Christ Remains Present / Cristo Todavía Sigue Presente

A powerful thread of truth runs through each of today’s Easter season readings: Jesus resurrected. “God raised this Jesus; of this we are all witnesses” (Acts 2:32). The Apostles testified to this raising of Jesus, but also, and maybe even more powerful is the testimony of those who did not want this truth to be known. Scholars often refer to the latter as “hostile witnesses.” People, who could not deny what they saw but did not wish to perpetuate the following of Christ, become witnesses to the majesty of God. Fascinating how differently the world perceives the history of secular nature from that of religion. We possess many history books filled with events, teachings, and speeches; we do not doubt nor question; we trust what was seen and recorded has been done so accurately. And it is taught from generation to generation.

Yet, how few believe “God raised this Jesus.” The Resurrection opened heaven to those “who through him believe in God who raised him from the dead and gave him glory so that your faith and hope are in God.” St. Peter reminds us to hold fast to this truth so that our hope and faith remain with God. The testimony of those who saw, spoke, and ate with the Risen Lord, provides us a confident hope in the Good News. No one, but One, has ever claimed to be the Son of God and then rose from the dead. Two Thousand years later, we are still speaking of his salvific work upon the cross, still re-presenting those moments upon altars across the world, still worshiping and singing praises.

The 24th Chapter of Luke’s Gospel includes the Walk to Emmaus. Jesus journeyed alongside these disciples, but they did not recognize him. He is still with us today, a true and ever-present companion. How often do we fail to recognize Jesus in our midst? In the Emmaus encounter, in the breaking of bread, “their eyes were opened and they recognized him” (Luke 24:31). Jesus offers the faithful that same wondrous opportunity at each and every Mass to be present at the blessing and breaking of the bread. To experience the burning of our hearts as the Scriptures are opened, and Jesus is made truly present – Body, Blood, Soul, and Divinity – in the Eucharist.

When the disciples encountered Jesus on the road, they urged him to stay with them. Through God’s mystical, remarkable workings, which we will never comprehend this side of heaven, Jesus remains with us still  at every Consecration, in every Tabernacle, and within the heart of those who receive him in the Eucharist.

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Un poderoso hilo de verdad recorre cada una de las lecturas de hoy en la temporada de Pascua: Jesús resucitó. “A este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos” (Hechos 2:32). Los Apóstoles dan testimonio de esta resurrección de Jesús, pero también, y quizás aún más poderoso, es el testimonio de aquellos que no querían que se conociera esta verdad. Los eruditos a menudo se refieren a estos últimos como “testigos hostiles”. Personas que no podían negar lo que veían pero que no querían perpetuar el seguimiento de Cristo, se convierten en testigos de la majestad de Dios. Es fascinante lo diferente que el mundo percibe la historia de la naturaleza secular de la de la religión. Poseemos muchos libros de historia llenos de eventos, enseñanzas y discursos; no dudamos ni cuestionamos; Confiamos en que lo que se vio y registró se haya hecho con tanta precisión. Y se enseña de generación en generación.

Sin embargo, cuán pocos creen que “a este Jesús Dios lo resucitó”. La Resurrección abrió el cielo a aquellos que “creen en Dios, quien lo resucitó de entre los muertos y lo llenó de gloria, a fin de que la fe de ustedes sea también esperanza en Dios.” San Pedro nos recuerda aferrarnos a esta verdad para que nuestra esperanza y fe permanezcan en Dios. El testimonio de los que vieron, hablaron y comieron con el Resucitado nos da una esperanza confiada en la Buena Noticia. Nadie, sino Uno, ha afirmado ser el Hijo de Dios y luego resucitó de entre los muertos. Dos mil años después, todavía estamos hablando de su obra salvífica en la cruz, todavía estamos reviviendo esos momentos en los altares de todo el mundo, todavía adoramos y cantamos alabanzas.

El capítulo 24 del Evangelio de Lucas incluye el Camino a Emaús. Jesús caminó junto a estos discípulos, pero ellos no lo reconocieron. Todavía está con nosotros hoy, un compañero verdadero y siempre presente. ¿Con qué frecuencia no reconocemos a Jesús entre nosotros? En el encuentro con Emaús, al partir el pan, “se les abrieron los ojos y lo reconocieron” (Lc 24,31). Jesús ofrece a los fieles esa misma oportunidad maravillosa en todas y cada una de las Misas para estar presentes en la bendición y la fracción del pan. Experimentar el ardor de nuestros corazones cuando se abren las Escrituras y Jesús se hace verdaderamente presente – Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad – en la Eucaristía.

Cuando los discípulos se encontraron con Jesús en el camino, le instaron a que se quedara con ellos. A través de las obras místicas y notables de Dios, que nunca comprenderemos de este lado del cielo, Jesús permanece con nosotros todavía en cada Consagración, en cada Tabernáculo y dentro del corazón de aquellos que lo reciben en la Eucaristía.

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

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Allowing the Father to Work in Us / Permitir Que el Padre Obre en Nosotros

Balancing work and rest sometimes sways off-kelter, especially in a world where Sunday no longer holds a place of honor and self-serving ambition is worshiped. However, God has not abolished the Fourth Commandment, “Keep Holy the Sabbath Day.” This topic is discretely nestled in today’s Gospel, particularly in the eyebrow-lifting statement by Jesus, “My Father is working, still; and I am working” (John 5:17). The Pharisees were not only indignant that Jesus was breaking the rules of the Sabbath but also that He was claiming equality with God. Wait, how can God create a Commandment that seemingly contradicts? 

First, the gift of a day of rest was not designed for God but for us. Next, in my opinion, it all comes down to context, perception, and motive. The Ignatius Press Didache Bible says this of John 5:17, “To imitate God on the Sabbath; was to continue to do good works” (p. 1418). Rest is essential, clearly, or why else would God command us to find time to prioritize it? However, the most essential aspect of that Commandment is making the Sabbath holy and the day the Lord’s. As the Catechism of the Catholic Church explains, “Just as God ‘rested on the seventh day from all his work which he had done,’ human life has a rhythm of work and rest. The institution of the Lord’s Day helps everyone enjoy adequate rest and leisure to cultivate their familial, cultural, social, and religious lives” (2184).

How have we made the Sabbath a time to honor the Lord during this fourth week of Lent? Have we used this day to further our Lenten works of prayer, fasting, and almsgiving? Are we imitating the Lord by taking time away from our typical bustling to do good works? Can we rest from doing what we want to do or feel we ought to be doing to make space in our lives for God to cultivate blessings we can not yet even imagine?

