Amores Desordenados

Como todo el mundo sabe, la Cuaresma empezó en el Día de Valentino este año. En su sentido más profundo, podríamos decir que la Cuaresma se trata de “ordenar nuestros amores.” La Liturgia de la Palabra de hoy nos demuestra lo que pasa cuando nuestros deseos y nuestros sueños están distorsionados y egoístas.

En la primera lectura del libro de Génesis (37:3-4, 12-13A, 17B-28A), los hermanos envidiosos del niño José planeaban la manera de matarlo. José era el menor de la familia y el favorito de su padre Israel. “Démosle muerte,” dicen entre ellos, “Vamos a ver de qué le sirven sus sueños. Le diremos a su padre que una fiera lo devoró.” Así que cuando José, ignorante de lo que planeaban, alcanzó a sus hermanos, lo botaron a una cisterna en el desierto. Mirando a su alrededor, vieron pasando una caravana de Ismaelitas viajando a Egipto, y vendieron a José a la esclavitud por 20 piezas de plata.  

Mis propios amores “desordenados” no son tan dramáticos, pero posiblemente son igual de violentos de lo que la Liturgia se nos presenta hoy día con este cuento. Cuando percibo la situación en términos de lo que puedo ganar, o cómo puedo evitar algo que no me gusta, o como puedo asegurar que consiga lo que creo que merezco, estoy pensando igual que los hermanos en la lectura de hoy. Doy empujones para el primer lugar (o para el último lugar si es que quiero evitar algo que no me gusta), y manipulo eventos y situaciones para que una capa delgada de bondad cubre el egoísmo, porque no quiero que los demás sepan como soy de verdad.

¿Qué hubiera pasado si los hermanos de José hubieran parado sus acciones en la lectura de hoy y pensado lo que estaban conversando, lo que sentían, lo que les estaba motivando de verdad en la intensidad del momento? ¿Qué hubiera pasado si tuvieran la conciencia de escoger una dirección más en línea con sus deseos más auténticos y la gloria de Dios?

Cuando estamos manipulando para conseguir el control de nuestros propios intereses egoístas, puede haber al fondo de nuestro comportamiento una preocupación legítima, una queja o una necesidad. Quizá los hermanos de José ya estaban cansados de la preferencia que su papá le daba. Quizá sintieron que no era justo. Quizá quisieron la atención, el descanso o una palabra o una relación que percibieron imposible con José allí presente.  En la intensidad del momento, lo que pareció una idea excelente se presentó, todo sucedió ordenadamente, y se hizo el acto antes de que pudieron darse cuenta de lo que verdaderamente necesitaban ellos mismos y lo que necesitaban de su papá, antes de que pudieran tocar la motivación más profunda que los estaba guiando, tomando responsabilidad de sus “amores” erróneos y desordenados.

Hay una práctica sencilla, pero no tan fácil, que nos puede ayudar a ordenar nuestros amores esta Cuaresma. Cuando los pensamientos y las ideas surgen en nuestra vida diaria, podemos rezar y ser cuidadosamente atentos a ellos. Dale un descanso a tu corazón y toma un paso atrás para observar lo que está pasando y despegarte del pensamiento o la idea y sus motivaciones escondidas.

La Cuaresma es una época maravillosa para construir motivaciones más auténticas en nuestros corazones. Podemos empezar llenando nuestras mentes y corazones con oraciones cortas que nos ayuden a dirigirnos hacia Dios: “Aquí estoy Señor.” “Tengo sed de Ti” “Te necesito. Me entrego a Ti para siempre.” Si llenamos nuestras primeras horas de la mañana con estos pensamientos, será más fácil ordenar nuestros amores y escoger lo que verdaderamente nos interesa a nosotros y a los demás para la gloria de Dios.

El Amor Perfecto Destierra el Temor

¿Que nos convencerá de la verdad, el poder y la belleza increíble de la resurrección de Cristo?

Después de su muerte, el hombre rico le pide a Abraham que mande a Lázaro a sus familiares que todavía viven para convencerlos de la necesidad de cambiar, para que eviten la tormenta eterna. Pero Abraham les contesta que no, si no responden a Moisés y a los profetas, tampoco se arrepentirán porque alguien ha resucitado de la muerte.  

Para nosotros que vivimos en un tiempo después de la resurrección de Cristo, esa última línea puede ser particularmente poderoso—y quizá da un poco de miedo. ¿Verdaderamente vivimos a la luz del Señor? ¿Intentemos, en cada circunstancia, caminar por sus senderos? Cuando fallamos, ¿tenemos la humildad de hacer reparación sincera?

