The Spirit Speaks /El EspĂ­ritu Habla

“But when he comes, the Spirit of truth, he will guide you to all truth.  He will not speak on his own, but he will speak what he hears, and will declare to you the things that are coming” (John 16:13-14).

During a recent Confession, I realized my greatest desire was truly to do the will of God; at the same time, coming to grips with this is also my greatest difficulty. My contrite heart longs to please God; however, as Jesus told the sleepy Apostles in Gethsemane, “The spirit is willing, but the flesh is weak.”  How do we please God? Jesus, our model of pleasing the Father, did so by simply doing the will of the Father. 

This is where my flesh is weakest, discerning God’s will over mine. My fear of the unknown or doing the wrong thing can overwhelm me. I take comfort in this Scripture verse that the Spirit will guide us to that truth. We merely need to pray, listen, and trust. Trusting God should not be as difficult as I make it. How easily I allow fear to overcome my heart and forget the Spirit’s role in guiding my path. What is the Spirit of God trying to declare to you? 

Sometimes, discerning God’s Will can be incredibly daunting for me; I waffle back and forth, especially when the decision requires doing things out of my comfort zone. I find in those moments that it is best to pray and beg for the Lord to make it 100% clear what He wills. As I write this from thousands of feet in the air, I would still rather, for so many reasons, be at home. Yet I could not deny the message revealed to me was to step out in faith and go.

My spiritual director, the late Deacon Jerry Ryan, used to say, “if you’re going to trust God, then trust God.” I need to live what I believe by merely asking for the grace to be open to the movement of the Holy Spirit, to continue to seek his guidance in my life, and to have the courage to respond to what he declares. 

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“Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena, porque no hablará por su cuenta, sino que dirá lo que haya oído y les anunciará las cosas que van a suceder.” (Juan 16,13-14).

Durante una Confesión reciente, me di cuenta de que mi mayor deseo era verdaderamente hacer la voluntad de Dios; Al mismo tiempo, afrontar esto es también mi mayor dificultad. Mi corazón contrito anhela agradar a Dios; sin embargo, como Jesús les dijo a los soñolientos Apóstoles en Getsemaní: “El espíritu está dispuesto, pero la carne es débil”. ¿Cómo agradamos a Dios? Jesús, nuestro modelo de cómo agradar al Padre, lo hizo simplemente haciendo la voluntad del Padre.

Aquí es donde mi carne es más débil, discerniendo la voluntad de Dios sobre la mía. Mi miedo a lo desconocido o a hacer algo incorrecto puede abrumarme. Me consuela este versículo de las Escrituras de que el Espíritu nos guiará a esa verdad. Simplemente tenemos que orar, escuchar y confiar. Confiar en Dios no debería ser tan difícil como yo lo hago. Con qué facilidad permito que el miedo venza mi corazón y olvido el papel del Espíritu al guiar mi camino. ¿Qué está tratando de declararte el Espíritu de Dios?

A veces, discernir la Voluntad de Dios puede resultar increíblemente desalentador para mí; Dudo de un lado a otro, especialmente cuando la decisión requiere hacer cosas fuera de mi zona de confort. Encuentro en esos momentos que lo mejor es orar y rogar para que el Señor deje 100% claro lo que Él quiere. Mientras escribo esto dentro de un avión, miles de pies arriba de la tierra, todavía preferiría, por muchas razones, estar en mi casa. Sin embargo, no podía negar que el mensaje que se me reveló fue el de dar un paso de fe e ir.

Mi director espiritual, el difunto diácono Jerry Ryan, solía decir: “si vas a confiar en Dios, entonces confía en Dios”. Necesito vivir lo que creo simplemente pidiendo la gracia de estar abierto al movimiento del Espíritu Santo, de seguir buscando su guía en mi vida y de tener el valor de responder a lo que él declara.

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

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Truly Favored / Verdaderamente Favorecida

“Do not be afraid, Mary, for you have found favor with God.”

What an interesting choice of words from the Angel Gabriel – “favor with God.” This has to be where Mary’s fullness of grace comes in because if I was told I had favor with God and then my life went on the roller-coaster ride that Mary’s did, I’m not sure I would believe the Archangel Gabriel nor share the same definition and understanding of “favor.”

Here in the Annunciation, we hear these profound words spoken to Mary, along with the astounding news that God has chosen her to bear His beloved Son. Although I try to place myself in that room, hearing those words, I simply cannot fathom the depth of Mary’s emotions in that very moment, that unique experience that the Blessed Virgin Mary alone has been graced to experience.

This “favor” that was found to be with Mary becomes increasingly harder to imagine as the rest of the story of Mary’s life with Jesus unfolds — in what we, who are not full of grace, might see as a complete unraveling of God’s favor. As a woman, I know how I would perceive this journey if I were to put myself in Mary’s situation.  Mary is the ultimate model of trust and faith because we have no evidence that she lost these gifts, as I would have if my expectations were seemingly twisted completely around.

These are a few of the events and situations I wouldn’t expect if I had received the news I was expecting the Son of God:

  • I would not have expected to travel to help out a slightly more pregnant cousin right after finding out I, too, was to have a baby, especially if that child was the Messiah!
  • I would have expected to have the baby at home with my mom and maybe some women from Nazareth to help out, not in a barn all the way in Bethlehem with only my husband’s assistance.
  • After my son’s unexpected birth in a manger, I would have expected to return back to Nazareth, again to the comfort of my home and my family and community to help me raise my new son. I would have never expected this urgent, I am sure, frightening escape from Bethlehem into Egypt.  

In the end, it is irrefutable (to me, at least) that Mary has truly found favor with God. This grace may not align with our thoughts and understanding of ‘favor,’ but I continue, like her, to ponder all these things in my heart, praying that if the day ever arrives for me to be greeted by an angel with a great message from God, I too will answer, “May it be done to me according to your Word.”

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“No temas, María, porque has hallado [favor] ante Dios”.

Qué interesante elección de palabras del ángel Gabriel: “favor ante Dios”. Aquí tiene que ser donde entra en juego la plenitud de gracia de María porque si a mí me dijeran que tengo el favor de Dios y luego mi vida se subiera a la montaña rusa como la de María, no estoy segura de creerle al Arcángel Gabriel ni compartir la misma definición y comprensión de la palabra “favor”.

Aquí, en la Anunciación, escuchamos estas profundas palabras dirigidas a María, junto con la asombrosa noticia de que Dios la ha elegido para dar a luz a su amado Hijo. Aunque trato de ubicarme en esa habitación, escuchando esas palabras, simplemente no puedo comprender la profundidad de las emociones de María en ese momento, esa experiencia única que sólo la Santísima Virgen María ha tenido la gracia de experimentar.

