What is the Lord Asking of Us? / ¿Qué Nos Pide el Señor?

Today we hear the story of the widow’s mite. Jesus watches the wealthy put their gifts in the basket and then observes the poor widow putting her two coins into the basket also. He is struck by the fact that the wealthier are putting in gifts that come out of their surplus. The poor widow gives all she has with two small coins. 

Many years ago I had a few little mites. They were supposedly copies of what one actually  looked like. They would be easy to lose. They were about the size of 1/3 of a nickel.

Jesus was looking at the hearts of the wealthy and that of the poor widow. He saw a big difference between the two. One seemed to be giving out of duty whereas the widow gave from her heart. The collections at that time were used to help the poor. But wait! The widow was already poor and she was giving. In fact, Jesus says that she gave all she had. 

I saw this happen with one of my friends. He knew an Afro-American preacher in Ohio. He was serving the poor and barely had enough to provide for his family. My friend cleaned out his life savings and gave it to the preacher. I was shocked! His faith in God was over the top! He had no savings for backup. He was basically working from paycheck to paycheck at the time. Guess what? The Lord took care of him and his family! It was a great lesson for me!

Perhaps, we need to ask ourselves at certain times in our lives could we have been more generous to help those in need? I am sure I have failed in that area more than once. I don’t like that feeling. So looking back at that poor widow and my friend, what can we do to be more generous in our lives to those that need help in one area or another. It’s not always about money, it also includes reaching out and helping others in their need. Could we be the first one to lend a helping hand? 

Serving with joy!

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Hoy escuchamos la historia del óbolo de la viuda. Jesús observa a los ricos poner sus ofrendas en la canasta y luego observa a la viuda pobre que también pone sus dos monedas en la canasta. Le llama la atención el hecho de que los más ricos están poniendo ofrendas de lo que les sobra. La viuda pobre da todo lo que tiene con dos moneditas.

Hace muchos años tuve unas pequeñas mitas. Supuestamente eran copias de como realmente eran. Serían fáciles de perder. Eran del tamaño de 1/3 de una moneda de cinco centavos.

Jesús miraba el corazón de los ricos y el de la viuda pobre. Vio una gran diferencia entre los dos. Uno parecía estar dando por deber mientras que la viuda dio de corazón. Las colectas en ese momento se usaron para ayudar a los pobres. ¡Un momento! La viuda ya era pobre y estaba dando. De hecho, Jesús dice que ella dio todo lo que tenía. 

Vi que esto sucedió con uno de mis amigos. Conocía a un predicador afroamericano en Ohio. Estaba sirviendo a los pobres y apenas tenía lo suficiente para mantener a su familia. Mi amigo vació los ahorros de toda su vida y se los dio al predicador. ¡Me quedé impactado! ¡Su fe en Dios era exagerada! No tenía ahorros como respaldo. Básicamente estaba trabajando de cheque en cheque en ese momento. ¿Adivina qué pasó? ¡El Señor cuidó de él y su familia! ¡Fue una gran lección para mí!

Quizás, debemos preguntarnos en ciertos momentos de nuestras vidas, ¿podríamos haber sido más generosos para ayudar a los necesitados? Estoy seguro de que he fallado en esa área más de una vez. No me gusta ese sentimiento. Mirando hacia atrás a esa pobre viuda y a mi amigo, ¿qué podemos hacer para ser más generosos en nuestras vidas con aquellos que necesitan ayuda en un área u otra? No siempre se trata de dinero, también incluye extender la mano y ayudar a otros en sus necesidades. ¿Podríamos ser los primeros en echar una mano?

¡Sirviendo con alegría!

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Deacon Dan Schneider is a retired general manager of industrial distributors. He and his wife Vicki have been married for over 50 years. They are the parents of eight children and thirty grandchildren. He has a degree in Family Life Education from Spring Arbor University. He was ordained a Permanent Deacon in 2002.  He has a passion for working with engaged and married couples and his main ministry has been preparing couples for marriage.

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Christ Our King / Cristo Rey Nuestro

It seems that only when our lives are turned upside down do we realize what is truly important. Only when what we deemed important is no longer there, do we understand that so many things are actually rather unimportant. So what IS important? While the answer may vary somewhat, a few things should not falter to us as Christians. 

First and foremost, God is important. He is so important that we wouldn’t exist without Him and our lives would be void of meaning. Secondly, people are important. Lately I have been reminded again and again about the importance of hospitality. It does not matter if someone breaks one of my kids’ toys or spills on my carpet. What matters is that I am spending time with loved ones and welcoming them into my home. I am showing them that they matter to me and are not forgotten. Thirdly, what we do for/with God and for/with people is important. God has given us a set of Commandments to follow and Christ as a solid example to imitate. He has also given us people to interact with and share with. What is it that we share? How do we interact? 

It all comes down to the importance we place on living for God alone. Is Christ truly my King? If He is my King then that implies that a whole lot of other people (and things) are not my king. There can only be one King. If devotedness is divided, chaos ensues and perhaps even betrayal. 

Today’s readings portray these thoughts so well. In the first reading, God promises to look after, tend, rescue, pasture, give rest to, seek out, bring back, bind up and heal his sheep. All of these words evoke tenderness and care, love and compassion. Then he says: “but the sleek and the strong I will destroy, shepherding them rightly.” He lets us know that if we humble ourselves and allow Him to be King, He will care for us, but if we choose pride, he will discipline us. 

The second reading similarly speaks of proper order, Christ first and then those who belong to Him. It also speaks of destroying every sovereignty, authority and power, and everything being subjected to Him, “so that God may be all in all”. Once again, we are asked to step down from our soap boxes, our makeshift thrones, and allow Christ to govern us and guide us. 

And lastly, the Gospel is the parable of the sheep and the goats, reminding us that whatsoever we do to others, we do it to God. “For I was hungry and you gave me food, I was thirsty and you gave me drink, a stranger and you welcomed me, naked and you clothed me, ill and you cared for me, in prison and you visited me.”

