Pray Always / Orar Siempre

In today’s Gospel, Jesus tells his disciples how important it is to always pray without becoming weary. The example he gives might seem a little strange to us, however. Praying always is like a nagging old lady trying to get a judge to help her? And he decides to help her because she just might get mad enough to hit him? So, then, is Jesus saying we need to nag God and he’ll eventually help us to shut us up? I don’t think that’s it at all, and hopefully we (and the disciples at that time) don’t take it the wrong way.

Jesus is giving them a real-world example. People aren’t always just. They won’t always do the right thing. And they certainly won’t always listen to you. But you just might be able to wear them down and get them to do the right thing if you are persistent enough. 

But if that’s the case, think of how much better it is with a God who loves us, who does listen to us, who is willing to help us, and who eagerly awaits our contact with him. Think about that: The judge didn’t fear God or anyone. He didn’t care about anything. But God cares. He cares about everything and especially cares about us. He listens to us and He answers us. If pure persistence finally gets the widow some justice, think about what persistence in prayer will get us from a loving and caring God who wants that persistent, close contact with us.

Because that is what prayer is, after all, our contact with a God who loves us. If there is a person you love here on Earth, do you ignore them, or do you communicate with them? Do you just ask or demand things from them, or do you have mutual respect, happy to just spend time with them? And so it is with God and us. Our relationship with God must be just that, a relationship. And that relationship begins with prayer. 

Talk to God. Don’t just ask for stuff. That will come. Establish a prayerful routine. Tell him your troubles. Tell him your joys. Praise Him. Thank Him. Apologize to Him. And yes, ask Him. But over the course of a human relationship, if you’re always asking a friend for 20 bucks, you might get it now and then, but you might also get rejected, ignored, and even abandoned. 

The point of our persistence in prayer, then, is not to wear our God down, but to be in constant contact with Him. Because true love means we want to be with our beloved. And God wants to be our beloved. Prayer is the answer to that. Pray always.

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En el Evangelio de hoy, Jesús les dice a sus discípulos lo importante que es orar siempre sin cansarse. Sin embargo, el ejemplo que da puede parecernos un poco extraño. ¿Orar siempre es como una anciana regañona tratando de que un juez la ayude? ¿Y decide ayudarla porque podría enojarse lo suficiente como para pegarlo? Entonces, ¿Jesús está diciendo que debemos regañar a Dios y que eventualmente nos ayudará solo para callarnos? No creo que sea eso para nada y espero que nosotros (y los discípulos en ese momento) no lo tomemos a mal.

Jesús les está dando un ejemplo del mundo real. La gente no siempre es justa. No siempre harán lo correcto. Y ciertamente no siempre te escucharán. Pero es posible que puedas cansarlos y hacer que hagan lo correcto si eres suficientemente persistente.

Pero si es el caso, piensa cuánto mejor es con un Dios que nos ama, que nos escucha, que está dispuesto a ayudarnos y que espera ansiosamente nuestro contacto con él. Piensa en eso: el juez no temía a Dios ni a nadie. No le importaba nada. Pero a Dios sí le importa. Se preocupa por todo y especialmente se preocupa por nosotros. Nos escucha y nos responde. Si la persistencia pura finalmente le hace justicia a la viuda, imagine en lo que la persistencia en la oración nos traerá de un Dios amoroso y bondadoso que quiere ese contacto persistente y cercano con nosotros.

Porque eso es la oración, al fin y al cabo, nuestro contacto con un Dios que nos ama. Si hay una persona que amas aquí en la Tierra, ¿la ignoras o te comunicas con ella? ¿Simplemente le pides o le exiges cosas, o tienen respeto mutuo y están felices de pasar tiempo juntos? Y así es con Dios y con nosotros. Nuestra relación con Dios debe ser exactamente eso, una relación. Y esa relación comienza con la oración.

Habla con Dios. No solo le pidas cosas. Eso vendrá después. Establece una rutina de oración. Cuéntale tus problemas. Cuéntale tus alegrías. Alabale. Dale las gracias. Pídele disculpas. Y sí, pídale cosas. Pero en el transcurso de una relación humana, si siempre le pides $20 dólares a un amigo, es posible que lo consigas de vez en cuando, pero también es posible que te rechacen, te ignoren e incluso te abandonen.

El objetivo de nuestra persistencia en la oración, entonces, no es cansar a nuestro Dios, sino es estar en contacto constante con Él. Porque el verdadero amor significa que queremos estar con nuestro amado. Y Dios quiere ser nuestro amado. La oración es la respuesta. Oren siempre.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

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And Then There’s Luke / Y Luego Viene Lucas

If your parents happened to name you after a biblical character or a saint, as mine did, then you probably have at least done a little research into your namesake. For instance, I know that St. Michael the Archangel is mentioned by name five times in the Bible, three in the Book of Daniel, once in the Epistle of St. Jude, and of course, his big scene in Revelation, casting out the devil and his fallen angels from heaven. And, thanks to Pope Leo XIII, we have a prayer to St. Michael that I can pray every morning.

The rest of our first reading for today mentions names we have heard numerous times. Titus and Mark have their own entries in the Bible, and they are also mentioned repeatedly in Paul’s writings; Demas is in and out of favor; and Tychicus is constantly being sent by Paul to firm up the faith of Christians in various locations. All of these names of these real people are important parts of the early Church, spreading the good news of Jesus Christ to the known world and gaining more followers, just as we are commanded to do.

And then there’s Luke. The author of the third Gospel and the Acts of the Apostles, Luke is mentioned by name just three times: in Colossians and Philemon, he is called a coworker by Paul, and in our reading today from 2 Timothy, we learn only that Luke has stayed by Paul’s side in this time of trouble. Those writings and that proximity to Paul tell us of Luke’s importance in spreading the faith, and it’s important to remember Paul mentions him in 2 Timothy, written not long before his martyrdom. Paul is working with his companions to spread the faith even up to the end of his life. 

That ties in nicely with what Luke tells us in our Gospel passage today, when Jesus sent out 72 disciples to preach and cure the sick. They are told they won’t be enough: pray for more vocations. They are told they will face hardship, but to bring peace to wherever they go. But basically they are told to go, bring the message of our Lord out to the world. On this feast of St. Luke, let us go and do the same in our little parts of the world. 

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Si tus padres te pusieron el nombre de un personaje bíblico o un santo, como lo hicieron los míos, entonces probablemente hayas investigado un poco sobre ese santo. Por ejemplo, yo sé que el nombre de San Miguel Arcángel se menciona cinco veces en la Biblia, tres en el Libro de Daniel, una vez en la Epístola de San Judas y, por supuesto, su gran escena en Apocalipsis, expulsando al diablo y los ángeles caídos del cielo. Y, gracias al Papa León XIII, tenemos una oración a San Miguel que puedo rezar todas las mañanas.

El resto de la primera lectura de hoy menciona nombres que hemos escuchado muchas veces. Tito y Marcos tienen sus propios libros en la Biblia y también se mencionan repetidamente en los escritos de Pablo. Demás está dentro y fuera de favor. Y Pablo envía constantemente a Tíquico para reafirmar la fe de los cristianos en varios lugares. Todos los nombres de estas personas verdaderas son partes importantes de la Iglesia primitiva, que difunden la buena nueva de Jesucristo al mundo conocido y ganan más seguidores, tal como se nos manda a nosotros a hacer.

Y luego viene Lucas. El autor del tercer Evangelio y los Hechos de los Apóstoles, Lucas es mencionado por su nombre solo tres veces: en los libros de Colosenses y Filemón, Pablo lo llama colaborador, y en la lectura de hoy de 2 Timoteo, aprendemos solo que Lucas permaneció al lado de Pablo en su tiempo de angustia. Esos escritos y esa proximidad a Pablo nos hablan de la importancia de Lucas en la difusión de la fe, y es importante recordar que Pablo lo menciona en 2 Timoteo, escrito poco antes de su martirio. Pablo está trabajando con sus compañeros para difundir la fe hasta el final de su vida.