Este “favor” que se encontró con María se vuelve cada vez más difícil de imaginar a medida que se desarrolla el resto de la historia de la vida de María con Jesús, en lo que nosotros, que no estamos llenos de gracia, podríamos ver como un completo desmoronamiento del favor de Dios. Como mujer, sé cómo percibiría yo este viaje si me pusiera en la situación de María. María es el modelo supremo de confianza y fe porque sabemos que ella no haya perdido estos dones, como lo habría hecho yo si mis expectativas aparentemente estuvieran vueltas boca abajo. 

Estos son algunos de los eventos y situaciones que no esperaría si hubiera recibido la noticia de que esperaba al Hijo de Dios: 1) No hubiera esperado viajar para ayudar a una prima un poco más embarazada justo después de descubrir que yo también iba a tener un bebé, ¡especialmente si ese niño era el Mesías! 2) Habría esperado dar a luz en casa con mi mamá y tal vez algunas mujeres de Nazaret para ayudarme, no en una cueva en Belén con sólo la ayuda de mi esposo. 3) Después del inesperado nacimiento de mi hijo en un pesebre, hubiera esperado regresar a Nazaret, nuevamente a la comodidad de mi hogar, mi familia y mi comunidad para ayudarme a criar a mi hijo recién nacido. Nunca hubiera esperado esta urgente y aterradora huida de Belén a Egipto.

Al final, es irrefutable (al menos para mí) que María realmente ha encontrado el favor de Dios. Es posible que esta gracia no se alinee con nuestros pensamientos y comprensión del “favor”, pero sigo, como ella, reflexionando sobre todas estas cosas en mi corazón, orando para que, si alguna vez llegara el día en que un ángel me salude con un gran mensaje de Dios, yo también responderé: “Hágase en mí según tu Palabra”.

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

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First Things First / Lo Primero es lo Primero

Jesus tells the scribes that the first among all the commandments is to love God with all our heart, soul, mind, and strength. What presently has your heart and soul? What is occupying your mind and sapping your strength? “The second is this: ‘You shall love your neighbor as yourself.’”

How can we love God with all our hearts when we are surrounded by so many others we love? We struggle to give all to the Unseen while looking upon the many faces needing our love. The people in our home, extended family, community, and even workplace we know need our attention; are we not to love them as well? Has God not created us out of love and with enough love to give our hearts entirely to everyone? Any mother can tell you her love has no limits. It does not deplete with each new child; it multiplies. How much more does our ability to love expand when we first extend it all to our Heavenly Father?  

Maybe even more challenging is the idea of loving our neighbor as ourselves. What does that look like? In some aspects, it depends on how we love ourselves. Though at our core, everyone desires the most basic needs—comfort, financial stability, being valued, friendship, and safety for our family and our world. Is it so difficult to want this for others as well? To love others as ourselves is to take part in assuring that every person – even those who are the most difficult to love – are fed, clothed, and are not thirsting for water, knowledge, or spiritual things. 

Perhaps it seems impossible on some levels to love an invisible God above all else and to love even our enemies as ourselves. Still, we know God never asks the impossible. His grace makes the impossible possible. Grace overcomes our human limitations. God’s holy Spirit within us — that is grace! Grace changes us; it transforms our weaknesses into the extraordinary. Without grace, we cannot accomplish the sanctifying things God asks of us. He is so generous in giving us direction along with the ability to do it. If there is a struggle, it is because we fail to believe and trust in God entirely. We believe enough to want to please him, then forget to use this Faith to accomplish what God has asked us to do. 

The incredible thing is that when we live in a relationship with God and work to imitate Jesus, giving all, including loving our neighbor like ourselves, becomes seamless. If we truly believe God is who He says He is, then we also believe He deserves the highest place in our heart, mind, soul, and strength. If we give Him all, we will naturally love our neighbors; we’ll see them with the eyes of God, recognizing that they, too, are made in His image and likeness, fearfully and wonderfully made. 

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Jesús les dice a los escribas que el primero de todos los mandamientos es amar a Dios con todo el corazón, alma, mente y fuerzas. ¿Qué contienen actualmente tu corazón y tu alma? ¿Qué ocupa tu mente y mina tus fuerzas? “El segundo es éste: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.'”

¿Cómo podemos amar a Dios con todo el corazón cuando estamos rodeados de tantas personas que amamos? Luchamos por darlo todo al Invisible mientras contemplamos los muchos rostros que necesitan de nuestro amor. Las personas en nuestro hogar, familia extendida, comunidad e incluso lugar de trabajo que sabemos que necesitan nuestra atención; ¿No debemos amarlos también a ellos? ¿No nos ha creado Dios por amor y con suficiente amor para entregar nuestro corazón enteramente a todos? Cualquier madre puede decirte que su amor no tiene límites. No se agota con cada nuevo hijo; se multiplica. ¿Cuánto más se expande nuestra capacidad de amar cuando la extendemos por primera vez a nuestro Padre Celestial?

Quizás aún más desafiante sea la idea de amar al prójimo como a nosotros mismos. ¿Cómo se hace eso? En algunos aspectos, depende de cómo nos amamos a nosotros mismos. Aunque en el fondo, todos deseamos las necesidades más básicas: comodidad, estabilidad financiera, ser valorados, amistad y seguridad para nuestra familia y nuestro mundo. ¿Es tan difícil querer esto también para los demás? Amar a los demás como a nosotros mismos es participar en asegurar que cada persona -incluso aquellas que son más difíciles de amar- esté alimentada, vestida y no tenga sed de agua, conocimiento o cosas espirituales.

Quizás parezca imposible de algunas formas amar a un Dios invisible por encima de todo y amar incluso a nuestros enemigos como a nosotros mismos. Aún así, sabemos que Dios nunca pide lo imposible. Su gracia hace posible lo imposible. La gracia supera nuestras limitaciones humanas. El Espíritu Santo de Dios habita en nosotros: ¡eso es gracia! La gracia nos cambia; transforma nuestras debilidades en lo extraordinario. Sin gracia, no podemos lograr las cosas santificadoras que Dios nos pide. Él es muy generoso al darnos dirección junto con la capacidad para hacerlo. Si batallamos, es porque no creemos ni confiamos completamente en Dios. Creemos lo suficiente como para querer agradarle, pero luego nos olvidamos de usar la fe para lograr lo que Dios nos ha pedido que hagamos.

Lo increíble es que cuando vivimos en una relación con Dios y trabajamos para imitar a Jesús, darlo todo, incluso amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, se vuelve perfecto. Si realmente creemos que Dios es quien dice, entonces también creemos que merece el lugar más elevado en nuestro corazón, mente, alma y fuerzas. Si le damos todo, naturalmente amaremos al prójimo; los veremos con los ojos de Dios, reconociendo que ellos también están hechos a su imagen y semejanza, hechos de manera asombrosa y maravillosa.

