Ama a Tu Prójimo Como a Ti Mismo

Ir de retiro por dos días con veintinueve jóvenes de octavo grado era una de las experiencias más agotadoras que he vivido. La secundaria es una época cuando los jóvenes y las jóvenes comienzan a hacer las grandes preguntas de la vida. Empiecen a entender poco a poco quienes son y porque han sido creados. La respuesta clásica y fácil a esta pregunta se encuentra en el Catecismo de Baltimore. Estás aquí en la tierra para amar y servir a Dios. Esta respuesta dulce, sencilla y directa parece llegarles. Sí, somos creados para amar y por amor.  Como seres humanos, somos hechos para relaciones interpersonales. Ser creados a imagen y semejanza de Dios significa que somos hechos para reflejar el amor de la Trinidad, una comunión de personas divinas en el amor divino. Enseñar a los niños estas verdades es un reto. Estos jóvenes de trece años tienen una cultura abrumadora y un ambiente que daña su entendimiento del “amor”.

En las lecturas de hoy, oímos a Jesús proclamar el Gran Mandamientos (Marcos 12:28-34). Jesús nos da este mandamiento corto pero profundo; amar a Dios con todo el corazón, todo el alma, toda la mente y toda la fuerza, y amar al prójimo como amamos a nosotros mismos. Algunos podrían ver este gran mandamiento y responder, “parece bastante fácil”. Estar sentada en un salón con niñas de trece años me demostró que no es tan fácil. Durante la dura adolescencia de hermandades, algunos estudiantes empiecen a compartir sus dolores y sus heridas. Muchas de estas estudiantes han sido abusonas o han sido intimidados por otros. Estaban sentadas en círculo y compartieron sus pensamientos de cómo creyeron las mentiras que los demás decían de ellas.  Creyeron las mentiras de sí mismas o de los demás que son feas, gordas, fastidiosas, tontas o que no importan nada. Mientras me senté en el círculo con ellas, las miré a todas y vi solamente belleza. Vi a niñas bondadosas, niñas fuertes, niñas maduras, niñas completamente únicas y bellas cada una. A través de la conversación y las lágrimas, me acordaba del hecho tan real que batallamos por amarnos verdaderamente a nosotros mismos. Ya no estoy en la secundaria. No tengo muchos abusones que me dicen mentiras en mi propia vida. Sin embargo, sí se cómo es no amarme a mí misma, igual que mis alumnas. A veces yo soy mi propia peor abusona.

Cada vez que leo sobre el Mayor Mandamiento de Jesús, siempre pregunto, “¿Cómo podemos amar al prójimo como a nosotros mismos cuando realmente no amamos a nosotros mismos?” Para vivir esta regla de oro de verdad, tenemos que pararnos. Tenemos que mirarnos a nosotros mismos y ver valor, mérito, y belleza. Amarte no es egoísta, sino es necesario para vivir una vida santa. La batalla contra nosotros mismos en la vida interior puede ser agotadora. Pero es en medio de esta pelea somos obligados a recibir el amor de Dios y seguir luchando la buena batalla. ¿Cómo podemos amar al prójimo como a nosotros mismos? ¿Cómo debemos amarnos a nosotros mismos? Somos llamados a amarnos y vernos en su Palabra de Verdad.  Somos llamados a amarnos como Dios nos ama.

En la Cruz es donde encontramos nuestra importancia, nuestro valor, nuestra dignidad como seres humanos. Solo viviendo en el amor sin fin de Cristo, podamos amarnos y amar al prójimo como a nosotros mismos. Aunque estés en la secundaria, un alumno de la universidad o un padre o una madre de familia, nos encontramos constantemente en esta batalla de mentiras. Tenemos que estar tranquilos. Jesús quiere enseñarnos a amar. San Maximiliano Kolbe dice, “La Cruz es la escuela del amor.” En la cruz es donde descubrimos cómo debemos amarnos a nosotros mismos y a los demás. Durante esta temporada de Cuaresma, quiero darles el reto de reflexionar sobre el amor que tienen hacia sí mismos. ¿Crees las mentiras o te dices mentiras? ¿Estás escogiendo el mayor bien para ti mismo? ¿Conoces la voz de Cristo y lo que dice de ti? Quiero darles el reto de verse y amarse verdaderamente como Cristo los ama.  Es de esta batalla que podemos rendir frutos en nuestro amor a Dios y a nuestros prójimos.

