A Bold Prayer / Una OraciĆ³n Audaz

How would you live differently if you knew the full glory that awaits you in heaven? I think we really need to stop and sit with that question, more so perhaps than our ancestors in the faith. In a world where the here and now, the immediate satisfaction, the hard work required to just survive leaves us exhausted and burnt out, we have little spiritual energy to think about the beyond. 

What is heaven? Pope Francis described it this way: “Paradise is not a fairy tale, nor is it an enchanted garden. Paradise is an embrace with God, (who is) infinite Love, and we enter thanks to Jesus, who died on the cross for us” (Wednesday General Audience, October 25, 2017).

On another occasion Pope Francis reflected: “‘So what’s heaven?’ some ask. There we begin to be unsure in our response. We don’t know how best to explain heaven. Often we picture an abstract and distant heaven… And some think: ‘But won’t it be boring there for all eternity?’ No! That is not heaven. We are on the path towards an encounter: the final meeting with Jesus. Heaven is the encounter with Jesus. Heaven will be this encounter, this meeting with the Lord who went ahead to prepare a place for each of us” (April 27, 2018). 

In heaven we will have an unimaginable capacity for joy. When our heart is lit with the anticipation of God’s glory and the immense happiness the Lord will have in satisfying our deepest human longings with his life and love, it is easy to understand why Jesus says, “If something gets in the way of the this, throw it off and keep running to your ultimate destination. Say, ‘Good riddance,’ and surround yourself instead with people and things and activities and ways of being and living and loving that fulfill your dignity as a child of God and a citizen of the Kingdom.”

Pope Benedict leads us to pray, “Come, Holy Spirit! Enkindle in us the fire of your love! We know that this is a bold prayer, with which we ask to be touched by God’s flame; but above all we know that this flame and it alone has the power to save us. We do not want, in defending our life, to lose eternal life that God wants to give us. We need the fire of the Holy Spirit, because only Love redeems. Amen.” (Feast of Pentecost, May 23, 2010)

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¿Cómo vivirías de manera diferente si supieras toda la gloria que te espera en el cielo? Creo que realmente necesitamos detenernos y reflexionar sobre esa pregunta, quizás más que nuestros antepasados en la fe. En un mundo donde el aquí y el ahora, la satisfacción inmediata, el arduo trabajo necesario para sobrevivir nos deja exhaustos y agotados, tenemos poca energía espiritual para pensar en el más allá.

¿Qué es el cielo? El Papa Francisco lo describió así: “El paraíso no es un cuento de hadas ni un jardín encantado. El paraíso es un abrazo con Dios, (que es) Amor infinito, y entramos gracias a Jesús, que murió en la cruz por nosotros” (Audiencia General del miércoles, 25 de octubre de 2017).

En otra ocasión el Papa Francisco reflexionó: “‘Entonces, ¿qué es el cielo?’, preguntan algunos. Ahí empezamos a sentirnos inseguros en nuestra respuesta. No sabemos cuál es la mejor manera de explicar el cielo. A menudo nos imaginamos un cielo abstracto y lejano… Y algunos piensan: ‘¿Pero no será aburrido allí por toda la eternidad?’ Eso no es el cielo. Estamos en camino hacia un encuentro: el encuentro final con Jesús. El cielo es el encuentro con Jesús. El cielo será este encuentro, este encuentro con el Señor que se adelantó a preparar un lugar para cada uno de nosotros” (27 de abril de 2018).

En el cielo tendremos una capacidad de gozo inimaginable. Cuando nuestro corazón está iluminado con la anticipación de la gloria de Dios y la inmensa felicidad que el Señor tendrá al satisfacer nuestros anhelos humanos más profundos con su vida y su amor, es fácil entender por qué Jesús dice: “Si algo se interpone en el camino de este , tíralo y sigue corriendo hacia tu destino final. Di: “Adiós” y, en cambio, rodéate de personas, cosas, actividades y formas de ser, vivir y amar que satisfagan tu dignidad como hijo de Dios y ciudadano del Reino”.

El Papa Benedicto nos lleva a orar: “¡Ven, Espíritu Santo! ¡Enciende en nosotros el fuego de tu amor! Sabemos que ésta es una oración audaz, con la que pedimos ser tocados por la llama de Dios; pero sobre todo sabemos que esta llama y sólo ella tiene el poder de salvarnos. No queremos, al defender nuestra vida, perder la vida eterna que Dios quiere darnos. Necesitamos el fuego del Espíritu Santo, porque sólo el Amor redime. Amén.” (Fiesta de Pentecostés, 23 de mayo de 2010)

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
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Feature Image Credit: Laura Tapias, cathopic.com/photo/8448-tercera-persona-de-la-santisima-trinidad

The Power of Love / El Poder del Amor

Why is it that we are “commanded” to love? Wouldn’t it be better if we were invited to love others? Isn’t it true that no one can make us love another person? And if we love out of duty are we really loving at all?

There have been any number of people in my life that I personally have not liked to be around. Over the years, however, I have discovered that my life is about more than getting along, or obtaining what I want, or experiencing pleasant circumstances. 

As a Christian, my life is no longer my own. I have been given the grace to experience the absolute love of God poured out on me in the sacrament of baptism and the only response to that overwhelming and limitless gift of God’s love and grace is to return love for love in as complete a manner as possible. As I put on the Lord Jesus, and I put into action his utter selfless loving here and now, in whatever situation I find myself in, I keep the one command I have been given by Jesus at the Last Supper: “This is my commandment: love one another as I love you.” No, it is not a suggestion, if I feel like it, if it works out, or if it is to my benefit. That is not the way that Jesus loved us and it is not the way he commands us to love one another.

I will love you, even as I wrestle within a relationship, but I may not agree with you.

I will love you, even though I don’t really prefer being around you.

I will love you, even though I will take steps to protect myself from your behaviors.

I will love you because Jesus has loved me and because Jesus loves you.

Love gives meaning to all the other commandments.

Love gives meaning to every suffering.

The power of love alone can give ultimate direction even to the hard realism of economics and politics and social strife and issues of social injustice and disparity. Love alone can break these open so they serve the world in charity.

Just before his death, Jesus talked about love, unity, friendship, glory, and joy, that the love the Father has for Jesus may be in us and that Jesus may be in us. If we focus on love, all else will follow. Love will lead us to unity and glory and joy, as Jesus is in us and we in him so that we may be brought to complete unity. 

This love is the bedrock of our Christian life. If we miss this we have missed everything. The “command” should make it really stand out to us so that we keep this front and center in our journey to becoming and loving like Christ.

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¿Por qué se nos “manda” amar? ¿No sería mejor si nos invitaran a amar a los demás? ¿No es cierto que nadie puede hacernos amar a otra persona? Y si amamos por deber, ¿realmente estamos amando?