May the Holy Spirit remind us loud and clear today, as we celebrate the Solemnity of Christ the King, that God seeks humble vessels to carry out His work and that He is the one and only true King, no matter how much we might (inadvertently) convince ourselves otherwise. Christ My King, reign in my heart today and always. May You be what is truly important to me, my All!

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Parece que solo cuando nuestras vidas se ponen patas arriba nos damos cuenta de lo que es verdaderamente importante. Solo cuando lo que considerábamos importante ya no está, comprendemos que tantas cosas son en realidad poco importantes. Entonces, ¿qué ES importante? Si bien la respuesta puede variar un poco, algunas cosas no deberían faltar para nosotros como cristianos.

En primer lugar, Dios es importante. Es tan importante que no existiríamos sin Él y nuestras vidas no tendrían significado. En segundo lugar, las personas son importantes. Últimamente me he acordado una y otra vez de la importancia de la hospitalidad. No importa si alguien rompe uno de los juguetes de mis hijos o se cae algo que mancha mi alfombra. Lo importante es pasar tiempo con los seres queridos y darles la bienvenida.  Les estoy mostrando que me importan y que no me olvido de ellos. En tercer lugar, es importante lo que hacemos por/con Dios y por/con las personas. Dios nos ha dado un conjunto de Mandamientos a seguir y Cristo como un sólido ejemplo a imitar. También nos ha dado personas con las que interactuamos y compartimos. ¿Qué es lo que compartimos? ¿Cómo interactuamos?

Todo se trata de la importancia que le damos a vivir solo para Dios. ¿Cristo verdaderamente es mi Rey? Si es mi Rey, eso implica que muchas otras personas (y cosas) no son mi rey. Puede haber un solo Rey. Si la devoción se divide, sobreviene el caos y tal vez incluso la traición.

Las lecturas de hoy demuestran muy bien estos pensamientos. En la primera lectura, Dios promete ir a buscar, velar, apacentar, hacer reposar, buscar, hacer volver, curar y robustecer a sus ovejas. Todas estas palabras evocan ternura y cuidado, amor y compasión. Luego dice: “a la que está gorda y fuerte, la cuidaré. Yo las apacentaré con justicia.” Nos hace saber que si nos humillamos y le permitimos ser Rey, nos guardará, pero si elegimos el orgullo, nos disciplinará.

La segunda lectura también habla del orden propio, primero Cristo y luego los que le pertenecen. Tiene que destruir toda soberanía, autoridad y potestad, para que todo esté sujeto a Él, “así Dios será todo en todas las cosas”. Una vez más, se nos pide que dejemos nuestro orgullo, nuestros tronos improvisados, y permitamos que Cristo nos gobierne y nos guíe.

Y por último, el Evangelio es la parábola de las ovejas y las cabras, recordándonos que todo lo que hacemos a los demás, se lo hacemos a Dios. “[E]stuve hambriento y me dieron de comer, sediento y me dieron de beber, era forastero y me hospedaron, estuve desnudo y me vistieron, enfermo y me visitaron, encarcelado y fueron a verme”.

Que el Espíritu Santo nos recuerde en voz alto hoy, mientras celebramos la Solemnidad de Cristo Rey, que Dios busca vasos humildes para llevar a cabo Su obra y que Él es el único y verdadero Rey, por mucho que podamos (sin darnos cuenta) ) convencernos de lo contrario. Cristo Mi Rey, reina en mi corazón hoy y siempre. ¡Que Tú seas lo verdaderamente importante para mí, mi Todo!

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Feature Image Credit: Angie Menes, cathopic.com/photo/7940-jesucristo-rey-del-universo


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Expanding Our Minds to Think as God Does / Expandir la Mente a Pensar Como Dios

In this passage, Jesus is clear: life in Heaven will not be like life on Earth. How easy is it to get caught up in making God fit into our “box” versus seeking to expand our minds to love, think and behave more like Christ? Jesus shows us the way to God the Father, and to open our minds to do the loving will of God and not follow our selfish desires.

As parents, we can spend a lot of time explaining the wonders of this world and how things work to our young children. Yet their minds can’t grasp the concepts, so they need to trust that we are speaking the truth and someday they will understand. The same is true with us and Christ. He wants us to see the reality of Heaven and what is of value in eternal life, versus limiting ourselves to the things of this earth which are passing away. Worldly success, fame, money and power do not ultimately satisfy us now and will have no value when we pass on to the next life. 

In this Gospel, Jesus tells us that as children of God, we will not need marriage “The children of this age marry and remarry; but those who are deemed worthy to attain to the coming age and to the resurrection of the dead neither marry nor are given in marriage. They can no longer die, for they are like angels; and they are the children of God because they are the ones who will rise.”

As Christians, it is so beautiful to think that peace, love, and the joy of Heaven will consume us, and we will be totally fulfilled. “Even marriage, one of the most sacred of human institutions, will fall away in the newness of heaven, where the love we practiced on earth will be caught up into a higher love, bringing our longing for union with God and one another to its utter fulfillment.” (Fr. John Bartunek, LC, THD. The Better Part, Ministry 23, 2014. p 744)

Our faith is the path to Heaven and the roadmap for our lives. We need to live out our faith in our heart, words, and actions and share it with others. By doing so, God has promised that we will live forever with Him and experience total fulfillment. The Lord desires to impart to us His wisdom, peace, and love so that we can begin to experience eternal life in this age. God wants us to live out our faith wherever He has planted us, so that we can be a light to those struggling to find Him.

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En este pasaje, Jesús es claro: la vida en el Cielo no será como la vida en la Tierra. ¿Qué tan fácil es quedar atrapado en hacer que Dios encaje en nuestra “cajita” en lugar de buscar expandir nuestras mentes para amar, pensar y comportarnos más como Cristo? Jesús nos muestra el camino a Dios Padre y a abrir la mente para hacer la voluntad amorosa de Dios y no seguir nuestros deseos egoístas.