A veces esta temporada de Cuaresma es una especie de reinicio, otras veces es ir más a fondo, o a veces es un poco de las dos cosas. Consideramos más profundamente lo que tenemos que arrepentir y lo que tenemos que remover de nuestras vidas diarias para acercarnos a nuestro Señor.  

Sin embargo, nuestra motivación debe ser diferente de lo que entiende el hombre rico. No buscamos servir a Dios y al prójimo porque temamos la tormenta de la vida después de la muerte (bueno, capaz un poquito, pero eso es secundario), sino nos mueve el amor, la caridad y la esperanza manifestada en la muerte de Cristo en la cruz y Su resurrección gloriosa después de tres días.  

El temor solo nos lleva hasta cierto punto. El amor, sin embargo, nos puede llevar hasta el final del camino.

Levanta Tu Cruz

Unos de mis hermanos seminaristas tienen lo que se llaman “Cruces Consoladoras.” Estas cruces de madera frecuentemente están hechas en La Tierra Santa o en otros sitios de peregrinaje y se llaman así porque se sienten muy suaves en la palma de la mano. Unos de nosotros hemos empezado a llamarlos “cruces ergonómicos,” en plan de broma, porque incluso la idea de una “cruz consoladora” es increíblemente irónico. De todos modos, esta ironía inofensivo señala el deseo que todos tenemos de evitar la incomodidad y el sufrimiento.

La primera lectura de hoy es del Libro del Profeta Jeremías, quien ciertamente sabe algo sobre el sufrimiento. Aprendemos que el pueblo de Judá está planeando maldades contra Jeremías diciendo “ataquémoslo de palabra” (Jer 18:18). Le suplica a Dios, “Señor, atiéndeme. Oye lo que dicen mis adversarios. ¿Acaso se paga bien con mal? Porque ellos han cavado una fosa para mí.” (18:19-20). La persecución y el sufrimiento lo espera y le suplica al Señor que se lo quite.  

El Salmo Responsorial de hoy tiene un tono semejante. El Salmista está consciente de la trampa que le han puesto y dice “oigo las burlas de la gente” (Sal 31:14). Le suplica al Señor que lo rescate. Mientras la mayoría de nosotros no hemos experimentado una persecución tan intensa como Jeremías, podemos relacionarnos con las súplicas de tanto él como el salmista.  Frecuentemente le pedimos al Señor que nos quite una incomodidad en el primer instante que aparezca. Jesús habla sobre las preocupaciones de tanto Jeremías como el Salmista y nos enseña una lección importante sobre el sufrimiento para los cristianos.

Jesús les ha dicho a sus apóstoles que “él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día.” (Mateo 16:21). Muy poco después de la Transfiguración, Jesús de nuevo les dice a sus discípulos que  “El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; le matarán, y al tercer día resucitará.” (Mat 17:22-23). Al inicio del evangelio de hoy Jesús les dice nuevamente “Ya vamos camino de Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día, resucitará” (Mat 20:18-19).

Pero parece que Juan y Santiago no están escuchando a estas advertencias firmes de parte de Jesús. Quizá están reflexionando sobre el esplendor de la Transfiguración y quieren compartir en su gloria. Desean sentarse a la derecha y a la izquierda de Jesús en su Reino. Quizá estos hijos de Zebedeo anticiparon otra gran transfiguración al llegar a Jerusalén. Están preocupados solamente del poder y del estatus y se olviden que Jesús va a sufrir y morir. Quizá cuando les pregunta: ¿podrán beber el cáliz que yo he de beber?” se imaginan un cáliz de vino dulce en un banquete royal muy rico.  

Se entiende que el resto de los apóstoles están indignados que Juan y Santiago busquen ascenso. Nosotros también nos podemos frustrar con Juan y Santiago por hacer el intento de elevarse. Pero nosotros también frecuentemente deseamos el poder, el prestigio, o incluso una vida cómoda sin la cruz. Queremos una cruz que podemos traer en la mano que ciertamente ni nos astilla. Jesús los corrige a sus apóstoles notando que la grandeza en el Reino de Dios se trata de ser servidor. Él provee un ejemplo de ese servicio al dar su vida en una cruz gigante y áspera.

