Inviting God In / Invitando Entrar a Dios

I think that today’s Gospel is easy to misunderstand and that we tend to hear something negative in Jesus’ words. When He is approached by someone saying that His mother and His brothers would like to speak with Him, Jesus seems almost dismissive when He says, “Who is my mother? Who are my brothers?” It kind of sounds like Jesus is not acknowledging Mary as His mother or His disciples as His brothers. Instead of focusing on those two questions and stopping there, we need to keep reading. Jesus goes on to say “…whoever does the will of my heavenly Father is my brother, and sister, and mother”. He is not rejecting Mary and the disciples, rather He is embracing a larger community of believers. This is not a harsh Gospel message. Quite the contrary! This Gospel message is one of communion, love, and acceptance. Jesus is telling us exactly what it takes to be in communion with Him: acceptance and submission to the will of the Father. 

Jesus does not tell them “whoever never sins and is perfect all the time and never makes mistakes is my brother and sister and mother” (not that we shouldn’t strive for holiness). No! He’s telling us that all we need is faith in God and to rest peacefully in the knowledge that what God wills for us is an indication of His love for us. That is not always easy to do. There are so many other things we can put our trust in: our friends and family, political leaders, the security our job affords us, our own desires and abilities. And perhaps it is easier for us to put our trust in those earthly things because they are so present to us. So how do we shift our trust from things of this world to our Heavenly Father?  We make God as present, if not more present, in our everyday lives as everything else is. We need to invite Him into our thoughts, words, and actions. We can start and end our day with prayer. We can pray before meals. We can live our lives intentionally discerning what His plan is. When we do this, when we invite God in, He delights in us! He allows us to become partakers in His divine love and that is how we prepare ourselves for eternity with Him in heaven. 

May we take the words of the Responsorial Psalm to prayer today: “Lord show us your mercy and love”.

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Creo que el Evangelio de hoy es fácil de malinterpretar y que tendemos a escuchar algo negativo en las palabras de Jesús. Cuando se le acerca alguien que dice que su madre y sus hermanos quisieran hablar con él, Jesús parece casi desdeñoso cuando dice: “¿Quién es mi madre? ¿Quiénes son mis hermanos? Parece que Jesús no está reconociendo a María como su madre o a sus discípulos como sus hermanos. En lugar de centrarnos en esas dos preguntas y detenernos allí, debemos seguir leyendo. Jesús continúa diciendo “…el que hace la voluntad de mi Padre celestial es mi hermano, y hermana, y madre”. Él no está rechazando a María y los discípulos, sino que está abrazando a una comunidad más grande de creyentes. Este no es un mensaje evangélico duro. ¡Todo lo contrario! Este mensaje del Evangelio es uno de comunión, amor y aceptación. Jesús nos está diciendo exactamente lo que se necesita para estar en comunión con Él: aceptación y sumisión a la voluntad del Padre.

Jesús no les dice “el que nunca peca y es perfecto todo el tiempo y nunca comete errores es mi hermano, mi hermana y mi madre” (no es que no debamos esforzarnos por la santidad). ¡No! Nos está diciendo que solo necesitamos la fe en Dios y descansar en paz sabiendo que lo que Dios quiere para nosotros es una indicación de Su amor por nosotros. Eso no siempre es fácil de hacer. Hay tantas otras cosas en las que podemos confiar: nuestros amigos y familiares, los líderes políticos, la seguridad que nos brinda nuestro trabajo, nuestros propios deseos y habilidades. Y quizás sea más fácil para nosotros poner nuestra confianza en esas cosas terrenales porque están muy presentes para nosotros. Entonces, ¿cómo cambiamos nuestra confianza de las cosas de este mundo a nuestro Padre Celestial? Hacemos a Dios tan presente, si no más presente, en nuestra vida cotidiana como todo lo demás. Necesitamos invitarlo a nuestros pensamientos, palabras y acciones. Podemos comenzar y terminar nuestro día con la oración. Podemos rezar antes de comer. Podemos vivir nuestras vidas discerniendo intencionalmente cuál es Su plan. Cuando hacemos esto, cuando invitamos a Dios a entrar, ¡Él se deleita en nosotros! Él nos permite ser partícipes de su amor divino y así nos preparamos para la eternidad con Él en el cielo.

Que hoy llevemos a la oración las palabras del Salmo Responsorial: “Señor, muéstranos tu misericordia y tu amor”.