Como padres de familia, podemos pasar mucho tiempo explicando las maravillas de este mundo y cómo funcionan las cosas a nuestros hijos pequeños. Sin embargo, sus mentes no pueden captar los conceptos, por lo que necesitan confiar en que estamos diciendo la verdad y algún día lo entenderán. Lo mismo es cierto entre Cristo y nosotros. Quiere que veamos la realidad del Cielo y lo que tiene valor en la vida eterna, en lugar de limitarnos a las cosas pasajeras de esta tierra. El éxito mundano, la fama, el dinero y el poder no nos satisfacerán ahora y no tendrán ningún valor cuando pasemos a la próxima vida.

En este Evangelio, Jesús nos dice que como hijos de Dios, no necesitaremos el matrimonio “En esta vida, hombres y mujeres se casan, pero en la vida futura, los que sean juzgados dignos de ella y de la resurrección de los muertos, no se casarán ni podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.”

Como cristianos, es tan hermoso pensar que la paz, el amor y el gozo del Cielo nos consumirán y estaremos totalmente realizados. “Incluso el matrimonio, una de las instituciones humanas más sagradas, se desvanecerá en la novedad del cielo, donde el amor que practicábamos en la tierra será arrebatado a un amor superior, llevando nuestro anhelo de unión con Dios y entre nosotros a su plenitud”. (P. John Bartunek, LC, THD. The Better Part, Ministry 23, 2014. p 744)

Nuestra fe es el camino al Cielo y el mapa para nuestras vidas. Tenemos que vivir la fe dentro del corazón, con nuestras palabras y acciones y compartirla con los demás. Al hacerlo, Dios ha prometido que viviremos para siempre con Él y experimentaremos una plenitud total. El Señor desea impartirnos Su sabiduría, paz y amor para que podamos comenzar a experimentar la vida eterna desde ahora. Dios quiere que vivamos nuestra fe dondequiera que nos haya puesto, para que podamos ser una luz para aquellos que luchan por encontrarlo.

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Emily Jaminet is a Catholic author, speaker, radio personality, wife, and mother of seven children. She earned a bachelor’s degree in mental health and human services from the Franciscan University of Steubenville.  She is the co-founder of www.inspirethefaith.com and the Executive Director of The Sacred Heart Enthronement Network www.WelcomeHisHeart.com. She has co-authored several Catholic books and her next one, Secrets of the Sacred Heart: Claiming Jesus’ Twelve Promises in Your Life, comes out in Oct. 2020. Emily serves on the board of the Columbus Catholic Women’s Conference, contributes to Relevant Radio and Catholic Mom.com.

Feature Image Credit: Maureen Lecuona, cathopic.com/photo/30872-clear-sky

The Radical Call of Christ / El Llamado Radical de Cristo

“My sheep hear my voice, says the Lord; I know them, and they follow me” (Jn 10:27).

The Gospel Antiphon summarizes what is happening in today’s Gospel. Jesus is preaching and teaching in the Temple, at his Father’s house, and the people who are hungry for truth, open to love, and willing to believe are listening to the voice of the Shepherd. But he sees that there are those who do not respect the house of his Father, do not respect the Father he loves and whose mission he came to accomplish, so his heart is moved to “clean house.”

While many people are “hanging on his words,” there are those who cannot open their hearts to this because they fear that the personal risk is too great. (The Word of God is never a threat to what is true, but it can seem to threaten our own small ideas!) The chief priests, scribes, and leaders of the people have come to value their own status quo, their own position and authority and judgment, and they cannot listen to the words of this itinerant teacher, especially as he repeatedly points out where they are wrong! He invites them to see the truth and calls them in love to change the way they see. But they want to get him out of their way so they can continue just the way they are. They literally want him dead. And they would kill him off right away, but they cannot find a way to do it without jeopardizing their position with the people, which they need to remain just the way they are.

The humble people have nothing to lose, so they are eager to hear the Word of God, this radical call  of Love, because it is clearly spoken in love and holds promise and life and assurance and healing. Jesus’ words are the balm for their hearts and light for their souls they have been longing for.

The chief priests, scribes, and leaders of the people are in a lose-lose situation. If they let Jesus continue to preach, he will continue to point out their flaws and draw people away from esteeming them. Worse yet, people might think they believe Jesus is really the Messiah, because they are letting him proceed. But at this point, if they kill him, the people will turn on them and will no longer bow to their authority. Still, they cannot open themselves to the truth he speaks.

What about us? Do we hear some parts of the Gospel as good news and dismiss other parts because they challenge our own small ideas, our status quo? God gives us that freedom. But let’s pray today for the grace to be fully open to the radical call of Christ, particularly as it comes to us through the divine love letter of Scripture.

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“Mis ovejas escuchan mi voz, dice el Señor; yo las conozco y ellas me siguen.” (Jn 10,27).

La Aclamación antes del Evangelio resume lo que está sucediendo en el Evangelio de hoy. Jesús está predicando y enseñando en el Templo, en la casa de su Padre, y el pueblo hambriento de verdad, abierto al amor y dispuesto a creer está escuchando la voz del Pastor. Pero ve que hay personas que no respetan la casa de su Padre, no respetan al Padre que ama y cuya misión vino a cumplir, por lo que su corazón se mueve a “limpiar la casa”.

Mientras que mucha gente “estaba pendiente de sus palabras”, había los que no podían abrir su corazón a esto porque temían que el riesgo personal sea demasiado grande. (¡La Palabra de Dios nunca es una amenaza a lo que es verdadero, pero puede parecer una amenaza para nuestras pequeñas ideas!) Los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo han llegado a valorar su propio status quo, su propia posición y autoridad y juicio, y no pueden escuchar las palabras de este maestro itinerante, ¡especialmente cuando señala repetidamente dónde están equivocados! Los invita a ver la verdad y los llama con amor a cambiar su forma de ver. Pero quieren quitárselo de en medio para poder seguir tal como son. Literalmente lo quieren muerto. Y lo matarían de inmediato, pero no pueden encontrar la manera de hacerlo sin poner en peligro su posición con la gente, que necesitan seguir siendo como son.

Las personas humildes no tienen nada que perder, por eso están ansiosas por escuchar la Palabra de Dios, esta llamada radical de Amor, porque está claramente dicha con amor e incluye promesa y vida y seguridad y sanación. Las palabras de Jesús son el bálsamo para sus corazones y la luz para sus almas que han estado anhelando.