Ha habido muchas personas en mi vida con las que personalmente no me ha gustado estar. Sin embargo, con el paso de los años, he descubierto que mi vida es más que llevarse bien, obtener lo que quiero o experimentar circunstancias agradables.

Como cristiano, mi vida ya no es mía. Se me ha dado la gracia de experimentar el amor absoluto de Dios derramado sobre mí en el sacramento del bautismo y la única respuesta a ese regalo abrumador e ilimitado del amor y la gracia de Dios es devolver amor por amor de la manera más completa posible. Al vestirme del Señor Jesús y poner en acción su amor absolutamente desinteresado aquí y ahora, en cualquier situación en la que me encuentre, guardo el único mandamiento que Jesús me dio en la Última Cena: “Este es mi mandamiento: que se amen los unos a los otros como yo los he amado.” No es una sugerencia, si me apetece, si funciona o si es para mi beneficio. Esa no es la forma en que Jesús nos amó y no es la forma en que nos ordena que nos amemos unos a otros.

Te amaré, incluso mientras lucho dentro de una relación, pero puede que no esté de acuerdo contigo.

Te amaré, aunque en realidad no prefiero estar cerca de ti.

Te amaré, aunque tomaré medidas para protegerme de tus comportamientos.

Te amaré porque Jesús me ha amado y porque Jesús te ama.

El amor da significado a todos los demás mandamientos.

El amor da sentido a cada sufrimiento.

Sólo el poder del amor puede dar dirección definitiva incluso al duro realismo de la economía, la política, los conflictos sociales y las cuestiones de injusticia y disparidad social. Sólo el amor puede abrirlos para que sirvan al mundo con caridad.

Justo antes de su muerte, Jesús habló sobre el amor, la unidad, la amistad, la gloria y la alegría, para que el amor que el Padre tiene por Jesús esté en nosotros y que Jesús esté en nosotros. Si nos centramos en el amor, todo lo demás vendrá después. El amor nos llevará a la unidad, a la gloria y al gozo, como Jesús está en nosotros y nosotros en él, para que seamos llevados a la unidad completa.

Este amor es la base de nuestra vida cristiana. Si nos perdemos esto, nos lo hemos perdido todo. El “mandamiento” debe hacer que realmente se destaque para nosotros, de modo que lo mantengamos al frente y al centro en nuestro camino para llegar a ser y amar como Cristo.

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Feature Image Credit: Christian R. Rodríguez, cathopic.com/photo/2894-the-last-supper-jesus-and-his-apostles

Do You Recognize Jesus When He Calls Your Name? / ĀæReconoces a JesĆŗs Cuando te Llama por tu Nombre?

“My sheep hear my voice; I know them, and they follow me. I give them eternal life, and they shall never perish.”

In the time of Jesus, the families of a village often kept their herds of sheep together in a common pen. In the morning the shepherds would come and call their own sheep by name. The shepherd had such an intimate knowledge of his sheep and a genuine love for them, that he would call them individually to follow him to green pastures and streams of running water.

Following the shepherd, then, is a matter of love and being cared for. It is a relationship of trust and belonging. When Jesus speaks of his followers he refers often to shepherding, because he wants us to know how much he longs for us to willingly adhere to him with all our being and to trust him to provide for us. Sheep know they belong to a shepherd. They are named, known, and counted at the end of every single day before settling down for the night.

There are two ways a shepherd can lead his flock. Most often we see the shepherd walking in front of the sheep. There the shepherd can recognize danger and lead the sheep along the safest path. At other times, a shepherd leads his flock from behind. In this case the shepherd is driving the sheep toward the destination and making sure that they don’t dilly-dally along the way, wandering off after some distraction or other. 

In what area of your life is Jesus desiring to shepherd you more closely? Is there a destination or goal on the horizon to which he is drawing your heart? Have you found patterns of distraction in your life which keep you dilly-dallying along the way? Can you hear your Shepherd’s voice? Do you recognize Him when he calls your name?

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“Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás”.

En tiempos de Jesús, las familias de una aldea solían mantener juntos sus rebaños de ovejas en un corral común. Por la mañana venían los pastores y llamaban a sus propias ovejas por su nombre. El pastor tenía un conocimiento tan íntimo de sus ovejas y un amor genuino por ellas, que las llamaba individualmente para que lo siguieran a verdes pastos y arroyos de agua corriente.

Seguir al pastor, entonces, es cuestión de amor y de ser cuidados. Es una relación de confianza y pertenencia. Cuando Jesús habla de sus seguidores, a menudo se refiere a pastorear, porque quiere que sepamos cuánto anhela que nos adhiramos voluntariamente a él con todo nuestro ser y confiemos en que él nos proveerá. Las ovejas saben que pertenecen a un pastor. Se les nombra, se les conoce y se cuentan al final de cada día antes de descansar para pasar la noche.

Hay dos maneras en que un pastor puede guiar a su rebaño. Muy a menudo vemos al pastor caminando delante de las ovejas. Allí el pastor puede reconocer el peligro y guiar a las ovejas por el camino más seguro. En otras ocasiones, un pastor conduce su rebaño por detrás. En este caso, el pastor conduce a las ovejas hacia el destino y se asegura de que no se entretengan en el camino, desviándose tras alguna distracción u otra.

¿En qué área de tu vida Jesús desea pastorearte más de cerca? ¿Hay algún destino o meta en el horizonte hacia el cual él está atrayendo tu corazón? ¿Has encontrado patrones de distracción en tu vida que te mantienen perdiendo el tiempo en el camino? ¿Puedes oír la voz de tu Pastor? ¿Lo reconoces cuando llama tu nombre?

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Feature Image Credit: Gerd Altmann, pixabay.com/photos/religion-faith-shepherd-sheep-3450127/

We Need to be Loved More Than Heard / Necesitamos Ser Amados MƔs Que Escuchados

“‘Stay with us, for it is nearly evening and the day is almost over.’ So [Jesus] went in to stay with them. And it happened that, while he was with them at table, he took bread, said the blessing, broke it, and gave it to them.”

I wonder what Jesus felt when he was invited to stay with these two disciples making their way from all that had transpired in Jerusalem to the village of Emmaus. Certainly, Jesus had met these two disciples on the road. He had listened to their discouragement and disillusionment. He had even spent quite a bit of time teaching them, “Then beginning with Moses and all the prophets, he interpreted to them what referred to him in all the scriptures.” With all of that, however, Jesus was hoping for more. We need more than to be heard and understood and have our minds and hearts refreshed with an encounter with Truth. Deep down, the human heart yearns for intimacy and so does the heart of Jesus.

I can imagine Jesus, as he was clearly “giving the impression” that he was intending to go on his way, feeling overwhelmed with joy when the disciples invited him into the intimacy of their home. Jesus never forces his presence and his love on anyone. 