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Embracing Jesus’ Healing Scraps / Aceptar las Migajas Sanadores de Jesús

I want to draw our attention to two verses from Mark’s Gospel. The first, “He entered a house and wanted no one to know about it, but he could not escape notice.” Consider this subtle yet powerful statement. Does Jesus go unnoticed in your home? Are you able to ignore His presence in your life? I pray your response is now (or will be going forward) a resounding no to both of these questions. 

The other verse is a testament to the Syrophoenician woman’s faith, “Lord, even the dogs under the table eat the children’s scraps.” The scraps from Jesus are enough to heal. The very least that Jesus has to give us could transform our lives. Imagine if we embraced even a tiny bit of the blessings and graces that Jesus has to offer us — how would our lives be?  

The gifts available from heaven are abundant, so we do not need to settle for the crumbs, yet if that were all we allowed ourselves to dine upon, we’d still be filled. Our lives would not be perfect or free from those things that worry, concern, or pain us, but there would be an inner peace and hope that can only come from heavenly things. 

The woman came to Jesus prepared to be persistent, humbled, and assured. Her persistence was evident by the begging and her humility shown in addressing Him as Lord, willing to take whatever scraps He offered. She believed what He had said was done, because she left for home at His command. When was the last time I approached Jesus in that way, begging for assistance, humbled by His majesty and glory, and yet utterly sure that I would somehow receive a blessing, either the one I thought I needed or the one He knew I did? 

What is holding you back from being fed by Jesus? Do you feel unworthy of even the crumbs from His table? How can the woman’s remarkable example of faith encourage us to approach Jesus for help more often? How can this act of faith make Jesus’ presence inescapable in our hearts? 

Jesus, I believe you have so much more to offer me than I can ever accept. Lord, thank you for calling me to your banquet whether I put myself at the table for the feast or at your feet for the crumbs. Fill me with Your blessed assurance that I will never be without all I need and the grace to navigate every moment of my life.

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Quiero señalar dos versículos del Evangelio de Marcos. La primera: “Entró en una casa, pues no quería que nadie se enterara de que estaba ahí, pero no pudo pasar inadvertido“. Considere esta declaración sutil pero poderosa. ¿Jesús pasa desapercibido en tu hogar? ¿Eres capaz de ignorar Su presencia en tu vida? Espero que tu respuesta sea ahora (o a partir de este momento) un rotundo “no” a ambas preguntas.

El otro versículo es un testimonio de la fe de la mujer sirofenicia: “Sí, Señor; pero también es cierto que los perritos, debajo de la mesa, comen las migajas que tiran los niños“. Las migajas de Jesús son suficientes para sanar. Lo mínimo que Jesús tiene para darnos podría transformar nuestras vidas. Imagínate si aceptáramos aunque sea una pequeña parte de las bendiciones y gracias que Jesús tiene para ofrecernos: ¿cómo serían nuestras vidas?

Los regalos disponibles del cielo son abundantes, por lo que no tenemos que conformarnos con las migajas; sin embargo, si eso fuera todo lo que nos permitiéramos comer, todavía estaríamos llenos. Nuestras vidas no serían perfectas ni estarían libres de cosas que nos preocupan o duelen, pero habría una paz interior y una esperanza que sólo puede venir de las cosas celestiales.

La mujer vino a Jesús dispuesta a ser persistente, humillada y segura. Su persistencia fue evidente por la súplica y la humildad mostrada al dirigirse a Él como Señor, dispuesto a aceptar cualquier migaja que le ofreciera. Ella creyó que lo que dijo se había hecho realidad, porque se fue a casa por orden suya. ¿Cuándo fue la última vez que me acerqué a Jesús de esa manera, suplicando ayuda, humillado por Su majestad y gloria, y sin embargo completamente seguro de que de alguna manera recibiría una bendición, ya fuera la que pensaba que necesitaba o la que Él sabía que necesitaba?

¿Qué te impide ser alimentado por Jesús? ¿Te sientes indigno incluso de las migajas de Su mesa? ¿Cómo puede el notable ejemplo de fe de la mujer animarnos a acercarnos a Jesús en busca de ayuda más frecuentemente? ¿Cómo puede este acto de fe hacer ineludible la presencia de Jesús en nuestros corazones?

Jesús, creo que tienes mucho más que ofrecerme de lo que puedo aceptar. Señor, gracias por llamarme a tu banquete ya sea que me ponga a la mesa para el banquete o a tus pies para las migajas. Lléname con Tu bendita seguridad de que nunca estaré sin todo lo que necesito y la gracia para navegar cada momento de mi vida.

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Living Our Baptism / Vivir el Bautismo

John the Baptist is the last and greatest prophet. The one fulfilling the prophecy of Isaiah 40:3, “A voice cries out: ‘In the wilderness prepare the way of the Lord, make straight in the desert a highway for our God.’” The prophet who taught us the necessity to decrease to make room in our lives and the world for Christ to increase. While all along, he did not feel worthy even to carry the Lord’s sandals.

Preparing the way for Jesus is still incredibly difficult. I relate in many ways to John the Baptist, particularly when someone is “taking my head off” (thankfully, only figuratively) for something related to the Church and her teachings. The world sadly does not want the peace, hope, and type of love that Jesus came to give. It rallies against the message and the messengers.

While I am far from perfect at following the Catholic faith as I desire to, I know that through my baptism, I have a responsibility to share Jesus and the Good News. Baptized as “priest, prophet, and king,” I recognize that I am not only called to holiness but also to pass the Catholic faith on to the next generation, regardless of the cost.

John the Baptist called for a repentance which would lead a person to conversion. He offered a baptism by water in preparation for the more glorious and powerful baptism from Jesus, who “will baptize you with the Holy Spirit.” This incredible moment marks one of two times that the Trinity appears in the Scriptures. Jesus in the flesh, the Spirit as a dove, and the Father’s voice from the heavens proclaiming, “You are my beloved Son; with you I am well pleased.”

“Godcidentally”, the other reference to the Trinity is during the Transfiguration, which includes the first of the prophets, Elijah. How will we live out our baptismal call to be a prophet? How will we follow in the footsteps of Elijah and John the Baptist to prepare the way of the Lord?

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Juan el Bautista es el último y el más grande de los profetas. Cumple la profecía de Isaías 40,3 siendo: “Una voz grita: ‘Preparen al Señor un camino en el desierto, tracen para nuestro Dios una calzada recta'”. Este profeta nos enseñó la necesidad de disminuir para hacer espacio en nuestras vidas y en el mundo para que Cristo crezca. Aunque todo el tiempo no se sintió digno ni siquiera de llevar las sandalias del Señor. 

Preparar el camino para Jesús sigue siendo increíblemente difícil. Me identifico de muchas maneras con Juan el Bautista, particularmente cuando alguien me está “cortando la cabeza” (afortunadamente, sólo en sentido figurativo) por algo relacionado con la Iglesia y sus enseñanzas. Lamentablemente, el mundo no quiere la paz, la esperanza y el tipo de amor que Jesús vino a dar. Se manifiesta contra el mensaje y los mensajeros.