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Dakota lives in Denver, CO with her husband, Ralph, and their two sons, Alfie & Theophilus. She is the Dean of Enrollment Management for Bishop Machebeuf High School where her husband also teaches. You can find Dakota at the zoo or a brewery with her family or with her nose in a book at home. For more of Dakota’s writing check out https://dakotaleonard16.blogspot.com/

Feature Image Credit: Marisa Czl, www.cathopic.com/photo/18423-con-pies-tierra-mirada-el

What Does That Say? / ¿Qué Dice Eso?

We see signs all over the place. Signs that tell us to stop our cars at an intersection, signs that tell us where to cross the street, signs that tell us the name of a street. Our daily lives are inundated with signs, I’d be curious to count up all the signs that I drive past in a day. We see so many signs that it only makes sense that we’d want to see signs in our spiritual lives as well. In fact, I’d go so far as to say that we’d almost *expect* to see signs. 

So what happens when those signs don’t happen? Or God maybe reveals Himself to us in a way that we weren’t asking for or weren’t expecting? Often, we become disappointed while still demanding for our sign to be fulfilled in the way that we asked for. 

When we do that, though, we are placing constraints on God. We are projecting our own will onto His. Our God is so much bigger and more powerful than our own finite human plans. He works outside of time and outside of space and He often works in ways that we do not expect. 

This is exactly what the scribes and Pharisees did in today’s Gospel. They demanded to see a sign because they refused to accept and acknowledge Jesus’ previous miracles. Because they wanted a sign according to their own agenda (and their agenda always was to trap Jesus), He would not give them the satisfaction. 

God loves to be merciful. He loves when we ask Him for things and He wants to grant the deepest wishes and desires of our hearts. We have to remember, though, that God created our hearts and knows them better than we do. That means He will answer our needs according to what He knows is best for us – that includes when we might ask for a sign. 

How will we notice them, then? Simply, when the Lord reveals Himself to us through signs, we notice the signs better usually when we are in tune with His heart – when we’ve been spending time with Him in prayer, when we’ve been making Him a priority in our lives. When we spend time focusing on things of the Lord instead of things of the world, we will notice even better when He moves and works in our lives.

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Vemos señales por todos lados. Señales que nos dicen que nos paramos en una intersección, señales que nos dicen por dónde cruzar la calle, señales que nos dicen el nombre de la calle. Nuestra vida diaria está inundada de señales, me gustaría contar todos las señales que veo en un día. Vemos tantas señales que tiene sentido que también queramos ver señales en nuestra vida espiritual. De hecho, hasta me atrevería decir que casi “esperamos” ver señales.

Entonces, ¿qué sucede cuando no recibimos esas señales? ¿O tal vez Dios se nos revela de una manera que no estábamos pidiendo o no esperábamos? A menudo, nos decepcionamos mientras exigimos que nuestra señal se cumpla de la manera que lo pedimos.

Sin embargo, cuando hacemos eso, estamos imponiendo restricciones a Dios. Estamos proyectando nuestra propia voluntad sobre la Suya. Nuestro Dios es mucho más grande y más poderoso que nuestros propios planes humanos finitos. Él trabaja fuera del tiempo y del espacio y, a menudo, obra de maneras que no esperamos.

Esto es exactamente lo que hicieron los escribas y fariseos en el Evangelio de hoy. Exigieron ver una señal porque se negaron a aceptar y reconocer los milagros anteriores de Jesús. Debido a que querían una señal de acuerdo a su propia agenda (y su agenda siempre fue atrapar a Jesús), Él no les daría la satisfacción.

A Dios le encanta ser misericordioso. Le encanta cuando le pedimos cosas y quiere conceder los deseos y anhelos más profundos de nuestro corazón. Sin embargo, debemos recordar que Dios creó nuestros corazones y los conoce mejor que nosotros. Eso significa que responderá a nuestras necesidades de acuerdo con lo que sabe que es mejor para nosotros, incluyendo cuándo podríamos pedir una señal.

Entonces, ¿cómo nos damos cuenta de ellas? Simplemente, cuando el Señor se nos revela a través de las señales, y las reconocemos mejor cuando estamos en sintonía con Su corazón, cuando hemos pasado tiempo con Él en la oración, cuando lo hemos hecho una prioridad en nuestras vidas. Cuando pasamos tiempo enfocándonos en las cosas del Señor en lugar de las cosas del mundo, reconoceremos aún mejor cuando Él se mueve y obra en nuestras vidas.

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Erin is a Cleveland native and graduate of Franciscan University of Steubenville. She is passionate about the Lord Jesus, all things college sports and telling stories and she is blessed enough to get paid for all three of her passions as a full-time youth minister and a freelance sports writer.

Feature Image Credit: Malachi Brooks, unsplash.com/photos/SmgvToT3nbA

What a Difference a Year Makes! / ¡Un Año Hace Tanta Diferencia!