Go To Confession

Here we are about half way through Lent, and this is typically the week that parishes and diocese have communal penance services. I thought we might take a break from our regularly scheduled blog post to remind everyone how important the Sacrament of Confession is in our lives. Check out the confession feature in myParish App to do an examination of conscience or go to www.discovermass.com to find a confession time in your area. Here is a brief message from my co-worker Susie that hits the point home.

 

Go to Confession 

In Charity – Susie Boone
Lover of the Sacraments

 

 

Remembering God’s Presence

I’m forgetful, are you? I mean, I recently found myself getting more forgetful of why I came into a room, or where I put my keys. Names and details were slipping away from me. But that’s not the forgetfulness I’m talking about. Vitamins, some more rest, and less multi-tasking took care of this memory problem. The forgetfulness I’m speaking of here is a forgetfulness that besets us even as children. It is the fading of the memory of God. God has implanted this memory of him in us at the beginning of creation. It is in our spiritual DNA, you could say, that we are oriented to and revolve around the God who created us in His image and likeness.

Before the Fall, Adam and Eve enjoyed the presence of God in the garden of Eden. They enjoyed the vision of God face to face, says Gregory of Nyssa. Adam spoke directly to God. Our first parents lived a life without anxiety, impulse, gluttony, illness. They experienced an integrity that comes from living according to the virtues. Their whole being was directed to God and their minds and hearts were opened to God’s grace.

Then, tempted by the Serpent, Adam and Even turned from the path on which God had set all of creation. With minds and hearts darkened and fragmented and distracted, they sank into increasing pain and suffering, subject to anxiety, passions, and ego-centric delusions. By turning from the path God had set them on, it became more and more difficult to think of God, to remember him, to trust him, to pray to him.

So even though God imprinted his features and character in us at our baptism, we too find that it is a chore for us to remember God through the day and even sometimes when we are at prayer.

Today’s Old Testament reading from the book of Deuteronomy gives us good advice from the Lord about strengthening this spiritual memory. He tells his people to be on their guard and not forget the things which their own eyes have seen. He urges them not to let them slip from their memory as long as they live.

How can we do this?

Take some time to remember what your eyes have seen? Remember a time when God has been present to you or helped you or a loved one. Place yourself back in that moment. What was it like? What was happening? What did it feel like? Where was God present? What was God like for you in that moment?

Tell God how much you appreciate his presence and activity on your behalf. Perhaps write a letter to the Lord in your journal. Then listen to hear in your heart how God responds to you. Ask him to tell you what it was like for him to be there for you. What he desires for you. What you mean to him. Ask him if there is anything special he wants you to know about that experience of his love and presence.

Do not forget what your eyes have seen! Make a habit of this prayerful practice and fill your mind and heart with the memory of how God has shown you his tender concern.

Sr. Kathryn J. Hermes, FSP is an author, an active team member of My Sisters, an online faith community, and a compassionate mentor and guide. Through her writing and online ministry she takes others along with her on her own journey of spiritual transformation, specializing in uncovering in the difficult moments of life where God’s grace is already breaking through. Connect with her website and blog: www.pauline.org/sisterkathryn or find her at My Sisters. Learn more at www.MySistersinChrist.org.

Acordándome de la Presencia de Dios

A mí se me olviden las cosas, ¿A ti te pasa? O sea, más recientemente, me encuentro olvidando más, incluso por qué he entrado un cuarto o donde he puesto mis llaves. Los nombres y los detalles me evadan. Pero no estoy hablando de este tipo de olvido. Tomar vitaminas, descansar más y hacer menos cosas a la vez ayudaron a resolver el problema de la memoria. El olvido de que yo hablo es el olvido que nos ataca incluso de niños. Es la disipación de la memoria de Dios. Dios nos ha implantado la memoria de Él al inicio de la creación. Podrías decir que está en nuestra DNA espiritual, que somos orientados a girar alrededor del Dios que nos ha creado a Su imagen y semejanza.

Antes de la Caída del Hombre, Adán y Eva disfrutaron de la presencia de Dios en el Jardín de Edén. Disfrutaron de la visión de Dios cara a cara, dice Gregoria de Nyassa. Adán le hablaba directamente a Dios. Nuestros primeros padres vivieron en un mundo sin ansiedad, sin impulso, sin gula y sin enfermedad. Experimentaron una integridad que viene de vivir de acuerdo a las virtudes. Su ser entero era dirigido hacia Dios y sus mentes y sus corazones estaban abiertos a la gracia de Dios.  

