nuestras almas y nos obligue a ser testigos de esa redención ante el mundo.

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Deanna G. Bartalini, M.Ed.; M.P.A., is a certified spiritual director, writer, speaker and content creator. The LiveNotLukewarm.com online community is a place to inform, engage and inspire your Catholic faith. Her weekly Not Lukewarm Podcast gives you tips and tools to live out your faith in your daily life.

Feature Image Credit: James Coleman, unsplash.com/photos/close-up-photography-of-crucifix-LdZJH6SxFV0

God’s Lavish Ways / Las Maneras Abundantes de Dios

When God does things, he does them lavishly. The book of Genesis opens with the stunning array of all creation being poured forth from God’s hands in his limitless love. And here, in the familiar story of the rich man and Lazarus, we see two accounts of lavish living. The rich man clothed himself in fine linen and dined sumptuously, extravagantly, lavishly. 

On the other hand, we see Lazarus taken up to the bosom of Abraham, which means sitting in a place of honor at a banquet. One of my favorite illustrations of God’s lavish feast-giving is penned by the prophet Isaiah: 

“On this mountain the LORD of hosts will provide for all peoples A feast of rich food and choice wines, juicy, rich food and pure, choice wines. He will destroy death forever. The Lord GOD will wipe away the tears from all faces; The reproach of his people he will remove from the whole earth; for the LORD has spoken.” (Is. 25:6, 8).

These words often bring tears to my eyes. There are so many who are suffering under burdens that weigh them down, crushing burdens mostly not of their own making. They are afraid to lift their eyes to this feast of rich food that “the Lord of hosts will provide for all peoples.” 

God is telling you, however, “I want you at this banquet. Don’t make banquets of your own. Don’t hoard riches on this earth for yourself. Don’t give up hope when you are not wealthy. Trust entirely in my lavish love for you.”

The riches of God’s grace are not able to be measured, and they will be lavished on us for all eternity. In fact, it will take eternal ages for God to show us the riches of his grace through the kindness shown to us in Christ Jesu, his Son. 

There in the “bosom of Abraham,” like Lazarus, our tears will be wiped away, we will finally rest in the security of God’s provision and loving protection. We will be home in our God who can never be outdone in his lavish kindness.

Let us lift our eyes from our own wealth, however great or small it may be, and rest our gaze on the riches of God given to us even now in Christ Jesus: to live in communion with God through the sacraments in ever closer intimacy and unending joy.

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Cuando Dios hace las cosas, las hace abundantemente. El libro de Génesis comienza con la asombrosa variedad de toda la creación derramada de las manos de Dios en su amor ilimitado. Y aquí, en la conocida historia del hombre rico y Lázaro, vemos dos relatos de una vida lujosa. El hombre rico se vistió de lino fino y cenó suntuosamente, extravagante y profusamente.

Por otro lado, vemos a Lázaro llevado al seno de Abraham, lo que significa sentarse en un lugar de honor en un banquete. Una de mis ilustraciones favoritas del banquete espléndido de Dios está escrita por el profeta Isaías:

“En el monte Sión, el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones un banquete con ricos manjares y vinos añejos,con deliciosas comidas y los más puros vinos. El Señor destruirá para siempre la muerte, secará las lágrimas de los ojos de todos y hará desaparecer en toda la tierra la deshonra de su pueblo. El Señor lo ha dicho.” (Isaías 25, 6 y 8).

Estas palabras a menudo me hacen llorar. Hay muchos que están sufriendo bajo cargas que los agobian, cargas aplastantes que en su mayoría no han sido creadas por ellos mismos. Tienen miedo de levantar los ojos hacia este banquete de comida rica que “el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones”.

Sin embargo, Dios te está diciendo: “Quiero que vengas a este banquete. No hagas tus propios banquetes. No acumules riquezas en esta tierra para ti mismo. No pierdas la esperanza cuando no seas rico. Confía enteramente en mi abundante amor por ti”.

Las riquezas de la gracia de Dios no se pueden medir y nos serán prodigadas por toda la eternidad. De hecho, pasarán edades eternas para que Dios nos muestre las riquezas de su gracia a través de la bondad que nos muestra en Cristo Jesús, su Hijo.

