The Joys of the Afterlife / La Alegría de la Vida Eterna

“They can no longer die, for they are like angels; and they are the children of God because they are the ones who will rise.”

I love to think about death. While many find the topic morbid, I have always been perhaps in the minority of the population that could not be more excited for it. Because in the grand scheme of life, I believe time on Earth is finite. It is but a speck of dust when you think of what is to come, through the marvels of God, to which all the beauties of the world cannot begin to compare. Heaven is the pinnacle of our relationship with Christ coming alive, being raised to new heights. If we but cultivate His graces through our life here on Earth, in the next with Christ there will be infinite joy. Could anything be more glorious? 

Yet God has given us free will. With this, we must choose life with Him, by making the right choices while we still can here on Earth. C.S. Lewis said “If we consider the unblushing promises of reward and the staggering nature of the rewards promised in the Gospels, it would seem that our Lord finds our desires not too strong, but too weak. We are half-hearted creatures, fooling about with drink and sex and ambition when infinite joy is offered us, like an ignorant child who wants to go on making mudpies in a slum because he cannot imagine what is meant by an offer of a holiday at the sea.”

Regarding Heaven, another Catholic writer, Frank Sheed, provided further description of Heaven saying that not all people will have equal experiences, but rather it will reflect what we have cultivated in this life. It will be “As high as our cooperation with grace in this life has made it. It is in this life that the soul grows; every piece of truth, every channel of grace, can be used by us, if we will, for growth. Whatever capacity the soul has grown to at death, that capacity will be filled in the glory and joy of heaven.”

Let us make choices in this lifetime that prepare us for the infinite glories of the Resurrection with the Risen Lord and rejoice that our name is written in His Kingdom.

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“[No] podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.”

Me encanta pensar en la muerte. Si bien muchos encuentran el tema morboso, quizás siempre he sido una minoría de la población que no podría estar más emocionada por ello. Porque en el gran esquema de la vida, creo que el tiempo en la Tierra es finito. No es más que una mota de polvo cuando piensas en lo que está por venir, a través de las maravillas de Dios, a las que todas las bellezas del mundo no pueden compararse. El cielo es el pináculo de nuestra relación con Cristo, siendo elevado a nuevas alturas. Si tan sólo cultivamos Sus gracias a través de nuestra vida aquí en la Tierra, en la próxima con Cristo habrá un gozo infinito. ¿Puede haber algo más glorioso?

Sin embargo, Dios nos ha dado libre albedrío. Con esto, debemos elegir la vida con Él, tomando las decisiones correctas mientras aún podamos aquí en la Tierra. C.S. Lewis dijo: “Si consideramos las promesas desvergonzadas de recompensa y la asombrosa naturaleza de las recompensas prometidas en los Evangelios, parecería que nuestro Señor encuentra que nuestros deseos no son demasiado fuertes, sino demasiado débiles. Somos criaturas desganadas, tonteando con la bebida y el sexo y la ambición cuando se nos ofrece una alegría infinita, como un niño ignorante que quiere seguir haciendo pasteles de barro en un barrio bajo porque no puede imaginar lo que significa una oferta de vacaciones en el mar”.

Con respecto al Cielo, otro escritor católico, Frank Sheed, proporcionó una descripción más detallada del Cielo diciendo que no todas las personas tendrán las mismas experiencias, sino que reflejará lo que hemos cultivado en esta vida. Será “Tan alto como lo haya hecho nuestra cooperación con la gracia en esta vida. Es en esta vida que el alma crece; cada fragmento de verdad, cada canal de gracia, puede ser usado por nosotros, si así lo deseamos, para el crecimiento”. Cualquiera que sea la capacidad que el alma haya adquirido al morir, esa capacidad se llenará con la gloria y el gozo del cielo”.

Hagamos decisiones en esta vida que nos preparen para las glorias infinitas de la Resurrección con el Señor Resucitado y regocijémonos de que nuestro nombre esté escrito en Su Reino.

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Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.

Feature Image Credit: Ryan Kwok, unsplash.com/photos/-JykOQ7R2Ls

Leaning on God and Others / Apoyándnos en Dios y los Demás

I remember several moments as a child when something would strike my mom as particularly funny and she would laugh and laugh until she cried. She would try to speak but couldn’t get a single sensible word out. Sometimes, when she was just getting started, one of my older brothers would say “Heeeere we go…” and roll his eyes. That would get her going even more! By that time, the whole family was giggling. 

Now I am the one saying “here we go again” for a whole different reason. After being in the hospital on and off for two months with my son last year, we are headed there again soon. My husband has serious back issues and is scheduled for spinal surgery. While I am far from laughing hysterically like my mom did, my heart is filled with hope and joy knowing that he will soon get taken care of and hopefully be in much less pain.

I could look at it like life keeps throwing things at me left and right, one thing after another, or I could look at it like he was using my son’s hospitalization as a preparation for my husband’s. I can ask “Why? Why? Why?” or I can lean once again on God and His powerful strength. 

I find the words of St. Paul in today’s First Reading to be of comfort: “I have learned, in whatever situation I find myself, to be self-sufficient. I know indeed how to live in humble circumstances; I know also how to live with abundance. In every circumstance and in all things I have learned the secret of being well fed and of going hungry, of living in abundance and of being in need. I have the strength for everything through him who empowers me.” 

At first glance, St. Paul appears to be speaking pridefully. He claims to be self-sufficient, needing help from no one. But upon further reading, it is because of Christ Jesus that he can make this claim. “I have the strength for everything through him who empowers me.” This is a great lesson for all of us to learn, especially me, who likes everything organized and under control. 

I have also learned that sometimes I do need help and that it’s okay to ask for it. Paul goes on to say: “Still, it was kind of you to share in my distress… you sent me something for my needs,

not only once but more than once… I am very well supplied because of what I received from you…” I am surrounded by family and friends who are willing to provide meals and child care if I but ask. 

Through it all, one thing remains. God is good. All the time. May you find strength in Him and support from those around you during your times of need as well. 