Luego, tentado por la serpiente, Adán y Eva se apartaron del camino que Dios había puesto para toda la creación. Con las mentes y los corazones oscurecidos y fragmentados y distraídos, se  hundieron más y más en el sufrimiento, sujeto a la ansiedad, las pasiones, y las elusiones egocéntricas. Al apartarse del camino que Dios les había puesto, se hizo más y más difícil de pensar en Él, de acordarse de Él, de confiar en Él, y de orar a Él.

Así que, aunque Dios impresiona sus características y su carácter en nosotros en nuestro bautismo, también encontramos que es trabajoso acordarnos de Dios durante el día y a veces incluso cuando estamos rezando.

La lectura del Antiguo Testamento del libro de Deuteronomio nos da buen consejo del Señor sobre cómo fortalecer la memoria espiritual. Le dice a su pueblo que debe estar atento y no olvidarse de las cosas que sus propios ojos han visto. Les exhorta que no deje que estas cosas se desaparecen de la memoria mientras tengan vida.

¿Cómo podemos hacer eso?

Tomar un poco de tiempo para recordar lo que tus ojos han visto. Acuérdate de la vez que Dios te ha sido presente o te ha ayudado a ti o a un ser querido. Ponte en ese momento. ¿Cómo era? ¿Qué pasaba? ¿Cómo te sentiste? ¿Dónde estuvo Dios presente? ¿Cómo era Dios para ti en ese momento?

Dile a Dios cuánto aprecias su presencia y sus acciones de tu parte. Quizá le puedes escribir una carta al Señor en tu diario. Luego escucha, para oír en tu corazón como Dios te responde. Pídele que te diga cómo es para Él estar allí para ti,  lo que desea para ti, lo que significas para Él. Pregúntale si hay algo en particular que quiere que sepas sobre esa experiencia de Su amor y Su presencia.

¡No te olvides lo que tus ojos han visto! Haz que sea un hábito esta práctica piadosa y llena tu mente y tu corazón con la memoria de cómo Dios te ha demostrado Su tierno interés.

Have Patience With Me

“Have patience with me,” the servant asks of the King. “Have patience with me,” begs the sinner to the Lord. “Have patience with me,” says the child to her mother, as her mother kneels to sop up the puddle of milk from the floor. “Have patience with me,” I say reluctantly to the reflection in the mirror.

The forgiven servant, shown mercy by the King, refuses to extend that mercy, instead having a man indebted to him for a lesser sum, thrown into prison until he pays back what is owed. We see the dire consequences of being unable to offer another forgiveness, when that same servant is jailed by the King upon learning of his unmerciful behavior.

In a sense, the servant has imprisoned himself by his actions. Is this not what we do to ourselves when we are unable to let go of the debts against us? The hardest mercy to accept seems to be the one due to ourselves. This is especially true with regard to forgiving myself of my mothering mistakes. God has forgiven my parenting horrors and missteps, yet I struggle to do the same. I imprison myself in guilt and regret.

Jesus concludes this parable with a clear directive. We must forgive others “from your heart.” We are called to a personal metanoia – a spiritual change of heart. The Church offers the most remarkable opportunity to receive the King’s clemency through the Sacrament of Reconciliation. Contrition, the Catechism teaches, opens the penitent for “a radical reorientation of our whole life, a return, a conversion to God with all our heart.” A radical change to a merciful heart, once accepted and extended forward, is the key to our freedom from the jail of unforgiveness.

 

Dear Merciful Lord, fill my heart with the grace necessary to forgive as You forgive. Lord, I desire a radical reorientation of my heart that it may more closely resemble Yours.

Allison Gingras, founder www.ReconciledToYou.com (RTY); and host of A Seeking Heart on Breadbox Media weekdays 10 am ET. Allison created the “Words with” daily devotional App Series: Words with Jesus and Words with Mary. Allison offers retreats and talks on: Forgiveness; Works of Mercy; Trust and JOY!

Have I Placed God First?

Being a Catholic Christian in the 21st century, even if through conversion, means I am always a bit confused by the rejection Jesus faces by the Israelites. Perhaps this confusion is especially directed at the Pharisees, the ones who, on paper, should have recognized Him with the most ease.

