Fasting and Feasting / Ayunar y Festejar

Have you ever wondered why the Church has so many feast days in the liturgical calendar? It may be harder to realize as the holy days of obligation have tended to move to the closest Sunday, but all throughout the history of the Church, Catholics have found it very important to celebrate feasts. This is not just a Catholic tradition. The Jews also had many feasts to celebrate what God was doing in their lives and to thank Him for the gifts he had bestowed on them. 

When you read through the Old Testament it is clear that they took these feasts quite seriously. There were liturgical celebrations, specific rites to follow, traditions to uphold, and the best food and drink were brought out to commemorate these special days. In today’s Gospel we hear not only about the importance of fasting, but perhaps more importantly, we hear about the importance of feasting. 

Think about it, a fast doesn’t mean much if you have not tasted the wonder of food. In the time of the apostles they would often feast because Jesus was with them. It is no surprise that many of the verses in the Bible that pertain to Jesus also involved food. If we are to fast we have to know the glory we are fasting from or it doesn’t tend to hurt as much. 

Now that Jesus has gone to heaven we are meant to fast as a reparation for sin. The first reading makes this clear. We are all baptized as priest, prophet and king, and part of being in this priestly role is to fast and sacrifice for the sins we have committed and the sinful lives of others. But the Gospel is quick to remind us that we should also feast, that is to say, we should anticipate with joyful celebration the second coming of Christ and our final destiny of being united completely with him. 

The reason we celebrate so many feasts in the Church is to remind us of this reality. This may not be our ultimate home, but we can experience in little ways the joy that is to come in our eternal reward. If we do not take time to celebrate now, we will be like the awkward kid in the corner at Prom when we get to Heaven. We won’t know how to properly partake in the joy that we have been waiting for. 

So during this week, let’s pick some specific times where we can fast for our sins and ask for forgiveness and then some special moments as well where we can begin to experience, in a small way, the joys that are to come. 

From all of us here at Diocesan, God bless!

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¿Alguna vez te has preguntado por qué la Iglesia tiene tantos días festivos en el calendario litúrgico? Puede que sea más difícil de entender, ya que los días de precepto tienden a trasladarse al domingo más cercano, pero a lo largo de toda la historia de la Iglesia, los católicos han considerado muy importante celebrar las fiestas. Esto no es sólo una tradición católica. Los judíos también tenían muchas fiestas para celebrar lo que Dios estaba haciendo en sus vidas y para agradecerle por los dones que les había otorgado.

Cuando lees el Antiguo Testamento, es claro que se tomaban estas fiestas muy en serio. Había celebraciones litúrgicas, ritos específicos que seguir, tradiciones que mantener y se ofrecían los mejores alimentos y bebidas para conmemorar estos días especiales. En el Evangelio de hoy no sólo escuchamos sobre la importancia del ayuno, sino que, quizás más importante, escuchamos sobre la importancia de las fiestas.

Piénsalo, un ayuno no significa mucho si no has probado la maravilla de la comida. En el tiempo de los apóstoles, a menudo festejaban porque Jesús estaba con ellos. No es de extrañar que muchos de los versículos de la Biblia que se refieren a Jesús también incluyan comida. Si vamos a ayunar, tenemos que conocer la gloria de lo que estamos ayunando o no tiende a doler tanto.

Ahora que Jesús se ha ido al cielo, debemos ayunar como reparación por el pecado. La primera lectura lo deja claro. Todos somos bautizados como sacerdotes, profetas y reyes, y parte de estar en este papel sacerdotal es ayunar y sacrificarnos por los pecados que hemos cometido y las vidas pecaminosas de los demás. Pero el Evangelio se apresura a recordarnos que también debemos festejar, es decir, debemos anticipar con gozosa celebración la segunda venida de Cristo y nuestro destino final de estar completamente unidos a él.

La razón por la que celebramos tantas fiestas en la Iglesia es para recordarnos esta realidad. Puede que este no sea nuestro hogar definitivo, pero podemos experimentar de pequeñas maneras la alegría que vendrá en nuestra recompensa eterna. Si no nos tomamos el tiempo para celebrar ahora, seremos como el niño incómodo en la esquina del baile cuando lleguemos al cielo. No sabremos cómo participar adecuadamente de la alegría que hemos estado esperando.

Así que durante esta semana, escojamos algunos momentos específicos en los que podamos ayunar por nuestros pecados y pedir perdón, y también algunos momentos especiales en los que podamos comenzar a experimentar, de una manera pequeña, las alegrías que están por venir.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

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Building Up the Kingdom / Edificar el Reino

You are God’s delight! Yes, you. Isaiah talks about how God called you, and as a groom rejoices in his bride, He rejoices in you. And then, in the second reading, St. Paul reminds us that we have been given spiritual gifts that help us serve the people of God. He reminds us that while our gifts are different from others’ gifts they are all manifestations of the same Spirit and are all needed. In the Gospel, we see Mary’s gift of being concerned with hospitality and caring for others. She urges Jesus to help and while His reply to her is vague, she tells the waiters to “do whatever he tells you.”

Are you ever a bit timid or even afraid to do whatever Jesus tells you to do? Or maybe you make excuses. I do the latter. Especially when I am not fond of what I am being asked to do. For example, I have felt a pull to be more intentional about intercessory prayer. In theory, it is a great idea. I believe in the power of prayer. The people who need prayers are people I care about. But praying takes time, Lord, and you know how that is in short supply. Based on my experience I know praying is important and necessary, not only for those I am praying for but for me. But I drag my feet and maybe whine a tad until I realize that saying no to Jesus is not a good plan. Ever.

And why would any of us say “no” or ignore a request from God who loves us? I think we each can think about that on our own. And then I hope we all come to the conclusion that doing what he tells us to do will always bear abundant fruit. We will be led to use the gifts we have been given for the glory of God and to build up the kingdom. As baptized Catholics, that is our purpose. 

As you go through your day, ask Jesus to reveal to you the specific purpose he has for you right now. And then do it. 

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¡Tú eres la complacencia de Dios! Sí, tú. Isaías habla de cómo Dios te llamó, y como un novio se alegra con su novia, Él se alegra contigo. Y luego, en la segunda lectura, San Pablo nos recuerda que hemos recibido dones espirituales que nos ayudan a servir al pueblo de Dios. Nos recuerda que, si bien nuestros dones son diferentes de los de los demás, todos son manifestaciones del mismo Espíritu y todos son necesarios. En el Evangelio, vemos el don de María de preocuparse por la hospitalidad y el cuidado de los demás. Ella insta a Jesús a ayudar y, aunque Su respuesta es vaga, les dice a los sirvientes que “Hagan lo que Él les diga”.

¿A veces te sientes un poco tímido o incluso temeroso de hacer lo que Jesús te indique? O tal vez pones excusas. Yo sí lo hago, especialmente cuando no me gusta lo que me pide hacer. Por ejemplo, he sentido un impulso a ser más intencional con la oración de intercesión. En teoría, es una gran idea. Creo en el poder de la oración. Las personas que necesitan oraciones son personas que me importan. Pero rezar toma tiempo, Señor, y tú sabes que no tengo mucho tiempo. Basándome en la experiencia, sé que rezar es importante y necesario, no solo por aquellos por quienes estoy orando, sino por mí. Pero me demoro y tal vez me quejo un poco hasta que me doy cuenta de que decir no a Jesús no es un buen plan. Nunca.

