This Little Light of Mine / Esta Lucecita Mía

Most of us have sung the children’s song about “this little light of mine” and letting it shine. But what does this really require us to do?

Jesus tells us that a lighted lamp should be placed on a lampstand so that others can see the light. Of course. Why would we hide it? But we hide things we want to keep for ourselves or things we do not want others to see. If the light we receive is the truth of Christ, we may hide it out of fear of being judged or rejected by others. We are often fearful of the negative opinions of others.

Putting our lamp on a lampstand does not mean we must feverishly try to convince others we are right. It means simply being true to what we know to be True, no matter what others think. It may mean praying before meals in public, or avoiding being drawn into gossip or ridiculing others, or refusing to agree with positions that do not align with our faith, even if we do not have the opportunity to explain fully. Letting our light shine without trying to hide it gives it oxygen and it burns brighter, because “to anyone who has, more will be given.” On the other hand, if we hide our light, we may evade detection, but eventually the little light we have will be snuffed out. Our fearful efforts to avoid ridicule will deprive us of Christ’s saving light and “even what he seems to have will be taken away.”

The saints (like St. Padre Pio, who we celebrate today) kept the light of grace burning within them by praying always and refusing to make compromises with the ways of the world. Even when the people around them did not understand or doubted their sincerity, the saints continued in the way God marked out for them and let their good deeds glorify the Father in Heaven. When we read the lives of the saints, it is helpful to look for the ways they stood firm in their calling, even against persecution and ridicule and misunderstanding. And then, let us ask them to intercede for us before the throne of Grace, that we also might persevere and put the truth before any fear of human judgment.

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La mayoría de nosotros hemos cantado la canción infantil sobre “esta lucecita mía” (this little light of mine) y cómo debemos dejarla brillar. Pero, ¿qué realmente nos exige que hagamos?

Jesús nos dice que se debe colocar una lámpara encendida sobre un candelero para que otros puedan ver la luz. Por supuesto. ¿Por qué lo ocultaríamos? Pero ocultamos cosas que queremos conservar para nosotros o cosas que no queremos que otros vean. Si la luz que recibimos es la verdad de Cristo, podemos ocultarla por miedo a ser juzgados o rechazados por los demás. A menudo tenemos miedo de las opiniones negativas de los demás.

Poner nuestra lámpara en un candelero no significa que debamos tratar febrilmente de convencer a los demás de que tenemos la razón. Significa simplemente ser fieles a lo que sabemos que es Verdadero, sin importar lo que piensen los demás. Puede significar orar antes de las comidas en público, o evitar dejarse arrastrar por los chismes o ridiculizar a los demás, o negarse a estar de acuerdo con posiciones que no se alinean con nuestra fe, incluso si no tenemos la oportunidad de explicarlas completamente. Dejar que nuestra luz brille sin intentar ocultarla le da oxígeno para que arde con más intensidad, porque “al que tiene, se le dará más”. Por otro lado, si ocultamos nuestra luz, podemos evitar que nos detecten, pero eventualmente la poca luz que tenemos se apagará. Nuestros temerosos esfuerzos por evitar el ridículo nos privarán de la luz salvadora de Cristo y “al que no tiene se le quitará aun aquello que cree tener.”

Los santos (como San Padre Pío, a quien celebramos hoy) mantuvieron encendida la luz de la gracia dentro de ellos orando siempre y negándose a hacer concesiones con las costumbres del mundo. Incluso cuando las personas que los rodeaban no entendían o dudaban de su sinceridad, los santos continuaron en el camino que Dios les marcó y dejaron que sus buenas obras glorificaran al Padre Celestial. Cuando leemos las vidas de los santos, es útil buscar las formas en que se mantuvieron firmes en su llamamiento, incluso frente a la persecución, el ridículo y los malentendidos. Y luego, pidámosles que intercedan por nosotros ante el trono de la Gracia, para que también nosotros perseveremos y antepongamos la verdad a cualquier temor al juicio humano.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and eight grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: hansbenn, pixabay.com/photos/oil-lamp-flame-lamp-fire-seem-1342412/

Increased Faith / Aumentar la Fe

It’s a funny thing trying to play God isn’t it? We all do it frequently and no matter how many times it goes poorly for us, we still think we have more power and authority than we do. Why do we put so much pressure on ourselves? Playing God does not seem like a fun job, but I know I do it day in and day out. The wicked people from the first reading today are in the same boat. They think their way is better than God’s and they do not want God’s laws getting in the way of the things they would rather do.

I suppose this has been going on since the very beginning of time. If you really think about it, the first sin was not so much eating a fruit, but it was Adam and Eve believing that their way was better than God’s. Maybe God was holding out on them. Maybe Satan was right when he said that God didn’t want them to eat the fruit because they would be more like him.

I think we can all see clearly now that this was not the case. God wasn’t holding out on them. In fact, he wanted to give them everything. But the temptation that is at the root of many sins is doubting God’s love. Adam and Eve did it. Sometimes we do it too. And for what purpose? I know I can look back at my life and see that the most peaceful or joyful or happy times I had were when I was following the path that God laid out for me. It’s when I was trusting him the most that I felt most fully alive.

So how do we break the cycle of distrust that we have because of the fall? I think a good way is to make a daily act of faith. I have included one below that comes from the USCCB. I have found it very helpful to start my day with an act of faith so I can remember that God is always in charge and he knows best.

From all of us here at Diocesan, God bless! 

O my God, I firmly believe that you are one God in three divine Persons, Father, Son, and Holy Spirit. I believe that your divine Son became man and died for our sins and that he will come to judge the living and the dead. I believe these and all the truths which the Holy Catholic Church teaches because you have revealed them who are eternal truth and wisdom, who can neither deceive nor be deceived. In this faith I intend to live and die. Amen.

