A One-Way Road to His Heart / El Camino Directo a Su Corazón

I remember watching a skit that humorously demonstrated how our crosses were perfectly chosen by God for us. The skit made the point that if our crosses were cut down to a more “acceptable” size that wouldn’t be quite as burdensome, they would no longer be able to stretch across the chasm leading into heaven. They wouldn’t be the “bridge” which the crosses in our lives are meant to be. 

I have to confess that I’ve focused on crosses as those things which irk me, cause me to suffer, or bring me into situations that are unfair and from which I cannot escape (but wish I could!). We all know the things that we’d personally label “the crosses in my life.”

We learn from an early age to accept the cross and to unite ourselves to Jesus when the cross touches our lives. And although some of my crosses have been profoundly more difficult to endure than others, I have to admit, on the scale of world events where suffering is immense, my imagination of how the cross has touched my life can get a little over dramatic.

When the people who followed Jesus heard this invitation to take up their cross, they pictured something very different from the skit that I remember. It wasn’t humorous at all. They knew the person carrying the cross was on a one-way road to a humiliating and painful death. This is how Jesus loved us, and how we are called to love him in return. Jesus tells us that nothing should stand in the way of our love for him. Our love should take us on a one-way road to his heart!

It can be that family relationships support us in our love for Jesus and our walk of discipleship. If we need to make a choice, however, the choice should be clear. There are times when advancing our careers and our material possessions and our ambitions will be in line with the values of Jesus in the Gospel. When they are not, the choice we need to make should be clear. 

To prioritize Jesus is to categorically refuse to live in service of worldly desires so that we can freely choose to love in such a way that will lead us to live eternally in the love of Jesus Christ. Carrying the cross means a living adherence to Christ Jesus. Ask yourself today: “Jesus, what does this mean for you and for me?”

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Recuerdo haber visto una representación teatral que mostraba con sentido de humor cómo Dios eligió nuestras cruces a la perfección para nosotros. La representación teatral señalaba que si nuestras cruces se redujeran a un tamaño más “aceptable” que no resultara tan pesado, ya no podrían extenderse a través del abismo que conduce al cielo. No serían el “puente” que las cruces en nuestra vida deben ser.

Tengo que confesar que me he centrado en las cruces como las cosas que me irritan, me hacen sufrir o me llevan a situaciones que son injustas y de las que no puedo escapar (¡pero desearía poder hacerlo!). Todos sabemos cuales son las cosas que personalmente etiquetaríamos como “las cruces en mi vida”.

Aprendemos desde una edad temprana a aceptar la cruz y a unirnos a Jesús cuando la cruz toca nuestras vidas. Y aunque algunas de mis cruces han sido profundamente más difíciles de soportar que otras, tengo que admitir que, en la escala de los acontecimientos mundiales donde el sufrimiento es inmenso, mi imaginación de cómo la cruz ha tocado mi vida puede llegar a ser un poco dramática.

Cuando las personas que seguían a Jesús oyeron esta invitación a tomar su cruz, imaginaron algo muy diferente de la representación teatral que vi. No era nada gracioso. Sabían que la persona que llevaba la cruz se encontraba en un camino directo a una muerte humillante y dolorosa. Así es como Jesús nos amó, y así es como estamos llamados a amarlo a cambio. Jesús nos dice que nada debe interponerse en nuestro amor por él. ¡Nuestro amor debe llevarnos por un camino directo hacia su corazón!

Puede ser que las relaciones familiares nos apoyen en el amor por Jesús y en el camino del discipulado. Sin embargo, si tenemos que tomar una decisión, la decisión debe ser clara. Hay momentos en que avanzar en nuestras carreras, nuestras posesiones materiales y nuestras ambiciones estará en línea con los valores de Jesús en el Evangelio. Cuando no lo son, la decisión que debemos tomar debe ser clara.

Priorizar a Jesús es negarnos categóricamente a vivir al servicio de los deseos mundanos para poder elegir libremente amar de tal manera que nos lleve a vivir eternamente en el amor de Jesucristo. Llevar la cruz significa una adhesión viva a Jesucristo. Pregúntate hoy: “Jesús, ¿qué significa esto para ti y para mí?”

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
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Feature Image Credit: Titian, commons.wikimedia.org/wiki/File:Titian,_Christ_Carrying_the_Cross._Oil_on_canvas,_67_x_77_cm,_c._1565._Madrid,_Museo_Nacional_del_Prado.jpg

Jesus Is a Fire on This Earth / Jesús es Fuego en Esta Tierra

Most of us are afraid of fire, whether it be the fire that destructively burns on this earth, or the fire that burns eternally. In this passage, however, Jesus was not speaking about it in this way, but rather that which would require us to lose our very lives to save our soul. It is a living fire that leaps up to the glory of God, a consuming fire that melts all that resists his loving embrace. 

Christian life can often be reduced to good feelings, successful community gatherings, projects and programs, getting along, doing a kind deed or contributing time, talent, and treasure. Jesus himself defines Christian life in another way:

“I am fire! I wish to blaze across the earth, setting the whole world on fire with this love that burns in my most Sacred Heart! I don’t want anything or anyone to be lost! I will hand myself over to the cross and death, bitter humiliation, loneliness and loss if only this fire will push men and women beyond the limits they have set for themselves, the boundaries by which they protect their own interests. How I desire that they break out of the personal worlds of their own making, and step into the Kingdom revealed by my Father.”

We encounter this raging fire through those sudden insights, shifts in conversion, and overwhelming moments of wonder that surprise us. We know they are not our own. Something is happening to us. Someone is pouring fire into us. Augustine, in his famous words written in the Confessions, talks about one of these moments of his own: “You called, shouted, broke through my deafness; You flared, blazed, banished my blindness; You lavished Your fragrance, I gasped, and now I pant for You; I tasted You, and I hunger and thirst; You touched me, and I burned for Your peace.”

Each of us, in our own way, have had at least one of these experiences with divine Mystery that has ignited a fire within us. A powerful way to begin prayer is to return to these moments. To relive them. To reread them if we have journalled about the experience. To share with God what we appreciate about them. This is how Jesus continues to cast fire on the earth through our life and to call us out into the uncharted adventure of his blazing love. 

“Be who God meant you to be and you will set the world on fire” (St. Catherine of Siena).