La Cuaresma es una bella temporada del año para ser bruscamente honestos con nosotros mismos. ¿Somos capaces de beber de su cáliz? ¿Nos llamamos cristianos por la comodidad que nos trae o estamos verdaderamente dispuestos a irnos a la cruz con Jesús? Esta Cuaresma purifiquemos nuestros corazones a través de la penitencia para que podamos seguir a Cristo en nombre de Él mismo.

Juan y Santiago nos ofrecen un poco de esperanza. A pesar de su insistencia inicial sobre el poder y el prestigio, ambos apóstoles pudieron sufrir con Cristo y para Cristo. San Santiago está conocido tradicionalmente como el primer apóstol martirizado en el año 44. Mientras San Juan no era martirizado, la tradición enseña que estuvo al pie de la cruz de Jesús con María. También, lo mandaron al exilio por ser discípulo de Cristo varios años después. Los dos demostraron virtud extraordinario y la habilidad de sufrir por Cristo y su Iglesia. Hoy podemos mirar a los dos como ejemplos y pedir su intercesión, para que podamos aceptar las cruces en nuestras propias vidas.  

Santos Juan y Santiago, ¡ruegan por nosotros!

El Sacrificio en los Momentos Ordinarios

Una de mis cosas favoritas de mi trabajo es que es tan ordinario. Paso la semana ayudando a gente en situaciones diarias como comprar un sándwich en Subway, abrir una puerta o hacer la tarea. Todos son hechos ordinarios. Quizá la mayoría de las personas lo encontrarían aburrido y monótono, y ciertamente puede ser, pero estoy agradecido por su necesidad de apoyo sin complicaciones.

Antes de empezar esta posición como Profesional de Apoyo Directo, trabajaba como un Ingeniero de Transferencia de Petróleo, (también conocido como empleado de gasolinera). Tenía la oportunidad de estudiar en la universidad pero no podría terminar y volví al trabajo que tenía en la preparatoria en la gasolinera. Era muy fácil estar avergonzado de mí mismo; toda la gente a mi alrededor avanzaba por la vida como “se debe” y yo estaba estancado. Ugh!

Trabajé en la gasolinera y varios otros trabajos por dos años y medio antes de encontrar esta posición (lo cual es un cuento para otro momento). Solo quería salirme ya de la gasolinera y no me importaba como.

La primera persona que atendí era un estudiante de preparatoria que tenía 15 años pero estaba a nivel de segundo grado en la matemática y la lectura. Cuando comparaba sus dificultades a las mías, yo ya no parecía estar en tan mal lugar. De hecho, su necesidad sencilla me permitía servir agradecidamente: ahora tenía un lugar en este mundo para hacer algo significativo.

No podría y todavía no puedo hacer cosas muy complicadas. Pero la gente que yo ayudo no necesita nada complicado. Necesitan un servicio sencillo, como recordarles a decir “gracias”, o que se les entregue un tenedor en la cena o que se les felicite cuando aprenden algo nuevo.

Todavía soy y quizá siempre seré alguien que “nunca terminó la universidad”, pero no hay lugar para esa desesperación o auto-depreciación en mi corazón después de toda la gratitud y realización que siento al hacer algo tan importante como ayudar a alguien a decir “hola”.

Sacrifica la lastima por ti mismo por amor al otro.

Ven a la vida.

Todos te estamos esperando.

Great Is Our God

“Lord, great and awesome God, you who keep your merciful covenant toward those who love you and observe your commandments!”

The Old Testament reading today starts out on a promising note–God is great and awesome–we can get on board with this. God is great and awesome; He loves us and is so happy with all of the ‘nice’ things we do.

We have sinned, been wicked and done evil; But wait, what’s this stuff about sin?  Wicked? I haven’t been wicked–I keep my lawn mowed and my snow plowed, wave to my neighbors, and smile at service people. I may lose my temper occasionally, or cut corners here and there, but nothing that’s wicked.

It can be difficult in our clean, well-fed, comfortable world to think we’ve done anything wicked. Our ‘problems’ aren’t sins, they’re addictions. You think my behavior is wrong, but I don’t see it that way. We just need to understand more, to be better educated and more tolerant; then God will look at us and smile.

…we have rebelled and departed from your commandments and your laws.

This all seems rather vague–rebelled, departed from commandments. I’m pretty sure I didn’t intend to do any such thing. But if, through no fault of my own, I did, please excuse me, and I’ll do better in the future.