Los sumos sacerdotes, los escribas y los jefes del pueblo están en una situación en la que todos pierden. Si dejan que Jesús siga predicando, seguirá señalando sus defectos y alejando a la gente de su estima. Peor aún, la gente podría pensar que creen que Jesús es realmente el Mesías, porque lo están dejando proceder. Pero en este momento, si lo matan, la gente se volverá contra ellos y ya no se doblegará a su autoridad. Aún así, no pueden abrirse a la verdad que habla.

¿Y nosotros? ¿Escuchamos algunas partes del Evangelio como buenas noticias y descartamos otras partes porque retan nuestras pequeñas ideas, nuestro status quo? Dios nos da esa libertad. Pero oremos hoy por la gracia de estar completamente abiertos al llamado radical de Cristo, particularmente como nos llega a través de la carta del amor divino en las Sagradas Escrituras.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Timothy Eberly, unsplash.com/photos/U4UwzRSns6M

Thanksgiving / Acción de Gracias

In today’s Gospel, Luke recounts the story of the healing of the lepers. At the time of Christ, lepers were one of the most marginalized and isolated groups. In order to avoid spreading leprosy, which is highly contagious, they were not even allowed to live with their families. Those who had leprosy were without hope because their ailment could not be cured. Lepers were considered unclean and, therefore, sought purity. When they encounter Christ, they recognize Him as someone who can heal them and grant them purity. When Christ heals the ten lepers, He then tells them to show themselves to the priests so that they may be welcomed back into the community. However, only one of the ten comes back to offer praise and thanksgiving to Christ. And Christ’s response is, “Stand up and go; your faith has saved you.”

How often do we ask something of God in prayer and receive it but then forget to give thanks? How often do we forget to give thanks for our everyday blessings be it our jobs, families, food on our tables, roofs over our heads, etc.? The Gospel acclamation today is “In all circumstances, give thanks, for this is the will of God for you in Jesus Christ.” That seems difficult, right? What if our circumstances are less than ideal? What if we have a lot on our plates or are going through a tough time? It seems impossible to give thanks when those are the circumstances, but we ought to look at those circumstances as an opportunity to unite our suffering to that of Christ on the Cross and give thanks for his Passion and Resurrection. 

We can continuously offer thanksgiving to God by staying close to His sacraments, especially the Eucharist. Eucharist means thanksgiving and, by taking part in this Sacrament, we are taking part in the suffering, death, and Resurrection of Jesus Christ. We are recognizing that he laid down his life for us in order that we may be saved. He became man so he could say to each one of us, “Stand up and go; your faith has saved you.” 

On this Thanksgiving day, may we not take for granted all our blessings. May we praise God for all His works and remember that our faith will save us. 

St. Clement, St. Miguel Pro, and St. Columban, pray for us!

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En el Evangelio de hoy, Lucas narra la historia de la curación de los leprosos. En la época de Cristo, los leprosos eran uno de los grupos más marginados y aislados. Para evitar la propagación de la lepra, que es altamente contagiosa, ni siquiera se les permitió vivir con sus familias. Los que tenían lepra estaban sin esperanza porque su dolencia no podía curarse. Se consideraban impuros a los leprosos y por eso buscaban la pureza. Cuando encuentran a Cristo, lo reconocen como alguien que puede curarlos y otorgarles la pureza. Cuando Cristo sana a los diez leprosos, les dice que se presenten a los sacerdotes para que puedan ser bienvenidos de nuevo en la comunidad. Sin embargo, solo uno de los diez regresa para ofrecer alabanza y acción de gracias a Cristo. Y la respuesta de Cristo es: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado.”

¿Con qué frecuencia le pedimos algo a Dios en la oración pero cuando lo recibimos nos olvidamos de darle las gracias? ¿Con qué frecuencia nos olvidamos agradecerle por nuestras bendiciones diarias, ya que sean nuestros trabajos, familias, la comida en la mesa, el techo sobre nuestras cabezas, etc.? La aclamación del Evangelio de hoy es “Den gracias siempre, unidos a Cristo Jesús, pues esto es lo que Dios quiere que ustedes hagan.” Eso parece difícil, ¿verdad? ¿Qué pasa si nuestras circunstancias no son ideales? ¿Qué pasa si tenemos muchas cargas o estamos pasando por un momento difícil? Parece imposible dar gracias en esas circunstancias, pero debemos mirarlas como una oportunidad para unir nuestro sufrimiento al de Cristo en la Cruz y dar gracias por su Pasión y Resurrección.

Podemos ofrecer acción de gracias a Dios continuamente permaneciendo cerca de Sus sacramentos, especialmente la Eucaristía. Eucaristía significa acción de gracias y al participar en este Sacramento, estamos participando en el sufrimiento, la muerte y la Resurrección de Jesucristo. Estamos reconociendo que Él dio su vida por nosotros para salvarnos. Se hizo hombre para poder decirnos a cada uno de nosotros: “Levántate y vete. Tu fe te ha salvado.”

En este día de Acción de Gracias, que no demos por sentadas todas nuestras bendiciones. Que alabemos a Dios por todas sus obras y recordemos que nuestra fe nos salvará.

San Clemente, San Miguel Pro y San Columbano, ¡ruega por nosotros!

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Dakota lives in Denver, CO with her husband, Ralph, and their two sons, Alfie & Theophilus. She is the Dean of Enrollment Management for Bishop Machebeuf High School where her husband also teaches. You can find Dakota at the zoo or a brewery with her family or with her nose in a book at home. For more of Dakota’s writing check out https://dakotaleonard16.blogspot.com/

Feature Image Credit: Juan Pablo Arias, cathopic.com/photo/6175-lleno-de-majestad

Making an Account of Your Life / Hacer un Recuento de tu Vida

The parable of the ten pounds [aka parable of the ten gold coins] could be the story of my life, in more than just my continual battle of the bulge. The spiritual Kingdom of God dwells in our hearts and our response to that grace determines how deep and vast the Kingdom’s expanse is within our lives. Grace also directs how each one uses the specific gifts and talents bestowed upon us by the Lord. Our unique gifts, used according to God’s plan and purpose at their fullest potential, will bless our world and work toward furthering the Kingdom in our lives and the lives of others.

