Cleaning The Outside Isn’t Enough / Limpiar el Exterior no es Suficiente

** This reflection was reposted from Diocesan archives. **

Have you ever seen a surgical team scrub up before an operation? It puts mere handwashing to shame! It’s a good thing, of course, that the team puts so much effort in, and there’s an excellent reason for its rigid cleansing requirements. Cleansing has also always been important in religious traditions, both for its literal use and for its connection to being clean before God. In fact, some sort of ritual cleansing appears in nearly every world religion.

Rituals are an essential part of religion, but the ritual itself should not become more important than the reason and goals behind it. That’s what is happening in today’s Gospel reading. Washing hands before eating was a religious obligation, imposed upon people in the name of purity, and ordered by God’s law. And even though Jesus accepts the Pharisee’s invitation to dine with him, Jesus doesn’t observe this religious norm.

It must have seemed very odd and perhaps even a breach of respect. The Pharisee probably thought he was being respectful of Jesus by inviting him in, and Jesus immediately violates the common practice as well as the law to which the Pharisee has dedicated his life. Jesus’ response is anything but reassuring. “Oh, you Pharisees! Although you cleanse the outside of the cup and the dish, inside you are filled with plunder and evil. You fools! Did not the maker of the outside also make the inside? But as to what is within, give alms, and behold, everything will be clean for you.”

By observing laws and rituals literally we often lose sight of the meaning behind them. Jesus didn’t say it was bad to observe the cleansing ritual; what He said was that the cleansing had to be deeper, had to penetrate words and thoughts and actions. The Pharisee only looked at the letter of the law so he wasn’t able to perceive the spirit of the law, the point of having the law in the first place.

As far back as Leviticus, we are told to love our neighbors as ourselves. The meaning is reasonably clear, yet Luke tells us that out of that law arose a discussion to determine precisely who our neighbors are, and, perhaps more importantly, to establish who they aren’t. Paul writes in his second letter to the Corinthians, “The letter kills, the spirit gives life” (2 Cor 3:6). In the Sermon on the Mountain, Jesus criticizes those who observe the letter of the law but transgress the spirit (Mt 5:20).

Washing the outside of the cup while leaving the inside dirty isn’t what we’re called to do. It’s not enough to follow the letter of the law; it’s in observing and internalizing and honoring the spirit of the law that we become pure, that we become new people in Christ. Which means that it has to be about love of other people: it’s in the practice of love that the fullness of the law is attained. 


¿Ha visto alguna vez a un equipo quirúrgico lavarse antes de una operación? ¡Es mucho más ridículo que lavarse las manos! Por supuesto, es bueno que el equipo ponga tanto esfuerzo en ello, y hay una excelente razón para sus estrictos requisitos de limpieza. La limpieza también ha sido siempre importante en las tradiciones religiosas, tanto por su uso literal como por su conexión con estar limpio ante Dios. De hecho, algún tipo de limpieza ritual aparece en casi todas las religiones del mundo.

Los rituales son una parte esencial de la religión, pero el ritual en sí no debería volverse más importante que la razón y los objetivos que lo sustentan. Eso es lo que sucede en la lectura del Evangelio de hoy. Lavarse las manos antes de comer era una obligación religiosa, impuesta a las personas en nombre de la pureza y ordenada por la ley de Dios. Y aunque Jesús acepta la invitación del fariseo a cenar con él, no observa esta norma religiosa.

Debe haber parecido muy extraño y tal vez incluso una falta de respeto. El fariseo probablemente pensó que estaba siendo respetuoso con Jesús al invitarlo a entrar, y Jesús inmediatamente violó la práctica común, así como la ley a la que el fariseo había dedicado su vida. La respuesta de Jesús no es nada tranquilizadora: “Ustedes, los fariseos, limpian el exterior del vaso y del plato; en cambio, el interior de ustedes está lleno de robos y maldad. ¡Insensatos! ¿Acaso el que hizo lo exterior no hizo también lo interior? Den más bien limosna de lo que tienen y todo lo de ustedes quedará limpio”.

Al observar las leyes y los rituales literalmente, a menudo perdemos de vista el significado que hay detrás de ellos. Jesús no dijo que fuera malo observar el ritual de purificación; lo que dijo fue que la purificación tenía que ser más profunda, tenía que penetrar las palabras, los pensamientos y las acciones. El fariseo sólo miraba la letra de la ley, por lo que no era capaz de percibir el espíritu de la ley, el sentido de tener la ley en primer lugar.

Desde Levítico se nos vienen diciendo que debemos amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos. El significado es bastante claro, pero Lucas nos dice que de esa ley surgió una discusión para determinar con precisión quiénes son nuestros prójimos y, quizás más importante, para establecer quiénes no lo son. Pablo escribe en su segunda carta a los corintios: “La letra mata, el espíritu vivifica” (2 Cor 3,6). En el Sermón de la Montaña, Jesús critica a quienes observan la letra de la ley pero transgreden el espíritu (Mt 5,20).

Lavar el exterior de la copa dejando sucio el interior no es lo que estamos llamados a hacer. No es suficiente seguir la letra de la ley; es al observar, interiorizar y honrar el espíritu de la ley que nos volvemos puros, que nos convertimos en personas nuevas en Cristo. Lo cual significa que se debe tratar de amar a otras personas: es en la práctica del amor que se alcanza la plenitud de la ley.

** This reflection was reposted from Diocesan archives. Author: Jeanette de Beauvoir

Feature Image Credit: Ivan Samudra, unsplash.com/photos/a-hand-holding-a-water-bottle-Y3EJqtHWAio

Am I Serving God? / ¿Estoy Sirviendo a Dios?

This Gospel passage hints at one question we should all be asking ourselves: Am I serving God? This question guided Pope Saint John Paul II, as can be seen through his meditations and reflections handwritten in his personal diaries between 1962 and two hours before his death. (These are available in the book In God’s Hands: The Spiritual Diaries of Pope John Paul II.)

John Paul II was a pope of the Catholic Church, a powerful, influential statesman on the world scene, and a devout man who transformed lives and nations with his charisma. His diaries, however, reveal him to be first and foremost a selfless servant of God. For over forty years, from his bishopric in Krakow, to his election to the papacy, to his final years, this one question guided him: “Am I serving God?” 

In a diary note from 1981, the then Cardinal Wojtyla wrote this reflection after a theological discussion with other priests: “The word of the Lord. Do I love the word of God? Do I live by it? Do I serve it willingly? Help me, Lord, to live by your word… Do I serve the Holy Spirit that lives in the Church?”

Jesus personally approaches each of us as the way, the truth, and the life of humanity. Each of us has been given a role to play in the unfolding of the mystery of salvation. The most important question we can ask ourselves is this: “Am I serving God?” The radical discipleship required to follow Jesus will put us into situations that will help us recognize those areas where we aren’t yet serving God completely. Where we need conversion. Where we need hope. Where we need to give ourselves more wholly to love. 

Over and over Jesus calls. Again and again, we are given the capacity to respond. Jesus is, indeed, patient. Yet what he wants to give to us is so great that he will do everything possible to keep us from dilly-dallying along the way. He will prod our consciences and awaken us from our sleep. Today, identify the one question you will write at the top of every journal page. Allow God to ask you at the beginning of every day until your heart leaps up with a resounding “Yes! I will serve you with all that I am and all that I have!”

