The Blessings of Obedience / Las Bendiciones de la Obediencia

“See how the Lord blesses those who fear him” (Ps. 128:1). This is the antiphon of our Psalm, and we hear this sentiment expressed frequently throughout Scripture. The focus of our First Reading, Abraham, is a fine example of a man who fears the Lord, and the leper in the Gospel is another. Our First Reading emphasizes a key aspect of this fear: obedience.

Although Abraham has trouble understanding how God will give him another child, even laughing to himself, he believes God anyway and listens to him. From the beginning of his relationship with God, Abraham simply does what God asks of him, no matter how strange. He is told where to go and what to do, and the actions he is told to perform are often shocking. We may not realize it from our vantage point, but something like circumcision must have seemed excruciating to a person without a precedent for it and without anesthetics. Not to mention the later trial of the sacrifice of Isaac.

Nevertheless, Abraham maintains faith in the Lord and fear of the Lord, showing a filial reverence for Him by obeying His commands in a spirit of humble trust. This is echoed later in history by men like Job and Joseph. None of these men had perfect explanations from God (in fact, Job had no explanation until the end) as to why they were being told to do what they were, but all of them obeyed without losing faith, and without being disrespectful to the Lord.

This is a great lesson for us in the fear of the Lord. Fear of the Lord is an awe and respect for the Lord, but it is not an abstract concept. It is a very practical thing, lived out in faithful, humble obedience. God speaks directly in Scripture, and indirectly through various means in the Church, and it is sometimes difficult to trust in His authority and goodness. Many struggle with certain teachings of the Church but She is guided by the Holy Spirit, to whom we should show the same fear and obedience as Abraham, Job, and Joseph did.

God speaks not only through the moral teaching of the Church, but also through the sacramental life. He calls each of us to share in His own abundant life through participation in the sacraments, even when it is inconvenient and even when we do not fully understand why we need to. Ultimately, it is for our benefit that God asks us to attend Mass weekly, attend Confession once a year, and frequent the other sacraments, but it can be hard to see that sometimes amidst other concerns.

But our readings today emphasize the importance of such things, the importance of following the Lord even when what He asks of us is not fully grasped. This should urge us to follow the Lord with fervor ourselves, to receive the blessing of the fear of the Lord, and to invite others into the Church.

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“Dichosos los que temen al Señor y siguen sus caminos.” (Sal. 128:1). Esta es la antífona de nuestro Salmo, y escuchamos este sentimiento expresado con frecuencia a lo largo de las Escrituras. El enfoque de nuestra Primera Lectura, Abraham, es un buen ejemplo de un hombre que teme al Señor, y el leproso en el Evangelio es otro. Nuestra Primera Lectura enfatiza un aspecto clave de este temor: la obediencia.

Aunque Abraham tiene problemas para entender cómo Dios le dará otro hijo, incluso riéndose de sí mismo, le cree a Dios de todos modos y lo escucha. Desde el comienzo de su relación con Dios, Abraham simplemente hace lo que Dios le pide, por extraño que sea. Se le dice adónde ir y qué hacer, y las acciones que se le piden que realice a menudo son impactantes. Puede que no nos demos cuenta desde nuestro punto de vista, pero algo como la circuncisión debe haber parecido insoportable para una persona sin precedentes y sin anestesia. Y ni hablar del juicio posterior del sacrificio de Isaac.

No obstante, Abraham mantiene la fe en el Señor y el temor del Señor, mostrando una reverencia filial hacia Él al obedecer Sus mandamientos con un espíritu de humilde confianza. Esto se repite más adelante en la historia por hombres como Job y José. Ninguno de estos hombres tuvo explicaciones perfectas de parte de Dios (de hecho, Job no tuvo ninguna explicación hasta el final) de por qué se les decía que hicieran lo que debían hacer, pero todos obedecieron sin perder la fe y sin faltarle el respeto al Señor.

Esta es una gran lección para nosotros en el temor del Señor. El temor del Señor es asombro y respeto por el Señor, pero no es un concepto abstracto. Es algo muy práctico, vivido en obediencia fiel y humilde. Dios habla directamente en las Escrituras, e indirectamente a través de varios medios en la Iglesia, y a veces es difícil confiar en Su autoridad y bondad. Muchos luchan con ciertas enseñanzas de la Iglesia pero Ella es guiada por el Espíritu Santo, a quien debemos mostrar el mismo temor y obediencia como lo hicieron Abraham, Job y José.

Dios habla no sólo a través de la enseñanza moral de la Iglesia, sino también a través de la vida sacramental. Él nos llama a cada uno de nosotros a compartir Su propia vida abundante a través de la participación en los sacramentos, aun cuando sea inconveniente e incluso cuando no entendamos completamente por qué necesitamos hacerlo. En última instancia, es para nuestro beneficio que Dios nos pida que asistamos a Misa semanalmente, nos confesemos una vez al año y frecuentamos los otros sacramentos, pero a veces puede ser difícil ver eso en medio de otras preocupaciones.

Pero nuestras lecturas de hoy enfatizan la importancia de tales cosas, la importancia de seguir al Señor incluso cuando no se capta completamente lo que Él nos pide. Esto debería impulsarnos a seguir al Señor con fervor, a recibir la bendición del temor del Señor y a invitar a otros a la Iglesia.

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David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Hna Carolina BR, cathopic.com/photo/15080-saint-joseph-meek-and-humble-of-heart

Humility and Trust / La Humildad y la Confianza

Today we celebrate two great saints, Peter and Paul, who helped grow and form the Church from its earliest days. As I read the readings, I was struck by the humility, trust, prayer, and perseverance of Peter and Paul.  And of the Church at that time.

In Acts, we read that the community is praying for Peter while he is imprisoned. He is waiting and I’m certain, praying as well. When the angel comes and leads him out, Peter knows it is from the Lord! That is an example to follow.

Paul’s letter to Timothy, most likely written while imprisoned, points again to the divine providence of how Paul was saved and that, ultimately all are to give glory to God.

Think about this, these two pillars of our faith did not look upon their accomplishments as their own. Rather, it was all due to God. And so, they trusted, even in the face of death. They knew their fate on earth was death, probably a martyr’s death (which we know happened), but they also knew that after death, they would live with Christ. He was and is the eternal reward.

What does this mean for us today? Humility is necessary. Prayer is necessary. When we look at our lives and accomplishments, do we have the humility to turn to our Lord and thank Him? Peter and Paul do not ask to be saved from death; instead, they give thanks that they served well. Even in prison, they pointed to Jesus. They knew that living for Jesus meant dying to self. And the trust they had in Him came out of their humility and prayer.

The prayer that I claim for today is from David, “Glorify the LORD with me, let us together extol his name. I sought the LORD, and he answered me and delivered me from all my fears.” (Psalm 34:4-5)  It contains praise, thanks, and humility, reminding us how to live out our day.

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Hoy celebramos a dos grandes santos, Pedro y Pablo, quienes ayudaron a crecer y formar la Iglesia desde sus primeros días. Mientras leía las lecturas, me llamó la atención la humildad, la confianza, la oración y la perseverancia de Pedro y Pablo. Y de la Iglesia en ese momento.

En Hechos, leemos que la comunidad está orando por Pedro mientras está en la prisión. Está allí esperando y seguramente orando también. Cuando el ángel viene y lo saca, ¡Pedro sabe que es del Señor! Ese es un ejemplo a seguir.

