God Does Not Make Mistakes / Dios Nunca se Equivoca

Today, Holy Saturday, there are no “readings of the day,” but those of us attending the Easter Vigil will have more than enough Scripture to make up for it. Hearing the readings, we will see a beautiful picture of our salvation won for us in the Paschal Mystery, the apex of human history. This salvation was planned for us from the beginning of time. The readings of the Easter Vigil take us from the creation of the world through the Fall, the wanderings of the Israelites, the promise of the New Covenant, and the Incarnation and Resurrection.

This is a unique opportunity to recognize the providence of God. God had always planned to become man: He knew that we would fall, and He intended to draw us into an even greater reality than that of the Garden of Eden. The Fall did not “surprise” God. He created all things knowing what it would mean. He knew exactly what would unfold, and knew that He would bring good out of it all.

We can hear the wonders of God at the Easter Vigil and still doubt about God’s preparedness, or His competence: Why would He have created Adam and Eve for them to fall, or made Abraham’s descendants into a great nation for them to constantly break faith with Him? Why would He set up a new and definitive covenant knowing that there would be many who would spurn it? If He knew that this would happen, why did He allow it?

The glory of Easter gives us a glimpse into this, a glory at once confusing and illuminating. We cannot fully grasp the meaning of the death of Jesus Christ. It is hard to understand why God would want to suffer if He could have just created the world differently. But the Resurrection is difficult to argue with. The glory that Jesus shows us we can attain is blinding, more than we could ever deserve.

We may not understand why or how, but God did not make a mistake in ordering the world in the way that He did. The Vigil readings show us that He created a mosaic, full of striking turns and flashes of color that coalesce into something beautiful.

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Hoy, el Sábado Santo, no hay “lecturas del día”, pero todos nosotros que asistimos a la Vigilia Pascual tendremos más que suficiente Escrituras para compensarlo. Al escuchar las lecturas, veremos un hermoso cuadro de nuestra salvación ganada para nosotros en el Misterio Pascual, culmen de la historia humana. Esta salvación fue planeada para nosotros desde el principio de los tiempos. Las lecturas de la Vigilia Pascual nos llevan desde la creación del mundo hasta la Caída, los caminos de los israelitas, la promesa de la Nueva Alianza, la Encarnación y la Resurrección.

Es una oportunidad única para reconocer la providencia de Dios. Dios siempre había planeado hacerse hombre: sabía que caeríamos y tenía la intención de atraernos a una realidad aún mayor que la del Jardín del Edén. La Caída no “sorprendió” a Dios. Creó todas las cosas sabiendo lo que significaría. Sabía exactamente lo que sucedería y sabía que sacaría algo bueno de todo ello.

Podemos escuchar las maravillas de Dios en la Vigilia Pascual y todavía dudar sobre la preparación de Dios, o Su competencia: ¿Por qué habría creado a Adán y Eva para que cayeran, o habría convertido a los descendientes de Abraham en una gran nación para que constantemente rompieran su fe en él? ¿Por qué establecería una alianza nueva y definitiva sabiendo que habría muchos que lo despreciarían? Si sabía que esto sucedería, ¿por qué lo permitió?

La gloria de la Pascua nos da una idea de esto, una gloria a la vez confusa y esclarecedora. No podemos comprender plenamente el significado de la muerte de Jesucristo. Es difícil entender por qué Dios querría sufrir si hubiera podido crear el mundo de manera diferente. Pero es difícil discutir la Resurrección. La gloria que Jesús nos muestra que podemos alcanzar es cegadora, más de la que jamás podríamos merecer.

Puede que no entendamos por qué o cómo, pero Dios no cometió un error al ordenar el mundo de la manera en que lo hizo. Las lecturas de la Vigilia nos muestran que Él creó un mosaico, lleno de giros sorprendentes y destellos de color que se fusionan en algo hermoso.

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David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Gerardo Hernandez Carrasquillo, cathopic.com/photo/23308-cross-with-stars

Jesus, the Savior of the World / Jesús, el Salvador del Mundo

Our hearts sink with sadness as we recall the Death of our Lord on this day. The Church invites us to fast and pray as we seek to unite our hearts with His. We read in today’s Gospel how our Lord humbled himself and was treated like a criminal, on the way to Calvary. 

Today’s Gospel opens up with our Lord in the Kedron Valley, where he used to meet with the disciples. He went to a garden, the very same place where Adam and Eve fell into sin thousands of years before. But this time, Jesus would not fall into sin but rather be the sacrifice and give His life up for us, so the devil would not be victorious.

Jesus was met with the cohort and guards sent by the chief priests and the Pharisees with the desire to embrace Christ like a criminal, with torches and weapons. The Pharisees were determined for Jesus to be “caught,” and yet, they still didn’t know Him; they didn’t know His teachings, for His ways are not a way of violence and hatred but instead sacrifice and love. 

Jesus proclaims to the crowd, “Who are you looking for?” and they respond, “Jesus the Nazarene.” He responded, “I am He.” He is the king of kings, the Lord of Lords, and the great Savior of the universe, but to the Pharisees, He was just Jesus the Nazarene. If Jesus had freely destroyed his enemies that night, he would not have solved the problem He came to this world to fix: sin. Instead, Jesus is the King of Love and will conquer hearts through love and not force or violence.

Jesus continues to lead the conversation and takes the authority of this moment; He says, “Who are you looking for?” They reply again, Jesus the Nazarene. Jesus replies, “I told you, I am He.” for the third time, He affirms His identity and hands himself over freely, asking for His disciples to be let go. With that, the passion of our Lord continues. Jesus is showing us the way to heaven through humility and following the will of God.  

Jesus died for each of us. He died to open the gates of heaven to us on Easter Sunday, but we need to choose to be a friend of Christ. We need to open our hearts to the Lord so that He can change them and remove anything that resides within that prevents us from loving others. Jesus desires to forgive us, but we must go to Him for that forgiveness. 

Lord Jesus, thank you for the ultimate sacrifice that you made on the cross to conquer sin and death and win for us eternal salvation. 

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Nuestros corazones se hunden de tristeza al recordar la Muerte de nuestro Señor en este día. La Iglesia nos invita a ayunar y orar mientras buscamos unir nuestros corazones al suyo. Leemos en el Evangelio de hoy cómo nuestro Señor se humilló y fue tratado como un criminal, camino al Calvario.

El evangelio de hoy comienza con nuestro Señor en el valle de Kedron, donde solía reunirse con los discípulos. Fue a un jardín, el mismo lugar donde Adán y Eva cayeron en pecado miles de años antes. Pero esta vez, Jesús no caería en pecado sino que sería el sacrificio y daría Su vida por nosotros, para que el diablo no saliera victorioso.