¿Y por qué cualquiera de nosotros diría “no” o ignoraría una petición del Dios que nos ama? Creo que cada uno puede reflexionar sobre eso por su propia cuenta. Y luego espero que todos lleguemos a la conclusión de que hacer lo que Él nos dice que hagamos siempre dará frutos abundantes. Seremos guiados a utilizar los dones que hemos recibido para la gloria de Dios y para construir el reino. Como católicos bautizados, ese es nuestro propósito.

A medida que transcurra el día, pídele a Jesús que te revele el propósito específico que te tiene en este momento. Y luego hazlo.

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Deanna G. Bartalini, M.Ed.; M.P.A., is a certified spiritual director, writer, speaker and content creator. The LiveNotLukewarm.com online community is a place to inform, engage and inspire your Catholic faith. Her weekly Not Lukewarm Podcast gives you tips and tools to live out your faith in your daily life.

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The Call of Jesus / El llamado de Jesús

Am I Catholic enough for you? Are you Catholic enough for your parish? Sometimes, it seems the Catholic faith of today has the same divide that Jesus encountered with the Jews of his time. So many times in the Gospels we see scribes and Pharisees questioning what Jesus is doing, what his disciples are doing, who is following him, who he is spending time with or eating with. The scribes and Pharisees are quick to see that “those people” are sinners or aren’t following the law or traditional Jewish customs. 

Fast-forward to today, and our Catholic faith seems to divide into two camps of “those people” on any number of topics: how we receive Communion, what we think of Latin vs. the local language, veils for women vs. no head coverings, the style of the liturgical music and the instruments used, and the list goes on and on. 

Enter today’s Gospel from Mark, and we see who Jesus came to save: sinners. And of course, who is a sinner? We all are. If Latin is gibberish to me but I kneel before the priest to receive Communion on the tongue, do either of those things change or contribute to my fallen nature? I might be the most ultra-Orthodox or ultra-liberal member of the Roman Catholic Church, but what does all of that matter if I deny my sinfulness and fail to seek out the Great Physician who came to heal us of the sickness of our sin?

Today’s first reading from Hebrews reminds us that Jesus is “able to discern reflections and thoughts of the heart. No creature is concealed from him, but everything is naked and exposed to the eyes of him to whom we must render an account.” How the world sees us doesn’t matter, but how we truly appear, inside and out, to the One who sees all, does. 

The reading from Hebrews then goes on to give what I think is one of the greatest consolations in the New Testament: “… we do not have a high priest who is unable to sympathize with our weaknesses, but one who has similarly been tested in every way, yet without sin.” Jesus himself, the Great High Priest, has called us and will decide if we are Catholic enough, not me or you or that person in the second pew. 

Jesus knows we are sinners. He came to help us because of it. I can’t say it any better than Hebrews does: “So let us confidently approach the throne of grace to receive mercy and to find grace for timely help.” Jesus has called us – and is calling us – to approach Him for help, right now. Let us call on Jesus and humbly ask for it, for He greatly desires to give it to us.

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¿Soy lo suficientemente católico para ti? ¿Eres lo suficientemente católico para tu parroquia? A veces, parece que la fe católica de hoy tiene la misma división que Jesús encontró con los judíos de su tiempo. Muchas veces en los Evangelios vemos a escribas y fariseos cuestionando lo que está haciendo Jesús, lo que están haciendo sus discípulos, quién lo está siguiendo, con quién está pasando el tiempo o con quién está comiendo. Los escribas y fariseos se dan cuenta rápidamente de que “esa gente” son pecadores o no siguen la ley o las costumbres judías tradicionales.

Avanzando rápidamente hasta hoy, nuestra fe católica parece dividirse en dos bandos de “esa gente” en una serie de temas: cómo recibimos la Comunión, lo que pensamos del latín frente al idioma local, velos para las mujeres frente a no cubrirse la cabeza, el estilo de la música litúrgica y los instrumentos utilizados, y la lista sigue y sigue.

Entramos en el Evangelio de hoy de Marcos y vemos a quién vino Jesús a salvar: a los pecadores. Y, por supuesto, ¿quién es pecador? Todos lo somos. Si el latín me resulta una jerigonza, pero me arrodillo ante el sacerdote para recibir la comunión en la lengua, ¿alguna de esas cosas cambia o contribuye a mi naturaleza caída? Puede que sea el miembro más ultraortodoxo o ultraliberal de la Iglesia Católica Romana, pero ¿qué importa todo eso si niego mi pecaminosidad y no busco al Gran Médico que vino a sanarnos de la enfermedad del pecado?

La primera lectura de hoy de Hebreos nos recuerda que Jesús “descubre los pensamientos e intenciones del corazón. Toda creatura es transparente para ella. Todo queda al desnudo y al descubierto ante los ojos de aquel a quien debemos rendir cuentas”. No importa cómo nos ve el mundo, sino cómo nos mostramos verdaderamente, por dentro y por fuera, a Aquel que todo lo ve.

La lectura de Hebreos continúa y nos da lo que creo que es uno de los mayores consuelos del Nuevo Testamento: “…no tenemos un sumo sacerdote que no sea capaz de compadecerse de nuestros sufrimientos, puesto que él mismo ha pasado por las mismas pruebas que nosotros, excepto el pecado”. Jesús mismo, el Gran Sumo Sacerdote, nos ha llamado y decidirá si somos lo suficientemente católicos, no yo, ni tú, ni esa persona en el segundo banco de la iglesia.

Jesús sabe que somos pecadores. Vino a ayudarnos por eso. No puedo decirlo mejor que el libro de Hebreos: “Acerquémonos, por lo tanto, con plena confianza, al trono de la gracia, para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener ayuda en el momento oportuno”. Jesús nos ha llamado – y nos está llamando – a acercarnos a Él en busca de ayuda, ahora mismo. Invoquemos a Jesús y pidámosle humildemente, porque Él desea mucho dárnosla.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

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Real Healing / La sanación verdadera

Typically when we pray for healing, we pray for physical healing, or perhaps emotional or relational healing. We don’t tend to think so quickly of our need for spiritual healing. When the paralytic’s friends lowered him through the roof and placed him before Jesus, they were also seeking physical healing. However, Jesus’ first words to the paralyzed man were, “Child, your sins are forgiven.”

One could argue that Jesus said this because the Jews of that time believed there was a strong connection between a person’s sins and their ailments, that the first was the cause of the second. However, I sense there is a bigger significance to Jesus’ words than this, one which pertains to us also.

While Jesus certainly cares for us on a physical level, He knows the spiritual state of our souls is more important. We know from so many seemingly unanswered prayers that He often allows the continuation of physical or circumstantial pain because there is something else He is doing in it. He frequently uses our crosses to bring about a conversion or a surrender to Himself, to remind us how much we need Him, or to humble us.

He often uses times of helplessness or “paralysis” to show us that we are not as self-sufficient as we would like to believe we are. Though we may try to be strong, in reality we are little, weak, and sinful, in need of His mercy and forgiveness. Like the paralyzed man, we are invited to lay down before Jesus and surrender, to give up control and lie docile in His loving and gentle arms. When we do so, Jesus can truly do His work of healing.