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Recuerdo varios momentos cuando era niña cuando algo le parecía particularmente gracioso a mi mamá y ella se reía y se reía hasta que se le salieran las lágrimas. Intentaba hablar pero no podía pronunciar ni una sola palabra sensata. A veces, cuando recién estaba comenzando con la risa, uno de mis hermanos mayores decía “¿Ooootra vez…?” y ponía los ojos en blanco. ¡Eso la pondría hizo reír aún más! Y luego toda la familia se atacaba de la risa.

Ahora soy yo el que dice “¿otra vez?” por una razón completamente diferente. Después de estar en el hospital de forma intermitente durante dos meses con mi hijo el año pasado, pronto nos dirigiremos allí nuevamente. Mi esposo tiene serios problemas de espalda y está programado para una cirugía de columna. Si bien estoy lejos de reírme histéricamente como lo hizo mi mamé, mi corazón está lleno de esperanza y alegría al saber que pronto lo cuidarán y, con suerte, tendrá mucho menos dolor.

Podría verlo como si la vida me arrojara cosas a diestro y siniestro, una cosa tras otra, o podría verlo como si estuviera usando la hospitalización de mi hijo como preparación para la de mi esposo. Puedo preguntar “¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?” o puedo apoyarme una vez más en Dios y en Su fuerza infinita.

Encuentro las palabras de San Pablo en la Primera Lectura de hoy como un consuelo: “He aprendido a conformarme con lo que tengo. Sé lo que es vivir en pobreza y también lo que es tener de sobra. Estoy acostumbrado a todo: lo mismo a comer bien que a pasar hambre; lo mismo a la abundancia que a la escasez. Todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza”.

A primera vista, San Pablo parece estar hablando con orgullo. Afirma ser autosuficiente y no necesitar ayuda de nadie. Pero después de leer más, es por Cristo Jesús que puede hacer esta afirmación. “Todo lo puedo unido a aquel que me da fuerza”. Esta es una gran lección para todos nosotros, especialmente para mí, que me gusta todo organizado y bajo control.

También he aprendido que a veces necesito ayuda y que no demuestra debilidad pedirla. Pablo continúa diciendo: “Sin embargo, han hecho ustedes bien en socorrerme cuando me vi en dificultades… en más de una ocasión me enviaron ayuda para aliviar mis necesidades… Tengo cuanto necesito y más de lo que necesito…” Estoy rodeado de familiares y amigos que están dispuestos a proporcionar comidas y cuidado de niños si tan solo se los pido.

A pesar de todo, una cosa permanece. Dios es bueno. Todo el tiempo. Que encuentres fuerza en Él y el apoyo de quienes te rodean también durante tus momentos difíciles.

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works at for Christian Healthcare Centers, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, runs her own blog at https://togetherandalways.wordpress.com and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Feature Image Credit: Austin Kehmeier, unsplash.com/photos/lyiKExA4zQA

Be like the Dishonest Steward…Wait…What? / Ser Como el Mayordomo Deshonesto… Un Momento… ¿Cómo?

True to the nature of parables, this parable raises more questions than it answers. 

In the parable of the Dishonest Steward, the steward of a wealthy man finds out he is about to lose his job because he has been wasteful of his master’s property. Unprepared for any other work, he decides to use his remaining time in the master’s employ to secure his future. He calls on the master’s debtors and reduces their debt, thereby gaining their gratitude and protecting his own future interests. 

The parable ends with the master praising the steward for acting prudently. “And the master commended that dishonest steward for acting prudently. For the children of this world are more prudent in dealing with their own generation than the children of light.”

Wait…what was that? Aren’t we supposed to be honest? Didn’t the steward deserve to lose his job for mismanagement? Didn’t he shortchange his master in his service of self? How can he be praised for acting prudently when he was acting against the virtuous guidelines for how we are to live in the Kingdom of God? What happened to, “Do unto others…”?

To act prudently, is to act with care and thought for the future. Jesus, who is our Master, isn’t praising the steward for his dishonesty. Jesus is highlighting that the steward is acting consistently with his goals. Acting entirely in his own self interest is entirely consistent with how the steward has lived his life. After all, he is losing his job for putting his own interests ahead of his master’s. He ends his employment in a consistent, coherent manner.

This is the point. Those who see the current world only in terms of what they can gain from it are more consistent in their behavior than those of us who see this world through the lens of the Kingdom of God. 

In this month of November where the Church asks that we pray for the Souls of the Faithful departed, do we also pray and prepare for our own time after death? Do we live in such a way now, that it is clear that we are acting with care and thought for a future in God’s presence? Do we examine our daily behavior to be confident it is consistent with the future we desire? Do our actions reflect the Word we love? Can it be said of us, Whoever keeps the word of Christ, the love of God is truly perfected in him.”?

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Fiel a la naturaleza de las parábolas, esta parábola plantea más preguntas de las que responde.

En la parábola del mayordomo deshonesto, el mayordomo de un hombre rico, descubre que está a punto de perder su trabajo porque ha derrochado la propiedad de su amo. Sin estar preparado para ningún otro trabajo, decide utilizar el tiempo que le queda como empleado del maestro para asegurar su futuro. Llama a los deudores del amo y reduce su deuda, ganando así su gratitud y protegiendo sus propios intereses futuros.

La parábola termina con el amo alabando al mayordomo por actuar con prudencia. “El amo tuvo que reconocer que su mal administrador había procedido con habilidad. Pues los que pertenecen a este mundo son más hábiles en sus negocios que los que pertenecen a la luz.”

Espera un momento… ¿qué fue eso? ¿No se supone que debemos ser honestos? ¿No merecía el mayordomo perder su trabajo por mala conducta? ¿No defraudó a su maestro en servicio a sí mismo? ¿Cómo puede ser alabado por actuar con prudencia cuando estaba actuando en contra de las pautas virtuosas de cómo debemos vivir en el Reino de Dios? ¿Qué pasó con “Hagan a los demás…”?

Actuar con prudencia, es actuar con cuidado y pensando en el futuro. Jesús, quien es nuestro Maestro, no está alabando al mayordomo por su deshonestidad. Jesús está destacando que el mayordomo está actuando consistentemente con sus metas. Actuar enteramente en su propio interés es totalmente consistente con la forma en que el mayordomo ha vivido su vida. Después de todo, está perdiendo su trabajo por anteponer sus propios intereses a los de su amo. Termina su empleo de manera consistente y coherente.