Contact the author


Este pasaje del Evangelio sugiere una pregunta que todos deberíamos hacernos: ¿Estoy sirviendo a Dios? Esta pregunta guió al Papa San Juan Pablo II, como se puede ver a través de sus meditaciones y reflexiones escritas a mano en sus diarios personales entre 1962 y dos horas antes de su muerte. (Estos están disponibles en el libro En manos de Dios: Los diarios espirituales del Papa San Juan Pablo II.)

Juan Pablo II fue un papa de la Iglesia Católica, un estadista poderoso e influyente en la escena mundial y un hombre devoto que transformó vidas y naciones con su carisma. Sus diarios, sin embargo, revelan que fue, ante todo, un siervo desinteresado de Dios. Durante más de cuarenta años, desde su obispado en Cracovia, hasta su elección al papado, hasta sus últimos años, esta pregunta lo guió: “¿Estoy sirviendo a Dios?”

En una nota de su diario del 1981, el entonces Cardenal Wojtyla escribió esta reflexión después de una discusión teológica con otros sacerdotes: “La palabra del Señor. ¿Amo la palabra de Dios? ¿Vivo según ella? ¿La sirvo voluntariamente? Ayúdame, Señor, a vivir según tu palabra… ¿Sirvo al Espíritu Santo que vive en la Iglesia?”

Jesús se acerca personalmente a cada uno de nosotros como el camino, la verdad y la vida de la humanidad. A cada uno de nosotros se nos ha dado un papel que desempeñar en el desarrollo del misterio de la salvación. La pregunta más importante que podemos hacernos es esta: “¿Estoy sirviendo a Dios?” El discipulado radical que se requiere para seguir a Jesús nos pondrá en situaciones que nos ayudarán a reconocer aquellas áreas en las que todavía no estamos sirviendo a Dios completamente. Donde necesitamos conversión. Donde necesitamos esperanza. Donde necesitamos entregarnos más completamente al amor.

Una y otra vez Jesús llama. Una y otra vez, se nos da la capacidad de responder. Jesús es, de hecho, paciente. Sin embargo, lo que quiere darnos es tan grande que hará todo lo posible para evitar que nos demoremos en el camino. Va a picar nuestras conciencias y despertarnos del sueño. 

Hoy, identifica la pregunta que vas a escribir en la parte superior de cada página de tu diario. Permite que Dios te lo pregunte al inicio de cada día hasta que tu corazón salte con una entusiasta “¡Sí! ¡Te serviré con todo lo que soy y todo lo que tengo!”

Comunicarse con la autora

Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
Public Facebook Group: https://www.facebook.com/groups/srkathrynhermes/ HeartWork Spiritual Formation Group: https://touchingthesunrise.com/heartwork/

Feature Image Credit: Thomas J. O’Halloran, photographer, U.S. News & World Report magazine, commons.wikimedia.org/wiki/File:Pope_John_Paul_II_(1979).jpg

By His Poverty We are Filled / Por Su Pobreza Somos Saciados

Go, sell what you have, and give to the poor and you will have treasure in heaven; then come, follow me.” (Mk 10:21) 

 Particularly in today’s society, we tend to center ourselves around instant gratification. The newest trends that money can buy hold a constant allure since we can get them off Amazon with just the click of a mouse. Yet most are afraid or ignorant of what to expect after death. Heavenly treasures await us if we are not first distracted by the false riches we may be exposed to here on Earth. Food, material possessions and earthly comforts are temporary, whereas reliance on Christ allows for eternal salvation. 

Those who by worldly standards are considered first today may be last tomorrow at Christ’s second coming. The Litany of Humility has always helped keep me grounded, reiterating the importance of loving others rather than seeking that love that we desire for ourselves. As Christians, we must ask ourselves if we take the time to tend to those most in need and live in service first to one other. 

We must recall the big picture, that as Christians we have the blessing to be able to spend eternity in the presence of God’s great love, if we choose to emulate that love during the short time we have here on Earth. This is best demonstrated by the love Christ displays for us poor sinners by dying on the cross. Instead of seeking comfort and security we are called to depend on God always, following His example of love. 

Ultimately, we must never be afraid to break open our hearts in front of others for Christ. The life of a Christian is often going to be messy. If we’re not suffering alongside Christ, we are not giving our all to Him. We must take up our cross, and not hold back nor be ashamed. The Lord is worth so much more than the sum of our fears and doubts. And in the end, He does not demand much at all. Simply that we love Him with all our heart and love our neighbor as ourselves. 

Contact the author


“Ve y vende lo que tienes, da el dinero a los pobres y así tendrás un tesoro en los cielos. Después, ven y sígueme” (Mc 10,21)

En particular en la sociedad actual, tendemos a centrarnos en la gratificación instantánea. Las últimas tendencias que el dinero puede comprar tienen un atractivo constante, ya que podemos conseguirlas en Amazon con tan solo un clic del mouse. Sin embargo, la mayoría tiene miedo o ignora qué les espera después de la muerte. Nos esperan tesoros celestiales si no nos distraemos primero con las falsas riquezas a las que podemos estar expuestos aquí en la Tierra. La comida, las posesiones materiales y las comodidades terrenales son temporales, mientras que la confianza en Cristo permite la salvación eterna.

Aquellos que según los estándares mundanos son considerados los primeros hoy, pueden ser los últimos mañana en la segunda venida de Cristo. La Letanía de la Humildad siempre me ha ayudado a mantener los pies en la tierra, reiterando la importancia de amar a los demás en lugar de buscar ese amor que deseamos para nosotros mismos. Como cristianos, debemos preguntarnos si nos tomamos el tiempo para atender a los más necesitados y vivir, en primer lugar, en servicio a los demás.

Debemos recordar el panorama general: como cristianos, tenemos la bendición de poder pasar la eternidad en presencia del gran amor de Dios, si elegimos emular ese amor durante el corto tiempo que tenemos aquí en la Tierra. Esto se demuestra mejor con el amor que Cristo muestra por nosotros, pobres pecadores, al morir en la cruz. En lugar de buscar consuelo y seguridad, estamos llamados a depender siempre de Dios, siguiendo su ejemplo de amor.

En última instancia, nunca debemos tener miedo de abrir nuestro corazón delante de los demás para Cristo. La vida de un cristiano a menudo va a ser un caos. Si no estamos sufriendo junto a Cristo, no le estamos dando todo lo que tenemos. Debemos cargar nuestra cruz, y no frenarnos ni avergonzarnos. El Señor vale mucho más que la suma de nuestros miedos y dudas. Y al final, Él no nos exige mucho, simplemente que lo amemos con todo el corazón y amemos al prójimo como a nosotros mismos.

Comunicarse con la autora

Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.

Feature Image Credit: Hispanic Digital library, Public Domain, art.diocesan.com/stock-photo/san-ignacio-de-loyola-18641/

Faith and Our Lady / La Fe y Nuestra Madre

I love that the Catholic Church dedicates two months of every year to celebrate Mary, the mother of God during October and May. Mary’s faith is referred to in the Catechism of the Catholic Church, (CCC), many times. Mary completely submitted her will and obedience to the Lord God when the angel visited her; she had faith in the words of God spoken to her. The readings today speak of faith for those who hear the Word of God and observe it.