Jesus’ healing work is not always obvious. It is often silent and hidden, like the forgiveness of this man’s sins.  It is easy for us to question whether anything is actually happening, especially when we are looking for something we can see or feel.

The scribes and Pharisees questioned Jesus. What gave Him the authority to forgive this man’s sins? They were looking for a sign, for proof that Jesus could do what He had said. Jesus responded by healing the man of his paralysis as well. It was a compassionate move but was almost done as an afterthought, knowing He had already completed the more important work. However, since their hearts had not been converted, the physical healing only served to drive them further from the truth of who Jesus is.

I grapple frequently with my own physical and circumstantial crosses. It is difficult when prayers for healing or improvement seem to go unanswered. But when I look more closely, I can see God has been moving in each one, healing me spiritually and drawing me deeper into His love. Physical or circumstantial healing often takes place as well, but, when it does, it is frequently delayed or gradual so as to allow time for the more important spiritual work to be accomplished.

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Normalmente cuando pedimos la sanación, pedimos la sanación física, o quizás emocional o relacional. No solemos pensar tan rápidamente en la necesidad de sanación espiritual. Cuando los amigos del paralítico lo bajaron por el techo y lo colocaron ante Jesús, también buscaban la sanación física. Sin embargo, las primeras palabras de Jesús al paralítico fueron: “Hijo, tus pecados te quedan perdonados”.

Se podría argumentar que Jesús dijo esto porque los judíos de esa época creían que había una fuerte conexión entre los pecados de una persona y sus dolencias, que los primeros eran la causa de los últimos. Sin embargo, siento que las palabras de Jesús tienen un significado mayor que este, que también se aplica a nosotros.

Mientras Jesús ciertamente se preocupa por nosotros a nivel físico, sabe que el estado espiritual de nuestras almas es lo más importante. Sabemos por tantas oraciones aparentemente no respondidas que a menudo permite la continuación del dolor físico o circunstancial porque hay algo más que está haciendo dentro de él. Muchas veces Jesús utiliza nuestras cruces para lograr una conversión o una entrega a Él, para recordarnos cuánto lo necesitamos o para humillarnos.

Con frecuencia, utiliza los momentos de impotencia o “parálisis” para mostrarnos que no somos tan autosuficientes como nos gustaría creer que somos. Aunque intentemos ser fuertes, en realidad somos pequeños, débiles y pecadores, necesitados de Su misericordia y perdón. Como el paralítico, estamos invitados a postrarnos ante Jesús y rendirnos, a renunciar al control y a acostarnos dócilmente en Sus brazos amorosos y tiernos. Cuando lo hacemos, Jesús puede realizar Su obra de sanación.

La obra de sanación de Jesús no siempre es obvia. A menudo es silenciosa y oculta, como el perdón de los pecados de este hombre. Es fácil para nosotros cuestionar si algo está sucediendo realmente, especialmente cuando buscamos algo que podemos ver o sentir.

Los escribas y fariseos cuestionaron a Jesús. ¿Qué le dio la autoridad para perdonar los pecados de este hombre? Ellos buscaban una señal, una prueba de que Jesús podía hacer lo que había dicho. Jesús respondió sanando al hombre también de su parálisis. Fue un gesto compasivo, pero casi se hizo como una ocurrencia de último momento, sabiendo que ya había completado la obra más importante. Sin embargo, como sus corazones no se habían convertido, la sanación física sólo sirvió para alejarlos aún más de la verdad de quién es Jesús.

Frecuentemente batallo con mis propias cruces físicas y circunstanciales. Es difícil cuando las peticiones por la sanación o la mejoría parecen quedar sin respuesta. Pero cuando miro más de cerca, puedo ver que Dios ha estado obrando dentro de cada uno de ellos, sanándome espiritualmente y atrayéndome más profundamente hacia Su amor. La sanación física o circunstancial también suele ocurrir, pero, cuando ocurre, con frecuencia se retrasa o es gradual para dar tiempo a que se realice la obra espiritual más importante.

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Kimberly Andrich writes from the perspective of having a hidden, chronic illness and experiencing a deep, continuous conversion through being yoked to Jesus in the day-to-day trials and joys of life. She is a wife, mother of 5, and daughter of the King. Kimberly also writes for Catholicmom.com and on fallingonhisgrace.substack.com.

Feature Image Credit: Rollz International, unsplash.com/photos/a-woman-walking-with-a-walker-in-the-woods-T9Pthzn6G4A

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Made Clean by His Love / Purificados por Su amor

On this day, many years ago, my husband was brought into this world. Some 4,000 miles away, in a different country, speaking a different language, with different color skin and eyes and being brought up in a different culture, yet created to be my partner. God’s ways are mysterious and sometimes a long time coming, yet always SO GOOD. In our wildest imaginings, neither my husband or I would have thought it possible for us to meet. Logistics were clearly not in our favor and both of us had been searching for each other for over a decade. Time and space were both against us, but God can do anything and He showed us that in a powerful way. 

As I was discerning my vocation over my young adulthood years, I started out as a lay consecrated woman studying Theology and Philosophy and doing missionary work. Over the course of these three and a half years, which were spent in Mexico, I became fluent in Spanish. When I discerned that this was not my life-long calling, I simultaneously understood that God was calling me to marriage. Yet I had it very clear that my vocation was not just to a particular state in life, but rather to a particular person. Once I finally met him, it made sense why God had me learn Spanish first!

Unfortunately, while I was waiting for him, I went through a period of restless desperation, wondering why it was taking so long. I began taking things into my own hands, seeking him out by going out with whoever was willing to flirt with me, even though I knew in my heart it wouldn’t lead to the altar. Today’s first reading warns against this behavior: “Take care, brothers and sisters, that none of you may have an evil and unfaithful heart…so that none of you may grow hardened by the deceit of sin.” 

Thankfully, before I made one of the worst decisions of my life, Jesus granted me the grace to flee and move back into the path of grace. I called out for mercy and the words of today’s Gospel became real and true to me: “Moved with pity, he stretched out his hand, touched the leper, and said to him, “I do will it. Be made clean.” Less than five months later, God brought the man He wanted for me into my life. 

We all have our own stories. We all have our own winding paths that go up and down and side to side. We have all sinned. And God wills each of us to be made clean. We simply have to ask for His forgiveness. His unfathomable love reaches out to us wherever we find ourselves. May we allow ourselves to be lifted up by His outstretched hand and cleansed by His love today.  

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En este día, hace muchos años, mi esposo vino a este mundo. A unas 4.000 millas de distancia, en un país diferente, hablando un idioma diferente, con un color de piel y ojos diferente y siendo criado en una cultura diferente, pero creado para ser mi compañero. Los caminos de Dios son misteriosos y a veces se demoran mucho, pero siempre son TAN BUENOS. En nuestras imaginaciones más locas, ni mi esposo ni yo hubiéramos pensado que sería posible conocernos. La logística claramente no estaba a nuestro favor y ambos habíamos estado buscándonos el uno al otro durante más de una década. El tiempo y el espacio estaban en nuestra contra, pero Dios puede hacer incluso lo que parece imposible y nos lo mostró de una forma poderosa.