When we invite Jesus into our hearts with this great hope of satisfying the longing for intimacy that both Jesus and we have, we often scurry about preparing things for his stay, telling him things, saying prayers, asking for what we need, tidying up our hearts as best we can. Jesus enters where he is invited in order to give himself entirely to us. And so when they sat down for their evening meal there is no mention of what the disciples had prepared. Instead, it speaks of the meal Jesus provided them. “And it happened that, while he was with them at table, he took bread, said the blessing, broke it, and gave it to them. With that their eyes were opened and they recognized him.”

Today, Jesus is “hanging around,” hoping that you will invite him to stay with you. Invite Jesus in. Don’t be too worried about what your heart looks like or how you will make him feel welcome. Instead, for this time, just watch him. Experience his joy at being invited into your house and into your heart. Let him be the giver and you the receiver. Allow him to share his joy with you.

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“‘Quédate con nosotros, porque ya es tarde y pronto va a oscurecer’. Y entró para quedarse con ellos. Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio.”

Me pregunto qué sintió Jesús cuando lo invitaron a quedarse con estos dos discípulos que se dirigían desde todo lo que había sucedido en Jerusalén hasta el pueblo de Emaús. Ciertamente Jesús se había encontrado con estos dos discípulos en el camino. Había escuchado su desaliento y desilusión. Incluso había pasado bastante tiempo enseñándoles: “Y comenzando por Moisés y siguiendo con todos los profetas, les explicó todos los pasajes de la Escritura que se referían a él.”  Sin embargo, con todo eso, Jesús esperaba más. Necesitamos más que ser escuchados y comprendidos y que nuestras mentes y corazones se refresquen con un encuentro con la Verdad. En el fondo, el corazón humano anhela intimidad y también el corazón de Jesús.

Me imagino a Jesús, claramente dando la impresión de que tenía intención de seguir su camino, sintiéndose inundado de alegría cuando los discípulos lo invitaron a la intimidad de su casa. Jesús nunca impone su presencia y su amor a nadie.

Cuando invitamos a Jesús a nuestro corazón con esta gran esperanza de satisfacer el anhelo de intimidad que tanto Jesús como nosotros tenemos, muchas veces nos apresuramos a preparar las cosas para su estancia, decirle cosas, hacer oraciones, pedir lo que necesitamos, ordenar nuestra corazones lo mejor que podamos. Jesús entra donde está invitado para entregarse enteramente a nosotros. Y así, cuando se sentaron a cenar, no se menciona lo que los discípulos habían preparado. Más bien, habla de la comida que Jesús les proporcionó. “Cuando estaban a la mesa, tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio. Entonces se les abrieron los ojos y lo reconocieron”.

Hoy, Jesús está allí pasando el tiempo, esperando que lo invites a quedarse contigo. Invita a Jesús a entrar. No te preocupes demasiado por cómo será tu corazón o cómo lo harás sentir bienvenido. En lugar de eso, por ahora, simplemente míralo. Experimenta su alegría al ser invitado a tu casa y a tu corazón. Deja que él sea el dador y tú el receptor. Permítele compartir su alegría contigo.

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Feature Image Credit: Giovanni Battista Piazzetta, commons.wikimedia.org/wiki/File:Giovanni_Battista_Piazzetta_-_The_Supper_at_Emmaus_-_1931.245_-_Cleveland_Museum_of_Art.tiff

The Dynamic of the Grain of Wheat / La DinƔmica del Grano de Trigo

Have you ever noticed how the Scriptures are filled with people just like ourselves whose lives take unexpected turns and then blossom in ways that can only be described as flourishing in and for the Kingdom of God.

Take Jacob. His “before” was manipulating his father’s blessing from his brother Esau and then serving his uncle Laban for many years, eventually marrying his daughters Leah and Rachel. His “after” was being the patriarch of the twelve tribes of Israel who escaped from Egypt, received the Law, and were chosen by God to be his covenant people. To this day, we can read in Revelation 21 that on the twelve gates that belong to the New Jerusalem are written the names of the twelve tribes of Israel. The New Jerusalem itself sits on twelve foundations representing the twelve apostles who would reign over the twelve tribes of Israel.

Take Moses. His “before” was the life of Pharaoh’s daughter’s adopted son in Egypt. We all know the story. His “after” was the fulfillment of God’s call to be the leader of his people to the Promised Land. Even now, the Christian understanding of the Paschal Mystery is rooted in the Exodus narrative. 

Between the “before” and the “after” of each of these biblical figures there is a point of struggle and epiphany. When Jesus says that the grain of wheat must fall to the ground and die if it is to be more than just a single grain, if it is to bear fruit, Jesus is talking about just this dynamic which plays out also in our own lives. Who we think we are, who we discover ourselves to be as we grow up and mature and try to figure out life, all this eventually needs to give way to the fullness of the way God lifts our lives up into his mighty and eternal plan. We each have a role to play in God’s Kingdom. We each have a mission in life. We were each created for a purpose. It is in those “hinge” seasons of our lives between the “before” and “after” in which we feel the weight and sorrow of the grain of wheat dying. If you are in one of those “hinge” moments, know that this is one way God raises you up to bring you closer to the fullness of life and his glory.

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¿Alguna vez has notado cómo las Escrituras están llenas de personas como nosotros cuyas vidas toman vueltas inesperados y luego florecen de formas que sólo pueden describirse como florecientes en y para el Reino de Dios?

Tomemos como ejemplo a Jacob. Su “antes” fue manipular la bendición de su padre para su hermano Esaú y luego servir a su tío Labán durante muchos años, hasta casarse con sus hijas Lea y Raquel. Su “después” fue ser el patriarca de las doce tribus de Israel que escaparon de Egipto, recibieron la Ley y fueron elegidos por Dios para ser su pueblo de alianza. Hasta el día de hoy, podemos leer en Apocalipsis 21 que en las doce puertas que pertenecen a la Nueva Jerusalén están escritos los nombres de las doce tribus de Israel. La Nueva Jerusalén misma está fundada sobre doce cimientos que representan a los doce apóstoles que reinarían sobre las doce tribus de Israel.

Tomemos a Moisés. Su “antes” fue la vida del hijo adoptivo de la hija de Faraón en Egipto. Todos sabemos la historia. Su “después” fue el cumplimiento del llamado de Dios a ser el líder de su pueblo hacia la Tierra Prometida. Incluso ahora, la comprensión cristiana del Misterio Pascual tiene sus raíces en la narrativa del Éxodo.