La carta de Pablo a Timoteo, probablemente escrita mientras estaba en la prisión, apunta nuevamente a la providencia divina de cómo Pablo fue salvo y que, en última instancia, todos deben dar gloria a Dios.

Piensa en esto, estos dos pilares de nuestra fe no consideraron sus logros como propios. Más bien, todo se debió a Dios. Y así, confiaron, incluso ante la muerte. Sabían que su destino en la tierra era la muerte, probablemente la muerte de un mártir (que sabemos que sucedió), pero también sabían que después de la muerte vivirían con Cristo. Él fue y es la recompensa eterna.

¿Qué significa esto para nosotros hoy? La humildad es necesaria. La oración es necesaria. Cuando miramos nuestras vidas y logros, ¿tenemos la humildad de volvernos a nuestro Señor y agradecerle? Pedro y Pablo no piden ser salvados de la muerte; en cambio, dan gracias por haber servido bien. Incluso en la prisión, señalaron a Jesús. Sabían que vivir para Jesús significaba morir a sí mismos. Y la confianza que tenían en Él salía de su humildad y la oración.

La oración que elijo rezar hoy es de David: “Proclamemos la grandeza del Señor, y alabemos todos juntos su poder. Cuando acudí al Señor, me hizo caso y me libró de todos mis temores.” (Salmo 34,4-5) Contiene alabanza, agradecimiento y humildad, recordándonos cómo vivir nuestro día.

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Deanna G. Bartalini, M.Ed.; M.P.A., is a certified spiritual director, writer, speaker and content creator. The LiveNotLukewarm.com online community is a place to inform, engage and inspire your Catholic faith. Her weekly Not Lukewarm Podcast gives you tips and tools to live out your faith in your daily life.

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By Their Fruits / Por Sus Frutos Los Conocerán

“Jesus said to his disciples: ‘Beware of false prophets, who come to you in sheep’s clothing, but underneath are ravenous wolves.’”

We live in a world of self-proclaimed prophets, who constantly compete for our attention on Facebook, Tiktok, and elsewhere on the internet. All day, every day, they bombard us with information. Not all of these “prophets” are false, but it takes critical thinking to discern who to believe.  Thinking critically about every bit of information that comes our way, when there is so much information, is exhausting.

So we sometimes skip the fact checking. We fail to investigate our sources. Polarization begets polarization, as we consume information from separate providers who contradict each other and feed into our confirmation biases. Even worse than political polarization is religious polarization, which pits Catholic against Catholic. Here again the internet provides us with competing sources to bolster our positions, to make us feel that we are the “good Catholics.” Especially dangerous is to get information about the Church via the secular press, which rarely has the full story. 

“By their fruits you will know them,” we read in the Gospel.  “[E]very good tree bears good fruit, and a rotten tree bears bad fruit. A good tree cannot bear bad fruit, nor can a rotten tree bear good fruit.” Is  faith nurtured primarily by the media slanted in one direction or the other likely to bear good fruit, like humility and love, or rotten fruit, like pride and hatred?

In today’s First Reading God spoke to Abram and told him something that was absolutely unbelievable:  “Look up at the sky and count the stars, if you can . . .  Just so . . . shall your descendants be.” Abram did not need to fact check: he considered his source and “put his faith in the Lord.”

God does not always seem as accessible to us as he was to Abram. We cannot ask Him for explanations directly. But we do have access to His Word, and to the teachings of His Church via the Catechism of the Catholic Church. If you do not own a copy, you can find it online (a great use of the internet!). Or you can listen to Catechism in a Year, a very accessible podcast from Ascension Press hosted by Father Mike Schmitz.

Above all, we should follow the advice of Saint Irenaeus, Bishop and Martyr, whose feast we celebrate today. A crusader against heresy and a prolific author, he wrote, “One should not seek among others the truth that can be easily gotten from the Church. For in her, as in a rich treasury, the apostles have placed all that pertains to truth, so that everyone can drink this beverage of life. She is the door of life.”

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“Jesús dijo a sus discípulos: ‘Cuidado con los falsos profetas. Se acercan a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces.’” 

Vivimos en un mundo de profetas autoproclamados, que compiten constantemente por nuestra atención en Facebook, Tiktok y otros sitios de Internet. Todo el día, todos los días, nos bombardean con información. No todos estos “profetas” son falsos, pero se necesita un pensamiento crítico para discernir a quién creer. Pensar críticamente en cada información que se nos presenta, cuando hay tanta información, es agotador. 

Así que a veces nos saltamos la verificación de hechos. No investigamos nuestras fuentes. La polarización engendra polarización, ya que consumimos información de proveedores separados que se contradicen entre sí y alimentan nuestros sesgos de confirmación. Incluso peor que la polarización política es la polarización religiosa, que enfrenta a católicos contra católicos. Una vez más, el Internet nos proporciona fuentes competitivas para reforzar nuestras posiciones, para hacernos sentir que somos los “buenos católicos”. Especialmente peligroso es obtener información sobre la Iglesia a través de la prensa secular, que rara vez tiene la historia completa.

“Por sus frutos los conocerán”, leemos en el Evangelio. “Todo árbol bueno da frutos buenos y el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede producir frutos malos y un árbol malo no puede producir frutos buenos.” ¿Es probable que la fe alimentada principalmente por los medios inclinados en una u otra dirección dé buenos frutos, como la humildad y el amor? o más bien ¿da frutos podridos, como el orgullo y el odio?

En la Primera Lectura de hoy, Dios le habló a Abram y le dijo algo absolutamente increíble: “Mira el cielo y cuenta las estrellas, si puedes… Así será tu descendencia”. Abram no tenía que verificar los hechos: consideró su fuente y “puso su fe en el Señor”.

Dios no siempre parece tan accesible para nosotros como lo fue para Abram. No podemos pedirle explicaciones directamente. Pero tenemos acceso a Su Palabra y a las enseñanzas de Su Iglesia a través del Catecismo de la Iglesia Católica. Si no tiene una copia, puede encontrarla en línea (¡un gran uso de Internet!) o puede escuchar El Catecismo en un Año, un podcast muy accesible de Ascension Press presentado por el Padre Mike Schmitz.

Sobre todo, debemos seguir el consejo de san Ireneo, obispo y mártir, cuya fiesta celebramos hoy. Un cruzado contra la herejía y un autor prolífico, escribió: “Uno no debe buscar entre otros la verdad que se puede obtener fácilmente de la Iglesia. Porque en ella, como en un rico tesoro, los apóstoles han puesto todo lo que pertenece a la verdad, para que todos puedan beber de este brebaje de vida. Ella es la puerta de la vida”.

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Leslie Sholly is a Catholic, Southern wife and mother of five, living in her hometown, Knoxville, Tennessee. She graduated from Georgetown University with an English major and Theology minor. She blogs at Life in Every Limb, where for 11 years she has covered all kinds of topics, more recently focusing on the intersection of faith, politics, and social justice.

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The Golden Rule / La Regla de Oro

Today, Matthew 7 gives us the opportunity to once again think and act on the “golden rule”. I would dare say that a great percentage of you reading this could tell me what the golden rule is. “Do unto others as you would have them do unto you.” All of us probably heard this one way or another in early grade school. It could help a child in building virtue. They know well what it feels like to receive kindness, gentleness, fairness, honesty, and all the other traits that make them glad they are alive and well. Doing the opposite is very damaging to a child.