Allí, en el “seno de Abraham”, como Lázaro, nuestras lágrimas serán secadas y finalmente descansaremos en la seguridad de la provisión y la protección amorosa de Dios. Estaremos en casa con nuestro Dios, quien nunca podrá ser superado en su abundante bondad.

Levantemos la vista de nuestra propia riqueza, por grande o pequeña que sea, y posemos la mirada en las riquezas de Dios que nos han sido dadas ahora en Cristo Jesús: vivir en comunión con Dios a través de los sacramentos en una intimidad cada vez más cercana y una alegría interminable.

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
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Feature Image Credit: Giani Pralea, pixabay.com/photos/mountains-birds-silhouette-sunset-100367/

Uncomfortable Being Uncomfortable / Incómodos con la Incomodidad

Today my oldest brother turns 52 years old. Sometimes it blows my mind. It seems like just yesterday we were all growing up together in a big white house in West Michigan, playing outside all day every day during the summer and attending Catholic school each day during the rest of the year. We each had our own personalities and interests and our creativity flourished through hours spent in the sandbox with our neighbors, afternoons playing kickball on the side street and rainy days dressing up in costumes on the porch. 

A couple times we even attempted a sleepover on that porch, or in our neighbor’s playhouse. But usually, before too long, we trampled sleepily back inside, frightened by some bug or scary noise in the dark, or because we were too hot or too cold or not comfy enough without our beds. We were unaccustomed to being uncomfortable.  

For the most part, we are all uncomfortable with being uncomfortable. Even in Jesus’ time when there were much fewer commodities, you can imagine the disciples’ surprise when He tells them: “We are going up to Jerusalem, and the Son of Man will be handed over to the chief priests and the scribes, and they will condemn him to death, and hand him over to the Gentiles to be mocked and scourged and crucified.”

What in the world was He talking about?! If He knew that this was going to happen to Him, then why, in heaven’s name, would he go to Jerusalem at all? He was going to walk willingly into humiliation, torture and death? That didn’t make any sense at all! 

Jesus knew that what he was about to do would be extremely uncomfortable and even unbearable. He knew what He was getting into and He did it anyway. All out of His overwhelming and extravagant love for you and for me. 

So whether you are turning 52, 22 or 92 or somewhere in between this year, remember God’s immense love for you amid all your discomforts. Remember that He knows you and He knows each and every thing you’re going through. Remember that “the Son of Man did not come to be served but to serve and to give his life as a ransom for many”.

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Hoy mi hermano mayor cumple 52 años. A veces me deja boquiabierta. Parece que fue ayer cuando todos crecimos juntos en una casa blanca grande en el oeste de Michigan, jugábamos afuera todo el día, todos los días durante el verano y asistíamos a la escuela católica todos los días durante el resto del año. Cada uno de nosotros tenía nuestras propias personalidades e intereses y nuestra creatividad floreció a través de horas pasadas en el arenero con nuestros vecinos, tardes jugando kickball en la calle lateral y días lluviosos disfrazándonos en el porche.

Un par de veces incluso intentamos quedarnos a dormir en ese porche o en la casa de juegos de nuestro vecino. Pero por lo general, al poco tiempo, volvíamos a entrar la casa todos cansados, asustados por algún insecto o un ruido aterrador en la oscuridad, o porque teníamos demasiado calor o demasiado frío o no estábamos lo suficientemente cómodos sin nuestras camas. No estábamos acostumbrados a sentirnos incómodos.

Creo que a la mayoría de nosotros, nos sentimos incómodos estando incómodos. Incluso en los tiempos de Jesús, cuando había muchas menos comodidades, se puede imaginar la sorpresa de los discípulos cuando les dice: “Ya vamos camino de Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen”.

¡¿De qué estaba hablando?! Si sabía que esto le iba a suceder, entonces ¿por qué, cielos, iría a Jerusalén? ¿Iba a caminar voluntariamente hacia la humillación, la tortura y la muerte? ¡Eso no tenía ningún sentido!

Jesús sabía que lo que estaba a punto de hacer sería extremadamente incómodo e incluso insoportable. Sabía en lo que se estaba metiendo y lo hizo de todos modos. Todo por Su amor abrumador y extravagante por ti y por mí.

