Turning to God in Prayer / DirigiĆ©ndose a Dios en la OraciĆ³n

** This reflection was reposted from Diocesan Archives. **

As my family walked down the aisle to receive Holy Communion, I noticed my three-year-old approach the Eucharistic Minister with hands folded. When he reached the front, he looked up at her with pleading eyes, hoping she would give him the sacred host. Instead, she placed her hand on top of his head, giving him a quick blessing. He turned away and began whining, then crying. He wanted to receive Jesus so badly! And while I know full well that he does not have full understanding of the Body of Christ just yet, I was touched by his yearning. 

Going to Mass and receiving Communion is one of the most powerful ways of praying, but what does it mean to “pray always” as Jesus talks about in today’s Gospel? 

Perhaps beginning with a morning offering to give our whole day to Christ.  Perhaps repeating the Jesus prayer over and over. Perhaps attending daily Mass. Perhaps fingering a rosary bracelet throughout the day. Perhaps offering up our daily chores, work, care of children, etc. to God for some intention. There are so many ways to pray!

But I question whether or not Jesus really meant by “pray always” to pray at every single minute of the day. I mean, He knows more than anyone how human we are. He knows we must attend to our tasks and that our hearts are not lifted up to Him 24/7. He knows that we often forget our Creator. 

Perhaps He meant rather, that we should always turn to Him in prayer, no matter what we are going through. Pray when you are happy. Pray when you are sad. Pray in praise. Pray in Thanksgiving. Pray when you are in need. Pray when others are in need. Pray for the salvation of your soul and the souls of others. Whatever the situation may be, turn to God in prayer. 

Our souls thirst for God and he longs for us to come to Him. And whether our prayers be consistent, persistent, or scattered here and there, may we always remember to pray. 

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Mientras mi familia caminaba por el pasillo central para recibir la Sagrada Comunión, noté que mi hijo de tres años se acercaba a la Ministra de la Eucaristía con las manos juntas. Cuando llegó al frente, la miró con ojos suplicantes, esperando que le diera la hostia sagrada. Pero solo colocó su mano sobre su cabeza, dándole una breve bendición. Él se dio la vuelta y comenzó a chillar y luego a llorar. ¡Quería recibir a Jesús con tanta desesperación! Y aunque sé muy bien que todavía no tiene una comprensión completa del Cuerpo de Cristo, me conmovió su anhelo.

Ir a Misa y recibir la Comunión es una de las formas más poderosas de orar, pero ¿qué significa “orar siempre” como habla Jesús en el Evangelio de hoy?

Tal vez comenzar con una ofrenda matutina para entregar todo el día a Cristo. Tal vez repetir el nombre de Jesús con reverencia una y otra vez. Tal vez asistir a la Misa diaria. Tal vez rezar con un brazalete de rosario durante todo el día. Tal vez ofrecer las tareas diarias, trabajo, cuidado de los niños, etc. a Dios por alguna intención. ¡Hay tantas formas de orar!

Pero me pregunto si Jesús realmente quiso decir “orar cada minuto del día” cuando dijo “orar siempre” . Es decir, Él sabe mejor que nadie lo humanos que somos. Sabe que tenemos que tender a las tareas diarias y que nuestros corazones no están elevados hacia Él las 24 horas del día. Sabe que a menudo nos olvidamos de nuestro Creador.

Quizás quiso decir más bien que siempre debemos recurrir a Él en oración, sin importar lo que estemos pasando. Ora cuando estés feliz. Ora cuando estés triste. Ora en alabanza. Ora en acción de gracias. Ora cuando tienes alguna necesidad. Ora cuando otros tienen necesidad. Ora por la salvación de tu alma y las almas de los demás. Sea cual sea la situación, recurre a Dios en oración.

Nuestras almas tienen sed de Dios y Él anhela que acudamos a Él. Y ya sea que nuestras oraciones sean constantes, persistentes o solo de vez en cuando, que siempre recordemos a orar.

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Feature Image Credit: Ben White, unsplash.com/photos/woman-praying-beside-tree-ReEqHw2GyeI

How the Unplanned and Losing Our Lives Can Be Good / CĆ³mo lo No Planeado y Perder la Vida Puede Ser Bueno

Sometimes things just don’t go down the way we planned. In fact, oftentimes things don’t go the way we planned. I received no engagement ring when my husband proposed, I’m pretty sure he didn’t even pronounce the vows at our wedding (he was so nervous!), and my children were all born by C-section. Yet, despite these details, I think I am one of the luckiest women alive! I have a man who loves me more than I ever could have imagined and five healthy kiddos. 

Things don’t have to go as planned for them to be good. That is a lesson I continue to learn over and over again. Friends and coworkers come and go. Family members separate or divorce. We move from one home to the other. We have moments of scarcity and moments of plenty… I am not in control. Someone much greater than I is, and He’s got it handled much better than I ever could. 

But I can’t help feeling sometimes that things are swirling out of control all around me. It’s as if I were in the midst of a whirlwind or a terrible storm. I can barely tell which way is up and which way is down, let alone which direction is the right way to go. Sometimes doing the right thing causes confusion and pain. Sometimes doing the right thing is the hardest thing to do. 

Jesus seems to attest to this kind of opposite way of living when He says in today’s Gospel: “Whoever seeks to preserve his life will lose it, but whoever loses it will save it.” He talks about people who succumbed to a horrible fate whether by flood, fire and brimstone, or by simply being “taken” while in the midst of their daily routines. We can only assume that these people were seeking to preserve their lives in worldly ways. 

Yet Jesus calls us to a higher way of living. He invites us to the supernatural realm. He invites us to lose our lives for His sake, for the sake of the Gospel. It involves total surrender. Our lives are no longer our own. We move and breathe for Him. With every action we make, we are seeking His will. With every step we take, we are going where He asks us to go. It is a life full of mystery and adventure and complete trust. 

As we continue on this journey of living for Him, let us pray together with the Psalmist: “With all my heart I seek you; let me not stray from your commands. Within my heart I treasure your promise, that I may not sin against you. Be good to your servant, that I may live and keep your words. Open my eyes, that I may consider the wonders of your law.” For indeed, “Blessed are those who follow the law of the Lord!”

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A veces, las cosas no salen como las habíamos planeado. De hecho, muchas veces las cosas no salen como las habíamos planeado. No recibí anillo de compromiso cuando mi esposo me propuso matrimonio, estoy bastante segura de que ni siquiera pronunció los votos en nuestra boda (¡estaba muy nervioso!) y todos mis hijos nacieron por cesárea. Sin embargo, a pesar de estos detalles, ¡creo que soy una de las mujeres más afortunadas del mundo! Tengo un hombre que me ama más de lo que jamás podría haber imaginado y cinco hijos sanos.

Las cosas no tienen que salir como las habíamos planeado para que sean buenas. Es una lección que he seguido aprendiendo una y otra vez. Los amigos y los compañeros de trabajo van y vienen. Los miembros de la familia se separan o se divorcian. Nos mudamos de una casa a otra. Tenemos momentos de escasez y momentos de abundancia… No tengo el control. Alguien mucho más grande que yo lo tiene, y Él maneja las cosas mucho mejor que yo.