However, Jesus in today’s verses is talking to adults. After hearing the golden rule at a young age can we honestly tell ourselves that it has been part of us our whole lives? In today’s world I would say there are plenty of people that are not living it out. I am sure that all of us have been in a store where we were “lucky” enough to get a cranky salesperson. Maybe we never went back to that store again. Why was that person yelling at us when we didn’t do anything? That’s easy enough. Something in that person’s life was dragging them down, big time. Any chance we could somehow do something that would lift that person up with our God-given gifts? Can we try? You may think, “But I don’t know what to say!”  That is a human response. How about a spiritual response? Do we think that God loves us enough to give us a few words of encouragement for that person? Ask your dear Lord, and he will.

I spent most of my life on the phone while at work. One day, I was on hold with a pump company in Washington state. The person I needed to talk to was rather long winded and the lady on the phone would come back and check on me several times. I began to notice something in her voice that seemed like sadness. I asked her if she was ok? She started crying. She shared with me some of her troubles and the Lord allowed me to help her. Then she said, “Wait a minute, I don’t even know you!” I assured her it was OK and we would probably never talk again, but I hoped I had helped her. Soon after that I was able to connect with the person that I called for. That is not something that I was trained for. It was totally the Holy Spirit!

Trust me, if one opens their heart to be an ambassador for the Lord He will give you what you need! 

We are now halfway through the year. It might be a good time to ask the Lord what he wants you to do. Then, get ready! You may have to ask him to shorten the list.

Serving with joy!

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Hoy, Mateo 7 nos da la oportunidad de volver a pensar y actuar sobre la “Regla de Oro”. Me atrevería a decir que un gran porcentaje de los que leen esto podrían decirme cuál es la regla de oro. “Que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes”. Todos nosotros probablemente escuchamos esto de una forma u otra en la escuela primaria. Podría ayudar a un niño en la construcción de la virtud. Saben bien lo que se siente al recibir amabilidad, gentileza, justicia, honestidad y todos los demás rasgos que los hacen felices de estar vivos y con bienestar. Hacer lo contrario es muy dañino para un niño.

Sin embargo, Jesús en los versículos de hoy está hablando a los adultos. Después de escuchar la regla de oro a una edad temprana, ¿podemos decir honestamente que ha sido parte de nosotros toda nuestra vida? En el mundo de hoy, diría que hay muchas personas que no lo están viviendo. Estoy seguro de que todos nosotros hemos estado en una tienda en la que tuvimos la “suerte” de interactuar con un vendedor malhumorado. Tal vez nunca más volvamos a esa tienda. ¿Por qué esa persona nos gritaba cuando no hicimos nada? Eso es bastante fácil. Algo en la vida de esa persona los estaba arrastrando hacia abajo, a lo grande. ¿Hay alguna posibilidad de que podamos hacer algo que levante a esa persona con los dones que Dios nos ha dado? ¿Podemos intentarlo? Puedes pensar: “¡Pero no sé qué decir!”. Esa es una respuesta humana. ¿Qué tal una respuesta espiritual? ¿Creemos que Dios nos ama lo suficiente como para darnos unas palabras de aliento para esa persona? Pídele a tu amado Señor, y lo hará.

Pasé la mayor parte de mi vida en el teléfono mientras estaba en el trabajo. Un día, estaba  en el teléfono esperando hablar con alguien de una compañía de bombas en el estado de Washington. La persona con la que necesitaba hablar se demoró bastante y la recepcionista regresaba de vez en cuando para ver como estaba. Empecé a notar algo en su voz que parecía tristeza. Le pregunté si estaba bien y comenzó a llorar. Compartió conmigo algunos de sus problemas y el Señor me permitió ayudarla. Luego dijo: “¡Espérame un momento, ni siquiera te conozco!” Le aseguré que no había problema y que lo más probable era que nunca volveríamos a hablar, pero esperaba haberla ayudado. Poco después pude conectarme con la persona con quien quise hablar. Yo no fui entrenado en eso. ¡Fue totalmente el Espíritu Santo!

Creeme, si uno abre su corazón para ser un embajador del Señor, ¡Él te dará lo que necesitas!

Ya estamos a mitad de año. Puede ser un buen momento para preguntarle al Señor qué quiere que hagas. Y luego, ¡prepárate! Puede ser que le tengas que pedir que acorte la lista.

¡Sirviendo con alegría!

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Deacon Dan Schneider is a retired general manager of industrial distributors. He and his wife Vicki have been married for over 50 years. They are the parents of eight children and thirty grandchildren. He has a degree in Family Life Education from Spring Arbor University. He was ordained a Permanent Deacon in 2002.  He has a passion for working with engaged and married couples and his main ministry has been preparing couples for marriage.

Featured Image Credit: Mei-Ling Mirow, unsplash.com/photos/I_t7G3eyDwQ

Moving from Judgement Toward Compassion / Pasar del Juicio a la Compasión

In today’s Gospel, Jesus condemns the judgment of others and hypocrisy. He admonished those who judge the character of others before evaluating their own character. 

It is easy to look past our own sins and failures and point out the flaws of the person sitting next to us. It seems, also, that our first inclination is to help the person sitting next to us become a better person. And that’s not a bad thing! That’s what we, as Christians are supposed to do. We are to call our neighbors to greater holiness. But we cannot help others, let alone lead others, without first making sure that we are holy. 

That is what Jesus is talking about in this Gospel. He tells us “remove the wooden beam from your own eye first; then you will see clearly to remove the beam from your brother’s eye”. When we see others clearly, we recognize that we are all sinners and, rather than judging or criticizing, we can treat our neighbors with compassion. It is that compassion for one another that allows us to walk toward Heaven together. When we treat others with compassion and understanding, we follow directly in the footsteps of Christ. Jesus is not calling us to something easy in this Gospel! It is not easy to move past judgment towards compassion.

May we have the grace today to recognize our own faults before calling out the faults in others. May we work to grow in holiness so that we, in turn, may help others on their path to holiness.

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En el Evangelio de hoy, Jesús condena el juicio de los demás y la hipocresía. Amonestó a los que juzgan el carácter de los demás antes de evaluar su propio carácter.

Es fácil mirar más allá de nuestros propios pecados y fracasos y señalar los defectos de la persona que está sentada a nuestro lado. Parece, además, que nuestra primera inclinación es ayudar a la persona que está sentada a nuestro lado a ser una mejor persona. ¡Y eso no es nada malo! Eso es lo que nosotros, como cristianos, se supone que debemos hacer. Debemos llamar a nuestros vecinos a una mayor santidad. Pero no podemos ayudar a otros, y mucho menos guiar a otros, sin antes asegurarnos de que somos santos.

De eso está hablando Jesús en este Evangelio. Nos dice “Sácate primero la viga que tienes en el ojo, y luego podrás ver bien para sacarle a tu hermano la paja que lleva en el suyo”. Cuando vemos a los demás con claridad, reconocemos que todos somos pecadores y, en lugar de juzgar o criticar, podemos tratar a nuestro prójimo con compasión. Es esa compasión por los demás lo que nos permite caminar juntos hacia el Cielo. Cuando tratamos a los demás con compasión y comprensión, seguimos directamente los pasos de Cristo. ¡Jesús no nos está llamando a algo fácil en este Evangelio! No es fácil pasar del juicio a la compasión.