Each of us will be asked to make an account of our lives, of all the blessings bestowed upon us, at the time of our judgment. What will you have to show God? What have you done with the ten coins, the special gifts and talents entrusted to you? In the parable, the nobleman instructs the servants to “engage in trade” to utilize what He has given them. The first two came back with marginal gains but showed they moved in faith and trust to be the best stewards of what had been imparted to them. The nobleman’s response clearly expresses His pleasure, “Well done, good servant! You have been faithful in this very small matter,” He then confers more blessings on them.

The third, afraid of the Master, buries the coins and gives back exactly what he received, a true insult and an affront to the generosity of the King. By his own words, we learn, the servant condemns himself. How often do my words betray what is truly in my heart? How often do I offend God by misusing or failing to use the glorious gifts and talents placed explicitly within my heart when He formed me in my mother’s womb?

One beautiful aspect of parables is how they allow Jesus to speak to us through the Gospels, although written over 2000 years ago. Like the disciples, we are directly taught and guided by His words and wisdom, able to reflect on its meaning in our lives. So, what will you go forth and do with the treasure entrusted to you by the Lord? 

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La parábola de las diez monedas de oro podría ser la historia de mi vida. El Reino espiritual de Dios habita en nuestros corazones y nuestra respuesta a esa gracia determina cuán profunda y vasta es la expansión del Reino dentro de nuestras vidas. La gracia también dirige cómo cada uno utiliza los dones y talentos específicos que el Señor nos ha otorgado. Nuestros dones únicos, usados de acuerdo con el plan y el propósito de Dios en su máximo potencial, bendecirán a nuestro mundo y trabajarán para promover el Reino en nuestras vidas y en las vidas de los demás.

A cada uno de nosotros se nos pedirá que hagamos un recuento de nuestras vidas, de todas las bendiciones que se nos otorgaron, en el momento de nuestro juicio. ¿Qué tendrás que mostrarle a Dios? ¿Qué has hecho con las diez monedas, los dones y talentos especiales que te han sido confiados? En la parábola, el noble instruye a los sirvientes, “inviertan este dinero” para utilizar lo que les ha dado. Los dos primeros regresaron con ganancias marginales, pero demostraron que se movilizaron con fe y confianza para ser los mejores administradores de lo que se les había impartido. La respuesta del noble expresa claramente Su placer: “Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña…”, luego le confiere más bendiciones.

El tercero, temeroso del Maestro, entierra las monedas y devuelve exactamente lo que recibió, un verdadero insulto y una afrenta a la generosidad del Rey. Por sus propias palabras, aprendemos, el siervo se condena a sí mismo. ¿Con qué frecuencia mis palabras traicionan lo que verdaderamente tengo en mi corazón? ¿Con qué frecuencia ofendo a Dios al usar mal o dejar de usar los gloriosos dones y talentos colocados explícitamente en mi corazón cuando me formó en el vientre de mi madre?

Un aspecto hermoso de las parábolas es cómo permiten que Jesús nos hable a través de los Evangelios, aunque escritos hace más de 2000 años. Como los discípulos, somos directamente enseñados y guiados por sus palabras y sabiduría, capaces de reflexionar sobre su significado en nuestras vidas. Entonces, ¿qué saldrás a hacer con el tesoro que el Señor te ha confiado?

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

Feature Image Credit: Anncapictures, pixabay.com/photos/pocket-watch-time-sand-clock-1637393/

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Whoever Does the Will of My Father / El que Hace la Voluntad de Mi Padre

Today we celebrate the Memorial of the Presentation of the Virgin Mary in the Temple as a child. This celebration was first documented in Jerusalem in the 500s (there was a church built in honor of this mystery), and then in the Byzantine Church in the 11th century; it was not added to the Roman Calendar until a few hundred years later. It remains on the calendar today as a commemoration of the faith of her parents (St. Joachim and St. Anne) as well as the purity of Mary from her birth.

While there is nothing about this event in the Gospel and no historical proof, the Tradition holds that Joachim and Anne offered Mary to God in the Temple when she was just three years old to fulfill a promise they had made when Anne was still childless. This was not unheard of: many devout Jews offered their children to God through the priests of the Temple (like the prophet Samuel being offered by his mother, Hannah), to live there and to be brought up attending the priests in their sacred work.

The theological truth to ponder is that from the beginning of her life, Mary was dedicated to God in the Temple of the Old Covenant. Later, she herself would become the Temple of the New Covenant, a real temple of God, when the Word became Flesh within her.

Why is this something we should ponder and celebrate? Because it points to Christ. Whatever the Church states about Mary it states in reference to Christ, because of her role in the context of the Redemption. God was preparing to come to dwell among his people, and he “stirs forth from his holy dwelling” (Zec 2:17), he does great things for Mary (Lk 1:46-55) to prepare the way. Her absolute purity was necessary for the role God had called her to fulfill. The Mother of the Word of God must be free from any shadow of sin from the first moment of her existence. She must be “full of grace” in order to be able to receive the mission brought to her from God through Gabriel. She must be completely submissive to God’s will to walk the obscure way marked out for her, all the way to the Cross and beyond.

We honor Mary’s holiness because it comes from God. We honor her faith and hope because they are directed solely to God. We honor her motherhood because it belongs to Christ, and he shared it with us. Her life was dedicated to God; she was truly and always “the handmaid of the Lord.” And in today’s Gospel, Jesus honors his mother’s fidelity and humility when he says, “Whoever does the will of my heavenly Father is my brother, and sister, and mother”, because Mary always did the will of the heavenly Father.

And she helps us, because we too are temples of God, called to share in God’s saving work by doing always the will of the heavenly Father.  