The passage opens with the greatness of God–his awe-inspiring merciful covenant. Perfection itself has entered into a covenant with us, and we’ve ignored Him. And, to top it off, we don’t think doing that is so bad. We’ve stopped meditating on God, and instead are busy looking at ourselves. Our spiritual practices during Lent are just one more item on the to-do list, one more box to check. Instead of being the means to an end, they become the end itself.

In C. S. Lewis’ Screwtape Letters, Screwtape offers Wormwood on how to keep his human from prayer:  

“Whenever they are attending to the Enemy Himself we are defeated, but there are ways of preventing them from doing so. The simplest is to turn their gaze away from Him toward themselves. Keep them watching their own minds and trying to produce feelings there by the action of their own wills. When they meet to ask Him for charity, let them, instead, start trying to manufacture charitable feelings for themselves, and not notice that this is what they are doing….Teach them to estimate the value of each prayer by their success in producing the desired feeling.”

To know the mercy and love of God in Christ, we must keep our focus always on Him. And Lenten fasts, almsgiving, and works of mercy are tangible ways for us to do this, along with Stations of the Cross, praying (not just saying) the Rosary and countless other spiritual practices. These all increase our longing for Jesus.

So, the rest of this Lent, keep the words of the classic hymn in mind:

Turn your eyes upon Jesus, Look full in His wonderful face, And the things of earth will grow strangely dim In the light of his glory and grace.  (Helen Lemmel, 1863-1961)

Pamela Pettibone joined Diocesan’s staff in 2006, after a number of years in the non-profit sector. Her experience is in non-profit administration including management, finance, and program development, along with database management and communications. She was a catechist in her parish RCIA program for over 15 years, as well as chairperson of their Liturgy Commision. Received into the Catholic Church as an adult, Pamela’s faith formation was influenced by her Mennonite extended family, her Baptist childhood, and her years as a Reformed Presbyterian (think Scott Hahn).

Grande Es Nuestro Dios

“Señor Dios, grande y terrible, que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos.

La lectura del Antiguo Testamento hoy empieza con un versículo alentador—Dios es grande y buenísimo—nosotros podemos unirnos a esta verdad. Dios es grande y buenísimo; nos ama y está muy contento con todas las cosas buenas que hacemos.

Hemos pecado, hemos sido malos y hecho cosas malas; pero espérate, ¿qué es todo eso del pecado?  ¿Mala? ¿He sido mala?—Mantengo mi pasto cortado, limpio la nieve, les saludo a mis vecinos, y sonrió a la gente de servicio. Puede ser que pierda la paciencia de vez en cuando, o por allí haga lo mínimo posible para que salga lo pedido, pero no haga nada verdaderamente malo.

Puede ser difícil en este mundo tan limpio, satisfecho y cómodo pensar que hemos hecho algo malo. Nuestras “problemas” no son pecados, son adicciones. Tú crees que mi comportamiento está mal pero yo no lo veo de esa manera. Solo tenemos que entender mejor, ser más educados y más tolerantes y así Dios nos va a mirar con una sonrisa.  

“… nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas.”

Todo eso parece algo impreciso— hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos. Estoy bastante segura que no era mi intención hacer ninguna cosa semejante. Pero si, por ninguna culpa mía, lo he hecho, por favor perdóname y voy a mejorar en el futuro.

El pasaje empieza con la grandeza de Dios, su alianza misericordiosa que inspira asombro. La Perfección Misma ha entrado en alianza con nosotros y lo hemos ignorado. Y para colmo, no pensamos que hacerlo es tan malo. Hemos dejado de meditar en Dios y nos ocupamos en mirar a nosotros mismos. Nuestras prácticas espirituales durante la Cuaresma son solamente una cosa más en la lista de quehaceres, una caja más donde poner ‘x’ de completo. En lugar de ser un medio para llegar a un fin, vuelvan a ser un fin en sí mismo.

En Cartas del Diablo a su Sobrino de C. S. Lewis, Escrutopo le ofrece a Orugario consejo sobre cómo prevenir que su ser humano rece:  

“Cuando están haciendo caso al Enemigo Mismo somos vencidos, pero hay varias maneras de prevenirlo. Lo más sencillo es voltear su mirada fuera de Él y hacia sí mismos. Mantenlos mirando a sus propias mentes e intentando producir sentimientos allí por la acción de sus propias voluntades. Cuando se reúnen para pedirle la caridad, deje que ellos, en lugar de eso, empiecen a intentar crear sentimientos caritativos hacia sí mismos, sin darse cuenta que eso es lo que están haciendo….Enséñales a evaluar el valor de cada oración por su éxito en producir el sentimiento deseado.”