How could they have witnessed so many miracles, heard so many wise sermons, and yet still not believe? Surely, I would not be one of these. Surely, I would not have rejected Jesus.

But, being a Catholic Christian in the 21st century in the United States also means I am privy to so much sacramental grace. I am able to freely attend Mass on Sundays and on Holy Days of Obligation, and even daily Mass if I were to properly order my life. I can receive the Sacrament of Penance weekly if needed, even daily too. I am blessed to share in the Divine Life of the Holy Trinity whenever I receive Him and to have our relationship repaired each time I disturb it.

I have all of those sacramental graces, so much more than the Pharisees; and yet, have I placed God first in my heart? Have I done more than observe the law? Have I truly loved Him above all else, and in turn, also loved as He loves?

O God, open my eyes to the rejection I have given You in the deepest recesses of my heart. Grant me perfect contrition and all the graces to love as You love.

Amanda Torres is a Catholic convert, wife, and working mom from St Paul, MN. She is making great use of her Bachelor’s Degree in History and Anthropology as a Management Analyst for the State of Minnesota. When she is not busy trying to get her husband, her rambunctious 7 year-old, and toddler twins into Heaven she enjoys reading, writing, and drinking coffee with entirely too much creamer. Amanda blogs for catholicmom.com and also occasionally blogs at In Earthen Vessels: HoldThisTreasureInEarthenVessels.wordpress.com

 

 

Ten Paciencia Conmigo

“Ten paciencia conmigo,” el servidor le pide al rey. “Ten paciencia conmigo,” el pecador le suplica al Señor. “Ten paciencia conmigo,” dice el hijo a su mamá mientras se hinca en el piso para limpiar el charco de leche que se cayó. “Ten paciencia conmigo,” le digo de mala gana a mi reflexión en el espejo.

El servidor perdonado, con quien el rey fue misericordioso, rehúsa extender la misma misericordia, sino lo encarcela a un hombre que le debe mucho menos hasta que pague lo que debe. Vemos las consecuencias graves de ser incapaces de perdonar al otro cuando el rey lo aprisiona al mismo servidor al saber de su comportamiento cruel.

De una manera, podemos decir que el servidor se ha encarcelado a sí mismo por sus acciones. ¿No nos hacemos lo mismo cuando no somos capaces de perdonar las deudas contra nosotros? La misericordia más difícil de aceptar parece ser la que debemos a nosotros mismos. Esto es verdad especialmente cuando se trata de perdonarme de mis equivocaciones como mamá. Dios me ha perdonado de mis horrores y tropiezos como mamá, pero se me hace difícil perdonar a mí misma. Me encarcelo en la duda y el remordimiento.

Jesús concluye esta parábola con una directiva clara. Debemos perdonar a los demás “de corazón.” Somos llamados a una metanoia personal – un cambio de corazón espiritual. La Iglesia ofrece la oportunidad más increíble de recibir la misericordia del Rey a través del Sacramento de la Penitencia. El Catecismo enseña que la contrición abre al penitente a “una reorientación radical de nuestra vida entera, un retorno, una conversión a Dios con todo el corazón.” Un cambio radical a un corazón misericordioso, una vez aceptada y extendida, es la clave de nuestra libertad de la cárcel de la falta de perdón.

Querido Señor Misericordioso, llena mi corazón con la gracia necesaria para perdonar como Tú perdonas. Señor, deseo una reorientación radical de mi corazón para que sea más semejante al Tuyo.

When Enough Is Enough

There are a few select readings in the Bible that always throw me off. For example, in today’s reading Jesus, the Son of God, our Savior and Messiah, throws a tantrum. At least that’s how it looks to me. In my head, this isn’t the Jesus I’ve been told to look up to and model myself after. This sounds more like what I’m NOT supposed to do! I thought Jesus was supposed to be docile and change the world with his love…not flipping tables, whipping animals and throwing people’s money on the ground.

The more I thought about it, the more I wondered why Jesus acted this way and why this passage was even put in the Bible. Why would Jesus resort to anger instead of compassion? Why would the Bible include a story that lets everyone know that Jesus got so upset? Then I realized that in John 2:13-25,  he is not giving us an example of how to get angry, but the perfect example of when to get angry.