Pero a veces no puedo evitar sentir que las cosas se están descontrolando a mi alrededor. Es como si estuviera en medio de un remolino o una terrible tormenta. Apenas puedo distinguir qué es hacia arriba y qué es hacia abajo, y mucho menos cuál dirección es la correcta. A veces hacer lo correcto causa confusión y dolor. A veces hacer lo correcto es lo más difícil de hacer.

Jesús parece dar testimonio de esta forma opuesta de vivir cuando dice en el Evangelio de hoy: “Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.” Habla de personas que sucumbieron a un destino horrible, ya sea por inundación, fuego y azufre, o simplemente porque fueron “tomados” mientras estaban en medio de sus rutinas diarias. Solo podemos suponer que estas personas buscaban preservar sus vidas de maneras mundanas.

Sin embargo, Jesús nos llama a una forma de vida más elevada. Nos invita al reino sobrenatural. Nos invita a perder la vida por Su causa, por causa del Evangelio. Implica una entrega total. La vida ya no nos pertenece. Nos movemos y respiramos para Él. Con cada acción que realizamos, buscamos Su voluntad. Con cada paso que damos, vamos adonde Él nos pide que vayamos. Es una vida llena de misterio, aventura y confianza absoluta.

Y mientras continuamos este viaje de vivir para Él, oremos juntos con el salmista: “Con todo el corazón te voy buscando; no me dejes desviar de tus preceptos. En mi pecho guardaré tus mandamientos, para nunca pecar en contra tuya. Favorece a tu siervo, para que viva y observe tus palabras. Ábreme los ojos para ver las maravillas de tu voluntad.” Porque, en verdad, “¡Dichoso [es] el que cumple la ley del Señor!”

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Feature Image Credit: Katerina Kerdi, unsplash.com/photos/woman-walking-at-desert-9TdomzK-2d0

The Kingdom of God / El Reino de Dios

While I am content to live in a time with indoor plumbing, cell phones, and other modern conveniences, I still think it would have been incredible to have been one of Jesus’ first followers. It would have been a very hard life, but also one of unique purpose and beauty. As the early Church grew, the Holy Spirit guided the disciples to continue uncovering truths about Jesus. This teaching of Jesus must have been confusing when He shared it. Wouldn’t it have been so exciting to see the lightbulb moment when they came to understand His words?

“For behold, the Kingdom of God is among you.” What is the Kingdom of God? It can be explained both as a place and as a person. As a place, it is where God reigns. Where does God reign? Everywhere! God is the Author and Creator of everything, of you and of me. Where we are, the Kingdom of God is because we are living under His authority. The Kingdom of God is also present in Jesus, who is God. Where Jesus is, there God is. 

Where is Jesus? Jesus is present in the Eucharist. He is also present in each of us. As followers of Jesus, we believe He dwells within each of our hearts. In this very moment, you are living in the Kingdom of God because Jesus is within you. When we gather together to share Eucharist, Jesus is among us.

What a mystery this must have been for those early disciples. Slowly, they would have come to understand as they continued to encounter Jesus, then to encounter Him anew after the Resurrection. Once Jesus ascended and they received the Holy Spirit, their understanding of Jesus’ teachings deepened under the guidance of the Holy Spirit. 

Jesus hasn’t left us. The Kingdom of God isn’t something to look out for, to grasp for, or to sit in the corner waiting for. The Kingdom of God is at hand, at this very moment. We are living, active participants in it. The more we live in a manner which reflects Jesus in our hearts, the more clearly we will see the Kingdom of God all around us.

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Aunque estoy contenta viviendo en una época en la que haya plomería, teléfonos celulares y otras comodidades modernas, sigo pensando que hubiera sido increíble haber sido uno de los primeros seguidores de Jesús. Hubiera sido una vida muy dura, pero también una vida de propósito y belleza únicos. A medida que la Iglesia primitiva crecía, el Espíritu Santo guió a los discípulos para que siguieran descubriendo verdades sobre Jesús. Esta enseñanza de Jesús debe haber sido confusa cuando la compartió. ¿No habría sido tan emocionante ver el momento de iluminación cuando llegaron a comprender Sus palabras?

“Porque el Reino de Dios ya está entre ustedes.” ¿Qué es el Reino de Dios? Se puede explicar tanto como un lugar como una persona. Como lugar, es donde Dios reina. ¿Dónde reina Dios? ¡En todas partes! Dios es el Autor y Creador de todo, de ti y de mí. Donde estamos, está el Reino de Dios porque estamos viviendo bajo Su autoridad. El Reino de Dios también está presente en Jesús, que es Dios. Donde está Jesús, allí está Dios.

¿Dónde está Jesús? Jesús está presente en la Eucaristía. También está presente en cada uno de nosotros. Como seguidores de Jesús, creemos que Él habita en cada uno de nuestros corazones. En este mismo momento, estás viviendo en el Reino de Dios porque Jesús está dentro de ti. Cuando nos reunimos para compartir la Eucaristía, Jesús está entre nosotros.

¡Qué misterio debe haber sido esto para los primeros discípulos! Poco a poco, habrían llegado a comprender a medida que continuaban encontrándose con Jesús, y luego lo encontraron nuevamente después de la Resurrección. Una vez que Jesús ascendió y recibieron el Espíritu Santo, su comprensión de las enseñanzas de Jesús se profundizó bajo la guía del Espíritu Santo. 

Jesús no nos ha abandonado. El Reino de Dios no es algo que debemos buscar, alcanzar o esperar sentados en un rincón. El Reino de Dios está cerca, en este mismo momento. Somos participantes vivos y activos en él. Cuanto más vivamos de una manera que refleje a Jesús en nuestros corazones, más claramente veremos el Reino de Dios a nuestro alrededor.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

Feature Image Credit: Comunidade Javé Nissi, pexels.com/photo/gold-colored-trophy-in-tilt-shift-lens-6915822/

The Proper Authority / La Autoridad Apropiada

One of the most difficult things, I think, for human beings to grapple with is authority. We all seem to want to be in charge, make our own decisions, and be the gatekeepers of our own destinies. Despite this, every major group or civilization throughout history seems to always have a leader. So we are in constant conflict between prospering when we are led well and wanting to do everything ourselves. 

This tension goes back to the very beginning of time. Adam and Eve knew they were prospering in the garden when God was in charge, but they eventually wanted to call the shots. Look at the mess that came from human beings deciding that it was time for them to be in charge. In our first reading today, the people of God are reminded of two things that I think we struggle with as a society. Those two things are authority and slander. 

Leviticus makes it clear that we are to be put under the proper authority and that we are never to slander anyone because we all have a past, and maybe even a present, of things we are not proud of. I think this wisdom is timeless if we take it in the proper context. First, we should be under an authority. This does not mean submitting to a tyrant or following rulers who would enact immoral laws, but having God as our head and then following the just earthly leaders that have been chosen to keep us safe. The Catechism states that, “Those subject to authority should regard those in authority as representatives of God, who has made them stewards of his gifts.” (CCC 2238) As I stated above, this is not a call to follow immoral laws, but to count those in authority as representatives of God when they truly care for the common good. 

Second, we should be very careful putting down the good name of others or gossiping about them. We have been given the gift of speech to communicate truth to the world and it is an offense against truth when we slander or gossip. We have all made mistakes. With true repentance we can be freed of these mistakes, but we would not feel good if these mistakes were put on display for all to see. Leviticus does not mince words. If we are to be the children of God then we should submit to proper authority and treat others with the dignity and respect that they are due. Only then can we start to change the culture around us and impact our communities for the better. 