Para conocer la misericordia y el amor de Dios en Cristo, tenemos que enfocarnos siempre en Él. Y los ayunos cuaresmales, los dones caritativos y las obras de misericordia son las maneras palpables de hacerlo, junto con los Vía Crucis, rezando (no solo recitando) el Rosario e innumerables otras prácticas espirituales. Todo eso aumenta nuestro anhelo por Jesús.

Así que, durante el resto de esta Cuaresma, mantengan en mente las palabras de ese himno clásico:

Voltean su mirada a Jesús, Miren directamente a su cara hermosa, Y las cosas del mundo perderán su lustre A la luz de su gloria y su gracia.  (Helen Lemmel, 1863-1961)

La Transformación en Medio de la Tormenta

Me acuerdo de los primeros momentos de redención y libertad que experimenté durante la terapia. Tengo Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), una desorden de ansiedad donde las obsesiones se demuestran en forma de compulsiones de varios tipos y luego afectan a la vida diaria de uno.   

Con mi forma particular de TOC, batallo con las obsesiones relacionadas a la contaminación y las preocupaciones sobre lo que podría pasar a mí misma o a mis seres queridos en este mundo tan loco. Las compulsiones que vienen de estas obsesiones mías incluyen lavarme las manos intensamente, revisar y cerrar con llave las puertas repetidamente, y revisar enchufes eléctricos y aparatos (como el horno) varias veces seguidos para asegurar que estén apagados. Estas compulsiones pueden hacer espirales si permito que las obsesiones dominan mi ser, así que tengo que exponerme a estas obsesiones y luchar contra las compulsiones: eso se llama terapia de reacción a la exposición.  

Esta batalla ciertamente no es algo que pueda ganar sola, pero con Dios, puedo ser una nueva creación. El TOC tiene a su razón de raíz expresarse como un deseo de tener control, pero no tengo control en esta tormenta de la vida. Sino soy transformada a través del amor que Dios me tiene, por la crucifixión y resurrección de Cristo.

Los frutos bellos de este desorden de ansiedad, los cuales he llegado a reconocer desde que me diagnosticaron, es que puedo unirme con Cristo mientras le ruego que me salve de este problema. A través de todas mis batallas y al amarme durante mis momentos más bajo, Dios me sopla al oído y me habla al corazón para acordarme que soy creada a su imagen y semejanza, con una dignidad que me está dado únicamente como su hija. Soy llamada a ser transformada, a experimentar una conversión de corazón. Dios me ama perfectamente tal como soy, y no tengo que fingir que estoy bien para que me ame y me llame a la santidad.

En el Evangelio de hoy, vemos la representación del cuarto Misterio Luminoso: La Transfiguración. Vemos la imagen hermosa de lo que somos llamados a ser por nuestro bautizo en este evento que atestiguaron los discípulos de Jesús:

Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra.” (Marcos 9:2-3).

Igual que Cristo demostró su dignidad ante los apóstoles en la Transfiguración, también nosotros somos llamados a ser transformados en la vida Cristiana a través de amarnos a nosotros mismos y a los demás a pesar de las dificultades que enfrentamos.  Los demás deben mirar a nuestras vidas y poder ver brillar el amor de Cristo. Cuando enfrentamos las dificultades de la vida, Dios nos está dando el don de aferrarnos a Él más fuertemente y nos permite irradiar su amor, y así ser un don a los demás.  

Cristo desea que nos acerquemos a Él para que podamos verlo a Él en nosotros mismos y en los demás, la dignidad de la persona humana. Como dice San Juan Pablo II, “En Cristo y por Cristo la humanidad ha adquirido plena conciencia de su dignidad y el significado de su existencia.” Por Cristo y su transfiguración, podemos entender mejor nuestra dignidad y la gran significancia que tiene nuestra existencia. Mi desorden TOC tiene un propósito dentro de mi dignidad como persona y me va a ayudar a amar a los demás lo mejor posible mientras entregue la dificultad al pie de la Cruz, igual que sus cruces serán transformadas por Dios para ayudarles a amar a los demás y guiarlos más cerca a Cristo. Unir nuestras dificultades al amor y paz de Dios nos ayudará a acercarnos más y más a lo que debemos ser por la redención de Cristo.  

