All We Need, And More / Todo lo Que Necesitamos y Hasta Más

Does your parish church have stained glass windows? From the outside, the windows look dark and dull, but when you are inside the Church, they are richly and brilliantly illuminated.

That is another kind of parable for the lesson of Jesus in today’s Gospel. We see Jesus Himself as the “nobleman” who went to obtain a kingship, giving ten of his servants a gold coin worth 100 days’ wages before he left, giving them specific instructions to “engage in trade” with them. After he became king, he returned to check the “return on investment,” as it were.

These coins can be seen as the talents and graces we are freely given. The Lord gives us everything and invites us to freely put our gifts and our lives in his service and the service of others. He asks us to use what we have (without comparing it to what others have!) to engage fully in life, to help others, and to glorify God. To those who do this generously, Jesus promises a generous reward!

But if we refuse to use what we have been given, it will be as if we have chosen to remain outside the church building in the cold, seeing it as a stone mountain into which we dare not enter. From outside, we cannot see the light streaming in through the colored windows or enter into the hymns of praise rising up from the People of God or partake of the rich banquet of the Body and Blood of Christ. We, therefore, keep ourselves separated from communion with God and His family!

Many things can keep us from fully engaging our gifts: fear, selfishness, ingratitude. We may not really know what we have or what we can do; we may be using our energies to satisfy our own wants and forgetting to look at ways to serve others; we may be blinded by a conviction that we really don’t have enough to give; we may be afraid of the risks of taking our spiritual responsibility seriously; we may be focused on counting the costs. All of these attitudes and more can impel us to “wrap our coin in a handkerchief” rather than “engage in trade”!

Where do we begin to shift engagement? We can begin by making sure that our relationship with God truly has first place in our lives. Then we can take a look at the duties and responsibilities before us, in our family and at work, and assess whether we are doing all we can for the people around us. Next, we can look at our parish, to see where we might be of service to further the mission of the Church!

We need not fear that we will run out of anything. If we are doing what God calls us to do, we are given more! When we engage our gifts and talents in His service, we will always have all we need.


¿Tu iglesia parroquial tiene vitrales? Desde el exterior, las ventanas se ven oscuras y aburridas, pero cuando estás dentro de la Iglesia, están ricamente y brillantemente iluminadas.

Ese es otro tipo de parábola para la lección de Jesús en el Evangelio de hoy. Vemos a Jesús mismo como el “hombre noble” que fue a obtener un reinado, dando a diez de sus sirvientes una moneda de oro por valor de 100 días de salario antes de irse, dándoles instrucciones específicas para “comerciar” con ellos. Después de convertirse en rey, regresó para verificar el “retorno de la inversión”, por así decirlo.

Estas monedas pueden verse como los talentos y las gracias que se nos dan gratuitamente. El Señor nos da todo y nos invita a poner libremente nuestros dones y nuestra vida a su servicio y al servicio de los demás. Nos pide que usemos lo que tenemos (¡sin compararlo con lo que tienen los demás!) para participar plenamente en la vida, para ayudar a los demás y para glorificar a Dios. ¡A los que hacen esto generosamente, Jesús les promete una generosa recompensa!

Pero si nos negamos a usar lo que se nos ha dado, será como si hubiésemos optado por permanecer fuera del edificio de la iglesia en el frío, viéndolo como una montaña de piedra en la que no nos atrevemos a entrar. Desde fuera no podemos ver la luz que se cuela por los vitrales, ni entrar en los himnos de alabanza que se elevan del Pueblo de Dios, ni participar del rico banquete del Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Nosotros, por lo tanto, nos mantenemos separados de la comunión con Dios y su familia!

Muchas cosas pueden impedirnos utilizar plenamente nuestros dones: el miedo, el egoísmo, la ingratitud. Puede que no sepamos realmente lo que tenemos o lo que podemos hacer; podemos estar usando nuestras energías para satisfacer nuestros propios deseos y olvidando de buscar formas de servir a los demás; podemos estar cegados por la convicción de que realmente no tenemos suficiente para dar; podemos tener miedo de los riesgos de tomar en serio nuestra responsabilidad espiritual; podemos estar enfocados en lo que nos cuesta. ¡Todas estas actitudes y más pueden impulsarnos a “envolver nuestra moneda en un pañuelo” en lugar de “comerciar”!

¿Dónde empezamos a cambiar el compromiso? Podemos comenzar asegurándonos de que nuestra relación con Dios realmente tenga el primer lugar en nuestras vidas. Entonces podemos echar un vistazo a los deberes y responsabilidades que tenemos ante nosotros, en nuestra familia y en el trabajo, y evaluar si estamos haciendo todo lo posible por las personas que nos rodean. ¡Luego, podemos mirar a nuestra parroquia, para ver dónde podemos ser de servicio para promover la misión de la Iglesia!

No debemos temer que nos quedemos sin nada. Si estamos haciendo lo que Dios nos llama a hacer, ¡se nos da más! Cuando dedicamos nuestros dones y talentos a Su servicio, siempre tendremos todo lo que necesitamos.

Featured Image Credit: Bjorn Pierre, unsplash.com/photos/-clf0K7plGM


This reflection was reposted from Diocesan Archives. Author: Kathryn Mulderink, MA

Holiness / La Santidad

Sometimes, Jesus changed his plans. But it seems the only reason he ever changed his plans was out of love.

In today’s Gospel, Jesus intends to pass through Jericho, but his loving desire to save Zacchaeus changes his plans. Zacchaeus is not a pious saint; he is a wealthy man, a chief tax collector, a sinner in the eyes of others. He is, in many ways, lost. But Jesus came “to seek and save what was lost,” and so he is eager to reward the effort of this poor sinner by telling him to “come down quickly” and inviting himself into his home.

Zacchaeus may not have understood his own motivation for climbing that tree to get a glimpse of Jesus. Maybe it seemed initially like superficial curiosity, maybe he had climbed trees before, being “short in stature.” But he follows that good impulse and Jesus meets him right there, and draws him more deeply into his gaze, into his heart. And Zacchaeus responds by receiving the grace that is being offered, repenting of his greed, repaying any extortion fourfold, and giving away half of his possessions to the poor.