Que hoy tengamos la gracia de reconocer nuestras propias faltas antes de denunciar las faltas de los demás. Que trabajemos para crecer en santidad para que nosotros, a su vez, podamos ayudar a otros en su camino hacia la santidad.

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Dakota lives in Denver, CO with her husband, Ralph, and their two sons, Alfie & Theophilus. She is the Dean of Enrollment Management for Bishop Machebeuf High School where her husband also teaches. You can find Dakota at the zoo or a brewery with her family or with her nose in a book at home. For more of Dakota’s writing check out https://dakotaleonard16.blogspot.com/

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Gift / Los Regalos

An acquaintance recently pointed out that today is exactly six months until Christmas. And yes, there are many who celebrate “Christmas in July”. 

In the Second Reading from Romans 5:15, St. Paul tells us that we have been given “the gracious gift of the one man, Jesus Christ.” Jesus was given to us over two thousand years ago as an inexhaustible, unconditional fount of love, grace, guidance and mercy. 

A gift must be freely received, opened and put to use or it will be quickly forgotten and irrelevant.

Think of the gifts you have received during your lifetime. How many really stand out in your memory? Upon opening a gift, did you want to share it with everyone? How many gifts do you still use or are in your possession? How many have you set aside to use at a better time which never occurred?

The same is true of the gifts given by the Lord. The Word of our Lord Jesus Christ in the Gospel, receiving Him in the Eucharist and having sin forgiven during the sacrament of penance and the graces received through all the available sacraments, these too, need to be opened and shared with others.

In today’s Gospel Jesus tells the disciples, “What I say to you….speak in the light….Everyone who acknowledges me before others I will acknowledge before my heavenly Father. But whoever denies me before others, I will deny before my heavenly Father.” (Mt 10:27, 32-33)

Acknowledge the goodness of the Lord in action, word and deed. Make a point of using the gifts you’ve been given today and every day. Share the gift of unconditional grace or mercy with someone with whom forgiveness does not come easily. Ask the Holy Spirit to guide your conversation when you see or hear a situation before it escalates into a problem. Be the gift of presence or a listening ear to one who needs to vent about a stressful situation without interruption or commentary. Donate something that you’ve been putting off. Share a genuine smile with another person. Try to incorporate the gifts of love and goodwill that are freely shared during the Christmas season through the whole year. 

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Un conocido señaló recientemente que hoy faltan exactamente seis meses para la Navidad. Y sí, son muchos los que celebran la “Navidad en julio”.

En la Segunda Lectura de Romanos 5,15, San Pablo nos dice que se nos ha dado “por el don de un solo hombre, Jesucristo”. Jesús nos fue dado hace más de dos mil años como una fuente inagotable e incondicional de amor, gracia, guía y misericordia.

Un obsequio debe recibirse, abrirse y utilizarse libremente o se olvidará rápidamente y será irrelevante.

Piensa en los regalos que has recibido durante tu vida. ¿Cuántos realmente se destacan en su memoria? Al abrir un regalo, ¿querías compartirlo con todos? ¿Cuántos regalos todavía usas o tienes en tu poder? ¿Cuántos has reservado para usar en un mejor momento que nunca ocurrió?

Lo mismo ocurre con los dones dados por el Señor. La Palabra de nuestro Señor Jesucristo en el Evangelio, recibirlo en la Eucaristía y perdonar los pecados durante el sacramento de la penitencia y las gracias recibidas a través de todos los sacramentos disponibles, estos también deben ser abiertos y compartidos con los demás.

En el Evangelio de hoy, Jesús les dice a los discípulos: “Lo que les digo de noche, repítanlo en pleno día… A quien me reconozca delante de los hombres, yo también lo reconoceré ante mi Padre, que está en los cielos; pero al que me niegue delante de los hombres, yo también lo negaré ante mi Padre, que está en los cielos.” (Mt 10, 27, 32-33)

Reconocer la bondad del Señor en acción, palabra y obra. Asegúrate de usar los dones que te han dado hoy y todos los días. Comparta el don de la gracia o la misericordia incondicionales con alguien a quien el perdón no le resulte fácil. Pídele al Espíritu Santo que guíe tu conversación cuando veas o escuches una situación antes de que se convierta en un problema. Sea el regalo de la presencia o un oído atento para alguien que necesita desahogarse sobre una situación estresante sin interrupciones ni comentarios. Dona algo que has estado posponiendo. Comparte una sonrisa genuina con otra persona. Trate de incorporar los regalos de amor y buena voluntad que se comparten libremente durante la época navideña durante todo el año.

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Beth Price is part of the customer care team at Diocesan. She is a Secular Franciscan (OFS) and a practicing spiritual director. Beth shares smiles, prayers, laughter, a listening ear and her heart with all of creation. Reach her here bprice@diocesan.com.

Feature Image Credit: AnnLarin, pixabay.com/photos/gift-desk-christmas-present-2655558/

When the Time is Ripe, God Will Act / Cuando Llegue el Momento Oportuno, Dios Actuará

“What, then, will this child be?”

This is the question that fills the hearts of parents in those first years of a child’s life. They begin to notice what the child gravitates to, the budding of particular talents, how quickly he or she learns to read, whether or not they love the outdoors, how they participate in community or family times of worship and prayer.

The neighbors of Elizabeth and Zechariah, however, asked this question for quite different reasons. Everything about the birth of this child had been the opposite of the usual expectations of the Jewish people. Elizabeth was far beyond child-bearing age, and yet here she was the mother of a son. Zechariah had returned from Jerusalem almost a year earlier unable to speak, and suddenly after confirming the name they had chosen for their child he prophesied about the role their son would play in announcing the coming of the Messiah.  Yet these two admittedly astounding realities were only part of what God was bringing about in this child who was destined by the Lord for great things.

When I think about the centuries of waiting, the promises, exile, restoration, longing, centuries that were all a part of the mysterious plan God was bringing about for their salvation through his Son, I have to kneel humbly before the mysteries of my own life. There are many life lessons that can be learned from Elizabeth and Zechariah.

First, I can imagine how these two elderly parents-to-be must have spoken to each other in hushed and awed voices as they shared with each other about what God was doing in their lives. How they must have recounted again and again to each other how the baby had leapt in Elizabeth’s womb at the arrival of their cousin Mary, the Messiah’s mother. What God accomplishes in our lives is always worthy of awed reverence.

Second, both Zechariah and Elizabeth committed themselves entirely to carrying out their prophetic roles as they walked into the unknown, knowing that it was not them, but their child who would “be great in the sight of the Lord.” They played the roles that were given to them with a dignified humility and then quietly withdrew from sight. They show us how to take up and carry out the place assigned to us in the drama of salvation with great humility and dignity. 

Third, when they were young Elizabeth and Zechariah would have had no idea that the tide of history was about to turn and that they themselves would play a part in the ushering in of the time of the Messiah. Through many years while Elizabeth remained barren, they lived upright and good lives moment by moment, content with what God was bringing to be in their lives. Then at the right time, the perfect moment, God—whose plan can always be trusted—began to set things in motion. When we wonder what God’s plan is and it seems like God isn’t doing anything, we can be confident that when the time is ripe, God will act.

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“¿Qué, entonces, será este niño?”

Esta es la pregunta que llena el corazón de los padres en los primeros años de vida de un hijo. Comienzan a notar lo que atrae al niño, el desarrollo de talentos particulares, qué tan rápido aprende a leer, si disfruta o no pasar tiempo afuera, cómo participa en momentos de adoración y oración comunitarios o familiares.