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Hoy celebramos el Memorial de la Presentación de la Santísima Virgen María en el Templo cuando era niña. Esta celebración fue documentada por primera vez en Jerusalén en los años 500 (hubo una iglesia construida en honor a este misterio), y luego en la Iglesia Bizantina en el siglo XI. No se agregó al calendario romano hasta cientos de años después. Permanece hoy en el calendario como conmemoración de la fe de sus padres (San Joaquín y Santa Ana) así como de la pureza de María desde su nacimiento.

Si bien no hay nada sobre este evento en el Evangelio ni prueba histórica, la Tradición sostiene que Joaquín y Ana ofrecieron a María a Dios en el Templo cuando tenía solo tres años para cumplir una promesa que habían hecho cuando Ana aún no tenía hijos. No era nada fuera de lo normal. Muchos judíos devotos ofrecían a Dios sus hijos a través de los sacerdotes del Templo (como el profeta Samuel que fue ofrecido por su madre, Ana), para vivir allí y criarse asistiendo a los sacerdotes en su obra sagrada.

La verdad teológica a reflexionar es que desde el comienzo de su vida, María estuvo dedicada a Dios en el Templo de la Antigua Alianza. Más tarde, ella misma se convertiría en Templo de la Nueva Alianza, verdadero templo de Dios, cuando el Verbo se hizo Carne dentro de ella.

¿Por qué es algo que debemos reflexionar y celebrar? Porque señala a Cristo. Todo lo que la Iglesia dice sobre María lo dice en referencia a Cristo, por su papel en el contexto de la Redención. Dios se preparaba para venir a habitar entre su pueblo, y “saliendo de su santa morada” (Zac 2,17), hace grandes cosas por María (Lc 1,46-55) para preparar el camino. Su pureza absoluta era necesaria para el papel que Dios la había llamado a cumplir. La Madre del Verbo de Dios debe estar libre de toda sombra de pecado desde el primer momento de su existencia. Ella debe ser “llena de gracia” para poder recibir la misión que Dios le ha traído a través de Gabriel. Ella debe ser completamente sumisa a la voluntad de Dios para caminar por el oscuro camino que le ha sido marcado, hasta la Cruz y más allá.

Honramos la santidad de María porque viene de Dios. Honramos su fe y esperanza porque están dirigidas únicamente a Dios. Honramos su maternidad porque pertenece a Cristo, y él la compartió con nosotros. Su vida estuvo dedicada a Dios; ella fue verdadera y siempre “la sierva del Señor”. Y en el Evangelio de hoy, Jesús honra la fidelidad y la humildad de su madre cuando dice: “todo el que cumple la voluntad de mi Padre, que está en los cielos, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”, porque María siempre hizo la voluntad del Padre celestial.

Y ella nos ayuda, porque nosotros también somos templos de Dios, llamados a participar de la obra salvífica de Dios, haciendo siempre la voluntad del Padre celestial.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Dodo71, pixabay.com/photos/stained-glass-window-church-parents-6466542/

The Treasure of the Faith / El Tesoro de la Fe

As we hear today, the story of the Maccabees did not start out as a violent persecution. It started with a new Greek king, Antiochus Epiphanes. Some of the Israelites in the area thought that it would be a good idea to suppress some of their own customs in favor of the Gentile customs. These Israelites are described as “breakers of the law,” who “covered over the mark of their circumcision,” “abandoned the holy covenant,” “allied themselves with the Gentiles,” and “sold themselves to wrongdoing” (1 Macc. 1:11–15). In order to get along better with the Greeks, they compromised their religious obligations, ceased to perform some of their customs, and began backsliding toward immorality.

After eight years of this, the situation was so bad that Antiochus Epiphanes could put an idol on the altar, mandate idolatry, and destroy any physical remnants of Jewish practice. This was ultimately the straw that broke the camel’s back for Judas Maccabeus and the Maccabees, who then started a guerilla war against the Greeks.

But what was so terrible, in the inspired author’s view, about what the Israelites were doing? They were unfaithful. In fact, this is the sin that so wounds God’s heart throughout the writings of the prophets and the history of Israel. Israel goes to join the other nations, forgets God, and slips into dissipation, deeply offending God and prompting Him to call them back to Him. The Israelites do the same thing with the Greeks, albeit with the goal of seeking peace. But we see that even the most minimal catering to atheism, secularism, and the like leads to a lack of faith, a lack of conviction, and the potential for abuse by those who do not listen to the Lord.

It’s safe to say that most people today don’t get as worked up about religious customs or liturgical disputes as did the Maccabean warriors, but perhaps that is more a lesson about us than it is about them. They understood that nothing good can come from compromising the Faith, even if the aim is to be accommodating. Eventually, nations will not respect those who do not show respect to their own traditions.

The Gospel should be brought to the world, but that is not the same thing as to adjust the Gospel message to fit the desires of those who do not yet believe. The Gospel does not change, the Faith does not change, and the world is to be invited into its fullness, where they will find communion with the God who loves them and made them. If we attempt to soften the message of Christ or abandon our own pious practices, customs, and traditions, we will lose the respect of those around us. The Maccabees understood that the Faith is something to cherish, not just in the abstract, but in the details of prayer, devotions, customs, and traditions. We have something unique, and it is worth preserving.

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Como escuchamos hoy, la historia de los macabeos no comenzó como una persecución violenta. Comenzó con un nuevo rey griego, Antíoco Epífanes. Algunos de los israelitas en el área pensaron que sería buena idea suprimir algunas de sus propias costumbres a favor de las costumbres gentiles. Estos israelitas se describen como “apóstatas“, que “simularon que no estaban circuncidados“, “renegaron de la alianza santa“, “se casaron con gente pagana” y “se vendieron para hacer el mal” (1 Mac. 1,11–15). Para llevarse mejor con los griegos, transigieron sus obligaciones religiosas, dejaron de realizar algunas de sus costumbres y comenzaron a recaer en la inmoralidad.

Después de ocho años, la situación era tan mala que Antíoco Epífanes pudo poner un ídolo en el altar, ordenar la idolatría y destruir cualquier remanente físico de la práctica judía. Esta fue, en última instancia, la gota que colmó el vaso para Judas Macabeo y los macabeos, quienes luego comenzaron una guerrilla contra los griegos.