I can’t even begin to explain how different this summer has been from last summer. On July 9th we celebrated one year of complete wellness for my young son, after suffering repeated infections from a burst appendix. 

This year, the kids have been outside for hours everyday and we have been enjoying rivers, lakes and pools. The weather has been sunny and mild, I have a new job that I love and my baby girl is almost a year old. What a difference a year makes!

Surely Abraham and Sarah could say the same in today’s Old Testament reading. They had surely spent their whole young lives suffering from infertility and praying for a child and then they finally conceived in their old age. I’m sure they were both overjoyed! 

In hindsight we are able to see the fruits of our sufferings but oh, how hard it is to be strong and bear them in the moment! How different my summer would have been last year if I would have been able to say along with St. Paul: “Now I rejoice in my sufferings for your sake”! 

As a child, I was taught to offer up my sufferings. Perhaps for the poor souls in Purgatory, or my neighbor who was ill, or a classmate whose parents were getting a divorce, or my dad who was struggling at his job, etc. Yet as an adult I have a much harder time with it. I like to be in control and have a hard time when things go south or don’t go the way I planned. I often choose to brood or complain rather than calming my heart in prayer and offering it up to our Lord. 

Mary teaches us this calm and the importance of prayer in today’s Gospel. She sits at the feet of Jesus to spend time with Him and listen to Him. I think if we spent more time like this, the difficult times in our lives would feel much less like a storm. These calm, prayerful moments would anchor us in faith, so that we wouldn’t feel like we are being washed away.

My prayer today is that we may remember to rejoice in our sufferings, learn to offer them up and find constant strength in our loving Lord. And perhaps next year we can all exclaim together, “What a difference a year makes!”

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Ni siquiera puedo comenzar a explicar cuán diferente ha sido este verano del verano pasado. El 9 de julio celebramos un año del bienestar completo para mi hijito, después de sufrir infecciones repetidas  por un apéndice reventado.

Este año, mis hijos han estado afuera por varias horas todos los días y hemos nadado en ríos, lagos y piscinas. El clima ha sido soleado y templado, tengo un nuevo trabajo que me encanta y mi niña ya va a cumplir un año. ¡Un año hace tanta diferencia!

Seguramente Abraham y Sara podrían decir lo mismo en la lectura de hoy del Antiguo Testamento. Seguramente habían pasado toda su juventud sufriendo de infertilidad y suplicando a Dios tener hijos y finalmente concibieron en su vejez. ¡Estoy seguro de que ambos se pusieron tan felices!

En retrospectiva, podemos ver los frutos de nuestros sufrimientos, pero ¡qué difícil es ser fuerte y soportarlos en el momento! ¡Qué diferente hubiera sido mi verano el año pasado si hubiera podido decir junto con San Pablo: “Ahora me alegro de mis sufrimientos por Él”!

De niño, me enseñaron a ofrecer mis sufrimientos como sacrificio. Tal vez por las almas del Purgatorio, o mi vecino que estaba enfermo, o un compañero de clase cuyos padres se estaban divorciando, o mi padre que estaba batallando en su trabajo, etc. Sin embargo, como adulto, se me dificulta bastante. Me gusta mantener el control y me pongo mal cuando las cosas no van bien o no salen como las planeé. Con frecuencia elijo enojarme o quejarme en lugar de calmar mi corazón en la oración y ofrecérselo a nuestro Señor.

María nos enseña esta calma y la importancia de la oración en el Evangelio de hoy. Se sienta a los pies de Jesús para pasar tiempo con Él y escucharlo. Creo que si pasáramos más tiempo así, los momentos difíciles de nuestras vidas se sentirían mucho menos como una tormenta. Estos momentos de tranquilidad y oración nos anclarían en la fe, para que no sintiéramos que la lluvia y el viento nos arrastra.

Le pido a Dios que recordemos regocijarnos en nuestros sufrimientos, aprendamos a ofrecerlos a Dios y encontremos la fortaleza constante en nuestro amoroso Señor. Y tal vez el próximo año podamos exclamar todos juntos: “¡Un año hace tanta diferencia!”

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works at for Christian Healthcare Centers, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, runs her own blog at https://togetherandalways.wordpress.com and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

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Justice for the Gentiles / Justicia para los Gentiles

There is a long-lingering rumor, one I have never been able to confirm, that my father’s family has Jewish origins, and some ancestor back in time converted to Catholicism, possibly to avoid persecution, possibly to better gain acceptance from neighbors, possibly because of a true conversion of faith. That’s the trouble with family rumors — they only go so far, and you have to try to fill in the blanks yourself. Don’t even get me started on why my Sicilian ancestors had to leave Chicago back around 1920. That’s a story for another day.