Entre el “antes” y el “después” de cada una de estas figuras bíblicas hay un punto de pelea y de epifanía. Cuando Jesús dice que el grano de trigo debe caer al suelo y morir para que sea más que un solo grano, para que dé fruto, Jesús está hablando precisamente de esta dinámica que se desarrolla también en nuestras propias vidas. Quiénes pensamos que somos, quiénes descubrimos que somos a medida que crecemos, maduramos y tratamos de entender la vida, todo esto eventualmente debe dar paso a la plenitud de la manera en que Dios eleva nuestras vidas a su plan poderoso y eterno. Cada uno de nosotros tiene un papel que desempeñar en el Reino de Dios. Cada uno de nosotros tenemos una misión en la vida. Cada uno de nosotros fuimos creados con un propósito. Es en esas estaciones “entremedio” de nuestras vidas entre el “antes” y el “después” en las que sentimos el peso y el dolor del grano de trigo que se muere. Si estás en uno de esos momentos de “entremedio”, debes saber que esta es una manera en que Dios te eleva para acercarte a la plenitud de la vida y su gloria.

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Feature Image Credit: Hans, https://pixabay.com/photos/spike-wheat-grain-field-8740/

The True Meaning of Blessing / El Verdadero Significado de la BendiciĆ³n

Humility, that misunderstood virtue, saves us from the theatrical pretenses to which all of us are drawn. Who hasn’t boasted occasionally of something they’ve accomplished? Who hasn’t been grateful, even in the secret of their hearts, that they aren’t in the class of people whom they view to be beneath them in intellectual capacity, religious actions, cultural possibilities, or moral behavior?

The Pharisee praying in the synagogue was not exaggerating. He most probably did keep the law, for that is what Pharisees did: they followed the legal traditions ascribed to the traditions of the Fathers. However, the special kind of prayer called the berakhah or blessing, so much a part of Judaism, is meant to be an expression of wonder at how blessed God is. For example, a typical blessing Jews recite before eating or drinking would acknowledge and bless God as the creator of the food and drink about to be enjoyed. The blessing for bread praises God as the one who brings forth bread from the earth. The blessing for wearing new clothing praises God as the one who clothes the naked. 

These blessing prayers make clear that our true dignity lies infinitely more in God than in ourselves, and can only be reached when we are united to God. The first truth that leads us to great wonder in God’s glory and goodness is found in Genesis. We are created from nothing. This very gift of an eternal existence makes us utterly dependent on God and acutely aware of our own unworthiness. In love God created us and in love He upholds us. We have no being of our own but what we receive from God. We should be blessing God for his glory!

The tax collector in this passage is a portrayal of all those who realize that they are dependent on God, gifted with life and an eternal purpose whose object is God. They recognize that they can never come to completion without being perfectly united to God. In this case, sorrow for sins, even the grieving that comes from knowing that we will never be all that we were created to be, is appropriate and actually a necessary part of our relationship with God. Does this also sound familiar? We begin every Mass with the Penitential Rite followed by the Gloria. We take our place once again as God’s dear children, so in need of his grace, to live lives of truth and goodness and beauty.

So today, bless and thank God as the source of every good in your life, acknowledge your dependence on God to reach the final completion of your life in Christ Jesus. Express sorrow for your sins and never stop believing in God’s love for you.

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La humildad, esa virtud mal entendida, nos salva de las pretensiones exageradas a las que todos nos sentimos atraídos. ¿Quién no ha persumido alguna vez de algo que ha logrado? ¿Quién no ha agradecido, incluso en el secreto de su corazón, no pertenecer a la clase de personas que considera inferiores a ellos en capacidad intelectual, acciones religiosas, posibilidades culturales o comportamiento moral?

El fariseo que oraba en la sinagoga no exageraba. Lo más probable es que cumpliera la ley, porque eso es lo que hacían los fariseos: seguían las tradiciones legales atribuidas a las tradiciones de los Padres. Sin embargo, el tipo especial de oración llamada berakhah o bendición, que forma parte del judaísmo, pretende ser una expresión de asombro por lo bendito que es Dios. Por ejemplo, una bendición típica que los judíos recitan antes de comer o beber reconocería y bendeciría a Dios como el creador de la comida y bebida que se va a disfrutar. La bendición del pan alaba a Dios como quien saca el pan de la tierra. La bendición por usar ropa nueva alaba a Dios como quien viste al desnudo.

Estas oraciones de bendición dejan claro que nuestra verdadera dignidad reside infinitamente más en Dios que en nosotros mismos, y sólo puede alcanzarse cuando estamos unidos a Dios. La primera verdad que nos lleva a un gran asombro por la gloria y la bondad de Dios se encuentra en Génesis. Somos creados de la nada. Este mismo don de una existencia eterna nos hace completamente dependientes de Dios y profundamente conscientes de nuestra propia indignidad. Por amor Dios nos creó y por amor nos sostiene. No tenemos ningúna vida propia sino la que recibimos de Dios. ¡Deberíamos estar bendiciendo a Dios por su gloria!

El recaudador de impuestos en este pasaje es un retrato de todos aquellos que se dan cuenta de que dependen de Dios, que están dotados de vida y un propósito eterno cuyo objeto es Dios. Reconocen que nunca podrán llegar a su plenitud sin estar perfectamente unidos a Dios. En este caso, el dolor por los pecados, incluso el duelo que surge al saber que nunca seremos todo lo que fuimos creados para ser, es apropiado y, de hecho, una parte necesaria de nuestra relación con Dios. ¿Esto también te suena familiar? Comenzamos cada Misa con el Rito Penitencial y luego la Gloria. Ocupamos nuestro lugar una vez más como queridos hijos de Dios, tan necesitados de su gracia, para vivir vidas de verdad, bondad y belleza.

Así que hoy, bendice y agradece a Dios como fuente de todo bien en tu vida, reconoce tu dependencia de Dios para alcanzar la culminación final de tu vida en Cristo Jesús. Expresa dolor por tus pecados y nunca dejes de creer en el amor de Dios por ti.

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Feature Image Credit: Aberdeen Art Gallery, commons.wikimedia.org/wiki/File:Parable_-_The_Pharisee_and_the_Publican_-_Sir_John_Everett_Millais_-_ABDAG004397.jpg

Welcoming the Outsider / Dar la Bienvenida al Forastero

Each one of us has probably passed judgment on others in one way or another. When we all gather our judgments together, we create a culture where some people are in and others are out. 

The foreigner mentioned in today’s Gospel, Naaman the Syrian, was outside the group of God’s chosen people both religiously and culturally. The widow at Zarephath in Sidon is another example of someone who belonged to one of the groups on the peripheries who also had no place among the law-abiding and religiously devout Israelites of the day. In fact the Gospel can be read as a deep reflection on the human tendency to classify the people who we will allow to be part of our group and those we will not.

Jesus makes it clear that he is attracted to the “outsider.” He delights to show mercy. His love seeks out the ones who need and desire his tenderness, because they are so poor that they have nothing other than the God who loves them.