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Es curioso intentar jugar a ser Dios, ¿no? Todos lo hacemos con frecuencia y no importa cuántas veces nos salga mal, seguimos pensando que tenemos más poder y autoridad del que tenemos. ¿Por qué nos presionamos tanto? Jugar a ser Dios no parece un trabajo divertido, pero sé que lo hago día tras día. Los malvados de la primera lectura de hoy están en la misma situación. Piensan que su camino es mejor que el de Dios y no quieren que las leyes de Dios se interpongan en las cosas que prefieren hacer.

Supongo que esto ha estado sucediendo desde el principio de los tiempos. Si realmente lo piensas, el primer pecado no fue tanto comer una fruta, sino que Adán y Eva creyeron que su camino era mejor que el de Dios. Quizás Dios les estaba ocultando algo. Quizás Satanás tenía razón cuando dijo que Dios no quería que comieran el fruto porque serían más como él.

Creo que ahora todos podemos ver claramente que ese no fue el caso. Dios no se los estaba ocultando. De hecho, quería darles todo. Pero la tentación que es la raíz de muchos pecados es dudar del amor de Dios. Adán y Eva lo hicieron. A veces nosotros también lo hacemos. ¿Y con qué propósito? Sé que puedo mirar hacia atrás en mi vida y ver que los momentos más pacíficos, gozosos o felices que tuve fueron cuando seguía el camino que Dios trazó para mí. Mientras más confiaba en él más me sentía más plenamente vivo.

Entonces, ¿cómo rompemos el ciclo de desconfianza que tenemos debido a la caída del hombre? Creo que una buena manera es hacer un acto de fe a diario. He incluido uno a continuación. Me ha resultado muy útil comenzar mi día con un acto de fe para poder recordar que Dios siempre está a cargo y él sabe más.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!

Oh Dios mío, creo firmemente que eres un solo Dios en tres Personas divinas, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Creo que tu divino Hijo se hizo hombre y murió por nuestros pecados y que vendrá para juzgar a los vivos y a los muertos. Creo en éstas y todas las verdades que enseña la Santa Iglesia Católica porque tú las has revelado, quién eres la verdad y sabiduría eterna, quien no puede engañar ni ser engañado. En esta fe tengo la intención de vivir y morir. Amén.

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: Alex Shute, unsplash.com/photos/a-wooden-block-that-says-faith-next-to-blue-flowers-6N3hwSsdleQ

Risking Everything to Follow Jesus / Arriesgando Todo para Seguir a Jesús

Matthew was a finance guy. Not only did he extort money from his neighbors while collecting taxes, he also wrapped his whole life around the security money can bring. How many advertisements have you seen lately geared toward people considering retirement: Do you have enough money to survive after you retire? Maybe you need to invest? Buy gold or silver? Take out insurance?  Commercials and posts of this nature lead to a stabbing fear. All the what ifs begin to play on our imagination. 

If there is anything we humans cling to it’s security. We clutch at anything that seems dependable. We stock up on what promises to sustain us in the crises of our lives. We pour over the stock reports to see how much we have lost. We accumulate what we hope will keep us safe until we die. How much power do I need to protect my future? What will happen to me if I don’t have extra money to spend at leisure? What do I need to ensure my comfort?

Jesus invited Matthew to step out of the security he had been creating for himself into the divine world of risk. He brought him out of the tomb of self-protection into the sunlight of abandonment to divine providence. 

Hear these words of Jesus to Matthew as if they were said to you and do not be afraid: “Leave everything, Matthew, and come. Come follow me. I have no money to offer you. No absolute security to promise for your future. I have nothing but my immense love for you and for the world. I have nothing but my dream for your future in my Kingdom which I have secured for you. I have known you before the foundation of the world. [Say your own name], I will be enough for you. Enough forever. Come. Come follow me.”

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Matthew era un hombre de finanzas. No sólo extorsionó a sus vecinos mientras recaudaba impuestos, sino que también dedicó toda su vida a la seguridad que el dinero puede aportar. ¿Cuántos anuncios has visto últimamente dirigidos a las personas que están considerando jubilarse? ¿Tienes suficiente dinero para sobrevivir después de jubilarte? Quizás debes invertir, comprar oro o plata, o sacar una aseguranza, etc.  Los anuncios y publicaciones de este tipo provocan un miedo aterrador. Todos los “qué pasaría si” comienzan a jugar en nuestra imaginación.

Si hay algo a lo que los seres humanos nos aferramos es a la seguridad. Nos aferramos a cualquier cosa que parezca confiable. Nos abastecemos de lo que promete sostenernos en las crisis de nuestras vidas. Revisamos los informes bursátiles para ver cuánto hemos perdido. Acumulamos lo que esperamos que nos mantenga a salvo hasta que muramos. ¿Cuánta energía necesito para proteger mi futuro? ¿Qué me pasará si no tengo dinero extra para gastar como yo quisiera? ¿Qué necesito para garantizar mi comodidad?

Jesús invitó a Mateo a salir de la seguridad que había estado creando para sí mismo y entrar al mundo divino del riesgo. Lo sacó de la tumba de la autoprotección a la luz del sol del abandono a la divina providencia.

Escucha estas palabras de Jesús a Mateo como si te las dijeran a ti y no temas: “Déjalo todo, Mateo, y ven. Ven y sígueme. No tengo dinero para ofrecerte. No hay seguridad absoluta que prometer para tu futuro. No tengo nada más que mi inmenso amor por ti y por el mundo. No tengo más que mi sueño para tu futuro en mi Reino que te he asegurado. Te he conocido desde antes de la fundación del mundo. [Di tu propio nombre], seré suficiente para ti. Suficiente para siempre. Ven. Ven y sígueme.”