Los vecinos de Isabel y Zacarías, sin embargo, hicieron esta pregunta por razones muy diferentes. Todo sobre el nacimiento de este niño había sido lo opuesto a las expectativas habituales del pueblo judío. Elizabeth estaba mucho más allá de la edad de tener hijos y, sin embargo, era la madre de un hijo. Zacarías había regresado de Jerusalén casi un año antes sin poder hablar, y de repente, después de confirmar el nombre que habían elegido para su hijo, profetizó sobre el papel que jugaría su hijo en el anuncio de la venida del Mesías. Sin embargo, estas dos realidades ciertamente asombrosas eran solo una parte de lo que Dios estaba obrando en este niño que estaba destinado por el Señor para grandes cosas.

Cuando pienso en los siglos de espera, las promesas, el exilio, la restauración, el anhelo, siglos que formaban parte del misterioso plan que Dios estaba realizando para su salvación a través de su Hijo, tengo que arrodillarme humildemente ante los misterios de mi propia vida. Hay muchas lecciones de vida que se pueden aprender de Isabel y Zacarías.

Primero, puedo imaginar cómo estos dos futuros padres ancianos deben haberse hablado entre sí en voz baja y asombrada mientras compartían entre sí lo que Dios estaba haciendo en sus vidas. Cómo debieron de contarse una y otra vez cómo el niño había saltado en el vientre de Isabel a la llegada de su prima María, la madre del Mesías. Lo que Dios logra en nuestras vidas es siempre digno de reverencia.

En segundo lugar, tanto Zacarías como Isabel se comprometieron por completo a llevar a cabo sus funciones proféticas mientras caminaban hacia lo desconocido, sabiendo que no serían ellos, sino su hijo, quien “será grande a los ojos del Señor”. Interpretaron los papeles que les fueron asignados con una humildad digna y luego se retiraron silenciosamente de la vista. Nos muestran cómo asumir y desempeñar con gran humildad y dignidad el lugar que nos ha sido asignado en la obra de la salvación.

Tercero, cuando eran jóvenes, Isabel y Zacarías no habrían tenido idea de que la marea de la historia estaba a punto de cambiar y que ellos mismos desempeñarían un papel en la llegada del tiempo del Mesías. Durante muchos años, mientras Isabel permaneció estéril, vivieron una vida recta y buena momento a momento, contentos con lo que Dios estaba trayendo para ellos. Luego, en el momento adecuado, el momento perfecto, Dios, en cuyo plan siempre se puede confiar, comenzó a poner las cosas en marcha. Cuando nos preguntamos cuál es el plan de Dios y parece que Dios no está haciendo nada, podemos estar seguros de que cuando llegue el momento apropiado, Dios actuará.

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
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A Lonely Glory / La Gloria Solitaria

“Do not store up for yourselves treasures on earth, where moth and decay destroy, and thieves break in and steal. But store up treasures in heaven, where neither moth nor decay destroys, nor thieves break in and steal. For where your treasure is, there also will your heart be” (Matt. 6:19–21). In our Gospel, Jesus gives us a litmus test for our hearts. If we are focused on the things of heaven, we are on the right track. If we are focused on the things of earth, we are on the wrong path. The other readings focus on service to the Lord and God’s favor toward those who serve Him, showing the results of storing up our treasures in heaven.

In this same vein, St. Paul gives an impressive litany of his accomplishments in today’s First Reading. This may seem strange to those of us who do not know the context. St. Paul felt compelled to defend himself and his ministry when he saw that the Corinthians were ignoring his imperfect speech and weak appearance in favor of “superapostles,” as Paul calls them. But as he gives his résumé, we ought to notice that it is filled with persecution; this is what Paul chooses to glory in.

St. Paul is clearly focused on the things of heaven, and does not care about storing up his treasures on earth so much as maintaining the minimum reputation necessary to continue preaching the Gospel effectively. He does not want to be seen as an eloquent speaker or a charismatic man; he wants to be seen as a genuine apostle of Jesus Christ, even if that means persecution and weakness.

This is a great lesson for us. With St. Paul as our model, we can see at once how “from all their distress God rescues the just” (Ps. 34:7) and yet how those who store up their treasures in heaven have difficult lives. When we make decisions related to the Faith and our spiritual life, do we take this reality into account? We can ultimately expect preservation from evil, but we also expect the spiritual life to be difficult, even lonely, as shown by St. Paul’s experience of suffering without recognition.

Often, we are not living the sort of dramatic life that St. Paul lived, but we still make small yet significant sacrifices in the spiritual life. Caring enough about the things of heaven, and on the other side, putting so little stock in the things of earth, means becoming detached from things that are attractive, alluring, and addicting, but that have little lasting substance. Unfortunately, these things often pull us in the hardest, and we only realize their damaging effect on us when it is too late.

When we prioritize the things of heaven, making a holy hour each week, going to Confession, attending Mass frequently, and regulating our speech and thoughts, we notice that these things are difficult, and they usually mean giving up something that we might rather be doing. But Our Lord and St. Paul show us that it is ultimately in this struggle that we find our glory, and the things of heaven are what really matter.

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“No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban. Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón” (Mt 6,19-21). En nuestro Evangelio, Jesús nos da una prueba de fuego para nuestros corazones. Si estamos enfocados en las cosas del cielo, estamos en el camino correcto. Si estamos enfocados en las cosas de la tierra, estamos en el camino equivocado. Las otras lecturas se enfocan en el servicio al Señor y el favor de Dios hacia aquellos que le sirven, mostrando los resultados de acumular nuestros tesoros en el cielo.

En la misma línea, San Pablo da una impresionante letanía de sus logros en la Primera Lectura de hoy. Esto puede parecer extraño para nosotros que no sabemos el contexto. San Pablo se sintió obligado a defenderse a sí mismo y a su ministerio cuando vio que los corintios estaban ignorando su habla imperfecta y su apariencia débil a favor de los “superapóstoles”, como los llama Pablo. Pero al dar su currículum, notamos que está lleno de persecuciones y eso es lo que Pablo elige para gloriarse.

San Pablo está claramente enfocado en las cosas del cielo, y no se preocupa tanto por atesorar sus tesoros en la tierra como por mantener la reputación mínima necesaria para continuar predicando el Evangelio con eficacia. No quiere ser visto como un orador elocuente o un hombre carismático; quiere ser visto como un auténtico apóstol de Jesucristo, aunque eso signifique persecución y debilidad.

Esta es una gran lección para nosotros. Con San Pablo como modelo, podemos ver de inmediato cómo “Dios rescata a los justos de todas sus angustias” (Sal 34, 7) y, sin embargo, cómo aquellos que aprecian sus tesoros en el cielo tienen vidas difíciles. Cuando tomamos decisiones relacionadas con la Fe y nuestra vida espiritual, ¿tomamos en cuenta esta realidad? En última instancia, podemos esperar la preservación del mal, pero también esperamos que la vida espiritual sea difícil, incluso solitaria, como lo demuestra San Pablo al sufrir sin reconocimiento.