Still, this bit of family history I’ve shared came to mind when reading today’s Gospel, where Matthew quotes a section of Isaiah that contains the word “Gentile” twice. Even for us who might have Jewish origins, those passages pertain to all of us Gentiles out here. Isaiah was telling his listeners that the suffering servant would “proclaim justice to the Gentiles,” as well as “in his name the Gentiles will hope.”

Matthew quotes the passage to specifically tell us: Jesus is that suffering servant. And He suffered not just for the Jews, but for the Gentiles, too — all of us get to share in His justice and the hope His name provides.

Truly believing in that justice and that hope changes everything for us. Take our First Reading, where the prophet Micah, paints a pretty gloomy picture: There are people out there planning evil, in Micah’s time and our own. “They covet fields, and seize them; houses, and they take them. They cheat an owner of his house, a man of his inheritance.” God is not ignoring this, Micah tells us. Rather, God is “planning against this race an evil from which you shall not withdraw your necks.”

Is it all evil and vengeance, Micah? Some actually might want that, as we hear the Psalmist say, “Why, O Lord, do you stand aloof? Why hide in times of distress?” Yet the Psalmist does seem to get it, as we are reminded in our last verse today, “On you the unfortunate man depends.”

Back we go to Matthew quoting Isaiah, where we get the answer to it all: “He will not contend or cry out, nor will anyone hear his voice in the streets. A bruised reed he will not break, a smoldering wick he will not quench, until he brings justice to victory.”

Jesus brings about the victory in His suffering, in His death on the cross, and His rising in triumph from the dead. To this day, we have a hard time grasping a conquering king dying by crucifixion instead of directing an army. But God’s ways are not our ways. Perhaps the evil Micah prophesied was not against the wicked, but the very type of death God chose for His son, a true sacrifice for us who did not deserve it, all out of His infinite love, mercy and justice. 

As the priest in my mother’s parish proclaims at every Mass, “God is good!” To which the congregation replies, “All the time!” Just a small portion of that infinite goodness is His justice and hope. May we Gentiles cling to them always.

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Existe un rumor desde hace mucho tiempo, uno que nunca he podido confirmar, que la familia de mi padre tiene orígenes judíos, y algún familiar en algún momento se convirtió al catolicismo, posiblemente para evitar la persecución o para ganarse la aceptación de los vecinos, o porque verdaderamente se convirtió a la fe. Eso es el problema con los rumores familiares: solo llegan hasta cierto punto y uno tiene que tratar de llenar la información que falta por sí mismo. Ni siquiera voy a hablar del por qué mis antepasados ​​​​sicilianos tuvieron que salirse de Chicago alrededor de 1920. Esa es una historia para otro día.

Aún así, esta parte de la historia familiar que he compartido me vino a la mente al leer el Evangelio de hoy, donde Mateo cita una sección de Isaías que contiene la palabra “gentil” dos veces. Incluso para nosotros que podríamos tener orígenes judíos, esos pasajes pertenecen a todos los gentiles que estamos aquí. Isaías estaba diciendo a sus oyentes que el siervo sufriente “proclamaría justicia a los gentiles”, así como “en su nombre esperarán los gentiles”.

Mateo cita el pasaje para decirnos específicamente: Jesús es ese siervo sufriente. Y Él sufrió no solo por los judíos, sino también por los gentiles: todos nosotros podemos compartir Su justicia y la esperanza que brinda Su nombre.

Creer de verdad en esa justicia y esa esperanza nos lo cambia todo. Toma nuestra Primera Lectura, donde el profeta Miqueas, pinta un cuadro bastante sombrío: Hay gente por ahí planeando el mal, en el tiempo de Miqueas y en el nuestro. “Codician los campos, y se apoderan de ellos; casas, y se las llevan. Estafan al dueño de su casa, al hombre de su heredad.” Dios no está ignorando esto, nos dice Miqueas. Más bien, Dios está “planeando contra esta raza un mal del cual no retirarán sus cuellos”.

¿Todo es maldad y venganza, Micah? Algunos en realidad podrían querer eso, como escuchamos al salmista decir: “¿Por qué, oh Señor, te mantienes apartado? ¿Por qué esconderse en tiempos de angustia?” Sin embargo, el salmista parece entenderlo, como se nos recuerda en nuestro último versículo de hoy: “De ti depende el desgraciado”.

Volvemos a Mateo citando a Isaías, donde encontramos la respuesta para todo: “Él no contenderá ni clamará, ni nadie oirá su voz en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que humea, hasta que haga triunfar la justicia”.