Para poder seguir transformándonos en Cristo, tenemos que confiar en las promesas de Dios. Como vemos en la primera lectura, Dios le promete a Abraham que su disposición a sacrificar a su hijo amado por el Amor Mismo resulta que sus descendientes serán tan numerosos como las estrellas. Dios es misericordioso y justo y es Amor. Confía que tu conversión por las cruces en tu vida te proveerá lo necesario para vivir tu vocación al amor, la vocación raíz de todos nosotros, porque fuimos criados por amor, para amar y somos llamados a compartir este Amor con los demás. Dios promete ayudarnos por nuestro transcurso, y como vemos una y otra vez en la Sagrada Escritura (y en el mundo a nuestro alrededor) Dios siempre guarda sus promesas.  

He experimentado el Amor Mismo a través de las personas en mi vida: mi familia, mis amigos y mi prometido. Su ejemplo de amor me inspira a seguir cada día cuando la cruz del TOC me pesa demasiado, y luego me motivan a seguir volviendo a Cristo y aceptando su amor para que pueda crecer en el amor hacia mí misma por la manera que fui creada. Si acepto este amor puedo amarlos a todos ellos mejor, y crecer a ser la mejor futura esposa y (si Dios quiere) madre posible, con la gracia de Dios. He tenido dudas y temores sobre mi capacidad de vivir mi vocación al matrimonio con este desorden que tengo, pero me acuerdo que Dios capacita a los que son llamados y no vice versa.  Me llama a la santidad a través de mi matrimonio que ya se acerca, la Iglesia Doméstica que mi prometido y yo estableceremos con los votos el día de nuestra boda, y Dios trabajará a través de los dos para ayudarnos a llegar al cielo, a pesar de las cruces que cargamos. Sin embargo, Dios te llama a vivir tu vocación al amor en esta vida y le pido a Dios que estés transformado, que aceptes tus cruces, y sigas entregando tus dificultades a Cristo con esperanza. Esté dispuesto a recibir su amor de verdad y cree que eres digno de ese amor para que puedas derramar ese amor a los demás.

Hijos de Dios

Vamos a ser sinceros, a veces lo que el Señor nos pide es bastante difícil. Debemos ser santos y buenos, generosos y bondadosos, pacientes y prudentes. Y por si acaso eso no basta, durante la Cuaresma también debemos practicar el autodominio y sacrificarnos. AAH! ¡Por favor, dame un café latte y unos chocolates ahora mismo porque no puedo con todo esto!

Sin embargo, las lecturas de hoy nos dan un poco de esperanza. A pesar de que lo que nos piden es difícil, siempre resulta en un don mayor de parte de Dios.  

La Primera Lectura dice: “Hoy has oído al Señor declarar que él será tu Dios, pero sólo si tú caminas por sus sendas, guardas sus leyes, mandatos y decretos, y escuchas su voz.” (Dt 26:17)

Esa es la parte difícil. Pero escucha lo que dice a continuación: “tú serás el pueblo de su propiedad, como él te lo ha prometido… él te elevará en gloria, renombre y esplendor, por encima de todas las naciones que ha hecho y tú serás un pueblo consagrado al Señor, tu Dios” (Dt 26:18-19).

¡Que promesa tan increíble! ¿Qué importa un poco de sacrificio comparado con el hecho de ser elevado y consagrado a Dios?

Y de nuevo en el Evangelio nos pide algo aparentemente imposible diciendo, “Sean, pues, perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5:48), pero la consecuencia es tan dulce: “para que sean hijos de su Padre celestial” (Mt 5:45).

Mi papá siempre decía que nunca podrás ganarle al Señor en la generosidad, y las lecturas de hoy nos demuestran el ejemplo perfecto. Se nos pide poner un poco de esfuerzo, pero sus recompensas son eternas.  

Primero Reconcíliate y Luego Ofrece tu Regalo

Este Evangelio es tan directo que quizá nos pone incómodos. Entendemos lo que dice Jesús, pero ¿cómo nos toca al corazón? Pienso en esa persona con quien no me llevo bien, ¿puede ser que Jesús me está hablando de esa? ¡Claro que sí! Para vivir este Evangelio tengo que estar en paz con todos. Si he lastimado a alguien, tengo que pedirle perdón y reparar el daño hecho.  De todos modos, la vida humana es caótica, y algunas relaciones nunca se podrán restaurar. No puedo controlar los pensamientos y las acciones de otras personas.  A veces la gente se ofende cuando no teníamos ninguna intención de ofender, y rechazan cualquier relación. En estos casos dolorosos, la relación que pide Jesús tiene que tomar lugar en mi propio corazón, que no guarde rencores contra esa persona sino que rece por él/ella.