Sometimes we become stuck by believing that we will never make real progress in spiritual things because of our own inadequacy, because we are “short in stature” spiritually. And it is true that, by ourselves and our own resources, we can do nothing. But we are not on our own! The Lord is just as eager to draw us into his gaze and into his heart as he was to draw Zacchaeus to repentance. The Lord always meets us more than halfway and brings us to the next level. If we take a step toward him, he takes two steps toward us. If we put forth an effort to know him, he looks at us and receives us. If we acknowledge our own weakness, he becomes our strength. If we hold up our brokenness, he heals us. Whatever we open to him, he fills abundantly!

So let us all resolve to never give into the temptation to be discouraged or to believe that we cannot become holy, or that holiness is not for us. Instead, let us put all our hope in the Lord, who lovingly came “to seek and save what was lost” and whose Divine Creativity never fails to find ways to draw us to himself.

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A veces, Jesús cambiaba sus planes. Pero parece que la única razón por la que cambió sus planes fue por amor.

En el evangelio de hoy, Jesús se propone pasar por Jericó, pero su deseo amoroso de salvar a Zaqueo cambia sus planes. Zaqueo no es un santo piadoso; es un hombre rico, un jefe de los recaudadores de impuestos, un pecador a los ojos de los demás. Está, en muchos sentidos, perdido. Pero “el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”, por lo que está deseoso de recompensar el esfuerzo de este pobre pecador diciéndole “bájate pronto” e invitándose a sí mismo a su casa.

Es posible que Zaqueo no haya entendido su propia motivación para trepar a ese árbol para ver a Jesús. Tal vez inicialmente parecía una curiosidad superficial, tal vez había trepado a los árboles antes, siendo “de baja estatura”. Pero sigue ese buen impulso y Jesús lo encuentra allí mismo, y lo atrae más profundamente a su mirada, a su corazón. Y Zaqueo responde recibiendo la gracia que se le ofrece, arrepintiéndose de su avaricia, pagando cuatro veces cualquier extorsión y entregando la mitad de sus bienes a los pobres.

A veces nos atascamos al creer que nunca lograremos un progreso real en las cosas espirituales debido a nuestra propia insuficiencia, porque espiritualmente somos “de baja estatura”. Y es verdad que, por nosotros mismos y con nuestros propios recursos, no podemos hacer nada. ¡Pero no estamos solos! El Señor está tan deseoso de atraernos a su mirada y a su corazón como lo estaba de atraer a Zaqueo al arrepentimiento. El Señor siempre nos encuentra a más de la mitad del camino y nos lleva al siguiente nivel. Si damos un paso hacia él, él da dos pasos hacia nosotros. Si nos esforzamos por conocerlo, él nos mira y nos recibe. Si reconocemos nuestra propia debilidad, él se convierte en nuestra fuerza. Si levantamos nuestro quebrantamiento, él nos sana. Todo lo que le abrimos, ¡Él lo llena abundantemente!

Así que tomemos la determinación de nunca ceder a la tentación de desanimarnos o de creer que no podemos llegar a ser santos, o que la santidad no es para nosotros. En cambio, pongamos toda nuestra esperanza en el Señor, que amorosamente vino a “buscar y a salvar lo que se había perdido” y cuya Divina Creatividad siempre encuentra formas de atraernos hacia él.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Rita Laura, cathopic.com/photo/15994-via-crucis-al-atardecer

Seeing is Believing / Ver es Creer

I have a confession to make: I don’t notice things. I’ll have spent half an hour with someone, and they’ll finally ask, “So what do you think of my new glasses?” I never realized they were wearing new glasses—or a new haircut, or a new dress, or whatever the fairly obvious to anyone but me change might be. A friend of mine drives a very noticeable bright aqua Jeep, and she’ll say, “I drove right by you this morning and waved,” and of course, I had no idea. I’d like to think it’s because I’m constantly thinking deep thoughts, but I’m afraid that’s not the answer. I just don’t notice things.

Seeing is important. Seeing others, really seeing them, is an essential part of living in community. It enables us to transcend differences, to form bonds, to delight in shared values. And despite my apparent inability to notice the world around me, I always feel that the most traumatic loss of a sense would be the loss of sight. It’s difficult enough to navigate life with my eyes open; I can’t imagine doing it were they to be permanently closed.

And that’s where we start with today’s Gospel reading: with a blind man. You’ve probably noticed the number of blind people referenced in Scripture. There was little those afflicted could do by way of work, so most were reduced to begging. And so it was with Bartimaeus, who is on the roadside outside Jericho. He is poor, he is blind, and he is clearly a nuisance; when he learns that Jesus is passing and calls out, everyone around tells him to be quiet.

It’s a small story, but it’s worth taking a second look—noticing— what those storylines are. First, there’s the fact that this blind man, someone who clearly lived on the fringes of society, knew who Jesus was. He’s well-informed and attentive. He notices things. He notices the size of the crowd and knows what that means; and when he’s told who is passing, he knows exactly who Jesus is and what he can do.

Second, he is willing to claim his rights. He shouts; the good citizens around him try to hush him, but he shouts. He’s determined. He doesn’t let them tell him how he should behave. He doesn’t let them make decisions for him.

Third—and this is particularly interesting—Jesus asks him a question. “What do you want me to do for you?” Of course he wants to be cured! What else could he possibly want? But Jesus didn’t make any assumptions. He let the man choose. He showed this blind beggar the respect no one else had. He treated him as a valued human being and He cured him.

What do you want me to do for you? When we can ask that of others, instead of assuming we know best what someone else needs, then we too will be closer to Jesus, on that road to Jericho, and in our own modern lives. It really is all about noticing!