Let us pray for grace that we might have God as our ultimate authority, the just earthly leaders we have been given as representatives of him, and most especially, let’s pray for the grace to treat others well in our speech so that we never slander our common man. 

From all of us here at Diocesan. God bless!

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Creo que una de las cosas más difíciles de afrontar para los seres humanos es la autoridad. Parece que todos queremos estar a cargo, tomar nuestras propias decisiones y ser los guardianes de nuestros propios destinos. A pesar de esto, cada grupo o civilización importante a lo largo de la historia parece siempre tener un líder. Por lo tanto, estamos en constante conflicto entre prosperar cuando somos bien dirigidos y querer hacer todo nosotros mismos.

Esta tensión se remonta al principio de los tiempos. Adán y Eva sabían que estaban prosperando en el jardín cuando Dios estaba a cargo, pero al final quisieron tomar las decisiones. Observa el lío que surgió cuando los seres humanos decidieron que era hora de que ellos estuvieran a cargo. En la primera lectura de hoy, al pueblo de Dios se le recuerdan dos cosas con las que creo que batallamos como sociedad. Esas dos cosas son la autoridad y la difamación.

El Levítico deja claro que debemos estar bajo la autoridad adecuada y que nunca debemos difamar a nadie porque todos tenemos un pasado, y tal vez incluso un presente, de cosas de las que no estamos orgullosos. Creo que esta sabiduría es atemporal si la tomamos en el contexto adecuado. En primer lugar, debemos estar bajo una autoridad. Esto no significa someterse a un tirano o seguir a gobernantes que promulgarían leyes inmorales, sino tener a Dios como nuestra cabeza y luego seguir a los líderes terrenales justos que han sido elegidos para mantenernos a salvo. El Catecismo dice que “Los que están sometidos a la autoridad deben mirar a sus superiores como representantes de Dios que los ha instituido ministros de sus dones” (CIC 2238). Como dije anteriormente, esto no es un llamado a seguir leyes inmorales, sino a considerar a los que ejercen la autoridad como representantes de Dios cuando realmente se preocupan por el bien común.

En segundo lugar, debemos tener mucho cuidado de menospreciar el buen nombre de los demás o de chismear sobre ellos. Se nos ha dado el don de la palabra para comunicar la verdad al mundo y es una ofensa contra la verdad cuando difamamos o chismeamos. Todos hemos cometido errores. Con un verdadero arrepentimiento podemos liberarnos de estos errores, pero no nos sentiríamos bien si estos errores se pusieran a la vista de todos. Levítico no anda con rodeos. Si vamos a ser hijos de Dios, entonces debemos someternos a la autoridad adecuada y tratar a los demás con la dignidad y el respeto que se les debe. Solo entonces podemos comenzar a cambiar la cultura que nos rodea e impactar nuestras comunidades para mejor.

Oremos por la gracia de poder tener a Dios como la máxima autoridad, los líderes terrenales justos que se nos han dado como representantes de él, y, sobre todo, oremos por la gracia de tratar bien a los demás al hablar para que nunca difamamos a los demás.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan. ¡Dios los bendiga!

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: Slim MARS, https://unsplash.com/photos/a-large-building-with-a-tall-tower-in-the-background-Cg0RV6W3K-s

Serving With Humility and Gratitude / Servir con Humildad y Gratitud

In this passage from the Gospel of Luke, Jesus presents a parable about a servant who does his duty without expecting special thanks or rewards. He speaks about how the servant works all day in the field and then comes in after a long day and serves his master, only to be told that he is simply doing what is expected of him. 

At first, this seems very harsh. However, Jesus is teaching us the importance of having a servant’s heart when it comes to fulfilling our daily duties. This attitude must be one of humility and willingness to perform difficult tasks like the servant does with grace. How relatable this is to our own lives!

Jesus invites us to serve God and others with humility. Our service should not be motivated by grand recognition, rewards or awards, but by a true love for God and our neighbor. When we take the time to serve others, we are serving God. 

As Catholics, we are invited to understand our faith as a way of life that requires daily commitment and obedience to the will of God. Like the servant in the parable, we have responsibilities and duties not only in our daily lives but also in our spiritual lives. These duties include prayer, attending Mass, acts of charity and being an authentic witness to the Gospel message. Our faith is a daily duty, not just a once-in-a-while response to the Gospel.

Lastly, while we are called to serve without expecting special thanks, it is very important to cultivate a heart of gratitude toward God and others. Recognizing that all we have and all we are able to do is a result of God’s grace should lead us to thank Him continually. Our gratitude should be expressed in our words, deeds and prayers! May our life be rooted in gratitude in good times and bad.  

As Catholics, we are called to serve selflessly, recognizing our responsibilities and the grace that the Lord gives us to fulfill them. In doing so, we deepen our relationship with God and grow in our journey of faith, always grateful for His unending love and mercy!

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En este pasaje del Evangelio de Lucas, Jesús presenta una parábola sobre un sirviente que cumple con su deber sin esperar agradecimientos ni recompensas especiales. Habla de cómo el sirviente trabaja todo el día en el campo y luego regresa después de una larga jornada y sirve a su amo, solo para que le digan que simplemente está haciendo lo que se espera de él.

Al principio, esto parece muy duro. Sin embargo, Jesús nos está enseñando la importancia de tener un corazón de siervo cuando se trata de cumplir con nuestros deberes diarios. Esta actitud debe ser de humildad y disposición para realizar tareas difíciles como lo hace el sirviente con gracia. ¡Qué semejante es esto a nuestra propia vida!

Jesús nos invita a servir a Dios y a los demás con humildad. Nuestro servicio no debe estar motivado por grandes reconocimientos, recompensas o premios, sino por un verdadero amor a Dios y al prójimo. Cuando nos tomamos el tiempo para servir a los demás, estamos sirviendo a Dios.

Como católicos, se nos invita a entender nuestra fe como una forma de vida que requiere compromiso diario y obediencia a la voluntad de Dios. Al igual que el siervo de la parábola, tenemos responsabilidades y deberes no sólo en la vida diaria sino también en la vida espiritual. Estos deberes incluyen la oración, asistir a Misa, actos de caridad y ser un testigo auténtico del mensaje del Evangelio. Nuestra fe es un deber diario, no sólo una respuesta de vez en cuando al Evangelio.

Por último, si bien estamos llamados a servir sin esperar agradecimientos especiales, es muy importante cultivar un corazón agradecido hacia Dios y hacia los demás. Reconocer que todo lo que tenemos y todo lo que podemos hacer es resultado de la gracia de Dios debería llevarnos a darle gracias continuamente. ¡Nuestra gratitud debería expresarse en las palabras, acciones y oraciones! Que la vida esté arraigada en la gratitud en los buenos y malos momentos.

Como católicos, estamos llamados a servir desinteresadamente, reconociendo nuestras responsabilidades y la gracia que el Señor nos da para cumplirlas. Al hacerlo, profundizamos nuestra relación con Dios y crecemos en el camino de fe, ¡siempre agradecidos por su amor y misericordia infinitos!