Si bien estoy lejos de ser perfecta en seguir la fe católica como deseo, sé que a través del bautismo tengo la responsabilidad de compartir a Jesús y la Buena Nueva. Bautizada como “sacerdote, profeta y rey”, reconozco que no sólo estoy llamada a la santidad sino también a transmitir la fe católica a la próxima generación, sin importar el costo.

Juan el Bautista pedía un arrepentimiento que llevaría a la persona a la conversión. Ofreció un bautismo en agua en preparación para el bautismo más glorioso y poderoso de Jesús, quien “los bautizará con el Espíritu Santo”. Este momento increíble marca una de las dos veces en que la Trinidad aparece en las Escrituras. Jesús en la carne, el Espíritu como paloma, y la voz del Padre desde los cielos proclamando: “Tú eres mi Hijo amado; yo tengo en ti mis complacencias”.

Por casualidad divina, la otra referencia a la Trinidad es durante la Transfiguración, que incluye al primero de los profetas, Elías. ¿Cómo viviremos nuestro llamado bautismal a ser profetas? ¿Cómo seguiremos los pasos de Elías y Juan Bautista para preparar el camino del Señor?

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Magnifying the Greatness of God / Glorificando la Grandeza de Dios

Mary said:  “My soul proclaims the greatness of the Lord; my spirit rejoices in God, my savior.”

Mary’s “Fiat”, her magnificent “YES” to God, and her glorious Song of Praise provide a greater understanding of how we should respond to the grace God bestows upon us. Mary demonstrates how we are called to magnify God’s glory in our own life. The “Magnificat”,  taken from the first word in the Latin translation, is also known as the Canticle of Mary—the hymn of the Virgin Mary, parallels the Song of Hannah from the Old Testament, another mother willing to surrender her beloved son to the perfect will of God.

Mary’s soul magnifies, augments, elevates, and brings into sharper focus the grandeur of God. Have you ever peered at an object through a magnifying glass, awed as even the minutest details enlarge and amaze? Mary’s model of faith, her profound yes, amplifies, illustrates, and clarifies the promises and hope we find in the God who adores us. Mary’s Song magnifies God; in fact, her entire life showed the glory of God in how she listened, praised, and responded to God’s movement. Do our lives do the same?

Mary needed a savior, and Jesus, our Savior, is hers as well since she was given “preventative redemption”, meaning that the grace she received at her conception was in anticipation of Christ’s sacrifice on the Cross. How is this possible? Our unfathomable God is not bound by time. He is outside the human straits of the here and now; and can use things in time whenever and however he chooses. Her Immaculate Conception, celebrated on December 8th, marks that incredible moment God bestowed upon Mary and her conception, this singular grace. Only she is blessed among women to have received the grace won through the salvific work of the Cross; before Jesus’ birth, suffering, death, and resurrection. The Almighty has indeed done great things through His Son, Jesus, for Mary and for us as well.

Despite the misconception, Mary is not the one worshiped or magnified in the words of this beautiful prayer. She is the lowly, the hungry, the servant, and the handmaid of the Lord in need of a savior. Mary’s life reflects Jesus, the Saving Light, in the same way the moon is illuminated by the sun’s light. She recognizes God’s blessings and mercy and, in humble delight, cannot contain herself from praising the One, True God. Mary is not confused by her role in salvation history: a soul surrendered to reveal the greatness of our God.

Do I likewise live in humble obedience to the perfect will of God? Do my words and actions bring into closer focus the glory of God and His abundant grace to all who encounter me? Is my soul an expansion of His unfailing love in the world? What words of song and praise spring from your lips in contemplation of all the good God has bestowed upon you?

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María dijo: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador.”

El “Fiat” de María, su magnífico “SÍ” a Dios y su glorioso Canto de Alabanza nos permiten comprender mejor cómo debemos responder a la gracia que Dios nos concede. María demuestra cómo estamos llamados a magnificar la gloria de Dios en nuestra propia vida. El “Magnificat”, tomado de la primera palabra de la traducción latina, también se conoce como el Cántico de María: el himno de la Virgen María, paralelo al Cántico de Ana del Antiguo Testamento, otra madre dispuesta a entregar a su amado hijo a la perfecta voluntad de Dios.

El alma de María glorifica, aumenta, eleva y pone de relieve la grandeza de Dios. ¿Alguna vez ha mirado un objeto a través de una lupa, asombrado cuando incluso los detalles más pequeños se agrandan y asombran? El modelo de fe de María, su sí profundo, amplifica, ilustra y aclara las promesas y la esperanza que encontramos en el Dios que nos adora. El Cántico de María glorifica a Dios; de hecho, toda su vida mostró la gloria de Dios en la forma en que escuchó, alabó y respondió al movimiento de Dios. ¿Nuestras vidas hacen lo mismo?

María necesitaba un salvador, y Jesús, nuestro Salvador, es el suyo también, ya que se le concedió la “redención preventiva”, es decir, la gracia que recibió en su concepción fue en anticipación del sacrificio de Cristo en la Cruz. ¿Cómo es posible? Nuestro Dios insondable no está sujeto al tiempo. Está fuera de los límites humanos del aquí y ahora; y puede utilizar las cosas en el tiempo cuando y como quiera. Su Inmaculada Concepción, celebrada el 8 de diciembre, marca ese momento increíble que Dios concedió a María y su concepción, esta singular gracia. Sólo ella es bendita entre las mujeres por haber recibido la gracia ganada por la obra salvífica de la Cruz; antes del nacimiento, sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús. En verdad, el Todopoderoso ha hecho grandes cosas por medio de su Hijo, Jesús, por María y también por nosotros.

A pesar del malentendido, María no es la que adoramos y glorificamos en las palabras de esta hermosa oración. Ella es la humilde, la hambrienta, la sirvienta y la sierva del Señor, necesitada de un salvador. La vida de María refleja a Jesús, la Luz Salvadora, de la misma forma que la luna se ilumina por la luz del sol. Ella reconoce las bendiciones y la misericordia de Dios y, con humilde deleite, no puede contenerse de alabar al Dios Único y Verdadero. María no se confunde con su papel en la historia de la salvación: un alma entregada para revelar la grandeza de nuestro Dios.

¿Vivo yo también en humilde obediencia a la perfecta voluntad de Dios? ¿Mis palabras y acciones ayudan a todos los que se encuentran conmigo a enfocarse en la gloria de Dios y Su abundante gracia? ¿Mi alma es una expansión de Su amor inagotable en el mundo? ¿Cuales palabras de canto y alabanza brotan de tus labios al contemplar todo el bien que Dios te ha concedido?