Este es el punto. Aquellos que ven el mundo actual solo en términos de lo que pueden ganar por sí mismos son más consistentes en su comportamiento que nosotros que vemos este mundo a través de los lentes del Reino de Dios.

En este mes de noviembre donde la Iglesia pide que oremos por las Almas de los Fieles difuntos, ¿también oramos y nos preparamos para nuestro propio tiempo después de la muerte? ¿Vivimos de tal manera ahora, que es evidente que estamos actuando con cuidado y pensando en un futuro en la presencia de Dios? ¿Examinamos nuestro comportamiento diario para estar seguros de que es consistente con el futuro que deseamos? ¿Reflejan nuestras acciones la Palabra que amamos? ¿Se puede decir de nosotros: “Quien guarda la palabra de Cristo, en él se perfecciona verdaderamente el amor de Dios”?

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Sheryl is happy to be the number 1 cheerleader and supporter for her husband, Tom who is a candidate for the Permanent Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. They are so grateful for the opportunity to grow together in this process. Sheryl’s day job is serving her community as the principal for St. Therese Catholic School in Wayland, Michigan. Since every time she thinks she gets life all figured out, she realizes just how far she has to go, St. Rita of Cascia is her go-to Saint for intercession and help. Home includes Carlyn, a very, very goofy Golden Retriever and Lucy, our not-so-little rescue puppy. 

Feature Image Credit: Josh Appel, unsplash.com/photos/NeTPASr-bmQ

Inviting People In / Invitar a la Gente Entrar

What was it about Jesus that drew people near to him? I guess the whole Son of God thing must have helped. But this is something I think about often as someone who wants to evangelize as best I can. If we are called to be like Christ then I think it is worth a ponder about what made people flock to Jesus. 

In today’s Gospel, we hear that tax collectors and sinners were drawing near to Jesus. I don’t think it’s an accident that the Gospel for this past Sunday was Jesus inviting Zacchaeus to his house. Then a few verses later you have tax collectors and sinners hanging on his every word. Now, I know it’s cliche to just say Jesus was present to them. We are present to plenty of people who don’t want to talk to us or listen to what we have to say about God. But Jesus was present in a very specific way. He wanted to join in their day to day lives. 

Notice that when Jesus calls Zacchaeus he doesn’t just tell him to repent and believe. He invites himself into his very life, into his family, into his house. He wants to engage with who Zacchaeus is as a person. Now, of course, the repent and believe line was coming, but first Jesus just wanted to get to know this tax collector. And it wasn’t long before the other tax collectors started talking. 

I think about this a lot when it comes to Evangelization. I love cooking so I have been thinking about some ways that I can evangelize through the simple offering of food. We have Thanksgiving and Christmas coming up. What a perfect time to make a meal for your neighbor and invite yourself in. If for nothing else, you’ll get to meet some great people. Even better, you may get to share the reason for the hope within you. 

I challenge you and myself this coming Christmas season, that instead of buying a boring generic gift for someone you barely talk to, this time make them a meal and get to know them. Invite yourself in as Jesus did, and you may be surprised that they want to invite your story in as well. 

From all of us here at Diocesan, God bless!

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¿Qué tenía Jesús que atraía a la gente a él? Supongo que ser el Hijo de Dios debe haber ayudado. Pero esto es algo en lo que pienso a menudo como alguien que quiere evangelizar lo mejor que pueda. Si estamos llamados a ser como Cristo, entonces creo que vale la pena reflexionar sobre lo que hizo que tantas personas acudieran a Jesús.

En el Evangelio de hoy, escuchamos que los recaudadores de impuestos y los pecadores se acercaban a Jesús. No creo que sea casualidad que el Evangelio del domingo pasado sea sobre Jesús invitando a Zaqueo a su casa. Luego, unos pocos versículos más adelante, tienes a los recaudadores de impuestos y a los pecadores pendientes de cada una de sus palabras. Ahora, sé que es un cliché decir simplemente que Jesús estuvo presente para ellos. Estamos presentes para muchas personas que no quieren hablar con nosotros o escuchar lo que tenemos que decir acerca de Dios. Pero Jesús estuvo presente de una manera muy específica. Quería unirse a ellos dentro de sus vidas cotidianas.

Vemos que cuando Jesús llama a Zaqueo, no solo le dice que se arrepienta y crea. Se invita a sí mismo a su propia vida, a su familia, a su casa. Quiere comprometerse con quién es Zaqueo como persona. Ahora, por supuesto, la línea de arrepentirse y creer estaba por venir, pero primero Jesús solo quería conocer a este recaudador de impuestos. Y no pasó mucho tiempo antes de que los otros recaudadores de impuestos comenzaran a hablar.

Pienso mucho en esto cuando se trata de la evangelización. Me encanta cocinar, así que he estado pensando en algunas formas en las que puedo evangelizar a través de la simple ofrenda de alimentos. Se acercan el Día de Acción de Gracias y la Navidad. Qué momento perfecto para preparar una comida para los vecinos y auto-invitarte a entrar. Si no es por otra cosa, podrías conocer a algunas personas muy buenas. Aún mejor, puedes llegar a compartir la razón de la esperanza dentro de ti.

Te reto a ti y a mí mismo esta próxima temporada navideña, que en lugar de comprar un regalito genérico y aburrido para alguien con quien apenas hablas, esta vez prepárale una comida y conócelo. Invítete a ti mismo como lo hizo Jesús, y te sorprenderás de que ellos también quieran compartirte su historia.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: Jed Owen, unsplash.com/photos/EgG6wcsjFtE

Passing through Fire / Pasando por el Fuego

All Souls’ Day is a wonderful opportunity to pray for the dead, uniting our personal intentions to the prayers of the Mass. The month of November also gives us the opportunity for indulgences when praying for the dead. Most of us know that this is an important part of the Christian life, even a work of mercy, but suffrage for the dead has become less practiced in modern times.

In the old Requiem Mass, said at funerals, memorials of the dead, and on All Souls’ Day, the priest repeated this petition for the dead at least three times: “Eternal rest give unto them, O Lord, and let perpetual light shine upon them.” At the Offertory prayer before the preparation of the altar, the priest prayed: “Lord Jesus Christ, King of glory, deliver the souls of all the faithful departed from the pains of Hell and the bottomless pit. . . . Let the holy standard-bearer Michael lead them into the holy light. . . . Lord, in praise we offer you sacrifices and prayers, accept them on behalf of those who we remember this day: Lord, make them pass from death to life, as once you promised to Abraham and his seed.” At the Sequence before the Gospel, the faithful were reminded of the Last Judgment and implored God to spare them from damnation.