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
Public Facebook Group: https://www.facebook.com/groups/srkathrynhermes/ HeartWork Spiritual Formation Group: https://touchingthesunrise.com/heartwork/

Feature Image Credit: Bernardo Strozzi, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Bernardo_Strozzi_-_Calling_of_St_Matthew.jpg

Accompanying Jesus / Acompañando a Jesús

We hear in today’s Gospel, “Jesus journeyed from one town and village to another, preaching and proclaiming the good news of the Kingdom of God. Accompanying him were the Twelve and some women.” When we read this verse through our 21st century lens, it is easy to skim right past it. Ok, so the apostles and some women walked with Jesus. And the sky was blue, the sun was warm, and people breathed the air. But this was not the 21st century. Yes, God is eternal. He exists outside of time, though through Jesus he stepped into time. He stepped into the first century, and he turned the world on its ear.

When Jesus placed his glorious toe into the stream of time, the same blue sky stretched overhead, the same warm sun shone in the sky, and the same air filled the lungs of the people, but so much was different. Women had a purpose and a role in the culture, but in the view of the time certainly not anything as important as the men. But then came Jesus. He baffled the powerful by his indifference to their position. He spoke to them with care, compassion, and respect, but he spoke to the wretched in the same way. He did not question the leaders’ authority, but somehow, he carried an authority greater than their own, and it gnawed at them.

God had set the stage of this revolution as salvation history evolved – Sarah, Hannah, Deborah, Ruth, Judith, Esther, all women who heeded his call and changed history. And when it came time for the incarnation, time for God to become one of us, how did he enter the world? The same way we do – through a woman – and Our Mother Mary, just happens to be the greatest woman who ever lived.

In his written record where no word is wasted, Luke purposely tells us in today’s Gospel that accompanying Jesus were some women. They were women who had been drawn to his message of hope and healing. They included Mary Magdalene, Joanna, Chuza, and Suzanna, women whose lives had been changed, women who were dedicated to him just as the Twelve were. Those twelve men were called to the priesthood, a beautiful, profound, and important call which their successors continue to answer. Those women were also called to a different mission, but no less beautiful, profound, and important.

Later generations of these women who follow Christ would be given greater authority and go on to build schools and hospitals, to care for the sick, the orphaned, the forgotten. They continue to do so today.

“Accompanying him then were the Twelve and some women…” These are simple words, but what a powerful recognition of the full, complementary richness of both men and women who form the Body of Christ. 

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Escuchamos en el Evangelio de hoy: “Jesús comenzó a recorrer ciudades y poblados predicando la buena nueva del Reino de Dios. Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres.” Cuando leemos este versículo a través de los lentes del siglo XXI, es fácil pasarlo por alto. Bueno, los apóstoles y algunas mujeres caminaron con Jesús, y ¿qué más da? Y el cielo era azul, el sol calentaba y la gente respiraba el aire. Pero este no era el siglo XXI. Sí, Dios es eterno y existe fuera del tiempo, aunque a través de Jesús entró en el tiempo. Entró en el primer siglo y puso al mundo patas arriba.

Cuando Jesús puso su glorioso dedo del pie dentro de la corriente del tiempo, el mismo cielo azul se extendía sobre nosotros, el mismo sol cálido brillaba en el cielo y el mismo aire llenaba los pulmones de la gente, pero había muchas cosas diferentes. Las mujeres tenían un propósito y un papel en la cultura, pero desde el punto de vista de la época ciertamente no tenían nada tan importante como los hombres. Y luego vino Jesús. Desconcertó a los poderosos por su indiferencia hacia su posición. Les hablaba con cariño, compasión y respeto, pero a los desdichados les hablaba de la misma forma. No cuestionó la autoridad de los líderes, pero de alguna manera Él tenía una autoridad mayor que ellos y eso les fastidiaba.

Dios había preparado el escenario de esta revolución a medida que evolucionaba la historia de la salvación: Sara, Ana, Débora, Rut, Judit, Ester, todas mujeres que contestaron el llamado de Dios y cambiaron la historia. Y cuando llegó el momento de la encarnación, el momento cuando Dios se hizo uno de nosotros, ¿cómo entró en el mundo? De la misma forma que nosotros, a través de una mujer, y Nuestra Madre María, resulta ser la mujer más grande que jamás haya existido.

En su registro escrito donde no se desperdicia ninguna palabra, Lucas nos dice deliberadamente en el Evangelio de hoy que acompañaban a Jesús algunas mujeres. Eran mujeres que se habían sentido atraídas por su mensaje de esperanza y curación. Entre ellas se encontraban María Magdalena, Juana, Chuza y Susana, mujeres cuyas vidas habían cambiado, mujeres que estaban dedicadas a él tal como lo estaban los Doce. Esos doce hombres fueron llamados al sacerdocio, un llamado hermoso, profundo e importante al que sus sucesores continúan respondiendo. Aquellas mujeres también fueron llamadas a una misión diferente, pero no menos bella, profunda e importante.

A las generaciones posteriores de estas mujeres que siguen a Cristo se les daría mayor autoridad y construirían escuelas y hospitales, cuidarían de los enfermos, los huérfanos y los olvidados. Y lo siguen haciendo el día de hoy.

Lo acompañaban los Doce y algunas mujeres…” Son palabras sencillas, pero qué reconocimiento tan poderoso de la riqueza plena y complementaria de los hombres y mujeres que forman el Cuerpo de Cristo.