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La mayoría de nosotros tenemos miedo del fuego, ya sea el fuego que arde destructivamente en esta tierra o el fuego que arde eternamente. En este pasaje, sin embargo, Jesús no estaba hablando de él de esta manera, sino más bien del que requeriría que perdiéramos la propia vida para salvar el alma. Es un fuego vivo que brinca hacia la gloria de Dios, un fuego consumidor que derrite todo lo que se resiste a su abrazo amoroso.

La vida cristiana a menudo se puede reducir a buenos sentimientos, reuniones comunitarias, proyectos y programas exitosos, llevarse bien, hacer una buena acción o contribuir con el tiempo, talento y tesoro. Jesús mismo define la vida cristiana de otra manera:

“¡Soy fuego! ¡Quiero arder por toda la tierra, prendiendo fuego al mundo entero con este amor que arde en mi Sagrado Corazón! ¡No quiero que nada ni nadie se pierda! Me entregaré a la cruz y a la muerte, a la amarga humillación, a la soledad y a la pérdida si solo este fuego empuja a los hombres y mujeres más allá de los límites que se han fijado, los límites con los que protegen sus propios intereses. Cómo deseo que ellos se liberen de los mundos personales que ellos mismos han creado y entren en el Reino revelado por mi Padre”.

Encontramos este fuego ardiente a través de esas repentinas percepciones, cambios en la conversión y momentos abrumadores de asombro que nos sorprenden. Sabemos que no son nuestros. Algo nos está sucediendo. Alguien está derramando fuego en nosotros. Agustín, en sus famosas palabras escritas en las Confesiones, habla de uno de estos momentos propios: “Me llamaste y clamaste, y quebraste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseo con ansia la paz que procede de ti.” 

Cada uno de nosotros, a nuestra manera, ha tenido al menos una de estas experiencias con el Misterio divino que ha encendido un fuego dentro de nosotros. Una forma poderosa de comenzar la oración es volver a estos momentos. Revivirlos. Releerlos si hemos escrito en un diario sobre la experiencia. Compartir con Dios lo que apreciamos de ellos. Así es como Jesús continúa arrojando fuego sobre la tierra a través de nuestra vida y nos llama a la aventura inexplorada de su amor ardiente.

“Sé quien Dios quiso que fueras y prenderás fuego al mundo” (Santa Catalina de Siena).

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Sr. Kathryn J. Hermes

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Feature Image Credit: Max Kukurudziak, unsplash.com/photos/orange-and-yellow-flame-illustration-fzfDRXUya-s

Am I Serving God? / ¿Estoy Sirviendo a Dios?

This Gospel passage hints at one question we should all be asking ourselves: Am I serving God? This question guided Pope Saint John Paul II, as can be seen through his meditations and reflections handwritten in his personal diaries between 1962 and two hours before his death. (These are available in the book In God’s Hands: The Spiritual Diaries of Pope John Paul II.)

John Paul II was a pope of the Catholic Church, a powerful, influential statesman on the world scene, and a devout man who transformed lives and nations with his charisma. His diaries, however, reveal him to be first and foremost a selfless servant of God. For over forty years, from his bishopric in Krakow, to his election to the papacy, to his final years, this one question guided him: “Am I serving God?” 

In a diary note from 1981, the then Cardinal Wojtyla wrote this reflection after a theological discussion with other priests: “The word of the Lord. Do I love the word of God? Do I live by it? Do I serve it willingly? Help me, Lord, to live by your word… Do I serve the Holy Spirit that lives in the Church?”

Jesus personally approaches each of us as the way, the truth, and the life of humanity. Each of us has been given a role to play in the unfolding of the mystery of salvation. The most important question we can ask ourselves is this: “Am I serving God?” The radical discipleship required to follow Jesus will put us into situations that will help us recognize those areas where we aren’t yet serving God completely. Where we need conversion. Where we need hope. Where we need to give ourselves more wholly to love. 

Over and over Jesus calls. Again and again, we are given the capacity to respond. Jesus is, indeed, patient. Yet what he wants to give to us is so great that he will do everything possible to keep us from dilly-dallying along the way. He will prod our consciences and awaken us from our sleep. Today, identify the one question you will write at the top of every journal page. Allow God to ask you at the beginning of every day until your heart leaps up with a resounding “Yes! I will serve you with all that I am and all that I have!”

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Este pasaje del Evangelio sugiere una pregunta que todos deberíamos hacernos: ¿Estoy sirviendo a Dios? Esta pregunta guió al Papa San Juan Pablo II, como se puede ver a través de sus meditaciones y reflexiones escritas a mano en sus diarios personales entre 1962 y dos horas antes de su muerte. (Estos están disponibles en el libro En manos de Dios: Los diarios espirituales del Papa San Juan Pablo II.)

Juan Pablo II fue un papa de la Iglesia Católica, un estadista poderoso e influyente en la escena mundial y un hombre devoto que transformó vidas y naciones con su carisma. Sus diarios, sin embargo, revelan que fue, ante todo, un siervo desinteresado de Dios. Durante más de cuarenta años, desde su obispado en Cracovia, hasta su elección al papado, hasta sus últimos años, esta pregunta lo guió: “¿Estoy sirviendo a Dios?”

En una nota de su diario del 1981, el entonces Cardenal Wojtyla escribió esta reflexión después de una discusión teológica con otros sacerdotes: “La palabra del Señor. ¿Amo la palabra de Dios? ¿Vivo según ella? ¿La sirvo voluntariamente? Ayúdame, Señor, a vivir según tu palabra… ¿Sirvo al Espíritu Santo que vive en la Iglesia?”

Jesús se acerca personalmente a cada uno de nosotros como el camino, la verdad y la vida de la humanidad. A cada uno de nosotros se nos ha dado un papel que desempeñar en el desarrollo del misterio de la salvación. La pregunta más importante que podemos hacernos es esta: “¿Estoy sirviendo a Dios?” El discipulado radical que se requiere para seguir a Jesús nos pondrá en situaciones que nos ayudarán a reconocer aquellas áreas en las que todavía no estamos sirviendo a Dios completamente. Donde necesitamos conversión. Donde necesitamos esperanza. Donde necesitamos entregarnos más completamente al amor.

Una y otra vez Jesús llama. Una y otra vez, se nos da la capacidad de responder. Jesús es, de hecho, paciente. Sin embargo, lo que quiere darnos es tan grande que hará todo lo posible para evitar que nos demoremos en el camino. Va a picar nuestras conciencias y despertarnos del sueño. 

Hoy, identifica la pregunta que vas a escribir en la parte superior de cada página de tu diario. Permite que Dios te lo pregunte al inicio de cada día hasta que tu corazón salte con una entusiasta “¡Sí! ¡Te serviré con todo lo que soy y todo lo que tengo!”