Eso se relaciona muy bien con lo que Lucas dice en el pasaje del Evangelio de hoy, cuando Jesús envió a los 72 discípulos a predicar y curar a los enfermos. Se les dice que no serán suficientes: oren por más vocaciones. Se les dice que enfrentarán dificultades, pero que traigan paz a donde sea que vayan. Pero básicamente se les dice que vayan, lleven el mensaje de nuestro Señor al mundo. En la fiesta de San Lucas que celebramos hoy, vayamos y hagamos lo mismo en nuestras pequeñas partes del mundo.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

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We Are Not Worthy / No Somos Dignos

In today’s first reading, from St. Paul’s letter to Timothy, Paul asks for prayers for everyone, including kings and those in authority, “that we may lead a quiet and tranquil life in all devotion and dignity.” Paul’s point seems to be that Jesus came to save all the world, Jew and Gentile alike, and we have a role in that salvation by bringing Jesus to those who don’t know Him or are seeking Him.

Luke’s Gospel confirms that point with the story of the centurion who sought Jesus to provide healing for his slave. You’ve got to really think about what’s going on here. A centurion, of course, was a Roman soldier of some authority, having command of a group of 100 men. He was responsible for their training and discipline, leading and directing them on the battlefield. He usually was from the common people, not of noble birth, and he usually worked his way up to the rank of centurion. And thus, he was paid nicely for the position. 

Meanwhile, this particular Roman soldier of some authority happened to be in the occupied territory of Palestine, in control of the conquered Jewish people. While his soldiers respected and followed him, the Jews most likely despised him, but despite their contempt, they knew he could make their lives even more miserable, or end them entirely, if they did not do what he said.

And so, in that setting, the centurion finds his slave sick and dying. A man of his military stature could easily get another slave, but his attachment to this slave, his love for him, if you will, made the centurion seek someone else who appeared to be of some authority: Jesus of Nazareth. Word had reached him of this Galilean preacher who went about healing the sick, and he chose to contact him for his slave in need.

And so Luke gives us a teachable moment here: Look more closely at your enemies, at those you don’t agree with, at those who don’t like you, or those with authority over you. They, too, have a humanity given to them by God, just like you do. And that humanity is worth saving from sin, worth bringing the word of God to, worth converting and, yes, worth loving.

But there’s one more attribute of the centurion that Luke points out: his humility. The centurion trusted that Jesus could save his slave. Yet he sent others to speak to Jesus, and even had them tell Jesus, “Lord, do not trouble yourself, for I am not worthy to have you enter under my roof. Therefore, I did not consider myself worthy to come to you; but say the word and let my servant be healed.” 

We echo those words at every Mass, when we are presented the Body of Christ and invited to partake of His flesh and blood. We are not worthy, and we know it. The centurion was not worthy, and he knew it, yet he knew Jesus had the power to save. May we also have that confidence in our Savior, and may we bring that confidence in the Lord to others.

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En la primera lectura de hoy, de la carta de San Pablo a Timoteo, Pablo pide oraciones por todos, incluyendo los reyes y las autoridades, “para que podamos llevar una vida tranquila y en paz, entregada a Dios y respetable en todo sentido”. El punto de Pablo parece ser que Jesús vino a salvar a todo el mundo, judíos y gentiles por igual, y tenemos un papel en esa salvación al llevar a Jesús a aquellos que no lo conocen o lo buscan.

El Evangelio de Lucas confirma ese punto con la historia del centurión que buscó a Jesús para que curara a su esclavo. Tienes que pensar realmente en lo que está pasando aquí. Un centurión, por supuesto, era un soldado romano de cierta autoridad, al mando de un grupo de 100 hombres. Él era responsable de su entrenamiento y disciplina, guiandolos y dirigiéndolos en el campo de batalla. Por lo general, era de la gente común, no de noble cuna, y por lo general se abrió camino hasta el rango de centurión. Y por lo tanto, se le pagó muy bien por el puesto.

Mientras tanto, este soldado romano particular de cierta autoridad estaba en el territorio ocupado de Palestina, en control del pueblo judío conquistado. Mientras que sus soldados lo respetaban y lo seguían, lo más probable es que los judíos lo despreciaran, pero a pesar de su desdén, sabían que podía hacerles la vida aún más miserable, o acabar con ellos por completo, si no hacían lo que les decía.

Y así, en ese escenario, el centurión encuentra a su esclavo enfermo y agonizante. Un hombre de su estatura militar fácilmente podía conseguir otro esclavo, pero su apego a este esclavo, su amor por él, por así decirlo, hizo que el centurión buscara a otro que parecía tener alguna autoridad: Jesús de Nazaret. Le había llegado la noticia de este predicador galileo que andaba sanando a los enfermos, y optó por contactarlo para su esclavo en necesidad.

Entonces, Lucas nos da un momento de enseñanza: mire más de cerca a sus enemigos, a aquellos con los que no está de acuerdo, a aquellos que no le agradan o a aquellos que tienen autoridad sobre usted. Ellos también tienen una humanidad que Dios les ha dado, al igual que ustedes. Y que la humanidad vale la pena salvarla del pecado, vale la pena llevarle la palabra de Dios, vale la pena convertirla y, sí, vale la pena amarla.

Pero hay un atributo más del centurión que Lucas señala: su humildad. El centurión confió en que Jesús podría salvar a su esclavo. Sin embargo, envió a otros a hablar con Jesús, e incluso les pidió que le dijeran a Jesús: “Señor, no te molestes, porque yo no soy digno de que tú entres en mi casa; por eso ni siquiera me atreví a ir personalmente a verte. Basta con que digas una sola palabra y mi criado quedará sano.”

Hacemos eco de esas palabras en cada Misa, cuando se nos presenta el Cuerpo de Cristo y se nos invita a participar de Su carne y sangre. No somos dignos, y lo sabemos. El centurión no era digno, y lo sabía, pero sabía que Jesús tenía el poder de salvar. Que nosotros también tengamos esa confianza en nuestro Salvador, y que llevemos esa confianza en el Señor a los demás.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Juan Pablo Arias, cathopic.com/photo/5394-mirad-al-senor

Consecrated by God / Consagrados por Dios

The Gospel for today seems to touch on many things pertinent to our day and age: marriage, divorce, single life, rules against divorce, reasons not to marry, you name it. All of it, I think, boils down to just one thing, which I will get to in a bit.

First, though, we need to think about what’s going on in this scene from Matthew’s Gospel. Once again, we see some Pharisees testing Jesus, trying to trip him up. They seem to think they know it all when it comes to God’s law, and they want to see how this Jesus measures up. Is divorce lawful? Jesus does not give them a yes or a no answer, he gives them a lesson. Let’s go back to the very beginning, he basically says. God created a man and a woman. He created them for each other. Adam and Eve are the archetype for the rest of us — how it’s supposed to be: a man and a woman created for each other, so that they basically become inseparable, one flesh, one unit, two parts of a whole. 

Yes, how it’s supposed to be. Then why did Moses allow divorce? They’re seemingly asking, would Moses go against God? How, then, is it “supposed to be” a world without divorce? Jesus sees their ploy, and he tells it like it is. Moses allowed divorce, not because that’s how it was supposed to be, but because the people failed. They could not live up to the ideal set forth by God, so Moses permitted that concession for a broken world full of broken people. But Jesus doesn’t offer that same concession. 