Today is the feast day of Our Lady of Aparecida. In 1717 three men were tasked with providing the fish for a big celebration in Guaratinguetá, Brazil. Though it was not the time of year for the fish to run in the local river, Domingos Garcia, Felipe Pedroso, and João Alves cast their nets for several hours with no luck. As they prepared to go home, João decided to cast his net one more time and brought up a wooden carving of a woman, the Blessed Virgin Mary with her head missing. He cast his net again in the river and this time found the head of the statue tangled in the net. João cast his net a third time and his net was overwhelmed with fish. His companions cast their nets and they too caught an abundance of fish.

These men are wonderful examples of being a disciple of Christ; doesn’t their story remind you of Jesus calling the first apostles? The Catechism says, “The disciple of Christ must not only keep the faith and live on it, but also profess it, confidently bear witness to it, and spread it.” (CCC 1816) Many miracles have been recorded over the past 300 years as a testament of the faith of the people in that region who heard the word of God and believed in the graces He bestowed through the Blessed Virgin Mary. Our Lady of Aparecida was declared the Patroness of Brazil in 1931 by Pope Pius XI. Pope St. John Paul II and Pope Francis have each visited the cathedral on their trips to Brazil.

Lord, increase my faith to see the miracles happening all around me. Mary, mother of Word Incarnate, thank you for your witness to the wonders of God throughout the world. Amen.


Me encanta que la Iglesia Católica dedique dos meses de cada año a celebrar a María, la madre de Dios, durante octubre y mayo. La fe de María se menciona muchas veces en el Catecismo de la Iglesia Católica (CIC). María sometió completamente su voluntad y obediencia al Señor Dios cuando el ángel la visitó y tuvo fe en las palabras que Dios le dijo. Las lecturas de hoy hablan de la fe para quienes escuchan la Palabra de Dios y la observan.

Hoy celebramos la fiesta de Nuestra Señora de Aparecida. En 1717, tres hombres recibieron la tarea de proporcionar los peces para una gran celebración en Guaratinguetá, Brasil. Aunque no era la época del año para que los peces corrieran por el río local, Domingos García, Felipe Pedroso y João Alves lanzaron sus redes durante varias horas sin suerte. Mientras se preparaban para volver a casa, João decidió lanzar su red una vez más y sacó una escultura de madera de una mujer, la Santísima Virgen María, sin la cabeza. Juan echó la red de nuevo al río y esta vez encontró la cabeza de la estatua enredada en la red. Juan echó la red por tercera vez y la red se llenó de peces. Sus compañeros echaron las redes y también pescaron una gran cantidad de peces.

Estos hombres son ejemplos maravillosos de ser un discípulo de Cristo; ¿no te recuerda de la historia cuando Jesús llamó a los primeros apóstoles? El Catecismo dice: “ El discípulo de Cristo no debe sólo guardar la fe y vivir de ella sino también profesarla, testimoniarla con firmeza y difundirla” (CIC 1816). Se han registrado muchos milagros en los últimos 300 años como testimonio de la fe de la gente de esa región que escuchó la palabra de Dios y creyó en las gracias que Él concedió a través de la Santísima Virgen María. Nuestra Señora de Aparecida fue declarada Patrona de Brasil en 1931 por el Papa Pío XI. El Papa San Juan Pablo II y el Papa Francisco han visitado la catedral en sus viajes a Brasil.

Señor, aumenta mi fe para ver los milagros que suceden a mi alrededor. María, Madre del Verbo Encarnado, gracias por tu testimonio de las maravillas de Dios en todo el mundo. Amén.

Beth Price is a Secular Franciscan (OFS) and a practicing spiritual director. Beth shares smiles, prayers, laughter, a listening ear and her heart with all of creation.

Feature Image Credit: freepik.com/free-vector/our-lady-aparecida-hand-drawn_9878474.htm

Growing Gray With God / Envejeciéndonos con Dios

Well, the day has arrived. I made it. I have reached the point of true middle age. I am now 45 years old. And now that I have, what should I do with that? Should I run off and have me an honest to goodness mid-life crisis? Should I start noticing every new gray hair that appears on my head? Should I stare intently at my face in the mirror and become discouraged that the wrinkles appear deeper and more pronounced? Should I throw healthy eating out the window and just let myself go, justifying it with the fact that I am closer to death now anyway? 

All of these questions may sound absolutely ridiculous, but in some way, shape or form, I am pretty sure most of us who are getting older have dealt with negative feelings regarding these issues. Age comes without warning and we cannot stop it. We cannot turn back the clock no matter how many face creams we apply or hair dyes we use. We cannot avoid the sagging muscles or the creaking bones that just seem to not want to move as much. But even in all of this, God is there. 

God allows us to age and He understands its implications. Although perhaps it could have been avoided if Adam and Eve had not sinned, it is all part of His plan. He is there with us during every moment we are tempted toward discouragement or despair. Our sadness can turn to joy as we accept each coming day with grace and even a sense of humor. Even now, I am joking with my husband about buying walkers instead of cars when we are elderly, and he says “Hey, walkers are sporty. They don’t have a roof, just like a convertible!” 

I think one of the most important things to remember as we age is to continue our journey with the Lord. Although we may not be able to walk as much physically, we must persevere in our walk with God. We can remember to praise him through the storms of life, just as our Psalm declares: “I will give thanks to the LORD with all my heart…Great are the works of the LORD…gracious and merciful is the LORD…” We can remember the words of Jesus when he says “Whoever is not with me is against me, and whoever does not gather with me scatters” and continue to try to bring as many souls to him as possible. We can look heavenward instead of inward when we experience pain or trials. 

Yes, our God is with us always, whether we are 1 or 100, and that is reason enough to rejoice!

Contact the Author


El día ya amaneció. He llegado. Ha venido la verdadera mediana edad. Ahora tengo 45 años. Y ahora que los tengo, ¿qué debo hacer con eso? ¿Debería salir corriendo y tener una verdadera crisis de la mediana edad? ¿Debería comenzar a notar cada nueva cana que aparece en mi cabeza? ¿Debería mirarme fijamente la cara en el espejo y desanimarme al ver que las arrugas se ven más profundas y pronunciadas? ¿Debería dejar de lado la alimentación saludable y simplemente dejarme llevar, justificándolo con el hecho de que ya estoy más cerca de la muerte de todos modos?

Todas estas preguntas pueden sonar absolutamente ridículas, pero estoy bastante segura que la mayoría de los que nos estamos envejeciendo hemos tenido que lidiar con sentimientos negativos con respecto a estos temas de alguna forma. La edad llega sin previo aviso y no podemos detenerla. No podemos hacer retroceder el reloj a pesar de las cremas faciales que nos apliquemos o los tintes para el cabello que usemos. No podemos evitar los músculos flácidos o los huesos adoloridos que parecen no querer moverse tanto como antes. Pero incluso en todo esto, Dios está allí.

Dios permite que envejezcamos y entiende sus implicaciones. Aunque tal vez se podría haber evitado si Adán y Eva no hubieran pecado, todo es parte de su plan. Él está allí con nosotros durante cada momento en que nos sentimos tentados a desanimarnos o desesperarnos. Nuestra tristeza puede convertirse en alegría cuando aceptamos cada día que viene con gracia e incluso con sentido del humor. Por ejemplo, he estado bromeando con mi esposo sobre comprar andadores en lugar de automóviles cuando seamos mayores, y él dice: “Oye, los andadores son deportivos. No tienen techo, ¡igual que los convertibles!”