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Feature Image Credit: Thomas J. O’Halloran, photographer, U.S. News & World Report magazine, commons.wikimedia.org/wiki/File:Pope_John_Paul_II_(1979).jpg

Risking Everything to Follow Jesus / Arriesgando Todo para Seguir a Jesús

Matthew was a finance guy. Not only did he extort money from his neighbors while collecting taxes, he also wrapped his whole life around the security money can bring. How many advertisements have you seen lately geared toward people considering retirement: Do you have enough money to survive after you retire? Maybe you need to invest? Buy gold or silver? Take out insurance?  Commercials and posts of this nature lead to a stabbing fear. All the what ifs begin to play on our imagination. 

If there is anything we humans cling to it’s security. We clutch at anything that seems dependable. We stock up on what promises to sustain us in the crises of our lives. We pour over the stock reports to see how much we have lost. We accumulate what we hope will keep us safe until we die. How much power do I need to protect my future? What will happen to me if I don’t have extra money to spend at leisure? What do I need to ensure my comfort?

Jesus invited Matthew to step out of the security he had been creating for himself into the divine world of risk. He brought him out of the tomb of self-protection into the sunlight of abandonment to divine providence. 

Hear these words of Jesus to Matthew as if they were said to you and do not be afraid: “Leave everything, Matthew, and come. Come follow me. I have no money to offer you. No absolute security to promise for your future. I have nothing but my immense love for you and for the world. I have nothing but my dream for your future in my Kingdom which I have secured for you. I have known you before the foundation of the world. [Say your own name], I will be enough for you. Enough forever. Come. Come follow me.”

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Matthew era un hombre de finanzas. No sólo extorsionó a sus vecinos mientras recaudaba impuestos, sino que también dedicó toda su vida a la seguridad que el dinero puede aportar. ¿Cuántos anuncios has visto últimamente dirigidos a las personas que están considerando jubilarse? ¿Tienes suficiente dinero para sobrevivir después de jubilarte? Quizás debes invertir, comprar oro o plata, o sacar una aseguranza, etc.  Los anuncios y publicaciones de este tipo provocan un miedo aterrador. Todos los “qué pasaría si” comienzan a jugar en nuestra imaginación.

Si hay algo a lo que los seres humanos nos aferramos es a la seguridad. Nos aferramos a cualquier cosa que parezca confiable. Nos abastecemos de lo que promete sostenernos en las crisis de nuestras vidas. Revisamos los informes bursátiles para ver cuánto hemos perdido. Acumulamos lo que esperamos que nos mantenga a salvo hasta que muramos. ¿Cuánta energía necesito para proteger mi futuro? ¿Qué me pasará si no tengo dinero extra para gastar como yo quisiera? ¿Qué necesito para garantizar mi comodidad?

Jesús invitó a Mateo a salir de la seguridad que había estado creando para sí mismo y entrar al mundo divino del riesgo. Lo sacó de la tumba de la autoprotección a la luz del sol del abandono a la divina providencia.

Escucha estas palabras de Jesús a Mateo como si te las dijeran a ti y no temas: “Déjalo todo, Mateo, y ven. Ven y sígueme. No tengo dinero para ofrecerte. No hay seguridad absoluta que prometer para tu futuro. No tengo nada más que mi inmenso amor por ti y por el mundo. No tengo más que mi sueño para tu futuro en mi Reino que te he asegurado. Te he conocido desde antes de la fundación del mundo. [Di tu propio nombre], seré suficiente para ti. Suficiente para siempre. Ven. Ven y sígueme.”

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Feature Image Credit: Bernardo Strozzi, https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Bernardo_Strozzi_-_Calling_of_St_Matthew.jpg

Blessed Are the Pure of Heart / Bienaventurados los Puros de Corazón

The heart is “the depths of one’s being, where the person decides for or against God” (CCC 368). In today’s Gospel passage, Jesus defines purity of heart by telling us what it is not. A pure heart is not a heart from which come thoughts and actions, attitudes and desires for “unchastity, theft, murder, adultery, greed, malice, deceit, licentiousness, envy, blasphemy, arrogance, and folly.”

The human heart is wracked by the distortions of concupiscence making it difficult at times to decide for God. Every one of us can testify to the struggles we undergo to be “pure of heart” and how difficult it is to keep our hearts clean when we are standing knee-deep in available options for satisfying our lower instincts. Certainly, we could think of the person struggling with an addiction to pornography or lust, but there is also the uncleanness of anger, of greed, of deceit, of envy, of arrogance. Who among us can boast about never having wrestled with these?

Here are some points of spiritual advice when our hearts struggle to put on the mind and heart of Christ:

  • Refuse to let ideas, memories, and images into your mind that lead you to thoughts and behaviors that are angry, lustful, envious, deceitful, and so on. Fill your mind and heart with what is true, good and beautiful through a careful choice of the media you use, how much time you spend on social media, and what you read and decide to look at.
  • Look for patterns and discover the one or two main ways in which you struggle with temptation. Focus your prayer and watchfulness on these.
  • Become intimately aware of the movements of your heart so you can meet an evil thought with a short prayer, for example, Lord Jesus, I love you… Jesus, mercy… Jesus.
  • Increase your love for Jesus through prayer, spiritual reading, and above all the sacraments. 

When St. Catherine of Siena had been beset with temptations against purity and had struggled for several days without a sense of Jesus being there to help her, she complained to him, “Lord, where were you when my heart was so tormented?” Jesus responded, “I was in the center of your heart.”

In this Gospel passage Jesus rejects the legalistic reduction of the virtue of purity to exterior cleansing and focuses on our heart because it is within us that the Trinity abides. “Whoever loves me will keep my word, and my Father will love him, and we will come to him and make our dwelling with him” (Jn 14:23). 

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El corazón es “lo más profundo del ser”…donde la persona se decide o no por Dios” (CIC 368). En el pasaje del Evangelio de hoy, Jesús define la pureza de corazón diciéndonos lo que no es. Un corazón puro no es un corazón del que surgen pensamientos y acciones, actitudes y deseos de “las fornicaciones, los robos, los homicidios, los adulterios, las codicias, las injusticias, los fraudes, el desenfreno, las envidias, la difamación, el orgullo y la frivolidad”.