Mientras estaba discerniendo mi vocación durante mis primeros años de adultez, comencé como una consagrada laica estudiando Teología y Filosofía y haciendo trabajo misionero. En el transcurso de estos tres años y medio, los cuales pasé en México, aprendí a hablar español con fluidez. Cuando discerní que ese no era mi llamado de toda la vida, entendí simultáneamente que Dios me estaba llamando al matrimonio. Sin embargo, tenía muy claro que mi vocación no solo era a un cierto estado civil, sino más bien era estar con una persona en particular. Una vez que finalmente lo conocí, ¡tenía sentido por qué Dios hizo que aprendiera español primero!

Desafortunadamente, mientras lo esperaba, pasé por un período de desesperación inquieta, preguntándome por qué estaba demorando tanto. Comencé a tomar las cosas en mis propias manos, buscándolo por doquier, saliendo con cualquier joven que estuviera dispuesto a coquetear conmigo, aunque sabía en mi corazón que eso no me llevaría al altar. La primera lectura de hoy advierte contra esta conducta: “Procuren, hermanos, que ninguno de ustedes tenga un corazón malo… para que ninguno de ustedes, seducido por el pecado, endurezca su corazón”.

Gracias a Dios, antes de tomar una de las peores decisiones de mi vida, Jesús me concedió la gracia de huir y regresar al camino de la gracia. Le supliqué Su misericordia y las palabras del Evangelio de hoy se hicieron reales y verdaderas para mí: “Jesús se compadeció de él, y extendiendo la mano, lo tocó y le dijo: ‘¡Sí quiero: sana!’” Menos de cinco meses después, Dios trajo al hombre que Él quería para mí a mi vida.

Todos tenemos nuestras propias historias. Todos tenemos nuestros propios caminos serpenteantes que suben y bajan y van de un lado a otro. Todos hemos pecado. Y Dios quiere que cada uno de nosotros quede limpio. Simplemente tenemos que pedirle perdón. Su amor insondable nos alcanza dondequiera que nos encontremos. Permitámonos ser levantados por Su mano extendida y purificados por Su amor hoy.

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Tami Urcia is a midwestern gal from a large Catholic family. As a young adulthood she was a missionary in Mexico, where she studied theology and philosophy. After returning stateside bilingual, she gained a variety of work experience, traveled extensively and finished her Bachelor’s Degree at Brescia University. She loves organizing and simplifying things, watching her children play sports, deep conversations with close family and friends and finding unique ways to brighten others’ day with Christ’s love. She works full time at Diocesan in the Software Department and manages the Inspiration Daily reflections. She also is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net.

Feature Image Credit: Amin Moshrefi, https://unsplash.com/photos/a-person-holding-their-hand-out-in-the-air-tESkrM-PR6A

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Ripples in a Pond / Ondas en el laguito

There is something captivating about tossing stones into a pond or lake. Maybe it is the disappearance of the stone as it plops into the water, perhaps it’s the splash. If there are siblings or friends involved, often a contest quickly develops for who can throw their stone furthest or get the most skips on the surface. No matter what the game or number of players, the ripples in the water dance and spread out in wider circles. Even a single stone can create many ripples that disturb the surface of the water.

In today’s Gospel, we can see in action the ever widening circle of Jesus’ effect in Capernaum and Galilee. First, Jesus heals Simon’s mother-in-law. It is personal and intimate. One of Jesus’ closest disciples had a family member in need. But no stone enters the water without a rippling effect. By the evening, Jesus was healing many who were sick and in need. The following day, even though Jesus had gone off on his own to pray, the disciples still sought Him out. Together, they continued on to the different towns and villages throughout Galilee. Ripples upon ripples. 

Jesus was one person. He is God, so of course He was able to do anything. But He came to us as a defined human who still had to eat and sleep. He was one stone, splashing through the surface of the water. One stone, however, that is still creating new ripples and patterns in our lives today. 

Jesus fundamentally changed the reality of humanity when he entered the world. His Incarnation, time on earth, and culminating in his Passion, death and Resurrection, restored humanity to right relationship with God. We are able to enter heaven because of Jesus. We are able to call God Father, to communicate intimately with Him in prayer, because of Jesus. We are able to receive the Gifts and Fruits of the Holy Spirit because of Jesus. 

Just as a lake or pond changes when a stone is thrown in, the whole world changed when Jesus came into it. When we allow Him to enter our lives, we too, are fundamentally changed. And when we let Him move and work through us, we become another stone whose ripples can continue spreading out into the world around us. 

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Hay algo fascinante en lanzar piedras a un estanque o lago. Tal vez sea que la piedra se desaparece al caer al agua, tal vez sea ver cómo salpica el agua. Si hay hermanos o amigos presentes, casi siempre se desarrolla rápidamente una competencia para ver quién puede lanzar su piedra más lejos o hacer que salte más en la superficie. No importa cuál sea el juego o el número de jugadores, las ondas en el agua bailan y se extienden en círculos más amplios. Incluso una sola piedra puede crear muchas ondas que alteren la superficie del agua.

En el Evangelio de hoy, podemos ver en acción el círculo cada vez más amplio del efecto de Jesús en Capernaúm y Galilea. Primero, Jesús sana a la suegra de Simón. Es personal e íntimo. Uno de los discípulos más cercanos de Jesús tenía un familiar necesitado. Pero ninguna piedra entra al agua sin un efecto dominó. Al atardecer, Jesús estaba sanando a muchos que estaban enfermos y necesitados. Al día siguiente, aunque Jesús se había apartado para orar a solas, los discípulos lo seguían buscando. Juntos, continuaron su camino por los diferentes pueblos y aldeas de Galilea. Ondas sobre ondas.

Jesús era una sola persona. Es Dios, así que, por supuesto, podía hacer cualquier cosa. Pero vino a nosotros como un ser humano definido que todavía tenía que comer y dormir. Era una piedra que chapoteaba en la superficie del agua. Una piedra, sin embargo, que sigue creando nuevas ondas y patrones en nuestras vidas hoy.

Jesús cambió fundamentalmente la realidad de la humanidad cuando entró en el mundo. Su encarnación y Su tiempo en la tierra, lo cual se culminó con Su pasión, muerte y resurrección, restauraron a la humanidad a una relación correcta con Dios. Podemos entrar al cielo gracias a Jesús. Podemos llamar a Dios Padre y comunicarnos íntimamente con Él en la oración, gracias a Jesús. Podemos recibir los dones y frutos del Espíritu Santo gracias a Jesús.

Así como un lago o estanque cambia cuando se arroja una piedra, el mundo entero cambió cuando Jesús entró en él. Cuando le permitimos entrar en nuestra vida, nosotros también cambiamos radicalmente. Y cuando le permitimos actuar y trabajar a través de nosotros, nos convertimos en otra piedra cuyas ondas pueden seguir extendiéndose al mundo que nos rodea.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

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Granting God Complete Authority

Who or what has authority over your life? Is it your job, your schedule, maybe the demands of parenting? Is it something more subtle such as negative thoughts, past wounds, or future ambitions? In today’s Gospel, the One with authority approaches and acts only as the Holy One of God can.