Jesús produce la victoria en Su sufrimiento, en Su muerte en la cruz y Su resurrección triunfante de entre los muertos. Hasta el día de hoy, nos cuesta entender a un rey conquistador muriendo crucificado en lugar de estar dirigiendo a un ejército. Pero los caminos de Dios no son los nuestros. Quizás el mal profetizado por Miqueas no era contra los malvados, sino el mismo tipo de muerte que Dios escogió para Su hijo, un verdadero sacrificio para nosotros que no lo merecíamos, todo por Su infinito amor, misericordia y justicia.

Como proclama el Padre en cada Misa en la parroquia de mi mamá , “¡Dios es bueno!” Y la congregación responde: “¡Todo el tiempo!” Sólo una pequeña porción de esta bondad infinita es Su justicia y esperanza. Que los gentiles nos aferremos siempre a Él y su bondad.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the 3-year-old who teaches him what the colors of Father’s chasubles mean. He has served on a Catholic School board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Vanesa Guerrero, rpm, www.cathopic.com/photo/2174-pasion-cristo-

Have You Never Read This? / ¿Nunca has Leído Esto?

“Have you never read this?” There is a touch of irony in Jesus’ words in today’s Gospel as he responded to the Pharisees who rebuked his disciples for plucking grain on the Sabbath. Jesus began his response to the Pharisees with the words “Have you never read this?” precisely because these leaders prided themselves upon their knowledge of the Scriptures.

“Have you never read this?” They had read, Jesus intimated, but had not read to understand. They had not read with soft hearts. They, perhaps unconsciously, had read to verify their own positions, their already determined conclusions. They had understood, or misunderstood, the Word of the Lord to confirm their own word to their own benefit.

How many times Jesus could say these words to me, “Kathryn, have you never read this? Have you not yet understood my heart? Are you still so undiscerning of what truly gives me joy, what pleases me the most?”

I remember as a young sister that being on time for meals, which meant arriving early and waiting prayerfully to say the meal blessing, was an important custom and expectation in our community. There are many values enshrined in this practice: respect for the community, obedience to the will of God as indicated by the schedule, taking one’s rest prayerfully. However, one day on my way to dinner I noticed a sister forty years my senior unloading a car by herself. I hesitated because to assist her would mean that I would arrive late to dinner. Making a quick decision, I stopped to assist her. There were two goods, two values at stake: punctual obedience and generous service. I chose the value of generous service at that moment, regardless of what others would think of my walking in late to dinner. 

This certainly was a decision of little consequence, and doubtless you have been faced with many situations of more grave import in your own life. But this Gospel helps us sift through our options more selflessly, honestly, obediently.

Let’s look more closely at the Gospel. The Pharisees objected to Jesus that his disciples by plucking the grain were “working,” a kind of reaping, and therefore it should be avoided as it was considered working on the sabbath day. Jesus responded to the Pharisees: Have you not read how David and his followers went to the tabernacle at Nob near Jerusalem and asked for bread from the priests there. There was no bread available there except for the twelve old loaves of showbread which were prescribed to be eaten only by the priests. The priests, in mercy, gave this bread to the hungry men, as Jesus himself in his mercy did not stop his disciples from plucking the grain along the side of the path. And have you not read, Jesus continues, that on the Sabbath, the busiest day of the week for the priests, they themselves break the rules of the Sabbath in order to carry out the functions of worship in the Temple. The commandment of God to keep holy the Sabbath didn’t refer to all work universally, Jesus intimated, but work for worldly gain. 

“I desire mercy, not sacrifice,” Jesus says at the end of this reading. In this Gospel passage today it is clear that Jesus was not using this phrase to justify behavior that was wrong. Instead he used Scripture itself to show the Pharisees how their understanding of the Law in its more complex and cohesive sense was inadequate. He called them to a greater and more inward sense and assimilation of the heart of the Law not to a lesser one. And, indeed, he called his own disciples to such higher standards in the Sermon on the Mount. “You have heard it said…but I say to you.” 

Jesus makes it clear that he didn’t come to relax the commandments of the Law, to negate them in favor of something new that would make it easier for his disciples. Rather, he pointed out on a number of occasions that the teachers of the Law had missed the point. And that is what we need to be attentive to. Often the phrase “it is mercy God desires, not sacrifice” is thrown out in a conversation to justify not keeping God’s law. God understands and has mercy. He doesn’t really expect us to keep his law. After all, he is so merciful….  So let’s not expect someone to obey the call to discipleship with all its consequences. That clearly is not what God in his mercy expects of us. That, however, is clearly not what Jesus was saying in the context of this Gospel passage. Jesus loved each one who came to him, with great patience and mercy, and at the same time invited them to become “perfect just as your heavenly Father is perfect” (Mt 5:48).