Jesús se encontró con la cohorte y los guardias enviados por los sumos sacerdotes y los fariseos con el deseo de agarrar a Cristo como un criminal, con antorchas y armas. Los fariseos estaban decididos a que Jesús fuera “atrapado” y, sin embargo, todavía no lo conocían; no conocían Sus enseñanzas, porque Sus caminos no son un camino de violencia y odio sino de sacrificio y amor.

Jesús proclama a la multitud: “¿A quién buscan?” y ellos responden: “A Jesús el Nazareno”. Él respondió: “Yo soy”. Jesús es el rey de reyes, el Señor de señores y el gran Salvador del universo, pero para los fariseos, era simplemente Jesús el Nazareno. Si Jesús hubiera destruido libremente a sus enemigos esa noche, no habría resuelto el problema que vino a solucionar a este mundo: el pecado. En cambio, Jesús es el Rey del Amor y conquistará los corazones a través del amor y no de la fuerza o la violencia.

Jesús continúa liderando la conversación y toma la autoridad de este momento diciendo: “¿A quién buscas?” Ellos responden nuevamente: “A Jesús, el Nazareno.” Jesús respondió: “Les he dicho que yo soy”. Por tercera vez afirma su identidad y se entrega libremente, pidiendo que dejen ir a sus discípulos. Con eso continúa la pasión de nuestro Señor. Jesús nos está mostrando el camino al cielo a través de la humildad y siguiendo la voluntad de Dios.

Jesús murió por cada uno de nosotros. Murió para abrirnos las puertas del cielo el Domingo de Pascua, pero tenemos que elegir ser amigos de Cristo. Tenemos que abrir el corazón al Señor para que pueda cambiarlo y eliminar todo lo que reside por dentro que nos impide amar a los demás. Jesús desea perdonarnos, pero debemos acudir a Él para obtener ese perdón.

Señor Jesús, gracias por el máximo sacrificio que hiciste en la cruz para vencer el pecado y la muerte y ganar para nosotros la salvación eterna.

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Emily Jaminet is a Catholic author, speaker, radio personality, wife, and mother of seven children. She earned a bachelor’s degree in mental health and human services from the Franciscan University of Steubenville.  She is the co-founder of www.inspirethefaith.com and the Executive Director of The Sacred Heart Enthronement Network www.WelcomeHisHeart.com. She has co-authored several Catholic books and her next one, Secrets of the Sacred Heart: Claiming Jesus’ Twelve Promises in Your Life, comes out in Oct. 2020. Emily serves on the board of the Columbus Catholic Women’s Conference, contributes to Relevant Radio and Catholic Mom.com.

Feature Image Credit: Manuel Guerrero, unsplash.com/photos/brown-concrete-statue-of-man-1lQLWqww4mQ

Washing Other’s Feet / Lavar los Pies a los Demás

In today’s reading, Christ takes on the ultimate work of service and radical love for his disciples by washing their feet. We are instructed by Christ to love God with all our heart, soul, and mind, and to love our neighbor as ourselves. To do this, we are given vocations, or callings, where we can best serve God. 

Saint Therese, Doctor of the Church, declared “In the heart of all things I shall be love – thus I shall be everything”. She strove to be the bride of Jesus as soldier and martyr, doing anything and everything she could in service to her love, beginning with the smallest things, in order  to make the greatest impact. 

We too can offer actions of love to those God puts in our path. Whether through the vocation of marriage or holy orders, we too should strive to be saints. Christ first loved us and displayed his extraordinary love through service to me, a poor sinner. Shouldn’t I then live in the same manner amongst those closest to me as well as strangers? 

We must ask ourselves how we can help the vulnerable, the youngest and oldest members of society, the lonely, the poor, and the rejected. We will be judged one day on how we loved, on love alone. Do we show up? Do we say, “Here I am”, to those who need us? Do we care for those Christ has entrusted to us? 

God, soften my heart. Set me free from the bondage of putting myself first and instead, help me to humbly care for others, just as you have first done for me.

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En la lectura de hoy, Cristo asume la obra suprema de servicio y amor radical por sus discípulos al lavarles los pies. Cristo nos instruye a amar a Dios con todo nuestro corazón, alma y mente, y a amar al prójimo como a nosotros mismos. Para hacer esto, se nos dan vocaciones o llamadas donde podemos servir mejor a Dios.

Santa Teresa, Doctora de la Iglesia, declaró: “En el corazón de todas las cosas seré amor, así seré todo”. Ella se esforzó por ser la esposa de Jesús como soldado y mártir, haciendo todo lo que podía al servicio de su amor, comenzando por las cosas más pequeñas, para lograr el mayor impacto.

Nosotros también podemos ofrecer acciones de amor a quienes Dios pone en nuestro camino. Ya sea dentro de la vocación del matrimonio o el orden sagrado, nosotros también debemos esforzarnos por ser santos. Cristo nos amó primero y mostró su amor extraordinario a través del servicio a mí, un pobre pecador. ¿No debería entonces vivir de la misma forma entre los  más cercanos e incluso con los extranjeros?

Debemos preguntarnos cómo podemos ayudar a los vulnerables, a los miembros más jóvenes y mayores de la sociedad, a los solitarios, los pobres y los rechazados. Un día seremos juzgados por cómo hemos amado, sólo por el amor. ¿Llegamos cuando se nos necesite? ¿Le decimos: “Aquí estoy” a los necesitados? ¿Nos preocupamos por aquellos que Cristo se nos ha confiado?

Dios, suaviza mi corazón. Libérame de la esclavitud de ponerme a mí mismo en primer lugar y, en cambio, ayúdame a cuidar humildemente a los demás, tal como tú lo hiciste primero por mí.

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Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.

Feature Image Credit: Vianney Saray, https://cathopic.com/photo/6531-holy-thursday-rite

Our Betrayal of Jesus / Cuando Traicionamos a Jesús

In today’s Gospel, we read about the Judas’ betrayal of Jesus. At the Last Supper, Jesus tells the Apostles, “Amen, I say to you, one of you will betray me.” All except Judas are astonished. Judas’ betrayal of Jesus not only breaks our hearts, but it should make us think about the ways that we have also betrayed Him. What are the things we have done in our lives to hurt God? 

Judas betrayed Jesus for thirty pieces of silver, but how have we betrayed Him? Have we stopped going to Mass or gone sporadically? Have we set aside our faith and adopted a secular worldview? Have we decided there are some Catholic teachings we don’t want to believe in or follow? Have we stayed silent when people are discussing life issues such as abortion or euthanasia? Have we hurt our spouse or our children? Have we conformed to the lie that there are more than two genders or that gender is fluid?