The disciples seem to throw up their hands. That’s hard, they say. People might as well not marry at all. That’s where we get to the one thing it boils down to. Jesus tells them some people can get married, some aren’t capable of doing it correctly, some choose not to do it at all. But whatever path a person takes, you have to realize that it is a path consecrated by God. That is to say, no matter what, you are not supposed to be living for yourself, or even for someone else. A husband, a wife, or a single person, they are all supposed to be living for God.

Joshua lays it out for the Israelites plainly in the first reading. Everything that has happened to you throughout history is God acting for you, on your behalf, out of his love for you. Don’t go thinking you’re a great people, because you’re nothing without God and his infinite love for you. It’s the same with us. Married life or single life, they aren’t for us, they are for God. We must enter into them with God as the focus, and with God as the goal. We are God’s. Jesus is reminding us today that our actions should reflect that truth.

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El Evangelio de hoy parece tocar muchas cosas pertinentes a nuestra época: matrimonio, divorcio, vida de soltero, reglas contra el divorcio, razones para no casarse, lo que sea. Creo que todo se reduce a una sola cosa, pero voy a hablar de eso más tarde. 

Sin embargo, primero debemos pensar en lo que sucede en esta escena del Evangelio de Mateo. Una vez más, vemos a algunos fariseos probando a Jesús, tratando de hacerlo tropezar. Parecen pensar que lo saben todo cuando se trata de la ley de Dios, y quieren ver cómo este Jesús está a la altura. ¿Es legal el divorcio? Jesús no les da un sí ni un no, les da una lección. Volvamos al principio, dice en otras palabras. Dios creó un hombre y una mujer. Los creó el uno para el otro. Adán y Eva son el arquetipo para el resto de nosotros, cómo se supone que debe ser: un hombre y una mujer creados el uno para el otro, de modo que básicamente se vuelven inseparables, una sola carne, una unidad, dos partes de un todo.

Sí, cómo se supone que debe ser. Entonces, ¿por qué Moisés permitió el divorcio? Aparentemente están preguntando, ¿Iría Moisés en contra de Dios? Entonces, ¿cómo se supone que “debe ser” un mundo sin divorcio? Jesús ve su estratagema, y dice las cosas como son. Moisés permitió el divorcio, no porque se suponía que debía ser así, sino porque el pueblo fracasó. No podían vivir de acuerdo con el ideal establecido por Dios, por lo que Moisés permitió esa concesión para un mundo quebrantado lleno de gente quebrantada. Pero Jesús no ofrece esa misma concesión.

Los discípulos parecen darse por vencidos. Eso es difícil, dicen. Mejor sería que la gente no se casara. Ahí es donde llegamos al punto principal. Jesús les dice que algunas personas pueden casarse, algunas no son capaces de hacerlo correctamente, algunas eligen no hacerlo en absoluto. Pero cualquiera que sea el camino que tome una persona, debes darte cuenta de que es un camino consagrado por Dios. Es decir, pase lo que pase, no se supone que vivas para ti mismo, ni siquiera para otra persona. Un esposo, una esposa o una persona soltera, se supone que todos viven para Dios.

Josué se lo explica claramente a los israelitas en la primera lectura. Todo lo que te ha sucedido a lo largo de la historia es Dios actuando por ti, en tu nombre, por su amor por ti. No vayan a pensar que son un gran pueblo, porque no son nada sin Dios y su infinito amor por ustedes. Es lo mismo con nosotros. La vida de casado o la vida de soltero, no son para nosotros, son para Dios. Debemos entrar en ellos con Dios como centro y con Dios como meta. Somos de Dios. Jesús nos está recordando hoy que nuestras acciones deben ser conformes a esta verdad. 

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Hopefootage, cathopic.com/photo/15330-happiest-girl

Getting Away with Murder / Esquivar el Castigo del Asesinato

Our readings today begin with the story of Moses, and how his mother hid him as a baby, but he was discovered by Pharaoh’s daughter, who raised him as his own. Unlike his fellow Hebrews, held captive as slaves in Egypt, Moses had a pretty good life. But he did not forget where he came from, which led him to the next part of the reading, as an adult, visiting his kinsmen. When he witnessed the mistreatment of a Hebrew, Moses took justice into his own hands and slew the Egyptian.

No, Moses did not get away with murder. In fact, when he again tried to take justice into his own hands and confront the two Hebrews quarreling, they turned on him, calling out his self-righteousness. We have to assume the Hebrews reported him to the Egyptians, as Pharaoh put a price on his head and Moses fled for his life.

The part we don’t read today is the conversion of Moses. God calls him to lead the Hebrews out of Egypt. Moses accepts the role and puts his former life behind him, becoming the great conduit between God and His people.

The Gospel, of course, gives us the greater conduit, Jesus Christ, son of the living God, true God and true man. He has been sharing the word of God, teaching the people, healing them of their infirmities and their sins. He has called them to repentance and change. They too often have answered with indifference. They did not leave behind their former ways, as Moses did. They saw the revelation of God and went about their lives.

Note that Jesus knows exactly what is in the hearts of people in Chorazin, Bethsaida and Capernaum. He called them to conversion. He offered them everlasting life, while preserving their gift of free will. They chose not to convert. I do not believe Jesus is cursing them with “Woe to you.” Woe can mean sorrow, misery, misfortune, and it seems Jesus might be saying, “I feel sorry for you” or “I pity you.” The path to heaven, to glorious everlasting life with God, is through Jesus Christ our Lord.

Those who choose not to follow Jesus, not to repent and convert, are destined for a dark path that leads down to the netherworld. The choice is offered to us, too. As long as you are alive, it’s not too late to accept Jesus, to convert to being a follower, to repent and believe and follow the Gospel. Jesus calls us again and again. Let us pray for the strength to answer, “Here I am, Lord. I come to do your will.”

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Nuestras lecturas de hoy comienzan con la historia de Moisés, y cómo su madre lo escondió cuando era un bebé, pero fue descubierto por la hija del Faraón, quien lo crió como si fuera suyo. A diferencia de sus compañeros hebreos, cautivos como esclavos en Egipto, Moisés tuvo una vida bastante buena. Pero no se le olvidó de dónde venía, lo que lo llevó a la siguiente parte de la lectura, como adulto, visitando a sus parientes. Cuando presenció el maltrato de un hebreo, Moisés tomó la justicia entre sus propios manos y mató al egipcio.

No, Moisés no se salió con la suya con el asesinato. De hecho, cuando nuevamente trató de tomar justicia en sus propias manos y confrontar a los dos hebreos que peleaban, se volvieron contra él, denunciando su propia justicia. Tenemos que tomar por hecho que los hebreos lo informaron a los egipcios, ya que Faraón puso precio a su cabeza y Moisés huyó para salvarse la vida.

La parte que no leemos hoy es la conversión de Moisés. Dios lo llama para sacar a los hebreos de Egipto. Moisés acepta el papel y deja atrás su vida anterior, convirtiéndose en el gran conducto entre Dios y Su pueblo.

El Evangelio, por supuesto, nos da el conducto mayor, Jesucristo, hijo del Dios vivo, verdadero Dios y verdadero hombre. Ha estado compartiendo la palabra de Dios, enseñando a la gente, sanándolos de sus enfermedades y sus pecados. Los ha llamado al arrepentimiento y al cambio. Con demasiada frecuencia han respondido con indiferencia. No dejaron atrás sus caminos anteriores, como lo hizo Moisés. Vieron la revelación de Dios y siguieron con sus vidas.

Tengan en cuenta que Jesús sabe exactamente lo que está en los corazones de las personas en Chorazin, Betsaida y Capernaum. Los llamó a la conversión. Les ofreció la vida eterna, preservando al mismo tiempo su don del libre albedrío. Eligieron no convertirse. No creo que Jesús los esté maldiciendo con “Ay de ustedes”. La aflicción puede significar dolor, miseria, desgracia, y parece que Jesús podría estar diciendo: “Lo siento por ti” o “Te compadezco”. El camino al cielo, a la gloriosa vida eterna con Dios, es a través de Jesucristo nuestro Señor.