Today, we can forget that the faithful departed need our prayers. We focus on verses such as “The souls of the just are in the hand of God” and “I shall raise him on the last day” and pass over “As gold in the furnace, he proved them” and “We were indeed buried with him through baptism into death.” All of these verses are present in the options for All Souls’ Day, but sometimes we forget how important it is to pray for the dead, that God may soon grant them eternal rest.

The faithful departed do have heaven to look forward to, an eternity of union with God. But for most of them, we cannot be sure if they have arrived yet, which means that they are experiencing intense suffering in Purgatory. In Purgatory, they experience a pure love of God, but they see more clearly than ever their imperfections, and are torn apart with pain over being separated from Him. It is our prayers and sacrifices that help these faithful to be purged of their sins that keep them from embracing God.

We should still rejoice in the ultimate fate of the faithful departed, and should give praise to the Lord for His great mercy in preparing a place for the just. At the same time, we should not stop praying for them. The souls in Purgatory eagerly await the heavenly banquet, and they richly reward those who help them to get there more quickly. Such small things to us as offering a Mass or praying a Rosary on their behalf go a long way for them.

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El Día de los Muertos es una maravillosa oportunidad para orar por los difuntos, uniendo nuestras intenciones personales a las oraciones de la Misa. El mes de noviembre también nos da la oportunidad de indulgencias al orar por los difuntos. La mayoría de nosotros sabemos que esta es una parte importante de la vida cristiana, incluso una obra de misericordia, pero el sufragio por los muertos se ha vuelto menos practicado en los tiempos modernos.

En la antigua Misa de Réquiem, dicha en los funerales, en memoria de los difuntos y en el Día de los Muertos, el sacerdote repetía esta petición por los difuntos por lo menos tres veces: “Dales el descanso eterno, oh Señor, y que brille la luz perpetua. sobre ellos.” En la oración del Ofertorio antes de preparar el altar, el sacerdote oró: “Señor Jesucristo, Rey de la gloria, libra las almas de todos los fieles difuntos de las penas del Infierno y del abismo. . . . Que el santo portaestandarte Miguel los conduzca a la luz sagrada. . . . Señor, en alabanza te ofrecemos sacrificios y oraciones, acéptalos en nombre de aquellos que recordamos este día: Señor, hazlos pasar de muerte a vida, como una vez prometiste a Abrahán y su descendencia.” En la Secuencia antes del Evangelio, se les recuerda a los fieles del Juicio Final e imploran a Dios que los librara de la condenación.

Hoy en día podemos olvidar que los fieles difuntos todavía necesitan nuestras oraciones. Nos enfocamos en versos tales como “Las almas de los justos están en la mano de Dios” y “Yo lo resucitaré en el último día” y pasamos por alto “Como oro en el horno, los probó” y “Ciertamente fuimos sepultados con él por el bautismo en la muerte.” Todos estos versículos están presentes en las opciones para el Día de los Muertos, pero a veces olvidamos lo importante que es orar por los muertos, para que Dios les conceda pronto el descanso eterno.

Los fieles difuntos están esperando entrar el cielo, una eternidad de unión con Dios. Pero para la mayoría de ellos, no podemos estar seguros si ya llegaron, y es posible que estén experimentando un intenso sufrimiento en el Purgatorio. En el Purgatorio experimentan un amor puro de Dios, pero ven más claramente que nunca sus imperfecciones y se desgarran de dolor por estar separados de Él. Son nuestras oraciones y sacrificios los que ayudan a estos fieles a ser purgados de sus pecados que les impiden abrazar a Dios.

Todavía debemos regocijarnos en el destino final de los fieles difuntos, y debemos alabar al Señor por Su gran misericordia al preparar un lugar para los justos. Al mismo tiempo, no debemos dejar de orar por ellos. Las almas del Purgatorio esperan ansiosas el banquete celestial, y recompensan ricamente a quienes las ayudan a llegar más rápidamente. Cosas tan pequeñas para nosotros como ofrecer una Misa o rezar un Rosario para ellos es una gran ayuda para sus almas.

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David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Gime Salvatelli, cathopic.com/photo/12327-fuego

Our Heavenly Reward / Nuestra Recompensa Celestial

In today’s Gospel reading, Jesus gives us the Beatitudes. These are words we all know well. But given our political climate today and the persecution that many have faced because of their pro-life beliefs, there are a couple lines worth focusing on—lines that teach us to hope. 

Jesus tells the crowd: “Blessed are they who are persecuted for the sake of righteousness, for theirs is the kingdom of heaven. Blessed are you when they insult you and persecute you and utter every kind of evil against you falsely because of me. Rejoice and be glad, for your reward will be great in heaven.”

Having the ability to stand up for our faith and what the Church teaches is called moral courage. And moral courage is something we desperately need today. We are not born with moral courage. We must learn it; then we must practice it in all that we do.

It takes a lot of courage to speak out when others denigrate our faith. It takes courage to immerse ourselves in Church teaching and live it openly and outwardly so that others see. This is why we must constantly look to others who have lived out their courage. There are so many who either died for their faith or who devoted their lives to teaching others. We would be counting all day if we could, but let’s just highlight a few. Saints Felicity and Perpetua died in an amphitheater when they wouldn’t renounce their faith. St. Stephen was stoned to death. St. Peter was crucified upside down. St. Lawrence was grilled to death. St. Dymphna was beheaded… Their stories serve as beautiful examples when we fear speaking up for our faith.  

Many people say they feel hopeless and overwhelmed by the evils of the secular world today. Our society has no regard for human beings. Women scream for abortion “rights.” Assisted suicide laws are becoming more prevalent. Murders and violent crimes are on the rise. Road rage incidents are increasing. Smash and grab incidents are forcing stores to close. Hatred fills the news. Politicians claiming to be Catholic blatantly repudiate Church teaching. There’s so much bad news out there.