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Pamela Kavanaugh is a grateful wife, mother, and grandmother who has dedicated her professional life to Catholic education. Though she has done her very best to teach her students well in the subjects of language and religion, she knows that she has learned more than she has taught. She lives, teaches, and writes in southwest suburban Chicago.

Feature Image Credit: Felipe Correia, unsplash.com/photos/foot-prints-on-brown-sand-ScQngs6oO1E

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Grace and Mercy / La Gracia y la Misericordia

Grace and mercy are gifts we receive from God. Which one do you want? Which one do you need? Can we have one without the other? They are gifts, unmerited, given out of love for us from the one who created us. And do we accept these gifts?

Life often brings us trials and difficulties that may not seem humanly possible to deal with or overcome. St. Paul acknowledges that he is only able to do what he does because of God’s grace. If so great a saint knows this and acts by relying on God’s grace, I think we can do the same. 

A few months ago, we were yet again in the midst of caring for a family member with health problems and an opportunity presented itself that I very much wanted to pursue. I hesitated, I started putting conditions down, and then I prayed and decided to move forward, relying on God’s grace. I knew that if I did not begin going forward, God could not move forward either. I believe that when we can trust in God’s grace, even in the smallest way, we are given more and more grace. 

God gives us grace to do what He calls us to and then he gives us mercy, another gift. Mercy can be seen so beautifully in the person of Christ. In the Gospel, Luke tells us the story of a sinful woman, who represents all of us. We are all sinful. The type of sin is not the focus. Mercy is the focus. When we turn to Jesus and have sorrow for our sins and ask for forgiveness, we receive mercy. Those in the story who were more concerned with sin did not see their own sin, only the other’s sin, so they missed out on mercy. Like grace, we must accept mercy, humbly accept the mercy we are given so that we do not continue in our sinfulness.

In our humanness, we sometimes reject mercy – out of a false belief that the sin is too big or we are not worthy. That is a lie. Do not reject mercy. Jesus wants to give you this amazing gift. And then, he wants us to give it to others. The next time you are in need of grace or mercy, ask for it. God delights in giving us good things, in loving us, in helping us. He is a God of grace and mercy.

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La gracia y la misericordia son regalos que recibimos de Dios. ¿Cuál quieres? ¿Cuál necesitas? ¿Podemos tener uno sin el otro? Son regalos inmerecidos y dados por amor a nosotros por parte de quien nos creó. ¿Aceptamos estos regalos?

La vida a menudo nos trae pruebas y dificultades que quizás no parezcan humanamente posibles de afrontar o superar. San Pablo reconoce que sólo es capaz de hacer lo que hace gracias a la gracia de Dios. Si un santo tan grande sabe esto y actúa confiando en la gracia de Dios, creo que nosotros podemos hacer lo mismo.

Hace unos meses, estábamos nuevamente cuidando a un miembro de la familia con problemas de salud y se me presentó una oportunidad que tenía muchas ganas de aprovechar. Dudé, comencé a poner condiciones y luego recé y decidí seguir adelante, confiando en la gracia de Dios. Sabía que si yo no empezaba a avanzar, Dios tampoco podría avanzar. Creo que cuando podemos confiar en la gracia de Dios, incluso en lo más mínimo, recibimos cada vez más y más gracia.

Dios nos da gracia para hacer lo que Él nos llama hacer y luego nos da misericordia, otro regalo. La misericordia se puede ver tan bellamente en la persona de Cristo. En el Evangelio, Lucas nos cuenta la historia de una mujer pecadora, que nos representa a todos. Todos somos pecadores. El tipo de pecado no es lo más importante. La misericordia es lo más importante. Cuando acudimos a Jesús y estamos arrepentidos por nuestros pecados y pedimos perdón, recibimos misericordia. Las personas en este pasaje que estaban más preocupados por el pecado no vieron su propio pecado, sólo el pecado del otro, y por eso perdieron la misericordia. Al igual que la gracia, tenemos que aceptar la misericordia, aceptarla humildemente para no seguir pecando.

En nuestra humanidad, a veces rechazamos la misericordia, por una falsa creencia de que el pecado es demasiado grande o que no somos dignos. Eso es una mentira. No rechaces la misericordia. Jesús quiere darte este maravilloso regalo. Y luego quiere que se lo demos a los demás. La próxima vez que necesites gracia o misericordia, pídela. Dios se deleita en darnos cosas buenas, en amarnos, en ayudarnos, porque es un Dios de gracia y misericordia.

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Deanna G. Bartalini, M.Ed.; M.P.A., is a certified spiritual director, writer, speaker and content creator. The LiveNotLukewarm.com online community is a place to inform, engage and inspire your Catholic faith. Her weekly Not Lukewarm Podcast gives you tips and tools to live out your faith in your daily life.

Feature Image Credit: hpuppet, pixabay.com/photos/ocean-sunset-beach-glow-west-coast-2777838/

Love and Wisdom / Amor y Sabiduría

St. Paul’s discourse on love in today’s first reading might be the most famous discussion of love in the world, and far more learned people than I have reflected on it throughout the ages. There’s probably nothing worthwhile that I could ever add to that great collection of reflections and analyses, but I will say this: Paul has not only outlined for us what true love is like, but what it actually is. And we human beings rarely, if ever, measure up to it because such true love resides in God alone, who is love and who gives love unceasingly.

However, our failure to measure up should never keep us from trying and continuing to try. To love completely, the way God loves, is His goal for each of us. He knows our faults and our weaknesses, and He is ready to help us if we only ask for the love and grace we need to love as He loves. It may take our whole lives, it might not even happen by the time we reach our deathbed, but to love and love and love and to keep on trying to love is all we can do, and all we should do. And our greatest example, of course, is Jesus.