Aquellos que eligen no seguir a Jesús, no arrepentirse y convertirse, están destinados a un camino oscuro que conduce al inframundo. La elección se nos ofrece a nosotros también. Mientras estés vivo, no es demasiado tarde para aceptar a Jesús, para convertirte en un seguidor, para arrepentirte y creer y seguir el Evangelio. Jesús nos llama una y otra vez. Oremos por la fuerza para responder: “Aquí estoy, Señor. Vengo a hacer tu voluntad.”

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Feature Image Credit: James Wheeler, www.pexels.com/photo/photo-of-pathway-surrounded-by-fir-trees-1578750/

Mary’s Immaculate Heart / El Inmaculado Corazón de María

Two times in the second chapter of Luke’s Gospel, we specifically read about Mary’s heart. The first time, it is in Bethlehem, and the shepherds have just related what they were told by the angels, “a savior has been born for you who is Messiah and Lord.” Mary, then, “kept all these things, reflecting on them in her heart.”

A little later, Mary and Joseph are in the temple to consecrate Jesus to the Lord, and Simeon tells Mary, “Behold, this child is destined for the fall and rise of many in Israel, and to be a sign that will be contradicted (and you yourself a sword will pierce) so the thoughts of many hearts will be revealed.” Likewise, earlier in the Gospel, when Gabriel appears to Mary and tells her “The Lord is with you,” Mary ponders what sort of greeting this might be. 

The other time Mary’s heart is mentioned is in the Gospel for today, after she and Joseph find the boy Jesus in the temple. They were worried sick their child was missing, and we can only imagine the joy and relief they felt upon finding him. Mary’s motherly instinct kicks in: “Son, why have you done this to us?” Jesus replies, “Did you not know that I must be in my Father’s house?” Still, he returned to Nazareth with them and was obedient, and Mary “kept all these things in her heart.”

The common denominator in all these instances is what that heart represents, what that heart is. We call it immaculate. We know that God created Mary without the stain of original sin, but it seems to me, what makes Mary’s heart immaculate is her pure and complete love — her love for God, for Jesus, for who Jesus is, for what He will do for humanity.

Mary’s immaculate heart is a model for all of us. As the Marian Fathers say on their Divine Mercy website, “She contemplated the mysteries of the life of her Son, keeping them in her heart, in her memory, at the very center of her being. Doing this, she becomes a model and icon of the Church.

“It’s the Church’s task to ‘do this in remembrance of Me’ — to offer the Passover of the Lord, the Eucharist, over and over again till the end of time. It’s the Church’s task to preach the Gospel … and preserve and spread the one faith in Jesus Christ in all ages till Christ’s Second Coming. It’s the Church’s job to remember the events of Christ’s life, to ponder them so thoroughly that we are transformed by them, that we come to resemble them, that we become the Body of Christ to the height and depth of our being.”

Immaculate Heart of Mary, pray for us!

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Dos veces en el segundo capítulo del Evangelio de Lucas, leemos específicamente sobre el corazón de María. La primera vez, es en Belén, y los pastores acaban de relatar lo que les dijeron los ángeles, “les ha nacido un salvador que es Mesías y Señor”. María, entonces, “guardaba todas estas cosas, contemplándolas en su corazón”.

Un poco más tarde, María y José están en el templo para consagrar a Jesús al Señor, y Simeón le dice a María: “Este niño está puesto para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción ( y a ti mismo una espada te traspasará) para que sean revelados los pensamientos de muchos corazones.” Asimismo, anteriormente en el Evangelio, cuando Gabriel se le aparece a María y le dice “El Señor está contigo”, María reflexiona sobre qué tipo de saludo podría ser este.

La otra vez que se menciona el corazón de María es en el Evangelio de hoy, después de que ella y José encuentran al niño Jesús en el templo. Estaban muy preocupados por la desaparición de su hijo, y solo podemos imaginar la alegría y el alivio que sintieron al encontrarlo. El instinto maternal de María entra en acción: “Hijo mío, ¿por qué te has portado así con nosotros?” Jesús responde: “¿No sabían que debo ocuparme en las cosas de mi Padre?” Aun así, volvió a Nazaret con ellos y fue obediente, “y María conservaba en su corazón todas aquellas cosas.”

El denominador común en todos estos casos es lo que representa ese corazón, lo que es ese corazón. Lo llamamos inmaculado. Sabemos que Dios creó a María sin la mancha del pecado original, pero me parece que lo que hace que el corazón de María sea inmaculado es su amor puro y completo: su amor por Dios, por Jesús, por quién es Jesús, por lo que Él hará por la humanidad.

El corazón inmaculado de María es un modelo para todos nosotros. Como dicen los Padres Marianos en su sitio web de la Divina Misericordia, “Ella contempló los misterios de la vida de su Hijo, guardándolos en su corazón, en su memoria, en el centro mismo de su ser. Haciendo esto, se convierte en modelo e icono de la Iglesia.”

“Es tarea de la Iglesia ‘hacer esto en memoria mía’: ofrecer la Pascua del Señor, la Eucaristía, una y otra vez hasta el final de los tiempos. Es tarea de la Iglesia predicar el Evangelio… y preservar y difundir la única fe en Jesucristo en todas las edades hasta la Segunda Venida de Cristo. Es tarea de la Iglesia recordar los acontecimientos de la vida de Cristo, meditarlos tan a fondo que seamos transformados por ellos, que lleguemos a asemejarnos a ellos, que lleguemos a ser el Cuerpo de Cristo en la altura y profundidad de nuestro ser”.

¡Inmaculado Corazón de María, ruega por nosotros!

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Hna Carolina BR, cathopic.com/photo/15102-the-immaculate-heart-of-our-mother

Awesome Help / Un Auxilio Increíble

Breathe in me, O Holy Spirit, that my thoughts may all be holy.

Act in me, O Holy Spirit, that my work, too, may be holy.

Draw my heart, O Holy Spirit, that I love but what is holy.

Strengthen me, O Holy Spirit, to defend all that is holy.

Guard me, then, O Holy Spirit, that I always may be holy.

Amen.

I pray this Prayer to the Holy Spirit every morning. And unlike many prayers, I refuse to memorize it. I pray it with the words in front of me, slowly and solemnly, focusing on each word as I read and profess them to the Spirit. I never want to go through the motions with this prayer, because I believe in it completely, and I want to truly mean it every time I pray it. The Spirit doesn’t need me to pray it this way, not at all. I am the one who needs me to pray it this way, to focus and pray clearly and without distraction, because I have found in my life the only way my thoughts, my work and my very self can be holy is with the help of our Advocate, sent to us by Jesus from the Father.

And what an amazing gift we have been given! You don’t think the Lord takes delight in his people? The Holy Spirit, third Person of the Holy Trinity, truly God, given to us. Jesus is basically saying to us, “Here, believers. Here is God. For you. Times may get tough. Trouble may arise. Big trouble, suffering, possibly terrible things. But I am not only giving you something to help you through this, I’m actually giving God to you. The Spirit that proceeds from the Father is your helper.” What more do we need?

Consider the word “Advocate.” An advocate is a supporter, one who speaks up for us, who supports us, who defends us, who counsels us. Other names for the Spirit are Paraclete or Counselor. “Paraclete” basically means “called-in aid.” “Counselor” in legal terms is an attorney who guides us through some legal issue, often a trial. All these terms basically point to one thing: Jesus is giving us the most awesome help we could ever imagine. The Spirit of God, the very essence of His Love, is our help in all things, big and little, easy and most difficult.