All sins are ways that we have driven the nails deeper into the feet and hands of our Lord. And many times we may not have even realized what we did. Other times, we may not have even cared. But our Lord is merciful, and He loves us more than we could ever imagine. He wants us to return to Him. He wants us to repent, to pick ourselves up, and to make changes in our lives. 

With Easter just a few days away, now is the perfect time of year to reflect on how we have hurt Jesus, to go to confession, and to take action to stay faithful. What that looks like is different for everyone, but it involves more than simply being kind to others. After all, even an atheist can be kind. Living our Catholic faith requires us to proudly and strongly speak up for what we believe in. That means speaking up for our faith, having the courage to live it openly and proudly, and standing up and proclaiming the truths that the Church teaches.

Our Catholic faith should be the most important thing in our lives, and when we put something before God, we betray Him. Yet Jesus forgives all of our transgressions, and He is waiting for us with open arms. He wants us to return to Him. In just two days, we will agonize over His death. Three days later, we will rejoice. Imagine how He will rejoice when we decide to put Him first, to say yes to Him, and to love Him with all of our hearts.

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En el Evangelio de hoy leemos sobre la traición de Judas a Jesús. En la Última Cena, Jesús les dice a los Apóstoles: “Yo les aseguro que uno de ustedes va a entregarme.” Todos, menos Judas, quedan asombrados. La traición de Judas a Jesús no sólo nos rompe el corazón, sino que debería hacernos pensar en las formas en que también lo hemos traicionado. ¿Cuáles son las cosas que hemos hecho en nuestras vidas para herir a Dios?

Judas traicionó a Jesús por treinta monedas de plata, pero ¿cómo lo hemos traicionado nosotros? ¿Hemos dejado de ir a Misa o hemos ido esporádicamente? ¿Hemos dejado a un lado nuestra fe y adoptado un punto de vista mundano? ¿Hemos decidido que hay algunas enseñanzas católicas en las que no queremos creer ni seguir? ¿Hemos permanecido en silencio cuando la gente discute temas de la vida como el aborto o la eutanasia? ¿Hemos lastimado a nuestro cónyuge o a nuestros hijos? ¿Nos hemos conformado a la mentira de que hay más de dos géneros o que el género es fluido?

Todos los pecados son formas en las que hemos metido los clavos más profundamente en los pies y las manos de nuestro Señor. Y muchas veces puede que ni siquiera nos hayamos dado cuenta de lo que hicimos. Otras veces, puede que ni siquiera nos haya importado. Pero nuestro Señor es misericordioso y nos ama más de lo que jamás podríamos imaginar. Quiere que regresemos a Él. Quiere que nos arrepintamos, nos levantemos y hagamos un cambio de vida.

Faltando solo unos días para la Pascua, ahora es el momento perfecto para reflexionar sobre cómo hemos lastimado a Jesús, confesarnos y tomar medidas para permanecer fieles. Esto es diferente para cada uno, pero implica más que simplemente ser amable con los demás. Después de todo, incluso un ateo puede ser amable. Vivir la fe católica requiere que defendamos con orgullo y firmeza lo que creemos. Eso significa defender la fe, tener el valor de vivirla abierta y orgullosamente, y levantarnos y proclamar las verdades que enseña la Iglesia.

Nuestra fe católica debería ser lo más importante en nuestras vidas, y cuando ponemos a otras cosas antes de Dios, lo traicionamos. Sin embargo, Jesús perdona todas nuestras transgresiones y nos espera con los brazos abiertos. Quiere que regresemos a Él. En sólo dos días, vamos a agonizar por Su muerte. Tres días después, nos vamos a regocijar. Imagínate cómo se regocijará cuando decidamos ponerlo a Él en primer lugar, decirle que sí y amarlo con todo el corazón.

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Susan Ciancio has a BA in psychology and a BA in sociology from the University of Notre Dame, with an MA in liberal studies from Indiana University. For the past 19 years, she has worked as a professional editor and writer, editing both fiction and nonfiction books, magazine articles, blogs, educational lessons, professional materials and website content. Thirteen of those years have been in the pro-life sector. Currently Susan freelances and writes weekly for HLI, edits for American Life League, and is the executive editor of Celebrate Life Magazine. She also serves as executive editor for the Culture of Life Studies Program—an educational nonprofit program for K-12 students. You can reach her at slochner0.wixsite.com/website.

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Uncomfortable Questions and Answers / Preguntas y Respuestas Incómodas

It’s been said that you shouldn’t ask questions you don’t want an honest answer to. Did you notice in the Gospel how the curiosity of Peter leads to another revelation he does not want to hear? Judas is going to betray Jesus, sure, but so is Peter. 

We have to be prepared to realize truths about ourselves that we don’t want to realize. We are a people marred by sin. We choose sin when righteousness stares us in the face. Time and time again, I’m back in the confessional, confessing the same old sins. That which I do not want to do, I do, and that which I want to do, I do not do. It’s an exhausting, never ending cycle. 

In the end, both Judas and Peter betray Jesus. And we will betray Jesus at some point, too. It’s part of human existence. 

The difference lies in what happened after Judas and Peter betrayed Jesus. Judas is overcome with guilt, and instead of running back to the Lord for forgiveness, he tragically ends his own life. (This is not to say that those who commit suicide are not forgiven by God! No, God saves by ways known to God alone.) Peter denies Jesus, but instead of despairing of God’s mercy, he runs to the tomb on Easter morning and finds it empty. We see full restoration of relationship later in the Gospel when Jesus asks Peter three times if he loves Him (Jn 21:15-19), making recompense for his three denials (Jn 18:17)

This Holy Week, let us continue to walk with Jesus toward Calvary by recognizing our sinfulness and never despairing of His mercy. Let us avail ourselves of the Sacrament of Reconciliation when we stumble, and have the courage to accompany Him all the way to the Cross. In doing so, we bear witness to the Ultimate Answer: Christ’s saving Death and Resurrection. 

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Se ha dicho que no debes hacer preguntas si no quieres una respuesta honesta. ¿Notaste en el Evangelio cómo la curiosidad de Pedro lleva a otra revelación que no quiere escuchar? Judas va a traicionar a Jesús, claro, pero Pedro también lo va a negar.

Tenemos que estar preparados para darnos cuenta de verdades sobre nosotros mismos que no queremos darnos cuenta. Somos un pueblo estropeado por el pecado. Elegimos el pecado cuando la justicia nos mira a la cara. Una y otra vez vuelvo al confesionario, confesando los mismos pecados de siempre. Lo que no quiero hacer, lo hago, y lo que quiero hacer, no lo hago. Es un ciclo agotador e interminable.

Al final, tanto Judas como Pedro traicionan a Jesús. Y en algún momento, nosotros también traicionaremos a Jesús. Es parte de la existencia humana.