Creo que una de las cosas más importantes que debemos recordar a medida que envejecemos es continuar siguiendo al Señor. Aunque tal vez no podamos caminar tanto físicamente, debemos perseverar en nuestro caminar con Dios. Podemos recordar alabarlo en medio de las tormentas de la vida, tal como declara el Salmo de hoy: “Quiero alabar a Dios, de corazón… Grandiosas son las obras del Señor… El Señor es piadoso y es clemente…” Podemos recordar las palabras de Jesús cuando dice “El que no está conmigo, está contra mí; y el que no recoge conmigo, desparrama” y seguir tratando de llevar a él tantas almas como sea posible. Podemos mirar hacia el cielo en lugar de hacia nuestro interior cuando experimentamos dolor o pruebas.

Sí, nuestro Dios está con nosotros siempre, tengamos 1 año o 100, ¡y esa es razón suficiente para regocijarnos!

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Tehzeeb Kazmi, unsplash.com/photos/person-with-gold-ring-on-right-hand-nRVpZ97HJTA


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

How We Pray / Como Rezamos

What do I pray about and what does that say about me? 

If you do a quick search of Bible commentaries, the consensus is that Jesus’ message for us in today’s parable is to be persistent in prayer. “Ask and you shall receive; seek and you will find; knock and the door will be opened.” We are to ask and keep on asking. We are to seek and keep on seeking. We are to knock and keep on knocking. 

When our child or a loved one is sick, we find it easy to pray without ceasing. When we are in financial trouble or want a new job, we beg God for guidance and support. There is nothing wrong with praying in this way. God wants to be intimately acquainted with us, with the ups and downs, and ins and outs of our daily lives. But we are not simply physical beings who happen to have a soul. What does it say about us if most of our prayers are concerned with our physical well-being and often leave out our spiritual life?

Do we repeatedly and persistently ask God to bring us closer to Him? Do we seek determinedly to follow the whispering of the Holy Spirit? Do we pray without ceasing for the spiritual growth of others? 

Jesus tells us to ask, seek and knock. Is he simply being redundant? In asking, we humbly present ourselves to God and request his action. In seeking, we ask, but we also act. In knocking, we act, but we also persevere. We are told to do all three! Are we? Taking time to reflect on our prayer life can be good for us, body and soul. Are we including all aspects of our life in prayer? Are we following up our prayer with action such as study and service? Are we persevering in our actions? 

We ask God for wisdom and then we study the Bible and the Saints to plant the seeds of wisdom in our minds and hearts. We ask God to be close to us and then we spend time in prayer and quiet to give Him space to act within us. We ask God to help those we know to grow in faith and then we act in faith to grow alongside them.

Dear Jesus, please guide us this day and all our days. May we entrust all aspects of our lives to You and then have the courage to take our prayers and put them into action, modeled after you. May we never tire of asking, seeking and knocking so that we may serve you by serving those around us. Amen. 

Contact the author


¿Sobre qué rezo y qué dice eso de mí?

Si hacemos una búsqueda rápida de comentarios bíblicos, el consenso es que el mensaje que Jesús nos da en la parábola de hoy es que debemos ser persistentes en la oración. “Pidan y se les dará, busquen y encontrarán, toquen y se les abrirá. Porque quien pide, recibe; quien busca, encuentra y al que toca, se le abre.” Debemos pedir y seguir pidiendo. Debemos buscar y seguir buscando. Debemos tocar y seguir tocando.

Cuando nuestro hijo o un ser querido está enfermo, nos resulta fácil orar sin cesar. Cuando tenemos problemas económicos o queremos un nuevo trabajo, le rogamos a Dios que nos guíe y nos apoye. No hay nada de malo en orar de esta forma. Dios quiere conocernos íntimamente, con los altibajos y los entresijos de nuestra vida diaria. Pero no somos simplemente seres físicos que tienen alma. ¿Qué dice de nosotros si la mayoría de nuestras oraciones se refieren a nuestro bienestar físico y a menudo dejan de lado nuestra vida espiritual?

¿Le pedimos a Dios repetida y persistentemente que nos acerque a Él? ¿Buscamos con determinación seguir el susurro del Espíritu Santo? ¿Rezamos sin cesar por el crecimiento espiritual de los demás?

Jesús nos dice que pidamos, busquemos y tocamos. ¿Está siendo simplemente redundante? Al pedir, nos presentamos humildemente a Dios y solicitamos su acción. Al buscar, pedimos, pero también actuamos. Al tocar, actuamos, pero también perseveramos. ¡Se nos dice que hagamos las tres cosas! ¿Lo hacemos? Tomarnos un tiempo para reflexionar sobre nuestra vida de oración puede ser bueno para nosotros, cuerpo y alma. ¿Estamos incluyendo todos los aspectos de nuestra vida en la oración? ¿Estamos siguiendo nuestra oración con acciones como el estudio y el servicio? ¿Estamos perseverando en nuestras acciones?

Pedimos sabiduría a Dios y luego estudiamos la Biblia y los Santos para plantar las semillas de la sabiduría en nuestras mentes y corazones. Pedimos a Dios que esté cerca de nosotros y luego pasamos tiempo en oración y silencio para darle espacio para actuar dentro de nosotros. Pedimos a Dios que ayude a quienes conocemos a crecer en la fe y luego actuamos en fe para crecer junto con ellos.

Querido Jesús, guíanos hoy y todos los días. Haz que te confiemos todos los aspectos de nuestra vida y que tengamos el valor de tomar nuestras oraciones y ponerlas en práctica, siguiendo tu ejemplo. Haz que nunca nos cansemos de pedir, buscar y tocar a tu puerta para que podamos servirte sirviendo a quienes nos rodean. Amén.

Comunicarse con la autora

Sheryl’s first calling is to be wife and partner to Tom, who is a Permanent Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. She also gets to live out her passion for teaching and learning by serving as a teaching principal at St. Therese Catholic School in Wayland, Michigan. Home is full with Carlyn, our goofy golden retriever, Lucy, our terrier mix wild child, and Mila, our rescue Bernese Mountain dog whose happy bouncing and wagging tail reminds us to find joy in every moment of every day.

Feature Image Credit: Kelly Sikkema, unsplash.com/photos/man-wearing-red-sweater-in-front-of-door-tRvZxKDVM80

Lord, Teach Me to Pray / Señor, Enséñame a Rezar

Lord, teach me to pray. It never occurred to me to ask that of Jesus. I’d assumed that after years of Catholic education and church-going, I should just know how to pray. I could rattle off some rote prayers but I don’t think I understood what it is to pray until a friend shared that the Lord’s Prayer is the perfect prayer. Not only does it come from Jesus himself, it offers us a prayer plan for all our non-rote prayers.

It begins simply with praise. We know that God doesn’t need our praise, but we need to praise him and remind ourselves how good he is, how hallowed his name is. I am of the opinion that sincere praise (and gratitude) cannot be overdone. 

We express our desire for God’s will to be done just as his will is done in heaven where all are in perfect communion with God. We want his Kingdom to come. We want that perfect communion for ourselves. We need that in this broken world. 

We ask for what we (think) we need – our daily bread – that which sustains us. What do you need? A friend to understand? Patience and love for a challenging family member? Strength to witness God’s truth? We can go to our loving Father and ask for these things. He longs to give us what we need and sometimes he gives us things we didn’t even know we needed. 

We ask for forgiveness and promise forgiveness toward others. We know we sin and we trust in God’s mercy. We ask for it, maybe beg for it. We also offer it to those who hurt us. Jesus has some clear words on how important this is (Matthew 18:21-25, Matthew 6:14, and Luke 15: 11-32 to name a few).