El corazón humano está atormentado por las distorsiones de la concupiscencia, lo que hace que a veces sea difícil decidirse por Dios. Cada uno de nosotros puede dar testimonio de las luchas que afrontamos para ser “puros de corazón” y de lo difícil que es mantener nuestro corazón limpio cuando estamos sumergidos hasta las rodillas en las opciones disponibles para satisfacer nuestros instintos inferiores. Ciertamente, podríamos pensar en la persona que lucha contra la adicción a la pornografía o la lujuria, pero también está la impureza de la ira, de la avaricia, del engaño, de la envidia, de la arrogancia. ¿Alguno de nosotros podría presumir de no haber batallado nunca con ninguno de ellos?

Aquí hay algunos puntos de consejo espiritual cuando nuestros corazones luchan por revestirse de la mente y el corazón de Cristo:

  • No permitas que entren en tu mente ideas, recuerdos e imágenes que te lleven a pensamientos y comportamientos enojados, lujuriosos, envidiosos, engañosos, etc. Llena tu mente y tu corazón con lo que es verdadero, bueno y hermoso a través de una cuidadosa elección de los medios que utilizas, cuánto tiempo pasas en las redes sociales y qué lees y decides mirar.
  • Esté atento a tus tendencias y descubre una o dos formas principales en las que luchas contra la tentación. Enfoca tu oración y vigilancia en estas cosas.
  • Hazte íntimamente consciente de los movimientos de tu corazón para poder afrontar un mal pensamiento con una breve oración, por ejemplo, Señor Jesús, te amo… Jesús, ten misericordia… Jesús.
  • Aumenta tu amor por Jesús a través de la oración, la lectura espiritual y sobre todo los sacramentos.

Cuando Santa Catalina de Siena se vio acosada por tentaciones contra la pureza y luchó durante varios días sin sentir que Jesús estaba allí para ayudarla, se quejó con él: “Señor, ¿dónde estabas cuando mi corazón estaba tan atormentado?” Jesús respondió: “Yo estaba en el centro de tu corazón”.

En este pasaje del Evangelio Jesús rechaza la reducción legalista de la virtud de la pureza a la limpieza exterior y se centra en nuestro corazón porque es dentro de nosotros donde habita la Trinidad. “El que me ama guardará mi palabra, y mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada con él” (Jn 14,23).

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Feature Image Credit: Manuel Darío Fuentes Hernández, pixabay.com/photos/hands-water-wash-color-source-4903050/

We Belong to Each Other / Somos el Uno para el Otro

Every time I watch the altar server carrying the cross and leading the procession to the altar while the entrance hymn is sung, I feel slightly overwhelmed. We are being gathered together by Christ himself. It is something that is happening to us, given to us, being done through us. We are entering into the presence of Christ as into a new “dimension” which allows us to see the ultimate reality of life.

We are not gathering together like we gather at a meeting or a clubhouse or a restaurant. We are doing something more than going to this or that Mass in one parish or other at a time most convenient to us. We are answering a call to do what is most natural to the human creature: to adore. We are answering an invitation to keep our hearts lifted high. We are plunging into the new life of the Kingdom through liturgy and sacrament. We are approaching the altar, which is a sign that we have been given access to the heavenly sanctuary.

“Where two or three are gathered together in my name, there am I in the midst of them.”

In the Mass celebrated Sunday after Sunday, day after day, Jesus brings our personal reality into harmony with his own heart, his own truth, his own will. In the assembly, our voices and even our lives are more and more harmoniously united, as we become more and more like Jesus himself. That is why Jesus makes it clear that we are responsible for each other, that we are “brother and sister” to each other. If one member of the community gathered in Christ is having difficulty, or straying, or offending in some significant way, indifference or tolerance is not an acceptable response, since Jesus himself outlines in this passage a process for winning back our brother or sister to live their new life in Christ more deeply.

In the end, we do not belong to ourselves. We belong to Christ. We belong to each other. When we have answered the initiative of Christ who gathers us together, we grow more completely into one harmonious voice with him and with each other as we offer praise to the Father and intercede for the world.

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Cada vez que veo al monaguillo cargando la cruz y guiando la procesión hacia el altar mientras se canta el himno de entrada, me siento un poco abrumada. Estamos siendo reunidos por Cristo mismo. Es algo que nos está sucediendo, que se nos ha dado, que se hace a través de nosotros. Estamos entrando en la presencia de Cristo como en una nueva “dimensión” que nos permite ver la realidad última de la vida.No nos reunimos como para cualquier reunión en un club o en un restaurante. Estamos haciendo algo más que ir a tal o cual misa en una parroquia u otra a la hora que más nos convenga. Estamos respondiendo a un llamado a hacer lo que es más natural para la criatura humana: adorar. Estamos respondiendo a una invitación de elevar nuestros corazones. Nos sumergimos en la nueva vida del Reino a través de la liturgia y los sacramentos. Nos acercamos al altar, lo cual es señal de que se nos ha dado acceso al santuario celestial.

“Donde dos o tres se reúnen en mi nombre, ahí estoy yo en medio de ellos”.

En la Misa celebrada domingo tras domingo, día tras día, Jesús armoniza nuestra realidad personal con su propio corazón, su propia verdad, su propia voluntad. En la asamblea, nuestras voces e incluso nuestras vidas están cada vez más unidas armoniosamente, a medida que nos parecemos cada vez más al mismo Jesús. Por eso Jesús deja claro que somos responsables unos de otros, que somos “hermano y hermana” unos para otros. Si un miembro de la comunidad reunida en Cristo tiene dificultades, se desvía o ofende de alguna manera significativa, la indiferencia o la tolerancia no es una respuesta aceptable, ya que Jesús mismo describe en este pasaje un proceso para recuperar a nuestro hermano o hermana para vivir su nueva vida en Cristo más profundamente.

Al final, no nos pertenecemos a nosotros mismos. Pertenecemos a Cristo. Somos el uno para el otro. Cuando hemos respondido a la iniciativa de Cristo que nos reúne, crecemos más completamente en una voz armoniosa con él y entre nosotros mientras ofrecemos alabanzas al Padre e intercedemos por el mundo.

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Feature Image Credit: Felipe Balduino, pexels.com/photo/people-standing-inside-the-church-6134078/

Jesus, the Glory of the Human Race / Jesús, la Gloria de la Raza Humana

When you reach a certain age you worry about things like your legacy, what you have done with your life and what would have happened if you had made different choices. There is something inside us that even unconsciously compares the outcomes of our life’s achievements with those of others. Physically, financially, spiritually we wonder why we are deficient, why our life hasn’t been marked with “more”: more beauty, more strength, more wealth, more success, more holiness…. Always more. 