La diferencia radica en lo que sucedió después de que Judas y Pedro traicionaron a Jesús. Judas se siente abrumado por la culpa y, en lugar de volver corriendo al Señor en busca del perdón, termina trágicamente con su propia vida. (¡Esto no quiere decir que aquellos que se suicidan no sean perdonados por Dios! Dios salva de maneras que sólo Dios conoce.) Pedro niega a Jesús, pero en lugar de desesperarse de la misericordia de Dios, corre hacia la tumba en la mañana de Pascua y lo encuentra vacío. Vemos la restauración completa de la relación más adelante en el Evangelio cuando Jesús le pregunta a Pedro tres veces si lo ama (Jn 21,15-19), recompensando sus tres negaciones (Jn 18,17).

Esta Semana Santa, sigamos caminando con Jesús hacia el Calvario reconociendo nuestra pecaminosidad y nunca desesperándonos de Su misericordia. Aprovechemos el Sacramento de la Reconciliación cuando tropecemos, y tengamos la valentía de acompañarlo hasta la Cruz. Al hacerlo, damos testimonio de la respuesta definitiva: la muerte y la resurrección salvadoras de Cristo.

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Mary Thissen is a St. Louis native living in East Central Illinois with her husband and children. She is blessed with twin boys Earthside and four children now living in Heaven. When she is not working as a healthcare data analyst or caring for her boys, she enjoys studying and writing about the Catholic faith and ministering to women who are suffering through miscarriage or infertility. You can connect with Mary on Instagram @waitingonmiracles. 

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Hide and Seek: Adult Version / Escondidas: Versión de Adultos

As children, most of us enjoyed playing hide and seek. Whether outside among the trees or inside among the furniture or in the dark simply standing in a corner, we felt a surge of adrenaline when the seeker shouted, “Ready or not, here I come!” Sometimes we hadn’t found that perfect hiding place yet. We weren’t ready. Yet, we stood as still as statues waiting and hoping we wouldn’t be the first one to be found. 

I sometimes feel a similar sentiment at the beginning of Holy Week. Whether I’m ready or not, it has come. It is now here. We can feel a mix of emotions, knowing beforehand all that Jesus will go through, not wanting him to suffer, yet knowing he has to. We also probably feel some joy, knowing that our Lenten journey is almost over and that Easter is on the horizon. Sometimes we simply don’t know what we feel or how we’re supposed to feel. 

The one thing that we can’t do is hide. Because contrary to our childhood playtime, Holy Week is definitely not a game. We can’t find some obscure place where Our Lord’s Passion and Death cease to exist. We cannot run away to a recess of our mind where we pretend that the disciples never betrayed, denied and abandoned Jesus. We cannot stop following Christ when it gets hard. 

In today’s first reading from Isaiah we hear: “I, the LORD, have called you for the victory of justice, I have grasped you by the hand; I formed you, and set you as a covenant of the people, a light for the nations, To open the eyes of the blind, to bring out prisoners from confinement, and from the dungeon, those who live in darkness.” How was this victory won? Through his death on the cross. How did he grasp us by the hand? By extending his arms out to us on the cross. How did he complete the covenant he had made with us? By breathing his last breath on the cross. How did he show us how to be a light for the nations? By his example of selfless sacrifice on the cross. How did he set us free from blindness, prison, the dungeon and darkness? By giving himself up for us on the cross. 

In the Gospel he tried to give his disciples a warning by defending the woman who anointed him with costly perfumed oil saying: “Leave her alone. Let her keep this for the day of my burial.” He knew his death was imminent, and he did not sugarcoat it. Yet the disciples were still surprised when it happened. And what did they do? They fled and hid, playing their own version of hide and seek. 

Let us hear the words of today’s readings and truly take them to heart. Let us recognize how they drip with pure, selfless, unfathomable love and let us love our dear Lord in the same way in return for all he has done and will do for us. 

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Cuando éramos niños, a la mayoría de nosotros nos gustaba jugar al escondite. Ya sea afuera entre los árboles o adentro entre los muebles o en la oscuridad simplemente parados en un rincón, sentimos una subida de adrenalina cuando el buscador gritaba: “¡Listo o no, allá voy!” A veces todavía no habíamos encontrado el lugar perfecto para escondernos. No estábamos listos. Sin embargo, nos quedamos tan quietos como estatuas esperando no ser los primeros en ser encontrados.

A veces siento un sentimiento semejante al comienzo de la Semana Santa. Ya sea que esté lista o no, ha llegado. Ahora está aquí. Podemos sentir una mezcla de emociones, sabiendo de antemano todo lo que Jesús va a sufrir, no queriendo que sufra, pero sabiendo que tiene que hacerlo. Es probable que también sintamos algo de alegría al saber que la Cuaresma casi ha terminado y que la Pascua está por venir. A veces simplemente no sabemos lo que sentimos o cómo se supone que deberíamos sentirnos.

Lo único que no podemos hacer es escondernos. Porque, a diferencia del tiempo de juego de nuestra infancia, la Semana Santa definitivamente no es un juego. No podemos encontrar algún lugar oscuro donde la Pasión y Muerte de Nuestro Señor dejen de existir. No podemos huir a un rincón de nuestra mente donde finjimos que los discípulos nunca traicionaron, negaron y abandonaron a Jesús. No podemos dejar de seguir a Cristo cuando las cosas se ponen difíciles.

En la primera lectura de hoy de Isaías escuchamos: “Yo, el Señor, te llamé y te tomé por la mano, para que seas instrumento de salvación; yo te formé, pues quiero que seas señal de mi alianza con el pueblo, luz de las naciones. Quiero que des vista a los ciegos y saques a los presos de la cárcel, del calabozo donde viven en la oscuridad.” ¿Cómo se obtuvo esta salvación? Por su muerte en la cruz. ¿Cómo nos tomó de la mano? Extendiendo sus brazos hacia nosotros en la cruz. ¿Cómo completó la alianza que había hecho con nosotros? Al dar su último respiro en la cruz. ¿Cómo nos mostró cómo ser luz para las naciones? Por su ejemplo de sacrificio desinteresado en la cruz. ¿Cómo nos liberó de la ceguera, la cárcel, el calabozo y la oscuridad? Entregándose por nosotros en la cruz.

En el Evangelio trató de dar una advertencia a sus discípulos defendiendo a la mujer que lo ungió con un costoso aceite perfumado, diciendo: “Déjala. Esto lo tenía guardado para el día de mi sepultura”. Sabía que su muerte era inminente y no la endulzó. Sin embargo, los discípulos aún se sorprendieron cuando sucedió. ¿Y qué hicieron? Huyeron y se escondieron, jugando su propia versión del escondite.