With such a great gift comes great responsibility. First off, we must accept it. Jesus never forces His will on anyone. He freely gives. Accepting this gift, then, also means using it. It’s up to us to focus on how the Spirit’s breath is directing our thoughts, how the Spirit’s actions are directing our work, how the Spirit’s draw on our hearts is directing us to love, how the Spirit’s strength is building our defenses, how the Spirit’s guardianship is making us holy. Quietly open yourself up to focus on how the Spirit is acting in your life. Participate in it openly on your way to holiness.

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Inspírame, oh Espíritu Santo, para que todos mis pensamientos sean santos.

Obra en mí, oh Espíritu Santo, para que también mi trabajo sea santo.

Atrae mi corazón, oh Espíritu Santo, para que ame solo lo santo.

Fortaléceme, oh Espíritu Santo, para defender todo lo que es santo.

Guárdame, pues, oh Espíritu Santo, para que siempre sea santo.

Amén.

Rezo esta Oración al Espíritu Santo cada mañana. Y a diferencia de muchas oraciones, me niego a memorizarla. Lo oro con las palabras en frente mío, lenta y solemnemente, enfocándome en cada palabra mientras las leo y las confieso al Espíritu. Nunca quiero solo decir las palabras de esta oración, porque creo en ella completamente, y quiero decirla en serio cada vez que la rezo. El Espíritu no necesita que lo ore de esta manera, en absoluto. Yo soy quien necesita que lo ore de esta manera, que me concentre y ore con claridad y sin distracciones, porque he encontrado en mi vida que la única forma que mis pensamientos, mi trabajo y mi mismo pueden ser santos es con la ayuda de nuestro Abogado, enviado a nosotros por Jesús del Padre.

¡Y qué maravilloso regalo nos han dado! ¿No crees que el Señor se deleita en su pueblo? El Espíritu Santo, tercera Persona de la Santísima Trinidad, verdaderamente Dios, dado a nosotros. Jesús básicamente nos está diciendo: “Aquí estoy creyentes. Aquí está Dios. Para ustedes. Los tiempos pueden ponerse difíciles. Pueden surgir problemas. Grandes problemas, sufrimiento, posiblemente cosas terribles. Pero no solo te estoy dando algo para ayudarte a superar esto, en realidad te estoy dando a Dios. El Espíritu que procede del Padre es vuestro ayudante”. ¿Qué más necesitamos?

Considere la palabra “Abogado”. Un defensor es un partidario, alguien que habla por nosotros, que nos apoya, que nos defiende, que nos aconseja. Otros nombres para el Espíritu son Paráclito o Consejero. “Paráclito” básicamente significa “ayuda solicitada”. “Consejero” en términos legales es un abogado que nos guía a través de algún asunto legal, a menudo un juicio. Todos estos términos básicamente apuntan a una cosa: Jesús nos está dando la ayuda más maravillosa que jamás podamos imaginar. El Espíritu de Dios, la esencia misma de Su Amor, es nuestra ayuda en todas las cosas, grandes y pequeñas, fáciles y difíciles.

Con un regalo tan grande viene una gran responsabilidad. En primer lugar, debemos aceptarlo. Jesús nunca impone su voluntad a nadie. Se entrega libremente. Aceptar este don, entonces, significa también utilizarlo. Depende de nosotros enfocarnos en cómo el soplo del Espíritu está dirigiendo nuestros pensamientos, cómo las acciones del Espíritu están dirigiendo nuestro trabajo, cómo la atracción del Espíritu en nuestros corazones nos está dirigiendo al amor, cómo la fuerza del Espíritu está construyendo nuestras defensas, cómo el Espíritu nos hace santos. Ábrete en medio del silencio para enfocarte en cómo el Espíritu está actuando en tu vida. Participa abiertamente en tu camino hacia la santidad.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

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Born From Above / Nacido Desde Arriba

The Octave of Easter, our eight-day celebration of the Paschal mystery, just wrapped up on Divine Mercy Sunday. Yet now the daily Gospels have returned to a period long before the death and resurrection of Jesus. The Church, in its great wisdom, seems to be telling us today, “We have celebrated well what God has done for us through Jesus Christ. Now it’s time to get to it.”

The Gospel story we have today isn’t just a narrative of where Jesus went, what he did, who he healed. The third chapter of John shares with us the meat of our faith — the tenets of what we are to believe as followers of Christ. In the previous chapter, Jesus performed his miracle at Cana and then cleansed the temple in Jerusalem of the money-changers, two very public and provocative acts. Chapter 3, in contrast, is a quiet conversation between our Lord and Nicodemus, the Pharisee who comes to Jesus at night, perhaps to avoid public scrutiny, but definitely because he wants to learn more. 

Our Lord doesn’t hold back: “You must be born from above,” that is, of water and the Spirit, or as it’s often phrased, “born again.” We know now that when we are baptized in water and the Spirit, we take on a new life in Christ. But Nicodemus at the time didn’t get it.

Then Jesus does a little play on words. It might not come through in English, but spirit and wind are translated from the same word in both Greek and Hebrew. He says, “The wind blows where it will, and you can hear the sound it makes, but you do not know where it comes from or where it goes …”

God sends the wind, and the Spirit, to you, to all of us. “So it is with everyone who is born of the Spirit.” It is up to us to believe. And what does believing get us? Jesus is matter-of-fact: “Just as Moses lifted up the serpent in the desert, so must the Son of Man be lifted up, so that everyone who believes in him may have eternal life.”

The Spirit, when we believe and accept such a great gift into our lives, changes us. Look at those early disciples in Acts. They sold their possessions, they held everything in common, they listened to the Apostles bear witness to the resurrection, and “great favor was accorded them all.” Great favor is accorded to us, too, when we believe in the resurrection, the great favor of eternal life. God has given us his Son; he gives us his Spirit. Catch it, believe, and look forward to life with our loving God.

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La Octava de Pascua, nuestra celebración de ocho días del misterio Pascual, acaba de concluir el Domingo de la Divina Misericordia. Sin embargo, ahora los Evangelios diarios han vuelto a un período mucho antes de la muerte y resurrección de Jesús. La Iglesia, en su gran sabiduría, parece decirnos hoy: “Hemos celebrado bien lo que Dios ha hecho por nosotros por medio de Jesucristo. Ahora nos toca empezar a trabajar”.

La historia del Evangelio que tenemos hoy no es solo una narración de los viajes de Jesús, qué hizo, a quién sanó. El tercer capítulo de Juan comparte con nosotros el elemento céntrico de nuestra fe: los principios de lo que debemos creer como seguidores de Cristo. En el capítulo anterior, Jesús realizó su primer milagro en Caná y luego limpió el templo de Jerusalén de los cambistas, dos actos muy públicos y provocadores. El capítulo 3, por el contrario, es una conversación tranquila entre nuestro Señor y Nicodemo, el fariseo que se acerca a Jesús por la noche, quizás para evitar el escrutinio público, pero definitivamente porque quiere aprender más.

Nuestro Señor no se detiene: “Tienen que renacer de lo alto”, es decir, del agua y del Espíritu, o como suele decirse, “nacer de nuevo”. Sabemos ahora que cuando somos bautizados en agua y el Espíritu, tomamos una nueva vida en Cristo. Pero Nicodemo en ese momento no lo entendió.

Entonces Jesús hace un pequeño juego de palabras. Puede que no aparezca en inglés, pero espíritu y viento se traducen de la misma palabra tanto en griego como en hebreo. Dice: “El viento sopla donde quiere y oyes su ruido, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va.”

Dios te envía el viento y el Espíritu a ti, y a todos nosotros. “Así pasa con quien ha nacido del Espíritu.” Depende de nosotros creer. ¿Y qué nos conviene creer? Jesús es práctico: “Así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en él tenga vida eterna”.