Quiero confesar algo: no me doy cuenta de las cosas. Habré pasado media hora con alguien y finalmente me preguntan: “¿Qué piensas de mis lentes nuevos?” Nunca me di cuenta que traían lentes nuevos, o un corte de cabello nuevo, o un vestido nuevo, o lo que sea el cambio bastante obvio para cualquier otro menos yo. Una amiga mía conduce un Jeep aguamarina brillante muy notable, y ella dice: “Pasé junto a ti esta mañana y te saludé”, y por supuesto, no tenía ni idea. Me gustaría pensar que es porque constantemente estoy pensando en pensamientos profundos, pero lastimosamente no es la razón. Simplemente no me doy cuenta de las cosas.

Ver es importante. Ver a los demás, realmente verlos, es una parte esencial de vivir en comunidad. Nos permite trascender las diferencias, formar coneciones, deleitarnos en los valores compartidos. Y a pesar de mi aparente incapacidad para notar el mundo que me rodea, siempre siento que la pérdida más traumática de un sentido sería perder la vista. Ya es bastante difícil navegar por la vida con los ojos abiertos; No puedo imaginar hacerlo si estuvieran cerrados permanentemente.

Y ahí es donde comenzamos con la lectura del Evangelio de hoy: con un ciego. Probablemente haya notado la cantidad de personas ciegas a las que se hace referencia en las Escrituras. Era poco lo que los afligidos podían hacer a modo de trabajo, por lo que la mayoría se vio reducido a mendigar. Y así fue con Bartimeo, que está al borde del camino a las afueras de Jericó. Es pobre, es ciego y claramente es una molestia; cuando se entera de que Jesús pasa y grita, todos a su alrededor le dicen que se calle.

Es una historia pequeña, pero vale la pena echarle un segundo vistazo y notar cuáles son los puntos principales. Primero, está el hecho de que este hombre ciego, alguien que claramente vivía al margen de la sociedad, sabía quién era Jesús. Está bien informado y atento. Se da cuenta de las cosas. Se da cuenta del tamaño de la multitud y sabe lo que eso significa; y cuando le dicen quién está pasando, sabe exactamente quién es Jesús y lo que puede hacer.

En segundo lugar, está dispuesto a reclamar sus derechos. Grita y los buenos ciudadanos que lo rodean tratan de silenciarlo, pero grita. Está decidido. No deja que le digan cómo debe comportarse. No deja que tomen decisiones por él.

Tercero, y esto es particularmente interesante, Jesús le hace una pregunta. “¿Qué quieres que haga por ti?” ¡Claro que quiere curarse! ¿Qué más podría querer? Pero Jesús no hizo ninguna suposición. Dejó que el hombre eligiera. Mostró a este mendigo ciego el respeto que nadie más tenía. Lo trató como a un ser humano valioso y luego lo curó.

¿Qué quieres que haga por ti? Cuando podamos pedir eso a los demás, en lugar de asumir que sabemos mejor lo que alguien más necesita, entonces también estaremos más cerca de Jesús, en ese camino a Jericó, y en nuestra propia vida moderna. ¡Realmente se trata de darse cuenta!

This reflection was reposted from Diocesan Archives. Author: Jeannette de Beauvoir

Feature Image Credit: Jon Tyson, unsplash.com/photos/rbz1hVh7_LM

The End Is The Beginning / El Final es el Inicio

We’ve come to that point in time, the penultimate (second to last) Sunday of the Liturgical Year, when our readings for the day are all about the end of time. Death, destruction, doom and gloom . It might seem quite depressing at first glance, but the message is filled with hope.

I think the interesting thing with the readings this year is not what is said, but what is being addressed. The First Reading, from the prophet Malachi, is addressing the people’s complaint that people who aren’t serving God seem to be prospering, so why serve God at all if it doesn’t seem to matter? Malachi is very clear in his response: “Lo, the day is coming, blazing like an oven, when all the proud and all evildoers will be stubble, and the day that is coming will set them on fire.” But for those who obey the Lord, “there will arise the sun of justice with its healing rays.” Moral of the story: God will prevail, but in God’s time, not ours.

Then St. Paul must deal with the Thessalonian church, where the faithful have been expecting Jesus to return at any time. When that doesn’t happen, their commitment to living as Christians starts to falter. Paul won’t have it. “You know how one must imitate us,” he starts out, later advising, “we wanted to present ourselves as a model for you, so that you might imitate us.” Paul is not being arrogant, merely reminding these people that he has toiled to spread the Gospel and live in it, and they should, too. Keep busy in that, he says, and stop being busy bodies.

Jesus himself also covers Paul’s line of thinking. You don’t know when the coming of the Lord is going to happen, and people are going to try to exploit that. In fact, history tells us it has happened in every age, and continues today. “See that you not be deceived,” our Lord tells his disciples, and us. Don’t be terrified by current events, because they’re going to happen. And even worse things will, too. There will be persecution of the faithful. As harsh as that seems, it is and will be true. But Jesus reminds us, good will come of it: “It will lead to your giving testimony.” Trials and tribulations are our opportunity to spread the good news that Jesus came to give us. He himself “shall give you wisdom in speaking that all your adversaries will be powerless to resist or refute.”

And yes, some of us will be put to death, or hated by all because of our faith in Jesus. But that end is, in fact, the beginning of an everlasting life in the presence of God and all his glory. “By your perseverance you will secure your lives,” Jesus says, reminding us that life on this Earth is temporary. Develop your faith, keep the faith, live the faith, die in faith. The good stuff — the very glory of God — awaits us in heaven, glory and joy we can’t even imagine. Hope in the Lord and trust in His ways!

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Hemos llegado a ese punto en el tiempo, el penúltimo domingo del año litúrgico, cuando nuestras lecturas del día se tratan del fin de los tiempos. Muerte, destrucción, fatalidad y pesimismo. Puede parecer bastante deprimente a primera vista, pero el mensaje está lleno de esperanza.