Finally, we ask him to keep us safe from the tricks and the lies of the enemy. We can be confident that if we keep our gaze focused on Jesus, strive for holiness, and run to him in prayer, we will belong to him and all will be well with our soul.  

The Lord’s Prayer stands on its own as an excellent prayer and also serves as a framework for our personal conversations with God. I encourage you to use it as a guideline for organizing your own prayer time, and see what happens!

Contact the author


Señor, enséñame a orar. Nunca se me ocurrió pedirle eso a Jesús. Supuse que después de años de educación católica y de asistir a la iglesia, debería saber cómo rezar. Podía recitar algunas oraciones de memoria, pero no creo que entendí lo que era orar hasta que un amigo me dijo que el Padre Nuestro es la oración perfecta. No solo proviene del mismo Jesús, sino que nos ofrece un plan de oración para todas nuestras oraciones que no son de memoria.

Comienza simplemente con una alabanza. Sabemos que Dios no necesita nuestra alabanza, pero debemos alabarlo y recordarnos lo bueno que es, lo santificado que es su nombre. Soy de la opinión de que la alabanza sincera (y la gratitud) nunca pueden ser exageradas.

Expresamos nuestro deseo de que se haga la voluntad de Dios tal como se hace su voluntad en el cielo, donde todos están en perfecta comunión con Dios. Queremos que venga su Reino. Queremos esa comunión perfecta para nosotros. La necesitamos en este mundo roto.

Pedimos lo que (creemos) que necesitamos: nuestro pan de cada día, aquello que nos sustenta. ¿Qué necesitas tú? ¿Un amigo que te entienda? ¿Paciencia y amor para un familiar que te desafía? ¿Fuerza para dar testimonio de la verdad de Dios? Podemos acudir a nuestro Padre amoroso y pedirle estas cosas. Él anhela darnos lo que necesitamos y, a veces, nos da cosas que ni siquiera sabíamos que necesitábamos.

Pedimos perdón y prometemos perdón a los demás. Sabemos que pecamos y confiamos en la misericordia de Dios. La pedimos, tal vez la rogamos. También se la ofrecemos a quienes nos hacen daño. Jesús tiene algunas palabras claras sobre lo importante que es esto (Mateo 18,21-25; Mateo 6,14 y Lucas 15,11-32, por nombrar algunas).

Finalmente, le pedimos que nos mantenga a salvo de los trucos y las mentiras del enemigo. Podemos estar seguros de que si mantenemos nuestra mirada fija en Jesús, nos esforzamos por la santidad y corremos hacia él en la oración, le perteneceremos y todo estará bien con nuestra alma.

El Padre Nuestro es una oración excelente por sí sola y también sirve como marco para nuestras conversaciones personales con Dios. Te animo a que la utilices como guía para organizar tu propio tiempo de oración y ¡verás lo que sucede!

Comunicarse con la autora

Merridith Frediani loves words and is delighted by good sentences. She also loves Lake Michigan, dahlias, the first sip of hot coffee in the morning, millennials, and playing Sheepshead with her husband and three kids. She writes for Catholic Mom, Diocesan.com, and her local Catholic Herald. Her first book Draw Close to Jesus: A Woman’s Guide to Adoration is available at Our Sunday Visitor and Amazon. You can learn more at merridithfrediani.com.

Feature Image Credit: Rijksmuseum, Public Domain, art.diocesan.com/stock-photo/god-with-angels-in-the-clouds-8545/

Distracted Visits with Jesus / Visitas Distraídas con Jesús

In today’s Gospel, Martha, busy serving and fretting, loses sight of just who it is she has welcomed into her home. In light of the three-year National Eucharistic Revival, I wish to explore a subtle connection between Luke 10:38-42 and the Eucharist — although when we come to Mass, it is Jesus welcoming us into His home! Many of us come to Mass so busy and distracted with many things that we halfheartedly go through the motions of Mass, forgetting Who we are so privileged to receive in the Eucharist. 

Jesus has come to visit the family in Bethany and share fellowship and a meal. At Mass, we come to Jesus’ house to visit and, yes, share a meal. Gratefully, Jesus is never too busy to welcome us in! We, like Martha, may approach our visit with Jesus frenzied, anxious, and worried about many things—work, home, or family. Perhaps we, too, are aggravated with a loved one we think should be helping us out somehow. 

Jesus’ words to Martha that “there is need of only one thing” should refocus our attention to what is truly important, especially as we prepare our hearts and minds for Jesus to “enter under our roof.” Like Mary, our eyes should remember Who is before us. Sitting at His feet fills us with all the blessings and graces necessary for whatever lies ahead. Whether we face days of strife, hardship, or smooth sailing, it is inconsequential if we’ve not made developing a relationship with Christ our number one priority.

I remember a time in my life when I attended Mass with more of a Martha than a Mary mindset. I would grab a bulletin on my way into the church. During the Mass readings, I would daydream, running the week’s chores and tasks through my mind. During the homily, I would doodle my to-do list in the margins of the bulletin. My mind would wander again during the Consecration, unaware of the supernatural, glorious, awe-inspiring event happening upon the altar before me. The moment heaven and earth mystically collide—the humble substance of bread and wine became an even more humble substance of my Lord and Savior. Then I complained that I never “get anything out of” Mass.

Of course, I didn’t. Like Martha, I’d let the world cloud my vision and keep me from the one thing needed—the better part. Praise God, like Mary, it was not to be taken from me. Eventually, as I learned more about the Catholic faith and the beauty and magnificence of the Sacred Liturgy, I allowed myself to be fully present for all Jesus had for me in those moments. 

In the words of St. Paul, the better part exists in “the mystery hidden from ages and from generations past. But now it has been manifested to his holy ones…” Most significantly, in the Real Presence of Jesus Christ in the Eucharist.

Contact the author


En el Evangelio de hoy, Marta, ocupada sirviendo y preocupándose, pierde de vista a quién ha recibido en su casa. A la luz del Avivamiento Eucarístico Nacional de tres años, deseo explorar una conexión sutil entre Lucas 10,38-42 y la Eucaristía, aunque cuando venimos a Misa, ¡es Jesús quien nos da la bienvenida a Su hogar! Muchos de nosotros venimos a Misa tan ocupados y distraídos con muchas cosas que vivimos la Misa por inercia y sin entusiasmo, olvidando a Quién tenemos el privilegio de recibir en la Eucaristía.

Jesús ha venido a visitar a la familia en Betania para convivir y compartir una comida. En la Misa, venimos a la casa de Jesús para visitarlo y, sí, compartir una comida. Afortunadamente, ¡Jesús nunca está demasiado ocupado para recibirnos! Nosotros, como Marta, podemos acercarnos a la visita con Jesús frenéticos, ansiosos y preocupados por muchas cosas: el trabajo, el hogar o la familia. Tal vez nosotros también estemos molestos con un ser querido que pensamos que debería ayudarnos de alguna forma.

Las palabras de Jesús a Marta de que “una sola [cosa] es necesaria” deberían volver a centrar nuestra atención en lo que es verdaderamente importante, especialmente mientras preparamos el corazón y la mentes para que Jesús “entre en mi casa”. Como María, nuestros ojos deben recordar Quién está delante de nosotros. Sentarnos a Sus pies nos llena de todas las bendiciones y gracias necesarias para lo que nos espera. Ya sea que enfrentemos días de lucha, dificultades o navegamos todo tranquilamente, nada importa más que hacer del desarrollo de una relación con Cristo nuestra prioridad número uno.