Escuchemos las palabras de las lecturas de hoy y tomémoslas realmente en serio. Reconozcamos cómo gotean del amor puro, desinteresado e insondable y amemos de la misma manera a nuestro querido Señor a cambio de todo lo que ha hecho y hará por nosotros.

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Feature Image Credit: Ivan Aleksic, unsplash.com/photos/woman-in-black-long-sleeve-shirt-covering-her-face-hko-iWhYdYE


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Palm Sunday of the Lord’s Passion / Domingo de Ramos de la Pasión del Señor

What more can be said about today’s Gospel? We hear the proclamation of this Gospel in several voices, to help us enter into these final days of Jesus’ earthly life. The scheming of the chief priests and scribes before the Passover, the woman with the alabaster jar of oil prefiguring the anointing of his body for burial, Judas’ plan to betray him, the Last Supper and Jesus’ knowledge that he would soon be betrayed, the institution of the Eucharist so that he could remain with us until the end of time, Jesus’ prediction that the apostles would be scattered and their faith shattered. And then, all the events of Jesus’ profound Passion and Death.

We see his generous Heart, his agonizing Heart, the Heart that moans silently for someone to keep vigil with him for even an hour, the Heart that does not hesitate or draw back from the terrible execution for love of the Father and of us. Throughout all this long suffering, we see Jesus remaining steadfast before the will of the Father and concerned with consoling and strengthening those around him.

We also hear Jesus cry out the first words of Psalm 22: “My God, my God, why have you forsaken me?” While we hear in that cry of his Heart the depths to which he was allowed to sink – to the sense of being forsaken by the Father, to the brink of despair – the psalm is really a painful prayer of hope. Jesus has certainly not given up on his relationship with the Father. He has not let go. Psalm 22 (which those at the foot of the Cross would have known well) begins with an accurate description of the scene on Calvary, from the vicious attack of Jesus’ enemies, to the details of the suffering he endured, to the dividing of his clothes. But the psalm then reaches out to God to come and deliver, to save him from this torture, and then moves on to praise the Lord. In his utter agony, Jesus enters into our own suffering and reminds us to cling to hope and to continue to offer praise.

While part of Psalm 22 was heard today as the Responsorial Psalm, we might pause to pray the whole psalm some time during this Holy Week; it is a profound meditation on the words of Jesus’ own agonizing Heart from the Cross. It gives us a glimpse of how low he descended into our own suffering, to redeem every last bit of physical, emotional, psychological, and spiritual pain for us.

In His Cross, because of the Resurrection, we are all freed to bear our own crosses with love and hope.

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¿Qué más se puede decir sobre el evangelio de hoy? Escuchamos el anuncio de este Evangelio en varias voces, para ayudarnos a entrar en estos últimos días de la vida terrena de Jesús. Las intrigas de los sumos sacerdotes y los escribas antes de la Pascua, la mujer con el frasco de perfume con nardo que prefiguraba la unción de su cuerpo para el entierro, el plan de Judas para traicionarlo, la Última Cena y el conocimiento de Jesús de que pronto sería traicionado, la institución de la Eucaristía para que pudiera permanecer con nosotros hasta el fin de los tiempos, la predicción de Jesús de que los apóstoles serían dispersados y su fe destrozada. Y luego, todos los acontecimientos de la profunda Pasión y Muerte de Jesús.

Vemos su Corazón generoso, su Corazón agonizante, el Corazón que gime en silencio para que alguien vigile con Él aunque sea una hora, el Corazón que no duda ni retrocede ante la terrible ejecución por amor al Padre y a nosotros. A lo largo de todo este largo sufrimiento, vemos a Jesús permanecer firme ante la voluntad del Padre y preocupado por consolar y fortalecer a quienes lo rodean.

También escuchamos a Jesús gritar las primeras palabras del Salmo 22: “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?” Si bien escuchamos en ese grito de su Corazón las profundidades en las que se dejó caer–hasta sentirse abandonado por el Padre, al borde de la desesperación–el salmo es en realidad una dolorosa oración de esperanza. Ciertamente Jesús no ha renunciado a su relación con el Padre. No lo ha soltado. El Salmo 22 (que aquellos que estaban al pie de la Cruz habrían conocido bien) comienza con una descripción precisa de la escena en el Calvario, desde el feroz ataque de los enemigos de Jesús, hasta los detalles del sufrimiento que soportó, hasta la división de su ropa. Pero el salmo luego se acerca a Dios para que venga y lo libere, para salvarlo de esta tortura, y luego pasa a alabar al Señor. En el momento de su inmensa agonía, Jesús entra en nuestro propio sufrimiento y nos recuerda que debemos aferrarnos a la esperanza y continuar ofreciendo alabanzas.

Si bien escuchamos una parte del Salmo 22 hoy durante el Salmo Responsorial, podríamos hacer una pausa para rezar el salmo completo en algún momento durante esta Semana Santa; es una profunda meditación sobre las palabras del propio Corazón agonizante de Jesús desde la Cruz. Nos da una idea de cuán bajo descendió en nuestro propio sufrimiento, para redimir hasta el último fragmento de dolor físico, emocional, psicológico y espiritual por nosotros.

En Su Cruz, gracias a la Resurrección, todos somos libres de llevar nuestras propias cruces con amor y esperanza.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Matías Medina, cathopic.com/photo/63-jesus-crucified

Are We Like the Pharisees? / ¿Somos Como los Fariseos?

In the Gospel of John today, we read how the Pharisees are planning to kill Jesus. Good Friday will soon be upon us, and we will once again witness the horrible beatings, the mockery, and the crucifixion of our Lord. Every year at this time, we pray, we reflect, and we grieve because of what they did to Jesus. But we know that the darkness of Good Friday is soon wiped away by the joy we feel when we see that empty tomb.

These two emotions—the sadness we feel when we think about Christ being persecuted and killed, and the joy we feel knowing He overcame death—should stay at the forefront of our minds, regardless of the liturgical season. And as we think about those two emotional extremes, let us also think about how we are like those Pharisees. 

How do we plan to kill Jesus? Of course, our actions don’t literally kill His body, but they—along with our inaction—can kill as well. We use His name in vain, we pick and choose which of His laws are convenient enough to obey, we do not take the time to go to Mass, we hurt others, we speak unkind words, and so much more. Remember that what we do to others, we also do to Jesus. But our inaction hurts Him as well. The things we fail to do or the things we choose not to do are also like thorns pressed into His head or nails driven into His hands and feet.

Inaction can take many forms, but we see it most prominently when we fail to stand up for the truths of our faith and live as Christ taught us to live. We fail to speak out with love and pride about what Christ taught and died for. We neglect those who need our help. We look the other way when a poor person is in need or when a single mom needs help. We keep our mouths shut instead of speaking in charity and love when someone misunderstands a tenet of our faith. We fail to educate ourselves when we don’t understand something.