Creo que lo interesante de las lecturas de este año no es lo que se dice, sino lo que se aborda. La Primera Lectura, del profeta Malaquías, aborda la queja de la gente de que las personas que no están sirviendo a Dios parecen estar prosperando, entonces, ¿por qué servir a Dios si no parece importar? Malaquías es muy claro en su respuesta: “Ya viene el día del Señor, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados serán como la paja. El día que viene los consumirá”. Pero para los que obedecen al Señor, “brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”. Moraleja de la historia: Dios prevalecerá, pero en el tiempo de Dios, no en el nuestro.

Luego, San Pablo tiene que tratar con la iglesia de Tesalónica, donde los fieles han estado esperando que Jesús regrese en cualquier momento. Cuando eso no sucede, su compromiso de vivir como cristianos comienza a flaquear. Paul no lo acepta. “Ya saben cómo deben vivir para imitar mi ejemplo”, comienza, y luego les dice que ha vivido de esa forma, “para darles un ejemplo que imitar”. Pablo no está siendo arrogante, simplemente les recuerda a estas personas que él se ha esforzado para difundir el Evangelio y vivir en él, y que ellos también deberían hacerlo. Manténganse ocupados en eso, dice, y dejen de ser cuerpos ocupados.

Jesús mismo también cubre la línea de pensamiento de Pablo. No sabes cuándo ocurrirá la venida del Señor, y la gente tratará de explotar eso. De hecho, la historia nos dice que ha sucedido en todas las épocas y continúa hoy. “Cuídense de que nadie los engañe,” dice nuestro Señor a sus discípulos y a nosotros. No te asustes por los acontecimientos actuales, porque van a suceder. Y cosas aún peores también lo harán. Habrá persecución de los fieles. Tan duro como parece, es y será cierto. Pero Jesús nos recuerda que de ello saldrá bien: “Con esto darán testimonio de mí.”  Las pruebas y tribulaciones son nuestra oportunidad de difundir las buenas nuevas que Jesús vino a darnos. Él mismo dice, “porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.”

Y sí, algunos de nosotros seremos condenados a muerte, u odiados por todos debido a nuestra fe en Jesús. Pero ese final es, de hecho, el comienzo de una vida eterna en la presencia de Dios y de toda su gloria. “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”, dice Jesús, recordándonos que la vida en esta Tierra es temporal. Desarrollen su fe, mantengan la fe, vivan la fe, mueran en la fe. Lo bueno es que la gloria misma de Dios nos espera en el cielo, gloria y gozo que ni siquiera podemos imaginar. ¡Espera en el Señor y confía en sus caminos!

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: geralt, pixabay.com/photos/heaven-clouds-cloud-shape-3335585/

We Can’t Out-Give God / No Podemos Dar Más Que Dios

My son was a college student at Ave Maria University. He benefited from a generous scholarship, but was otherwise footing his own bill. Though he participated in the work study program on campus, he was accruing more debt every year. At Mass one day, the Gospel reading was about tithing. My son desired to give to the work of the Church financially in some way, but he was a bit reluctant to give away his last twenty dollars. Nevertheless, into the offertory basket it went. Later that day, he received a check from the university for two hundred dollars with a note saying he had overpaid his bill. Even though the two hundred dollars was technically his money anyway, he felt God was showing him the blessing that comes from financial giving. 

My son knew that it is the responsibility and privilege of Catholics to support the Church and those who do the work of the Church. Why? Because this earthly life is short! The destiny of eternal souls hangs in the balance and those who are on the front lines in communicating the Gospel message, need our support. One  primary way we can offer this support is through financial help. We are told by St. John in today’s First Reading that when we help those who work “for the sake of the Name,” we become “co-workers in the truth.” That sure puts a joyful spin on parting with our hard-earned money! 

As our country experiences significant inflation, giving financially may seem harder than ever to do. Learning from the example of others allows us to more readily entrust our finances to God. Years ago, feeling called to full-time ministry, my husband’s parents shut down their ice cream parlor business, sold their home, and bought a motorhome. For the next 20 years, they traveled with no financial security and no regular income! Trusting that God would provide everything from food to gas, they shared the love of Christ and the Gospel message with those they met, and often served people in need. The stories they could tell of God’s provision inspire our family daily and make it easier for us to trust God with our finances as well. 

If we find it particularly challenging to be generous financially, we should pray that God will give us the grace to trust in Him. Tithing and almsgiving have always been an essential part of the Christian life, and there will never be a “perfect” time to start giving. The Catechism states that, “the faithful are obliged to assist with the material needs of the Church, each according to his own ability.” (CCC 2043)  

As Catholics we believe that whenever we do God’s will, we are blessed in ways that cannot  be measured in dollars and cents. We can’t out-give God! 

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Mi hijo era estudiante universitario en Ave Maria University. Se benefició de una beca generosa, pero por lo demás estaba pagando su propia factura. Aunque participó en el programa de estudio y trabajo en el campus, acumulaba más deudas cada año. En la Misa un día, la lectura del Evangelio fue sobre el diezmo. Mi hijo deseaba contribuir económicamente a la obra de la Iglesia de alguna manera, pero dudaba un poco en donar sus últimos veinte dólares. Sin embargo, lo puso en la canasta de las ofrendas. Más tarde ese día, recibió un cheque de la universidad por doscientos dólares con una nota que decía que había pagado en exceso su factura. A pesar de que técnicamente los doscientos dólares eran su dinero, sintió que Dios le estaba mostrando la bendición que viene de dar financieramente.

Mi hijo sabía que es responsabilidad y privilegio de los católicos apoyar a la Iglesia y a quienes hacen el trabajo de la Iglesia. ¿Por qué? ¡Porque esta vida terrenal es corta! El destino de las almas eternas pende de un hilo y aquellos que están en primera línea para comunicar el mensaje del Evangelio necesitan nuestro apoyo. Una forma principal en que podemos ofrecer este apoyo es a través de ayuda financiera. San Juan nos dice en la Primera Lectura de hoy que cuando ayudamos a los que “se han puesto en camino por Cristo”, nos convertimos en “colaboradores en la difusión de la verdad”. ¡Eso seguro le da un giro alegre a la despedida de nuestro dinero ganado con tanto esfuerzo!