A menudo, no estamos viviendo el tipo de vida dramática que vivió San Pablo, pero aun así hacemos pequeños pero significativos sacrificios en la vida espiritual. Preocuparse lo suficiente por las cosas del cielo y, por otro lado, poner tan poco valor en las cosas de la tierra, significa desapegarse de las cosas que son atractivas, seductoras y adictivas, pero que tienen poca sustancia duradera. Desafortunadamente, estas cosas a menudo nos atraen más, y solo nos damos cuenta de su efecto dañino sobre nosotros cuando es demasiado tarde.

Cuando priorizamos las cosas del cielo, haciendo una hora santa cada semana, confesándonos, asistiendo a misa con frecuencia y regulando nuestro habla y pensamientos, notamos que estas cosas son difíciles y generalmente significan renunciar a algo que preferiríamos estar haciendo. Pero Nuestro Señor y San Pablo nos muestran que al final es en esta lucha que encontramos nuestra gloria, y las cosas del cielo son las que realmente importan.

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David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: vytas_sdb, cathopic.com/photo/11649-the-desert-in-the-early-morning

The Prayer Jesus Taught Us / La Oración Que Jesús Nos Enseñó

Jesus reveals to the Apostles and all of us, “How you are to pray.” (Matt 6:9) He follows with the words which have come to be known as the Our Father, also referred to as the Lord’s Prayer.

This simple yet profound prayer that most of those reading this article can recite by heart. Yet, how often do we pray it? I mean, really, heartfully PRAY it? When we recount the words and the teachings Jesus imparts within the prose, how often do we marvel at the reality that this is not only from Jesus but was the formula for how Jesus himself prayed to God?

How many of us are asking Jesus to teach us how to pray better, grow closer to God, and be more faithful to His teachings? Bottom line, how many of us are asking “how can I be holier?”

I have a confession: I resisted praying the Our Father and even the Hail Mary in my prayer time for many years. I felt they were rote, boring, insincere prayers taught to me as a child, but now as a ‘mature’ adult, I was perfectly capable of fashioning my prayers. I even avoided praying the Rosary because I had convinced myself that memorized prayer had very little value. Unfamiliar at the time with Scripture, I never realized the magnificent origin of this prayer or the actual value it held within.

The commonality of this thought process regarding our childhood prayers was made apparent during my first women’s retreat. After much prayer and consideration, I decided to begin the event with the Rosary. It was on a Saturday, so I created a PowerPoint of the prayers and added vivid, colorful, gorgeous art depicting each of the Joyful mysteries. Everyone got settled in; I welcomed them to the “Seeking the Peace of Forgiveness” retreat, turned down the lights, opened the PowerPoint, and jumped right into the recitation of the Rosary. During the lunch break, one of the attendees pulled me aside and said, “I almost bolted for the door when you began the Rosary. I cannot think of a more boring way to pray. Yet, as the images showed and you offered reflections for each, I am glad I stayed; however, you may want to rethink using that in the future.”

I did rethink it, but I did not remove it. Instead, going forward, after welcoming guests, I spend time explaining why I chose to begin every program by praying the Rosary together—sharing my a-ha moment of discovering the scriptural foundation of the Rosary’s prayers, especially the Lord’s Prayer.

What remarkable benefits accompany time spent with the prayers we know so well that we can repeat them while simultaneously allowing us to ponder the life, death, and resurrection of Jesus? Not only while praying the Rosary but anytime we invoke the words Jesus himself taught us. Challenge yourself to linger at each word, asking the Holy Spirit to bring you ever closer to the Father as you say, “Our Father in heaven,hallowed be your name…”

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Jesús revela a los Apóstoles y a todos nosotros, “Ustedes pues, oren así.” (Mateo 6,9) Continúa con las palabras que se conocen como el Padrenuestro, también conocido como la oración del Señor.

Esta oración simple pero profunda que la mayoría de los que leen este artículo pueden recitar de memoria. Sin embargo, ¿con qué frecuencia lo rezamos? Quiero decir, realmente, de todo corazón REZARlo. Cuando contamos las palabras y las enseñanzas que Jesús imparte en prosa, ¿con qué frecuencia nos maravillamos de la realidad de que esto no es solo de Jesús sino que fue la fórmula de cómo Jesús mismo oró a Dios?

¿Cuántos de nosotros le estamos pidiendo a Jesús que nos enseñe cómo orar mejor, acercarnos más a Dios y ser más fieles a sus enseñanzas? En pocas palabras, ¿cuántos de nosotros nos preguntamos “¿cómo puedo ser más santo?”

Tengo una confesión: me resistí a rezar el Padre Nuestro e incluso el Ave María en mi tiempo de oración durante muchos años. Sentí que eran oraciones rutinarias, aburridas y poco sinceras que me enseñaron cuando era niño, pero ahora, como un adulto “maduro”, era perfectamente capaz de moldear mis propias oraciones. Incluso evité rezar el Rosario porque me había convencido de que la oración memorizada tenía muy poco valor. Sin estar familiarizado en ese momento con las Escrituras, nunca me di cuenta del magnífico origen de esta oración o el valor real que contenía.

La similitud de este proceso de pensamiento con respecto a nuestras oraciones de la infancia se hizo evidente durante mi primer retiro de mujeres. Después de mucha oración y consideración, decidí comenzar el evento con el Rosario. Fue un sábado, así que creé un PowerPoint de las oraciones y agregué un arte vívido, colorido y hermoso que representaba cada uno de los Misterios Gozosos. Todos se acomodaron; Les di la bienvenida al retiro llamado “Buscando la Paz del Perdón”, apagué las luces, abrí el PowerPoint y empezamos directamente con la recitación del Rosario. Durante la pausa para el almuerzo, uno de los asistentes me hizo a un lado y dijo: “Casi salgo disparado hacia la puerta cuando comenzaste con el Rosario. No puedo pensar en una forma más aburrida de orar. Sin embargo, como mostraste las imágenes y ofreciste reflexiones para cada una, me alegro de haberme quedado; sin embargo, es posible que desee reconsiderar eso en el futuro”.

Sí lo reconsideré, pero no lo eliminé. En cambio, después de dar la bienvenida a los invitados, pasaba tiempo explicando por qué elegí comenzar cada programa rezando el Rosario juntos, compartiendo mi momento iluminador de descubrir el fundamento bíblico de las oraciones del Rosario, especialmente el Padrenuestro.

¿Qué notables beneficios acompañan el tiempo que dedicamos a las oraciones que conocemos tan bien que podemos repetirlas y, al mismo tiempo, permitirnos reflexionar sobre la vida, la muerte y la resurrección de Jesús? No solo mientras rezamos el Rosario sino cada vez que invocamos las palabras que el mismo Jesús nos enseñó. Desafíate a ti mismo a detenerte en cada palabra, pidiéndole al Espíritu Santo que te acerque cada vez más al Padre mientras dices: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre…”

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

Feature Image Credit: Amor Santo, cathopic.com/photo/7752-encounter

The views and opinions expressed in the Inspiration Daily blog are solely those of the original authors and contributors. These views and opinions do not necessarily represent those of Diocesan, the Diocesan staff, or other contributors to this blog.

The Father Who Sees In Secret / El Padre que Ve en Secreto

Does the truth that God sees all, even what we do in secret, make your heart sing with joy or fill you with a bit of anxiety? We need to check ourselves once in a while, because this can reveal a lot about our relationship with the Lord, with others, and with ourselves. In many ways, our character is revealed by what we do when we think no one can see us; it is also revealed by what we do when we think people are watching!