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Emily Jaminet is a Catholic author, speaker, radio personality, wife, and mother of seven children. She earned a bachelor’s degree in mental health and human services from the Franciscan University of Steubenville.  She is the co-founder of www.inspirethefaith.com and the Executive Director of The Sacred Heart Enthronement Network www.WelcomeHisHeart.com. She has co-authored several Catholic books and her latest one, Secrets of the Sacred Heart: Claiming Jesus’ Twelve Promises in Your Life, came out in Oct. 2020. Emily serves on the board of the Columbus Catholic Women’s Conference, contributes to Relevant Radio and Catholic Mom.com.

Feature Image Credit: Priscilla Du Preez CA, unsplash.com/photos/do-justly-love-mercy-walk-humbly-quote-decor-p8v5jYFcaT4

He Whose Hands Are Sinless / El de Manos Puras

“Who can ascend the mountain of the Lord? or who may stand in his holy place? He whose hands are sinless, whose heart is clean, who desires not what is vain” (Ps. 24:3–4). Our Psalm today calls us to a very high standard, and the other readings echo this. St. Paul tells Titus that a bishop must be “blameless,” as well as “temperate, just, holy, and self-controlled” (Titus 1:7, 8). Jesus tells us that scandals will come, but “woe to the one through whom they occur” (Luke 17:1). We all make mistakes, and we all sin from time to time but Scripture is clear that our goal should be blamelessness, sinlessness, with a clean heart and action without reproach.

In a society struggling with lukewarmness and dissociation, we can fall into the trap of believing that being a good Christian means simply being a good person. If we do this, we will be acting slightly better than most non-Christians around us. But we are called to a much higher standard. The Christian is not to compare himself to others around him for inspiration; he is called to compare himself to God. God is the only one who is sinless, without reproach, blameless, holy. We become these things to the degree that we act as God acts.

It is this standard to which we are called: we are to be salt and light for the world, allowing God to work through us to heal its tastelessness and darkness. This is not easy, and it is not possible on our own. We cannot do this without availing ourselves of the means of grace, sacraments and sacramentals, remaining connected to the streams of divine life. We cannot do this without consistent and constant prayer, allowing the circumstances of our daily lives to be opportunities for turning to God and acting as saints. We cannot do this without rooting out our faults, practicing penance and not being content with repeated moral failings.

With God’s grace, we can live the call that we are given. This is what enables us to follow Christ’s command and “rebuke him” if our brother sins, “and if he repents, forgive him” (Luke 17:3, 4). If we keep our hands sinless and hearts clean, we allow Christ to live in us, and if He lives in us, we can see as He sees. We will see people for who they are, and will not be afraid to say something to them if they are setting a bad example. For example, when we are in conversation with others we tend to either remain silent or encourage them when they turn to gossip. Christ calls us to speak up, and He calls us to be just as courageous in forgiving someone who then acknowledges their wrong. In this way, we are “holding fast to the true message” that we were taught (Titus 1:9). 

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“¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá estar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso.” (Salmo 24,3-4). El Salmo de hoy nos llama a un estándar muy alto, y las otras lecturas hacen eco de esto. San Pablo le dice a Tito que un obispo debe ser “irreprochable”, así como “sensato, justo, piadoso, dueño de sí mismo” (Tito 1,7- 8). Jesús nos dice que vendrán escándalos, pero “¡ay de aquel que las provoca!” (Lucas 17,1). Todos cometemos errores y todos pecamos de vez en cuando, pero la Escritura es clara en que nuestro objetivo debe ser la intachabilidad, la ausencia de pecado, un corazón limpio y una acción sin reproche.

En una sociedad que lucha contra la tibieza y la disociación, podemos caer en la trampa de creer que ser un buen cristiano significa simplemente ser una buena persona. Si hacemos esto, actuaremos un poco mejor que la mayoría de los no cristianos que nos rodean. Pero estamos llamados a un estándar mucho más alto. El cristiano no debe compararse con los demás a su alrededor para inspirarse; está llamado a compararse con Dios. Dios es el único que es impecable, sin reproche, intachable, santo. Llegamos a ser estas cosas en la medida en que actuamos como Dios actúa.

Este es el estándar al que estamos llamados: debemos ser sal y luz para el mundo, permitiendo que Dios trabaje a través de nosotros para sanar el mal gusto y la oscuridad. Esto no es fácil y no es posible por nosotros mismos. No podemos hacerlo sin valernos de la gracia, los sacramentos y sacramentales, permaneciendo conectados a las corrientes de la vida divina. No podemos hacerlo sin una oración constante y consistente, permitiendo que las circunstancias de la vida diaria sean oportunidades para volvernos a Dios y actuar como santos. No podemos hacerlo sin erradicar nuestras faltas, practicar la penitencia y dejar de contentarnos con fallas morales repetidas.

Con la gracia de Dios, podemos vivir el llamado que se nos da. Esto es lo que nos permite seguir el mandato de Cristo y “trata de corregirlo” si nuestro hermano peca, “y si se arrepiente, perdónalo” (Lucas 17,3-4). Si mantenemos las manos sin pecado y el corazón limpio, permitimos que Cristo viva en nosotros, y si vive en nosotros, podemos ver como Él ve. Veremos a las personas como son y no tendremos miedo de decirles algo si están dando mal ejemplo. Por ejemplo, cuando conversamos con otras personas, tendemos a permanecer en silencio o alentarlas cuando se ponen a chismear. Cristo nos llama a hablar, y nos llama a ser igualmente valientes al perdonar a alguien que luego reconoce su error. De esta manera, somos “apegado[s] a la fe enseñada” (Tito 1:9).

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David Dashiell is a freelance author and editor in the Nashville, Tennessee area. He has three children, a degree in theology, and enjoys writing about philosophy, theology, culture, music, and comedy. You can find his personal blog, Serious Daydreams, on Substack. He is also the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism, available through TAN Books.

Feature Image Credit: Alexandre Calame, art.diocesan.com/stock-photo/the-jungfrau-12116/

All-In / Completamente Comprometido

A student learns from their teacher and then goes out and lives their own life using what they have learned. A disciple seeks to emulate their master, living their life in imitation of their master as much as possible. Yes, Jesus was a teacher, but we are not merely students. We are disciples who seek to model our life after his, and Jesus was all-in. Today’s Gospel gives us a model of what discipleship looks and sounds like in real life. 

Jesus didn’t come to do things halfway. Fully God and fully man, he experiences all of our life. He cries at the death of loved ones. He offers love and tenderness to those who reject him. He frequents the homes of those considered less than others, on the fringes of society. He is fully one of us. He goes all in, offering his very body and blood in atonement so that we do not have to be separated from God. After his resurrection, he still eats with the disciples, not out of his need, but out of theirs. He institutes the Eucharist, where he is forever humbled to be present in the bread and wine. Jesus is all-in in everything he does. 

Likewise the widow. No one would blame her for giving less. After all, she is a widow. She has no one to take care of her and provide for her. But her response to God’s call to give, is to give everything. She leaves it all there trusting God to provide her daily bread.

Are we all-in? When we give, do we give from our excess or from our need? Is our gift to God from our first fruits or our leftovers? It isn’t just money! What about our time? Life in our society is so crazy fast! We are on the move from the moment we wake until we fall into our beds again at night. When our feet hit the floor, do we take time to thank God for the gift of another day or are we already at a run, tackling our never-ending to-do list? 