But we cannot allow that bad news to keep us from speaking out. We must protect Christ and the Church. How do we do that? We practice every day. We fill our lives with examples of holy men and women. We join groups at church. We read books that help us learn. We vote according to our pro-life beliefs. We then model our lives after these holy people by acting on that faith, always putting God first in our lives.

These are the things that will make a difference. When we do these things, our reward will indeed be great in heaven.

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En la lectura del Evangelio de hoy, Jesús nos da las Bienaventuranzas. Estas son palabras que todos conocemos bien. Pero dado nuestro clima político actual y la persecución que muchos han enfrentado debido a sus creencias pro-vida, hay un par de líneas en las que vale la pena enfocarse, líneas que nos enseñan a tener esperanza.

Jesús le dice a la multitud: “Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos. Dichosos serán ustedes, cuando los injurien, los persigan y digan cosas falsas de ustedes por causa mía. Alégrense y salten de contento, porque su premio será grande en los cielos”.

Tener la capacidad de defender nuestra fe y lo que enseña la Iglesia se llama valentía moral, y es algo que necesitamos desesperadamente hoy. No nacemos con valentía moral. Debemos aprenderlo y luego practicarlo en todo lo que hacemos.

Se necesita mucha valentía para hablar cuando otros denigran nuestra fe. Se necesita valentía para sumergirnos en la enseñanza de la Iglesia y vivirla abierta y exteriormente para que otros la vean. Es por eso que debemos mirar constantemente a otros que han vivido con valentía. Hay tantos que murieron por su fe o que dedicaron sus vidas a enseñar a otros. Estaríamos contando todo el día si pudiéramos, pero destaquemos solo algunos. Santas Felicidad y Perpetua murieron en un anfiteatro cuando no quisieron renunciar a su fe. San Esteban fue apedreado hasta la muerte. San Pedro fue crucificado boca abajo. St. Lorenzo fue asado a la parrilla hasta la muerte. St. Dymphna fue decapitada… Sus historias sirven como hermosos ejemplos cuando tememos que defender nuestra fe.

Muchas personas dicen que se sienten desesperanzadas y abrumadas por los males del mundo de hoy. Nuestra sociedad no tiene respeto por los seres humanos. Las mujeres gritan por los “derechos” al aborto. Las leyes de suicidio asistido son cada vez más frecuentes. Los asesinatos y los delitos violentos van en aumento. Los incidentes de ira al volante están aumentando. Los incidentes de aplastamiento y agarre están obligando a las tiendas a cerrar. El odio llena las noticias. Los políticos que se dicen católicos repudian descaradamente las enseñanzas de la Iglesia. Hay tantas malas noticias.

Pero no podemos permitir que las malas noticias nos impidan hablar. Debemos proteger a Cristo y a la Iglesia. ¿Como hacemos eso? Practicamos todos los días. Llenamos nuestras vidas con ejemplos de hombres y mujeres santos. Nos unimos a grupos en la iglesia. Leemos libros que nos ayudan a aprender. Votamos de acuerdo con nuestras creencias pro-vida. Luego modelamos nuestras vidas según estas personas santas al actuar en esa fe, siempre poniendo a Dios primero en nuestras vidas.

Estas son las cosas que instan cambios. Cuando hagamos estas cosas, nuestra recompensa ciertamente será grande en el cielo.

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Susan Ciancio has a BA in psychology and a BA in sociology from the University of Notre Dame, with an MA in liberal studies from Indiana University. For the past 19 years, she has worked as a professional editor and writer, editing both fiction and nonfiction books, magazine articles, blogs, educational lessons, professional materials and website content. Thirteen of those years have been in the pro-life sector. Currently Susan freelances and writes weekly for HLI, edits for American Life League, and is the executive editor of Celebrate Life Magazine. She also serves as executive editor for the Culture of Life Studies Program—an educational nonprofit program for K-12 students. You can reach her at slochner0.wixsite.com/website.

Feature Image Credit: Fernando Pérez Lara, cathopic.com/photo/9513-jesus-y-sus-discipulos

Start Small / Empezando Pequeño

Modern society would have us declare today is Halloween. Costumes, jack o’ lanterns, trick-or-treating, candy. Our Catholic faith, on the other hand, would instead remind us that today is All Hallows Eve, the day before All Saints Day. The Church established All Saints Day to get people’s minds focused away from the minor debauchery and pagan rituals that continue today as Halloween celebrations, and instead focus on something greater and more pure — the men and women, known and unknown, who have been found worthy by God to spend eternity with Him in heaven.

All Saints Day reminds us of our very reason for being and our ultimate goal — to know, love and serve God in this life so we can be with Him in the next. We are called to be saints, plain and simple. But how do we do it? First off, we know we are saved, not by anything we could ever do, but by the sacrificial death and resurrection of our Lord, Jesus Christ. Having that faith in Jesus is more than just announcing our belief and waiting for our ticket to heaven. Our Lord made it perfectly clear in his teachings that faith is participatory. Not only are we to believe, but we are to share it with others by the way we live, love and serve. Remember that “whatever you did to the least of my brothers, you did to me”? That’s straight from Jesus himself. The mandate to love and serve comes right from the top.

Once again, how do we do it? Today’s readings give us a little push in the right direction. Step one: believe. Step two: shrink. Paul explains it to the Philippians: “… humbly regard others as more important than yourselves, each looking out not for his own interests, but also everyone for those of others.”

Ah, of course, humility. Jesus puts it this way in the Gospel today, taken from Luke: “… when you hold a banquet, invite the poor, the crippled, the lame, the blind; blessed indeed will you be because of their inability to repay you.” Jesus would have us humble ourselves into serving the less fortunate and the outcast. The reward awaits in the heaven we strive to reach.

The Psalm response tells us why we should start small, in humility, on our journey toward God. “In you, O Lord, I have found my peace.” Think of all the saints we do know. Their common trait is their humility, that God is in charge, and they are merely his servants. They testify to the peace and joy we can only find in the Lord, and they did so despite trials, suffering, even martyrdom. May we also find our peace in our reliance on the Lord.