A medida que nuestro país experimenta una inflación significativa, dar financieramente puede parecer más difícil que nunca. Aprender del ejemplo de los demás nos permite confiar más fácilmente nuestras finanzas a Dios. Hace años, sintiéndose llamados al ministerio de tiempo completo, los padres de mi esposo cerraron su negocio de heladería, vendieron su casa y compraron una casa rodante. Durante los siguientes 20 años, viajaron sin seguridad financiera y sin ingresos regulares. Confiando en que Dios proveería todo, desde comida hasta gasolina, compartieron el amor de Cristo y el mensaje del Evangelio con quienes conocieron y, a menudo, sirvieron a personas necesitadas. Las historias que pudieron contar sobre la provisión de Dios inspiran a nuestra familia todos los días y también nos facilitan confiar en Dios con nuestras finanzas.

Si nos resulta especialmente difícil ser generosos económicamente, debemos orar para que Dios nos dé la gracia de confiar en Él. El diezmo y la limosna siempre han sido una parte esencial de la vida cristiana, y nunca habrá un momento “perfecto” para comenzar a dar. El Catecismo afirma que “los fieles están obligados de ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia”. (CIC 2043)

Como católicos, creemos que cada vez que hacemos la voluntad de Dios, somos bendecidos de maneras que no se pueden medir en dólares y centavos. ¡No podemos dar más que Dios!

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Christine Hanus currently lives in Upstate, NY. Though she enjoys writing and her work as a catechist, Christine is primarily a wife, mother, and more recently, grandmother!

Feature Image Credit: micheile dot com, unsplash.com/photos/SoT4-mZhyhE

Reminding Us / Recordándonos

As the season of Advent quickly approaches, I thought I would try to focus my next several reflections on Advent and specifically the incarnation. The First Reading from today perfectly summarizes the state of our world. “Many deceivers have gone out into the world, those who do not acknowledge Jesus Christ as coming in the flesh; such is the deceitful one and the antichrist.” 

How many people do you know who have made comments like “The bible is just a fiction book” or “Jesus didn’t really exist but they are nice stories to keep people in line?” I have heard this quite a few times. It might seem easy just to shrug these comments off and let people believe what they are going to believe, but the historical facts hold Jesus Christ as a real person who walked, talked, died, and rose from the dead. 

The reason this is so important is that to deny the humanity of Christ or to simply turn his story into a myth or legend, is to deny Christ himself. The overwhelming historical evidence and eyewitness testimony of the events of Jesus’ life should be enough to overcome any reasonable doubt about whether or not he lived. But why is it so important that Jesus was a man who truly walked on this earth? 

We all know that Jesus came to die for our sins, but Jesus also came to remind us of who we are. Think about it, in the beginning we had the life of God within us. This is the likeness to God that is spoken of in Genesis. As Catholics we call this sanctifying grace. After the fall we lost the likeness of God within us. Satan wants us to believe that our state now is how we are supposed to be. We have forgotten who we really are. Jesus became man to remind us there is so much more. 

The Catechism makes this clear when it states, “Disfigured by sin and death, man remains ‘in the image of God,’ in the image of the Son, but is deprived ‘of the glory of God,’ of his ‘likeness.’ The promise made to Abraham inaugurates the economy of salvation, at the culmination of which the Son himself will assume that ‘image’ and restore it in the Father’s ‘likeness’ by giving it again its Glory, the Spirit who is ‘the giver of life.’” -CCC 705

So in other words, Jesus became man not only to save us FROM our sin, but to save us FOR the glory of God. Jesus himself assumes the image of man (the body) and restores it to the likeness of God. This is what the incarnation is all about. God became man so that we might perfectly participate in his divinity one day in heaven. That is the good news. Talk about the reason for the season. 

From all of us here at Diocesan, God bless!

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A medida que se acerca rápidamente la temporada de Adviento, pensé que intentaría centrar mis próximas reflexiones en el Adviento y específicamente en la encarnación. La Primera Lectura de hoy resume perfectamente el estado de nuestro mundo. “Ahora han surgido en el mundo muchos que tratan de engañar, pues niegan que Jesucristo es verdadero hombre. Estos son el verdadero impostor y anticristo.”

¿Cuántas personas conoces que hayan hecho comentarios como “La Biblia es solo un libro de ficción” o “Jesús en realidad no existió, pero son buenas historias para mantener a la gente en línea?” Lo he escuchado bastante. Puede parecer fácil ignorar estos comentarios y dejar que la gente crea lo que va a creer, pero los hechos históricos muestran a Jesucristo como una persona real que caminó, habló, murió y resucitó de entre los muertos.

Esto es tan importante porque negar la humanidad de Cristo o simplemente convertir su historia en un mito o leyenda, es negar a Cristo mismo. La abrumadora evidencia histórica y el testimonio de los testigos oculares de los eventos de la vida de Jesús deberían ser suficientes para superar cualquier duda razonable sobre si vivió o no. Pero, ¿por qué es tan importante que Jesús fue un hombre que verdaderamente caminó sobre esta tierra?

Todos sabemos que Jesús vino a morir por nuestros pecados, pero Jesús también vino a recordarnos quiénes somos. Piénsalo, al principio teníamos la vida de Dios dentro de nosotros. Es la semejanza a Dios de la que se habla en Génesis. Como católicos lo llamamos gracia santificante. Después de la caída perdimos la semejanza de Dios dentro de nosotros. Satanás quiere que creamos que nuestro estado actual es como siempre debemos ser. Hemos olvidado quiénes somos en realidad. Jesús se hizo hombre para recordarnos que hay mucho más.