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Equilibrar el trabajo y el descanso a veces se desvía, especialmente en un mundo donde el domingo ya no ocupa un lugar de honor y se adora la ambición egoísta. Sin embargo, Dios no ha abolido el Cuarto Mandamiento, “Santificar el Día de Reposo”. Este tema está discretamente ubicado en el Evangelio de hoy, particularmente en la asombrada declaración de Jesús: “Mi Padre trabaja siempre y yo también trabajo” (Juan 5:17). Los fariseos no solo estaban indignados porque Jesús estaba quebrantando las reglas del sábado, sino también porque estaba afirmando ser igual a Dios. Espera, ¿cómo puede Dios crear un mandamiento que aparentemente contradice?

Primero, el regalo de un día de descanso no fue diseñado para Dios sino para nosotros. A continuación, en mi opinión, todo se reduce al contexto, la percepción y el motivo. La Biblia Didache de Ignatius Press dice esto de Juan 5:17: “Imitar a Dios en el sábado era continuar haciendo buenas obras” (p. 1418). El descanso es esencial, claramente, o ¿por qué Dios nos ordenaría encontrar tiempo para priorizarlo? Sin embargo, el aspecto más esencial de ese Mandamiento es santificar el sábado y el día del Señor. Como explica el Catecismo de la Iglesia Católica, “Así como Dios ‘cesó el día séptimo de toda la tarea que había hecho’ (Gn 2, 2), así también la vida humana sigue un ritmo de trabajo y descanso. La institución del día del Señor contribuye a que todos disfruten del tiempo de descanso y de solaz suficiente que les permita cultivar su vida familiar, cultural, social y religiosa (cf GS 67, 3).” (CIC 2184).

¿Cómo hemos hecho del sábado un tiempo para honrar al Señor durante esta cuarta semana de Cuaresma? ¿Hemos usado este día para promover nuestras obras cuaresmales de oración, ayuno y limosna? ¿Estamos imitando al Señor quitando tiempo de nuestro ajetreo típico para hacer buenas obras? ¿Podemos descansar de hacer lo que queremos hacer o sentimos que deberíamos estar haciendo algo para hacer espacio en nuestras vidas para que Dios cultive bendiciones que aún ni siquiera podemos imaginar?

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

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True Greatness / La Verdadera Grandeza

If you wish to be first in the kingdom, the realm of God, you must be last. To be the greatest in the kingdom, you must think of yourself as the least; humility is the key to unlocking heaven’s treasures. Humility is not thinking less of ourselves but, as C.S. Lewis once wrote, it is thinking of ourselves less often. It recognizes that our littleness with God is not devaluing or belittling ourselves but surrendering to the One who is truly the greatest in the kingdom. 

You are wonderfully and fearfully made; rejoice in who you are and all you have accomplished. To do great things for God does not mean to attain fame for your actions or to climb giant mountains. It simply means seeking and doing His will the best you can and at the same time, maintaining a meek and humble heart and purity of intention. 

To receive a child in Jesus’ name means showing compassion to the vulnerable, weak, poor, lonely, widowed, sick—anyone dependent on others for assistance or their very existence. These are the beloved children of God who we are to receive in the name of the Lord. Jesus clearly illustrates the blessing for those who do in today’s Gospel, “Whoever receives one child such as this in my name, receives me; and whoever receives me, receives not me but the One who sent me.”

Humility, this essential element for entering the kingdom, also includes recognizing how we are the child, the one who needs to approach God in awe and trembling, not from terror but astonishment in His majesty. Sirach reveals the many blessings that await those “who fear the LORD, love him, and your hearts will be enlightened. Study the generations long past and understand; has anyone hoped in the LORD and been disappointed?” For the record, the answer is no.

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Si deseas ser el primero en el reino, el reino de Dios, debes ser el último. Para ser el más grande en el reino, debes pensar en ti mismo como el más pequeño; la humildad es la clave para abrir los tesoros del cielo. La humildad no es pensarnos menos de lo que somos sino, como escribió una vez C.S. Lewis, es pensar menos en nosotros mismos. Reconoce que nuestra pequeñez con Dios no es desvalorizarnos o empequeñecernos sino rendirnos a Aquel que es verdaderamente el más grande en el reino.

Estás hecho maravillosa y terriblemente; regocíjate en quién eres y todo lo que has logrado. Hacer grandes cosas para Dios no significa alcanzar fama por tus acciones o escalar montañas gigantes. Simplemente significa buscar y hacer Su voluntad lo mejor que puedas y al mismo tiempo, mantener un corazón manso y humilde y pureza de intención.

Recibir a un niño en el nombre de Jesús significa mostrar compasión por los vulnerables, los débiles, los pobres, los solitarios, los viudos, los enfermos, cualquiera que dependa de otros para su asistencia o para su propia existencia. Estos son los hijos amados de Dios que debemos recibir en el nombre del Señor. Jesús ilustra claramente la bendición para aquellos que lo hacen en el Evangelio de hoy: “El que reciba en mi nombre a uno de estos niños, a mí me recibe. Y el que me reciba a mí, no me recibe a mí, sino a aquel que me ha enviado”.

La humildad, ese elemento esencial para entrar en el reino, incluye también reconocer cómo somos el niño, el que necesita acercarse a Dios con asombro y temblor, no de terror sino de asombro en su majestad. Eclesiástico revela las muchas bendiciones que les esperan a aquellos “que temen al Señor, esperen sus beneficios, su misericordia y la felicidad eterna. Miren a sus antepasados y comprenderán. ¿Quién confió en el Señor y quedó defraudado?” Por si acaso, la respuesta es ‘nadie’.

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Rest Awhile with Jesus / Descansa Un Rato Con Jesús

Jesus’ words to the weary Apostles, “Come away by yourselves to a deserted place and rest a while,” appear just before the miracle of feeding the 5000. Busy tending to the needs of others, “People were coming and going in great numbers, and they had no opportunity even to eat.” 

What mother can’t relate to caretaking interfering with opportunities to eat? How many lunches have been consumed over the kitchen sink or consisted of cleaning off the remnants of their children’s plates before placing the dirty dishes in the dishwasher? An equal number of meals have been scarfed down at one’s desk while trying to tackle the day’s numerous deadlines and tasks at work. 

Though engrossed in their mission, the Apostles knew Whom they served and heeded the Shepherd’s call to come, sit a while, and rest. The 5000 would soon arrive, also weary and worn, and Jesus’ “heart was moved with pity for them, for they were like sheep without a shepherd.” Are we like sheep without a Shepherd? Do we allow ourselves to be led by the one true Shepherd or our to-do list?

The feeding of the 5,000 prepared the disciples for the institution of the Eucharist—an anticipation of the glorious sacrament, which will ultimately feed more than 5000 men plus women and children. He would come to, and continues today, to feed millions of weary souls. Jesus provides nourishment for the body and the soul, continually feeding and teaching us many things.