In today’s Gospel from Luke, Jesus is almost scolding the people who, like children, won’t dance to a happy tune or weep to a sad one. He is basically calling them out for indifference, for not caring enough to react to what’s really happening. He also calls them out for treating John the Baptist’s ascetic way as if it were evil, and His way of engaging with people where they are as if it were a character flaw. Being indifferent or critical of something is an easy way out, to keep us from engaging, to keep us from thinking. It keeps us from looking within and really analyzing ourselves. Are we good people? Are we loving and giving? Or do we think only about ourselves? Or, maybe worst of all, are we nihilistic, rejecting things of meaning, value, knowledge and holiness? 

Jesus came to tell us that life does have meaning and purpose. It has value when we love, when we give of ourselves for the sake of others, when we engage with each other and care about each other’s well-being — even those who might not engage with or care about us. Today’s Gospel ends with the line “But wisdom is vindicated by all her children.” We who believe know that Jesus Christ himself is true wisdom, and He and His teachings of love of the Father and service to others are vindicated — that is, proven true — by those who follow Him, because the reward of true love and true wisdom is heavenly indeed. Let’s all keep trying to love as Jesus our wisdom calls us to love.

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El discurso de San Pablo sobre el amor en la primera lectura de hoy podría ser el más famoso del mundo sobre el amor, y muchas personas más eruditas que yo han reflexionado sobre él a lo largo de los siglos. Probablemente no haya nada que valga la pena que pueda agregar a esa gran colección de reflexiones y análisis, pero diré esto: Pablo no sólo nos ha descrito cómo es el verdadero amor, sino también lo que realmente es. Y nosotros, los seres humanos, rara vez, o nunca, estamos a la altura, porque ese amor verdadero reside únicamente en Dios, que es amor y que da amor incesantemente.

Sin embargo, nuestra incapacidad para estar a la altura nunca debería impedirnos intentarlo y seguirlo intentando. Amar completamente, como Dios ama, es su objetivo para cada uno de nosotros. Él conoce nuestras faltas y nuestras debilidades, y está dispuesto a ayudarnos si sólo le pedimos el amor y la gracia que necesitamos para amar como Él ama. Puede que nos lleve toda la vida, puede que ni siquiera suceda cuando lleguemos al lecho de muerte, pero amar, amar, amar y seguir intentando amar es todo lo que podemos hacer y todo lo que debemos hacer. Y nuestro mayor ejemplo, por supuesto, es Jesús.

En el Evangelio de hoy según Lucas, Jesús casi está regañando a las personas que, como los niños, no bailan con una melodía alegre ni lloran con una triste. Básicamente los está llamando la atención por su indiferencia, por no preocuparse lo suficiente como para reaccionar ante lo que realmente está sucediendo. También los critica por tratar la manera ascética de Juan el Bautista como si fuera mala, y su manera de relacionarse con las personas donde están como si fuera un defecto de carácter. Ser indiferente o crítico con algo es una salida fácil, para impedir que nos involucremos, para impedirnos pensar. Nos impide mirar hacia dentro y analizarnos realmente a nosotros mismos. ¿Somos buenas personas? ¿Estamos amando y entregándonos? ¿O pensamos solamente en nosotros mismos? O, quizás lo peor de todo, ¿somos nihilistas y rechazamos las cosas que tienen significado, valor, conocimiento y santidad?

Jesús vino a decirnos que la vida sí tiene significado y propósito. Tiene valor cuando amamos, cuando nos entregamos por el bien de los demás, cuando nos relacionamos unos con otros y nos preocupamos por el bienestar de los demás, incluso de aquellos que quizás no se relacionen con nosotros ni se preocupen por nosotros. El evangelio de hoy termina con la frase “Pero sólo aquellos que tienen la sabiduría de Dios, son quienes lo reconocen.” Nosotros, los que creemos, sabemos que Jesucristo mismo es la verdadera sabiduría, y que Él y Sus enseñanzas de amor al Padre y servicio a los demás son vindicados (es decir, probados como verdaderos) por aquellos que lo siguen, porque la recompensa del verdadero amor y la verdadera sabiduría es realmente celestial. Sigamos todos intentando amar como Jesús nuestra sabiduría nos llama a amar.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Worshae, unsplash.com/photos/a-person-reading-a-book-on-a-couch-uN4Mv7pjL0Q

A Great Prophet / Un Gran Profeta

The readings today demonstrate acknowledgement of the works of our Lord, Jesus Christ. Each person is called to be a great prophet according to the personal spiritual gifts given to us by the Lord. It is our task to recognize and act upon what has been freely given to us within the greater community.

The Gospel takes place in Nain, a small town in lower Galilee where Jesus raises a young man from the dead. Even though the people had been scared by Jesus’ action they realized a miracle had happened and a great prophet was in their midst. They recognized the sacred among them.

There are three individuals who share this day in the Church calendar: it is the feast of St. Hildegard of Bingen, Virgin and Doctor of the Church (1098-1179), it is the day St. Francis of Assisi received the Stigmata (1224), and it is the feast day of St. Robert Bellarmine, Cardinal and Doctor of the Church (1542-1621).

St. Hildegard was a Benedictine abbess, a mystic, prolific author, visionary, poet, healer and herbalist, scribe, lyricist, illustrator, and composer who used her many gifts and talents to serve God and all she encountered in medieval Germany. Her written legacy continues to inspire the faithful to this day. Hildgard wrote of a vision, “‘With my mouth,’ God says, ‘I kiss my own chosen creation. I uniquely, lovingly, embrace every image I have made out of the earth’s clay. With a fiery spirit I transform it into a body to serve all the world.’”