Recently, I was praying in a downtown chapel before I walked into the court house where I had been impaneled on a Grand Jury. I had been growing increasingly uncomfortable at the experience of being read the law and shown the evidence that others had broken the law. It was unsettling that they were not law-abiding citizens, and in fact, in some cases, had caused grievous harm to someone else. Where was God in their lives? I asked myself. Where was grace? I unconsciously began to view myself as “separate” from the people whose cases I heard. I belonged, they did not. 

Jesus has helped me to understand that again and again in the Gospel he proclaims himself as the God of the outcast, the left behind, the marginalized, the lost, the blind, the lame, the thief on the cross dying at his side, the sinner at the table beside him. I prayed that I would never lose sight of the fact that in truth I am one of these poor ones, a sinner so in need of Jesus’ mercy, and who, without his gratuitous gift, would be lost. 

Jesus’ neighbors in Nazareth used their favor to foster division among the people and to keep others out. May we use the gift of our faith and our relationship with Jesus to invite others in, so that we may all be welcome to gather around Jesus as one body.

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Probablemente cada uno de nosotros haya juzgado a los demás de una forma u otra. Cuando todos reunimos nuestros juicios, creamos una cultura en la que algunas personas están dentro y otras fuera.

El forastero mencionado en el Evangelio de hoy, Naamán el Sirio, estaba fuera del grupo del pueblo elegido de Dios, tanto religiosa como culturalmente. La viuda de Sarepta en Sidón es otro ejemplo de alguien que pertenecía a uno de los grupos de las periferias que tampoco tenía lugar entre los israelitas respetuosos de la ley y religiosamente devotos de la época. De hecho, el Evangelio puede leerse como una profunda reflexión sobre la tendencia humana a clasificar a las personas a las que dejaremos formar parte de nuestro grupo y a las que no.

Jesús deja claro que se siente atraído por el “forastero”. Se deleita en mostrar misericordia. Su amor busca a quienes necesitan y desean su ternura, porque son tan pobres que no tienen nada más que al Dios que los ama.

Recientemente, estaba orando en una capilla del centro de la ciudad antes de entrar al tribunal donde me habían designado para un gran jurado. Me sentía cada vez más incómoda ante la experiencia de que me leyeran la ley y me mostraran pruebas de que otros habían infringido la ley. Era inquietante que no fueran ciudadanos respetuosos de la ley y, de hecho, en algunos casos, hubieran causado un daño grave a otra persona. ¿Dónde estaba Dios en sus vidas? Me pregunté a mí misma. ¿Dónde estaba la gracia? Inconscientemente comencé a verme como “separada” de las personas cuyos casos escuchaba. Yo pertenecía, y ellos no.

Jesús me ha ayudado a comprender que una y otra vez en el Evangelio se proclama como el Dios de los rechazados, de los abandonados, de los marginados, de los perdidos, de los ciegos, de los cojos, del ladrón en la cruz que muere a su lado, del pecador en la mesa a su lado. Recé para nunca perder de vista que en verdad soy uno de estos pobres, una pecadora tan necesitada de la misericordia de Jesús y que, sin su don gratuito, estaría perdida.

Los vecinos de Jesús en Nazaret usaron su favor para fomentar la división entre la gente y mantener a otros fuera. Que podamos usar el don de la fe y nuestra relación con Jesús para invitar a otros a entrar, para que todos seamos bienvenidos a reunirnos alrededor de Jesús como un solo cuerpo.

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
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Godā€™s Lavish Ways / Las Maneras Abundantes de Dios

When God does things, he does them lavishly. The book of Genesis opens with the stunning array of all creation being poured forth from God’s hands in his limitless love. And here, in the familiar story of the rich man and Lazarus, we see two accounts of lavish living. The rich man clothed himself in fine linen and dined sumptuously, extravagantly, lavishly. 

On the other hand, we see Lazarus taken up to the bosom of Abraham, which means sitting in a place of honor at a banquet. One of my favorite illustrations of God’s lavish feast-giving is penned by the prophet Isaiah: 

“On this mountain the LORD of hosts will provide for all peoples A feast of rich food and choice wines, juicy, rich food and pure, choice wines. He will destroy death forever. The Lord GOD will wipe away the tears from all faces; The reproach of his people he will remove from the whole earth; for the LORD has spoken.” (Is. 25:6, 8).

These words often bring tears to my eyes. There are so many who are suffering under burdens that weigh them down, crushing burdens mostly not of their own making. They are afraid to lift their eyes to this feast of rich food that “the Lord of hosts will provide for all peoples.” 

God is telling you, however, “I want you at this banquet. Don’t make banquets of your own. Don’t hoard riches on this earth for yourself. Don’t give up hope when you are not wealthy. Trust entirely in my lavish love for you.”

The riches of God’s grace are not able to be measured, and they will be lavished on us for all eternity. In fact, it will take eternal ages for God to show us the riches of his grace through the kindness shown to us in Christ Jesu, his Son. 

There in the “bosom of Abraham,” like Lazarus, our tears will be wiped away, we will finally rest in the security of God’s provision and loving protection. We will be home in our God who can never be outdone in his lavish kindness.

Let us lift our eyes from our own wealth, however great or small it may be, and rest our gaze on the riches of God given to us even now in Christ Jesus: to live in communion with God through the sacraments in ever closer intimacy and unending joy.

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Cuando Dios hace las cosas, las hace abundantemente. El libro de Génesis comienza con la asombrosa variedad de toda la creación derramada de las manos de Dios en su amor ilimitado. Y aquí, en la conocida historia del hombre rico y Lázaro, vemos dos relatos de una vida lujosa. El hombre rico se vistió de lino fino y cenó suntuosamente, extravagante y profusamente.

Por otro lado, vemos a Lázaro llevado al seno de Abraham, lo que significa sentarse en un lugar de honor en un banquete. Una de mis ilustraciones favoritas del banquete espléndido de Dios está escrita por el profeta Isaías:

“En el monte Sión, el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones un banquete con ricos manjares y vinos añejos,con deliciosas comidas y los más puros vinos. El Señor destruirá para siempre la muerte, secará las lágrimas de los ojos de todos y hará desaparecer en toda la tierra la deshonra de su pueblo. El Señor lo ha dicho.” (Isaías 25, 6 y 8).

Estas palabras a menudo me hacen llorar. Hay muchos que están sufriendo bajo cargas que los agobian, cargas aplastantes que en su mayoría no han sido creadas por ellos mismos. Tienen miedo de levantar los ojos hacia este banquete de comida rica que “el Señor todopoderoso preparará para todas las naciones”.

Sin embargo, Dios te está diciendo: “Quiero que vengas a este banquete. No hagas tus propios banquetes. No acumules riquezas en esta tierra para ti mismo. No pierdas la esperanza cuando no seas rico. Confía enteramente en mi abundante amor por ti”.