How do we prepare to receive the Eucharist? How do we prepare our hearts and minds for the miraculous moment of Consecration each time we are at Mass? Do we find a time that morning, or throughout our week, to rest in and with the Lord? Do we approach this meal fully present, free from distractions, so we can focus solely on Jesus, who yearns to give you rest and assure Eternal rest in heaven? May we find a “deserted” place to rest a while with Jesus.

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Las palabras de Jesús a los Apóstoles cansados, “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”, aparecen justo antes del milagro de alimentar a los 5000. Ocupados atendiendo las necesidades de los demás, “eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.”

¿Qué madre no puede relacionarse con el cuidado que interfiere con las oportunidades para comer? ¿Cuántos almuerzos se han consumido sobre el lavadero de la cocina o han consistido en limpiar los restos de los platos de sus hijos antes de colocar los platos sucios en el lavaplatos? Un número igual de comidas se ha devorado en el escritorio mientras se intentaba cumplir con las numerosas fechas límites y tareas de un día de trabajo.

Aunque absortos en su misión, los Apóstoles sabían a quién servían y escucharon el llamado del Pastor de venir, sentarse un rato y descansar. Pronto llegarían los 5000, también cansados ​​y desgastados, y él “se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor”. ¿Somos como ovejas sin pastor? ¿Nos dejamos guiar por el único Pastor verdadero o por nuestra lista de cosas por hacer?

La alimentación de los 5000 preparó a los discípulos para la institución de la Eucaristía, una anticipación del glorioso sacramento, que finalmente alimentará a más de 5000 hombres más mujeres y niños. Él vendría, y continúa hoy, para alimentar a millones de almas cansadas. Jesús provee alimento para el cuerpo y el alma, continuamente alimentándonos y enseñándonos muchas cosas.

¿Cómo nos preparamos para recibir la Eucaristía? ¿Cómo preparamos nuestros corazones y mentes para el momento milagroso de la Consagración cada vez que estamos en Misa? ¿Encontramos un tiempo por la mañana, o a lo largo de nuestra semana, para descansar con el Señor? ¿Nos acercamos a esta comida completamente presentes, libres de distracciones, para que podamos enfocarnos únicamente en Jesús, quien anhela darte descanso y asegurarte el descanso eterno en el cielo? Que encontremos un lugar “desierto” para descansar un rato con Jesús.

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Feature Image Credit: Fray David Carreño, cathopic.com/photo/12444-corpus

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Experience Living in the Light of Christ / Experiencia Viviendo a la Luz de Cristo

In today’s Gospel, “Jesus began to preach and say, “Repent, for the kingdom of heaven is at hand” (Mt 4:17). This repentance to which He calls us is so much more than just remorse for sin; although make no mistake, we are indeed tasked with this as well. Jesus, the Light of the World, longs for us to step more fully into His light and experience a personal metanoia moment, a profound change of heart and turning away from sin. A choosing to daily call upon the grace of our Baptism and to seek God’s kingdom.

To walk alongside Jesus, as we answer His invitation to “Come after me, and I will make you fishers of men” (Mt 4:19). Journeying to not only develop a deeper, more authentic relationship with Christ but also to share this Good News with others. The first disciples acknowledged their need for a Savior and wisely recognized Jesus as the Messiah, leaving behind the former ways of life to follow Him. These first disciples offered radical, tangible detachments to answer Jesus’ summons. They exhibited tremendous trust to abandon all they knew to embrace the promise of eternal life in the kingdom of heaven. From what do we need to detach in order to respond with the same abandon and trust to the promises of our Savior? What will move our hearts to emerge from the darkness and see the Great Light before us?

If we allow the Light of Christ to illuminate our darkness, we too can be, as the Prophet Isaiah professed, “The people who walked in darkness have seen a great light; upon those who dwelt in the land of gloom a light has shone. You have brought them abundant joy and great rejoicing” (Is 9:1-2). Sitting in the dark can be frightening; not knowing what lies in front of you can be unnerving. The darkness can not withstand against even the tiniest sliver of light.  

What is blocking the Son from penetrating through your spiritual darkness? Can you profess, without reserve, that “The Lord is my light and my salvation” (Ps 27:1)? The new year is a perfect time to examine where we place our attention to see more clearly what keeps us in the shadows and prevents us from coming into the light. Consider simple daily changes to move you closer to the Light of Christ. 

In the morning, give the Lord time before you embark on your day’s to-do list. You will discover countless blessings in offering the Lord just five to ten minutes upon waking to spend time in prayer or reading the Scriptures. Throughout your day, seek guidance through the grace of your Baptism as you face countless decisions and interactions with others or perhaps struggle to find peace in whatever circumstance you find yourself. Before bed, after examining your day, offer a prayer of penance and resolve to wake in the light of a new day prepared to recognize the Messiah in your life and follow Him.

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En el Evangelio de hoy, “Comenzó Jesús a predicar, diciendo: “Conviértanse, porque ya está cerca el Reino de los cielos”. (Mt 4,17). Este arrepentimiento al que nos llama es mucho más que un simple remordimiento por el pecado; aunque de hecho eso también nos toca. Jesús, la Luz del Mundo, anhela que entremos más plenamente en Su luz y experimentemos un momento de metanoia personal, un cambio profundo de corazón y un alejamiento del pecado, invocando diariamente la gracia de nuestro Bautismo y buscando el reino de Dios.

Caminar junto a Jesús, respondiendo a su invitación: “Síganme y los haré pescadores de hombres” (Mt 4,19). Caminar no sólo para desarrollar una relación más profunda y auténtica con Cristo, sino también para compartir esta Buena Nueva con los demás. Los primeros discípulos reconocieron su necesidad de un Salvador y sabiamente reconocieron a Jesús como el Mesías, dejando atrás su anterior forma de vivir para seguirlo. Estos primeros discípulos ofrecieron desprendimientos radicales y tangibles para responder al llamado de Jesús. Demostraron una tremenda confianza en abandonar todo lo que sabían para abrazar la promesa de la vida eterna en el reino de los cielos. ¿De qué debemos desprendernos para responder con el mismo abandono y confianza a las promesas de nuestro Salvador? ¿Qué moverá nuestros corazones para salir de la oscuridad y ver la Gran Luz ante nuestros ojos?

Si permitimos que la Luz de Cristo ilumine nuestras tinieblas, nosotros también podemos serlo, como profesó el profeta Isaías: “El pueblo que habitaba en tinieblas vio una gran luz; sobre los que vivían en tierra de sombras, una luz resplandeció. Engrandeciste a tu pueblo e hiciste grande su alegría.” (Is 9, 1-2). Sentarse en la oscuridad puede ser aterrador; no saber lo que se encuentra frente a ti puede ser desconcertante. La oscuridad no puede resistir ni siquiera la más mínima astilla de luz.