Entonces, ya sea que cumplas 52, 22 o 92 años o algo entremedio este año, recuerda el inmenso amor de Dios por ti en medio de todas tus incomodidades. Recuerda que Él te conoce y sabe todas y cada una de las cosas por las que estás pasando. Recordad que “el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Phylacteries and Tassels / Filacterias y Franjas

To a 21st Century individual, the word “phylactery” isn’t commonplace. Tassels are more widely recognized, but usually as the fringe of a scarf or rug. What do these things have to do with the Pharisees, and what do they mean for us today?

Briefly, phylacteries are small leather boxes which continue to be worn by Conservative and Orthodox Jews, generally during morning prayers. In Jesus’ day, phylacteries were likely worn by the Pharisees throughout the day and only removed for sleeping or other special circumstances as detailed in the Law. There are two phylacteries, one worn on the forehead and the other on the non-dominant arm. Inside the boxes are written four Scripture verses from the Books of Exodus and Deuteronomy. Phylacteries literally bind the Word of God to a person’s head and arm, signifying how Scripture should fill our minds and guide our hands. While the length of the straps, the type of leather, coloring, and even the knots used to attach the phylacteries are all specifically laid out, there are only minimal guidelines for the size of the boxes. 

The tassels served a similar purpose. Each corner of a person’s garment was supposed to have a tassel attached to it, reminding a person that God surrounds them and they were to uphold His commandments. As the tassels brushed against a person’s legs while walking, they served as a constant reminder that they were a people set apart. Interestingly, just as there was no guideline for the dimensions of the phylacteries, no tassel length was prescribed.

What does all of this have to do with our Gospel? Jesus is challenging both the Pharisees and us to consider our behavior and our choices. The Pharisees were increasing the size of their phylacteries, drawing attention to themselves in a, “Look how holy I am,” sort of way. Lengthening their tassels had a similar effect. While Jesus’ audience would have immediately grasped at the nuances of His criticism, it might be harder for today’s readers. Consider some ideas that we could substitute for phylacteries and tassels: 

– A person can afford a large, diamond encrusted cross necklace, or they can purchase a simpler one and donate the difference.

– Someone can bring up in every conversation the fact that they go to daily Mass, or they can pray a rosary every day in private.

– During Lent, a friend can continue to remind others of what they are fasting from and how challenging it is, or they can fast from judging others.

Jesus is deeply interested in how we spend our time and our money. He is deeply interested in the way we talk about our faith and the way we live out our faith day in day out. 

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Para una persona del siglo XXI, la palabra “filacteria” no es muy común. Las franjas son más conocidas, pero generalmente como flecos de una bufanda o una alfombra. ¿Qué tienen que ver estas cosas con los fariseos y qué significan para nosotros hoy?

Brevemente, las filacterias son pequeñas cajas de cuero que los judíos conservadores y ortodoxos siguen utilizando, generalmente durante las oraciones de la mañana. En los días de Jesús, los fariseos probablemente usaban filacterias durante todo el día y solo se las quitaban para dormir u otras circunstancias especiales, como se detalla en la Ley. Hay dos filacterias, una que se lleva en la frente y la otra en el brazo no dominante. Dentro de las cajas están escritos cuatro versículos de las Escrituras de los libros del Éxodo y Deuteronomio. Las filacterias literalmente atan la Palabra de Dios a la cabeza y al brazo de una persona, indicando que las Escrituras deben llenar la mente y guiar las manos. Si bien la longitud de las correas, el tipo de cuero, el color e incluso los nudos utilizados para sujetar las filacterias están establecidos específicamente, sólo existen pautas mínimas para el tamaño de las cajas.

Las franjas tenían un propósito semejante. Se suponía que cada esquina de la prenda de una persona tenía una franja adherida, recordándole que Dios la rodeaba y que debía guardar sus mandamientos. Cuando las franjas rozaban las piernas de una persona mientras caminaba, servían como un recordatorio constante de que eran un pueblo apartado. Curiosamente, así como no había una guía para las dimensiones de las filacterias, tampoco se prescribía la longitud de las franjas.

¿Qué tiene que ver todo esto con el Evangelio de hoy? Jesús está desafiando tanto a los fariseos como a nosotros a considerar nuestro comportamiento y nuestras decisiones. Los fariseos estaban aumentando el tamaño de sus filacterias, llamando la atención sobre sí mismos en una especie de “mira qué santo soy”. Alargar sus franjas tuvo un efecto semejante. Si bien la audiencia de Jesús habría captado inmediatamente los matices de su crítica, podría resultar más difícil para los lectores de hoy. Consideremos algunas ideas que podríamos sustituir por filacterias y franjas:

– Una persona puede permitirse un collar de cruz grande con incrustaciones de diamantes o puede comprar uno más sencillo y donar la diferencia.