Las riquezas de la gracia de Dios no se pueden medir y nos serán prodigadas por toda la eternidad. De hecho, pasarán edades eternas para que Dios nos muestre las riquezas de su gracia a través de la bondad que nos muestra en Cristo Jesús, su Hijo.

Allí, en el “seno de Abraham”, como Lázaro, nuestras lágrimas serán secadas y finalmente descansaremos en la seguridad de la provisión y la protección amorosa de Dios. Estaremos en casa con nuestro Dios, quien nunca podrá ser superado en su abundante bondad.

Levantemos la vista de nuestra propia riqueza, por grande o pequeña que sea, y posemos la mirada en las riquezas de Dios que nos han sido dadas ahora en Cristo Jesús: vivir en comunión con Dios a través de los sacramentos en una intimidad cada vez más cercana y una alegría interminable.

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Sr. Kathryn J. Hermes

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Nothing Frightens Jesus Away / Nada le Asusta a JesĆŗs

Two words in this Gospel are almost terrifying: Jesus “touched him.” 

We are so far removed from what leprosy signified in biblical times, that this image of Jesus stretching out his hand to touch a person whose body was consumed by the disease has no effect on us.

Lepers were the walking dead who were banished to live outside towns in caves, tents, or garbage dumps. Even breathing the same air as a leper was thought to be dangerous, since leprosy was considered highly contagious.  Leprosy consumed a person’s body, leaving stumps where fingers, hands, feet, or noses had once been. The laws dictated that lepers were to maintain a twelve-step distance from others, cover their mouths with a cloth, and cry out “unclean, unclean” to announce their presence. 

Most of us still have lingering memories of the fear we experienced with COVID-19, when being within six feet of another or breathing the same air conjured up the possibility of a painful death. We learned to stay away from others to protect ourselves and those we love.

Jesus, instead, “touched” the leper. He stepped over the imaginary line, entering into the danger zone of closeness with the leper. He got close enough to this man to smell the putrid odor of his decaying flesh. He could feel the man’s foul breath on his face. He got closer still in order to touch the body of the leper, putting his fingers into the wounds of his oozing sores. He conveyed to this man that he wanted to heal him so much that he himself was willing to risk his life, to give his life. He was close enough to look directly into the eyes of a person whose face was horrifically disfigured and perhaps even unrecognizable. And Jesus touched him.

Sometimes we may feel that we have become disfigured, unrecognizable, because of the wounds we have received in our lives and the brokenness of our own sin. And Jesus touches us. We may consider certain people in our lives “lepers” in the sense that they think, speak, or act in ways that threaten us or walk outside the path of discipleship with the Lord Jesus. And Jesus touches them.

There is no leprosy that frightens Jesus away, no disfigurement that makes him draw back. One day, when thinking of certain people in my life, wondering how they could be at peace with what they were doing, I heard God say to me this: “I know. Only I know.” Jesus touches each of us in the places of our leprosy. Each of us is known intimately and lovingly by a God unafraid to enter into our misery and walk with us on our journey to the Kingdom. 

I invite you to ask yourself in a moment of prayer today: “Jesus, what does this say about you and about me?”

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Dos palabras en este evangelio son casi aterradoras: Jesús “lo tocó”.

Estamos tan alejados de lo que significaba la lepra en los tiempos bíblicos, que esta imagen de Jesús extendiendo su mano para tocar a una persona cuyo cuerpo estaba consumido por la enfermedad no tiene ningún efecto en nosotros.

Los leprosos eran unos muertos vivientes que eran desterrados a vivir fuera de las ciudades, en cuevas, tiendas de campaña o basureros. Se pensaba que incluso respirar el mismo aire que un leproso era peligroso, ya que la lepra se consideraba altamente contagiosa. La lepra consumía el cuerpo de una persona, dejando muñones donde antes había dedos, manos, pies o narices. Las leyes dictaban que los leprosos debían mantenerse a una distancia de doce pasos de los demás, cubrirse la boca con un paño y gritar “inmundo, inmundo” para anunciar su presencia.

La mayoría de nosotros todavía tenemos recuerdos persistentes del miedo que experimentamos con el COVID-19, cuando estar a menos de dos metros de otra persona o respirar el mismo aire evocaba la posibilidad de una muerte dolorosa. Aprendimos a mantenernos alejados de los demás para protegernos a nosotros mismos y a nuestros seres queridos.

Jesús, en cambio, “tocó” al leproso. Cruzó la línea imaginaria, entrando en la zona peligrosa de cercanía con el leproso. Se acercó lo suficiente a este hombre como para oler el olor pútrido de su carne en descomposición. Podía sentir el mal aliento del hombre en su rostro. Se acercó aún más para tocar el cuerpo del leproso, metiendo los dedos en las heridas de sus llagas supurantes. Le transmitió a este hombre que quería curarlo tanto que él mismo estaba dispuesto a arriesgar su vida, a dar su vida. Estaba tan cerca que podía mirarle directamente a los ojos de una persona cuyo rostro estaba horriblemente desfigurado y tal vez incluso irreconocible. Y Jesús lo tocó.

A veces podemos sentir que somos desfigurados, irreconocibles, por las heridas que hemos recibido en nuestra vida y el quebrantamiento de nuestro propio pecado. Y Jesús nos toca. Podemos considerar a ciertas personas en nuestras vidas “leprosos” en el sentido de que piensan, hablan o actúan de maneras que nos amenazan o se salen del camino del discipulado con el Señor Jesús. Y Jesús los toca.

No hay nada que le asusta a Jesús, ni desfiguración que le haga retroceder. Un día, al pensar en ciertas personas en mi vida, preguntándome cómo podían estar en paz con lo que estaban haciendo, escuché a Dios decirme esto: “Lo sé. Sólo yo lo sé”. Jesús toca a cada uno de nosotros en los lugares de nuestra lepra. Cada uno de nosotros es conocido íntima y amorosamente por un Dios que no teme entrar en nuestra miseria y caminar con nosotros en nuestro camino hacia el Reino.

Te invito a preguntarte hoy en un momento de oración: “Jesús, ¿qué dice esto de ti y de mí?”

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Sr. Kathryn J. Hermes

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Feature Image Credit: Dzambel, cathopic.com/photo/21109-christ-is-risen

In Awe of All God Does / Asombrados por Todo lo que Dios Hace

I’ll be the first to admit I don’t have a green thumb. My attempts at gardening and planting are very limited. Perhaps for this very reason, I am still in awe when some green thing under my care actually flourishes. A few months ago I rescued two leaves which had been unceremoniously cut off from a plant so that it would have more room to grow. I place them in a small dish of water “just to see what would happen.” Maybe I can grow another plant, I thought. Then I promptly left on retreat for two weeks.

Imagine my excitement upon my return when I noticed that each leaf had the tiniest white roots at their base! Clearly, I couldn’t take the glory for this gardening miracle. I hadn’t even been home. But there it was. The water almost evaporated in the dish that had become their home, and yet these leaves rescued from the garbage two weeks earlier were now beginning to become new plants.