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

Feature Image Credit: Sophia Bauer, cathopic.com/photo/15938-marian-statue

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Making an Account of Your Life / Hacer un Recuento de tu Vida

The parable of the ten pounds [aka parable of the ten gold coins] could be the story of my life, in more than just my continual battle of the bulge. The spiritual Kingdom of God dwells in our hearts and our response to that grace determines how deep and vast the Kingdom’s expanse is within our lives. Grace also directs how each one uses the specific gifts and talents bestowed upon us by the Lord. Our unique gifts, used according to God’s plan and purpose at their fullest potential, will bless our world and work toward furthering the Kingdom in our lives and the lives of others.

Each of us will be asked to make an account of our lives, of all the blessings bestowed upon us, at the time of our judgment. What will you have to show God? What have you done with the ten coins, the special gifts and talents entrusted to you? In the parable, the nobleman instructs the servants to “engage in trade” to utilize what He has given them. The first two came back with marginal gains but showed they moved in faith and trust to be the best stewards of what had been imparted to them. The nobleman’s response clearly expresses His pleasure, “Well done, good servant! You have been faithful in this very small matter,” He then confers more blessings on them.

The third, afraid of the Master, buries the coins and gives back exactly what he received, a true insult and an affront to the generosity of the King. By his own words, we learn, the servant condemns himself. How often do my words betray what is truly in my heart? How often do I offend God by misusing or failing to use the glorious gifts and talents placed explicitly within my heart when He formed me in my mother’s womb?

One beautiful aspect of parables is how they allow Jesus to speak to us through the Gospels, although written over 2000 years ago. Like the disciples, we are directly taught and guided by His words and wisdom, able to reflect on its meaning in our lives. So, what will you go forth and do with the treasure entrusted to you by the Lord? 

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La parábola de las diez monedas de oro podría ser la historia de mi vida. El Reino espiritual de Dios habita en nuestros corazones y nuestra respuesta a esa gracia determina cuán profunda y vasta es la expansión del Reino dentro de nuestras vidas. La gracia también dirige cómo cada uno utiliza los dones y talentos específicos que el Señor nos ha otorgado. Nuestros dones únicos, usados de acuerdo con el plan y el propósito de Dios en su máximo potencial, bendecirán a nuestro mundo y trabajarán para promover el Reino en nuestras vidas y en las vidas de los demás.

A cada uno de nosotros se nos pedirá que hagamos un recuento de nuestras vidas, de todas las bendiciones que se nos otorgaron, en el momento de nuestro juicio. ¿Qué tendrás que mostrarle a Dios? ¿Qué has hecho con las diez monedas, los dones y talentos especiales que te han sido confiados? En la parábola, el noble instruye a los sirvientes, “inviertan este dinero” para utilizar lo que les ha dado. Los dos primeros regresaron con ganancias marginales, pero demostraron que se movilizaron con fe y confianza para ser los mejores administradores de lo que se les había impartido. La respuesta del noble expresa claramente Su placer: “Muy bien. Eres un buen empleado. Puesto que has sido fiel en una cosa pequeña…”, luego le confiere más bendiciones.

El tercero, temeroso del Maestro, entierra las monedas y devuelve exactamente lo que recibió, un verdadero insulto y una afrenta a la generosidad del Rey. Por sus propias palabras, aprendemos, el siervo se condena a sí mismo. ¿Con qué frecuencia mis palabras traicionan lo que verdaderamente tengo en mi corazón? ¿Con qué frecuencia ofendo a Dios al usar mal o dejar de usar los gloriosos dones y talentos colocados explícitamente en mi corazón cuando me formó en el vientre de mi madre?

Un aspecto hermoso de las parábolas es cómo permiten que Jesús nos hable a través de los Evangelios, aunque escritos hace más de 2000 años. Como los discípulos, somos directamente enseñados y guiados por sus palabras y sabiduría, capaces de reflexionar sobre su significado en nuestras vidas. Entonces, ¿qué saldrás a hacer con el tesoro que el Señor te ha confiado?

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

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The views and opinions expressed in the Inspiration Daily blog are solely those of the original authors and contributors. These views and opinions do not necessarily represent those of Diocesan, the Diocesan staff, or other contributors to this blog.

RSVP to God’s Banquet / RSVP al Banquete de Dios

“‘Come, everything is now ready.’ But one by one, they all began to excuse themselves” (Luke 14:18). Immediately, when called to communion with the King, the invitees start making excuses. They cling to their worldly attachments, putting their to-do lists and material desires before the relationship with the King. Sound familiar? 

Were you at Mass last weekend? Did you put aside all worldly distractions to be present at the most lavish banquet the King has to offer? Recall Jesus’ words in today’s Gospel, “Blessed is the one who will dine in the Kingdom of God.” 

We are foolish to decline an invitation to eat the Bread of the Kingdom of God, the Bread of Life, a foretaste of the life of the world to come! It is the most precious invitation God, our King, has to offer each of us. Sadly, the called are still making excuses. So many reasons people find not to attend Sunday Mass: sports, work, vacation, it’s the only time I have to run my errands, etc. 

The servants brought in “the poor and the crippled, the blind and the lame…and still there is room.” So they are ordered to “Go out to the highways and hedgerows and make people come in that my home may be filled.” Herein lies our second responsibility to answer the King’s invitation. Not only are we to partake of the Great Feast (every week), but we should also share this unfathomable gift with others. 

What is our motivation? Our missionary hearts are set in us by God, “It is from God’s love for all men that the Church in every age receives both the obligation and the vigor of her missionary dynamism, for the love of Christ urges us on” (CCC, 851). 

We learn two simple lessons from this parable: to accept God’s gracious, open invitation, and feel free to bring a friend (or ten).

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‘[Y]a todo estaba listo. Pero todos, sin excepción, comenzaron a disculparse. ” (Lucas 14,18). Inmediatamente, cuando son llamados a la comunión con el Rey, los invitados comienzan a poner excusas. Se aferran a su apegos mundanos, poniendo sus listas de tareas pendientes y deseos materiales antes que su relación con el Rey. ¿Suena familiar?

¿Fuiste a misa el fin de semana pasado? ¿Dejaste a un lado todas las distracciones mundanas para estar presente en el banquete más lujoso que el Rey tiene para ofrecer? Recuerde las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy: “Dichoso aquel que participe en el banquete del Reino de Dios“.

¡Nosotros somos insensatos al declinar una invitación a comer el Pan del Reino de Dios, el Pan de Vida, un anticipo de la vida eterna! Es la invitación más preciosa que Dios, nuestro Rey, tiene para ofrecernos a cada uno de nosotros. Lamentablemente, los llamados siguen poniendo excusas. La gente encuentra tantas razones para no asistir a la misa dominical: el deporte, el trabajo, las vacaciones, es el único momento que tengo para hacer mis mandados, etc.