St. Francis of Assisi was praying on the mountain in LaVerna when he had a vision of angels bearing the blessed crucifix of our Lord while experiencing an indescribable touch from God. He found himself blessed with the five wounds of Christ, which he bore on his body until his death in 1227. St. Francis modeled his life on the teachings of Jesus Christ, doing his best to live the Gospels.

St. Robert Bellarmine was born during the Reformation and dedicated his life to studying Sacred Scripture and the teachings of the Catholic Church. A professor, theologian and prolific author, St. Robert is known for speaking the truth. “There are many realities which do not change and which have their ultimate foundation in Christ, who is the same yesterday and today, yes, and forever.”

These three saints shared their gifts and talents as part of the body of Christ with their contemporaries. What is it that you are called to share with those in your life today, that others may recognize the sacredness of God in their midst?

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Las lecturas de hoy demuestran el reconocimiento de las obras de nuestro Señor Jesucristo. Cada persona está llamada a ser un gran profeta según los dones espirituales personales que nos ha dado el Señor. Es nuestra tarea reconocer y actuar sobre lo que se nos ha dado gratuitamente dentro de la comunidad en general.

El evangelio toma lugar en Naín, un pueblo pequeño del sur de Galilea donde Jesús resucita a un joven de entre los muertos. Aunque la gente había estado asustada por la acción de Jesús, se dieron cuenta de que había ocurrido un milagro y que un gran profeta estaba entre ellos. Reconocieron lo sagrado entre ellos.

Hay tres individuos que comparten este día en el calendario de la Iglesia: es la fiesta de Santa Hildegarda de Bingen, Virgen y Doctora de la Iglesia (1098-1179), es el día en que San Francisco de Asís recibió los Estigmas (1224 ), y es la fiesta de San Roberto Belarmino, Cardenal y Doctor de la Iglesia (1542-1621).

Santa Hildegarda fue una abadesa benedictina, una mística, autora prolífica, visionaria, poeta, curandera y herbolaria, escriba, letrista, ilustradora y compositora que utilizó sus muchos dones y talentos para servir a Dios y a todos los que encontró en la Alemania medieval. Su legado escrito continúa inspirando a los fieles hasta el día de hoy. Hildegarda escribió sobre una visión: “’Con mi boca’, dice Dios, ‘beso mi propia creación elegida. Abrazo de manera única y amorosa cada imagen que he hecho con la arcilla de la tierra. Con espíritu de fuego lo transformo en un cuerpo para servir a todo el mundo.’”

San Francisco de Asís estaba orando en la montaña de LaVerna cuando tuvo una visión de ángeles llevando el crucifijo bendito de nuestro Señor mientras experimentaba un toque indescriptible de Dios. Se encontró bendecido con las cinco llagas de Cristo, que llevó en su cuerpo hasta su muerte en 1227. San Francisco modeló su vida según las enseñanzas de Jesucristo, haciendo todo lo posible por vivir los Evangelios.

San Roberto Belarmino nació durante la Reforma y dedicó su vida al estudio de la Sagrada Escritura y las enseñanzas de la Iglesia Católica. Profesor, teólogo y autor prolífico, San Roberto es conocido por decir la verdad. “Hay muchas realidades que no cambian y que tienen su fundamento último en Cristo, que es el mismo ayer y hoy, y sí, para siempre”.

Estos tres santos compartieron sus dones y talentos como parte del cuerpo de Cristo con sus contemporáneos. ¿Qué es lo que estás llamado a compartir con quienes están en tu vida hoy, para que otros puedan reconocer lo sagrado de Dios entre ellos?

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Beth Price is part of the customer care team at Diocesan. She is a Secular Franciscan (OFS) and a practicing spiritual director. Beth shares smiles, prayers, laughter, a listening ear and her heart with all of creation. Reach her here bprice@diocesan.com.

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Tempering Our Vices Through Prayer / Moderar los Vicios con la Oración

I will be the first to admit that I am not a very patient person. Sure, I could blame it on how the world we live in offers immediate gratification, information at our fingertips or food through a drive thru window. I could blame it on my upbringing, noticing similar behaviors coming from my parents, and imitating that. I could blame it on the fact that every minute is a commodity in my very busy life and I just don’t have time for things to take longer than what I have on my schedule. I could blame it on any number of things, but truth be told, it is simply a virtue I have yet to acquire. 

I’m sure you’ve heard the adage “Never ask for patience because God will give you many opportunities to use it.” I have definitely had many opportunities to grow in patience, but I feel like I simply grow more impatient instead. I find my mind spinning with thoughts like, “I can do that in 30 minutes, why can’t they?” or constantly saying to my children, “Would you just hurry up!” Nothing ever seems to be done fast enough for my liking, so I grumble and stress out. 

It sounds like the disciples in Corinth were displaying some impatience of their own in today’s first reading. Paul admonished them saying, “when you come together to eat, wait for one another.” It appears as if when they got together as a community of believers, those who arrived first would go ahead and eat while others went hungry. This behavior was the exact opposite of the unity and charity we are all called to live out as Christians. So Paul encouraged them to offer supplication, prayer, petition, and thanksgiving. “It is my wish, then, that in every place the men should pray, lifting up holy hands, without anger or argument.” 

What a wise piece of advice! And it still holds true for us today. When you are tempted to be impatient, pray. When you are tempted to anger, pray. When you feel the urge to argue, pray. When you are starving and don’t want to wait for your kids to get home from practice to have dinner, pray. Lifting our minds and hearts to God will put things back in perspective and temper our vices. 

We can also learn from the humility of the centurion in today’s Gospel, who felt unworthy to be in the Lord’s presence, so first he sent Jewish elders and then he sent friends with messages. He was a high-ranking official and well respected by many, yet he understood his rank before Jesus, his nothingness. His words “I am not worthy to have you enter under my roof” are so indicative of each one of us that we say them each and every time we go to Mass. 