“Have you never read this?” Or if you have, have you missed the point? We don’t want to miss the point. Going back to my example above, communion of life and charity is the point of community life. At that moment, communion and charity was greater served by my stopping to help a sister unload a car than by my walking past her to be with my sisters at prayer before the meal. Though I “broke,” so to speak, one rule, I lived it inwardly in my service to the sister who needed assistance. If instead, I had stopped to offer assistance because I thought it was stupid to have to keep rules and I had been looking for a chance to act as a free agent and to cherish my own self-importance or greater enlightenment, even if I had justified my action with the words of the Lord himself: “it is mercy I desire and not sacrifice,” I would have missed the point. I would have misused the words of Wisdom itself to justify my own selfish autonomy and resistance to authority. And in the end, it would be I myself who would have suffered from my own self-will, my hardened positions, even if justified by the words of the Lord himself.

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“¿Nunca has leído esto?” Hubo un poco de ironía en las palabras de Jesús en el Evangelio de hoy cuando respondió a los fariseos que reprendieron a sus discípulos por arrancar el grano en sábado. Jesús comenzó su respuesta a los fariseos con las palabras “¿Nunca han leído esto?” precisamente porque estos líderes se enorgullecían de su conocimiento de las Escrituras.

“¿Nunca has leído esto?” Habían leído, insinuó Jesús, pero no habían leído para entender. No habían leído con corazones abiertos. Ellos, quizás inconscientemente, habían leído para justificar sus propias posiciones, sus conclusiones ya determinadas. Habían entendido, o malinterpretado, la Palabra del Señor para confirmar su propia palabra para su propio beneficio.

¿Cuántas veces Jesús podría decirme estas palabras, “Kathryn, nunca has leído esto? ¿Aún no has entendido mi corazón? ¿Sigues con tan poco discernimiento de lo que realmente me da alegría, lo que más me agrada?

Cuando era una hermana joven recuerdo lo que significaba llegar a tiempo para las comidas, llegar temprano y esperar en oración para bendecir de la comida, era una costumbre y expectativa importante en nuestra comunidad. Son muchos los valores incluidos en esta práctica: el respeto a la comunidad, la obediencia a la voluntad de Dios indicada en el horario, y incluyendo la oración en tiempos de descanso.

Sin embargo, un día, en camino a la cena, noté que una hermana cuarenta años mayor que yo estaba descargando un vehículo sola. Dudé porque ayudarla significaría que llegaría tarde a la cena. Tomando una decisión rápida, me detuve para ayudarla. Estaban en juego dos bienes, dos valores: la obediencia puntual y el servicio generoso. Elegí el valor del servicio generoso en ese momento, independientemente de lo que otros pensaran de mi al llegar tarde a la cena.

Esta fue ciertamente una decisión de poca importancia, y sin duda han enfrentado a muchas situaciones de mayor importancia en sus propias vidas. Pero este Evangelio nos ayuda a examinar nuestras opciones de manera más desinteresada, honesta y obediente.

Miremos más de cerca al Evangelio. Los fariseos se opusieron que los discípulos de Jesús estaban “trabajando” al arrancar el grano, una especie de siega, y por lo tanto debería evitarlo ya que se consideraba trabajar en el día de reposo. Jesús respondió a los fariseos: ¿No han leído cómo David y sus seguidores fueron al tabernáculo de Nob, cerca de Jerusalén, y pidieron pan a los sacerdotes que estaban allí? No había pan disponible, excepto los doce panes viejos de muestra que deberían ser comidos solo por los sacerdotes. Los sacerdotes, en su misericordia, dieron este pan a los hambrientos, como el mismo Jesús en su misericordia no impidió que sus discípulos arrancaran el grano al borde del camino. Y no han leído, sigue Jesús, que el sábado, el día más ocupado de la semana para los sacerdotes, ellos mismos quebrantan las reglas del sábado para cumplir las funciones de culto en el Templo. Jesús dio a entender que el mandamiento de Dios de santificar el sábado no se refería a todo el trabajo universalmente, sino al trabajo para obtener ganancias mundanas.

“Deseo la misericordia, no el sacrificio”, dice Jesús al final de esta lectura. En este pasaje del Evangelio de hoy, está claro que Jesús no estaba usando esta frase para justificar un comportamiento mala. En cambio, usó las mismas Escrituras para mostrar a los fariseos cómo su comprensión de la Ley, en su sentido más complejo y cohesivo, era inadecuada. Los llamó a asimilar la Ley con un sentido del corazón mayor y más interior. Y, de hecho, llamó a sus propios discípulos a estándares muy elevados en el Sermón del Monte. “Han oído decir… pero yo les digo”.