Hollywood and social media tickle this very human desire to be and to have more. It’s difficult to settle for being ordinary, unknown, insignificant, and not be a major player around whom everything revolves and on whom everything depends. As the years pass and we reach our senior years, this begins to feel a little desperate. We know instinctively that we are running out of time and opportunities to make “more” happen.

The people in Nazareth, the neighbors of Jesus’ mother who still remembered Joseph the carpenter every time they used something he had made for them, wanted more stardom in a prophet. Who does he think he is? We rub elbows with his mother at the village well. We know his family. They are our neighbors. They are just like us. They are no better than us. Who does this Jesus think he is?

Unknowingly, however, they were proclaiming the glory of the human race. God’s Son was born of a virgin, protected and raised by a foster-father who had a normal, everyday job. The Son of God is Emmanuel, God-with-us, God-in-our-midst, God who took flesh from a member of the human race, Mary, and who became a familiar presence as he grew up around the town of Nazareth. 

This Gospel passage proclaims the humble origins of the Messiah and the way in which he has “woven” himself, if we could say it that way, into our very humble human reality. We can be sure that as Jesus stands before his Father in heaven, interceding for us, he knows. He knows our reality from the inside out. He understands every bit of our sorrows and the full extent of our joys. He lifts us up into communion with God where we make our forever-home in the Trinity, where we will be eternally “of God” and “in God.” This is what Jesus was inviting his neighbors to join him in, but they wanted more. 

Jesus will seem to stumble into your very humble days. In ways that are far from magnificent, he will take up his home in you. As he does this, every day, listen to what he has to say. Let him tease your heart away from the earthly importance you seek, whatever it is, so that he can incorporate you into the glory of the divine life he wishes to share with you for all eternity. 

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Cuando llegas a cierta edad te preocupas por cosas como tu legado, lo que has hecho con tu vida y lo que hubiera pasado si hubieras tomado decisiones diferentes. Hay algo dentro de nosotros que, incluso inconscientemente, compara los resultados de los logros de nuestra vida con los de los demás. Físicamente, económicamente, espiritualmente nos preguntamos por qué somos deficientes, por qué nuestra vida no ha sido marcada con “más”: más belleza, más fuerza, más riqueza, más éxito, más santidad… Siempre más.

Hollywood y las redes sociales estimulan este deseo tan humano de ser y tener más. Es difícil conformarse con ser corriente, desconocido, insignificante y no ser un actor importante en torno al cual gira todo y del que todo depende. A medida que pasan los años y llegamos a la tercera edad, esto comienza a sentirse un poco desesperado. Sabemos instintivamente que se nos acaba el tiempo y nos quedan pocas oportunidades para hacer que suceda “más”.

La gente de Nazaret, los vecinos de la madre de Jesús que todavía recordaban a José el carpintero cada vez que usaban algo que él había hecho para ellos, querían más estrellato en un profeta. ¿Quién se cree que es? Nos encontramos con su madre en el pozo del pueblo. Conocemos a su familia. Son nuestros vecinos. Son como nosotros. No son mejores que nosotros. ¿Quién se cree que es este Jesús?

Sin embargo, sin saberlo, estaban proclamando la gloria de la raza humana. El Hijo de Dios nació de una virgen, protegido y criado por un padre adoptivo que tenía un trabajo normal y cotidiano. El Hijo de Dios es Emmanuel, Dios con nosotros, Dios en medio de nosotros, Dios que se encarnó de un miembro de la raza humana, María, y que se convirtió en una presencia familiar a medida que crecía en los alrededores de la ciudad de Nazaret.

Este pasaje del Evangelio proclama los humildes orígenes del Mesías y la forma en que él se ha “entretejido”, si así podemos decirlo, en nuestra humilde realidad humana. Podemos estar seguros de que cuando Jesús está ante su Padre en el cielo, intercediendo por nosotros, él lo sabe. Conoce nuestra realidad completa y profundamente. Comprende cada detalle de nuestras tristezas y el alcance total de nuestras alegrías. Nos eleva a la comunión con Dios, donde hacemos nuestro hogar para siempre en la Trinidad, donde seremos eternamente “de Dios” y “en Dios”. Jesús estaba invitando a sus vecinos a unirse a él en esto, pero ellos querían más.

Jesús entrará calladamente en tus días más humildes. De maneras que están lejos de ser magníficas, él establecerá su hogar en ti. Mientras hace esto, todos los días, escuche lo que tiene que decir. Deja que él aleje tu corazón de la importancia terrenal que buscas, sea cual sea, para poder incorporarte a la gloria de la vida divina que desea compartir contigo por toda la eternidad.

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
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How to Be Good Soil / Cómo Ser Tierra Fértil

Jesus is the divine Sower who sows the seed of his word in the community of followers that he calls apart from the world. The seed takes root in us when we hear the word of God. To hear, to really hear, to absolutely hear the voice of God and not the myriad other distracting voices that call out for our attention, we must do something that is very difficult. We must cultivate silence. 

Most retreatants discover that on the first day or so of a retreat, in the quiet of the retreat house with nothing to do except listen to God’s voice, that a thousand other voices—strident and loud—all of a sudden appear, clamoring for attention. Listening to those stories and letting them go can be an essential first step in creating the silent soil that is able to receive God’s Word. But we don’t need to be on a retreat to enter into this atmosphere of silent recollection. It is possible to spend a short period every day as a mini-retreat to cultivate the soil of our heart. 

We can start by disconnecting from social media and our phones. At first it may seem frightening to be cut off from the torrent of words and images that flood our media-saturated consciousness. We might feel nervous as we wait in silence for the work of the divine Sower. Our soul may feel fragmented and untilled and unprepared for the seed. In patience we will acquire the stillness that longs to receive the fullness of God’s Word. It is a spiritual art and discipline to be able to distinguish the harmony of God’s voice from the discord of worries, temptations, desires, and ambitions. This discernment comes precisely from the experience of entering into silence.

Pope Benedict XVI said, “‘Only in silence can the word of God find a home in us, as it did in Mary, woman of the word and, inseparably, woman of silence’ (Verbum Domini, n. 66). This principle — that without silence one does not hear, does not listen, does not receive a word — applies especially to personal prayer as well as to our liturgies: to facilitate authentic listening, they must also be rich in moments of silence and of non-verbal reception” (General Audience, March 7, 2012).

How does God desire you to open wide your heart in silence? Ask the Lord what practical steps he desires you to take to recover this contemplative dimension of life.