El Espíritu, cuando creemos y aceptamos un regalo tan grande en nuestras vidas, nos cambia. Mire a esos primeros discípulos en Hechos. Vendieron sus posesiones, tuvieron todo en común, escucharon a los Apóstoles dar testimonio de la resurrección, y “ todos gozaban de gran estimación entre el pueblo”. También a nosotros se nos concede un gran favor cuando creemos en la resurrección, el gran favor de la vida eterna. Dios nos ha dado a su Hijo; nos da su Espíritu. Recíbelo, cree y anhela la vida con nuestro amoroso Dios.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Julia Volk, www.pexels.com/photo/ornamental-dome-of-grand-catholic-cathedral-5273638/

Our True Selves / Nuestro Verdadero Yo

Every person’s life is a journey. We start out as babies and grow into our true selves. And if we’re honest with ourselves, we realize that our “selves” aren’t really ours, they belong to God. The question is, do we want ourselves to unite with God when our time on Earth is over, or do we spend our lives trying to keep our true selves to ourselves?

In today’s Gospel, Luke tells us Jesus’ parable of the Pharisee and the tax collector. The interesting thing is both men know their true selves, and they both speak it in their prayers. The Pharisee says he is not greedy, dishonest or adulterous. He fasts and pays his tithes. His examination of conscience determines he does what he is supposed to do. 

The tax collector, on the other hand, prays simply that he is a sinner and begs for God’s mercy. He keeps his distance and cannot look up to heaven, in his shame and sorrow. He beats his breast, not from pride but from remorse. He prays, “O God, be merciful to me a sinner.”

The contrast between the two is obvious. The Pharisee takes his position, which would lead one to believe he has earned an assigned spot. Then Jesus says something that I believe is very deliberate: The Pharisee “spoke this prayer to himself.” Jesus did not say he prayed to God. The Pharisee spoke the prayer to himself. And suddenly we know that Jesus is speaking directly to us. Do we pray? Or do we pray to God?

Take as an example the Our Father, the prayer that Jesus taught us. We learn it at a young age, and we pray it often. But all too often I ask myself — or, probably more accurately, the Holy Spirit gives me a poke — am I praying these beautiful, meaningful words from our Lord, or am I just reciting them because I know the words by heart? God have mercy on me!

In our First Reading, Hosea might be talking to Ephraim and Judah, but he’s speaking to me: “Your piety is like a morning cloud, like the dew that early passes away”. I have every intention of being holy, but as the day wears on, that holiness burns off, not because of what happens during the day, but because of my reaction to it. When there is conflict or criticism or distress, I can choose the holy path, but do I? O God, be merciful to me, a sinner.

As we continue our Lenten journey, we must remain diligent. We try to deny things from our lives in a spirit of repentance, but that can’t be the whole story. God desires love, not sacrifice. So if we’re giving things up to free our hearts of them, we need to fill our hearts with something else, and that is love. Then, the sacrifice has meaning and worth, because a heart has changed.

Our faith, of course, is a big part of life’s journey. Communion with God is a process. The goal, the destination, is obviously to be with God in heaven, but so often we stray from the proper path. What better time and place to start over, to recommit our faith to being with God, than right here and right now? Jesus Christ, son of the living God, have mercy on me, a sinner.

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La vida de cada persona es un camino. Comenzamos como bebés y crecemos hasta convertirnos en nuestro verdadero ser. Y si somos honestos con nosotros mismos, nos damos cuenta de que nuestro “yo” no es realmente nuestro, sino le pertenece a Dios. La pregunta es, ¿queremos unirnos con Dios cuando termine nuestro tiempo en la Tierra, o nos pasamos la vida tratando de mantener nuestro verdadero ser para nosotros mismos?

En el Evangelio de hoy, Lucas nos cuenta la parábola de Jesús sobre el fariseo y el recaudador de impuestos. Lo interesante es que ambos hombres se conocen a sí mismos y ambos lo expresan en sus oraciones. El fariseo dice que no es codicioso, deshonesto ni adúltero. Ayuna y paga el diezmo. Su examen de conciencia determina que hace lo que se supone que debe hacer.

El recaudador de impuestos, por otro lado, reza simplemente porque es un pecador y suplica la misericordia de Dios. Mantiene su distancia y no puede mirar hacia el cielo, en su vergüenza y dolor. Se golpea el pecho, no por orgullo sino por remordimiento. Reza diciendo: “Dios mío, apiádate de mí, que soy un pecador”.

El contraste entre los dos es obvio. El fariseo toma su posición y lo hace creer que se ha ganado un lugar asignado. Entonces Jesús dice algo que creo que es muy deliberado: el fariseo “oraba así en su interior”. Jesús no dijo que oraba a Dios. El fariseo pronunció la oración para sí mismo. Y de repente sabemos que Jesús nos está hablando directamente. ¿Oramos? ¿O rezamos a Dios?

Tomemos como ejemplo el Padre Nuestro, la oración que Jesús nos enseñó. Lo aprendemos a una edad temprana y lo rezamos a menudo. Pero con demasiada frecuencia me pregunto, o, probablemente más exactamente, el Espíritu Santo me da un empujón: ¿estoy orando estas hermosas y significativas palabras de nuestro Señor, o simplemente las estoy recitando porque me las sé de memoria? ¡Dios ten piedad de mí!

En nuestra Primera Lectura, Oseas podría estar hablando con Efraín y Judá, pero me está hablando a mí también: “Su amor es nube mañanera, es rocío matinal que se evapora”. Tengo toda la intención de ser santo, pero a medida que avanza el día, esa santidad se consume, no por lo que sucede durante el día, sino por mi reacción ante ello. Cuando hay conflicto, crítica o angustia, puedo elegir el camino sagrado, pero ¿lo hago? Oh Dios, ten piedad de mí, pecador.

A medida que continuamos nuestro camino de Cuaresma, debemos permanecer diligentes. Tratamos de negar cosas de nuestra vida con un espíritu de arrepentimiento, pero esa no puede ser toda la historia. Dios desea el amor, no el sacrificio. Entonces, si estamos renunciando a cosas para liberar nuestro corazón de ellas, necesitamos llenar nuestro corazón con algo más, y eso es el amor. Solo así el sacrificio tendrá sentido y valor, porque un corazón ha cambiado.

Nuestra fe, por supuesto, es una gran parte del camino de la vida. La comunión con Dios es un proceso. La meta, el destino, obviamente es estar con Dios en el cielo, pero muy a menudo nos desviamos del camino correcto. ¿Qué mejor momento y lugar para comenzar de nuevo, para volver a comprometer nuestra fe para estar con Dios, que aquí y ahora? Jesucristo, hijo del Dios vivo, ten piedad de mí, que soy pecador.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: cottonbro studio, https://www.pexels.com/photo/man-sitting-on-a-pew-holding-a-cross-9588244/

Just a Glimpse / Solo un Vistazo

As you read this, Lent is four days away. Perhaps you already have in place your plan for prayer, fasting and almsgiving, the three pillars we use to support our preparation for the glorious celebration of our Lord’s resurrection at Easter. The Church gives us those 40 days to prepare for something for which we can never be worthy, God’s freely given gift of salvation through his Son, Jesus. However, it is in the striving to prepare, the trying and, despite failing, the starting over with renewed focus, that we build our faith in God, who loves us in spite of ourselves. 

The First Reading, from the letter to the Hebrews, begins a chapter on the faith of the ancients. It starts with a definition: “Faith is the realization of what is hoped for and evidence of things not seen” and it goes on to discuss the faith of Abel, Enoch and Noah. Beyond our reading, it includes Abraham, Isaac, Jacob and Moses, and mentions that many other Old Testament figures had great faith. Yet none of these were chosen to see the glory of the Lord until that glory came to fulfillment.