– Alguien puede enfatizar en cada conversación el hecho de que va a Misa diaria, o puede rezar un rosario todos los días en privado.

– Durante la Cuaresma, un amigo puede seguir recordándoles a los demás de qué están ayunando y lo difícil que es, o pueden dejar de juzgar a los demás.

Jesús está profundamente interesado en cómo gastamos el tiempo y el dinero. Está profundamente interesado en la forma en que hablamos de nuestra fe y en la forma en que vivimos nuestra fe día tras día.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

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Undeserved Mercy / La Misericordia Inmerecida

During Lent, we have many occasions to express contrition, sorrow for our sins. Alongside this contrition are frequent reminders of the great mercy of God.

In our first reading, Daniel goes through a litany of offenses when he asks for the mercy of God: the people have sinned, been wicked, done evil, rebelled and departed from the commandments and laws, and have disobeyed the prophets sent in God’s name. The Psalmist speaks of a people who are “brought very low” and “doomed to death.” These expressions are dramatic, but we can sometimes forget in the midst of the many expressions of penance in Lent that they are also accurate.

Sin is truly a horrible thing, and it is a great offense. Sin is a turning away from God, who is all good and deserving of all of our love. It is also a turning away from our very nature, since God has made us to be completely happy with Him in eternity. We know through the natural law written in our hearts that good is to be done and evil is to be avoided as the most basic principle of the moral life. Sin reverses this principle and launches us toward the opposite of God, complete nothingness.

Because sin is fundamentally opposed to God’s justice, it is fundamentally opposed to our very selves, since our final goal is to rest in the glorious presence of God, who made us for Himself. In sinning, we declare a desire to destroy ourselves.

We know that not all sin is grave sin, and that sin can be forgiven, but it is important to keep in mind the nature of sin itself, as a flight away from God and toward nothingness. This helps us to understand God’s design in allowing some to go to hell by their own free choice. It also helps us understand His great mercy even in giving those same people so much time to repent, let alone allowing the others to live with Him in perfect happiness eternally.

Ultimately, this perspective reminds us that God’s mercy is truly extraordinary. God does not have to forgive a single sin, let alone create a people capable of experiencing a share in His own divine life. But He chooses to forgive again and again, and He enables us to participate in this same extraordinary, undeserved mercy, which He calls us to in Luke’s Gospel today.

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Durante la Cuaresma tenemos muchas ocasiones para expresar la contrición y el dolor por nuestros pecados. Junto a esta contrición hay frecuentes recordatorios de la gran misericordia de Dios.

En la primera lectura de hoy, Daniel recorre una letanía de ofensas cuando pide la misericordia de Dios: el pueblo ha pecado, ha sido malvado, ha hecho el mal, se ha rebelado y se ha apartado de los mandamientos y las leyes, y ha desobedecido a los profetas enviados en nombre de Dios. El salmista habla de un pueblo que está “totalmente abatido” y “condenado a muerte”. Estas expresiones son dramáticas, pero a veces podemos olvidar, en medio de las muchas expresiones de penitencia en la Cuaresma, que también son precisas.

El pecado es verdaderamente horrible y una gran ofensa. El pecado es alejarse de Dios, quien es todo bien y merecedor de todo nuestro amor. También es un alejamiento de nuestra propia naturaleza, ya que Dios nos ha hecho para que seamos completamente felices con Él en la eternidad. Sabemos a través de la ley natural escrita en nuestro corazón que se debe hacer el bien y evitar el mal como principio más básico de la vida moral. El pecado invierte este principio y nos lanza hacia lo opuesto a Dios, la nada completa.

Debido a que el pecado se opone fundamentalmente a la justicia de Dios, se opone fundamentalmente a nosotros mismos, ya que nuestra meta final es descansar en la gloriosa presencia de Dios, quien nos hizo para sí mismo. Al pecar, declaramos el deseo de destruirnos a nosotros mismos.