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Jesús es el Sembrador divino que siembra la semilla de su palabra en la comunidad de seguidores a los que llama aparte del mundo. La semilla echa raíces en nosotros cuando escuchamos la palabra de Dios. Para escuchar, para escuchar de verdad, para escuchar absolutamente la voz de Dios y no la miríada de otras voces que nos distraen y llaman nuestra atención, debemos hacer algo que es muy difícil. Debemos cultivar el silencio.

La mayoría de los participantes de los retiros descubren que en el primer día del retiro, en la tranquilidad de la casa de retiro, sin nada que hacer menos escuchar la voz de Dios, de repente aparecen mil otras voces, estridentes y fuertes, clamando por su atención. Escuchar esas historias y dejarlas pasar de la mente puede ser un primer paso esencial para crear tierra silenciosa que sea capaz de recibir la Palabra de Dios. Pero no es necesario estar de retiro para entrar en este ambiente de recogimiento silencioso. Es posible pasar unos momentos cada día como un mini retiro para cultivar la tierra de nuestro corazón.

Podemos empezar desconectándonos de las redes sociales y de nuestros teléfonos. Al principio puede parecer aterrador verte aislado del torrente de palabras e imágenes que inundan nuestra conciencia, que normalmente está saturada de medios de comunicación. Podríamos sentirnos nerviosos mientras esperamos en silencio la obra del divino Sembrador. Nuestra alma puede sentirse fragmentada, sin labrar y sin preparación para la semilla. Con paciencia adquiriremos la quietud que anhela recibir la plenitud de la Palabra de Dios. Es un arte y una disciplina espiritual poder distinguir la armonía de la voz de Dios de la discordia de las preocupaciones, las tentaciones, los deseos y las ambiciones. Este discernimiento proviene precisamente de la experiencia de entrar en el silencio.

El Papa Benedicto XVI dijo: “…sólo en [el silencio] la Palabra puede encontrar morada en nosotros, como ocurrió en María, mujer de la Palabra y del silencio inseparablemente» (Verbum Domini, n. 66). Este principio —que sin silencio no se oye, no se escucha, no se recibe una palabra— es válido sobre todo para la oración personal, pero también para nuestras liturgias: para facilitar una escucha auténtica, las liturgias deben tener también momentos de silencio y de acogida no verbal.” (Audiencia general, 7 de marzo de 2012).

¿Cómo desea Dios que abras de par en par tu corazón en el silencio? Pregúntale al Señor cuáles pasos prácticos desea que tomes para recuperar esta dimensión contemplativa de la vida.

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Sr. Kathryn J. Hermes

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Will You Come to Me? / ¿Vendrás a Mí?

“Come to me.” The words of a lover. Powerless words. Vulnerable words. The one who says them must wait upon the response of the one to whom they are addressed. “Will you come to me?” The loved one must answer “yes” or “no”. If they answer “yes” then the love of Jesus has triumphed and Jesus can open his heart completely to pour out the fullness of the life he shares with the Father. If the answer is “no” and the love is refused then the gift of love has met with a tragic end. 

Ultimately, the Father and the Son’s invitation to the world, inviting each person into their eternal loving and living and giving is, in fact, limited only by human refusal. As soon as we say our “Yes” to Jesus, we discover that the pressures that weigh on us from both the world and our own selves begin to fade away. We are let in on the “secret,” so to speak, of the mystery Jesus came to reveal to us. 

We begin to see how we receive all from the Father, every last thing that we are and have and accomplish. In Jesus we see the way to live in relation to the Father: in blessing and thanksgiving, in worship and wonder. We make the astounding discovery that the world truly has no power over us when we make our home in God.

Jesus invites you today and every day, in situations of joy and in pain, in laughter and in tears, in circumstances that demand outstanding courage and those that require a humble peace, “Come to me!” Jesus stands at the door of our hearts as a beggar, but—oh!—how much joy fills his heart when we reach out our hand to take his, to go with him wherever he leads.

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“Ven a mí.” Son las palabras impotentes y vulnerables de un amante. Quien las dice tiene que esperar la respuesta de aquel a quien van dirigidas. “¿Vendrás a mi?” El ser querido debe responder “sí” o “no”. Si responde “sí”, entonces el amor de Jesús ha triunfado y Jesús puede abrir su corazón completamente para derramar la plenitud de la vida que comparte con el Padre. Si la respuesta es “no” y se rechaza el amor, entonces el regalo del amor ha llegado a un final trágico.

En última instancia, la invitación del Padre y del Hijo al mundo, invitando a cada persona a amar, vivir y dar eternamente, está, de hecho, limitada únicamente por el rechazo humano. Tan pronto como damos nuestro “sí” a Jesús, descubrimos que las presiones que pesan sobre nosotros, tanto del mundo como de nosotros mismos, comienzan a desvanecerse. Se nos deja entrar en el “secreto”, por así decirlo, del misterio que Jesús vino a revelarnos.

Empezamos a ver cómo recibimos todo del Padre, hasta la última cosa que somos, tenemos y realizamos. En Jesús vemos la forma de vivir en relación con el Padre: en bendición y acción de gracias, en adoración y asombro. Hacemos el sorprendente descubrimiento de que el mundo realmente no tiene poder sobre nosotros cuando hacemos nuestro hogar en Dios.

Jesús te invita hoy y todos los días, en situaciones de alegría y de dolor, en la risa y en el llanto, en circunstancias que exigen una valentía excepcional y aquellas que requieren una paz humilde, “¡Ven a mí!” Jesús está a la puerta de nuestro corazón como un mendigo, pero ¡oh, cuánta alegría llena su corazón cuando extendemos nuestra mano para tomar la suya! para ir con él adondequiera que nos lleve.

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The Church Is a Divine Creation / La Iglesia es un Establecimiento Divino

There is something truly remarkable about this passage for our understanding of the Church. The episode recounted in this passage of the Gospel is situated right after Jesus’ admonishment that the Apostles should guard against the leaven, or the teaching, of the Pharisees and Sadducees. These religious leaders believed that they were the authority and could determine the criteria for what is true. Even though Truth himself stood before them—he who taught and healed and even raised the dead—it was not enough for them to bend their minds and hearts in humble submission. 

Directly after this passage, the apostle Peter takes the “authority” in his own hands. On his own cognition he decides to rebuke Jesus who declares that he will suffer in Jerusalem and be killed and on the third day be raised to life. Peter admonishes, “Never, Lord, never will this happen to you!”