People used to sanctify their day by stopping when they heard the Church bells to pray and reconnect with God. In today’s world, the Church bells have been drowned out by all the other sounds of modern society. How do we stop and reconnect with God, our Source and our Creator, throughout the day? Do we invite God into all parts of our life or do we save some portion of ourselves for ourselves? How close, or how far away are we from going all-in? The widow sets a high bar for us. 

Dear Lord, help me to be like the widow. Help me to be all-in. Let all that I do bring glory to you and reflect your love back into the world. May I truly be your disciple, not just your student. Amen. 

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Un estudiante aprende de su maestro y luego sale y vive su propia vida usando lo que ha aprendido. Un discípulo busca emular a su maestro, viviendo su vida en imitación de su maestro tanto como sea posible. Sí, Jesús fue un maestro, pero nosotros no somos simplemente estudiantes. Somos discípulos que buscamos modelar nuestra vida según la suya, y Jesús estaba completamente comprometido. El Evangelio de hoy nos da un modelo de cómo se ve y suena el discipulado en la vida real.

Jesús no vino a hacer las cosas a medias. Plenamente Dios y plenamente hombre, experimenta todo junto con nosotros en la vida. Llora ante la muerte de nuestros seres queridos. Ofrece amor y ternura a quienes lo rechazan. Frecuenta las casas de aquellos considerados menos que otros, al margen de la sociedad. Es plenamente uno de nosotros. Se entrega por completo, ofreciendo su propio cuerpo y sangre en expiación para que no tengamos que separarnos de Dios. Después de su resurrección, todavía come con los discípulos, no por su necesidad, sino por la de ellos. Instituyó la Eucaristía, donde se humilla para estar siempre presente en el pan y el vino. Jesús se entrega por completo a todo lo que hace.

Lo mismo ocurre con la viuda. Nadie la culparía por dar menos. Después de todo, es viuda. No tiene a nadie que la cuide y le provea. Pero su respuesta al llamado de Dios a dar es darlo todo. Lo deja todo allí confiando en que Dios le proveerá su pan de cada día.

¿Estamos entregados por completo a Dios? Cuando damos, ¿damos de lo que nos sobra o de lo que necesitamos? ¿Nuestro regalo a Dios proviene de nuestras primicias o de nuestras sobras? ¡No se trata solo de dinero! También se trata de nuestro tiempo. ¡La vida en nuestra sociedad es tan locamente rápida! Estamos en movimiento desde el momento en que nos despertamos hasta que volvemos a caer en la cama por la noche. Cuando nuestros pies tocan el suelo, ¿nos tomamos un tiempo para agradecer a Dios por el regalo de otro día o ya estamos corriendo, haciendo frente a nuestra interminable lista de cosas por hacer?

La gente solía santificar su día deteniéndose cuando escuchaba las campanas de la iglesia para orar y reconectarse con Dios. En el mundo de hoy, las campanas de la iglesia han sido ahogadas por todos los demás sonidos de la sociedad moderna. ¿Cómo nos detenemos y nos reconectamos con Dios, nuestra Fuente y nuestro Creador, a lo largo del día? ¿Invitamos a Dios a todas las partes de nuestra vida o reservamos una parte para nosotros mismos? ¿Qué tan cerca o qué tan lejos estamos de darlo todo? La viuda nos pone un listón muy alto.

Querido Señor, ayúdame a ser como la viuda. Ayúdame a darlo todo. Que todo lo que haga te traiga gloria y refleje tu amor en el mundo. Que pueda ser verdaderamente tu discípulo, no solo tu estudiante. Amén.

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Sheryl’s first calling is to be wife and partner to Tom, who is a Permanent Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. She also gets to live out her passion for teaching and learning by serving as a teaching principal at St. Therese Catholic School in Wayland, Michigan. Home is full with Carlyn, our goofy golden retriever, Lucy, our terrier mix wild child, and Mila, our rescue Bernese Mountain dog whose happy bouncing and wagging tail reminds us to find joy in every moment of every day.

Feature Image Credit: Danie Franco, unsplash.com/photos/persons-hand-in-shallow-focus-CeZypKDceQc

Temples of God / Templos de Dios

The money changers in the temple in today’s Gospel felt justified to profit from what people needed to fulfill their temple worship obligations. Unfortunately, sometimes we do the same thing. Let’s change the picture of the “money changers” to those in our modern-day, who profit from the needs of others: physically, emotionally, and spiritually. 

Look to your heart to see if in some small (or perhaps significant) way you profit from another person’s gifts, talents, or needs; another’s friendship or love; another’s fear or loneliness; another’s willingness to give of himself. Or look at the pride you might have because someone looks up to you, and you relish being of influence. Is it for the good of their soul, and yours, or because you crave power? Once you start down that slippery slope of false reasoning, the gray that governs your actions becomes a blind spot. You sometimes can no longer see that what you do is harmful. You can find so many justifications! Such was the case of the money changers in today’s Gospel. To them, it was justified. They couldn’t see how far they had sunk into the sin of corruption. 

Ask yourself if the alluring power of sin has clouded your judgment so that you can no longer tell where you stepped off the path of righteousness. We can probably reason that the money changers started in good faith, but then it got out of hand, turning a “service” to the people into corruption, and sacrilegious use of sacred ground. Don’t let this happen to you. 

Ezekiel gives us today, also, one of my favorite “pictures” into the heart of God. Grace in the form of water spilling from all sides of the temple, making the seawater fresh and the ground fertile. Life will be abundant; fruit trees will grow bearing fruit; their leaves shall not fade nor their fruit fall. The fruit shall serve as food and their leaves as medicine. 

Today’s Feast of the Dedication of the Lateran Basilica in Rome is a great reminder to us that  we are also called to be a temple of God! If you feel that you aren’t there yet, then stand in the water flowing from the side of Christ to bless and nourish you. Let Christ gently cleanse the money changer in you out of your heart and return that space to hallowed ground, a sacred space for him to dwell in communion with you. Let Him transform you into the temple He has created you to be!

God Bless.


Los cambistas del templo en el Evangelio de hoy se sentían justificados de sacar ganancia con lo que la gente necesitaba para cumplir con sus obligaciones de adorar en el templo. Lamentablemente, a veces nosotros hacemos lo mismo. Cambiemos la imagen de los “cambistas” por la de aquellos de nuestros días, que se benefician de las necesidades físicas, emocionales y espirituales de los demás.

Mira a su corazón para ver si de alguna manera pequeña (o quizás significativa) te beneficias de los dones, talentos o necesidades de otra persona; de la amistad o el amor de otra persona; del miedo o la soledad de otra persona; de la disposición de otra persona de dar de sí misma. O mira el orgullo que puedes tener porque alguien te admira y disfrutas ser influyente. ¿Es por el bien de su alma y la tuya, o porque anhelas el poder? Una vez que comenzamos a descender por esa pendiente resbaladiza del razonamiento falso, el gris que gobierna las acciones se convierte en un punto ciego. A veces ya no se puede ver que lo que uno hace es dañino. ¡Podemos encontrar tantas justificaciones! Tal fue el caso de los cambistas del Evangelio de hoy. Para ellos, estaban justificados. No podían ver hasta qué punto se habían hundido en el pecado de la corrupción.

Pregúntate si el poder seductor del pecado ha nublado tu juicio de modo que ya no puedes saber dónde te has desviado del camino de la rectitud. Probablemente podamos razonar que los cambistas empezaron de buena fe, pero luego se les fue de las manos, convirtiendo un “servicio” al pueblo en corrupción y uso sacrílego de terreno sagrado. No permitas que esto te pase a ti.