¿Qué impide que el Hijo entre en tu oscuridad espiritual? ¿Puedes profesar, sin reservas, que “El Señor es mi luz y mi salvación” (Sal 27,1)? El año nuevo es un momento perfecto para examinar dónde ponemos nuestra atención para ver más claramente lo que nos mantiene en las sombras y nos impide salir a la luz. Les invito a considerar unos cambios diarios simples para acercarte a la Luz de Cristo.

Por la mañana, dale tiempo al Señor antes de empezar la lista de quehaceres del día. Descubrirás innumerables bendiciones al ofrecer al Señor solo cinco o diez minutos al despertar para rezar o leer las Escrituras. A lo largo del día, busca orientarte a través de las gracias de tu Bautismo al enfrentar innumerables decisiones e interacciones con otros, o tal vez al luchar por encontrar la paz en alguna circunstancia. Antes de acostarte, después de hacer un examen de conciencia, ofrece una oración de penitencia y resuelve despertar a la luz de un nuevo día preparado para reconocer al Mesías en tu vida y seguirlo.

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Let Your Spirit Rejoice / Que tu Espíritu se Regocije

Mary said: “My soul proclaims the greatness of the Lord; my spirit rejoices in God my savior.

Mary’s soul magnifies, augments, elevates, and brings into sharper focus the grandeur of God. Have you ever peered at an object through a magnifying glass, awed as even the minutest details enlarge and amaze? Mary’s model of faith—her profound yes—amplifies, illustrates, and clarifies the promises and hope we find in the God who adores us.

Mary’s spirit rejoiced! Humans often confuse happiness and joy, but these two emotions are very different. Joy cannot be taken; it is not reliant, like happiness, on human experiences or circumstances, which can change in a moment. Joy is a fruit of living in the Holy Spirit. It is rooted in the knowledge that we are created by and belong wholly to a God who loves us.

Mary needed a savior, and Jesus, our Savior, is hers as well. She was given preventative redemption, meaning that the grace she received at her conception was in anticipation of Christ’s sacrifice on the Cross. How is this possible? Our unfathomable God is not bound by time; he is outside of the human limitations of the here and now; and can use things in time whenever and however he chooses. Her Immaculate Conception celebrated on December 8th, marks that incredible moment God bestows upon Mary and her conception, this singular grace. Only she is blessed among women to have received the grace won through the salvific work of the Cross; before Jesus’ birth, suffering, death, and resurrection. The Almighty has indeed done great things for Mary, and through her Son, for us as well.

Despite the misconception, Mary is not the one worshiped or magnified in the words of this beautiful prayer. She is the lowly, the hungry, and the servant, the handmaid of the Lord in need of a savior. Mary’s life reflects Jesus, the Savior’s light, just as the moon can only be illuminated by the light of the sun. 

Mary’s Fiat, her grand yes, and subsequent song of praise models for each of us how to see and rightly react to the incredible things God has, and will continue to do for us. She reminds us and demonstrates how we are also called to magnify God’s glory in our own life. The Magnificat,  taken from the first word in the Latin translation, is also known as the Canticle of Mary. This hymn of the Virgin Mary, parallels the song of Hannah from the Old Testament, another mother willing to surrender her beloved son to the perfect will of God.

The church father Athanasius (ca 298–373) stated:”God became man that man might become God.” This could not have been accomplished without the humble, meek, faithful affirmative ascent of a young woman who believed and trusted in the promises of the Lord. Her soul magnifies the Lord, so we can come to know, love, and serve him as she did. 

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María dijo: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se llena de júbilo en Dios, mi salvador.” 

El alma de María glorifica, aumenta, eleva y magnifica la grandeza de Dios. ¿Alguna vez ha mirado un objeto a través de una lupa, asombrado cuando incluso los detalles más pequeños se agrandan y asombran? El modelo de fe de María, su sí profundo, amplía, ilustra y aclara las promesas y la esperanza que encontramos en el Dios que nos adora.

¡El espíritu de María se regocijó! Los humanos a menudo confundimos felicidad y alegría, pero estas dos emociones son muy diferentes. La alegría no se puede tomar; no depende, como la felicidad, de las experiencias o circunstancias humanas, que pueden cambiar en un momento. La alegría es un fruto de vivir en el Espíritu Santo. Tiene sus raíces en el conocimiento de que somos creados y pertenecemos totalmente a un Dios que nos ama.

María necesitaba un salvador, y Jesús, nuestro Salvador, es el suyo también. Se le dio la redención preventiva. En otras palabras, la gracia que recibió en su concepción fue en anticipación del sacrificio de Cristo en la Cruz. ¿Cómo es posible? Nuestro Dios insondable no está sujeto al tiempo; está fuera de las limitaciones humanas del aquí y ahora; y puede usar las cosas en el tiempo cuando y como quiera. Su Inmaculada Concepción celebrada el 8 de diciembre marca ese momento increíble que Dios concede a María y su concepción, esta singular gracia. Sólo ella es bendita entre las mujeres por haber recibido la gracia ganada por la obra salvífica de la Cruz; antes del nacimiento, sufrimiento, muerte y resurrección de Jesús. En verdad, el Todopoderoso ha hecho grandes cosas por María y, a través de su Hijo, también por nosotros.

A pesar del malentendido, María no es la que se adora o se engrandece en las palabras de esta hermosa oración. Ella es la humilde, la hambrienta y la sierva del Señor que necesita un salvador. La vida de María refleja a Jesús, la luz del Salvador, así como la luna sólo puede ser iluminada por la luz del sol.

El Fiat de María, su gran sí y el posterior canto de alabanza son modelos para cada uno de nosotros de cómo ver y reaccionar correctamente ante las cosas increíbles que Dios ha hecho y seguirá haciendo por nosotros. Ella nos recuerda y demuestra cómo también nosotros estamos llamados a magnificar la gloria de Dios en nuestra propia vida. El Magnificat, tomado de la primera palabra de la traducción latina, también se conoce como el Cántico de María. Este himno de la Virgen María, es paralelo al canto de Ana del Antiguo Testamento, otra madre dispuesta a entregar a su amado hijo a la perfecta voluntad de Dios.

El padre de la iglesia Atanasio (ca 298–373) declaró: “Dios se hizo hombre para que el hombre pudiera convertirse en Dios”. Esto no podría haberse logrado sin el ascenso afirmativo humilde, manso y fiel de una mujer joven que creyó y confió en las promesas del Señor. Su alma magnifica al Señor, para que podamos llegar a conocerlo, amarlo y servirlo como ella lo hizo.

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Do Not Be Terrified/ No Tengas Miedo

Today’s Gospel is not, “Peace I leave with you; my peace I give to you. I do not give to you as the world gives. Do not let your hearts be troubled, and do not let them be afraid” (John 14:27). It is, however, the words from Jesus that pop into my head as I read, “When you hear of wars and insurrections, do not be terrified; for such things must happen first, but it will not immediately be the end” (Luke 21:9). For years, I lived in an almost constant state of terrified; allowing the cares and worries of this world to overcome me. I longed for a life completely devoid of any troubles, challenges, or threats of utter destruction.