Pero, ¿qué era tan terrible, según el punto de vista del autor inspirado, de lo que estaban haciendo los israelitas? Fueron infieles. De hecho, este es el pecado que tanto hiere el corazón de Dios a lo largo de los escritos de los profetas y de la historia de Israel. Israel va a unirse a las otras naciones, se olvida de Dios y cae en la disipación, ofendiendo profundamente a Dios e incitándolo a llamarlos a volver a Él nuevamente. Los israelitas hacen lo mismo con los griegos, aunque con el objetivo de buscar la paz. Pero vemos que incluso la mínima atención al ateísmo, al secularismo y cosas semejantes conduce a una falta de fe, una falta de convicción y el potencial de abuso por parte de aquellos que no escuchan al Señor.

Es seguro decir que la mayoría de las personas hoy en día no se preocupan tanto por las costumbres religiosas o las disputas litúrgicas como los guerreros macabeos, pero tal vez esa sea más una lección sobre nosotros que sobre ellos. Ellos comprendieron que nada bueno puede resultar de comprometer la fe, incluso si el objetivo es ser complaciente. Eventualmente, las naciones no respetarán a aquellos que no muestren respeto por sus propias tradiciones.

El Evangelio debe ser llevado al mundo, pero eso no es lo mismo que ajustar el mensaje del Evangelio a los deseos de aquellos que aún no creen. El Evangelio no cambia, la Fe no cambia, y el mundo está para ser invitado a su plenitud, donde encontrarán la comunión con el Dios que los ama y los creó. Si intentamos suavizar el mensaje de Cristo o abandonar nuestras propias prácticas, costumbres y tradiciones piadosas, perderemos el respeto de quienes nos rodean. Los Macabeos entendieron que la Fe es algo que debemos apreciar, no sólo en abstracto, sino en los detalles de la oración, las devociones, las costumbres y las tradiciones. Tenemos algo único, y vale la pena preservarlo.

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David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Mario Jiménez, cathopic.com/photo/10474-sagrado-corazon-de-jesus

Earnest and Energetic Effort / El Esfuerzo Ferviente y Enérgico

When I look at today’s reading, I think of the word “diligence.” Diligence is defined as a “steady, earnest, and energetic effort.” I don’t know about you, but when it comes to effort, I am more of a sprinter than a long-distance runner. I would rather put in a lot of effort for a short period of time, then, satisfied with my frantic activity, sit down and drink a Gatorade under a shady tree and take a nap. 

As we read Scripture, there is no doubt that the Christian life is a race of perseverance and diligence (see Heb 12:1). In the Gospel today, Jesus tells the parable about a master giving his servants money “each according to his ability.” The master expects a return on his investment. His two faithful servants do not attempt to get rich quickly, rather they engage in legitimate business and produce results. When the master returns “after a long time,” he praises them. They had no need to be afraid or ashamed. 

Hopefully, as Catholics, our aim is to do the will of the Father and make the most of the gifts and the grace God has given us. When we are young, we might be tempted to think, “I’ll start using my time, my gifts, my resources to bless others and to grow in my relationship with Christ tomorrow. I am too busy with my own stuff right now.”  Those who think this way may be developing lazy, self-centered habits that will be hard to break when “tomorrow” comes.

Or if we are older Catholic faithful, we might be tempted to say, “I have made so many sacrifices to get where I am. It’s time for me to enjoy life.” There is nothing wrong with enjoying the fruits of our labor, but our lives aren’t spent serving others so that we can reach a certain point and then start serving only ourselves.

No matter where we are in life, when our focus becomes ourselves, we lose. Through passive and negligent Christianity, we weaken ourselves to the point where we could even lose our souls. This is no light matter. God is merciful, but we must not forget that we will have to give an account for the graces He has poured out on us. “Much will be required of the person entrusted with much” (Lk 12:48). On the day of judgment, hopefully we will not be like the third servant who makes poor excuses for his weak and fruitless Christianity.

Imagine instead hearing our Father say, “Well done, good and faithful servant. Since you were faithful in small matters, I will give you great responsibilities. Come, share your master’s joy.” May we learn how to diligently cooperate with the grace of God so that we can please our loving Father, growing in intimacy with Christ and minister to others through our “steady, earnest, and energetic efforts.”

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Cuando leo la lectura de hoy, pienso en la palabra “diligencia”. La diligencia se define como un “esfuerzo constante, ferviente y enérgico”. Personalmente, cuando se trata de esfuerzo, yo soy más un velocista que un corredor de fondo. Prefiero esforzarme mucho durante un tiempo corto y luego, satisfecho con mi actividad frenética, sentarme y tomar un Gatorade bajo la sombra de un árbol y tomar una siesta.

Al leer las Escrituras, no hay duda de que la vida cristiana es una carrera de perseverancia y diligencia (ver Heb 12,1). En el Evangelio de hoy, Jesús cuenta la parábola de un amo que da dinero a sus siervos “según la capacidad de cada uno”. El maestro espera un retorno de su inversión. Sus dos servidores fieles no intentan volverse ricos rápidamente, sino que se dedican a negocios legítimos y así producen resultados. Cuando el maestro regresa “después de mucho tiempo”, los alaba. No tenían por qué tener miedo ni vergüenza.

Ojalá, como católicos, nuestro objetivo sea hacer la voluntad del Padre y aprovechar al máximo los dones y la gracia que Dios nos ha dado. Cuando somos jóvenes, podemos tener la tentación de pensar: “Voy a comenzar a usar mi tiempo, mis dones, y mis recursos para bendecir a otros y crecer en mi relación con Cristo mañana. Estoy demasiado ocupado con mis propias cosas en este momento”. Aquellos que piensan de esta manera pueden estar desarrollando hábitos perezosos y egocéntricos que serán difíciles de romper el día de “mañana”.