El Catecismo deja esto claro cuando afirma: “Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continua siendo “a imagen de Dios”, a imagen del Hijo, pero “privado de la Gloria de Dios” (Rm 3, 23), privado de la “semejanza”. La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá “la imagen” (cf. Jn 1, 14; Flp 2, 7) y la restaurará en “la semejanza” con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu ‘que da la Vida'”. -CIC 705

En otras palabras, Jesús se hizo hombre no solo para salvarnos DE nuestro pecado, sino para salvarnos PARA la gloria de Dios. Jesús mismo asume la imagen del hombre (el cuerpo) y lo restaura a la semejanza de Dios. De esto se trata la encarnación. Dios se hizo hombre para que pudiéramos participar perfectamente de su divinidad un día en el cielo. Esa es la buena noticia. Les invito a hablar acerca de la razón de la temporada con los demás.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: Priscilla Du Preez, unsplash.com/photos/CoqJGsFVJtM

Where is the Kingdom of Heaven? / ¿Dónde Está el Reino de los Cielos?

We live in a “both/and” Church, rather than “either/or”. Jesus is both true God and true man. Mary is both virgin and mother. We believe in Jesus’ death and resurrection. The Church is both the spotless bride of Christ and still a human institution prone to human failings and weaknesses. 

Jesus presents another “both/and” in today’s Gospel. “The behold, the Kingdom of Heaven is among you.” And, “The days will come when you will long to see one of the days of the Son of Man, but you will not see it.” How can the Kingdom of Heaven be among them yet they will long to see it? The disciples did not fully understand, and we are still living in this mystery today. 

At Mass, we experience a foretaste of the heavenly banquet. We are surrounded by the angels and saints who have gone before us and as we receive Christ, we are transformed more perfectly into His Mystical Body.  At that moment, we are living in the Kingdom of Heaven to the fullest extent we are capable of on this earth. Yet at the same time, we know that this earth is not our permanent home. We long for the day when suffering will cease, when we will be free of our sin and sorrow. We will finally come home to the joy and rest of the Father and the true lordship of the Son of Man. 

The world will try to call us away, to look here or there for the meaning of life. Jesus is reminding us that we already know where the Kingdom of Heaven is. It is by His side.

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Vivimos en una Iglesia de “ambos/y”, en lugar de “uno u otro”. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. María es virgen y madre. Creemos en la muerte y resurrección de Jesús. La Iglesia es tanto la novia sin mancha de Cristo como una institución humana propensa a las fallas y debilidades humanas.

Jesús presenta otro “ambos/y” en el Evangelio de hoy. “El Reino de Dios ya está entre ustedes”. Y, “Llegará un tiempo en que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán”. ¿Cómo puede el Reino de los Cielos estar entre ellos y aún así anhelan verlo? Los discípulos no entendieron completamente, y todavía estamos viviendo en este misterio hoy.

En la Misa experimentamos un anticipo del banquete celestial. Estamos rodeados por los ángeles y los santos que nos han precedido y a medida que recibimos a Cristo, somos transformados más perfectamente en Su Cuerpo Místico. En ese momento, estamos viviendo en el Reino de los Cielos al máximo de lo que somos capaces en esta tierra. Sin embargo, al mismo tiempo, sabemos que esta tierra no es nuestro hogar permanente. Anhelamos el día en que cesará el sufrimiento, cuando seremos libres de nuestro pecado y dolor. Finalmente volveremos a casa al gozo y al descanso del Padre y al verdadero señorío del Hijo del Hombre.

El mundo tratará de distraernos para que busquemos aquí o allá el sentido de la vida. Jesús nos está recordando que ya sabemos dónde está el Reino de los Cielos. Está a Su lado.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

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God is In Control / Dios Tiene el Control

Why is it that the more anxious we are, the more we cling to our vices? As each day brings us closer and closer to my husband’s surgery next week, I find myself getting into the kids’ Halloween candy more and more. If I just indulge in one little pleasure, if I just have a little more sugar in my body, maybe I’ll feel better or more in control. 

The problem is, the effect is just the opposite. It only causes my thoughts to accelerate, my joints to be cranky and my body to be more sluggish, not to mention the extra pounds I am surely packing on. 

The guest priest said in his homily last weekend that prayer is what we most need to get closer to God, yet it is often the first thing we push away. When we have a lot to do, the first thing we discard is our prayer time. Why is that? When we feel like we are in survival mode, do we consider it nonessential? As I am typing this I realize even more what an oxymoron that is! What is more essential than God himself? Without Him we wouldn’t even be here!

When will we learn that the only way to be in control is to let go and let God be in control..?

Yet it appears as if Jesus has lost control in today’s Gospel. We see him driving out vendors with a whip and overturning the money changers’ tables. This is perhaps the one place in Scripture where we see Him in a true display of righteous anger… “and to those who sold doves he said, ‘Take these out of here, and stop making my Father’s house a marketplace.’”

I remember recalling this passage while visiting Ireland several years ago. A country that has such a rich Catholic heritage (mostly thanks to St. Patrick), is falling away from the faith little by little. Several of their majestic churches have either been sold to Protestants or are now tourist hubs. It was the strangest thing to walk into a beautiful church and see booklets, maps and trinkets. It truly felt like a marketplace. 

And perhaps, as we allow ourselves to succumb to our vices and shove prayer aside, we are allowing a noisy marketplace to rise up in our hearts. And what does Jesus want to do? He wants to “whip us into shape” so to speak, and overturn the tables of our false expectations. 

God truly is in control, that is, He will be, if only we let Him… 

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¿Por qué cuanto más ansiosos estamos, más nos aferramos a nuestros vicios? A medida que nos acercamos más y más a la cirugía de mi esposo la próxima semana, me encuentro cada vez más agarrando los dulces de Halloween de his hijos. Si solo me permito un pequeño placer, si solo tengo un poco más de azúcar en mi cuerpo, tal vez me sienta mejor o con más control.

El problema es que el efecto es todo lo contrario. Solo hace que mis pensamientos se aceleren, que mis articulaciones estén irritables y que mi cuerpo sea más lento, sin mencionar los kilos de más que seguramente estoy acumulando.