Los sirvientes trajeron “a los pobres y a los lisiados, a los ciegos y a los cojos… y todavía hay lugar”. Así que se les ordena:Sal a los caminos y a las veredas; insísteles a todos para que vengan y se llene mi casa.Aquí radica nuestra segunda responsabilidad de responder a la invitación del Rey. No solo debemos participar de la Gran Fiesta (cada semana), sino que también debemos compartir este regalo insondable con los demás.

¿Cuál es nuestra motivación? Nuestro corazón misionero está puesto en nosotros por Dios: “Del amor de Dios por todos los hombres la Iglesia ha sacado en todo tiempo la obligación y la fuerza de su impulso misionero: “porque el amor de Cristo nos apremia.” (CIC, 851). 

Aprendemos dos lecciones sencillas de esta parábola: aceptar la invitación de Dios que está abierta y llena de gracia, y sentirnos libres de traer a un amigo (o diez).

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

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Are You Ready for the Feast? / ¿Estás Listo para la Fiesta?

How married are you to the idea that Jesus is your Savior? How open are you to the invitation extended to everyone as Jesus died upon the Cross and then rose again, conquering sin and death? How prepared are you to RSVP and, more importantly, arrive prepared to enjoy the feast? 

Jesus teaches with images those listening could relate to, meeting people where they are at. Maybe references to kings and shepherds don’t speak directly to current circumstances but the lessons remain timeless. Today’s Gospel includes an allegory of the King hosting a marriage feast for his Son. The bride in this story, represents the Church. We are to see ourselves among those called to the feast.

In Jesus’ time, the practice for royal banquets was to first send out the messengers with an invitation, a Biblical times “save the date.” Next, when the feast was ready, messengers were sent with a second summons to retrieve the invitees and let them know that the doors were open. Clean your face, don your finest apparel, and come enjoy the feast prepared for you. 

We are called to the Kingdom of God, to a life of faith, and to inherit heaven, but sadly not all will be found worthy to possess it. Some people will flat out decline this generous offer with a myriad of excuses: busy with work, leisure, or a host of worldly endeavors. Some will accept the invitation but not follow through, perhaps due to ignorance or apathy. It is fascinating to contemplate people’s reactions to the summons to the wedding feast. How often do we despise or disregard God’s summons in our lives? How willing are we to take the time to prepare our hearts for the feast? 

Do we come in our Sunday best to meet the King and His Son at Mass? Do we come ready not only on the outside but, more importantly, on the inside? Do we prepare our hearts to partake in the banquet of the Lord, the Eucharist? Have we looked over the Daily Readings, reflected on His Word, and the Gift of receiving Him in the Eucharist? Do we remember to ask for the Lord’s blessing and for Him to bestow on us the grace necessary to be fully present in this grand celebration?

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¿Qué tan unido estás con la idea de que Jesús es tu Salvador? ¿Qué tan abierto estás a la invitación extendida a todos cuando Jesús murió en la cruz y luego resucitó, venciendo el pecado y la muerte? ¿Qué tan preparado estás para confirmar tu asistencia y más importante, llegar preparado para disfrutar de la fiesta?

Jesús enseña con imágenes con las que la gente que lo escucha va a poder identificarse, encontrando a las personas en su situación actual. Tal vez las referencias a reyes y pastores no hablen directamente de las circunstancias actuales, pero las lecciones siguen siendo eternas. El Evangelio de hoy incluye una alegoría del Rey que organiza una fiesta de bodas para su hijo. La novia en esta historia representa a la Iglesia. Debemos vernos entre los llamados a la fiesta.

En la época de Jesús, la práctica para los banquetes reales era enviar primero a los mensajeros con una invitación, una especie de “reservar la fecha” de los tiempos bíblicos. Luego, cuando la fiesta estaba lista, se enviaron mensajeros con una segunda convocatoria para reunir a los invitados y hacerles saber que las puertas estaban abiertas. Limpia tu rostro, vístete con tus mejores vestimentas y ven a disfrutar de la fiesta preparada para ti.

Estamos llamados al Reino de Dios, a una vida de fe y a heredar el cielo, pero lamentablemente no todos serán dignos de poseerlo. Algunas personas rechazarán directamente esta generosa oferta con una miríada de excusas: ocupados con el trabajo, el ocio o una serie de actividades mundanas. Algunos aceptarán la invitación pero no la cumplirán, tal vez por ignorancia o apatía. Es muy interesante contemplar las reacciones de la gente ante la convocatoria al banquete de bodas. ¿Con qué frecuencia despreciamos o ignoramos las llamadas de Dios en nuestras vidas? ¿Qué tan dispuestos estamos a tomarnos el tiempo para preparar nuestros corazones para la fiesta?

¿Venimos con nuestras mejores vestimentas para encontrarnos con el Rey y Su Hijo en la Misa? ¿Venimos preparados no solo por fuera sino, lo que es más importante, por dentro? ¿Preparamos nuestro corazón para participar en el banquete del Señor, la Eucaristía? ¿Hemos repasado las Lecturas del día, reflexionado sobre Su Palabra, y el Don de recibirlo en la Eucaristía? ¿Nos acordamos de pedir al Señor que nos bendiga y nos conceda la gracia necesaria para estar plenamente presentes en esta gran celebración?

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Accompanying Jesus / Acompañando a Jesús

Christ’s disciples included some women, among them Mary Magdalene—who was the first to announce Jesus’ Resurrection to the Apostles. She would also be the first person to whom the resurrected Jesus appears. For these reasons, she is referred to as the Apostle to the Apostles.

Jesus healed Mary Magdalene from seven demons (Luke 8:2). I don’t know anyone who doesn’t wrestle with demons in their life. And, there are some, I believe, that only Jesus can remove. Mary Magdalene, once healed, became a fervent disciple of Jesus, staying close, knowing He was all she needed. Mary Magdalene possessed a faith strong enough to afford her the courage to stand at the foot of the cross during Jesus’ crucifixion. She accompanied Him not only when He blessed her with prayers answered but in His darkest hour. She never ceased to trust in His promise of Heaven and to bring good in every situation (Romans 8:28).

How do we accompany Jesus? 

I try to stay close to Jesus through the Sacraments, especially the Eucharist in Mass and Adoration. As St. Augustine explained, the Sacraments as “outward and visible signs of inward and spiritual graces.” Adoration feels so tangible, the grace palpable, a peace truly beyond understanding. In my time before the Blessed Sacrament, I have experienced remarkable moments of clarity and wisdom in my faith. 

Jesus has healed me in so many facets of my life. He’s filled empty crevices and crevasses with hope, love, joy, and an abundance of gifts of grace. I’ve recovered from physical afflictions, some rather miraculous, but those pale in comparison to the gratitude and joy experienced when Jesus healed my spiritual, emotional, and mental wounds. 

There are times as well when my prayers were answered differently, according to God’s plan and not mine. Thorns of chronic illness I have often begged for Jesus to remove but yet remain. St. Paul spoke about the thorn in his side, asking God three times to remove it, yet it remained (2 Cor 12:1-10). It remained to protect Paul so he would boast only about what God did in his life and not fall into pride or forget he could do nothing without God. 