We look at the horrible acts of those who killed Christ, but we fail to see that we hurt Him every day. God loves us so much that He sent His Son to die for our sins—to die a terribly painful death. Through His death, we can have life. But do we choose life? Or do we choose the things of this world—the things that take us further and further from God and the things that make us like the Pharisees?

As we approach Easter, let us remember the pain we have caused Jesus in the past and promise to amend our ways so that we will have life in Him for eternity.

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En el evangelio de hoy de San Juan, leemos cómo los fariseos planearon matar a Jesús. Pronto llegará el Viernes Santo y una vez más seremos testigos de los horribles golpes, las burlas y la crucifixión de nuestro Señor. Cada año durante esta temporada oramos, reflexionamos y lamentamos lo que le hicieron a Jesús. Pero sabemos que la oscuridad del Viernes Santo pronto será borrada por el gozo que sentimos cuando vemos esa tumba vacía.

Estas dos emociones (la tristeza que sentimos cuando pensamos en la persecución y muerte de Cristo, y el gozo que sentimos al saber que venció la muerte) deben permanecer en el primer lugar de nuestras mentes, independientemente del tiempo litúrgico. Y mientras pensamos en esos dos extremos emocionales, pensemos también en cómo somos semejantes a esos fariseos.

¿Cómo planeamos matar a Jesús? Por supuesto, nuestras acciones no matan Su cuerpo literalmente, pero ellas, junto con nuestra inacción, también pueden matar. Usamos Su nombre en vano, elegimos cuáles de Sus leyes son lo suficientemente convenientes para obedecer, no nos tomamos el tiempo para ir a Misa, lastimamos a otros, decimos palabras desagradables y mucho más. Recuerda que lo que hacemos a los demás, también se lo hacemos a Jesús. Pero nuestra inacción también le duele. Las cosas que no hacemos o las que decidimos no hacer también son como espinas clavadas en Su cabeza o clavos puestos en Sus manos y pies.

La inacción puede tomar muchas formas, pero la vemos más prominentemente cuando no defendemos las verdades de la fe y vivimos como Cristo nos enseñó a vivir. No logramos hablar con amor y orgullo sobre lo que Cristo enseñó y por lo que murió. Descuidamos a quienes necesitan nuestra ayuda. Miramos al otro lado cuando un pobre necesita alimento o cuando una madre soltera necesita ayuda. Mantenemos la boca cerrada en lugar de hablar con caridad y amor cuando alguien malinterpreta un principio de nuestra fe. No logramos educarnos a nosotros mismos cuando no entendemos algo.

Observamos los actos horribles de quienes mataron a Cristo, pero no nos damos cuenta de que lo lastimamos todos los días. Dios nos ama tanto que envió a su Hijo a morir por nuestros pecados, a sufrir una muerte terriblemente dolorosa. A través de Su muerte, podemos tener vida. ¿Pero elegimos la vida? ¿O elegimos las cosas de este mundo, las que nos alejan cada vez más de Dios y las que nos hacen como los fariseos?

A medida que nos acercamos a la Pascua, recordemos el dolor que le hemos causado a Jesús en el pasado y prometamos enmendar nuestros caminos para que tengamos vida en Él para siempre.

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Susan Ciancio has a BA in psychology and a BA in sociology from the University of Notre Dame, with an MA in liberal studies from Indiana University. For the past 19 years, she has worked as a professional editor and writer, editing both fiction and nonfiction books, magazine articles, blogs, educational lessons, professional materials and website content. Thirteen of those years have been in the pro-life sector. Currently Susan freelances and writes weekly for HLI, edits for American Life League, and is the executive editor of Celebrate Life Magazine. She also serves as executive editor for the Culture of Life Studies Program—an educational nonprofit program for K-12 students. You can reach her at slochner0.wixsite.com/website.

Feature Image Credit: Frank Ferreyn, cathopic.com/photo/28824-holy-cross

Reflect and Repent / Reflexionar y Arrepentirse

On Sunday, Lent will end and Holy Week will begin. I will use this day to reflect on the things I did and failed to do during these last six weeks of preparation for the Passion of Jesus Christ, my Lord and Savior. It’s time to ask myself, have I been successful in keeping my focus on Him through prayer, repentance and personal sacrifice during this Lenten journey?

The verse before the Gospel states: “Your words, Lord, are Spirit and life; you have the words of everlasting life.” Have I listened to God’s Word with attention and an open heart this Lent? Have I examined my conscience and gone to confession to help prepare for the upcoming Holy Week? 

Am I ready to endure with Him who sacrificed everything for me and for all throughout time? Have I been forgiving? Am I merciful? Do I strive to leave a positive footprint in the world? Is my compassion increasing in this world? Am I loving others as God asks me to?

O Lord, as this most sacred week of the year approaches, grant me a renewed spirit and a new heart. I strive to be available to You and your will in my life. Amen.

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Este domingo se acaba la Cuaresma y comienza la Semana Santa. Voy a utilizar este día para reflexionar sobre las cosas que hice y dejé de hacer durante estas últimas seis semanas de preparación para la Pasión de Jesucristo, mi Señor y Salvador. Es hora de preguntarme: ¿he logrado mantener mi enfoque en Él a través de la oración, el arrepentimiento y el sacrificio personal durante esta Cuaresma?

El versículo anterior al Evangelio dice: “Tus palabras, Señor, son espíritu y vida. Tú tienes palabras de vida eterna.” ¿He escuchado la Palabra de Dios con atención y con el corazón abierto en esta Cuaresma? ¿He examinado mi conciencia y me he confesado para ayudar a prepararme para la Semana Santa?

¿Estoy dispuesto a perseverar con Aquel que sacrificó todo por mí y por todos a lo largo de los tiempos? ¿He perdonado? ¿Soy misericordioso? ¿Me esfuerzo por dejar una huella positiva en el mundo? ¿Está aumentando la compasión en este mundo por mi esfuerzo? ¿Estoy amando a los demás como Dios me pide?

Oh Señor, al acercarse esta semana tan sagrada, concédeme un espíritu renovado y un corazón nuevo. Me esfuerzo por estar disponible para Ti y tu voluntad en mi vida. Amén.

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Beth Price is part of the customer care team at Diocesan. She is a Secular Franciscan (OFS) and a practicing spiritual director. Beth shares smiles, prayers, laughter, a listening ear and her heart with all of creation. Reach her here bprice@diocesan.com.

Feature Image Credit: Roberto Castillo, cathopic.com/photo/6168-penitence

Jesus is God / Jesucristo es Dios

Today we hear unequivocally that Jesus is one with the Father. For the Pharisees, and indeed all Jews alike, Jesus’ words are blasphemous. How can a mere man standing before us claim the same title as God? 