In today’s Gospel, Jesus rebukes the team of tormentors and casts them out. In turn, faith grows. What if God was inviting you today to let Him have authority over your life? Perhaps today the Holy One of God is asking to be the Lord over your life. What might that look like?

This may sound extreme. Why would any free thinker of the modern era give somebody authority over his or her life? Truly, there is no greater joy than a life in Christ. To whom shall we go if not Jesus (Jn 6:68)? Who else can command our inner demons to flee and free us from the burdens we so desperately want to lay down? Even more, who is so loving as to lay down His own life for his friends (John 15:13)? Only Jesus. 

That is why we ought to give Jesus authority, but how? Letting Jesus have authority over our lives means trusting Him with everything, and I mean EVERYTHING. Take note of your thoughts and attitudes. Are you entrusting your fertility to Jesus? What about that monthly budget, or those adult children who are not practicing their faith? Are you clinging to worries? Giving Jesus authority means placing all concerns, hopes, and failures into his hands, then praying for the grace to do your part. Remember and believe His words when He says, “Even the hairs on your head have all been counted. Do not be afraid. You are worth far more than any number of sparrows” (Luke 12:7). Let those words penetrate, “you are worth far more than any number of sparrows.”

We don’t know if the demoniac was in the synagogue seeking healing or destruction. However, we do know by his witness that not letting Jesus be the author of our life is tragic. It leads to despair, anxiety, and isolation. Imagine the peace and stunning joy at the realization that he was free from all the torment he had endured. 

Although you’re most likely not experiencing what that man did, Jesus wants to free you from all that chains you down. I invite you to let him free you from all the burdens. Let him give you peace that comes with his yoke. Let him be the loving God he wants to be for you. 

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¿Quién o qué tiene autoridad sobre tu vida? ¿Tu trabajo, tu horario, tal vez las exigencias de ser padre de familia? ¿O es algo más sutil como pensamientos negativos, heridas del pasado o ambiciones para el futuro? En el Evangelio de hoy, el que tiene autoridad se acerca y actúa como sólo el Santo de Dios puede.

En el Evangelio de hoy, Jesús reprende al equipo de torturadores y los expulsa. A su vez, la fe crece. ¿Qué pasaría si Dios te estuviera invitando hoy a permitirle tener autoridad sobre tu vida? Tal vez hoy el Santo de Dios te esté pidiendo ser el Señor de tu vida. ¿Cómo sería eso?

Esto puede sonar extremo. ¿Por qué cualquier librepensador de la era moderna le daría a alguien autoridad sobre su vida? En verdad, no hay mayor alegría que una vida en Cristo. ¿A quién iremos sino a Jesús (Jn 6,68)? ¿Quién más puede ordenar a nuestros demonios internos que huyan y liberarnos de las cargas que tan desesperadamente queremos dejar? Más aún, ¿quién es tan amoroso como para dar su vida por sus amigos (Juan 15,13)? Sólo Jesús.

Por eso debemos darle autoridad a Jesús, pero ¿cómo? Dejar que Jesús tenga autoridad sobre nuestras vidas significa confiarle todo, y me refiero a TODO. Presta atención a tus pensamientos y actitudes. ¿Estás confiando tu fertilidad a Jesús? ¿Qué pasa con ese presupuesto mensual, o esos hijos adultos que no están practicando su fe? ¿Estás aferrado a las preocupaciones? Darle autoridad a Jesús significa poner todas las preocupaciones, esperanzas y fracasos en Sus manos, y luego pedir la gracia para hacer de tu parte. Recuerda y cree en sus palabras cuando dice: “Hasta los cabellos de tu cabeza están todos contados. No tengas miedo. Vales mucho más que cualquier número de gorriones” (Lucas 12,7). Deja que esas palabras penetren en ti: “Vales mucho más que cualquier número de gorriones”.

No sabemos si el endemoniado estaba en la sinagoga buscando sanación o destrucción. Sin embargo, sabemos por su testimonio que no dejar que Jesús sea el autor de la vida es trágico. Nos lleva a la desesperación, la ansiedad y el aislamiento. Imagina la paz y la alegría deslumbrante que sintió al darse cuenta de que estaba libre de todo el tormento que había soportado.

Aunque es probable que no estés experimentando lo mismo que ese hombre, Jesús quiere liberarte de todo lo que te encadena. Te invito a que le dejes liberarte de todas las cargas. Deja que te dé la paz que viene con su yugo. Deja que sea el Dios amoroso que quiere ser para ti.

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Former NPS Park Ranger, Catholic educator, and Youth Minister, Melissa Lucca now spends her days evangelizing family and neighbors as a stay-at-home mom. She holds an MA in Theology from the Augustine Institute and pursues personal study in her spare time. Melissa loves Ignatian Spirituality, Mother Mary, and rock climbing. If you don’t hear her and her kiddo laughing at home, then they are probably out on an adventure!

Feature Image Credit: Duccio di Buoninsegna, en.wikipedia.org/wiki/File:Duccio_-_The_Temptation_on_the_Mount.jpg

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Saying Yes to God
Decirle sí a Dios

During his Angelus address on Aug 15th of last year, Pope Francis said that Mary did not consider the news of her role as Holy Mother a privilege. Rather, it was the beginning of her mission to announce joy to others as she rushed to see her cousin Elizabeth. He added that we shouldn’t see Mary as a “motionless statue” but rather as “our hardworking companion”. It’s a more earthy view of Mary, but perhaps those who have already discovered their vocations can relate – once they are sure of their path, they are eager to fulfill it.

In today’s Gospel, Jesus proclaims, “This is the time of fulfillment. The Kingdom of God is at hand. Repent, and believe in the Gospel.” He then goes out to gather Simon, Andrew, James and John, to make them followers of Christ and fishers of men. They receive their missions and like Mary, they too, say yes. They left their fishermen’s nets and followed after Jesus. 

It seems so effortless for Mary and the Apostles. They gave up the life they knew and then lived it for Jesus. Skeptics might say that Jesus chose the correct people for these vocations, that he picked ones he knew would be willing. When actually, Jesus comes to all of us and asks, “Will you follow me?” And we are all given the opportunity to say yes to Him.

Today’s reading reflects that: “And again, when he leads the first born into the world, he says:

Let all the angels of God worship him.” God’s plan is for all the angels and us creatures to worship His Son, to follow Him and to fulfill our mission. We are to live for Him.

Many of us are still reluctant to accept such a task. We often feel very insignificant and ordinary. In fact, we are very small in comparison to Jesus, but when He calls, we should follow. When it’s done with no questions asked, that’s conviction! The closer we get to Jesus, the easier that acceptance will become. We can’t accept such a plan by our own strength but by grace. God’s grace can give us the courage to go beyond what is humanly possible. 

We can look to today’s saint, St. Hilary, for inspiration as he showed great fidelity to Jesus and His Church. His boldness for the faith led detractors to call him the “disturber of the peace” and they then demanded his exile. This “troublemaker” saint was one of the first theologians, as he defended the divinity of Christ against Arianism. With his fervent help, Christianity reigned once again. That was the result of his yes. Imagine what yours could be…

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Durante su discurso del Ángelus del 15 de agosto del año pasado, el Papa Francisco dijo que María no consideró la noticia de su papel como Santa Madre un privilegio. Más bien, fue el comienzo de su misión de anunciar la alegría a los demás mientras se apresuraba a ver a su prima Isabel. Añadió que no deberíamos ver a María como una “estatua inmóvil”, sino como “nuestra compañera trabajadora”. Es una visión más terrenal de María, pero tal vez quienes ya han descubierto su vocación puedan identificarse con ella: una vez que están seguros de su camino, están ansiosos por cumplirlo.