Ezequiel nos da hoy, también, una de mis imágenes favoritas del corazón de Dios. La gracia en forma de agua que se derrama por todos los lados del templo, haciendo que el agua del mar sea fresca y la tierra fértil. La vida será abundante; los árboles frutales crecerán dando fruto; sus hojas no se marchitarán ni su fruto caerá. El fruto servirá como alimento y sus hojas como medicina. 

La fiesta de hoy, la Dedicación de la Basílica de Letrán en Roma, es un gran recordatorio para nosotros de que también estamos llamados a ser templo de Dios. Si sientes que aún no hayas llegado a ese punto, párate en el agua que fluye del costado de Cristo para bendecirte y nutrirte. Deja que Cristo limpie suavemente al cambista de dinero que hay en ti y lo saque de tu corazón y devuelva ese espacio a tierra sagrada, un espacio sagrado para que Él habite en comunión contigo. ¡Permítele que te transforme en el templo que Él te creó ser!

Dios te bendiga.


This reflection was reposted from Diocesan Archives. Author: Jeanne Penoyar

Feature Image Credit: Wikipedia, en.wikipedia.org/wiki/Archbasilica_of_Saint_John_Lateran#/media/File:San_Giovanni_in_Laterano_-_Rome.jpg

Shrewd Moves / Acciones Astutos

Luke 16:1-8 is sometimes referred to as “The Shrewd Manager,” while other translations use the title “The Dishonest Steward.” This Scripture usually leaves me scratching my head at its meaning. My pastor recently offered life-changing spiritual advice when he recommended facing a passage that confuses you, is new to you, or that you’re very well acquainted with but would like a new insight into, by enlisting specific assistance from the Holy Spirit. Ask the Spirit to clear your mind from any obstacles to grace, and then illuminate the words of Scripture to reveal the truth they hold within. I did, and the Spirit, as usual, did not disappoint! 

First, the Spirit showed me the clarity of Jesus’ audience — he was speaking to His disciples. Next, knowing Jesus would never lead us astray from virtuous behavior, we can be assured we are not to imitate this unsavory behavior, which all these characters of the parable display. There is a bigger-picture lesson Jesus is looking to teach. The steward is a manager or a keeper of another’s resources, and his crime is mismanagement. Keep that word in mind.

The steward is guilty of squandering the rich man’s property and is told to prepare a complete account of his dealings. Each of us will have to make a full account of the gifts, resources, and talents bestowed by God for our use during our lifetime. Every word, action, and non-action will need to stand before Jesus one day; this is His warning to us to be very careful not to mismanage these gifts. 

Jesus points to the shrewdness shown by the manager and others like him out of self-preservation; the children of this world (non-believers) are more prudent in dealing with their generation than the children of the light (believers). However, unlike the children of the world who hold tightly to the materials of the here and now, our call as disciples is to put the heavenly before the earthly. 

The material world is tangible, ever before us, at times making it difficult to ignore in light of the invisible glory to come. A prime, albeit embarrassing example, happened to me one Sunday. Kneeling in my pew, having just received the Eucharist, my watch vibrated with a message from my son. The response needed to be timely, but it certainly could have waited less than ten minutes until the end of Mass. Yet, I caved to the immediate and (probably not so) slyly pulled out my phone and texted my son! 

Saint Clement I sums up Jesus’ moral of this parable and the struggle, which is so very real, with these words, “This world and the world to come are two enemies. We cannot, therefore, be friends to both; but we must decide which we will forsake and which we will enjoy.” Which “shrewd” moves will we make this day to become friends with the things of heaven and thrive as children of light?

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A veces se hace referencia a Lucas 16:1-8 como “El administrador astuto”, mientras que otras traducciones usan el título “El mayordomo deshonesto”. Este pasaje de las Escrituras generalmente me deja perplejo por su significado. Mi pastor recientemente ofreció un consejo espiritual que cambia la vida cuando recomendó enfrentar un pasaje que te confunde, que es nuevo para ti o que conoces muy bien pero que te gustaría conocer de una manera nueva, solicitando la ayuda específica del Espíritu Santo. Pídele al Espíritu que limpie tu mente de cualquier obstáculo a la gracia y luego ilumine las palabras de las Escrituras para revelar la verdad que contienen. Yo lo hice y el Espíritu, como siempre, no me decepcionó.

Primero, el Espíritu me mostró la claridad de la audiencia de Jesús: estaba hablando a sus discípulos. Luego, sabiendo que Jesús nunca nos desviaría del comportamiento virtuoso, podemos estar seguros de que no debemos imitar este comportamiento desagradable, que todos estos personajes de la parábola muestran. Hay una lección más amplia que Jesús está tratando de enseñar. El mayordomo es un administrador o custodio de los recursos de otro, y su delito es la mala administración. Manten en mente esa palabra. El mayordomo es culpable de despilfarrar la propiedad del hombre rico y se le ordena que prepare un informe completo de sus operaciones.

Cada uno de nosotros tendrá que hacer un informe completo de los dones, recursos y talentos otorgados por Dios para nuestro uso durante la vida. Cada palabra, acción e inacción tendrá que presentarse ante Jesús un día; esta es Su advertencia para que seamos muy cuidadosos de no administrar mal estos dones. Jesús señala la astucia que muestran el administrador y otros como él por autopreservación; los hijos de este mundo (no creyentes) son más prudentes al tratar con su generación que los hijos de la luz (creyentes). Sin embargo, a diferencia de los hijos del mundo que se aferran firmemente a lo material del aquí y ahora, nuestro llamado como discípulos es poner lo celestial antes que lo terrenal.

El mundo material es tangible, está siempre ante nosotros, y a veces resulta difícil ignorarlo a la luz de la gloria invisible que está por venir. Un ejemplo claro, aunque vergonzoso, me ocurrió un domingo. Arrodillada en la banca, después de haber recibido la Eucaristía, mi reloj vibró con un mensaje de mi hijo. La respuesta tenía que ser oportuna, pero sin duda podría haber esperado menos de diez minutos hasta el final de la misa. Sin embargo, cedí a lo inmediato y (probablemente no tan) astutamente saqué mi teléfono y le envié un mensaje a mi hijo.

San Clemente I resume la moraleja de Jesús de esta parábola y la batalla, que es muy real, con estas palabras: “Este mundo y el mundo venidero son dos enemigos. No podemos, por lo tanto, ser amigos de ambos; pero debemos decidir cuál abandonaremos y cuál disfrutaremos”. ¿Qué movimientos “astutos” haremos hoy para hacernos amigos de las cosas del cielo y prosperar como hijos de la luz?

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Allison Gingras (www.ReconciledToYou.com ) shares an everyday Catholic faith with humor and honesty. Her writing includes The Handy Little Guide to Novenas (OSV), Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press), and the Stay Connected Journals for Catholic Women (Our Sunday Visitor), with a new edition “Jesus Heals,” coming in 2025. Allison is the Director of Digital Evangelization for Family Rosary USA.