“I was once lost, but now I’m found,” could be sung about everyone who has said yes to follow Jesus. Even those who are faithful followers of Jesus have moments where they need to come closer and be healed. We, like St. Paul, have all suffered thorns we’ve begged the Lord to remove; yet when we surrender our will and accept our circumstances, we can experience the freedom that comes from not being healed and still loving the Lord. We accompany Him as true disciples simply for the hope of Heaven.

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Entre los discípulos de Cristo había algunas mujeres, entre ellas María Magdalena, quien fue la primera en anunciar la Resurrección de Jesús a los Apóstoles. Ella sería también la primera persona a la que se le aparece Jesús resucitado. Por estas razones, se la conoce como la Apóstol de los Apóstoles.

Jesús sanó a María Magdalena de siete demonios (Lucas 8,2). No conozco a nadie que no luche con demonios en su vida. Y hay algunos, creo, que solo Jesús puede eliminar. María Magdalena, una vez sanada, se convirtió en una ferviente discípula de Jesús, permaneciendo cerca, sabiendo que Él era todo lo que necesitaba. María Magdalena poseía una fe tan fuerte como para darle el coraje de pararse al pie de la cruz durante la crucifixión de Jesús. Ella lo acompañó no solo cuando Él la bendijo con oraciones contestadas, sino también en Su hora más oscura. Ella nunca dejó de confiar en Su promesa del Cielo y de traer el bien a cada situación (Romanos 8,28).

¿Cómo acompañamos a Jesús?

Trato de estar cerca de Jesús a través de los Sacramentos, especialmente la Eucaristía en la Misa y la Adoración. Como explicó San Agustín, los Sacramentos son “signos externos y visibles de gracias internas y espirituales”. La adoración se siente tan tangible, la gracia palpable, una paz verdaderamente más allá de la comprensión. En mi tiempo ante el Santísimo Sacramento, he experimentado momentos notables de claridad y sabiduría en mi fe.

Jesús me ha sanado en tantas facetas de mi vida. Ha llenado grietas y fisuras vacías con esperanza, amor, gozo y abundancia de dones de gracia. Me he recuperado de aflicciones físicas, algunas bastante milagrosas, pero son pequeñas en comparación con la gratitud y el gozo experimentados cuando Jesús ha sanado mis heridas espirituales, emocionales y mentales.

También hay momentos en que mis oraciones fueron respondidas de manera diferente, según el plan de Dios y no el mío. Espinas de enfermedades crónicas que a menudo le he suplicado a Jesús que me quite, pero aún permanecen. San Pablo habló del aguijón en su costado, pidiéndole a Dios tres veces que se lo quitara, pero permaneció (2 Cor 12,1-10). Quedaba para proteger a Pablo para que se jactara solo de lo que Dios hizo en su vida y no se enorgulleciera ni se olvidara de que sin Dios no podía hacer nada.

“Una vez estuve perdido, pero ahora me encontró”, podría cantarse sobre todos los que han dicho que sí para seguir a Jesús. Incluso aquellos que son fieles seguidores de Jesús tienen momentos en los que necesitan acercarse y ser sanados. Nosotros, como San Pablo, todos hemos sufrido espinas que le hemos suplicado al Señor que las quite; sin embargo, cuando entregamos nuestra voluntad y aceptamos nuestras circunstancias, podemos experimentar la libertad que proviene de no haber sido sanados y seguir amando al Señor. Lo acompañamos como verdaderos discípulos simplemente por la esperanza del Cielo.

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

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Cast, Detach, and Trust / Lanzar, Desconectarse y Confiar

Peter toiled all night and had nothing to show for it, yet he still resisted allowing Jesus to help. 

How often do we work so hard and feel we have nothing to show for it, yet we still won’t let Jesus help? We resist the Spirit’s nudges within our conscience of how to proceed or even people the Lord sends to help us. Do not be afraid. What are you afraid of? What do you worry about that keeps you from allowing Jesus to help you? 

I know so many people who are afraid to follow Christ out of fear He may ask something of them they are not ready or willing to give. They have missed His important message found in John 10:10, that He came to give us life and give it to us abundantly. Jesus would never ask from us anything that wasn’t truly in our best interest—that which brings us to Heaven. 

This surrender calls for radical detachments from our addictions, which may come in many forms. We can be addicted to things like food, drugs, alcohol, or sex, but we can also be attached to comfort or admiration, or fear making any changes to our life. All of which require us to trust in God. We can become addicted to our routines, dreams, or our will over God’s perfect will and perfect plan for us, which always direct us toward our greatest good: to be with him in Heaven forever. 

We get comfy with our way of doing things, willing to live with disappointment or discouragement rather than accept that we don’t know all the answers. Even experts in their field can learn from another perspective, such as the fisherman Peter taking advice from a carpenter. A beautiful freedom comes from opening ourselves to Jesus and allowing ourselves to grow and become who God created us to be. 

Through grace, we can experience the world in light of the fruits of the Spirit; when people see us exercising peace, joy, patience, and self-control, they may experience Christ through us. It’s not easy, but Jesus never asks for the impossible. All things are possible through Christ, who strengthens us (Phil 4:13). Grace is God’s Holy Spirit, undeserved yet freely given, living within us. With this grace, we can live a life of virtue, and the Spirit’s fruits show inward and outward.

We become people of love, peace, joy, patience, goodness, gentleness, kindness, generosity, and self-control, among other things. But first, we must allow Jesus into the boat. We must put out into the deep. Cast our nets and then let them go. Resist the temptation to fish with a fishing pole. Stop giving God our prayers and problems, then reeling them back in. Like Peter, we should cast to the other side, let go, and let Jesus do the work. We should do as He instructs and guides, and not according to our ways of doing things, especially those not bearing any fruit. Do not be afraid to put out into the deep.

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Pedro trabajó arduamente toda la noche y no tuvo nada que mostrar, pero aun así se resistió dejar que Jesús lo ayudara.

¿Con qué frecuencia trabajamos tan duro y sentimos que no tenemos nada que mostrar, pero aun así no dejamos que Jesús nos ayude? Resistimos los empujones del Espíritu dentro de nuestra conciencia sobre cómo proceder o incluso las personas que el Señor envía para ayudarnos. No tengas miedo. ¿Qué temes? ¿Qué te preocupa que te impide permitir que Jesús te ayude?

Conozco a muchas personas que tienen miedo de seguir a Cristo por temor a que les pida algo que no están listos o dispuestos a dar. Han perdido el mensaje importante que se encuentra en Juan 10:10, que Él vino a darnos la vida y dárnosla en abundancia. Jesús nunca nos pediría nada que no fuera realmente lo mejor para nosotros, lo que nos lleva al cielo.