Jesús deja claro que no vino a suavizar los mandamientos de la Ley, a negarlos en favor de algo nuevo que facilitara las cosas a sus discípulos. Más bien, señaló en varias ocasiones que los maestros de la Ley no habían entendido. Debemos estar atentos a eso. A menudo, la frase “Dios desea la misericordia, no el sacrificio” se usa en una conversación para justificar no guardar la ley de Dios. Dios entiende y tiene misericordia. Él realmente no espera que guardemos su ley. Después de todo, él es tan misericordioso… Así que no esperemos que alguien obedezca el llamado al discipulado con todas sus consecuencias. Eso claramente no es lo que Dios en su misericordia espera de nosotros. Sin embargo, eso claramente no es lo que Jesús quería decir en el contexto de este pasaje del Evangelio. Jesús amaba con gran paciencia y misericordia a cada uno de los que acudían a él, y al mismo tiempo los invitaba a ser “perfectos como su Padre celestial es perfecto” (Mt 5,48).

“¿Nunca has leído esto?” O si lo has leído, ¿has perdido el punto? No queremos perder el punto. Volviendo al ejemplo anterior, la comunión de vida y la caridad es el propósito de la vida comunitaria. En ese momento, era mejor comunión y caridad detenerme a ayudar a una hermana a descargar un vehículo que pasar de largo para estar con mis hermanas en oración antes de la comida. Aunque “rompí”, por así decirlo, una regla, la viví interiormente en mi servicio a la hermana que necesitaba ayuda. Si, en cambio, me hubiera detenido a ofrecer ayuda porque pensé que era estúpido tener que seguir las reglas y hubiera estado buscando una oportunidad de actuar como un agente libre y apreciar mi propia importancia personal o una mayor iluminación, incluso si tenía justificado mi acción con las palabras del mismo Señor: “deseo la misericordia, no el sacrificio”, me habría equivocado. Habría abusado de las palabras de la Sabiduría misma para justificar mi propia autonomía egoísta y mi resistencia a la autoridad. Y al final, sería yo mismo quien habría sufrido por mi propia voluntad, mis posiciones endurecidas, incluso si estuvieran justificadas por las palabras del mismo Señor.

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Sr. Kathryn J. HermesKathryn James Hermes, FSP, is the author of the newly released title: Reclaim Regret: How God Heals Life’s Disappointments, by Pauline Books and Media. An author and spiritual mentor, she offers spiritual accompaniment for the contemporary Christian’s journey towards spiritual growth and inner healing. She is the director of My Sisters, where people can find spiritual accompaniment from the Daughters of St. Paul on their journey. Website: www.touchingthesunrise.com Public Facebook Group: https://www.facebook.com/groups/srkathrynhermes/ For monthly spiritual journaling guides, weekly podcasts and over 50 conferences and retreat programs join my Patreon community: https://www.patreon.com/srkathryn.

Feature Image Credit: Loli Casaux, www.cathopic.com/photo/16117-tus-pies-arde-mi-corazon

My Yoke Is Easy / Mi Yugo es Suave

When I was a kid I always thought this verse was talking about egg yolks and it made no sense to me. Maybe Jesus could make a mean omelet? I wasn’t sure. I have seen lots of different ways people interpret this verse, but the most helpful I have heard is looking at the words quite literally. 

The picture I chose today is of a yoke. This was an instrument that would attach two bulls together so they have double the strength to pull something like a cart. This was a really effective way of plowing that saved a lot of time and effort, until one of the bulls didn’t want to play well with the other. 

Think about it, if one of those bulls decided to move differently or get angry or just do a cold hard stop, it would throw off the entire method. Whoever is being the shepherd, so to speak, would have to stop everything and get them both back in step so that they could accomplish the task at hand. The ease and efficiency is entirely dependent on who you are attached to and whether or not they have the same mindset of the task at hand. 

So how does this apply to our spiritual lives? Well, we are all attached to something. We have allowed something into our lives that pushes or pulls us, makes us stop in our tracks or makes us run faster. Whether it’s a job, a vice, an addiction, or just the struggle of everyday life, these things make us exhausted if we let them take the lead. Our yoke becomes heavy. I can look back on areas of my life where I struggled with certain sins and how they affected every part of my life and made me feel burdened. Bottom line, when we attach ourselves to these things and let them lead, we get into trouble. 