Sabemos que no todo pecado es grave, y que el pecado puede ser perdonado, pero es importante tener presente la naturaleza del pecado mismo, como una huida de Dios y hacia la nada. Esto nos ayuda a comprender el diseño de Dios al permitir que algunos vayan al infierno por su propia y libre albedrío. También nos ayuda a comprender Su gran misericordia incluso al darles a esas mismas personas tanto tiempo para arrepentirse, y mucho menos permitir que los demás vivan con Él en perfecta felicidad eternamente.

En última instancia, esta perspectiva nos recuerda que la misericordia de Dios es verdaderamente extraordinaria. Dios no tiene que perdonar un solo pecado, y mucho menos crear un pueblo capaz de experimentar una participación en su propia vida divina. Pero Él elige perdonarnos una y otra vez, y nos permite participar de esta misma misericordia extraordinaria e inmerecida, a la que nos llama hoy en el Evangelio de Lucas.

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David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Gaby Arevalo, cathopic.com/photo/5728-divine-mercy

Mountaintop Experiences / Experiencias en la Cima del Monte

A popular church hymn declares, “Glory and Praise to Our God, who alone gives light to our days. Many are the blessings He bears to those who trust in His ways”. We can see the glory of God reflected in His many creations. 

Have you ever seen the opening scene of the beloved classic, The Sound of Music? As a child I would always rush through it. There were no lines, just the sounds of birds and wind along panoramic views of the Swiss Alps. Why would anyone want to waste time looking at the greenery and high-pointed rocks, I would wonder to myself. Yet it is in the grand landscape of the mountains that God often manifests himself. 

Whether it was where Elijah heard the quiet voice of God in a whisper, or where Moses spent forty days encompassed by loud thundering as he received God’s covenant, mountains and other high places have often been special spots where we can come closer to God. Perhaps in all the Bible no one comes physically closer to observing God’s glory than on Mount Tabor where Peter, James and John encounter the transfiguration of Christ. Here in a truly physical sense do the opening words of John’s Gospel speak, “And the light shone in the darkness, and the darkness shall not overcome it.” 

This could not provide a more adequate visual for our human senses. He remained human and yet is, was and forever will be, divine. He was radiant, so much more glorious than they had already come to understand while here on Earth. I ask that today we reflect on and be thankful to God for revealing a first glimpse of Himself, using the senses of nature, whether through the greatest heights or the warmth of His everlasting light.

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Un himno popular de la Iglesia declara: “Gloria y alabanza a nuestro Dios, el único que alumbra nuestros días. Muchas son las bendiciones que lleva a los que confían en sus caminos”. Podemos ver la gloria de Dios reflejada en Sus muchas creaciones.

¿Has visto alguna vez la escena inicial del querido clásico The Sound of Music (El Sonido de la Música)? Cuando era niña, siempre lo adelantaba rápidamente. No había líneas habladas, sólo el sonido de los pájaros y el viento junto a las vistas panorámicas de los Alpes suizos. ¿Por qué alguien querría perder el tiempo mirando la vegetación y las rocas puntiagudas?, me preguntaba. Sin embargo, es en el gran paisaje de las montañas donde Dios a menudo se manifiesta.

Ya sea donde Elías escuchó la tranquila voz de Dios en un susurro, o donde Moisés pasó cuarenta días rodeado de fuertes truenos mientras recibía la alianza de Dios, las montañas y otros lugares altos a menudo han sido lugares especiales donde podemos acercarnos a Dios. Quizás en toda la Biblia nadie se acerca físicamente más a observar la gloria de Dios que en el Monte Tabor, donde Pedro, Santiago y Juan se encuentran con la transfiguración de Cristo. Aquí, en un sentido verdaderamente físico, hablan las palabras iniciales del Evangelio de Juan: “Y la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la vencerán”.

Esto proporciona una imagen sumamente adecuada para nuestros sentidos humanos. Siguió siendo ser humano y, sin embargo, es, fue y será por siempre divino. Era radiante, mucho más glorioso de lo que ya habían llegado a comprender mientras estaban aquí en la Tierra. Pido que hoy reflexionemos y agradezcamos a Dios por revelarnos un primer vistazo de sí mismo, usando los sentidos de la naturaleza, ya sea a través de las mayores alturas o del calor de Su luz eterna.

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Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.

Feature Image Credit: Jean Pierre Teullet, cathopic.com/photo/33291-mount-of-transfiguration

Be Perfect? Be Different. / ¿Ser perfecto? Ser Diferente.