Is our generosity deep and true? We might drop a dollar into the collection basket on Sunday if we think no one is really paying attention. But if we knew that someone else (the pastor, or some person whose opinion we value) will know how much we gave, would we feel impelled to give more?

What do we do when we are eating lunch alone? Do we take the time to pray properly first? Or do we only do that when we are with our grandmother or a friend who prompts us?

How do we bear the crosses of our life? Do we receive them as a gift from the Lord, sent to form us and make us more like Him? Or do we post our pain – real or imagined or exaggerated – all over social media so that others will give us attention and sympathy to boost our self-worth?

Sometimes we can do even good things for the wrong reasons, and Jesus tells us that sometimes we give only to receive; in that case, we’ve made ourselves the recipient of our own gift, which is no gift at all! How can the Father reward us for the good we do, if we have already been repaid, or we have already manipulated the situation in order to receive praise or sympathy or affirmation from others?! Jesus tells us that we must do good things (and he refers to the three pillars of prayer, fasting, and giving!), but for the right reasons: to serve others and glorify God, not to serve and glorify ourselves.

In a world that values largeness and loudness and success, it is hard to remember that what God values is not determined by size or outcome, but by the love with which it is offered to Him; in fact, the most hidden offerings can be the most precious to Him because they are given only to Him and seen only by Him. In a world that values self-determination, self-promotion, self-reliance, and getting just the right picture to post online so others see us in a certain way, Jesus’ words about remaining hidden to everyone but God might seem strange. But the only way to be lifted up in grace is to bow down low in gratitude before the Father. It is He who loves us and Who sees all, even the things that others miss.

What secret gift can I offer to the Lord’s Heart in love today?

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El hecho de que Dios lo vea todo, incluso lo que hacemos en secreto, ¿hace que tu corazón cante de alegría o te inquiete un poco? Tenemos que analizarnos de vez en cuando, porque esto puede revelar mucho sobre nuestra relación con el Señor, con los demás y con nosotros mismos. En muchos sentidos, nuestro carácter se revela por lo que hacemos cuando pensamos que nadie nos puede ver; ¡también se revela por lo que hacemos cuando pensamos que la gente está mirando!

¿Es nuestra generosidad profunda y verdadera? Podríamos dejar caer un dólar en la canasta de la colecta el domingo si pensamos que nadie realmente está prestando atención. Pero si supiéramos que alguien más (el pastor, o alguna persona cuya opinión valoramos) sabrá cuánto hemos dado, ¿nos sentiríamos impulsados a dar más?

¿Qué hacemos cuando almorzamos solos? ¿Tomamos el tiempo para darle gracias a Dios primero? ¿O solo lo hacemos cuando estamos con nuestra abuela o un amigo que nos incita?

¿Cómo llevamos las cruces de nuestra vida? ¿Los recibimos como un don del Señor, enviados para formarnos y hacernos más como Él? ¿O publicamos nuestro dolor, real, imaginario o exagerado, en todas las redes sociales para que los demás nos presten atención y simpatía para aumentar nuestra autoestima?

A veces podemos hacer incluso cosas buenas por razones equivocadas, y Jesús nos dice que a veces damos solo para recibir; en ese caso, nos hemos convertido en los destinatarios de nuestro propio regalo, ¡que al final ni es regalo! ¡¿Cómo puede el Padre recompensarnos por el bien que hacemos, si ya hemos sido recompensados, o ya hemos manipulado la situación para recibir elogios o simpatía o afirmación de otros?! Jesús nos dice que debemos hacer cosas buenas (y se refiere a los tres pilares de la oración, el ayuno y la limosna), pero por las razones correctas: para servir a los demás y glorificar a Dios, no para servir y glorificarnos a nosotros mismos.

En un mundo que valora la grandeza, el volumen y el éxito, es difícil recordar que lo que Dios valora no está determinado por el tamaño o el resultado, sino por el amor con que se le ofrece; de hecho, las ofrendas más escondidas pueden ser las más preciosas para Él porque se le dan solo a Él y solo Él las ve. En un mundo que valora la autodeterminación, la autopromoción, la autosuficiencia y obtener la imagen correcta para publicar en línea para que otros nos vean de cierta manera, las palabras de Jesús acerca de permanecer oculto para todos, excepto para Dios, pueden parecer extrañas. Pero la única forma de ser elevado en gracia es inclinarse profundamente en gratitud ante el Padre. Es Él quien nos ama y Quien ve todo, incluso las cosas que otros pasan por alto.

¿Qué regalo secreto puedo ofrecer hoy por amor al Corazón del Señor?

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Liza Summer, pexels.com/photo/crop-faceless-woman-showing-small-gift-box-on-palms-6348104/

Tough Questions / Preguntas Difíciles

Today’s Gospel was full of meaning for Jesus’ contemporaries, for the early Christian communities, for Christians throughout all of history, and continues to be a call to action today. It would do us all good to slow down and consider how Jesus is speaking specifically to our hearts. 

Jesus never said His message would leave us comfortable. In fact, most, if not all of Jesus’ teachings are meant to shake us awake so we can make a change. And the change Jesus desires is often hard, uncomfortable and unpopular. The following questions are inspired by Jesus’ teaching today and they are hard. They are meant to make you think critically about the world we’ve made and how Jesus is asking us to do His work in it:

Do you use social media in a way that brings people to greater unity or disunity? Do you seek to understand the opinions of others who see the world differently from you, or do you content yourself with those with similar viewpoints to your own? When was the last time you invited someone from outside your usual circle of friends to eat a meal with you? When was the last time you prayed for someone you disagree with, asking God to bless them with good things? How much time in the last 6 months have you spent doing acts of service, thinking especially about the poor, undervalued and forgotten of society? When thinking about hot button issues, do you get so caught up in the opinions and rhetoric you forget you are conversing with another beloved child of God? Do you regularly examine your conscience, asking the Holy Spirit to reveal to you the areas of your life God desires you to grow in? 

These questions make me uncomfortable when I consider them. I am writing to myself just as much as anyone reading. None of us are perfect, but we are called to the perfection that is found through Jesus’ power working in our lives. Perfection is found when we see one another as He sees, when we love as He loves. 

The greatest prize we can hope to achieve is heaven. We will arrive there by following Jesus’ example of testimony, witness to the truth, compassion and ultimately, love. We trust in God’s merciful judgment of our actions when we come face to face with Him. 

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El Evangelio de hoy estuvo lleno de significado para los contemporáneos de Jesús, para las primeras comunidades cristianas, para los cristianos a lo largo de toda la historia, y sigue siendo un llamado a la acción hoy. Nos haría bien a todos reducir la velocidad y considerar cómo Jesús está hablando específicamente a nuestros corazones.