In between these two exercises of personal authority, is this exquisite episode of Peter’s profession of faith and commission. In these verses, our faith can find rest with greater security, for it is clear that God himself chooses to communicate his truth and way and life, and he does so through human beings. 

“I say to you, you are Peter…Upon this rock I will build my Church…I will give you the keys to the Kingdom of heaven.”

Jesus himself is the authority by which Peter will guide the Church. Inasmuch as Peter is faithful to Christ and his teaching, the apostle’s teaching will be true and reliable. As soon as Peter begins to take matters into his own hands in rebuking Jesus, the text makes clear that Jesus remains the authority. 

The Church is a divine creation and a project of God’s love. Not only Peter, but all of us are responsible to the one authority, the One who is the Way, Truth, and Life. How easy it is to fool ourselves into believing that we know something, that we even know more than God himself.

Throughout the rest of Peter’s experiences with Jesus, as recorded in the Gospels, we discover a man with an immense love and a wavering faith, a man who is step-by-step being led into humble submission to Jesus in all things. In the Acts of the Apostles, we witness an apostle who allows himself to be led by Jesus in the first decisions the community of Jesus’ followers needed to make. 

In his first letter Peter urges us all: “All of you, clothe yourselves with humility in your dealings with one another, for: ‘God opposes the proud but bestows favor on the humble.’ “So humble yourselves under the mighty hand of God, that he may exalt you in due time” (1 Peter 5:5b-6).

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Hay algo verdaderamente notable en este pasaje para nuestra comprensión de la Iglesia. El episodio narrado en este pasaje del Evangelio se sitúa inmediatamente después de la amonestación de Jesús de que los Apóstoles debían guardarse de la levadura o enseñanza de los fariseos y saduceos. Estos líderes religiosos creían que eran la autoridad y podían determinar los criterios de lo que era la verdad. Aunque la Verdad misma estuvo ante ellos, el que enseñaba, sanaba e incluso resucitaba a los muertos, no fue suficiente para ellos doblegar sus mentes y corazones en humilde sumisión.

Inmediatamente después de este pasaje, el apóstol Pedro toma la “autoridad” en sus propias manos. Por su propio conocimiento decide reprender a Jesús quien declara que sufrirá en Jerusalén y será asesinado y al tercer día resucitará. Pedro advierte: “¡Nunca, Señor, nunca te sucederá esto!”

Entre estos dos ejercicios de autoridad personal, se encuentra este exquisito episodio de la profesión de fe y la comisión de Pedro. En estos versículos nuestra fe puede encontrar descanso con mayor seguridad, porque está claro que Dios mismo elige comunicar su verdad, su camino y su vida, y lo hace a través de los seres humanos.

“Te digo, tú eres Pedro… Sobre esta roca edificaré mi Iglesia… Te daré las llaves del Reino de los cielos”.

El mismo Jesús es la autoridad por la cual Pedro guiará a la Iglesia. En la medida en que Pedro sea fiel a Cristo y a sus enseñanzas, las enseñanzas del Apóstol serán verdaderas y confiables. Tan pronto como Pedro comienza a tomar las cosas en sus propias manos al reprender a Jesús, el pasaje deja claro que Jesús sigue siendo la autoridad.

La Iglesia es un establecimiento divino y un proyecto del amor de Dios. No sólo Pedro, sino todos nosotros somos responsables ante una única autoridad, Aquel que es el Camino, la Verdad y la Vida. Qué fácil es engañarnos haciéndonos creer que sabemos algo, que sabemos incluso más que Dios mismo.

A lo largo del resto de las experiencias de Pedro con Jesús, tal como se registran en los Evangelios, descubrimos a un hombre con un amor inmenso y una fe vacilante, un hombre que paso a paso es conducido a una humilde sumisión a Jesús en todas las cosas. En los Hechos de los Apóstoles somos testigos de un Apóstol que se deja guiar por Jesús en las primeras decisiones que debía tomar la comunidad de seguidores de Jesús.

En su primera carta, Pedro nos motiva a todos: “Vístanse todos de humildad en su trato unos con otros, porque: ‘Dios se opone a los soberbios pero concede favor a los humildes’. “Humíllense, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él los exalte a su debido tiempo” (1 Pedro 5,5b-6).

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Feature Image Credit: José Luiz Bernardes Ribeiro, commons.wikimedia.org/wiki/File:Christ_giving_the_Keys_of_Heaven_to_St._Peter_by_Peter_Paul_Rubens_-_Gem%C3%A4ldegalerie_-_Berlin_-_Germany_2017.jpg

The Words That Changed My Life / Las Palabras que Cambiaron mi Vida

The single most important shift I have experienced in my relationship with God, the deepest transformation I have received in my prayer life, is connected to today’s Gospel passage… I am not the Center of the universe. I do not and cannot ever understand what life is all about. Relying on my powers of understanding has led me repeatedly down a dead-end street. And God said to me on one quiet day of retreat, “I know. Only I know.” Those words have changed my life.

Someone who swears something on oath is basically exhibiting their reliance on their own personal power of making sense of the world. One who swears an oath manipulates words to convince others of their own version of what is real, true, or good. Perhaps their version does correspond to what is real, but most of us have to admit that we have only a slight comprehension of the total picture of anything that concerns us or the world. In a disordered way, the one who swears an oath proclaims, “I know. Only I know.”

In this passage Jesus says that the vast reaches of the cosmos should give a person pause. The wonder that the universe should spark in our heart should humble us to realize our own impotence and dependence on the Creator. 

God knows all things. Only God knows what is true, what is really happening. God alone can see how everything is connected and how all things participate in a mysterious way in the overflowing of his loving wisdom that guides all things. We can simply and sincerely only attempt to understand all that is unfolding.

Before the glory of heavens and the beauty of earth, therefore, I can only humbly bow. I can leave God free. I can leave others free. I can entrust myself to him, holding nothing back. I am secure enough to let things be.

Because of this transformation, I can examine my words. Are they manipulative? Are they pressured? Are they self-oriented? Am I inwardly disturbed? Or are my words simple? Are they free? Are they trusting? Am I at peace?

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El cambio más importante que he experimentado en mi relación con Dios, la transformación más profunda que he recibido en mi vida de oración, está conectado con el pasaje del Evangelio de hoy. No soy el centro del universo. No entiendo ni podré entender nunca de qué se trata la vida. Confiar en mis poderes de comprensión me ha llevado repetidamente a un callejón sin salida. Y Dios me dijo en un tranquilo día de retiro: “Lo sé. Sólo yo lo sé”. Esas palabras han cambiado mi vida.