Recuerdo una época de mi vida en la que asistía a Misa con una mentalidad más de Marta que de María. Agarraba un boletín entrando a la iglesia. Durante las lecturas de la Misa, me dejaba pensar en mil cosas, repasando mentalmente las tareas y los quehaceres de la semana. Durante la homilía, garabateaba mi lista de cosas por hacer en los márgenes del boletín. Mi mente volvía a divagar durante la Consagración, sin darme cuenta del acontecimiento sobrenatural, glorioso e imponente que estaba sucediendo en el altar frente a mí. En el momento en que el cielo y la tierra chocan místicamente, la humilde sustancia del pan y el vino se convirtió en una sustancia aún más humilde de mi Señor y Salvador. Y luego me quejaba de que nunca “sacaba ningún provecho” de la Misa.

Por supuesto que no iba a sacar provecho. Como Marta, dejaba que el mundo nublara mi visión y me impidiera obtener lo único que necesitaba: la mejor parte. Alabado sea Dios, como María, nadie me la iba a quitar. Poco a poco, a medida que iba aprendiendo más sobre la fe católica y la belleza y magnificencia de la Sagrada Liturgia, me permití estar completamente presente para todo lo que Jesús tenía para mí en esos momentos.

En las palabras de San Pablo, la mejor parte existe en “el misterio escondido desde los siglos y generaciones pasadas, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos…” Más significativamente, en la Presencia Verdadera de Jesucristo en la Eucaristía.

Comunicarse con la autora

Allison Gingras (www.ReconciledToYou.com ) shares an everyday Catholic faith with humor and honesty. Her writing includes The Handy Little Guide to Novenas (OSV), Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press), and the Stay Connected Journals for Catholic Women (Our Sunday Visitor), with a new edition “Jesus Heals,” coming in 2025. Allison is the Director of Digital Evangelization for Family Rosary USA.

Feature Image Credit: Anncapictures, pixabay.com/photos/laptop-mouse-note-notebook-1385700/

The views and opinions expressed in the Inspiration Daily blog are solely those of the original authors and contributors. These views and opinions do not necessarily represent those of Diocesan, the Diocesan staff, or other contributors to this blog.

Imitate Mary, the Good Samaritan / Imitar a María, la Buena Samaritana

In today’s Gospel, we hear the parable of the Good Samaritan. The scholar questioning Jesus wishes to clarify who his neighbor is, no doubt to exclude some people he sees as unworthy. Jesus’ answer probably turns the scholar’s world upside down, but he is led to respond to Jesus’ question: “The one who treated him with mercy.”

Today we also celebrate the Feast of Our Lady of the Rosary, recalling the Battle of Lepanto that was won on October 7, 1571. It is for this reason that the month of October is traditionally dedicated to the Rosary. So, how does this Gospel connect to this Feast? Easily, I think. 

Many would say they see Jesus in the role of the Good Samaritan but I actually see Mary in this role. When those who say they love Jesus would avoid caring for the Samaritan, Mary’s motherly care would bandage their wounds and take the injured person to an inn where they can recuperate. 

In the same way, and especially through the intercession of the Rosary, Mary cares for the personal wounds of our heart and soul and brings all things, personal and communal, to Jesus for healing. Her tenderness intercedes for us where words fail. When we are so broken we can only mutter well-known, structured prayers, the Rosary lays out for us all that we need: praying as Jesus’ taught us in the Our Father, asking Mary’s heavenly intercession in the Hail Mary, and praising and glorifying the Holy Trinity in the Glory Be. Mary later requested that the Fatima prayer be added, begging release of both our own sins and for those of all humanity. 

When all else fails you, take up your Rosary and pray it, knowing that Mary will be present as your Mother to comfort you and take your intentions to Jesus. And let us imitate Mary as the perfect disciple of Christ, caring for each other’s wounds. 

Contact the author


En el Evangelio de hoy escuchamos la parábola del Buen Samaritano. El erudito que interroga a Jesús quiere aclarar quién es su prójimo, sin duda para excluir a algunas personas que considera indignas. La respuesta de Jesús probablemente pone patas arriba el mundo del erudito, pero se ve obligado a responder a la pregunta de Jesús: “El que tuvo compasión de él”.

Hoy también celebramos la fiesta de Nuestra Señora del Rosario, que recuerda la Batalla de Lepanto que se ganó el 7 de octubre de 1571. Es por eso que el mes de octubre está tradicionalmente dedicado al Rosario. Entonces, ¿cómo se conecta este Evangelio con esta fiesta? Fácilmente, creo.

Muchos dirían que ven a Jesús en el papel del Buen Samaritano, pero yo la veo a María en este papel. Cuando los que dicen amar a Jesús evitan cuidar al samaritano, el cuidado maternal de María venda sus heridas y lleva al herido a una posada donde puede recuperarse. 

De la misma forma, y especialmente por intercesión del Rosario, María cuida las heridas personales de nuestro corazón y alma y lleva todas las cosas, personales y comunitarias, a Jesús para que las sane. Su ternura intercede por nosotros donde las palabras fallan. Cuando estamos tan destrozados que solo podemos murmurar oraciones conocidas y estructuradas, el Rosario nos ofrece todo lo que necesitamos: orar como Jesús nos enseñó en el Padrenuestro, pedir la intercesión celestial de María en el Ave María y alabar y glorificar a la Santísima Trinidad en el Gloria. María pidió más tarde que se añadiera la oración de Fátima, pidiendo la liberación tanto de nuestros propios pecados como de los de toda la humanidad.

Cuando todo lo demás te falle, toma tu Rosario y reza, sabiendo que María estará presente como tu Madre para consolarte y llevar tus intenciones a Jesús. Imitemos a María como la discípula perfecta de Cristo, curando las heridas de los demás.

Comunicarse con la autora

Mary Thissen is a St. Louis native living in East Central Illinois with her husband and children. She is blessed with twin boys Earthside and four children now living in Heaven. When she is not working as a healthcare data analyst or caring for her boys, she enjoys studying and writing about the Catholic faith and ministering to women who are suffering through miscarriage or infertility. You can connect with Mary on Instagram @waitingonmiracles. 

Feature Image Credit: ikolotas0, pixabay.com/photos/rosary-praying-hand-black-and-white-716250/

Listening and Loving / Escuchar y Amar

Jesus insists that the little children can come to Him. He is available to them just as much as He is to the adults, much to the shock of the adults surrounding Him. Jesus then asks those shocked adults to consider how these children have qualities the adults are lacking. “Whoever does not accept the Kingdom of God like a child will not enter it.” As I pondered the qualities a child has, the Holy Spirit drew my attention to an aspirational prayer in a Mass journal I have.

Breathe in: Give me ears that listen

Breathe out: and a heart that loves

I found myself considering how these two motions, listening and loving, are foundational to the childhood experience and are both crucial to accept the Kingdom of God.

First, we have to listen. As children, our first experience of the world is sound. Even before we are born, babies can hear the sounds of the world outside of their mother. A young baby, days old, can barely see a few feet beyond themselves, but their hearing is perfect. They soak in sounds, language. We learn to speak first by hearing it. “At birth, the infant brain can perceive the full set of 800 or so sounds, called phonemes, that can be strung together to form all the words in every language of the world” (Patricia K. Kuhl, How Babies Learn Language, 2015). This is incredible! We have such a huge capacity for language, both to listen to and speak, as small children that fades as we grow more set in our ways as adults.