Feature Image Credit: Alexas_Fotos, pixabay.com/photos/time-is-money-businessman-time-3647810/

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Every Sinner Has A Future / Cada Pecador Tiene un Futuro

“Every saint has a past and every sinner a future.” (Oscar Wilde)

I once heard a story on NPR that touched me deeply. A woman’s teenage son was killed by another teenager in the heat of an argument. The young man was tried as an adult and sent to prison. While in prison, he spent a lot of time reflecting on what he had done and he was convinced that he needed the forgiveness of the mother who he had left without a son. He started writing to her, asking her to forgive him and also asking if she would come visit him. The woman would not. She could not find it in her heart to forgive and, in spite of the encouragement of her family and friends, refused to visit him. However, after much time had passed, she finally relented and set up a prison visit. She fully expected to see a young teenage boy there, yet was shocked to see a man. Her heart melted, and she took him into her arms. In that instant, her son was back. When the man was paroled, she was there to meet him, took him into her home and helped him to adjust and get a job. He, in turn, took her as his mother and did all he could to help her in her aging years. Over time, he bought a house only a few blocks from hers and continued to be her friend and her “son.”

This is a perfect example of what Jesus is talking about in today’s Gospel when He says: “There will be rejoicing among the angels of God over one sinner who repents” after recounting the Parable of the Lost Sheep. We’ve heard this ever-famous story about the shepherd who would not give up looking for the one sheep that was separated and lost from the herd many, many times. Did you ever wonder if it was worth it for the shepherd to spend so much time, travel so far, and, we presume, neglect the rest of the herd, to find this one sheep? Did you ever wonder just what was so special about this sheep? 

How often have we not given another person a second chance? How often have we kept people locked in the boxes of their sinful past, not willing to recognize where they are now on their road to salvation.  I dare say it happens a lot to all of us. We might even think ourselves as the righteous and forget that we, ourselves, are sinners. 

I encourage you to reflect for a time today on Oscar Wilde’s quote. I’ve heard it used by Chesterton, by Thomas Merton and many other spiritual leaders when emphasizing that no one is perfect. Even the Saints struggled. But there is redemption for all available through the loving embrace of The Good Shepherd. Rest on his shoulders and give everyone, as well as yourself, another chance.

God Bless.


“Todo santo tiene un pasado y cada pecador tiene un futuro.” (Oscar Wilde)

Una vez escuché una historia en la radio pública que me conmovió profundamente. El hijo adolescente de una mujer fue asesinado por otro adolescente en el calor de una discusión. El joven fue juzgado como adulto y enviado a prisión. Mientras estuvo encarcelado, pasó mucho tiempo reflexionando sobre lo que había hecho y estaba convencido de que necesitaba el perdón de la madre a la que había dejado sin un hijo. Comenzó a escribirle, pidiéndole que lo perdonara y también pidiéndole que lo fuera a visitar. La mujer no quiso. No podía encontrar en su corazón la fuerza para perdonar y, a pesar de la motivación de su familia y amigos, se negó a visitarlo. Sin embargo, después de mucho tiempo, finalmente cedió y planificó una visita a la prisión. Esperaba ver a un joven adolescente allí, pero se sorprendió al ver a un hombre. Su corazón se derritió y lo tomó en sus brazos. En ese instante, su hijo regresó. Cuando el hombre fue puesto en libertad condicional, ella estuvo allí para recibirlo, lo acogió en su casa y lo ayudó a adaptarse y a conseguir un trabajo. Él, a su vez, la tomó como su madre e hizo todo lo que pudo para ayudarla en sus años de vejez. Con el tiempo, compró una casa a tan solo unas cuadras de la de ella y siguió siendo su amigo y su “hijo”.

Este es un ejemplo perfecto de lo que Jesús está diciendo en el Evangelio de hoy cuando dice: “Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente” después de relatar la Parábola de la Oveja Perdida. Hemos escuchado esta famosa historia sobre el pastor que no se dio por vencido en la búsqueda de la oveja que se había separado y perdido del rebaño muchas, muchas veces. ¿Alguna vez te has preguntado si valió la pena que el pastor pasara tanto tiempo, viajara tan lejos y, suponemos que, descuidara al resto del rebaño, para encontrar a esta oveja? ¿Alguna vez te has preguntado qué tenía de especial esta oveja?

¿Cuántas veces no le hemos dado una segunda oportunidad a otra persona? ¿Con qué frecuencia hemos encerrado a las personas en las cajas de su pasado pecaminoso, sin querer reconocer dónde se encuentran ahora en su camino hacia la salvación? Me atrevo a decir que nos pasa a todos con frecuencia. Incluso podemos pensar que somos justos y nos olvidamos que nosotros mismos somos pecadores.

Los animo a reflexionar un momento hoy sobre la cita de Oscar Wilde. La he escuchado de Chesterton, de Thomas Merton y de muchos otros líderes espirituales cuando enfatizan que nadie es perfecto. Incluso los santos batallaban. Pero la redención está disponible para todos a través del abrazo amoroso del Buen Pastor. Descansa sobre Sus hombros y dales a todos, y a ti mismo, otra oportunidad.

Dios te bendiga.


This reflection was reposted from Diocesan Archives. Author: Jeanne Penoyar

Feature Image Credit: Harry Shelton, unsplash.com/photos/a-man-standing-behind-bars-in-a-jail-cell-ui-fbBKGW1I

A One-Way Road to His Heart / El Camino Directo a Su CorazĆ³n

I remember watching a skit that humorously demonstrated how our crosses were perfectly chosen by God for us. The skit made the point that if our crosses were cut down to a more “acceptable” size that wouldn’t be quite as burdensome, they would no longer be able to stretch across the chasm leading into heaven. They wouldn’t be the “bridge” which the crosses in our lives are meant to be. 

I have to confess that I’ve focused on crosses as those things which irk me, cause me to suffer, or bring me into situations that are unfair and from which I cannot escape (but wish I could!). We all know the things that we’d personally label “the crosses in my life.”

We learn from an early age to accept the cross and to unite ourselves to Jesus when the cross touches our lives. And although some of my crosses have been profoundly more difficult to endure than others, I have to admit, on the scale of world events where suffering is immense, my imagination of how the cross has touched my life can get a little over dramatic.

When the people who followed Jesus heard this invitation to take up their cross, they pictured something very different from the skit that I remember. It wasn’t humorous at all. They knew the person carrying the cross was on a one-way road to a humiliating and painful death. This is how Jesus loved us, and how we are called to love him in return. Jesus tells us that nothing should stand in the way of our love for him. Our love should take us on a one-way road to his heart!

It can be that family relationships support us in our love for Jesus and our walk of discipleship. If we need to make a choice, however, the choice should be clear. There are times when advancing our careers and our material possessions and our ambitions will be in line with the values of Jesus in the Gospel. When they are not, the choice we need to make should be clear. 

To prioritize Jesus is to categorically refuse to live in service of worldly desires so that we can freely choose to love in such a way that will lead us to live eternally in the love of Jesus Christ. Carrying the cross means a living adherence to Christ Jesus. Ask yourself today: “Jesus, what does this mean for you and for me?”

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Recuerdo haber visto una representación teatral que mostraba con sentido de humor cómo Dios eligió nuestras cruces a la perfección para nosotros. La representación teatral señalaba que si nuestras cruces se redujeran a un tamaño más “aceptable” que no resultara tan pesado, ya no podrían extenderse a través del abismo que conduce al cielo. No serían el “puente” que las cruces en nuestra vida deben ser.