En el Evangelio de hoy, Jesús proclama: “Se ha cumplido el tiempo y el Reino de Dios ya está cerca. Arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Luego sale a reunir a Simón, Andrés, Santiago y Juan, para hacerlos seguidores de Cristo y pescadores de hombres. Reciben sus misiones y, como María, ellos también dicen que sí. Dejaron sus redes de pescadores y siguieron a Jesús.

Parece tan fácil para María y los Apóstoles. Ellos renunciaron a la vida que conocían y luego la vivieron para Jesús. Los escépticos podrían decir que Jesús eligió a las personas correctas para estas vocaciones, que eligió a los que ya sabía que estarían dispuestos. Cuando en realidad, Jesús viene a todos nosotros y nos dice: “Ven y siganme.” Y a todos se nos da la oportunidad de decirle que sí.

La lectura de hoy refleja eso: “Además, en otro pasaje, cuando introduce en el mundo a su primogénito, dice: Adórenlo todos los ángeles de Dios”. El plan de Dios es que todos los ángeles y nosotros, las criaturas, adoremos a Su Hijo, lo sigamos y cumplamos nuestra misión. Debemos vivir para Él.

Muchos de nosotros todavía somos reticentes a aceptar tal tarea. A menudo nos sentimos muy insignificantes y ordinarios. De hecho, somos muy pequeños en comparación con Jesús, pero cuando Él llama, debemos seguirlo. Cuando se hace sin hacer preguntas, ¡eso es convicción! Mientras más nos acercamos a Jesús, más fácil será esa aceptación. No podemos aceptar tal plan con nuestras propias fuerzas, sino por gracia. La gracia de Dios puede darnos el valor de ir más allá de lo humanamente posible.

Podemos ser inspirados por el santo de hoy, san Hilario, que mostró una gran fidelidad a Jesús y a su Iglesia. Su audacia por la fe llevó a sus detractores a llamarlo el “perturbador de la paz” y luego exigieron su exilio. Este santo “alborotador” fue uno de los primeros teólogos, ya que defendió la divinidad de Cristo contra el arrianismo. Con su ferviente ayuda, el cristianismo reinó una vez más. Ese fue el resultado de su sí. Imagínate cuál podría ser el tuyo…

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Christine Arata is a San Francisco, California native. She lives a few blocks away from the ocean and a park. She finds nature inspiring. Her cat brings her comfort. She loves being creative not only with her writing but with almost everything, including her home cooking. Her studies in the Catholic faith are ongoing. In 2019, when she discovered St. Hildegard of Bingen was underrepresented by Catholics, she found a purpose. Her latest website, St. Hildegard’s Wisdom features blog posts about all of that: https://sthildegardswisdom.com.

Feature Image Credit: Harry Piqué, https://unsplash.com/photos/man-knitting-blue-fishing-net-7vbBndZqCLI

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Change / El Cambio

Doesn’t it seem like every time you find a good doctor that you really like, they move? Or every time you get into a smooth, steady routine, something happens to throw it off balance? Or once you find that perfect pair of pants that fit you like a glove you either gain or lose weight and they no longer fit well? It seems like our lives are in a permanent state of flux, never constant, always changing. Yet we don’t like that word do we? Change. A friend of mine once received as a gift a large cup that had every single one of its synonyms written on it. He had noticed that time and time again people would cringe when he mentioned change, so he avoided saying it at all costs.  

What is it about change that hits us at our core? Why do we so often flee from it, running instead toward what is inside our comfort zone, what is known and familiar? Part of it has to do with our tendency to sin and part of it our fear of the unknown. If I do something I have never done before, how will it make me feel? Will I get hurt? Will it make me sad? Or on the flip side, will I experience an unfathomable freedom and joy? 

Have you ever thought about what a tremendous change Andrew and the other men experienced as they were called to discipleship in today’s Gospel? There is no verbal response, no drama, and no second thoughts. It simply says: “At once they left their nets and followed him.” And again, “immediately they left their boat and their father and followed him.” Can you imagine what being in Jesus’ presence must have been like, so that just a few words of invitation were all they needed to leave everything they knew and loved, their livelihood and even their families? Now that is a huge amount of change!

Yet all of us are given the free will to make choices in our lives that can also impact us and others in a monumental way. We can choose charity instead of gossip to improve the atmosphere of our workplace. We can choose to control our temper when our children are bothering each other (yet again), to give them a Christ-like example of patience within our families. We can choose gratitude instead of complaining when things don’t go our way, to help create a more positive parish. We can choose to serve in a ministry we don’t think we have time for to allow the light of Christ to shine through us and brighten the lives of those in our communities. 

Lord, show us which areas in our lives you are calling us to make a positive change. Grant us the strength we need to overcome our weaknesses and the courage we need to overcome our fears. Increase our faith to truly believe that your grace is enough for us. Amen. 

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¿No te parece que cada vez que encuentras un buen médico que realmente te gusta, se mudan a otro lugar? ¿O cada vez que entras en una rutina tranquila y estable, algo sucede que la desequilibra? ¿O una vez que encuentras ese par de pantalones que te queda perfecto, subes o bajas de peso y ya no te queda bien? Parece que nuestras vidas están en un estado de flujo permanente, nunca constante, siempre cambiante. Sin embargo, no nos gusta esa palabra, ¿verdad? Cambio. Un amigo mío una vez recibió como regalo una taza grande que tenía escritos todos sus sinónimos posibles. Había notado que una y otra vez que a la gente le daba escalofrío cuando mencionaba el cambio, por lo que evitaba decirlo a toda costa.

¿Qué es lo que nos afecta en lo más profundo del cambio? ¿Por qué tan a menudo huimos de él, corriendo hacia lo que está dentro de nuestra zona de confort, lo conocido y familiar? Parte de ello tiene que ver con nuestra tendencia a pecar y parte con el miedo que tenemos a lo desconocido. Si hago algo que nunca he hecho antes, ¿cómo me sentiré? ¿Me lastimaré? ¿Me pondrá triste? ¿O, por el contrario, experimentaré una libertad y una alegría insondables?

¿Alguna vez has pensado en el tremendo cambio que experimentaron Andrés y los otros hombres cuando fueron llamados al discipulado en el Evangelio de hoy? No dieron ninguna respuesta verbal, no hubo drama ni dudas. Simplemente dice: “Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.” Y nuevamente, “Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.” ¿Puedes imaginar cómo debe haber sido estar en presencia de Jesús, de modo que tan solo unas pocas palabras de invitación fueron todo lo que necesitaron para dejar todo lo que conocían y amaban, su sustento e incluso sus familias? ¡Eso sí que es un gran cambio!