O si somos fieles católicos mayores, podríamos tener la tentación de decir: “He hecho tantos sacrificios para llegar a donde estoy. Ahora me toca disfrutar la vida”. No hay nada de malo en disfrutar los frutos del trabajo, pero nuestras vidas no se dedican a servir a los demás para que podamos llegar a cierto punto y luego comenzar a servirnos solo a nosotros mismos.

No importa dónde estemos en la vida, cuando nuestro enfoque se convierte en nosotros mismos, perdemos. A través del cristianismo pasivo y negligente, nos debilitamos hasta el punto de que podríamos incluso perder nuestras almas. Esto no es un asunto ligero. Dios es misericordioso, pero no debemos olvidar que tendremos que dar cuenta de las gracias que ha derramado sobre nosotros. “Mucho se le pedirá a la persona a quien se le ha confiado mucho” (Lc 12,48). En el día del juicio, esperemos que no seamos como el tercer siervo que pone pobres excusas por su cristianismo débil e infructuoso.

Imagina en cambio escuchar a nuestro Padre decir: “Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor.” Que aprendamos a cooperar diligentemente con la gracia de Dios para que podamos agradar a nuestro amoroso Padre, creciendo en intimidad con Cristo y ministrando a otros a través de nuestros “esfuerzos constantes, fervientes y enérgicos”.

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A lover of Jesus Christ, a wife, and a mother of five, Christine is the author of Everyday Heroism: 28 Daily Reflections on the Little Way of Motherhood. She is a graduate of Franciscan University, an instructor for the Institute for Excellence in Writing, and an experienced catechist. Thrilled to have recently become grandparents, she and her husband currently live in Upstate, NY. Visit her author webpage at christinehanus.com

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Pray Always / Orar Siempre

In today’s Gospel, Jesus tells his disciples how important it is to always pray without becoming weary. The example he gives might seem a little strange to us, however. Praying always is like a nagging old lady trying to get a judge to help her? And he decides to help her because she just might get mad enough to hit him? So, then, is Jesus saying we need to nag God and he’ll eventually help us to shut us up? I don’t think that’s it at all, and hopefully we (and the disciples at that time) don’t take it the wrong way.

Jesus is giving them a real-world example. People aren’t always just. They won’t always do the right thing. And they certainly won’t always listen to you. But you just might be able to wear them down and get them to do the right thing if you are persistent enough. 

But if that’s the case, think of how much better it is with a God who loves us, who does listen to us, who is willing to help us, and who eagerly awaits our contact with him. Think about that: The judge didn’t fear God or anyone. He didn’t care about anything. But God cares. He cares about everything and especially cares about us. He listens to us and He answers us. If pure persistence finally gets the widow some justice, think about what persistence in prayer will get us from a loving and caring God who wants that persistent, close contact with us.

Because that is what prayer is, after all, our contact with a God who loves us. If there is a person you love here on Earth, do you ignore them, or do you communicate with them? Do you just ask or demand things from them, or do you have mutual respect, happy to just spend time with them? And so it is with God and us. Our relationship with God must be just that, a relationship. And that relationship begins with prayer. 

Talk to God. Don’t just ask for stuff. That will come. Establish a prayerful routine. Tell him your troubles. Tell him your joys. Praise Him. Thank Him. Apologize to Him. And yes, ask Him. But over the course of a human relationship, if you’re always asking a friend for 20 bucks, you might get it now and then, but you might also get rejected, ignored, and even abandoned. 

The point of our persistence in prayer, then, is not to wear our God down, but to be in constant contact with Him. Because true love means we want to be with our beloved. And God wants to be our beloved. Prayer is the answer to that. Pray always.

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En el Evangelio de hoy, Jesús les dice a sus discípulos lo importante que es orar siempre sin cansarse. Sin embargo, el ejemplo que da puede parecernos un poco extraño. ¿Orar siempre es como una anciana regañona tratando de que un juez la ayude? ¿Y decide ayudarla porque podría enojarse lo suficiente como para pegarlo? Entonces, ¿Jesús está diciendo que debemos regañar a Dios y que eventualmente nos ayudará solo para callarnos? No creo que sea eso para nada y espero que nosotros (y los discípulos en ese momento) no lo tomemos a mal.

Jesús les está dando un ejemplo del mundo real. La gente no siempre es justa. No siempre harán lo correcto. Y ciertamente no siempre te escucharán. Pero es posible que puedas cansarlos y hacer que hagan lo correcto si eres suficientemente persistente.

Pero si es el caso, piensa cuánto mejor es con un Dios que nos ama, que nos escucha, que está dispuesto a ayudarnos y que espera ansiosamente nuestro contacto con él. Piensa en eso: el juez no temía a Dios ni a nadie. No le importaba nada. Pero a Dios sí le importa. Se preocupa por todo y especialmente se preocupa por nosotros. Nos escucha y nos responde. Si la persistencia pura finalmente le hace justicia a la viuda, imagine en lo que la persistencia en la oración nos traerá de un Dios amoroso y bondadoso que quiere ese contacto persistente y cercano con nosotros.

Porque eso es la oración, al fin y al cabo, nuestro contacto con un Dios que nos ama. Si hay una persona que amas aquí en la Tierra, ¿la ignoras o te comunicas con ella? ¿Simplemente le pides o le exiges cosas, o tienen respeto mutuo y están felices de pasar tiempo juntos? Y así es con Dios y con nosotros. Nuestra relación con Dios debe ser exactamente eso, una relación. Y esa relación comienza con la oración.

Habla con Dios. No solo le pidas cosas. Eso vendrá después. Establece una rutina de oración. Cuéntale tus problemas. Cuéntale tus alegrías. Alabale. Dale las gracias. Pídele disculpas. Y sí, pídale cosas. Pero en el transcurso de una relación humana, si siempre le pides $20 dólares a un amigo, es posible que lo consigas de vez en cuando, pero también es posible que te rechacen, te ignoren e incluso te abandonen.

El objetivo de nuestra persistencia en la oración, entonces, no es cansar a nuestro Dios, sino es estar en contacto constante con Él. Porque el verdadero amor significa que queremos estar con nuestro amado. Y Dios quiere ser nuestro amado. La oración es la respuesta. Oren siempre.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

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