Esta entrega exige un desapego radical de nuestras adicciones, que pueden presentarse de muchas formas. Podemos ser adictos a cosas como la comida, las drogas, el alcohol o el sexo, pero también podemos estar apegados a la comodidad o la admiración, o temer hacer cualquier cambio en nuestras vidas. Todo lo cual requiere que confiemos en Dios. Podemos volvernos adictos a nuestras rutinas, sueños o nuestra voluntad por encima de la perfecta voluntad y el plan perfecto de Dios para nosotros, que siempre nos dirigen hacia nuestro mayor bien: estar con él en el Cielo para siempre.

Nos sentimos cómodos con nuestra forma de hacer las cosas, dispuestos a vivir con la decepción o el desánimo en lugar de aceptar que no sabemos todas las respuestas. Incluso los expertos en sus campos pueden aprender desde otra perspectiva, como el pescador Pedro siguiendo el consejo de un carpintero. Una hermosa libertad proviene de abrirnos a Jesús y permitirnos crecer y convertirnos en quienes Dios nos creó para ser.

Por la gracia, podemos experimentar el mundo a la luz de los frutos del Espíritu; cuando las personas nos ven practicando la paz, el gozo, la paciencia y el dominio propio, pueden experimentar a Cristo a través de nosotros. No es fácil, pero Jesús nunca pide lo imposible. Todo es posible en Cristo que nos fortalece (Fil 4,13). La gracia es el Espíritu Santo de Dios, inmerecido pero dado gratuitamente, que vive dentro de nosotros. Con esta gracia, podemos vivir una vida de virtud, y los frutos del Espíritu se muestran hacia adentro y hacia afuera.

Nos convertimos en personas de amor, paz, alegría, paciencia, bondad, mansedumbre, amabilidad, generosidad y dominio propio, entre otras cosas. Pero primero, debemos permitir que Jesús suba a la barca. Remar mar adentro. Echar nuestras redes y luego soltarlas. Resistir la tentación de pescar con una caña de pescar. Dejar de darle a Dios nuestras oraciones y problemas, y luego echarnos para atrás. Al igual que Pedro, debemos echarnos al otro lado, soltar y dejar que Jesús haga el trabajo. Debemos hacer lo que Él instruya y guíe, y no de acuerdo con nuestra forma de hacer las cosas, especialmente aquellas que no dan ningún fruto. No tengas miedo de remar mar adentro.

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The Possibilities of Grace / Las Posibilidades de la Gracia

Jesus looked at them and said, “For men this is impossible, but for God all things are possible” (Matthew 19:26). What feels impossible currently in your life? Peace in the world? A renewed love of Christ in the Eucharist? Something a little more personal such as financial stability, remaining healthy, or harmony in the family. The impossible is overcome by the grace of God. Grace is mystical and, at times, mystifying to our human understanding but can be simplified at its core to the undeserved yet freely given gift of God’s own Spirit within us.

Grace is as necessary in our lives as air, food, and water. “Since it belongs to the supernatural order, grace escapes our experience and cannot be known except by faith” (CCC 2005). 

With His grace, we can accomplish the impossible, even if that is merely restoring peace within our hearts when facing situations beyond our control. God is generous, not expecting us to succeed independently but providing the same power, the fuel for navigating every aspect of life. The power of the Holy Spirit dwells within us—his very own power, acting and animating within us so we can experience Jesus’ teaching in our own lives—with God, truly all things are possible. 

Today, in the Church, we celebrate the Queenship of the Blessed Virgin Mary. First instituted in 1954 by Pope Pius XII, it related to Jesus, her Son, as King and the dogma of Mary as “Mother of God.” In his encyclical Ad Caeli Reginam, the Pope proclaimed, “We are instituting a feast so that all may recognize more clearly and venerate more devoutly the merciful and maternal sway of the Mother of God.” She, full of grace and the first to believe and experience the infinite power or possibilities of God, loves us and is our greatest intercessor. 

In Davidic times, we see the unique duties and privileges that came with the position of Queen Mother, a trusted advisor and to whom subjects would go to see favor with the King. Our generous God offers this incredible Queen and goes even further, bestowing her as our Mother. From the cross, when every word pained our Savior to breathe forth, he announced, “Behold, your mother” (John 19:27), bestowing us grace upon grace. Indeed, nothing is impossible for God.

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Jesús los miró y dijo: “Para los hombres esto es imposible, pero para Dios todo es posible” (Mateo 19,26). ¿Qué se siente imposible actualmente en tu vida? ¿Paz en el mundo? ¿Un amor renovado para Cristo en la Eucaristía? Algo un poco más personal como la estabilidad financiera, mantenerse saludable o la armonía en la familia. Lo imposible es vencido por la gracia de Dios. La gracia es mística y, a veces, desconcertante para nuestro entendimiento humano, pero simplemente dicho es el don inmerecido pero dado gratuitamente del propio Espíritu de Dios dentro de nosotros.

La gracia es tan necesaria en nuestras vidas como el aire, la comida y el agua. “La gracia, siendo de orden sobrenatural, escapa a nuestra experiencia y sólo puede ser conocida por la fe. ” (CIC 2005). Con Su gracia, podemos lograr lo imposible, incluso si eso es simplemente restaurar la paz dentro de nuestros corazones cuando enfrentamos situaciones fuera de nuestro control. Dios es generoso, no espera que tengamos éxito de forma independiente, sino que nos brinda el mismo poder, el combustible para navegar en todos los aspectos de la vida. El poder del Espíritu Santo habita dentro de nosotros—su propio poder, actuando y animando dentro de nosotros para que podamos experimentar la enseñanza de Jesús en nuestras propias vidas—con Dios, verdaderamente todo es posible.

Hoy, en la Iglesia, celebramos la Memoria de Nuestra Señora María Reina. Instituido por primera vez en 1954 por el Papa Pío XII, se relaciona con Jesús, su Hijo, como Rey y el dogma de María como “Madre de Dios”. En su encíclica Ad Caeli Reginam, el Papa proclamó: “Estamos instituyendo una fiesta para que todos puedan reconocer más claramente y venerar con más devoción el influjo misericordioso y maternal de la Madre de Dios”. Ella, llena de gracia y la primera en creer y experimentar el poder infinito o las posibilidades de Dios, nos ama y es nuestra mayor intercesora.

En los tiempos davidicos, vemos los deberes y privilegios únicos que venían con la posición de Reina Madre, una consejera de confianza y a quien los súbditos acudirían para ver el favor del Rey. Nuestro Dios generoso ofrece a esta Reina increíble y va más allá, entregándola como Madre nuestra. Desde la cruz, cuando cada palabra le dolía a nuestro Salvador al exhalar, anunció: “Aquí tienes a tu madre” (Juan 19,27), otorgándonos gracia sobre gracia. De hecho, nada es imposible para Dios.

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