In order for this to make sense, you must understand the situation surrounding his cleansing of the temple. At this time, Jesus was in Jerusalem for Passover. For those of you who are unfamiliar with the Feast of Passover, it is the most celebrated Jewish holiday that is seven days long. For the Jews that were of the Kingdom of Judah, which Jesus and his family were a part of, it meant traveling to Jerusalem in order to celebrate Passover at the Temple of Jerusalem. In today’s Gospel, Jesus arrives at the Temple and there are merchants taking advantage of all the people, probably by hiking up their prices just because they can. These hundreds of thousands of weary travelers are here to give glory to God, and instead, they are surrounded by people that were presumably trying to sell them overpriced food, hotel rooms, and animal offerings.

To give you a modern-day example, imagine kneeling in a church pew during Adoration and Girl Scouts are trying to sell you cookies at $25 a box, or a Subway sign-spinner dancing on the altar, rapping about 5 dollar footlongs. Wouldn’t you be upset? I know I would be, but I’m only human. Well what do you know, Jesus is human too! At the end of the reading, it says that Jesus “did not need anyone to testify about human nature. He himself understood it well.”

So, as a fellow human with emotions, Jesus fulfills Scripture as his “Zeal for God’s house” consumes him. He knows in his heart that his zeal, or passion and devotion, for God is exactly why it is okay to be angry. Just because things are “normal” in society does not mean that it is right and we should idly stand by. We have the right to be angry and protest things that disrespect our God. We have the right to be angry and protest things that disrespect the sanctity of life. As humans, anger is sometimes what it takes to motivate us to make a difference in our world – to change the wrong to right – and Jesus understood that.

In our hearts, we know what is right and wrong. We know what kind of world that God wants for us and deep down, we know how to change it. Now all we have to do is have the courage to channel our inner Jesus and stand up to all of those that are “making my Father’s house a marketplace.”

Looking for more on the Ten Commandments in the first reading? See our previous post, The 10 Commandments Are Only The Beginning.

Veronica Alvarado is a born and bred Texan currently living in Michigan. Since graduating from Texas A&M University, Veronica has been published in the Catholic Diocese of Austin’s official newspaper, Catholic Spirit, as well as other local publications. She now works as the Content Specialist in Diocesan’s Web Department.

¿Le He Puesto a Dios Primero?

Como una cristiana católica del siglo 21, aunque sea por una conversión, siempre me confundo un poco sobre el rechazo que Jesús enfrenta de los Israelitas. Quizá estoy más confundida por los Fariseos, aquellos que supuestamente deben poderlo reconocer más fácilmente.  

¿Cómo podría ser que hayan sido testigos de tantos milagros, oído tantos sermones sabios y todavía no creer? Seguramente yo no sería alguien así. Seguramente no hubiera rechazado a Jesús.

Pero siendo cristiana católica del siglo 21 en los Estados Unidos también significa que tengo conocimiento de mucha gracia sacramental. Puedo atender a la Misa libremente los domingos y los Días de Guardar, e incluso la Misa diaria si pudiera ordenar mi vida apropiadamente. Si lo necesito, puedo recibir el Sacramento de la Penitencia semanalmente y aún a diario también. Soy bendecida poder compartir en la Vida Divina de la Santísima Trinidad cuando Lo recibo y poder reparar nuestra relación cada vez que la altero.

Tengo todas esas gracias sacramentales, mucho más que los Fariseos, pero todavía me pregunto, ¿le he dado a Dios el primer lugar en mi corazón? ¿He hecho más que sólo obedecer la ley? ¿Lo he amado encima de todo lo demás verdaderamente, y a la vez, he amado como Él ama?

Dios mío, abre mis ojos al rechazo que te he dado en lo más profundo de mi corazón. Concédeme la contrición perfecta y todas las gracias que necesito para amar como Tú amas.

Cuando Ya Basta

Hay unas cuantas lecturas en la Biblia que siempre me confunden. Por ejemplo, en la lectura de hoy, Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador y Mesías, tiene berrinche. Por lo menos, así me parece. En mi cabeza, ese no es el Jesús que me han dicho que debo admirar y seguir su ejemplo. ¡Suena más bien lo que NO debo hacer! Pensé que Jesús era dócil y que cambiaba el mundo con su amor…no volcando mesas, azotando a los animales y tirando el dinero de la gente en el piso.

Mientras más lo pensaba, más me preguntaba porque Jesús se portó de esta forma y por qué incluyeron este pasaje en la Biblia. ¿Por qué Jesús recurre al enfado en lugar de la compasión? ¿Por qué la Biblia incluye una historia que deja saber a todos que Jesús se enojó bastante? Luego me di cuenta que en Juan 2:13-25, no nos está dando el ejemplo de cómo enojarnos, sino nos está dando el ejemplo perfecto de cuando enojarnos.  