“Be perfect, therefore, as your Heavenly Father is perfect.”

When I read these words of Jesus, I’m always a little confused. I am, after all, human. How can I be perfect? “Lord, I am far from perfect, I am not sure what you are trying to tell me here,” I prayed. 

Then the Lord took me to the verses that came right before it, in which the idea of loving others who don’t love you is developed. The Lord is ultimately commanding us to repay evil with good, to be different from the tax collectors and the pagans.

Then, a lightbulb went off in my head. 

One idea I’ve been sitting with on a regular basis is the belief that I never really fit in. School, work, even searching for holy friends… I’ve always felt a bit out of place, like I don’t quite belong. I’ve had that feeling in every season of my life and every part I play as wife, mother, employee, and friend. 

“I don’t know what it all means, Lord. Help me to see what this all means.” And then I heard a voice speak.  “It’s okay to not fit in. Be different than what the world expects.”

Of course! How had I never thought about it that way before? As Christians, if we are living how we should, we will never quite fit in, even in groups where we find ourselves in the majority.  We are called to be countercultural, to bring light to the darkest corners of the world, to be joyful in the face of adversity, to trust when the world says it’s time to give up. 

I think I get it now, Lord. May I always remember to be true to you, and not to worry about who I fit in with. As long as I am doing as you ask, I will know that I am moving in the right direction. May I always travel the road you will for me. Amen. 

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Sean, pues, perfectos como su Padre celestial es perfecto”.

Cuando leo estas palabras de Jesús, siempre me quedo un poco confundida. Después de todo, soy un ser humano. ¿Cómo puedo ser perfecta? “Señor, estoy lejos de ser perfecta, no estoy seguro de lo que estás tratando de decirme”, oré.

Luego el Señor me llevó a los versículos anteriores, en los que se desarrolla la idea de amar a otros que no te aman. En definitiva, el Señor nos manda a pagar el mal con el bien, a diferenciarnos de los publicanos y de los paganos.

Y se me prendió el foco.

Una idea con la que me he sentado regularmente es la creencia de que nunca encajo con los demás. En la escuela, el trabajo, incluso en la búsqueda de amigos santos… siempre me he sentido un poco fuera de lugar, como si no perteneciera del todo. He tenido ese sentimiento en cada etapa de mi vida y en cada papel que desempeño como esposa, madre, empleada y amiga.

“No sé lo que significa todo esto, Señor. Ayúdame a ver lo que significa todo esto”. Y entonces escuché una voz hablar. “Está bien no encajar. Sé diferente de lo que el mundo espera”.

¡Por supuesto! ¿Cómo nunca lo había pensado de esa forma? Como cristianos, si vivimos como debemos, nunca encajaremos del todo, ni siquiera en grupos donde formemos la mayoría. Estamos llamados a ser contraculturales, a llevar luz a los rincones más oscuros del mundo, a ser alegres ante la adversidad, a confiar cuando el mundo dice que es hora de rendirse.

Creo que ya entiendo, Señor. Que siempre recuerde ser fiel a ti y no preocuparme por encajar con los demás. Mientras haga lo que me pides, sabré que estoy avanzando en la dirección correcta. Que siempre recorra el camino de tu voluntad por mí. Amén.

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Mary Thissen is a St. Louis native living in East Central Illinois with her husband and children. She is blessed with twin boys Earthside and four children now living in Heaven. When she is not working as a healthcare data analyst or caring for her boys, she enjoys studying and writing about the Catholic faith and ministering to women who are suffering through miscarriage or infertility. You can connect with Mary on Instagram @waitingonmiracles. 

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What God Really Wants / Lo Que Dios Realmente Quiere

Jesus often calls his listeners to surpass the righteousness of the scribes and Pharisees, the ones who kept the Law perfectly and put themselves in high places of judgment over others. We are mostly familiar with Jesus’ warnings against the false holiness of those who elevate themselves and insulate themselves from the demands of true charity, hiding behind the Law.