El sacerdote invitado dijo en su homilía el fin de semana pasado que la oración es lo que más necesitamos para acercarnos a Dios, pero a menudo es lo primero que rechazamos. Cuando tenemos mucho que hacer, lo primero que descartamos es nuestro tiempo de oración. ¿Porqué? Cuando sentimos que estamos simplemente sobreviviendo, ¿lo consideramos no esencial? ¡Mientras escribo esto me doy cuenta aún más del oxímoron que es! ¿Qué es más esencial que Dios mismo? ¡Sin Él ni siquiera estaríamos aquí!

¿Cuándo aprenderemos que la única forma de tener el control es dejar que Dios tenga el control?

Sin embargo, parece como si Jesús hubiera perdido el control en el Evangelio de hoy. Lo vemos expulsando a los vendedores con un látigo y volcando las mesas de los cambistas. Este es quizás el único lugar en las Escrituras donde lo vemos en una verdadera muestra de ira justa… “y a los que vendían palomas les dijo: ‘Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre’”.

Me acuerdo de haber pensado en este pasaje cuando visité a Irlanda hace varios años. Un país que tiene una herencia católica tan rica (sobre todo gracias a San Patricio), se está alejando de la fe poco a poco. Varias de sus majestuosas iglesias han sido vendidas a protestantes o ahora son centros turísticos. Fue de lo más extraño entrar a una hermosa iglesia y ver folletos, mapas y regalitos de recuerdo. Realmente se sentía como un mercado.

Y tal vez, al permitirnos sucumbir a nuestros vicios y dejar de lado a la oración, estamos permitiendo que un mercado ruidoso se levante en nuestros corazones. ¿Y qué quiere hacer Jesús? Quiere encaminarnos y derribar las mesas de nuestras  expectativas falsas.

Dios verdaderamente tiene el control, es decir, lo tendrá, si tan solo se lo entregamos…

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works at for Christian Healthcare Centers, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, runs her own blog at https://togetherandalways.wordpress.com and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

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Order Up! / Ya Está Lista la Orden

Today’s readings can be a bit harsh; however, it is all laid out for us. We are essentially given a good examination of conscience in the First Reading, followed by a good reminder of our goal, what lies ahead for those who follow God’s law. 

Living the Christian life is about more than just following a set of commandments, though. It’s about living a life in relationship with God, the same God who awaits us in Heaven. Eternal life with God in Heaven will be the fulfillment of all our desires, most of which we cannot imagine at this point in our lives. But we do know that all of the desires we experience here on earth ultimately point to our eternal life in Heaven, and so we should work to order those desires to God now. 

Let’s take social media. The hours (yes, hours) a day we spend on our phones is quite alarming, as we can truly scroll our lives away, and that’s exactly what the social media companies want us to do. We scroll because we haven’t quite found what we were looking for – we’re left wanting more. More likes, more comments, more shares, more videos, more, more, more. We’re never truly satisfied, always left unfulfilled. 

That is because our desires are ultimately directed toward Christ and only He can truly fulfill them. One of St. Augustine’s most well-known lines from his Confessions is, “You have made us for yourself, O Lord, and our hearts are restless until they rest in You.” How true it is! For the likes and affection and affirmation we may be searching for on social media, are freely given to us by our Lord. We are loved, we are cherished, we are chosen by Him. That’s all we truly need in life, is to know how much we are loved by our God who created us, who became man for us and who died for us. 

We should always keep our eyes fixed on Christ, who always fixes His eyes on us, who desires all of us to be in Heaven with Him one day and who wants to fulfill the longings of our hearts with His love.

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Las lecturas de hoy pueden ser un poco duras; sin embargo, todo lo que dice nos encamina. Esencialmente se nos da un buen examen de conciencia en la Primera Lectura, seguido de un buen recordatorio de nuestra meta, lo que les espera a aquellos que siguen la ley de Dios.

Sin embargo, vivir la vida cristiana es algo más que seguir un conjunto de mandamientos. Se trata de vivir una vida en relación con Dios, el mismo Dios que nos espera en el Cielo. La vida eterna con Dios en el Cielo será el cumplimiento de todos nuestros deseos, la mayoría de los cuales no podemos imaginar en este momento de nuestras vidas. Pero sabemos que todos los deseos que experimentamos aquí en la tierra apuntan en última instancia a nuestra vida eterna en el Cielo, por lo que debemos trabajar para ordenar esos deseos a Dios ahora.

Hablemos po un momento sobre las redes sociales. Las horas (sí, horas) que pasamos todos los días en el teléfono son bastante alarmantes, ya que realmente podemos alejarnos de nuestras vidas, y eso es exactamente lo que las compañías de redes sociales quieren que hagamos. Nos desplazamos porque no hemos encontrado lo que estábamos buscando, nos quedamos con ganas de más. Más “likes”, más comentarios, más de mis anécdotas compartidas, más videos, más, más, más. Nunca nos quedamos verdaderamente satisfechos, siempre quedamos insatisfechos.

Esto se debe a que, en última instancia, nuestros deseos están dirigidos hacia Cristo y solo Él puede cumplirlos verdaderamente. Una de las frases más conocidas de San Agustín de su escrito Las Confesiones es: “Nos has hecho para ti, oh Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. ¡Qué cierto es! Porque los gustos, el afecto y la afirmación que podemos estar buscando en las redes sociales, nos los da nuestro Señor gratuitamente. Somos amados, somos apreciados, somos elegidos por Él. Eso es todo lo que realmente necesitamos en la vida, es saber cuánto nos ama nuestro Dios que nos creó, que se hizo hombre por nosotros y que murió por nosotros.

Siempre debemos tener los ojos fijos en Cristo, quien siempre fija Su mirada en nosotros, quien desea que todos nosotros estemos algún día en el Cielo con Él y quien quiere cumplir los anhelos de nuestro corazón con Su amor.

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Erin is a Cleveland native and graduate of Franciscan University of Steubenville. She is passionate about the Lord Jesus, all things college sports and telling stories and she is blessed enough to get paid for all three of her passions as a full-time youth minister and a freelance sports writer.