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La sociedad moderna nos declara que hoy es Halloween. Disfraces, calabazas, ir casa por casa a pedir dulces. Nuestra fe católica, por otro lado, nos recuerda que hoy es la víspera de Todos los Santos, el día anterior al Día de Todos los Santos. La Iglesia estableció el Día de Todos los Santos para que las mentes de las personas se alejen del libertinaje y los rituales paganos que continúan hoy en día como celebraciones de Halloween, y en su lugar se concentren en algo más grande y más puro: los hombres y mujeres, conocidos y desconocidos, que Dios ha encontrado digno para pasar la eternidad con Él en el cielo.

El Día de Todos los Santos nos recuerda nuestra verdadera razón de ser y nuestro objetivo final: conocer, amar y servir a Dios en esta vida para poder estar con Él en la próxima. La verdad sencilla es, somos llamados a ser santos. Pero, ¿cómo lo hacemos? En primer lugar, sabemos que somos salvos, no por nada que pudiéramos hacer, sino por la muerte sacrificial y la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. Tener esa fe en Jesús es más que simplemente anunciar nuestra creencia y esperar nuestro boleto al cielo. Nuestro Señor dejó perfectamente claro en sus enseñanzas que la fe es participativa. No solo debemos creer, sino que debemos compartirlo con los demás por la forma en que vivimos, amamos y servimos. ¿Recuerdas que “cuanto hicisteis al más pequeño de mis hermanos, a mí me lo hicisteis”? Eso viene directamente del mismo Jesús. El mandato de amar y servir viene desde arriba.

Una vez más, ¿cómo lo hacemos? Las lecturas de hoy nos dan un pequeño empujón en la dirección correcta. Primer paso: creer. Paso dos: hacernos menos. Pablo lo explica a los filipenses: “…por humildad, cada uno considere a los demás como superiores a sí mismo y no busque su propio interés, sino el del prójimo”.

Ah, por supuesto, la humildad. Jesús lo expresa así en el Evangelio de hoy, tomado de Lucas: “… Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque puede ser que ellos te inviten a su vez, y con eso quedarías recompensado.” Jesús quiere que nos humillemos para servir a los menos afortunados y marginados. La recompensa aguarda en el cielo que nos esforzamos por alcanzar.

El Salmo Responsorial nos dice por qué debemos comenzar de a poco, en humildad, en nuestro camino hacia Dios. “Dame, Señor, la paz junto a ti”. Piensa en todos los santos que conocemos. Su rasgo común es su humildad, que Dios está a cargo, y ellos son simplemente sus sirvientes. Dan testimonio de la paz y el gozo que sólo podemos encontrar en el Señor, y lo hicieron a pesar de las pruebas, el sufrimiento e incluso el martirio. Que también encontremos nuestra paz confiando en el Señor.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Ben White, unsplash.com/photos/qYanN54gIrI

Our Patient Father / Nuestro Padre Paciente

People love to make fun of the songs we sang at church in the early 1970s, but I was a little girl then and I remember many of them fondly. Today’s Gospel took me back to that time instantly, to the refrain of a  song written by Medical Mission Sister Miriam Therese Winter in 1965: “There was a man in Jericho called Zaccheus. There was a man in Jericho called Zaccheus. Now the Hebrews, they were tall, but Zaccheus, he was small, yet the Lord loved Zaccheus, better than them all.”

This song was my first introduction to the story of Zaccheus, a story I love because it is so relatable with its inclusion of homely details like the short stature of Zaccheus and even the type of tree he climbed. It is easy to picture and understand because many of us have had the experience of being in a crowd at a parade or a concert where we are jockeying for position to get a better view. Imagine having the opportunity to see Jesus. Who wouldn’t want a front row seat for that?

Now Zaccheus was a sinner, a despised tax collector to be exact. And while he wanted to see Jesus, you have to wonder if he really wanted Jesus to see him! Like many of us, he might have hoped to conceal himself and his shame from the Lord. But of course you cannot hide from God! And when Jesus tells Zaccheus he wants to stay at his house, his shame changes to joy.

Predictably, grumbling from the righteous folk ensues. Why has Jesus singled out this sinner for special notice? The First Reading sheds some light: “[Y]ou have mercy on all, because you can do all things;
 and you overlook people’s sins that they may repent.” Jesus picked Zaccheus out of the crowd to give him an opportunity that perhaps the other onlookers who were more righteous did not need.

The First Reading also suggests what Zaccheus’s response might be: “[T]hey may abandon their wickedness and believe in you.” That is exactly what he does, not only welcoming Jesus into his home with joy but immediately vowing to give half his wealth to the poor and to repay anyone he has extorted fourfold!

It’s a happy story, and it can be our story too, since everyone who is reading this is a sinner. I love this passage from the First Reading: “[Y]ou spare all things, because they are yours .  . .  Therefore you rebuke offenders little by little, warn them and remind them of the sins they are committing.” God WANTS to forgive us! God doesn’t punish us harshly for our sins, nor does He give us only one chance. God is our loving Father, and if you are a parent you know how much you are willing to forgive your children. He is gentle with us, like we would be with a little child, reminding us of our sins, being patient and taking His time, doing whatever it takes to call us back to Him. All we have to do is welcome Him with joy.

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A la gente le encanta burlarse de las canciones que cantábamos en la iglesia a principios de la década de 1970, pero era una niña y recuerdo muchas de ellas con cariño. El Evangelio de hoy me hizo acordar instantáneamente el estribillo de una canción escrita por la Hermana de la Misión Médica Miriam Therese Winter en 1965: “Había un hombre en Jericó llamado Zaqueo. Había un hombre en Jericó llamado Zaqueo. Ahora bien, los hebreos eran altos, pero Zaqueo era pequeño, pero el Señor amaba a Zaqueo más que a todos ellos”.

Esta canción fue mi primera introducción a la historia de Zaqueo, una historia que me encanta porque se relaciona mucho con la inclusión de detalles hogareños como la baja estatura de Zaqueo e incluso el tipo de árbol al que trepó. Es fácil de imaginar y comprender porque muchos de nosotros hemos tenido la experiencia de estar en una multitud en un desfile o un concierto donde competíamos por una posición para poder ver mejor. Imagina tener la oportunidad de ver a Jesús. ¿Quién no va a querer un asiento de primera fila?