“This is how it is with the Kingdom of God; it is as if a man were to scatter seed on the land and would sleep and rise night and day and the seed would sprout and grow, he knows not how.”

The Kingdom of God begins in the quietest of ways, in a word of encouragement, an offer to pick up something at the grocery store for a housebound neighbor, a prayer for the world as it suffers the disharmony caused by war and falsehood, and a decision to use social media responsibly. We might feel that in the face of the needs of others, our contribution is small. But isn’t that the point? It is not our contribution at all, it is the Kingdom of God. We take the next good step in the important and more insignificant moments of our life, and God is the one who grants growth. 

Timothy and Titus were disciples of the great apostle Paul. They learned from him the power of the Word, that it is not our actions and proclamations that make the difference, but the power of God in Christ who does all things. So have great courage that your work in the Lord’s field, whatever it may be, will bear God’s great fruit.

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Seré el primero en admitir que no tengo mucho talento para la jardinería. Mis intentos de jardinería y plantación son muy limitados. Quizás por esta misma razón, todavía me siento asombrada cuando algo verde bajo mi cuidado realmente florece. Hace unos meses rescaté dos hojas que habían sido cortadas de una planta para que tuviera más espacio para crecer. Los coloqué en un plato pequeño con agua “sólo para ver qué pasa”. Tal vez pueda cultivar otra planta, pensé. Luego me fui de retiro por dos semanas.

¡Imagina mi emoción a mi regreso cuando noté que cada hoja tenía unas raíces blancas muy pequeñas en su base! Claramente, no podía llevarme la gloria por este milagro de jardinería. Ni siquiera había estado en casa. Pero ahí estaba. El agua estaba casi evaporada en el plato que se había convertido en su hogar y, sin embargo, estas hojas rescatadas de la basura dos semanas antes comenzaban ahora a convertirse en nuevas plantas.

El Reino de Dios se parece a lo que sucede cuando un hombre siembra la semilla en la tierra: que pasan las noches y los días, y sin que él sepa cómo, la semilla germina y crece.”

El Reino de Dios comienza de la manera más tranquila: con una palabra de aliento, una oferta para comprar algo en el supermercado para un vecino confinado en casa, una oración por el mundo que sufre la falta de armonía causada por la guerra y la falsedad, y una decisión de utilizar las redes sociales de manera responsable. Podríamos sentir que frente a las necesidades de los demás, nuestra contribución es pequeña. ¿Pero no es ese el punto? No es nuestra contribución en absoluto, es el Reino de Dios. El siguiente buen paso lo damos en los momentos importantes y más insignificantes de nuestra vida, y Dios es quien concede el crecimiento.

Timoteo y Tito fueron discípulos del gran apóstol Pablo. Aprendieron de él el poder de la Palabra, que no son nuestras acciones y proclamaciones las que marcan la diferencia, sino el poder de Dios en Cristo que hace todas las cosas. Así que ten mucho ánimo para que tu trabajo en el campo del Señor, cualquiera que sea, dé el gran fruto de Dios.

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Feature Image Credit: Myriams-Fotos, pixabay.com/photos/seedlings-seed-childrens-hands-3448883/

The Conversion of St. Paul / La ConversiĆ³n de San Pablo

Paul had no way of knowing when he awoke on the day he planned to descend on Damascus and take the followers of Jesus captive and put them in prison, that he himself stood on a threshold….No way of knowing that he himself would be taken captive that day, that he would be captured and captivated by the One for whom he would live the rest of his life….

There in the dust on the outskirts of Damascus, radiant light all around him, his eyes in darkness, confusion swirling in his heart, he was uprooted from one life and planted into another with his response, “Lord, what would you have me do?” 

Transition moments are rarely neat. They aren’t pretty. Sometimes they don’t even make sense. Paul’s conversion, which we celebrate in the liturgy on January 25, appears quite dramatic and immensely important. We’ve witnessed for 2000 years how the life and teaching of this greatest of apostles has transformed the Church and powerfully influenced the world.

I am sure, however, that as Paul reached out for help when he stumbled to stand up, and as he was led by the hand like a child into the very city his arrival had been such a cause for alarm just a day prior, it was far from glorious. With every humiliating and faltering step into the city of Damascus, Paul was no doubt met with the comments and astonished jeers of bystanders.

When we are done being captivated by our great plans and stunning ideas and surrender to the Lord who takes us captive through similar not-so-pretty situations, we are also at a threshold in our lives. And this moment can seem equally inglorious. It can be difficult to hope that the closing of a door is offering a future ripe with new possibilities. 

At these moments, remember this: You, like Paul, have been made for a purpose greater than anything you could imagine. You, like Paul, have been made for something far more than this world. After that meeting with Jesus on his way to Damascus, Paul didn’t just change his behavior, or his goals, or his actions. Paul allowed God to pull him up into his own mighty mystery and unfold selfless love to the world.

After his “conversion” Paul belonged entirely to God, but he also belonged most truly to himself. He now knew deeply the reason for which he had been born. His joy grew from strength to strength, even in suffering and weakness, as he discovered every day how glorious it is to be remade in the image of Christ for the glory of God the Father. This is the promise held out to each of us as we celebrate this feast in the Church. 

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Pablo no tenía manera de saber cuando se despertó el día en que planeaba descender a Damasco y tomar cautivos a los seguidores de Jesús y ponerlos en prisión, que él mismo estaba en un umbral… No había manera de saber que él mismo iba a ser llevado cautivo ese día, que sería capturado y cautivado por Aquel por quien viviría el resto de su vida…

Allí, en el polvo de las afueras de Damasco, con una luz radiante a su alrededor, sus ojos en oscuridad, la confusión dando vueltas en su corazón, fue desarraigado de una vida y plantado en otra con su respuesta: “Señor, ¿qué quieres que haga?”

Los momentos de transición rara vez son claros. No son bonitos. A veces ni siquiera tienen sentido. La conversión de Pablo, que celebramos en la liturgia del 25 de enero, parece bastante dramática e inmensamente importante. Hemos sido testigos durante 2000 años de cómo la vida y las enseñanzas de este gran apóstol han transformado la Iglesia e influido poderosamente en el mundo.

Estoy seguro, sin embargo, de que cuando Pablo buscó ayuda cuando tropezó al levantarse, y cuando fue llevado de la mano como un niño a la misma ciudad, su llegada había sido motivo de tal alarma apenas un día antes, que era lejos de ser glorioso. Con cada paso humillante y vacilante hacia la ciudad de Damasco, Pablo sin duda se encontraba con los comentarios y las burlas atónitas de los transeúntes.