It’s an easy scene to imagine. There stand the Pharisees, chuckling to themselves at the start of the reading. “Now we are sure that you are possessed,” they say after Jesus claims authority over death. “How absurd,” they mutter to themselves. “Even Abraham, who we know spoke with God, died and is no longer on this earth. Who on earth do you think you are, Jesus? All the important people have died before you, what makes you so special?” 

Jesus could have softened His speech. He had every opportunity to modify His claim of authority over death and His relationship with the Father. But just like in the Bread of Life discourses about the Eucharist, Jesus doubles down on what He has proclaimed.

 “It is my Father who glorifies me, of whom you say, ‘He is our God.’” (John 8:54)

“You do not know him [the Father], but I know him.” (John 8:55)

“Before Abraham came to be, I AM.” (John 8:58)

“I AM” was the same name that God gave to Moses in the burning bush. Jesus isn’t saying He is one important person among many. He isn’t one of the prophets who can hear God’s words. He is God. No conditions, exceptions, or ambiguities. 

Jesus is God, yesterday, today and forever. He was there at Creation, He walked this earth, He conquered death, and He is on the altar every single day in the Holy Sacrifice of the Mass. The question we should ask ourselves is, “Does this make a difference in my life?” I hope it does, because Jesus being truly God changes the very fabric and being of our existence. Before Jesus, death was our only available end. After Jesus restored us to a right relationship with our Creator, eternity opened up to us. 

Pope Francis, in his General Audience talk on August 10, 2022, spoke about how our life on earth is a form of “novitiate” where we learn to appreciate God’s gift, honoring the responsibility of sharing it and making it bear fruit for everyone. Recognizing each day that Jesus is God helps us continue on our journey toward everlasting life.

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Hoy escuchamos inequívocamente que Jesús es uno con el Padre. Para los fariseos, y de hecho para todos los judíos, las palabras de Jesús son blasfemas. ¿Cómo puede un simple hombre que se presenta ante nosotros darse el mismo título que Dios?

Es una escena fácil de imaginar. Allí están los fariseos, riéndose al comienzo de la lectura. “Ahora ya no cabe duda de que estás endemoniado,” dicen después de que Jesús afirma tener autoridad sobre la muerte. “¡Qué absurdo!” murmuran. “Incluso Abraham, quien sabemos que habló con Dios, murió y ya no está en esta tierra. ¿Quién diablos crees que eres, Jesús? Todas las personas importantes han muerto antes que tú, ¿qué te hace tan especial?”

Jesús podría haber suavizado su discurso. Tuvo cada oportunidad para modificar su autoridad sobre la muerte y su relación con el Padre. Pero al igual que en los discursos del Pan de Vida sobre la Eucaristía, Jesús repite lo que ha proclamado.

 “El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: ‘Es nuestro Dios.’” (Juan 8,54)

“…no lo conocen [al Padre]. Yo, en cambio, sí lo conozco.” (Juan 8,55)

“Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy.” (Juan 8,58)

“YO SOY” fue el mismo nombre que Dios le dio a Moisés en la zarza ardiente. Jesús no está diciendo que sea una persona importante entre muchas. No es uno de los profetas que pueden escuchar las palabras de Dios. Él es Dios, sin condiciones, excepciones o ambigüedades.

Jesús es Dios, ayer, hoy y por los siglos. Estuvo presente en la Creación, caminaba por esta tierra, conquistó la muerte y está en el altar todos los días en el Santo Sacrificio de la Misa. La pregunta que debemos hacernos es: “¿Esto hace una diferencia en mi vida? ” Espero que así sea, porque el hecho de que Jesús sea verdaderamente Dios cambia la estructura misma y el ser de nuestra existencia. Antes de Jesús, la muerte era nuestro único fin disponible. Después de que Jesús nos restauró una relación correcta con nuestro Creador, la eternidad se abrió ante nosotros.

El Papa Francisco, en su discurso de la Audiencia General del 10 de agosto de 2022, habló de cómo nuestra vida en la tierra es una forma de “noviciado” donde aprendemos a apreciar el don de Dios, honrando la responsabilidad de compartirlo y hacerlo fructificar para todos. Reconocer cada día que Jesús es Dios nos ayuda a continuar nuestro camino hacia la vida eterna

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

Feature Image Credit: Wikimedia Commons, commons.wikimedia.org/wiki/File:Landscape_with_Moses_and_the_Burning_Bush_MET_DT10296FXD.jpg

Am I Right or Am I Right? / ¿Tengo la Razón o Tengo la Razón?

At the time of Jesus’s life, many of the Jews were looking for the Messiah. The Pharisees used the letter of the law to do everything just right, in the hopes that they would be prepared for the Messiah. There was only one problem. They become so worried about being right, that they missed the Truth even when He was standing right in front of them. Jesus asks the Pharisee’s to trust him and they can’t see their way around everything they are doing “right” to find the freedom that comes from trusting God. 

Daniel gives us the story of Shadrach, Meshach, and Abednego to illustrate God’s power and the security of our lives when we trust God. When forced to choose between the king and faith in God, they chose God and willingly accepted the punishment of the king. By trusting God in the fiery furnace, heated seven times hotter than usual, God was able to act. He sent an angel to guard Shadrach, Meshach, and Abednego and through God’s action, King Nebuchadnezzar acknowledged God’s power. 

As we continue our Lenten journey, let us not become so concerned with being right and doing all the right things, that we forget the lesson of Shadrach, Meshach, and Abednego. We temper our physical selves during Lent so that we are better prepared to trust God, to sing his praises, no matter what the world brings to our doorstep. Regardless of what trial or furnace we find ourselves facing, may we be prepared to agree with King Nebuchadnezzar and sing out with the psalmist, “Blessed are you, O Lord…praiseworthy and exalted above all forever.” 

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En la época de la vida de Jesús, muchos de los judíos buscaban al Mesías. Los fariseos usaron la letra de la ley para hacer todo correctamente, con la esperanza de estar preparados para el Mesías. Había un solo problema. Se preocupan tanto por tener la razón, que se perdieron la Verdad incluso cuando estaba parado en frente suyo. Jesús les pide a los fariseos que confíen en él y no pueden dejar de ver todo lo que están haciendo “bien” para poder encontrar la libertad que proviene de confiar en Dios.

Daniel nos cuenta la historia de Sadrac, Mesac y Abednego para ilustrar el poder de Dios y la seguridad de nuestras vidas cuando confiamos en Dios. Cuando se vieron obligados a elegir entre el rey y la fe en Dios, eligieron a Dios y aceptaron voluntariamente el castigo del rey. Al confiar en Dios en el horno de fuego, calentado siete veces más de lo habitual, Dios pudo actuar. Envió un ángel para proteger a Sadrac, Mesac y Abednego y, mediante la acción de Dios, el rey Nabucodonosor reconoció el poder de Dios.