Lord, I come before you today in humility to ask that you may increase in me and I may decrease (especially in impatience). Amen. 

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Seré el primero en admitir que no soy una persona muy paciente. Claro, podría echarle la culpa a cómo el mundo donde vivimos ofrece gratificación inmediata, información al toque del teclado o comida a través de una ventanilla. Podría echarle la culpa a como me criaron, al notar ciertos comportamientos en mis padres e imitarlos. Podría echarle la culpa al hecho de que cada minuto es una comodidad en mi vida tan ocupada y simplemente no tengo tiempo para que las cosas tomen más tiempo de lo que tengo planeado. Podría echarle la culpa a muchas cosas, pero si soy sincera, es simplemente una virtud que todavía me hace falta adquirir.

Estoy segura de que has escuchado el dicho “Nunca pidas paciencia porque Dios te dará muchas oportunidades para usarla”. Definitivamente he tenido muchas oportunidades de crecer en la paciencia, pero siento que en lugar de mejorar, me estoy volviendo más y más impaciente. Me entran pensamientos como: “Puedo hacer esto en 30 minutos, ¿por qué ellos no?” O les digo constantemente a mis hijos: “¡Apúrense!”. Es como que nadie hace nada lo suficientemente rápido para mi gusto, así que me quejo y me estreso.

Parece que los discípulos de Corinto estaban mostrando cierta impaciencia en la primera lectura de hoy también. Pablo les amonesta por no esperar a sus hermanos para comer y por estar discutiendo. Este comportamiento fue exactamente lo contrario de la unidad y la caridad que todos estamos llamados a vivir como cristianos. Entonces Pablo los animó a ofrecer súplicas, oraciones, peticiones y acciones de gracias. “Quiero, pues, que los hombres, libres de odios y divisiones, hagan oración donde quiera que se encuentren, levantando al cielo sus manos puras.”

¡Qué sabio consejo! Y sigue siendo válido para nosotros hoy. Cuando estés tentado a la impaciencia, reza. Cuando estés tentado a enojarte, reza. Cuando sientas la necesidad de discutir, reza. Cuando estés hambriento y no quieras esperar a que tus hijos lleguen a casa después del entrenamiento para cenar, reza. Elevar la mente y el corazón a Dios nos reorienta y nos ayuda a moderar los vicios.

También podemos aprender de la humildad del centurión del Evangelio de hoy, quien se sintió indigno de estar en la presencia del Señor, por lo que primero envió a unos ancianos judíos y luego a unos amigos como mensajeros suyos. Era un funcionario de alto rango y muy respetado por muchos, pero comprendía su rango ante Jesús, su nada. Sus palabras “yo no soy digno de que tú entres en mi casa” son tan indicativas de cada uno de nosotros que las decimos cada vez que vamos a Misa.

Señor, hoy vengo ante ti con humildad para pedirte que tú crezcas en mí y yo disminuya (especialmente en la impaciencia). Amén.

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Feature Image Credit: Pedro Lima, https://unsplash.com/photos/people-inside-room-HtwsbbClBOs


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Humility / La Humildad

I have always been so easily influenced by others’ opinions of me. I want to be loved, or at least well-liked, by all I meet. It is a natural human tendency. The compulsive need to check email or Facebook messages relays back the same feelings – is there anyone out there looking to connect with me? 

It is so easy to be distracted by worldly comforts brought forth by people, as well as material possessions. In today’s Gospel, Christ proclaims of the need to separate ourselves from these habits. Sometime while we’re praying the Litany of Humility, we might ask ourselves if we really want these petitions to become true. To deny ourselves feels paradoxical, especially living in a society that highly values each human’s right to so many freedoms. I think we can often reach above and beyond that which we’re entitled to. 

In Mere Christianity, C.S. Lewis noted pride as the ultimate “anti-God”, which leads to every other vice. In contrast, St. Bernard declares that Jesus Christ is the ultimate definition of humility. We are so used to the comforts of the world around us. Christ also lived as a human being with similar circumstances, yet made the ultimate sacrifice of giving it all away for our sake, despite our extreme unworthiness. 

Today, let’s ask ourselves if we know that God is who he says He is. May we truly know the truth that takes precedence over all our individual matters, that Christ suffered and died in great humility and out of a deep love for us.

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Siempre me he dejado influenciar muy fácilmente por las opiniones que los demás tienen sobre mí. Quiero ser amada, o por lo menos querida, por todos los que conozco. Es una tendencia humana natural. La necesidad compulsiva de revisar el correo electrónico o los mensajes de Facebook transmite los mismos sentimientos: ¿hay alguien que quiera conectarse conmigo?

Es muy fácil distraerse con las comodidades mundanas que brinda la gente, así como con las posesiones materiales. En el evangelio de hoy, Cristo proclama la necesidad de separarnos de estos hábitos. En algún momento, mientras rezamos las Letanías de la Humildad, podríamos preguntarnos si realmente queremos que estas peticiones se hagan realidad. Negarnos a nosotros mismos parece paradójico, especialmente viviendo en una sociedad que valora mucho el derecho de cada ser humano a tantas libertades. Creo que a menudo podemos ir más allá de lo que tenemos derecho.

En su libro Mero Cristianismo, C.S. Lewis destacó el orgullo como el máximo “anti-Dios”, que conduce a todos los demás vicios. En cambio, San Bernardo declara que Jesucristo es la definición última de la humildad. Estamos tan acostumbrados a las comodidades del mundo que nos rodea. Cristo también vivió como un ser humano en circunstancias semejantes, pero hizo el sacrificio supremo de entregarlo todo por el bien de todos nosotros, a pesar de nuestra indignidad extrema.