Ahora bien, Zaqueo era un pecador, un recaudador de impuestos despreciado. Y aunque él quería ver a Jesús, tienes que preguntarte si realmente quería que Jesús lo viera a él. Como muchos de nosotros, podría haber esperado ocultarse a sí mismo y su vergüenza del Señor. Pero, por supuesto, ¡no puedes esconderte de Dios! Y cuando Jesús le dice a Zaqueo que quiere quedarse en su casa, su vergüenza se transforma en alegría.

Como podríamos imaginar, se producen quejas entre la gente justa. ¿Por qué ha señalado Jesús a este pecador para darle atención especial? La Primera Lectura arroja algo de luz: “Te compadeces de todos, y aunque puedes destruirlo todo, aparentas no ver los pecados de los hombres, para darles ocasión de arrepentirse.” Jesús escogió a Zaqueo de entre la multitud para darle una oportunidad que quizás los otros espectadores que eran más justos no necesitaban.

La Primera Lectura también sugiere cuál podría ser la respuesta de Zaqueo: “se arrepientan de sus maldades y crean en ti, Señor.“ Eso es exactamente lo que hace, no solo dando la bienvenida a Jesús en su casa con alegría, sino que inmediatamente prometiendo dar la mitad de su riqueza a los pobres y devolver el cuádruple a cualquiera que haya extorsionado.

Es una historia feliz, y puede ser nuestra historia también, ya que todos los que están leyendo esto son pecadores. Me encanta este pasaje de la Primera Lectura: Tú perdonas a todos, porque todos son tuyos… Por eso a los que caen, los vas corrigiendo poco a poco”. ¡Dios QUIERE perdonarnos! Dios no nos castiga duramente por nuestros pecados, ni nos da una sola oportunidad. Dios es nuestro Padre amoroso, y si eres padre sabes cuánto estás dispuesto a perdonar a tus hijos. Él es amable con nosotros, como lo seríamos con un niño pequeño, recordándonos nuestros pecados, siendo paciente y tomándose su tiempo, haciendo lo que sea necesario para que devolvemos a Él. Sólo tenemos que darle la bienvenida con alegría.

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Leslie Sholly is a Catholic, Southern wife and mother of five, living in her hometown, Knoxville, Tennessee. She graduated from Georgetown University with an English major and Theology minor. She blogs at Life in Every Limb, where for 11 years she has covered all kinds of topics, more recently focusing on the intersection of faith, politics, and social justice.

Feature Image Credit: Hans, pixabay.com/photos/sycamore-tree-ascona-4134267/

A Seat at the Table / Un Asiento en la Mesa

I grew up with a fairly large extended family. If you combine both my mom and dad’s sides, I have about 30 cousins. As one of the oldest cousins, I know a thing or two about jockeying for places at the table. We always had a “kids” table at holiday meals. When we were younger, we loved this table. It was where the goofy uncle sometimes sat and where you could get away with harmless pranks, extra rolls and whipped cream on noses. But as we got older and more cousins were born, we began to feel like we were being left out of something even more fun…the adult table. That was the place to be! The adult table had the stories, the gossip, even more extra rolls (how many rolls were there!?), fancier place settings and the cool, younger aunts and uncles. I still remember the Thanksgiving where I got to sit at the adult table for the first time as a teenager. It was amazing. 

Where you sit at a meal, in a movie theater, on a plane, pretty much anywhere, matters on some kind of deep level. Jesus observed this in our Gospel reading today as He watched the guests choose their seats. In Jesus’ time, and similarly even in our own time, the proximity to the host at a meal designated a superior standing relative to the others seated further away. Think about weddings especially, where seating is so often a carefully orchestrated thing. Where you sit matters, be it to you or to others around you. 

It makes me wonder where Jesus was sitting at this table. Was He in the place of the guest of honor or somewhere lower down the table? I wonder how the host felt about Jesus’ speech. Do you think perhaps he wanted to reconsider where certain people were sitting? It also makes me wonder about where Jesus would sit in my own home. Where does He “sit” in my life? Have I given Him the place of honor or replaced Him with something less than worthy of that high status?

It seems almost silly to imagine, asking Jesus to step aside in favor of some extra cash, a promotion at work, a completed checklist or the praise of others. But this is exactly what we do when we do not give Jesus His rightful place as the center of our lives. Jesus is the perfect model of humility, both at this meal and in each of our hearts. He does not shove His way to the front, nor does He insist we give Him what is rightfully His. He waits patiently for us to invite Him forward to sit beside us. 

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Crecí con una familia extendida bastante grande. Si combinas los lados de mi mamá y mi papá, tengo alrededor de 30 primos. Como uno de los primos mayores, sé un par de cosas sobre competir por lugares en la mesa. Siempre teníamos una mesa para “niños” en las comidas festivas. Cuando éramos más jóvenes, nos encantaba esta mesa. Era donde a veces se sentaba el tío divertido y donde podías salirte con la tuya con bromas inofensivas, panes extra y crema batida en la nariz. Pero a medida que crecimos y nacieron más primos, empezamos a sentir que nos estábamos quedando fuera de algo aún más divertido… la mesa de los adultos. ¡Ese era el lugar para estar! La mesa de los adultos tenía las historias, los chismes, incluso más panes (¿cuántos panes habían?), cubiertos más elegantes y tías y tíos geniales y más jóvenes. Todavía recuerdo el Día de Acción de Gracias en el que me senté en la mesa de adultos por primera vez cuando era adolescente. Fue increíble.

Donde te sientas a comer, en una sala de cine, en un avión, prácticamente en cualquier lugar, importa a nivel profundo. Jesús observó esto en nuestra lectura del Evangelio de hoy mientras observaba a los invitados elegir sus asientos. En tiempos de Jesús, y de manera similar incluso en nuestro tiempo, la proximidad al anfitrión en una comida designaba una posición superior en relación con los demás sentados más lejos. Piense especialmente en las bodas, donde los asientos a menudo son algo cuidadosamente orquestado. El lugar donde te sientas es importante, ya que sea para ti o para los que te rodean.

Me hace preguntarme dónde estaba sentado Jesús en esta mesa. ¿Estaba en el lugar del invitado de honor o en algún lugar más abajo en la mesa? Me pregunto cómo se sintió el anfitrión acerca del discurso de Jesús. ¿Crees que tal vez quería reconsiderar dónde estaban sentadas ciertas personas? También me hace preguntarme dónde se sentaría Jesús en mi propia casa. ¿Dónde se “sienta” Él en mi vida? ¿Le he dado el lugar de honor o lo he reemplazado con algo menos que digno de ese alto estatus?