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Truly Called to Holiness / Verdaderamente Llamados a la Santidad

Many of us have probably heard about the universal call to holiness, present throughout the Church’s history and prominently proclaimed by the Second Vatican Council. Our readings remind us of this call, and they help us flesh out what God truly expects of us when he asks for holiness.

“Who can ascend the mountain of the Lord or who may stand in his holy place? He whose hands are sinless, whose heart is clean, who desires not what is vain” (Ps. 24:3–4). Our Psalm clarifies that the call to holiness is not just a call to be virtuous or kind; it is a call to be sinless. This can be intimidating, as is Christ’s declaration in the Gospel: “It would be better for [a scandalous person] if a millstone were put around his neck and he be thrown into the sea than for him to cause one of these little ones to sin” (Luke 17:2). The one who causes a child to sin deserves not just rebuke, but death. It seems like St. Paul has similar standards for priests and bishops: “Appoint presbyters . . . on condition that a man be blameless. . . . A bishop as God’s steward must be . . . temperate, just, holy, and self-controlled” (Titus 1:5–8). Priests must be blameless, bishops holy.

Our inclination might first be to take these statements figuratively, relieving ourselves of the burden of living up to such high standards. But we have to remember that this is a call that God is especially serious about. He repeats the injunction “Be holy” many times throughout Leviticus 19–20, to name just one place, and fills it out with the phrase, “for I the Lord your God am holy,” as if to say, “I can do it, so you should too.” When we stop and think about this, it seems ridiculous. Sure, God is holy, but He is also divine! Why would His action be the standard for us?

On our own, this isn’t realistic, and that’s the critical point. “If you have faith the size of a mustard seed, you would say to this mulberry tree, ‘Be uprooted and planted in the sea,’ and it would obey you” (Luke 17:6). What enables us to be truly holy, blameless, even sinless, is the grace that flows from God, which we access by a life of faith in Him and work out in charity. With the grace flowing from our Baptism and the sacramental life, we have Christ’s own life in us. We are incorporated into Him, fueled by the same divinity. He is the natural Son of God; we become adopted sons and daughters.

This is a good thought; it is also a practical one. We have to understand that when the Catholic Church teaches things like filial adoption, she isn’t using a mere metaphor: these are metaphysical realities, a point which brings us back to the daunting call in our readings. God really calls us to be sinless, but He also provides a real avenue through which we can do it: faith in Him, following His commandments, and living His sacramental life. In this month of November, we can be comforted with the knowledge that if we keep the Faith and remain in a state of grace, God will bring us to Him even if we are not yet perfect. Only “he whose hands are sinless” can enter beatitude, but through the fires of Purgatory, what is lacking is made complete. Let us pray to get at least that far!

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Muchos de nosotros probablemente hemos oído hablar de la llamada universal a la santidad, presente a lo largo de la historia de la Iglesia y proclamada de manera destacada por el Concilio Vaticano II. Nuestras lecturas nos recuerdan de este llamado y nos ayudan a desarrollar lo que Dios realmente espera de nosotros cuando nos pide la santidad.

“¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá estar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso.” (Sal. 24:3–4). Nuestro Salmo aclara que el llamado a la santidad no es solo un llamado a ser virtuoso o bondadoso; es un llamado a ser sin pecado. Esto puede ser intimidante, como lo es la declaración de Cristo en el Evangelio: “Más le valdría [a una persona que provoca el pecado] ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla.” (Lucas 17:2). El que hace pecar a un niño no sólo merece la reprensión, sino la muerte. Parece que San Pablo tiene estándares similares para sacerdotes y obispos: “establecieras presbíteros. . . han de ser irreprochables. . . . el obispo, como administrador de Dios, no debe ser arrogante, ni iracundo, ni bebedor, ni violento, ni dado a negocios sucios.” (Tito 1:5–8). Los sacerdotes deben ser irreprensibles, los obispos santos.

Nuestra inclinación podría ser primero tomar estas declaraciones en sentido figurado, liberándonos de la carga de vivir de acuerdo con estándares tan altos. Pero tenemos que recordar que este es un llamado que Dios toma especialmente en serio. Repite el mandato “Sean santos” muchas veces a lo largo de Levítico 19–20, para nombrar solo un lugar, y lo completa con la frase “porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”, como si dijera: “Yo puedo hacerlo, así que tú también deberías hacerlo.” Cuando nos paramos a pensar en esto, parece ridículo. Claro, Dios es santo, ¡pero también es divino! ¿Por qué su acción sería la norma para nosotros?

Por nuestra cuenta, esto no es realista, y ese es el punto crítico. “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería”. (Lucas 17:6) Lo que nos permite ser verdaderamente santos, irreprensibles, incluso sin pecado, es la gracia que fluye de Dios, a la que accedemos mediante una vida de fe en Él y obrando en la caridad. Con la gracia que brota de nuestro Bautismo y de la vida sacramental, tenemos la propia vida de Cristo en nosotros. Estamos incorporados a Él, alimentados por la misma divinidad. Él es el Hijo natural de Dios; nos convertimos en hijos adoptivos.

Es un buen pensamiento pero también es práctico. Tenemos que entender que cuando la Iglesia Católica enseña cosas como la adopción filial, no está usando una mera metáfora: estas son realidades metafísicas, un punto que nos lleva al abrumador llamado en nuestras lecturas. Dios realmente nos llama a ser sin pecado, pero también proporciona un camino real a través de la cual podemos hacerlo: fe en Él, seguir Sus mandamientos y vivir Su vida sacramental. En este mes de noviembre, podemos sentirnos consolados al saber que si guardamos la Fe y permanecemos en el estado de gracia, Dios nos traerá a Él aunque aún no seamos perfectos. Sólo “aquel cuyas manos están sin pecado” puede entrar en la bienaventuranza, pero a través de los fuegos del Purgatorio, lo que falta se completa. ¡Oremos para llegar al menos allí!

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David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Gera Juarez, cathopic.com/photo/10814-capilla-del-santisimo-sacramento