A medida que continuamos el camino Cuaresmal, no nos preocupemos tanto por tener la razón y hacer todo lo correcto, que olvidemos la lección de Sadrac, Mesac y Abednego. Templamos nuestro ser físico durante la Cuaresma para estar mejor preparados para confiar en Dios y cantar sus alabanzas, sin importar lo que el mundo traiga a nuestra puerta. Independientemente de la prueba o el horno que enfrentemos, estemos preparados para estar de acuerdo con el rey Nabucodonosor y cantar con el salmista: “Bendito seas, Señor… Bendito sea tu nombre santo y glorioso.”

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Sheryl’s first calling is to be wife and partner to Tom, who is a candidate for the Permanent Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. She also gets to live out her passion for teaching and learning by serving as principal at St. Therese Catholic School in Wayland, Michigan. Home is full with Carlyn, our goofy golden retriever, Lucy, our terrier mix wild child, and Mila, our very special Bernese Mountain dog. 

Feature Image Credit:Tonmoy Iftekhar, unsplash.com/photos/a-fire-burning-in-a-pot-fk22mBeBsxcutm_content=creditShareLink&utm_medium=referral&utm_source=unsplash

Beloved Saint Joseph / Querido San José

“Blessed are those who dwell in your house, O Lord; they never cease to praise you.”

This verse before the Gospel reading at today’s Mass certainly describes St. Joseph, whose feast day we celebrate today. There is no doubt that his soul dwells in God’s house where he gives praise to God. In heaven, St. Joseph and Our Lady are worshiping the son they raised on earth together! Consider the final line of today’s Gospel, which says that the twelve-year-old Jesus “went down with [his parents] and came to Nazareth and was obedient to them.” Jesus retains an intimate relationship with them, and he allows them to function as powerful intercessors on our behalf. What a great debt humanity owes to the efficacious, perpetual intercession of Our Lady and St. Joseph.

My husband and I belonged to a parish named St. Joseph for many years and, over time, we came to rely on the help and loving concern of our Savior’s foster-father.  We are convinced that his intercession helped attain great grace for our family. 

When my husband’s father was diagnosed with advanced cancer, he and my mother-in-law came to live with us. For many years, my in-laws had traveled the country, serving others, praying with others, and sharing the love of Christ whenever and wherever they could. Though they had left the Catholic Church twenty-five years earlier, their faith in Christ was radical and inspiring. 

Now, with a terminal diagnosis, my father-in-law was approaching his eternal reward. It was a painful, beautiful time, and my husband, though he had always yearned for his dad to return to the Church, rejoiced in his father’s faithfulness to God. Nevertheless, he wanted the absolute best for his dad as he approached the end of his life, so he turned to St. Joseph for help. Every day, my husband would stop by the church and kneel before the Blessed Sacrament asking for the intercession of St. Joseph. He prayed for three things: that his father would be willing to receive the Anointing of the Sick before he died, and that, after he died, he would be given a funeral Mass and then be buried in our parish cemetery. 

It is a long story, but, miraculously, all three requests were granted. We believe that St. Joseph’s intercession played a pivotal role in this happy outcome. With St. Teresa of Avila, we say, “Would that I could persuade all men to be devout to this glorious saint, for I know by…experience what blessings he can obtain for us from God.” Thank you, beloved St. Joseph, for your faithful witness, your tremendous role in salvation history, and your on-going, loving intercession.

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“Dichosos los que viven en tu casa; siempre, Señor, te alabarán.”

La aclamación antes del Evangelio en la Misa de hoy ciertamente describe a San José, cuya fiesta celebramos hoy. No hay duda de que su alma habita en la casa de Dios donde alaba a Dios. ¡En el cielo, San José y Nuestra Señora están adorando al hijo que criaron juntos en la tierra! Considere la última línea del Evangelio de hoy, que dice que Jesús, con doce años de edad, “volvió con [sus padres] a Nazaret y siguió sujeto a su autoridad.” Jesús conserva una relación íntima con ellos y les permite actuar como poderosos intercesores a nombre nuestro. ¡Qué gran deuda tiene la humanidad con la eficaz y perpetua intercesión de Nuestra Señora y San José!

Mi esposo y yo pertenecimos a una parroquia llamada San José durante muchos años y, con el tiempo, llegamos a depender de la ayuda y la preocupación amorosa del padre adoptivo de nuestro Salvador. Estamos convencidos que su intercesión nos ayudó a alcanzar grandes gracias para nuestra familia.

Cuando al padre de mi esposo le diagnosticaron con cáncer avanzado, él y mi suegra vinieron a vivir con nosotros. Durante muchos años, mis suegros habían viajado por el país, sirviendo a los demás, orando con otros y compartiendo el amor de Cristo cuando y donde podían. Aunque habían abandonado la Iglesia católica veinticinco años antes, su fe en Cristo era radical e inspiradora.

Ahora, con un diagnóstico terminal, mi suegro se acercaba a su recompensa eterna. Fue un momento hermoso y doloroso, y mi esposo, aunque siempre había anhelado que su papá regresara a la Iglesia, se regocijaba en la fidelidad de su papá a Dios. Sin embargo, quería lo mejor para él y cuando se acercaba el final de su vida, recurrió a San José en busca de ayuda. Todos los días, mi esposo pasaba por la iglesia y se arrodillaba ante el Santísimo Sacramento pidiendo la intercesión de San José. Oró por tres cosas: que su padre estuviera dispuesto a recibir la Unción de los Enfermos antes de morir, y que, después de su muerte, se le ofreciera una Misa fúnebre y luego fuera enterrado en nuestro cementerio parroquial.

Es una larga historia, pero, milagrosamente, las tres solicitudes fueron concedidas. Creemos que la intercesión de San José jugó un papel fundamental en este feliz resultado. Con Santa Teresa de Ávila decimos: “Ojalá pudiera persuadir a todos los hombres a ser devotos de este glorioso santo, porque sé por… experiencia propia qué bendiciones puede obtenernos de Dios”. Gracias, querido San José, por tu fiel testimonio, tu tremendo papel en la historia de la salvación y tu continua y amorosa intercesión.

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A lover of Jesus Christ, a wife, and a mother of five, Christine is the author of Everyday Heroism: 28 Daily Reflections on the Little Way of Motherhood. She is a graduate of Franciscan University, an instructor for the Institute for Excellence in Writing, and an experienced catechist. Thrilled to have recently become grandparents, she and her husband currently live in Upstate, NY. Visit her author webpage at christinehanus.com

Feature Image Credit: Michael O’Sullivan, unsplash.com/photos/joseph-religious-figurine-xA36Wy213uM