Peter, James and John, however, did get to see the glory of the Lord before it was manifest in His death and resurrection. Every time I read a Gospel account of the Transfiguration, I can’t help but feel how much greater it really must have been than our human languages struggle to describe it. After all, we’re talking about mere human beings witnessing the full glory of God.

Peter, in his full humanity, doesn’t know how to react. “It is good that we are here! Let us make three tents.” Mark gets what’s going on, though: “He hardly knew what to say, they were so terrified.”

Why the Transfiguration? I think this small glimpse of God’s glory is specifically to increase the Apostles’ faith, and to help us increase ours. God the Father speaks twice in the Gospels, at Jesus’ baptism, the beginning of His ministry, and at the Transfiguration, the beginning of Jesus’ suffering and death. Both times, God confirms: Jesus is His Son. Both times, he has a directive for us: Listen to Him.

This Lent, we have an instruction from God Himself on how to increase our faith, with his help. This is His beloved Son, Jesus Christ, fully present in the Eucharist. Be with him there, and bring him with you into your daily life, throughout each day, until you can be with him again at Mass. And as you work and rest and fast and give alms and pray, don’t forget to listen to what Jesus is telling you. Still your heart and you will hear it. Then act on it.

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Faltan tan solo cuatro días para la Cuaresma. Tal vez ya tienes tu plan de oración, ayuno y limosna, los tres pilares que usamos para apoyar nuestra preparación para la gloriosa celebración de la resurrección de nuestro Señor en la Pascua. La Iglesia nos da esos 40 días para prepararnos para algo de lo que nunca seremos dignos, el regalo gratuito de Dios de la salvación a través de su Hijo, Jesús. Sin embargo, en ese esfuerzo por prepararnos y al hacer el intento a pesar de fallar, y al volver a empezar con un enfoque renovado, construimos nuestra fe en Dios, que nos ama a pesar de nosotros mismos.

La Primera Lectura, de la carta a los Hebreos, abre un capítulo sobre la fe de los antiguos. Comienza con una definición: “La fe es la forma de poseer, ya desde ahora, lo que se espera y de conocer las realidades que no se ven ” y continúa discutiendo la fe de Abel, Enoc y Noé. Más allá de nuestra lectura, incluye a Abraham, Isaac, Jacob y Moisés, y menciona que muchas otras figuras del Antiguo Testamento tenían una gran fe. Sin embargo, ninguno de estos fue escogido para ver la gloria del Señor hasta que esa gloria llegó a su cumplimiento.

Pedro, Santiago y Juan, sin embargo, pudieron ver la gloria del Señor antes de que se manifestara en Su muerte y resurrección. Cada vez que leo un relato evangélico de la Transfiguración, no puedo evitar sentir cuánto más grande debe haber sido realmente que nuestros lenguajes humanos se esfuerzan por describirlo. Después de todo, estamos hablando de meros seres humanos presenciando la gloria completa de Dios.

Pedro, en toda su humanidad, no sabe cómo reaccionar. “Maestro, ¡qué a gusto estamos aquí! Hagamos tres chozas.” Sin embargo, Mark entiende lo que está pasando: “En realidad no sabía lo que decía, porque estaban asustados.”

¿Por qué la Transfiguración? Creo que este pequeño atisbo de la gloria de Dios es específicamente para aumentar la fe de los Apóstoles y para ayudarnos a aumentar la nuestra. Dios Padre habla dos veces en los Evangelios, en el bautismo de Jesús, el comienzo de Su ministerio, y en la Transfiguración, el comienzo del sufrimiento y muerte de Jesús. En ambas ocasiones, Dios confirma: Jesús es Su Hijo. En ambas ocasiones, tiene una directiva para nosotros: escúchalo.

Esta Cuaresma, tenemos una instrucción de Dios mismo sobre cómo aumentar nuestra fe, con su ayuda. Este es su Hijo amado, Jesucristo, plenamente presente en la Eucaristía. Estén presentes con él allí, y llévenlo con ustedes a su vida diaria, a lo largo de cada día, hasta que puedan estar con él nuevamente en la Misa. Y mientras trabajan, descansan, ayunan, dan limosnas y oran, no se olviden de escuchar lo que Jesús te está diciendo. Tranquiliza tu corazón y lo oirás. Luego actúa de acuerdo con lo que oyes.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Kedar Gadge, unsplash.com/photos/yRrO6ijrH4A

Essence of the Law / La Esencia de la Ley

Today’s Gospel is six verses long. Just the first six verses of the Gospel of Mark. The passage is both straightforward and very confusing at the same time. Jesus, the good Jew, enters the synagogue on the sabbath. Things immediately get weird. 

“There was a man there who had a withered hand. They watched Jesus closely to see if he would cure him on the sabbath so that they might accuse him.”

The Pharisees, the sticklers for the letter of the law, don’t believe Jesus is the Messiah. Or maybe they don’t want to believe. They certainly scrutinized to see whether he would cure someone, which sounds like they’re predisposed to knowing he actually can cure people. Yet he’s not the Messiah?

It goes on from there. Jesus asks them, point blank, “Is it lawful to do good on the sabbath rather than do evil, to save life rather than to destroy it?” Mark tells us they remain silent. Pleaded the Fifth, we might say today. Why did they do this? We can guess they know the answer, but they don’t want to be seen as hypocrites. Yet we, sitting here 2,000 years later, can see it plain as day. 

Their reaction moved Jesus to some pretty strong feelings: anger and grief at their hardness of heart. So what does Jesus do? “Jesus said to the man, ‘Stretch out your hand.’ He stretched it out and his hand was restored.”

That line always makes me stop. What did Jesus actually do? Mark says he told the man to put out his hand. It doesn’t say Jesus touched him, chanted something, prayed over him, or anything else. So, the Pharisees, sticklers for the letter of the law, which says do no work on the sabbath, again are hypocritical, aren’t they? Jesus did no physical work. He didn’t need to. Yet that becomes their claim.

Reflecting on this Gospel, we need to find ourselves in it. Are we the type who know the truth, know the consequences of that truth, and thus reject it so we don’t have to face the consequences? Are we the type who know the right answer, but don’t want to admit it because of what it will say about us? Or are we humble enough to let Jesus be the Messiah for us, the true King of Peace, healing us and showing his glory through us? 

Perhaps we have found in our lives that it’s much easier to be a Pharisee than a man with a withered hand. The letter of the law can protect us — as well as shield things we don’t want revealed. But Jesus is trying to teach us, rather, the essence of the law — love, faith in God, respect for our rightful place in the grand scheme of things, compassion, service, humility. We need to pray for all of those attributes, as well as for God’s grace and mercy, to help us to be the children he wants us to be.

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El Evangelio de hoy tiene solo seis versículos, los primeros seis versículos del Evangelio de Marcos. El pasaje es directo y muy confuso al mismo tiempo. Jesús, el buen judío, entra en la sinagoga en sábado. Las cosas inmediatamente se ponen raras.

“Había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poderlo acusar.”

Los fariseos, los fieles a la letra de la ley, no creen que Jesús sea el Mesías. O tal vez no quieren creer. Ciertamente querían ver si iba a curar a alguien, lo que parece que están predispuestos a saber que realmente puede curar a las personas. Sin embargo, ¿no era el Mesías?

Luego sigue… Jesús les pregunta directamente: “¿Es lícito hacer el bien en el día de reposo en lugar del mal, salvar la vida en lugar de destruirla?” Mark nos dice que guardaron silencio. ¿Por qué hicieron esto? Podemos suponer que saben la respuesta, pero no quieren ser vistos como hipócritas. Sin embargo, nosotros, sentados aquí 2000 años después, podemos verlo claramente.

Su reacción conmovió a Jesús a algunos sentimientos bastante fuertes: ira y dolor por la dureza de su corazón. Entonces, ¿qué hace Jesús? Jesús “le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. La extendió, y su mano quedó sana.”