Simultaneously, babies are learning about what it means to be loved, to be cared for. They are completely reliant on their parents to love them. To love someone, to will the good of the other, is foundational for a child. As the child grows, they come to consciously perceive this and begin to freely offer that love back to their family. At lunch a few days ago, my three year old looked up and said, “Mommy, I love you. The next day, I will love you still.” It was spontaneous and spoken from his heart. 

Jesus wants to speak to us. He does so in the language we understand with our ears through the people He has placed in our lives. He also speaks to our hearts, in the language of love. These two practices, listening and loving, are beautiful lessons we can strive to grow in while we seek to become more childlike in the eyes of God.

Contact the author


Jesús insiste en que los niños pequeños pueden acercarse a Él. Está disponible para ellos tanto como lo está para los adultos, lo cual es gran sorpresa para los adultos que lo rodean. Jesús luego les pide a esos adultos sorprendidos que consideren cómo estos niños tienen cualidades de las que carecen los adultos. “Les aseguro que el que no reciba el Reino de Dios como un niño, no entrará en él”. Mientras reflexionaba sobre las cualidades que tiene un niño, el Espíritu Santo me llamó la atención sobre una oración aspiracional en un diario de misa que tengo.

Inhalar: dame oídos que escuchen

Exhalar: y un corazón que ame

Me encontré considerando cómo estos dos movimientos, escuchar y amar, son fundamentales para la experiencia de la infancia y ambos son cruciales para aceptar el Reino de Dios.

Primero, tenemos que escuchar. Cuando somos niños, nuestra primera experiencia del mundo es el sonido. Incluso antes de nacer, los bebés pueden escuchar los sonidos del mundo fuera de su madre. Un bebé pequeño, de días de vida, apenas puede ver unos pocos pies más allá de sí mismo, pero su audición es perfecta. Absorben sonidos y lenguaje. Aprendemos a hablar primero al escucharlo. “Al nacer, el cerebro del bebé puede percibir el conjunto completo de unos 800 sonidos, llamados fonemas, que se pueden unir para formar todas las palabras de todos los idiomas del mundo” (Patricia K. Kuhl, How Babies Learn Language, 2015). ¡Es increíble! De pequeños, tenemos una enorme capacidad para el lenguaje, tanto para escuchar como para hablar, que se desvanece a medida que nos vamos afianzando en nuestras costumbres como adultos.

Al mismo tiempo, los bebés están aprendiendo lo que significa ser amado, ser cuidado. Dependen completamente del amor de sus padres. Amar a alguien, desear el bien del otro, es fundamental para un niño. A medida que el niño crece, llega a percibir esto conscientemente y comienza a ofrecer libremente ese amor a su familia. Hace unos días, durante el almuerzo, mi hijo de tres años levantó la vista y me dijo: “Mami, te amo. Al día siguiente, te seguiré amando”. Fue algo espontáneo y lo dijo desde el corazón.

Jesús quiere hablarnos. Lo hace en el lenguaje que entendemos con nuestros oídos a través de las personas que ha puesto en nuestras vidas. También habla a nuestro corazón, en el lenguaje del amor. Estas dos prácticas, escuchar y amar, son hermosas lecciones en las que podemos esforzarnos por crecer mientras buscamos ser más como niños a los ojos de Dios.

Comunicarse con la autora

Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

Feature Image Credit: Vika Glitter, pexels.com/photo/smiling-baby-lying-on-white-mat-1648377/

I Have Given You Power / Les He Dado Poder

The Lord is always inviting, always giving, always guiding. He invites us into His Mission, He gives us all we need to fulfill our part of it, and He is always guiding us in the surprising paths to achieve it!

He invited the 72 disciples to participate in this Mission in a particular way, gave them what they needed, and then they rejoiced in what they had been able to do in His Name. Jesus then gently guides their hearts to rejoice rightly because their “names are written in heaven.” He reminds them to rejoice in the grace of their call and cooperation, not so much in what they have done, because it is not THEY who have done it, but the Lord working through them: “I have given you the power…”

Turning to the Father, Jesus also rejoices in what the 72 have been able to do, but his joy is directed to the Father in gratitude; he is teaching them to do the same, to remember that their effectiveness and ultimate fruitfulness depend on God’s initiative and grace working in them and through them. They are mere children of the Father, but called to a glorious work and inheritance, if they remember to acknowledge the source of all true power and greatness. Those who consider themselves “learned and clever” and do things based on their own power and greatness cannot bear fruit that lasts; in fact, unless they learn true humility, they will cave in on themselves and achieve little in the long run.

It is no different for us. By our Baptism, we are invited to participate in Christ’s Mission in the world. God is always giving us all we need to fulfill our role in the Mystical Body of Christ and the Spirit of God never ceases to guide us and fill us and empower us for this mission. For our part, we must be open – whatever we sincerely open to God, He will fill! We must be willing to say YES to His invitation – our gift of freedom allows us to say no! We must recognize that whatever we accomplish in His Name is not fully our own – every good work comes through our surrender to His power in our lives! And we must seek His will and allow ourselves to be awed by the paths He calls us to walk – He is a God of surprises!

Like those Jesus called in the Gospel, we too are personally called to walk with him in humility and gratitude. To be salt for what would otherwise become tasteless and rotten, and to be light to every darkened place in this world.

Contact the author


El Señor siempre está invitando, siempre está dando, siempre está guiando. Nos invita a Su Misión, nos da todo lo que necesitamos para cumplir nuestra parte en ella, y siempre está guiándonos por los caminos sorprendentes para lograrlo.

Invitó a los 72 discípulos a participar en esta Misión de una manera particular, les dio lo que necesitaban, y luego se regocijaron por lo que habían podido hacer en Su Nombre. Jesús luego guía suavemente sus corazones para que se regocijen correctamente porque sus “nombres están escritos en el cielo”. Les recuerda que se regocijen en la gracia de su llamado y cooperación, no tanto en lo que han hecho, porque no son ELLOS quienes lo han hecho, sino el Señor que trabaja a través de ellos: “Les he dado el poder…”

Volviéndose hacia el Padre, Jesús también se regocija por lo que los 72 han podido hacer, pero su alegría se dirige al Padre en gratitud; les está enseñando a hacer lo mismo, a recordar que su eficacia y fecundidad final dependen de la iniciativa y la gracia de Dios que trabaja en ellos y a través de ellos. Son meros hijos del Padre, pero llamados a una obra y herencia gloriosa, si recuerdan reconocer la fuente de todo verdadero poder y grandeza. Aquellos que se consideran “eruditos e inteligentes” y hacen las cosas basándose en su propio poder y grandeza no pueden dar fruto que perdure; de ​​hecho, a menos que aprendan la verdadera humildad, se replegarán sobre sí mismos y lograrán poco a largo plazo.