Tengo que confesar que me he centrado en las cruces como las cosas que me irritan, me hacen sufrir o me llevan a situaciones que son injustas y de las que no puedo escapar (¡pero desearía poder hacerlo!). Todos sabemos cuales son las cosas que personalmente etiquetaríamos como “las cruces en mi vida”.

Aprendemos desde una edad temprana a aceptar la cruz y a unirnos a Jesús cuando la cruz toca nuestras vidas. Y aunque algunas de mis cruces han sido profundamente más difíciles de soportar que otras, tengo que admitir que, en la escala de los acontecimientos mundiales donde el sufrimiento es inmenso, mi imaginación de cómo la cruz ha tocado mi vida puede llegar a ser un poco dramática.

Cuando las personas que seguían a Jesús oyeron esta invitación a tomar su cruz, imaginaron algo muy diferente de la representación teatral que vi. No era nada gracioso. Sabían que la persona que llevaba la cruz se encontraba en un camino directo a una muerte humillante y dolorosa. Así es como Jesús nos amó, y así es como estamos llamados a amarlo a cambio. Jesús nos dice que nada debe interponerse en nuestro amor por él. ¡Nuestro amor debe llevarnos por un camino directo hacia su corazón!

Puede ser que las relaciones familiares nos apoyen en el amor por Jesús y en el camino del discipulado. Sin embargo, si tenemos que tomar una decisión, la decisión debe ser clara. Hay momentos en que avanzar en nuestras carreras, nuestras posesiones materiales y nuestras ambiciones estará en línea con los valores de Jesús en el Evangelio. Cuando no lo son, la decisión que debemos tomar debe ser clara.

Priorizar a Jesús es negarnos categóricamente a vivir al servicio de los deseos mundanos para poder elegir libremente amar de tal manera que nos lleve a vivir eternamente en el amor de Jesucristo. Llevar la cruz significa una adhesión viva a Jesucristo. Pregúntate hoy: “Jesús, ¿qué significa esto para ti y para mí?”

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
Public Facebook Group: https://www.facebook.com/groups/srkathrynhermes/ HeartWork Spiritual Formation Group: https://touchingthesunrise.com/heartwork/

Feature Image Credit: Titian, commons.wikimedia.org/wiki/File:Titian,_Christ_Carrying_the_Cross._Oil_on_canvas,_67_x_77_cm,_c._1565._Madrid,_Museo_Nacional_del_Prado.jpg

Desert Silence / El Silencio del Desierto

It hardly seems possible that November is already upon us. It seems like just yesterday that my kids were playing in the blow-up pool, running through the sprinkler and riding their bikes through puddles. It seems like just yesterday that they were telling me how bored they were since I didn’t let them play video games 24/7 during their three months off school. It seems like just yesterday that we went to Lake Michigan every weekend we could, to enjoy the endless blue sky and the ocean-like wind and waves… But now the fall is upon us. The way-too-short summer is long gone and winter is just a breath away. But winter is in itself an opportunity for some stark stillness, to reflect on whether or not we need to scrape some frost off our hearts.

I recently read two different things that turned my thoughts in the same direction. The first article pointed out how God worked in the desert.  He freed the Hebrews from slavery in the desert, John the Baptist heralded the coming of Christ in the desert, and Jesus drew strength from prayer in the desert. The second one spoke of growth through silence. Zechariah, the father of John the Baptist, grew stronger in his faith while he was temporarily silenced and God forms babies who are so wonderfully made in the silence of their mothers’ wombs. 

Both of these ideas, along with a recent retreat experience, got me thinking about how God truly does desire for us to come away with Him. He wants to separate us from the daily grind, bring us into a completely different space and breathe new life into us. He wants us to find that desert spot, that place of silence where He can speak to us in the depths of our being. He wants to reignite the spark if our faith has grown dim and rekindle the fire if our love has grown cold. 

But just like those invited to the great dinner in today’s Gospel, we often look for ways to excuse ourselves from His invitation. We are too busy, too distracted, too tired… and whether inadvertently or otherwise, we miss out on the spiritual feast that He is offering us through quiet time with Him. Heaven is the “home” that He wants filled and every day we have the opportunity to take one more step toward it through union with God in prayer. 

No matter what season we may find ourselves in, whether summer, fall, winter or spring, may we find the courage to come away with Jesus in the desert silence. May we heed His call and go to Him when we hear Him speak gently to our hearts “Come to me, all you who labor and are burdened, and I will give you rest.” (Alleluia verse)

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Parece casi imposible que noviembre ya esté aquí. Parece que fue ayer cuando mis hijos jugaban en la piscina inflable, corrían bajo el rociador y andaban en bicicleta por los charcos. Parece que fue ayer cuando me contaban lo aburridos que estaban porque no les permití jugar a los videojuegos las 24/7 durante los tres meses que no tenían clases. Parece que fue ayer cuando íbamos al Lago de Michigan todos los fines de semana que podíamos para disfrutar del cielo azul infinito y del viento y las olas que parecían del océano… Pero ahora el otoño ya está aquí. El verano demasiado corto ya pasó hace tiempo y el invierno está a un suspiro de distancia. Pero el invierno es en sí mismo una oportunidad para un poco de calma absoluta, para reflexionar sobre si necesitamos o no quitarnos un poco de escarcha del corazón.

Hace poco leí dos cosas diferentes que hicieron que mis pensamientos se dirigieran en la misma dirección. El primer artículo señalaba cómo Dios obraba en el desierto. Liberó a los hebreos de la esclavitud en el desierto, Juan el Bautista anunció la llegada de Cristo en el desierto y Jesús obtuvo fuerzas de la oración en el desierto. El segundo hablaba del crecimiento a través del silencio. Zacarías, el padre de Juan el Bautista, se fortaleció en su fe mientras estuvo temporalmente silenciado y Dios forma a los bebés que son hechos maravillosamente en el silencio del vientre de sus madres.

Ambas ideas, junto con una experiencia reciente de retiro, me hicieron pensar en cómo Dios realmente desea que nos vayamos a un lugar aparte con Él. Quiere separarnos de la rutina diaria, llevarnos a un espacio completamente diferente e infundirnos nueva vida. Quiere que encontremos ese lugar desértico, ese lugar de silencio donde pueda hablarnos en lo más profundo de nuestro ser. Quiere volver a encender la chispa si nuestra fe se ha apagado y reavivar el fuego si nuestro amor se ha enfriado.

Pero al igual que aquellos invitados a la gran cena en el Evangelio de hoy, a menudo buscamos formas de excusarnos de Su invitación. Estamos demasiado ocupados, demasiado distraídos, demasiado cansados… y ya sea a propósito o no, nos perdemos el banquete espiritual que nos ofrece a través del tiempo en silencio con Él. El cielo es el “hogar” que quiere llenar y cada día tenemos la oportunidad de dar un paso más hacia él a través de la unión con Dios en la oración.

No importa en qué estación nos encontremos, ya sea verano, otoño, invierno o primavera, que encontremos el valor de ir con Jesús al silencio del desierto. Que escuchemos su llamado y vayamos corriendo a Él cuando lo escuchemos hablar suavemente a nuestro corazón: “Vengan a mí, todos los que están fatigados y agobiados por la carga, y yo les daré alivio, dice el Señor.” (Aclamación antes del Evangelio)

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Feature Image Credit: Katerina Kerdi, unsplash.com/photos/woman-walking-at-desert-9TdomzK-2d0