Sin embargo, a todos se nos da el libre albedrío para tomar decisiones en nuestras vidas que también pueden afectarnos a nosotros y a los demás de una manera monumental. Podemos elegir la caridad en lugar de los chismes para mejorar el ambiente de nuestro lugar de trabajo. Podemos elegir controlar el enojo cuando nuestros hijos se molestan entre sí (una vez más), para darles un ejemplo de paciencia como el de Cristo dentro de nuestras familias. Podemos elegir la gratitud en lugar de quejarnos cuando las cosas no salen como queremos, para ayudar a crear una parroquia más positiva. Podemos elegir servir en un ministerio aunque creemos que no tenemos tiempo, para permitir que la luz de Cristo brille a través de nosotros e ilumine las vidas de quienes forman parte de nuestras comunidades.

Señor, muéstranos en cuales áreas de nuestra vida nos estás llamando a hacer un cambio positivo. Concédenos la fuerza que necesitamos para superar las debilidades y el valor que necesitamos para superar los miedos. Aumenta nuestra fe para creer verdaderamente que tu gracia es suficiente para nosotros. Amén.

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Feature Image Credit: Linus Nylund, https://unsplash.com/photos/water-ripple-Q5QspluNZmM

The Time is Now / Aquí y Ahora

Every morning, as I brush my teeth or make my bed, I say a personal litany which has developed over a period of time. My prayers include the petition, “Come again, Lord Jesus,” And when I think of what the return of Christ will entail for those who do not believe, it naturally leads to the fervent prayer, “Jesus, I trust in you!” The one prayer always leads to the other.

Today’s Mass readings are sobering, but hopeful. Humankind has been diagnosed by God with a life-threatening illness. It is bad news. Our sin, untreated, will lead us to eternal death. But then there is the Good News. In God’s great mercy, there is a remedy available to us! 

Jesus Christ is the Divine Physician who can save us from a diagnosis of a terminal spiritual illness. We would be wise to foster a deep and trusting relationship with our “Doctor,” so that we can be more totally convinced that His remedy will really heal us, especially when the treatment gets tough, and we are tempted to give up and do things our own way. 

When the Bible speaks about tribulation, the end of the world, and God’s judgment upon humanity, it is a wake-up call. It is a reality we may be reluctant to face, but the Church clearly tells us: “The message of the Last Judgment calls men to conversion while God is still giving them ‘the acceptable time, . . . the day of salvation.’ It inspires a holy fear of God and commits them to the justice of the Kingdom of God. It proclaims the ‘blessed hope’ of the Lord’s return…” (CCC, 1041).

The time to get serious about deep and life-changing conversion is now. And what joys are in store for us when we do, both in this world and especially in the next! I don’t know what the new heavens and the new earth will look like (but it sounds awesome!), and I don’t know what trials I, personally, will have to undergo before I come before the judgment seat of God, but I will try to cooperate with my Physician, so that I might be healed. The rest—the future, judgment, eternal outcome—I will leave in His loving and capable hands. 

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Todas las mañanas, mientras me cepillo los dientes o tiendo la cama, rezo una letanía personal que he ido desarrollando a lo largo del tiempo. Mis oraciones incluyen la petición: “Ven de nuevo, Señor Jesús”. Y cuando pienso en lo que el regreso de Cristo implicará para aquellos que no creen, naturalmente me lleva a la oración ferviente: “¡Jesús, en ti confío!” Una oración siempre lleva a la otra.

Las lecturas de la Misa de hoy son sombrías, pero esperanzadoras. Dios ha diagnosticado a la humanidad una enfermedad que amenaza su vida. Es una mala noticia. Nuestro pecado, si perdura sin tratamiento, nos llevará a la muerte eterna. Pero luego viene la Buena Noticia: ¡En la gran misericordia de Dios, hay un remedio disponible para nosotros!

Jesucristo es el Médico Divino que puede salvarnos del diagnóstico de una enfermedad espiritual terminal. Sería prudente que fomentemos una relación profunda y de confianza con nuestro “Médico”, para que podamos estar más convencidos de que su remedio realmente nos curará, especialmente cuando el tratamiento se vuelve difícil y nos sentimos tentados a rendirnos y hacer las cosas a nuestra manera.

Cuando la Biblia habla de la tribulación, el fin del mundo y el juicio de Dios sobre la humanidad, es una llamada de atención. Es una realidad que tal vez nos resistamos a afrontar, pero la Iglesia nos dice claramente: “El mensaje del Juicio final llama a la conversión mientras Dios da a los hombres todavía ‘el tiempo favorable, el tiempo de salvación’. Inspira el santo temor de Dios. Compromete para la justicia del Reino de Dios. Anuncia la ‘bienaventurada esperanza’ de la vuelta del Señor…” (CIC, 1041).

Ahora es el momento de tomar en serio una conversión profunda que cambie nuestra vida. ¡Y qué alegrías nos esperan cuando lo hagamos, tanto en este mundo como, especialmente, en el próximo! No sé cómo serán los nuevos cielos y la nueva tierra (¡pero suena maravilloso!), y no sé qué pruebas tendré que atravesar yo personalmente antes de comparecer ante el tribunal de Dios, pero trataré de cooperar con mi Médico para poder sanarme. El resto —el futuro, el juicio, el resultado eterno— lo dejaré en Sus manos amorosas y capaces.

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A lover of Jesus Christ, a wife, and a mother of five, Christine is the author of Everyday Heroism: 28 Daily Reflections on the Little Way of Motherhood. She is a graduate of Franciscan University, an instructor for the Institute for Excellence in Writing, and an experienced catechist. Thrilled to have recently become grandparents, she and her husband currently live in Upstate, NY. Visit her author webpage at christinehanus.com

Feature Image Credit: Aron Visuals, unsplash.com/photos/selective-focus-photo-of-brown-and-blue-hourglass-on-stones-BXOXnQ26B7o

Who Wins in the End? / ¿Quién Gana al Final?

Happy Thanksgiving! I would like to start by asking you to read today’s Gospel from Luke 21:20-28. If you are a regular Bible reader, this might be a passage that you would like to skip over. Why? Because, after you read it you may say something like, “GULP! Don’t blame me, I’m just the messenger.”

If you read it very carefully, you might say to yourself, “Boy, this sounds familiar.” And it is. Perhaps you have noticed that Mother Nature is raising havoc all over the world. Perhaps more than any other time in our lives. During Jesus’ time on earth there were famines and wars. Fast forward to today and guess what? There are still famines and wars. There’s also a lot of darkness going on in the area of trying to change oneself into another gender and the enormous amount of babies that are dying in the womb. 

The Scripture passage above is full of gloom and doom, but did you know that if something big is coming the Lord will let his people know? For example, before the destruction of Jerusalem in the year 70, God let his people know so the Christians could evacuate before it happened.

So how can we make good after all the destruction that the Lord says is coming? You know who wins in the end, don’t you? Based on that we can find the good. This is a time of purification. It can come in many ways, tailored to you and tailored to me. 

I believe that this is a time when we should take a good look at forgiveness. We can start with the Our Father and review what it says: “Forgive us our trespasses as we forgive those who trespass against us.” Read that again. We are asking the Lord to forgive us and he will if we forgive others. Whoa! I never really read it that way. Jesus also said you cannot love Him and hate your neighbor. Something to reflect on…

So, where is the joy in all this? It’s found in the fact that Jesus Christ went through his passion and cross and rose again to save us from our sins. Thank you Jesus! If we are weak in our faith we need to ask the Lord for more faith and he will give it to us. Why? Because he wants all of God’s people to be with him forever and for that, we can be truly thankful! 