I know that’s too much to ask; that’s not how this fallen world works, but if I’m being honest, that freedom from all things catastrophic is precisely what I want and partially the reason I returned to the Catholic faith over twenty years ago. When I first returned to Mass and practiced my faith, I must admit I mistakenly concluded that if I followed all of God’s Commandments and the teachings of Jesus as best I could, it would open some special privilege of a perfect life. In a way, it is an ideal life, just not as this world defines it. 

Surrendering my life to Christ has afforded me a peace, as Jesus points out in John 14, that this world does not and cannot give. As I continued to study, pray, contemplate, and partake in the Catholic Liturgies, as well as the traditions and devotions of the Church, I truly experienced that promised peace. The waves came, and the winds blew, but my heart has remained untroubled, trusting and relying on the love of God to carry me through every storm. Although I persevere, faithful and hopeful, truth be told, I would still like to avoid “Nation [rising] against Nation, and kingdom against kingdom. [And] powerful earthquakes, famines, and plagues from place to place” (Luke 21:11).

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El evangelio de hoy no es: “La paz les dejo, mi paz les doy. Yo no les la doy como la da el mundo. No se turben sus corazones, ni tengan miedo” (Juan 14: 27). Sin embargo, son las palabras de Jesús las que me vienen a la cabeza cuando leo: “Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones, que no los domine el pánico, porque eso tiene que acontecer, pero todavía no es el fin” (Lucas 21:9). Durante años, viví en un estado casi constante de terror; permitiendo que los afanes y preocupaciones de este mundo me venzan. Anhelaba una vida completamente libre de problemas, desafíos o amenazas de destrucción total.

Sé que es mucho pedir; así no es como funciona este mundo caído, pero si soy honesto, esa libertad de todas las cosas catastróficas es precisamente lo que quiero y en parte la razón por la que regresé a la fe católica hace más de veinte años. Cuando regresé a misa por primera vez y practiqué mi fe, debo admitir que llegué a la conclusión errónea de que si seguía todos los mandamientos de Dios y las enseñanzas de Jesús lo mejor que pudiera, abriría el privilegio especial de una vida perfecta. En cierto modo, es una vida ideal, pero no como la define este mundo.

Entregar mi vida a Cristo me ha dado una paz, como lo señala Jesús en Juan 14, que este mundo no da ni puede dar. Mientras continuaba estudiando, orando, contemplando y participando en las liturgias católicas, así como en las tradiciones y devociones de la Iglesia, experimenté verdaderamente esa paz prometida. Las olas llegaron y los vientos soplaron, pero mi corazón se ha mantenido tranquilo, confiando y apoyándose en el amor de Dios para que me lleve a través de cada tormenta. Aunque persevero, fiel y esperanzado, la verdad sea dicha, todavía quisiera evitar que “Se levantará una nación contra otra y un reino contra otro… grandes terremotos, epidemias y hambre.” (Lucas 21: 11).

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Allison Gingras ( www.ReconciledToYou.com ) — Shares her love of the Catholic Faith with stories, laughter, and honesty as experienced in the ordinary of life! Her writing includes Encountering Signs of Faith (Ave Maria Press) and the Stay Connected Journals for Women (OSV). Allison is a Catholic Digital Media Specialist for Family Rosary, Catholic Mom, and the Fall River Diocese. She hosts A Seeking Heart podcast and is co-host of the Catholic Momcast podcast.

Feature Image Credit: Stefan Wise LC, https://cathopic.com/photo/1237-admirando-el-atardecer

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Encountering Signs of Faith / Encontrando Señales de Fe

Jesus refused to be a sideshow attraction, as he rightfully should have. Jesus referred to the generation he encountered on earth as evil for their unwillingness to accept the things of heaven on faith. They sought signs and wonders; some were given, but not on demand to humor the believer. Instead, the signs offered blessed those already possessing faith, even faith as small as a mustard seed.

Yes, even the tiniest mustard seed of faith can move mountains. Faith preceded the healing of the hemorrhaging woman, Jairus’ Son, and the centurion’s slave. No one is more guilty of seeking signs than this girl! And when I first read Jesus’ words in this Gospel, I was taken aback, having been blessed abundantly with signs accredited by me to the showering of love and mercy from heaven. I didn’t consider my desire to see God in some tangible way as evil; most often, I sought signs to clarify His will over mine. Not as proof of his existence but as affirmation of what He was asking of me.

I have discovered a vast difference between the one who demands proof of God’s existence versus the one who seeks verification of the will of God. The skeptic who looks to check Jesus’ heavenly ID card to prove He is who He says He is, versus those who accept the truth on faith. We should not mistake the proud trying to debunk the humble approaching God’s throne of grace with confidence for an occasional bit of reassurance, not convincing.

If His Resurrection doesn’t convince them, nothing else He does will. The sign of Jonah would be witnessed and attested to not only by believers but also by “hostile witnesses.” People alive at the time of the Resurrection who, although they did not wish to perpetuate Jesus’ mission, could not refute what their eyes beheld. Jesus who died had risen, not as a spirit but as a man, who ate among them, something a ghost cannot do and has no need for.

Seeing by faith and not by sight, as Jesus tells St. Thomas, is a tremendous gift. “Have you believed because you have seen me? Blessed are those who have not seen and yet believe.” I believe Jesus; sometimes, I just need a little nugget to help my unbelief. 

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Jesús se negó a ser una atracción secundaria, como debería haberlo hecho. Jesús se refirió a la generación que encontró en la tierra como mala por su falta de voluntad para aceptar con fe las cosas del cielo. Buscaban señales y prodigios; algunos fueron dados, pero no a pedido para complacer al creyente. En cambio, las señales ofrecidas bendijeron a aquellos que ya tenían fe, incluso una fe tan pequeña como una semilla de mostaza.

Sí, incluso una fe muy pequeña como la semilla de mostaza puede mover montañas. La fe precedió a la curación de la mujer con hemorragias, el hijo de Jairo y el esclavo del centurión. Tengo que decir que ¡nadie es más culpable de buscar señales que yo! Y cuando leí por primera vez las palabras de Jesús en este Evangelio, quedé desconcertada, habiendo sido bendecida abundantemente con señales acreditadas por mí para la lluvia de amor y misericordia del cielo. No consideré mi deseo de ver a Dios de alguna manera tangible como malo. La mayoría de las veces, he buscado señales para aclarar Su voluntad sobre la mía, no como prueba de su existencia, sino como afirmación de lo que él me estaba pidiendo.