Jesús nunca dijo que Su mensaje nos dejaría cómodos. De hecho, la mayoría, si no todas las enseñanzas de Jesús están destinadas a despertarnos para que podamos hacer un cambio. Y el cambio que Jesús desea es a menudo duro, incómodo e impopular. Las siguientes preguntas están inspiradas en la enseñanza de Jesús hoy y son difíciles. Están destinados a hacerte pensar críticamente sobre el mundo que hemos hecho y cómo Jesús nos pide que hagamos Su trabajo dentro de él:

¿Utilizo las redes sociales de una manera que lleve a las personas a una mayor unidad o a la desunión? ¿Busco comprender las opiniones de otros que ven el mundo de manera diferente, o me contento con aquellos que tienen puntos de vista similares a los míos? ¿Cuándo fue la última vez que invité a alguien fuera de mi círculo habitual de amigos a comer? ¿Cuándo fue la última vez que oré por alguien con quien no estoy de acuerdo, pidiéndole a Dios que lo bendiga con cosas buenas? ¿Cuánto tiempo en los últimos 6 meses he dedicado a hacer actos de servicio, pensando especialmente en los pobres, menospreciados y olvidados de la sociedad? Cuando pienso en temas candentes, ¿me enredo tanto en las opiniones y la retórica que olvido que estoy conversando con otro hijo amado de Dios? ¿Examino regularmente mi conciencia, pidiéndole al Espíritu Santo que me revele las áreas de mi vida en las que Dios desea que crezca?

Estas preguntas me hacen sentir incómodo cuando las considero. Me estoy escribo a mí misma al igual que mis lectores. Ninguno de nosotros es perfecto, pero estamos llamados a la perfección que se encuentra a través del poder de Jesús obrando en nuestras vidas. La perfección se encuentra cuando nos vemos unos a otros como Él ve, cuando amamos como Él ama.

El mayor premio que podemos aspirar a alcanzar es el cielo. Llegaremos allí siguiendo el ejemplo del testimonio de Jesús, testimonio de la verdad, de la compasión y, en definitiva, del amor. Confiamos en el juicio misericordioso de Dios sobre nuestras acciones cuando nos encontramos cara a cara con Él.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

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That’s How the Gospel Works / Así Funciona el Evangelio

In today’s First Reading, St. Paul is exhorting and encouraging the Corinthians in a way that makes me want to jump on a horse and ride into battle! 

But the battle to which Christians are called has characteristics not often associated with warfare or victory. Just like the early Christians, we are called to endure hardships with “purity, knowledge, patience, kindness, in the Holy Spirit, in unfeigned love, in truthful speech, in the power of God.” So while we are often at odds with those who reject our world-view, the battle we fight is even more so a battle within ourselves. In other words, we risk making enemies when we live out the Gospel message, but if we want to represent Christ well, we must strive to be people of virtue even in the midst of conflict.

Years ago, I joined a group from my university who gathered to prayerfully protest the abortions that were taking place at an abortion mill in Pittsburg. We cared deeply about the vulnerable babies and their mothers. At one point, I knelt to pray with my eyes closed. Suddenly, a young man with a large camera started jeering at me as he snapped pictures close to my face. I continued to pray, feeling the peace that comes with knowing that you are right where you need to be. As my persecutor walked away, he allowed his camera to knock me on the side of the head. By God’s grace, I experience nothing but joy.

Fast forward 20 years. My husband and I, along with our 17-year-old son, objected to a book my son was required to read as part of his advanced literature course. The fact that the material was sexually explicit was only part of our concern. Unsupported by other parents, we finally met with the school board. We blundered through the meeting, feeling silly. Our concerns were dismissed by the board, our son was forced to transfer to a class for which he did not receive college credit, and we were left with a bitter taste in our mouths.

Sometimes, as recipients of God’s abundant grace, we will be amazed at our ability to follow the command of Christ to love our enemies. More often, we will struggle to be loving and patient as our Catholic world-view becomes less popular and acceptable. Regardless, for our own sake and to be credible witnesses to others, we are always called to strive for a virtuous response when we are misunderstood, maligned, or mistreated for the sake of the Gospel.

St. Paul, before his conversion, was a formidable enemy of the early Church. I recently saw a meme picturing St. Paul with words describing the response of martyred Christians who suffered at his hands: “The apostle Paul entered heaven to the cheers of those he [persecuted]. That’s how the Gospel works.” May God help us to be more like the saints in heaven, who, though never losing sight of the battle, yearn for the salvation of souls!

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En la Primera Lectura de hoy, San Pablo está exhortando y animando a los corintios de una manera que me dan ganas de subirme a un caballo y cabalgar hacia la batalla.

Pero la batalla a la que son llamados los cristianos tiene características que no suelen asociarse con la guerra o la victoria. Al igual que los primeros cristianos, estamos llamados a soportar las adversidades con “pureza, sabiduría, paciencia y amabilidad; con la fuerza del Espíritu Santo y amor sincero, con palabras de verdad y con el poder de Dios”. Entonces, si bien a menudo estamos en desacuerdo con aquellos que rechazan nuestra visión del mundo, la batalla que libramos es aún más una batalla dentro de nosotros mismos. En otras palabras, corremos el riesgo de crear enemigos cuando vivimos el mensaje del Evangelio, pero si queremos representar bien a Cristo, debemos esforzarnos por ser personas virtuosas incluso en medio del conflicto.

Hace años, me uní a un grupo de mi universidad que se reunió para protestar en oración por los abortos que se estaban realizando en un centro de abortos en Pittsburg. Nos preocupamos profundamente por los bebés vulnerables y sus madres. En un momento, me arrodillé para orar con los ojos cerrados. De repente, un joven con una cámara grande comenzó a burlarse de mí mientras tomaba fotos cerca de mi cara. Continué orando, sintiendo la paz que surge al saber que estás justo donde debes estar. Mientras mi perseguidor se alejaba, permitió que su cámara me golpeara al costado de mi cabeza. Por la gracia de Dios, no experimenté nada más que alegría.

Avance rápido 20 años. Mi esposo y yo, junto con nuestro hijo de 17 años, objetamos un libro que mi hijo tenía que leer como parte de su curso avanzado de literatura. El hecho de que el material fuera sexualmente explícito era solo una parte de nuestra preocupación. Sin el apoyo de otros padres, finalmente nos reunimos con la junta escolar. Durante la reunión éramos nerviosos, sintiéndonos tontos. Nuestras preocupaciones fueron desestimadas por la junta, nuestro hijo se vio obligado a transferirse a una clase por la que no recibió crédito universitario y nos quedamos con un sabor amargo en la boca.

A veces, como recipientes de la abundante gracia de Dios, nos asombramos de nuestra habilidad para seguir el mandato de Cristo de amar a nuestros enemigos. Más a menudo, lucharemos por ser amorosos y pacientes a medida que nuestra cosmovisión católica se vuelve menos popular y aceptable. De todos modos, por nuestro propio bien y para ser testigos creíbles para los demás, siempre estamos llamados a luchar por una respuesta virtuosa cuando somos malinterpretados, calumniados o maltratados por causa del Evangelio.

San Pablo, antes de su conversión, era un enemigo formidable de la Iglesia primitiva. Recientemente vi una caricatura que mostraba a San Pablo con palabras que describen la respuesta de los cristianos mártires que sufrieron a manos de él: “El apóstol Pablo entró en el cielo entre los vítores de aquellos a los que [perseguía]. Así es como funciona el Evangelio”. ¡Que Dios nos ayude a ser más como los santos del cielo que, sin perder nunca de vista la batalla, anhelan la salvación de las almas!

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A lover of Jesus Christ, a wife, and a mother of five, Christine is the author of Everyday Heroism: 28 Daily Reflections on the Little Way of Motherhood. She is a graduate of Franciscan University, an instructor for the Institute for Excellence in Writing, and an experienced catechist. Thrilled to have recently become grandparents, she and her husband currently live in Upstate, NY. Visit her author webpage at christinehanus.com

Feature Image Credit: Toa Heftiba, unsplash.com/photos/_UIVmIBB3JU