Serving with joy!

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¡Feliz Día de Acción de Gracias! Me gustaría comenzar pidiéndote que leas el Evangelio de hoy de Lucas 21,20-28. Si lees la Biblia con frecuencia, este podría ser un pasaje que te gustaría pasar por alto. ¿Por qué? Porque, después de leerlo, puedes decir algo como: “¡Qué miedo! No me eches la culpa, soy el mensajero nada más.”

Si lo lees con mucha atención, puedes decirte a ti mismo: “Vaya, esto me suena familiar”. Y lo es. Quizás hayas notado que la Madre Naturaleza está sembrando el caos por todo el mundo. Quizás más que en cualquier otro momento de nuestras vidas. Durante el tiempo de Jesús en la tierra hubo hambrunas y guerras. Avanzamos rápidamente hasta el día de hoy y ¿adivina qué? Todavía hay hambrunas y guerras. También hay mucha oscuridad en el área de intentar cambiarse a otro género y la enorme cantidad de bebés que mueren antes de nacer.

El pasaje de la Escritura mencionada arriba está lleno de pesimismo y fatalismo, pero ¿sabías que si algo grande está por venir, el Señor se lo hará saber a su pueblo? Por ejemplo, antes de la destrucción de Jerusalén en el año 70, Dios le hizo saber a su pueblo para que los cristianos pudieran evacuar antes de que sucediera.

Entonces, ¿cómo podemos ver el bien después de toda la destrucción que el Señor dice que viene? Sabes quién gana al final, ¿no? A base de eso podemos encontrar lo bueno. Estamos en un tiempo de purificación. Puede venir de muchas formas, individualizo para ti o para mi.

Creo que es buen momento para analizar a fondo el tema del perdón. Podemos comenzar con el Padrenuestro y revisar lo que dice: “Perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden”. Léelo de nuevo. Le estamos pidiendo al Señor que nos perdone y sí lo hará si perdonamos a los demás. ¡Guau! Nunca lo había leído de esa manera. Jesús también dijo que no puedes amarlo a Él y al mismo tiempo odiar al prójimo. Es algo para reflexionar…

Entonces, ¿dónde está la alegría en todo esto? Se encuentra en el hecho de que Jesucristo pasó por su pasión y cruz y resucitó para salvarnos de nuestros pecados. ¡Gracias Jesús! Si somos débiles en nuestra fe, debemos pedirle al Señor más fe y él nos la dará. ¿Por qué? ¡Porque él quiere que todo el pueblo de Dios esté con él para siempre y por eso podemos estar verdaderamente agradecidos!

¡Sirviendo con alegría!

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Deacon Dan Schneider is a retired general manager of industrial distributors. He and his wife Vicki have been married for over 50 years. They are the parents of eight children and thirty-one grandchildren. He has a degree in Family Life Education from Spring Arbor University. He was ordained a Permanent Deacon in 2002.  He has a passion for working with engaged and married couples and his main ministry has been preparing couples for marriage.

Featured Image Credit: Alex Shute, unsplash.com/photos/a-scrabble-type-block-spelling-out-the-word-forgiveness-b7QwXDDEwv8

Salesmen / Vendedores

Who is the better salesman: the devil or Jesus?

The devil promises all the things we want: good looks, prosperity, health, energy, friends, convenience, control, comfort, and a little comic relief. Our fallen nature is attracted to these things and draws back from things that are hard, that call us to give away part of ourselves or relinquish our sense of security. The world, the flesh, and the devil have immediate and almost irresistible ways to lure us off the narrow road with promises that cannot be kept.

The Lord keeps his promises without fail, but never conceals the cost of discipleship from his disciples. He tells us clearly that to gain eternal life, we must hate our lives in this world, take up our cross each day to follow him, and be willing to give up everything to have the pearl of great price. The Good News IS good, but its promise comes at a cost. It cost Jesus everything, and it costs each one of us. In today’s Gospel, Jesus even warns that his followers will be seized and persecuted, handed over by relatives and friends, hated, and even put to death; this is hardly good marketing!

But none of us likes the bait and switch. We don’t like to be lured into saying yes to something, only to find out we’ve been duped. We are willing to invest in things of lasting value, provided we have confidence that it will last.

So, while Jesus does not conceal the cost, He also holds out the glorious promise that only he can keep. He promises us the only thing of lasting value: eternal life and security and joy and love in a shining peaceful Kingdom that has no end. An eternity of bliss.

Today, let’s be determined to reject the devil’s temptations, which are always a bait and switch: we think we will have everything, and we end up with nothing. Let’s embrace all that Jesus promises, and ask for the grace to be willing to let go of everything in this world, so that we will be blessed to receive all that really matters – forever.

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¿Quién es el mejor vendedor: el diablo o Jesús?

El diablo promete todas las cosas que queremos: buena apariencia, prosperidad, salud, energía, amigos, conveniencia, control, comodidad y un poco de sentido de humor. Nuestra naturaleza caída se siente atraída por estas cosas y se aleja de las que son difíciles, que nos llaman a entregar parte de nosotros mismos o a renunciar a nuestro sentido de seguridad. El mundo, la carne y el diablo tienen formas inmediatas y casi irresistibles de apartarnos del camino angosto con promesas que no pueden cumplir.

El Señor cumple sus promesas sin falta, pero nunca oculta a sus discípulos el costo del discipulado. Nos dice claramente que para ganar la vida eterna, debemos odiar nuestras vidas en este mundo, tomar nuestra cruz cada día para seguirlo y estar dispuestos a renunciar a todo para tener la perla de gran precio. La Buena Nueva ES buena, pero su promesa tiene un costo. Le costó todo a Jesús, y nos cuesta a cada uno de nosotros. En el Evangelio de hoy, Jesús incluso advierte que sus seguidores serán apresados ​​y perseguidos, entregados por familiares y amigos, odiados e incluso condenados a muerte; ¡esto no es una buena estrategia de marketing!

Pero a ninguno de nosotros nos gustan las trampas. No nos gusta que nos engañen para que digamos que sí a algo y luego descubramos que nos han engañado. Estamos dispuestos a invertir en cosas de valor duradero, siempre y cuando tengamos la confianza que durarán.

Así que, aunque Jesús no oculta el costo, también nos ofrece la gloriosa promesa que solo él puede cumplir. Nos promete lo único que tiene valor duradero: vida eterna, seguridad, alegría y amor en un Reino resplandeciente y pacífico que no tiene fin. Una eternidad de felicidad.

Hoy, vamos a decidirnos a rechazar las tentaciones del diablo, que siempre son una trampa: pensamos que lo tendremos todo y terminamos sin nada. Abracemos todo lo que Jesús promete y pidamos la gracia de estar dispuestos a dejar ir todo en este mundo, para que seamos bendecidos y recibamos todo lo que realmente importa, para siempre.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and eleven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: cottonbro studio, www.pexels.com/photo/man-looking-at-a-gift-box-6116877/