No es diferente para nosotros. Por nuestro Bautismo, estamos invitados a participar en la Misión de Cristo en el mundo. Dios siempre nos está dando todo lo que necesitamos para cumplir nuestro papel en el Cuerpo Místico de Cristo y el Espíritu de Dios nunca deja de guiarnos, llenarnos y capacitarnos para esta misión. Por nuestra parte, debemos estar abiertos: ¡todo lo que sinceramente le abramos a Dios, Él lo llenará! Debemos estar dispuestos a decir Sí a Su invitación: ¡nuestro don de libertad nos permite decir no! Debemos reconocer que todo lo que logramos en Su Nombre no es completamente nuestro: ¡toda buena obra viene a través de nuestra rendición a Su poder en nuestras vidas! Y debemos buscar su voluntad y dejarnos maravillar por los caminos que nos llama a recorrer: ¡Es un Dios de sorpresas!

Como aquellos a quienes Jesús llamó en el Evangelio, también nosotros estamos llamados personalmente a caminar con Él en humildad y gratitud, y a ser sal para lo que de otro modo se volvería insípido y podrido, y luz para todo lugar oscuro de este mundo.

Comunicarse con la autora

Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and eleven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Arturo Rey, unsplash.com/photos/grayscale-photograph-of-jesus-christ-statue-CvnVk7GGQCg

St. Francis’ Mission is Ours Too / La Misión de San Francisco También es la Nuestra

On this day, we recall the great St. Francis of Assisi, an extraordinary Saint who lived his faith in such a way that he helps restore it in others. He founded the Franciscan order based on vows of poverty, serving the poor, and preaching the Good News. This order numbered in the thousands before his death, spanned many countries, and yet Francis remained humble and thanked God for the grace to evangelize. St. Francis lived his faith by embracing poverty and detaching from this world so that he could better love and serve the Lord. He met adversity with joy and patience even though he was considered by the rich and powerful to be a fool and a troublemaker.

Jesus encourages us to keep our peace when people oppose the Gospel Message. The invitation to follow Christ is an invitation to respond to the truth that the Kingdom is at hand, first focusing on our response to the Gospel and, from there, being a witness to others. We are asked to go forth and plant the seeds of faith one heart at a time.  

Trust the Lord in times of discouragement due to the state of our current culture. For He is our unwavering strength and refuge. Know that all things, even the most challenging, work for the good of those who love God (Rom 8:28). The truth is that we have an entire world to serve and share the message of Christ. Our mission has not changed since the Ascension of our Lord and Pentecost: To live our faith and share it with others through kind deeds, inspiring words, and prayer – and leave the rest to the Lord. What can you do? Embrace joy, peace, and happiness, and make the Lord your King and Savior. 

It is so easy to be overwhelmed, downtrodden, and even anxious about the matters of this world, but our Lord invites us to shake the dust off our feet, let it go, and keep moving forward. The Lord desires our faith and prayers so that we can grow closer to God and recall the old saying, “Do your best, and trust that God has the rest.” 

When we do our best to share the faith, we must be people of deep and reverent prayer. Prayer isn’t just a passing thought but a constant and continual conversation with the Lord throughout our day and throughout our lifetime. We are never too old to pray, too young to pray, too sick to pray, too happy to pray, or too sad to pray. Scripture reminds us that our prayers and ability to share the faith will have a lasting impact for all of eternity. Jesus desires to unite Himself with each individual person as well as communities and nations. He became man to heal our brokenness and restore the Kingdom of God. His desire is to heal the brokenness of others through us.

Your efforts, no matter how small, are significant in God’s grand plan. If we all work together to do our part, the earth will be set on fire with the love of Christ. May we seek to “rebuild the Church” by helping to restore the true faith in others, just as St. Francis did. 

Contact the author


En este día recordamos al gran San Francisco de Asís, un santo extraordinario que vivió su fe de tal manera que ayuda a restaurarla en otros. Fundó la orden franciscana basada en votos de pobreza, sirviendo a los pobres y predicando la Buena Nueva. Esta orden contaba con miles de miembros antes de su muerte y se extendía por muchos países, y aun así Francisco permaneció humilde y agradeció a Dios por la gracia de poder evangelizar. San Francisco vivió su fe abrazando la pobreza y desprendiéndose de este mundo para poder amar y servir mejor al Señor. Enfrentó la adversidad con alegría y paciencia, aunque los ricos y poderosos lo consideraban un insensato y alguien que creaba problemas.

Jesús nos anima a mantener la paz cuando la gente se opone al mensaje del Evangelio. La invitación a seguir a Cristo es una invitación a responder a la verdad de que el Reino está cerca, centrándonos primero en nuestra respuesta al Evangelio y, a partir de ahí, siendo un testimonio para los demás. Se nos pide que salgamos y plantemos las semillas de la fe, un corazón a la vez.

Confía en el Señor en tiempos de desánimo debido al estado de nuestra cultura actual, pues Él es nuestra fortaleza y refugio inquebrantable. Recuerda que todas las cosas, incluso las más desafiantes, obran para el bien de quienes aman a Dios (Rom 8,28). La verdad es que tenemos un mundo entero al que servir y compartir el mensaje de Cristo. Nuestra misión no ha cambiado desde la Ascensión de nuestro Señor y Pentecostés: vivir la fe y compartirla con los demás a través de las buenas obras, palabras inspiradoras y la oración, y dejar el resto en las manos del Señor. ¿Qué puedes hacer? Abraza la alegría, la paz y la felicidad, y haz del Señor tu Rey y Salvador.

Es muy fácil sentirse abrumado, oprimido e incluso ansioso por los asuntos de este mundo, pero nuestro Señor nos invita a sacudirnos el polvo de los pies, dejarlo ir y seguir adelante. El Señor desea nuestra fe y nuestras oraciones para que podamos acercarnos más a Dios y recordar el dicho antiguo: “Haz lo mejor que puedas y confía que Dios se encargará de lo demás”.

Cuando hacemos lo mejor que podemos para compartir la fe, debemos ser personas de oración profunda y reverente. La oración no es sólo un pensamiento pasajero, sino una conversación constante y continua con el Señor a lo largo del día y de la vida. Nunca somos demasiado viejos para orar, demasiado jóvenes para orar, demasiado enfermos para orar, demasiado felices para orar o demasiado tristes para orar. Las Escrituras nos recuerdan que nuestras oraciones y nuestra capacidad para compartir la fe tendrán un impacto duradero por toda la eternidad. Jesús desea unirse a cada persona individual, así como a las comunidades y naciones. Se hizo hombre para sanar nuestra fragilidad y restaurar el Reino de Dios. Su deseo es sanar la fragilidad de los demás a través de nosotros.

Tus esfuerzos, por pequeños que sean, son significativos en el gran plan de Dios. Si todos trabajamos juntos para hacer nuestra parte, la tierra se encenderá con el amor de Cristo. Busquemos “reconstruir la Iglesia” ayudando a restaurar la verdadera fe en los demás, tal como lo hizo San Francisco.

Comunicarse con la autora

Emily Jaminet is a Catholic author, speaker, radio personality, wife, and mother of seven children. She earned a bachelor’s degree in mental health and human services from the Franciscan University of Steubenville.  She is the co-founder of www.inspirethefaith.com and the Executive Director of The Sacred Heart Enthronement Network www.WelcomeHisHeart.com. She has co-authored several Catholic books and her latest one, Secrets of the Sacred Heart: Claiming Jesus’ Twelve Promises in Your Life, came out in Oct. 2020. Emily serves on the board of the Columbus Catholic Women’s Conference, contributes to Relevant Radio and Catholic Mom.com.

Feature Image Credit: Jennifer R., unsplash.com/photos/man-gray-statuette-al_7OEzinBE