Cuando terminamos de dejarnos cautivar por nuestros grandes planes e ideas sorprendentes y nos rendimos al Señor que nos lleva cautivos a través de situaciones similares no tan bonitas, también estamos en un umbral en nuestras vidas. Y este momento puede parecer igualmente vergonzoso. Puede resultar difícil esperar que el cierre de una puerta ofrezca un futuro lleno de nuevas posibilidades.

En estos momentos, recuerda esto: tú, como Pablo, has sido creado para un propósito mayor que cualquier cosa que puedas imaginar. Tú, como Pablo, has sido creado para algo mucho más que este mundo. Después de ese encuentro con Jesús en su camino a Damasco, Pablo no sólo cambió su comportamiento, ni sus objetivos, ni sus acciones. Pablo permitió que Dios lo arrastrara hacia su propio misterio poderoso y desplegara su amor desinteresado al mundo.

Después de su “conversión”, Pablo pertenecía enteramente a Dios, pero también se pertenecía verdaderamente a sí mismo. Ahora conocía profundamente la razón por la que había nacido. Su gozo creció de fuerza en fuerza, incluso en el sufrimiento y la debilidad, mientras descubría cada día cuán glorioso es ser rehecho a la imagen de Cristo para la gloria de Dios Padre. Ésta es la promesa que se nos ofrece a cada uno de nosotros al celebrar esta fiesta en la Iglesia.

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Feature Image Credit: Bartolomé Esteban Murillo, Wikimedia Commons https://commons.wikimedia.org/wiki/Category:Conversion_of_Saint_Paul#/media/File:La_conversi%C3%B3n_de_san_Pablo_(Murillo).jpg

ā€œLet Our Adoration Never Cease!ā€ / “Ā”Que Nunca Dejemos de Adorarlo!”

I can remember cherished moments as a child turning the living room lights low on Christmas eve and sitting with a cup of hot chocolate before the nativity scene. I loved singing Christmas carols on that blessed evening, uniting myself in spirit to the angels who announced the birth of Christ to the shepherds over 2000 years ago. It was a magical moment for a child.

Over fifty years later, magical moments of singing carols at our family’s creche at Christmas have been replaced with the deeply meaningful and mystical times spent in stillness before the burning presence of Our Lord in the Blessed Sacrament. There is no nativity display that once a year captivates our hearts and reminds us of the birth of Christ. In the Blessed Sacrament Jesus is truly present, body, blood, soul, and divinity. Jesus is real. Jesus is here. Right now. Today. A statue of the infant Jesus in a manger reminds us of something that happened 2000 years ago. The Eucharist lets us enter into that reality with our entire being right now, and participate in the salvation Jesus is bringing about on this earth today. 

In today’s Gospel we learn three very important lessons from the Annunciation to the Virgin that model for us how to receive and adore Jesus in the Eucharist.

  1. God is living and real. God loves you. God speaks to you. God has something to say to you. God cares about what is happening to you and has a plan for your healing and salvation. Each of us has our own unique role to play in the mystery of salvation.
  2. The Father has sent his Son as Savior of the world. The Eternal Word leapt down from heaven and he whom the whole world could not contain enclosed himself in the womb of his Virgin Mother so that we might know God’s love and that he might make us “partakers of the divine nature” (2 Pt 1:4.)
  3. Mary models for us how to be still and silent before the presence of God. “Mary said, ‘Behold, I am the handmaid of the Lord. May it be done to me according to your word.” I often think of the moment right after the angel left Mary. It was the first instant of Jesus’ life within her womb, how she must have quietly loved him and adored him and what faith it must have required of her. She knew better than most the utter reality of God’s presence. 

Mary was the first tabernacle of God. She adored him in her womb for nine months before his birth, a secret prayer of loving worship. May the Virgin Mother of the Savior teach us how to become tabernacles of God. After receiving Jesus in Communion may we, as did Mary, carry him into the world. In the words of Saint John Paul II, “Let our adoration never cease.”

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Puedo recordar los momentos preciosos de niña cuando con las luces bajas me sentaba en la sala en la víspera de Navidad con una taza de chocolate caliente ante el pesebre. Me encantaba cantar villancicos en esa noche santa, uniéndome en espíritu a los ángeles que anunciaron el nacimiento de Cristo a los pastores hace más de 2000 años. Fue un momento mágico para un niño.

Más de cincuenta años después, los momentos mágicos de cantar villancicos ante el pesebre con mi familia en la Navidad han sido reemplazados por momentos profundamente significativos y místicos que pasamos en silencio ante la presencia ardiente de Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. No hay pesebre que una vez al año cautive nuestro corazón y nos recuerde del nacimiento de Cristo. En el Santísimo Sacramento Jesús está verdaderamente presente, cuerpo, sangre, alma y divinidad. Jesús es real. Jesús está aquí. Ahora mismo. Hoy. Una estatua del niño Jesús en un pesebre nos recuerda algo que sucedió hace 2000 años. La Eucaristía nos permite entrar en esa realidad con todo nuestro ser ahora mismo, y participar en la salvación que Jesús está realizando en esta tierra hoy.

En el Evangelio de hoy aprendemos tres lecciones muy importantes de la Anunciación a la Virgen que nos modelan cómo recibir y adorar a Jesús en la Eucaristía.

  1. Dios es vivo y real. Dios te ama. Dios te habla. Dios tiene algo que decirte. Dios se preocupa por lo que te está pasando y tiene un plan para tu sanación y salvación. Cada uno de nosotros tiene su propio papel único que desempeñar en el misterio de la salvación.
  2. El Padre ha enviado a su Hijo como Salvador del mundo. El Verbo Eterno vino del cielo y Aquel a quien el mundo entero no pudo contener, se encerró en el seno de su Madre Virgen para que conozcamos el amor de Dios y nos haga “participantes de la naturaleza divina” (2 Pedro 1,4)
  3. María nos enseña cómo estar quietos y en silencio ante la presencia de Dios. “María contestó: ‘Yo soy la esclava del Señor; cúmplase en mí lo que me has dicho’” A menudo reflexiono sobre el momento justo después de que el ángel se fue y la dejó sola a María. Fue el primer instante de la vida de Jesús en su seno. Pienso en cómo lo amaba y adoraba en silencio y en la fe que tuvo que tener. Ella conocía mejor que la mayoría de las personas la absoluta realidad de la presencia de Dios.

María fue el primer tabernáculo de Dios. Ella lo adoró en su vientre durante nueve meses antes de su nacimiento, una oración secreta de adoración amorosa. Que la Virgen Madre del Salvador nos enseñe a convertirnos en tabernáculos de Dios también. Que después de recibir a Jesús en la Comunión, como María, lo llevemos al mundo. En palabras de San Juan Pablo II, “Que nunca dejemos de adorarlo”.

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Feature Image Credit: articgoneape, pixabay.com/photos/baby-baby-jesus-bethlehem-birth-4258530/