Alguien que hace algo bajo juramento básicamente muestra su confianza en su propio poder personal para darle sentido al mundo. Quien hace un juramento manipula las palabras para convencer a otros de su propia versión de lo que es real, verdadero o bueno. Quizás su versión corresponda a lo real, pero la mayoría de nosotros tenemos que admitir que sólo tenemos una ligera comprensión del cuadro completo de todo lo que nos concierne a nosotros o al mundo. De manera desordenada, el que hace un juramento proclama: “Lo sé. Sólo yo lo sé”.

En este pasaje Jesús dice que las vastas extensiones del cosmos deberían hacer reflexionar a la persona. La maravilla que el universo debería encender en nuestro corazón debería humillarnos para que nos demos cuenta de nuestra propia impotencia y dependencia del Creador.

Dios sabe todas las cosas. Sólo Dios sabe lo que es verdad, lo que realmente está pasando. Sólo Dios puede ver cómo todo está conectado y cómo todas las cosas participan de manera misteriosa en el desbordamiento de su amorosa sabiduría que guía todas las cosas. Sólo podemos intentar, sencilla y sinceramente, comprender todo lo que se está desarrollando.

Por lo tanto, ante la gloria de los cielos y la belleza de la tierra, sólo puedo inclinarme humildemente. Puedo dejar a Dios libre. Puedo dejar a otros libres. Puedo confiar en él sin ocultar nada. Tengo la confianza de dejar que las cosas sean como son.

Gracias a esta transformación, puedo examinar mis palabras. ¿Son manipuladores? ¿Son presionados? ¿Son orientados a mí mismo? ¿Estoy perturbada interiormente? ¿O mis palabras son simples? ¿Son libres? ¿Confían? ¿Estoy en paz?

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Feature Image Credit: Noel Bauza, pixabay.com/photos/northern-lights-aurora-borealis-1197755/

A Bold Prayer / Una Oración Audaz

How would you live differently if you knew the full glory that awaits you in heaven? I think we really need to stop and sit with that question, more so perhaps than our ancestors in the faith. In a world where the here and now, the immediate satisfaction, the hard work required to just survive leaves us exhausted and burnt out, we have little spiritual energy to think about the beyond. 

What is heaven? Pope Francis described it this way: “Paradise is not a fairy tale, nor is it an enchanted garden. Paradise is an embrace with God, (who is) infinite Love, and we enter thanks to Jesus, who died on the cross for us” (Wednesday General Audience, October 25, 2017).

On another occasion Pope Francis reflected: “‘So what’s heaven?’ some ask. There we begin to be unsure in our response. We don’t know how best to explain heaven. Often we picture an abstract and distant heaven… And some think: ‘But won’t it be boring there for all eternity?’ No! That is not heaven. We are on the path towards an encounter: the final meeting with Jesus. Heaven is the encounter with Jesus. Heaven will be this encounter, this meeting with the Lord who went ahead to prepare a place for each of us” (April 27, 2018). 

In heaven we will have an unimaginable capacity for joy. When our heart is lit with the anticipation of God’s glory and the immense happiness the Lord will have in satisfying our deepest human longings with his life and love, it is easy to understand why Jesus says, “If something gets in the way of the this, throw it off and keep running to your ultimate destination. Say, ‘Good riddance,’ and surround yourself instead with people and things and activities and ways of being and living and loving that fulfill your dignity as a child of God and a citizen of the Kingdom.”

Pope Benedict leads us to pray, “Come, Holy Spirit! Enkindle in us the fire of your love! We know that this is a bold prayer, with which we ask to be touched by God’s flame; but above all we know that this flame and it alone has the power to save us. We do not want, in defending our life, to lose eternal life that God wants to give us. We need the fire of the Holy Spirit, because only Love redeems. Amen.” (Feast of Pentecost, May 23, 2010)

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¿Cómo vivirías de manera diferente si supieras toda la gloria que te espera en el cielo? Creo que realmente necesitamos detenernos y reflexionar sobre esa pregunta, quizás más que nuestros antepasados en la fe. En un mundo donde el aquí y el ahora, la satisfacción inmediata, el arduo trabajo necesario para sobrevivir nos deja exhaustos y agotados, tenemos poca energía espiritual para pensar en el más allá.

¿Qué es el cielo? El Papa Francisco lo describió así: “El paraíso no es un cuento de hadas ni un jardín encantado. El paraíso es un abrazo con Dios, (que es) Amor infinito, y entramos gracias a Jesús, que murió en la cruz por nosotros” (Audiencia General del miércoles, 25 de octubre de 2017).

En otra ocasión el Papa Francisco reflexionó: “‘Entonces, ¿qué es el cielo?’, preguntan algunos. Ahí empezamos a sentirnos inseguros en nuestra respuesta. No sabemos cuál es la mejor manera de explicar el cielo. A menudo nos imaginamos un cielo abstracto y lejano… Y algunos piensan: ‘¿Pero no será aburrido allí por toda la eternidad?’ Eso no es el cielo. Estamos en camino hacia un encuentro: el encuentro final con Jesús. El cielo es el encuentro con Jesús. El cielo será este encuentro, este encuentro con el Señor que se adelantó a preparar un lugar para cada uno de nosotros” (27 de abril de 2018).

En el cielo tendremos una capacidad de gozo inimaginable. Cuando nuestro corazón está iluminado con la anticipación de la gloria de Dios y la inmensa felicidad que el Señor tendrá al satisfacer nuestros anhelos humanos más profundos con su vida y su amor, es fácil entender por qué Jesús dice: “Si algo se interpone en el camino de este , tíralo y sigue corriendo hacia tu destino final. Di: “Adiós” y, en cambio, rodéate de personas, cosas, actividades y formas de ser, vivir y amar que satisfagan tu dignidad como hijo de Dios y ciudadano del Reino”.

El Papa Benedicto nos lleva a orar: “¡Ven, Espíritu Santo! ¡Enciende en nosotros el fuego de tu amor! Sabemos que ésta es una oración audaz, con la que pedimos ser tocados por la llama de Dios; pero sobre todo sabemos que esta llama y sólo ella tiene el poder de salvarnos. No queremos, al defender nuestra vida, perder la vida eterna que Dios quiere darnos. Necesitamos el fuego del Espíritu Santo, porque sólo el Amor redime. Amén.” (Fiesta de Pentecostés, 23 de mayo de 2010)

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Feature Image Credit: Laura Tapias, cathopic.com/photo/8448-tercera-persona-de-la-santisima-trinidad