Para que esto tenga sentido, tienen que entender la situación alrededor de la limpieza del templo. En este momento, Jesús estaba en Jerusalén para la Pascua Judía. Para aquellos que no saben que es la Fiesta de la Pascua Judía, es la fiesta Judía más celebrada y dura siete días. Para los judíos que formaban parte del Reino de Judá, incluyendo a Jesús y su familia, significaba viajar a Jerusalén para celebrar la Pascua Judía en el Templo de Jerusalén. En el evangelio de hoy, Jesús llega al templo y hay vendedores aprovechando de las multitudes, probablemente subiendo sus precios solo porque podrían. Los cientos de miles de viajeros estaban allí para darle gloria a Dios y en lugar de eso, estaban rodeados de gente que supuestamente intentaba venderles comida, hospedaje y ofrendas de animales a alto precio.

Para darles un ejemplo de hoy día, imaginen que estás hincado en la iglesia durante la adoración al Santísimo y unas Niñas Exploradoras (Girl Scouts) están allí intentando venderles galletas a $25 por caja o un empleado de Subway que carga letreros está bailando en el altar cantando rap sobre los sándwiches de un pie por $5. ¿No te enojarías? Sé que yo sí estaría enojada pero solo soy ser humana. Pero ¿sabes qué? ¡Jesús es ser humano también! Al final de la lectura, dice que Jesús “no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.

Así que, como otro ser humano con emociones, Jesús realiza la Escritura y el “Celo por la Casa de Dios” lo consume. Sabe en su corazón que su celo, o su pasión y devoción para Dios le da razón de estar enojado. Solo porque las cosas son “normales” según la sociedad no quiere decir que son correctos y no debemos quedarnos parados sin hacer nada. Tenemos el derecho de enojarnos y protestar las cosas que no respetan a Dios.  Tenemos el derecho de enojarnos y protestar las cosas que no respetan la santidad de la vida. Como seres humanos, a veces el enojo es lo que nos mueva a hacer una diferencia en nuestro mundo – a cambiar lo malo a bueno – y Jesús entendía eso.

En nuestros corazones, sabemos lo que está bueno y lo que está malo. Sabemos el tipo de mundo que Dios quiere para nosotros, y muy a fondo, sabemos cómo cambiarlo. Ahora lo único que tenemos que hacer es tener el valor de utilizar el Jesús que tenemos adentro y alzarnos contra todos aquellos que “conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.

¿Estás buscando más sobre los 10 Mandamientos de la primera lectura? Puedes ver uno de nuestros escritos anteriores llamado The 10 Commandments Are Only The Beginning.

What Does It Even Matter?

After the ministers had finished distributing the Eucharist to the congregation, our pastor took the remainder of the consecrated hosts and put them in the Tabernacle. As he did, everyone on the altar knelt in acknowledgment: “This is Jesus.” And I couldn’t help but ask: “What does it even matter?” By appearance, texture, scent and taste, everyone just knelt in reverence to a not-so-good bread/cracker thing… “So, what does it matter?”

We know through our faith that it only has the appearance of bread, but that it is fully Jesus. It matters that we reverence Jesus in what “only appears” to be a not-so-good piece of bread/cracker thing so that we can learn to recognize and love Him outside of the Eucharist as well.

“Whatever you did for the least of these, you did for Me. (Matthew 25:40)” On a superficial level, Jesus’ body and blood appear to be something else. All human senses suggest that every Sunday there is a world-wide community of people who bow down before a not-so- good piece of bread/cracker thing and cheap wine. But when we learn to see by faith Who is before us, we will recognize Him in the weak and vulnerable.

I have no formal education for the work I do, but I believe I’ve been preparing for my job for years. By going to mass and falling in love with Him in the form of what appears only to be a not-so- good piece of bread/cracker thing, I can recognize Him in what appears to be a rude, annoying, socially unequipped stranger who in reality is a person in need of regular reminders for how to communicate well with others.

Open the eyes of faith.

Recognize Him.

Love Him.

During the week, Matt is a mentor for individuals who have developmental and intellectual disabilities. On the weekends, he is a drummer for Full Armor Band.
You can find more content by Matt and his band at www.fullarmorband.com