But today we hear him quoting the Law and then saying that it does not go far enough. In a whole series of teachings, Jesus says, “You have heard it said to your ancestors…. But I say to you….” He interprets the Law in a deeper way, putting himself above it. This is serious business. The Jews identify themselves above all as God’s Chosen People, and the Law of Moses (God’s own message to Israel) is their ID card! Jesus claims to bring this Law to fulfillment, asserts himself as higher than the Law, and begins to explain the deeper meaning of the Law. The only way to interpret this is that Jesus is claiming to have God’s own authority.

How does Jesus’ interpretation of the Law differ? He is explaining the Law – which could easily be viewed from a superficial and external perspective – from the true desire of God’s own Heart for ours. Our external behavior should not simply obey the “letter of the law,” but should follow God’s will for us out of love. In other words, our external behavior should mirror our interior thoughts and desires, which should be aligned with God’s thoughts and desires.

“You shall not kill” does not only rule out murder, but encompasses our entire being and the deepest recesses of our heart. So claiming, “Well, I haven’t killed anyone,” isn’t enough to satisfy God’s deeper desire for us. We are not obeying God’s deeper commandment if we are seething with anger or calling someone names or (probably most serious of all) refusing to forgive them. We are called to conform our thoughts and sentiments to those of God Himself, and love those who act against us or hurt us in some way.

This is what Jesus means when he refers to surpassing the righteousness of the scribes and Pharisees, those who patted themselves on the back for their external adherence to the Law. True obedience, the adherence that pleases the Heart of the Father, comes from our loving trust in His Providence and does not stop with exterior conformity only. God cares about what happens in our mind and heart. We are called to more than the letter of the Law; we are called to be His true children, who obey fully out of love.

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Jesús llama a menudo a sus oyentes a superar la justicia de los escribas y fariseos, los que guardaban perfectamente la Ley y se colocaban en lugares elevados de juicio sobre los demás. Conocemos sobre todo las advertencias de Jesús contra la falsa santidad de quienes se elevan y se aíslan de las exigencias de la verdadera caridad, escudándose detrás de la Ley.

Pero hoy lo escuchamos citar la Ley y luego decir que no va lo suficientemente lejos. En toda una serie de enseñanzas, Jesús dice: “Han oido que se dijo a los antiguos…. Pero yo les digo…” Interpreta la Ley de manera más profunda, poniéndose por encima de ella. Éste es un asunto serio. ¡Los judíos se identifican sobre todo como el Pueblo Elegido de Dios, y la Ley de Moisés (el propio mensaje de Dios a Israel) es su tarjeta de identificación! Jesús pretende cumplir esta Ley, se afirma como superior a la Ley y comienza a explicar el significado más profundo de la Ley. La única manera de interpretar esto es que Jesús afirma tener la propia autoridad de Dios.

¿Cómo es diferente la interpretación de Jesús de la Ley? Está explicando la Ley –que fácilmente podría verse desde una perspectiva superficial y externa– desde el verdadero deseo del propio Corazón de Dios por los nuestros. Nuestro comportamiento externo no debe simplemente obedecer la “letra de la ley”, sino que debe seguir la voluntad de Dios para nosotros por amor. En otras palabras, nuestro comportamiento externo debe reflejar nuestros pensamientos y deseos interiores, los cuales deben estar alineados con los pensamientos y deseos de Dios.

“No matarás” no sólo excluye el asesinato, sino que abarca todo nuestro ser y lo más profundo de nuestro corazón. Entonces, afirmar: “Bueno, no he matado a nadie” no es suficiente para satisfacer el deseo más profundo de Dios por nosotros. No estamos obedeciendo el mandamiento más profundo de Dios si estamos furiosos o insultamos a alguien o (probablemente lo más grave de todo) nos negamos a perdonarlo. Estamos llamados a conformar nuestros pensamientos y sentimientos a los de Dios mismo y a amar a quienes actúan contra nosotros o nos lastiman de alguna manera.

Esto es lo que Jesús quiere decir cuando se refiere a superar la justicia de los escribas y fariseos, aquellos que se felicitaban por su adhesión externa a la Ley. La verdadera obediencia, la adhesión que agrada al Corazón del Padre, proviene de nuestra confianza amorosa en su Providencia y no se limita únicamente a la conformidad exterior. A Dios le importa lo que sucede en nuestra mente y corazón. Estamos llamados a algo más que la letra de la Ley; estamos llamados a ser sus verdaderos hijos, que obedecen plenamente por amor.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Marta Lozano, cathopic.com/photo/32679-fathers-embrace