Policarpo, el santo que celebramos hoy, nos ofrece un ejemplo maravilloso de la reconciliación. Como obispo de Esmirna en Asia Menor, lo martirizaron a la edad de 86 años, alrededor del año 155. Somos afortunados poder contar con los actos de su martirio, los cuales nos dan una mirada excelente a su personalidad. El gobierno estaba persiguiendo a los cristianos, y Policarpo lo pensó prudente esconderse. Pero uno de los sirvientes de su casa lo traicionó y llevó la policía al Obispo. Cuando todos llegaron a la casa, en lugar de enojarse por la traición, Policarpo les dio la bienvenida al sirviente y a la policía y “Pidió que pusieran delante de ellos algo de comer y tomar, todo lo que quisieran, y les pidió que lo permitiera rezar por una hora sin interrupciones.” Rezó por dos horas, “acordándose de cada persona con quien había tenido contacto, tanto pequeños como grandes, distinguidos como desconocidos, y también a la Iglesia Católica entera pero todo el mundo.” Y luego lo llevaron a Policarpo a la muerte.

Estaba en paz e incluso demostró su sentido de humor. En la arena, a Policarpo le dijeron que tenía que hacer un juramento diciendo, “¡Fuera los ateos!” –significando los cristianos, a quienes llamaron ateos porque rehusaron alabar a los dioses romanos. En lugar de hacerlo, mirando a toda la muchedumbre de paganos anárquicos en el estadio, y señalándolos con su mano, les dijo “¡Fuera los ateos!” Después de que lo rogaron denunciar a Cristo, Policarpo declaró, “Lo he servido por ochenta y seis años y nunca me hizo ningún daño. ¿Cómo puedo blasfemar a mi Rey y Salvador?” Luego salió a encontrar la muerte por el fuego y la espada.

Podemos admirar la manera que Policarpo les dio la bienvenida cálida a sus propios enemigos y los sirvió, aunque habían venido a arrastrarlo a su muerte. Policarpo ofreció su propia vida en unión con el sacrificio eucarístico, lo cual había celebrado frecuentemente como sacerdote y obispo. En la Misa, nosotros también podemos ofrecer el don de nuestras vidas día tras día con un corazón abierto a todos. Que esta cuaresma nos ayude a ser más como Jesús, igual que Policarpo dio a sí mismo para el Señor.

Las Llaves a Mi Propio Pequeño Reino

En el Evangelio de hoy, Simón Pedro no duda en responder a la pregunta de Jesús, “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?” Jesús también dice que su Padre celestial se le ha revelado esta información a Simón Pedro, pero ¿cómo?

El Evangelio no nos dice como el Padre reveló la identidad de Jesús a Simón Pedro. Nos quedamos con la duda y solo podemos suponer. Seguramente no era una revelación dramática, porque si fuera así nos hubieran contado la historia. Aparentemente era una revelación privada entre Dios y Simón Pedro a solas, una revelación que Jesús esperaba antes de entregarle a Simón Pedro las llaves de Reino.

Este intercambio sencillo entre Jesús y Simón Pedro inició la fundación de la Iglesia Católica pero ¿cómo se relaciona a tú y yo?

Personas de otras denominaciones me ha preguntado varias veces quién es Jesús. Es una pregunta trampa. Si no contesto de cierta manera…pues, lo más probable es que ustedes también han tenido la misma conversación.

Pero leyendo el Evangelio de hoy me hace pensar diferente. Reconozco quien es Jesús pero dudo que vaya a recibir llaves del Reino. ¿O sí? Mi reino terrenal consiste de mi familia y nuestra casa. Es mi responsabilidad de ver que se paguen las cuentas, la ropa este limpia, la casa esté ordenada y se compra la comida, etc. Es nuestra esquina del mundo. Es el punto de inicio de donde empezamos nuestro día. Si nuestros alrededores son caóticos, no podemos enfrentar las dificultades del día.

Mientras reflexiono en el Evangelio de hoy, me imagino reconociendo a Jesús igual que Simón pedro. También veo a Jesús, sonriéndome mientras me pasa un anillo de llaves chiquitos que me dan la responsabilidad de mi propio pequeño reino. Le sonrió a Él y acepto las llaves. Y me disculpo porque ¡tengo que irme a aspirar las alfombras!