Esa línea siempre me hace parar. ¿Qué hizo realmente Jesús? Mark dice que le dijo al hombre que extendiera la mano. No dice que Jesús lo tocó, cantó algo, oró por él o cualquier otra cosa. Entonces, los fariseos, fieles a la letra de la ley que dice que no se debe trabajar en sábado, nuevamente son hipócritas, ¿no es así? Jesús no hizo ningún trabajo físico. No necesitaba hacerlo. Sin embargo, eso se convierte en su afirmación.

Reflexionando sobre este Evangelio, podemos encontrarnos en ello. ¿Somos del tipo que conoce la verdad, conoce las consecuencias de esa verdad y, por lo tanto, la rechaza para no tener que enfrentar las consecuencias? ¿Somos del tipo que sabemos la respuesta correcta, pero no queremos admitirlo por lo que dirá sobre nosotros? ¿O somos lo suficientemente humildes para dejar que Jesús sea el Mesías para nosotros, el verdadero Rey de la Paz, sanándonos y mostrando su gloria a través de nosotros?

Quizás hemos descubierto en nuestras vidas que es mucho más fácil ser un fariseo que un hombre con la mano tullida. La letra de la ley puede protegernos, así como proteger cosas que no queremos que se revelen. Pero Jesús está tratando de enseñarnos, más bien, la esencia de la ley: amor, fe en Dios, respeto por nuestro lugar legítimo en el gran esquema de las cosas, compasión, servicio, humildad. Tenemos que orar por todos esos atributos, así como por la gracia y la misericordia de Dios, para ayudarnos a ser los hijos que Él quiere que seamos.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Jeremy Yep, unsplash.com/photos/eCEj-BR91xQ

The Wisdom of God / La Sabiduría de Dios

“O Wisdom of our God Most High, guiding creation with power and love: come to teach us the path of knowledge!” 

I never knew my maternal grandfather; he died a year and a half before I was born. But I have learned the stories about him: how he lied about his age so he could join a brother in coming to America; how he drove an ambulance in France for the U.S. Army during World War I; how he, just like the usual Greek stereotype, owned a “greasy spoon” restaurant; how he was an older man when he married the feisty Sicilian woman who was my grandmother. It’s a little funny how, my whole life, I’ve been asked, “So, you’re Greek?” and I’ve always said, “Why, yes, on my mother’s side.”

Yes, people make assumptions (for example, “Can anything good come from Nazareth?”) when they see that my last name is a Greek word (which means “fruit,” by the way). So I have to explain that I’m Polish on my father’s side, but I have no idea how a Polish family took a Greek word for their surname. I did know my grandfather on that side, perhaps the kindest and most generous man I’ve ever known. But he was also opinionated, opportunistic, and an alcoholic.

We can’t choose our ancestry, and yet it is very important in our lives because we are the culmination of it; it is the foundation of who we fundamentally are. Both Matthew and Luke use a genealogy of Jesus to show the importance of ancestry, especially how Jesus was the culmination of Old Testament prophecies and covenants, putting him in direct line with Abraham, Isaac, Jacob, Judah and King David. 

No, we can’t choose our ancestors, but today’s Gospel shows that God can and does do that choosing. And for Jesus, as well as for us, that ancestry chosen by God contains both the faithful and the sinner. Judah, as the First Reading tells us, may have been destined for greatness, with kings as descendants; and he may have saved his brother Joseph from their other brothers’ wrath, but he also sold Joseph into slavery. Jesus is considered a descendant of David, but he’s also a descendant of Ahaz, the guy who wouldn’t listen to Isaiah about asking the Lord for a sign. And God, in his infinite wisdom, used them all to fulfill his plan. His promises to Abraham, Jacob, David, and even Ahaz, are fulfilled in the birth of Jesus, the Messiah.

I began this reflection with today’s “O antiphon,” the ancient exhortations the Church has used since the eighth century to accompany the Magnificat canticle of Evening Prayer from December 17-23. As the U.S. Conference of Catholic Bishops says on its website, the antiphons “are a magnificent theology that uses ancient biblical imagery drawn from the messianic hopes of the Old Testament to proclaim the coming Christ as the fulfillment not only of Old Testament hopes, but present ones as well.” And today, when we say Come, O Wisdom, we know that that Wisdom is Jesus Christ, our very Lord and Savior. Christmas is just a week away: Come, Lord Jesus, Come!

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“¡Oh Sabiduría de nuestro Dios Altísimo, que guías con poder y amor la creación: ven a enseñarnos el camino del conocimiento!”

Nunca conocí a mi abuelo materno; murió un año y medio antes de que yo naciera. Pero me han contado sobre su historia: como mintió de su edad para poder unirse a un hermano para venir a los Estados Unidos; cómo condujo una ambulancia en Francia para el ejército de los Estados Unidos durante la Primera Guerra Mundial; cómo él, al igual que el estereotipo griego habitual, era dueño de un restaurante de “cuchara grasienta”; cómo era un hombre mayor cuando se casó con la fuerte mujer siciliana que era mi abuela. Es un poco divertido cómo, toda mi vida, me han preguntado: “Entonces, ¿eres griego?” y siempre he dicho: “Pues sí, por parte de mi mamá”.

Sí, la gente hace suposiciones (por ejemplo, “¿Puede salir algo bueno de Nazaret?”) cuando ven que mi apellido es una palabra griega (que significa “fruto”). Así que tengo que explicar que soy polaco por parte de mi padre, pero no tengo idea de cómo una familia polaca tomó una palabra griega como apellido. Conocí a mi abuelo por ese lado, quizás el hombre más amable y generoso que he conocido. Pero también era obstinado, oportunista y alcohólico.

No podemos elegir nuestra ascendencia, y sin embargo es muy importante en nuestra vida porque somos la culminación de ella; es la base de lo que somos fundamentalmente. Tanto Mateo como Lucas usan una genealogía de Jesús para mostrar la importancia de la ascendencia, especialmente cómo Jesús fue la culminación de las profecías y pactos del Antiguo Testamento, poniéndolo en línea directa con Abraham, Isaac, Jacob, Judá y el rey David.

No, no podemos elegir a nuestros antepasados, pero el Evangelio de hoy muestra que Dios puede y hace esa elección. Y para Jesús, como para nosotros, esa estirpe escogida por Dios contiene tanto al fiel como al pecador. Judá, como nos dice la Primera Lectura, pudo haber estado destinado a la grandeza, con reyes como descendientes; y pudo haber salvado a su hermano José de la ira de sus otros hermanos, pero también vendió a José como esclavo. Jesús es considerado descendiente de David, pero también es descendiente de Acaz, el tipo que no escuchó a Isaías acerca de pedirle una señal al Señor. Y Dios, en su infinita sabiduría, se sirvió de todos ellos para cumplir su plan. Sus promesas a Abraham, Jacob, David e incluso Acaz se cumplen en el nacimiento de Jesús, el Mesías.

Comencé esta reflexión con la “O antífona” de hoy, las antiguas exhortaciones que la Iglesia ha utilizado desde el siglo VIII para acompañar el cántico Magnificat de la oración de la tarde del 17 al 23 de diciembre. Como dice la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos en su sitio web, las antífonas “son una teología magnífica que usa imágenes bíblicas antiguas extraídas de las esperanzas mesiánicas del Antiguo Testamento para proclamar la venida de Cristo como el cumplimiento no solo de las esperanzas del Antiguo Testamento, sino también del presente.” Y hoy, cuando decimos Ven, oh Sabiduría, sabemos que esa Sabiduría es Jesucristo, nuestro mismo Señor y Salvador. Falta una semana para la Navidad: ¡Ven, Señor Jesús, ven!

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: GidonPico, pixabay.com/photos/dead-sea-caravan-camel-red-brown-1930735/