Parece casi una tontería imaginarse pidiéndole a Jesús que se haga a un lado a favor de algo de dinero extra, una promoción en el trabajo, una lista de verificación completa o la alabanza de los demás. Pero esto es exactamente lo que hacemos cuando no le damos a Jesús el lugar que le corresponde como el centro de nuestras vidas. Jesús es el modelo perfecto de humildad, tanto en esta comida como en cada uno de nuestros corazones. No se abre camino a empujones, ni insiste en que le demos lo que es suyo por derecho. Espera pacientemente que lo invitemos a sentarse a nuestro lado.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

Feature Image Credit: Agung Pandit Wiguna, www.pexels.com/photo/photo-of-table-setting-during-daytime-2788492/

Turn to the Lord / Volver al Señor

On this feast of two apostles, Sts. Simon and Jude, we’re reminded of how Jesus chose the Twelve. “Jesus went up to the mountain to pray, and he spent the night in prayer to God” (Luke 6:12). Luke often mentions Jesus at prayer, and here He is doing so before a decisive moment: the choosing of the twelve men who would pass on His priestly ministry and spread His Gospel to the ends of the earth.

As in all things, Jesus’ action is a model for ours. Of course, Jesus is God, so His prayer is a bit more mysterious than ours. Jesus consults with His Father, totally at home in the consubstantial relationship of Trinitarian communion. Even so, this ought to be a model for us: it should not feel strange to us to turn to God in prayer, and we should seek it out even when it is difficult. Our goal should be to have by adoption that relationship which Christ has with His Father by nature.

Acting from the context of that relationship, we desire to seek out the counsel and communion of God before all major life decisions. Before we decide to take or leave a job, relocate, enter a vocation, or adjust our lifestyle in a significant manner, we ought to turn to God. If we are in a position of leadership or authority over others, we ought to consult Him before making significant decisions in that sphere.

In our Gospel reading, we notice that Jesus does not simply take a break to pray. He climbs a mountain and prays through the night. Before such an important decision as the establishment of the Church, He does not waste any time. Jesus ensures that He has solitude and time to pray. He moves to a different space, where He can listen without unnecessary distractions, and He chooses a time when nothing will be demanded of Him. For us, this could be making a silent retreat, or it could be going on the porch for half an hour before anyone else has awakened.

More generally, Jesus’ example shows us that we should consult God in everything. We ought to learn to reference that relationship of communion everywhere and at all times, to pray without ceasing, as St. Paul reminds us. This can look different at different times, but the main thread is including God in the process of decision-making.

Moment-to-moment, this involves a humbling of self, submitting to the will of God. We could make decisions entirely on our own and thank God at the end of the day, or we could simply ask Him to bless our own plans. But when we attempt to make our own plans and decisions without asking Him for guidance, we ultimately fail. Without Him, we can do nothing, even in the small-scale arena of minor decisions. God wants us to do His will, for His sake and for our own. Jesus shows us today that it is the Lord who makes our works fruitful, and we need to turn to Him for guidance.

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En esta fiesta de dos apóstoles, Santos Simón y Judas, recordamos cómo Jesús escogió a los Doce. “Jesús subió al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios” (Lucas 6:12). Lucas habla de de Jesús en oración con cierta frecuencia, y aquí lo hace antes de un momento decisivo: la elección de los doce hombres que transmitirían su ministerio sacerdotal y llevarían su Evangelio hasta los confines de la tierra.

Como en todas las cosas, la acción de Jesús es un modelo para la nuestra. Por supuesto, Jesús es Dios, por lo que Su oración es un poco más misteriosa que la nuestra. Jesús consulta con su Padre, completamente cómodo en la relación consustancial de la comunión trinitaria. Aun así, esto debería ser un modelo para nosotros: no nos debe resultar extraño voltearnos a Dios en oración, y debemos buscarlo aun cuando sea difícil. Nuestra meta debe ser tener por adopción esa relación que Cristo tiene con Su Padre por naturaleza.

Actuando desde el contexto de esa relación, deseamos buscar el consejo y la comunión de Dios antes de todas las decisiones importantes de la vida. Antes de decidir tomar o dejar un trabajo, mudarnos, entrar en una vocación o ajustar nuestro estilo de vida de manera significativa, debemos volvernos a Dios. Si estamos en una posición de liderazgo o autoridad sobre otros, debemos consultarlo antes de tomar decisiones importantes en esa esfera.

En nuestra lectura del Evangelio, notamos que Jesús no se toma simplemente un descanso para orar. Sube a una montaña y reza durante la noche. Ante una decisión tan importante como el establecimiento de la Iglesia, Él no pierde el tiempo. Jesús asegura que tiene soledad y tiempo para orar. Se traslada a un espacio diferente, donde puede escuchar sin distracciones innecesarias, y elige un momento en el que no se le exigirá nada. Para nosotros, esto podría ser hacer un retiro silencioso, o podría ser salir al patio media hora antes de que cualquier otro se despierta.

De manera más general, el ejemplo de Jesús nos muestra que debemos consultar a Dios en todo. Debemos aprender a hacer referencia a esa relación de comunión en todas partes y en todo momento, a orar sin cesar, como nos recuerda San Pablo. Esto puede parecer diferente en diferentes momentos, pero el punto principal es incluir a Dios en el proceso de tomar de decisiones.

Momento a momento, esto implica una humillación del yo, sometiéndose a la voluntad de Dios. Podríamos tomar decisiones por nuestra cuenta y agradecer a Dios al final del día, o simplemente pedirle que bendiga nuestros propios planes. Pero cuando intentamos hacer nuestros propios planes y decisiones sin pedirle a Él que nos guíe, casi siempre fallamos. Sin Él, no podemos hacer nada, incluso en la pequeña arena de las decisiones menores. Dios quiere que hagamos su voluntad, por su bien y por el nuestro. Jesús nos muestra hoy que es el Señor quien hace que nuestras obras sean fructíferas, y debemos volvernos a Él para que nos guíe.

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David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Titi Maciel Pérez, cathopic.com/photo/14952-comunidad