He descubierto una gran diferencia entre el que exige prueba de la existencia de Dios y el que busca la verificación de la voluntad de Dios. El escéptico que busca verificar la tarjeta de identificación celestial de Jesús para probar que Él es quien dice ser, frente a aquellos que aceptan la verdad por fe. No debemos confundir a los orgullosos que intentan desacreditar a los humildes que se acercan al trono de la gracia de Dios con confianza con un poco de tranquilidad ocasional, sin convencer.

Si Su Resurrección no los convence, ninguna otra cosa que Él haga lo convencerá. La señal de Jonás sería presenciada y atestiguada no solo por los creyentes sino también por “testigos hostiles”. Las personas que vivían en el momento de la Resurrección que, aunque no querían perpetuar la misión de Jesús, no podían refutar lo que veían sus ojos. Jesús que murió había resucitado, no como un espíritu sino como un hombre, que comía entre ellos, algo que un fantasma no puede hacer ni tiene necesidad de hacer.

Ver por la fe y no por la vista, como le dice Jesús a Santo Tomás, es un don tremendo. “¿Has creído porque me has visto? Bienaventurados los que no han visto y creen”. Yo creo a Jesús; a veces, solo necesito una pequeña semilla para ayudar a mi incredulidad.

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Allison Gingras is a Deacon’s wife and seasoned mom of three. Allison works for Family Rosary as a social media and digital specialist, as well as a new media consultant for Catholic Mom and the Diocese of Fall River. She is the author of Encountering Signs of Faith: My Unexpected Journey with Sacramentals, the Saints, and the Abundant Grace of God (Fall 2022, Ave Maria Press). Allison developed the Stay Connected Journals for Women series including her two volumes – The Gift of Invitation and Seeking Peace (OSV). She’s hosted A Seeking Heart with Allison Gingras podcast since 2015.

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The Eucharist Cultivates Good Trees / La Eucaristía Cultiva a los Árboles Buenos

What remarkable words spoken by St. Paul in today’s First Reading. “The cup of blessing that we bless, is it not a participation in the Blood of Christ? The bread that we break, is it not a participation in the Body of Christ” (1 Cor 10:16)? The Eucharist is not merely something in which we partake but someone we are, quite honestly, blessed beyond measure to receive.

“How shall I make a return to the LORD for all the good he has done for me” (Psalm 116:13)? The Psalmist poses a prodigious question to ponder. In other words, how will I make a sacrifice of praise to my Lord? The sacrifice God asks for is one of praise, not of blood. The latter has already been offered—once and for all. And it is made present again at every Liturgy—existing in every tabernacle in the world, furthermore, humbling Himself even further, to become fully present in every living tabernacle—those who worthily approach the altar to receive Him in Consecrated Bread and Wine. Perhaps the answer dwells within our Eucharistic testimony. How has sharing in the cup of blessing formed me as a disciple? Can others see Christ in me? 

We are not merely figuratively in communion with the Lord, but it is He who comes to us—Body, Blood, Soul, and Divinity—in the Eucharist. Christ is not alone; through the divine Unity of the Trinity, although not sacramentally, the Father and the Holy Spirit become present with Jesus in the Eucharist. Although a mystery which, this side of heaven, can never be fully explained, the Catechism teaches that each Person of the Trinity is “wholly” present in each other (CCC #254-55). In the Consecration, heaven and earth mystically collide; Jesus does not leave Paradise so that we may encounter Him in the Eucharist.

Jesus provided the sacrifice upon the cross so that every soul may have the opportunity to be with him in heaven. And while we wait, He humbly offers himself in the Eucharist, comprising grace upon grace. The mystical body of Christ is vast and magnificent, and by approaching the altar worthily during the Holy Sacrifice of the Altar, we become a living tabernacle. It is a tremendous honor to be a Eucharistic people. 

As St. Irenaeus stated, “In brief, the Eucharist is the sum and summary of our faith: Our way of thinking is attuned to the Eucharist, and the Eucharist in turn confirms our way of thinking.” But does it, personally, do that for us? Has the Eucharist changed your life? If it has not, take the opportunity every Mass to “ask, seek, knock” and allow the Lord to open to you every grace and blessing generously available in this Blessed Sacrament. Embrace the goodness poured into us through sharing in the blessing cup and the Body of Christ to be a good tree, “known by its own fruit…[because] a good person out of the store of goodness in his heart produces good.”

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Qué notables palabras pronunciadas por San Pablo en la Primera Lectura de hoy. “El cáliz de la bendición con el que damos gracias, ¿no nos une a Cristo por medio de su sangre?” (1 Cor 10, 16)? La Eucaristía no es simplemente algo en lo que participamos, sino alguien que somos, honestamente, somos bendecidos más allá de toda medida por poder recibirlo.

“¿Cómo le pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho?” (Salmo 116:13) El salmista plantea una pregunta prodigiosa para reflexionar. En otras palabras, ¿cómo haré un sacrificio de alabanza a mi Señor? El sacrificio que Dios pide es de alabanza, no de sangre. Este último ya ha sido ofrecido, de una vez por todas. Y se vuelve a hacer presente en cada Liturgia — existiendo en cada sagrario del mundo, además, humillándose aún más, para hacerse plenamente presente en cada tabernáculo viviente — a los que dignamente se acercan al altar para recibirlo en el Pan y el Vino Consagrados. Quizá la respuesta resida en nuestro testimonio eucarístico. ¿Cómo me ha formado como discípulo el compartir la copa de bendición? ¿Otros pueden ver a Cristo en mí?

No estamos en comunión con el Señor solo figurativamente, sino que es Él quien viene a nosotros —Cuerpo, Sangre, Alma y Divinidad— en la Eucaristía. Cristo no está solo; por la Unidad divina de la Trinidad, aunque no sacramentalmente, el Padre y el Espíritu Santo se hacen presentes con Jesús en la Eucaristía. Aunque es un misterio que, de este lado del cielo, nunca puede ser completamente explicado, el Catecismo enseña que cada Persona de la Trinidad está “totalmente” presente en cada uno (CCC #254-55). En la Consagración, el cielo y la tierra chocan místicamente; Jesús no deja el Paraíso para que podamos encontrarlo en la Eucaristía.

Jesús proveyó el sacrificio sobre la cruz para que cada alma tenga la oportunidad de estar con él en el cielo. Y mientras esperamos, se ofrece humildemente en la Eucaristía, que comprende gracia sobre gracia. El cuerpo místico de Cristo es vasto y magnífico, y al acercarnos dignamente al altar durante el Santo Sacrificio del Altar, nos convertimos en un tabernáculo viviente. Es un tremendo honor ser un pueblo eucarístico.