Jesús Es Más Que Un Arreglo Rápido

¿La gente de este tiempo es una generación perversa? (Lc 11:29) Creo que este versículo se  aplica bastante bien a donde estamos hoy día. Estamos buscando dirección en todos lados menos en Dios.  Queremos una señal. Y ¿dónde vamos buscar esta señal? A los medios de comunicación sociales, las grandes redes de noticias, y la televisión de realidad. No encontramos muchas señales…solamente mucha drama y caos. Posteamos en el Facebook pidiendo clarificación, y ¿que ganamos de eso? Capaz mucho consejo pero ni una gota de sabiduría.

En el Evangelio de hoy, vemos la muchedumbre buscando una señal. Jesús da referencia al pasado y les recuerda que Jonás ya había pedido señal (Antiguo Testamento). Jesús está realizando las profecías del Antiguo Testamento y “aquí hay uno que es más que Jonás.” Si Jesús fuera cualquier otra persona pensaríamos que fuera bastante loco pero ¡es Jesús! Al leer los Evangelios, uno se da cuenta que muchas veces Jesús está hablando a la muchedumbre y habla en parábolas. Mientras Jesús habla, parece que frecuentemente se enfoca en el Reino de Dios y a la gente solo les importa lo del momento presente. Si podrían sanarse y seguir con la vida, estarían contentos.

¿Cuántas veces queremos solo un poco de Jesús y luego seguir a la próxima cosa? El dilema que encontramos de las respuestas rápidas es que requieren muy poca transformación espiritual. Las respuestas rápidas nos dan una paz temporaria pero no crean un cambio sustancial en nuestras almas y corazones. Piensan en una comida hecho a fuego lento en una tarde fresca de otoño. No hay nada mejor que cuando la comida ha estado cocinando lentamente por varias horas. Oramos por una señal o un poco de dirección, pero la versión microondas de Jesús es mucho más fácil de manejar. Una fe que descansa en Jesús perdurará las pruebas de hoy y las preguntas de mañana.

Una voz en el silencio

Me he vuelto cada vez más consciente de la presencia de Dios en mi vida durante los últimos dos años. Esta es una de las lecciones más valiosas que aprendí durante mi época en el seminario; ser consciente de los movimientos pequeños y silenciosos del Señor, que pasarían desapercibidos si  no estuviera en sintonía con la forma de hablar del Señor.

La otra noche tuve un momento con Dios. Estaba dejando el apartamento de mi prometida para volver a mi casa y me sentía muy agradecido por todo lo que el Señor ha hecho en mi vida y por lo que sigue haciendo. Caía nieve mientras caminaba, la clase de nieve que cruje bajo los pies. Miré hacia arriba y sentí la presencia de Dios de una manera muy real y tangible. Era como si el mundo se detuviera y yo pudiera entrar en el silencio de mi corazón con el Amante de mi Alma.

Momentos como estos no ocurren todo el tiempo, pero sí suceden. Muchas veces estoy demasiado ocupado o distraído para oír el silencio. En el Evangelio de hoy, Jesús nos pide no balbucear como los paganos, que piensan que serán escuchados por todo lo que hablan. A lo largo de la Cuaresma se nos dice que oremos en silencio y ayunemos sin jactarnos. Estas frases han llegado en gran medida a significar que debemos ser humildes en nuestra oración, pero creo que nos perdemos de una profunda riqueza si las reducimos únicamente a la humildad.

La mayoría de los místicos que encontramos en nuestra gran tradición católica hablan de la importancia del silencio, y no solo de la tranquilidad pasiva, sino de la atención activa a las fuerzas espirituales dinámicas que nos rodean y nos acercan más a lo divino.

La Santa Madre Teresa dijo: “Necesitamos encontrar a Dios, y no lo podemos encontrar en el ruido y la agitación. Dios es el amigo del silencio. Fíjate cómo la naturaleza –los árboles, las flores, la hierba– crecen en silencio; fíjate en las estrellas, la luna y el sol, cómo se mueven en silencio… Necesitamos silencio para poder tocar almas”.

Mientras recorremos esta época de renovación espiritual, tómate un segundo para dejar de leer este blog y empieza a prestar atención a las formas silenciosas con las que Dios está trabajando en tu vida. Cada vez que encuentres un momento de calma y tranquilidad en tu día de hoy, simplemente reza Ven Espíritu Santo. Mientras lo haces, siéntate con lo que el Señor tenga que decirte en este momento. Siéntate con la certeza de que eres amado como Hijo o Hija de Dios. Tal vez te sorprenda aquella voz simple y a la vez profunda que oyes en el silencio.