Preguntémonos hoy si sabemos que Dios verdaderamente es quien dice ser. Que podamos conocer verdaderamente la verdad que tiene prioridad sobre todos nuestros asuntos individuales: que Cristo sufrió y murió con gran humildad y por un profundo amor por nosotros.

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Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.

Feature Image Credit: Grégoire Huret, art.diocesan.com/stock-photo/christ-washing-feet-of-his-disciples-745/

More Than Commonplace Spirituality / Más que una Espiritualidad Ordinario

In today’s first reading we hear the all too familiar complaints that come from broken humanity. I say all too familiar because we all complain about various things in our spiritual journey and sometimes forget that God is in charge and he loves us and wants the absolute best for us. Think about the context for a second. The Israelites were slaves in Egypt. Their living conditions were awful, they were forced to work, and they were not given an adequate amount of food. God frees them from slavery and here they are complaining that the miraculous bread he is sending from heaven does not taste very good. 

I wonder how often you and I have this same disposition before God. Miraculous things are happening all around us. God has also freed us from slavery through our baptism and gives us spiritual food to eat on our journey of faith. But how often do we take it all for granted? How often do we go to Mass and see it as commonplace and completely forget the miracle that is actually taking place?

I have the bad habit of people watching when parishioners are receiving communion instead of praying and thanking God for the gift I have just received. While I watch people go through the communion line I wonder if everyone is aware of who they are actually receiving or if this too has become just another thing Catholics participate in. Then I ask myself this same question. Have I taken the Eucharist and the faith for granted? Do I see miracles every day but pass them by without noticing how God is working in my life? 

The story from the first reading today is our story. Thankfully, God has not sent us poisonous snakes to kill us, but he has sent the remedy to the poison. I find it interesting that the cure to these snakes was mounted on a pole. All the Israelites had to do was have faith in God and look at this serpent mounted on a pole and they were healed. Fast forward and we have a similar ask of faith. But this time we look to Jesus mounted on the cross. Today we celebrate the Feast of the Exaltation of the Cross. We are invited to reflect on what Christ has done for us and make sure that it doesn’t become commonplace. 

The Church is very smart with the feast days that it assigns on the liturgical calendar. We all need reminders in our faith life to refocus on the love of Christ and the incredible sacrifice he made for us all. Allow the reality of Christ’s sacrifice to really sink in. Let’s not make the same mistake the Israelites did and complain about what God has done. Instead, let’s shout from the rooftops the beauty of Christ’s love, his sacrifice, and the spiritual food he has given us for the journey. 

From all of us here at Diocesan, God bless!

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En la primera lectura de hoy escuchamos las quejas demasiado familiares que provienen de una humanidad quebrantada. Digo muy familiar porque todos nos quejamos de varias cosas en nuestro camino espiritual y a veces nos olvidamos de que Dios está a cargo y que nos ama y quiere lo mejor para nosotros. Considera el contexto por un segundo. Los israelitas eran esclavos en Egipto. Sus condiciones de vida eran terribles, los obligaban a trabajar y no recibían una cantidad adecuada de alimentos. Dios los libera de la esclavitud y están allí quejándose de que al pan milagroso que les envía desde el cielo le falta sabor.

Me pregunto con qué frecuencia tú y yo tenemos esta misma disposición ante Dios. Cosas milagrosas están sucediendo a nuestro alrededor. Dios también nos ha liberado de la esclavitud a través del bautismo y nos da alimento espiritual para comer en el camino de fe. Pero, ¿con qué frecuencia tomamos todo por hecho? ¿Con qué frecuencia vamos a misa y lo vemos como algo común y nos olvidamos por completo del milagro que realmente está ocurriendo?

Tengo la mala costumbre de observar a la gente cuando los feligreses reciben la comunión en lugar de orar y agradecer a Dios por el regalo que acabo de recibir. Mientras observo a la gente pasar por la cola para comulgar, me pregunto si todos son conscientes de Quién están recibiendo en realidad o si esto también se ha convertido en una cosa más en la que participan los católicos. Luego me hago la misma pregunta. ¿He tomado por hecho la Eucaristía y la fe? ¿Veo milagros todos los días pero paso de largo sin darme cuenta de cómo Dios está obrando en mi vida?

La historia de la primera lectura de hoy también es nuestra historia. Afortunadamente, Dios no nos ha enviado serpientes venenosas para matarnos, pero sí ha enviado el remedio al veneno. Me parece interesante que la cura para estas serpientes estuviera montada en un poste. Todo lo que los israelitas tenían que hacer era tener fe en Dios y mirar esta serpiente montada en un asta y fueron sanados. Avance rápido y tenemos una petición de fe semejante. Pero esta vez miramos a Jesús montado en la cruz. Hoy celebramos la Fiesta de la Exaltación de la Cruz. Estamos invitados a reflexionar sobre lo que Cristo ha hecho por nosotros y asegurarnos de que no se convierta en algo común.

La Iglesia es muy inteligente con las fiestas que asigna en el calendario litúrgico. Todos necesitamos recordatorios en nuestra vida de fe para volver a centrarnos en el amor de Cristo y el increíble sacrificio que hizo por todos nosotros. Permita que la realidad del sacrificio de Cristo realmente se asimile. No cometamos el mismo error que cometieron los israelitas y nos quejemos de lo que Dios ha hecho. En cambio, gritemos a los cuatro vientos la belleza del amor de Cristo, su sacrificio y el alimento espiritual que nos ha dado para el camino.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: Eric Mok, unsplash.com/photos/white-and-brown-round-food-on-black-ceramic-bowl-UrfyLjlMEmQ