Como dijo San Ireneo: “En resumen, la Eucaristía es la suma y el resumen de nuestra fe: nuestra forma de pensar está en sintonía con la Eucaristía, y la Eucaristía a su vez confirma nuestra forma de pensar”. Pero, personalmente, ¿hace eso por nosotros? ¿La Eucaristía ha cambiado tu vida? Si no es así, aprovecha cada Misa para “pedir, buscar, llamar” y permitir que el Señor te abra todas las gracias y bendiciones generosamente disponibles en este Santísimo Sacramento. Acoger la bondad derramada en nosotros al compartir la copa de bendición y el Cuerpo de Cristo para ser un buen árbol que se, “se conoce por sus frutos… [porque] el hombre bueno dice cosas buenas, porque el bien está en su corazón”.

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Allison Gingras is a Deacon’s wife and seasoned mom of three. Allison works for Family Rosary as a social media and digital specialist, as well as a new media consultant for Catholic Mom and the Diocese of Fall River. She is the author of Encountering Signs of Faith: My Unexpected Journey with Sacramentals, the Saints, and the Abundant Grace of God (Fall 2022, Ave Maria Press). Allison developed the Stay Connected Journals for Women series including her two volumes – The Gift of Invitation and Seeking Peace (OSV). She’s hosted A Seeking Heart with Allison Gingras podcast since 2015.

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Stay Awake and Prepared / Mantente Despierto y Preparado

How ironic that I write about today’s Gospel, which includes the words “stay awake” while on a red-eye flight from Boise, Idaho, back to the east coast. Sadly, following Jesus’ warning, at least while a passenger on that airplane, was not difficult, thanks to the noise and turbulence. In life, however, it is harder for me to stay awake, especially in the figurative sense, distracted by the continual din and busyness of the world around me. Even worse, allowing myself to fall asleep on maintaining a relationship with Jesus; forgetting the dire consequences Jesus warns will come upon those left unaware and unprepared for the Master’s imminent return.

Attentive to this warning, I strive to be the blessed servant who will be found doing what the Master directs. Even though I live with many fears and some anxiety, I go where the Lord sends me, hence the red-eye home from Boise after giving a retreat. Serving Him and the people He loves, bringing them the Good News and messages of hope, is worth every uncomfortable moment. I never want to waste the gifts God has graced me with, knowing these are mine because He willed each one for a particular purpose and according to His perfect plan. I am honored to be His hands and voice, though perhaps I enjoyed doing so just a tiny bit more during the two years my life and ministry work, for the most part, was virtual. 

I long to be a faithful and prudent servant, focusing on what I can do in any situation, especially challenging ones, and trusting Jesus to do the rest. Being awake to me means turning to the Lord in prayer in all things and seeking the grace needed to accomplish whatever mission is presented before me—leaning into God’s abundant grace and trusting in all His promises because I believe them to be trustworthy. 

Many years ago, driving home from adoration with many things heavy on my heart, I asked the Lord for assurance that He truly does keep His promises. As I sat at the stoplight in front of my house, continuing to ponder and pray upon this question, a giant truck passed by with the words “keeping promises” emblazoned across the side. I laughed at the sweet “godcidental” timing of the truck crossing my path. Tears welled in my eyes as I thanked the Lord for His merciful and speedy response to my prayer. 

Being awake and aware of His faithfulness, goodness, and abundant grace helps me prepare for that unknown hour when the Son of Man will come. Blessed by a willingness to be courageous and brave, to serve as I keep watch, even if that means being petrified 30,000 feet in the air. It is incredible what grace can do. St. Katharine Drexel’s sister offered her an all-expense paid cruise, but she kindly declined, saying she only gets on boats for Jesus. I totally get it, St. Katherine, as I only get on planes for Jesus!

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Qué irónico que estoy escribiendo sobre el Evangelio de hoy, que incluye las palabras “mantente despierto” durante un vuelo nocturno desde Boise, Idaho, de regreso a la costa este. Lamentablemente, seguir la advertencia de Jesús, al menos como pasajero en ese avión, no fue cosa difícil, a causa del ruido y la turbulencia. En la vida, sin embargo, me es más difícil mantenerme despierto, especialmente en el sentido figurado, distraído por el continuo estruendo y el ajetreo del mundo que me rodea. Peor aún, permitirme dormirme en mi relación con Jesús; olvidándome de las terribles consecuencias que Jesús advierte que vendrán sobre aquellos que no sepan y no estén preparados para el inminente regreso del Maestro.

Atento a esta advertencia, me esfuerzo por ser el siervo bendito que se encontrará haciendo lo que el Maestro le indique. Aunque vivo con muchos miedos y algo de ansiedad, voy donde el Señor me manda, y por eso me encontraba regresando a casa de Boise después de dar un retiro. Servir a Él y a las personas que Él ama, llevándoles la Buena Nueva y los mensajes de esperanza, vale la pena cada momento incómodo. Nunca quiero desperdiciar los dones que Dios me ha dado, sabiendo que son míos porque Él quiso cada uno para un propósito particular y de acuerdo a Su plan perfecto. Me siento honrado de ser sus manos y su voz, aunque tal vez disfruté hacerlo un poco más durante los dos años en los que mi vida y mi ministerio, en su mayor parte, fueron virtuales.

Anhelo ser un siervo fiel y prudente, enfocándome en lo que puedo hacer en cualquier situación, especialmente en las desafiantes, y confiando en que Jesús hará el resto. Estar despierto para mí significa volverme al Señor en oración en todas las cosas y buscar la gracia necesaria para cumplir cualquier misión que se me presente, apoyándome en la abundante gracia de Dios y confiando en todas Sus promesas porque creo que son dignas de confianza.

Hace muchos años, cuando regresaba a casa después de la adoración con muchas cosas que me pesaban en el corazón, le pedí al Señor que me asegurara que Él verdaderamente cumple Sus promesas. Mientras estaba sentado en el semáforo frente a mi casa, sin dejar de meditar y orar sobre esta pregunta, pasó un camión gigante con las palabras “cumpliendo promesas” estampadas en el costado. Me reí de la dulce “Dios-cidencia” del momento preciso que el camión se cruzó en mi camino. Las lágrimas brotaron de mis ojos mientras agradecía al Señor por su misericordiosa y rápida respuesta a mi oración.

Estar despierta y consciente de Su fidelidad, bondad y abundante gracia me ayuda a prepararme para esa hora desconocida en la que vendrá el Hijo del Hombre. Bendecida por la voluntad de ser valiente, de servir mientras vigilo, incluso si eso significa estar con un miedo a los 30,000 pies de altura. Es increíble lo que la gracia puede hacer. La hermana de St. Katharine Drexel le ofreció un crucero con todos los gastos pagados, pero ella lo rechazó amablemente, diciendo que solo se sube a los barcos para Jesús. Lo entiendo totalmente, St. Katherine, ya que ¡yo solo me subo a los aviones para Jesús!

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Allison Gingras is a Deacon’s wife and seasoned mom of three. Allison works for Family Rosary as a social media and digital specialist, as well as a new media consultant for Catholic Mom and the Diocese of Fall River. She is the author of Encountering Signs of Faith: My Unexpected Journey with Sacramentals, the Saints, and the Abundant Grace of God (Fall 2022, Ave Maria Press). Allison developed the Stay Connected Journals for Women series including her two volumes – The Gift of Invitation and Seeking Peace (OSV). She’s hosted A Seeking Heart with Allison Gingras podcast since 2015.

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Afflicted But Not Despaired / Afligido Pero No Desesperado

In 2015, our family experienced an extremely difficult time. We were afflicted, perplexed, struck down, and persecuted, yet, we held onto hope. These troubles came as my husband discerned the Permanent Diaconate and I full-time Catholic ministry. The concerns had not arrived because we’d chosen to follow the call to serve Jesus; today’s Gospel actually revealed He chose us. These things would have come anyway, some situations far beyond our control the results of another’s free will and the fallen nature of the world. 

Yet, in faith, we never wavered in remembering we always have recourse to God. Recourse means a source of help in difficult situations. The Triune God-Father, Son, and Holy Spirit is an unfailing source of comfort, strength, and guidance in everything we encounter. As our world crumbled around us, we held firm to the grace we believe is bestowed by God to strengthen the faithful in their distress; still, these moments continually challenged our hope, faith, and trust.

In searching for a healthy way to cope with the stress and strain of this season in our lives, I started walking around my yard daily, praying the Rosary. One day, as my frustration overwhelmed me, I shouted to God, “What do you want from me?” This heavenly inquiry coincided with my reaching the end of my yard and as I turned the corner back toward the highway which runs adjacent to my home. A giant truck drove by with the word “FIDELITY” emblazoned across the trailer. Honestly, I laughed out loud. 

Gratefully, most of what we suffered at that time were, as St. Paul says to the Corinthians, “light and momentary afflictions,” however, in accepting the grace God showered upon us, we glorified Him throughout it all!

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En 2015, nuestra familia pasó por un momento muy difícil. Estábamos afligidos, perplejos, abatidos y perseguidos, pero nos aferrábamos a la esperanza. Estos problemas surgieron cuando mi esposo estaba discerniendo el diaconado permanente y yo el ministerio católico de tiempo completo. Las preocupaciones no habían llegado porque habíamos elegido seguir el llamado a servir a Jesús; el Evangelio de hoy en realidad reveló que Él nos eligió. Estas cosas habrían llegado de todos modos, algunas situaciones mucho más allá de nuestro control, los resultados del libre albedrío de otra persona y la naturaleza caída del mundo.

Sin embargo, en la fe, nunca vacilamos en recordar que siempre tenemos el recurso de Dios. Recurso significa una fuente de ayuda en situaciones difíciles. El Dios Triuno-Padre, Hijo y Espíritu Santo es una fuente inagotable de consuelo, fortaleza y guía en todo lo que encontramos. Mientras nuestro mundo se derrumbaba a nuestro alrededor, nos mantuvimos firmes en la gracia que creemos que Dios otorga para fortalecer a los fieles en su angustia; aun así, estos momentos desafiaron continuamente nuestra esperanza, fe y confianza.

En busca de una manera saludable de sobrellevar el estrés y la tensión de esta temporada en nuestras vidas, comencé a caminar por mi jardín todos los días, rezando el Rosario. Un día, cuando mi frustración me abrumaba, le grité a Dios: “¿Qué quieres de mí?” Justo al hacer esta pregunta celestial llegué al final del patio y cuando di la vuelta a la esquina hacia la carretera que corre junto a mi casa. Pasó un camión gigante con la palabra “FIDELIDAD” estampada en el tráiler. Honestamente, me reí a carcajadas.

Afortunadamente, la mayor parte de lo que sufrimos en ese momento fueron, como dice San Pablo a los corintios, “aflicciones ligeras y momentáneas”, sin embargo, al aceptar la gracia que Dios nos derramó, ¡lo glorificamos a través de todo!

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Feature Image Credit: Sofi Ceballos y Spina, www.cathopic.com/photo/12909-apostol-rosario

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Pearls of Faith

Discerning what the teaching, “do not give what is holy to dogs, or throw your pearls before swine,” means in your life can be a little perplexing. The language is strange, and this verse may take extra prayer and even a little research to fully comprehend Jesus’ intended lesson. Additionally, “lest they trample them underfoot, and turn and tear you to pieces” seems a little harsh, yet we trust Jesus, and those who recorded His words, never include filler—every word has purpose. 

There is nothing more holy than the Eucharist—the body, blood, soul, and divinity of our Lord, Jesus Christ. To receive this gift, our hearts must be properly prepared. On Corpus Christi Sunday, in dioceses across the nation, the USCCB launched the National Eucharistic Revival, “three years for discernment, encounter, and grassroots response on the diocesan, parish, and individual levels” to (re)kindle a living, loving relationship with Jesus Christ, especially in the Eucharist. 

In John’s Gospel, Jesus reveals the difficult teaching of His Real Presence in the Eucharist: “Very truly, I tell you, unless you eat the flesh of the Son of Man and drink his blood, you have no life in you.” Many followers walked away, confused and unable to accept Jesus’ gift of himself in the Eucharist. He did not use those next moments to talk of symbolism but instead looked to those remaining and inquired if they, too, would leave. It is being able to embrace this difficult yet true teaching of the Catholic faith that leads through the narrow gate, also presented in today’s Gospel. The one that leads to life, Jesus tells us, although those who find it are few. There are many reasons we fail to enter the narrow gate— doubt, fear, caution, or merely unwillingness to allow the mystical to reveal something to us this world cannot.

Faith is a gift. Gifts are only useful if they are received, opened, and used. In light of today’s Gospel, when we refuse to allow the Holy Spirit to enlighten our hearts about the holy things of God, we are truly casting them down before swine. They will be trampled into pieces and, maybe even unwittingly, miss out on one of the most incredible gifts God has prepared for us. We can be no closer to Christ than when we receive Him in the Eucharist. The greatest gift God has given us is his Son, who took on flesh, our sins, and the suffering meant for us so that we may one day be with Him forever in heaven.

Do not cast your faith away. Do not let it be trampled under foot by worldly cares, cynicism, or confusion. As Matthew 7:7 so wisely counsels, ask, seek, knock, trusting the Lord will answer the door of your heart and He will answer your questions. Like the centurion in Mark’s Gospel, let us pray in those weak, faltering moments so as not to be lost, “Lord, I believe. Help my unbelief.” It is in prayer where we open our hearts to be renewed and redeemed by the God who loves us enough to be consumed under the guise of bread and wine so that we may have eternal life. 

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Feature Image Credit: amorsanto, www.cathopic.com/photo/11394-enfoque-dios

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