Have you ever broken down into an ugly cry and screamed out for rest? I am pretty sure that has happened a few times since I became a dad. All I need is just another twenty minutes of sleep. We all want to rest even though we have convinced ourselves that if we ever stop then we lose our worth or waste time. But deep down we want to be unburdened. Jesus reminds us in the Gospel today that he is the one who comes to unburden us, to let us rest, to set us free. Who doesn’t want that? 

Imagine Jesus taking whatever it is you are attached to, and detaching it so that he can take its place and start to guide and direct your life. I think this is the purpose of him telling us that his yoke is easy and his burden is light. This is not to say that problems and struggles won’t ever come up, but we will have the divine navigator who will help us through them and give us peace. Let’s all pray for the grace to let go of the things we let lead us, and allow Jesus to take the wheel. 

From all of us here at Diocesan, God bless!

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Cuando era niño, siempre pensaba que este versículo hablaba de las yemas de huevo y no tenía sentido para mí. Tal vez Jesús podría hacer un omelet increíble. No estaba seguro. He oído muchas formas diferentes de interpretar este versículo, pero la más útil que he escuchado es interpretar las palabras literalmente.

La imagen que escogí es un yugo. Era un instrumento que unía a dos toros para que tuvieran doble fuerza para jalar algo como una carretilla. Era una forma efectiva de arar que ahorraba mucho tiempo y esfuerzo, hasta que uno de los toros no quería trabajar bien con el otro.

Piénselo, si uno de los toros decidiera moverse de manera diferente o enojarse o simplemente pararse en seco, arruinaría todo el método. El pastor or el granjero tendría que detener todo y volver a ponerlos al paso para que pudieran cumplir la tarea en cuestión. La facilidad y la eficiencia dependen completamente de a quién esté vinculado y si tienen o no la misma mentalidad sobre la tarea en cuestión.

Entonces, ¿cómo se aplica esto a nuestra vida espiritual? Bueno, todos estamos vinculados a algo. Hemos permitido que algo entre en nuestras vidas que nos empuja o nos jala, nos hace parar en seco o nos hace correr más rápido. Ya que sea un trabajo, un vicio, una adicción o simplemente la lucha de la vida cotidiana, estas cosas nos agotan si dejamos que tomen la iniciativa. Nuestro yugo se vuelve pesado. Recuerdo ciertas áreas en mi vida donde luchaba con ciertos pecados y cómo afectaron cada parte de mi vida y me hicieron sentir agobiado. En pocas palabras, cuando nos apegamos a estas cosas y dejamos que nos dirijan, nos metemos en problemas.

¿Alguna vez has llorado sin parar  pidiendo a gritos el descanso? Estoy seguro de que me ha sucedido algunas veces ahora que soy padre de familia. Solo necesito dormir veinte minutos más. Todos queremos descansar aunque nos hayamos convencido de que si nos detenemos vamos a perder nuestro valor o perder el tiempo. Pero en el fondo no queremos estar cargados. Jesús nos recuerda en el Evangelio de hoy que él viene a descargarnos, a dejarnos descansar, a liberarnos. ¿Quién no quiere eso?

Imagina a Jesús tomando esa cosa a la cual te apegas y apartándola para que él pueda venir y tomar su lugar y comenzar a guiar y dirigir tu vida. Creo que es por eso que nos dice que su yugo es suave y su carga es ligera. Esto no quiere decir que no vayan a surgir problemas y batallas, pero tendremos al navegante divino que nos ayuda a superarlos y nos da la paz. Oremos todos por la gracia de dejar esas cosas que permitimos guiarnos, para permitir que Jesús tome el volante.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: Paul Jai, unsplash.com/photos/Pt9JWmvHbGw

The Lord our Defender / El Señor es Nuestro Defensor

Today’s readings were a bit difficult for me to comprehend at first and I had to research a bit to better understand what God was saying to me. I believe one of the main messages is that God will never abandon those who belong to him.  We are born in His image and likeness and taught compassion and patience. 

As Psalm 94 notes, “Shall he who shaped the ear not hear or he who formed the eye not see?” At the same time, today’s Gospel gives particular reference to little ones, those who with childlike faith are humble, those who rely on God to provide for their needs. By saying “yes” to the Father, Christ epitomizes perfect submission to the Father’s will. 

In the First Reading I believe another one of the main messages is that God can take anything bad and turn it into something good. Assyria is an example in contrast to that of Israel, highlighting the dangers of what may happen when we do not always follow God’s ways.  

In Psalm 94 God recognizes the rebellion of the wicked through their ignorance and arrogance in word and action. The wicked attack the weak and disadvantaged. G. Campbell Morgan states, “In this song we see how the very things which assault faith, and threaten to produce despair, may be made the opportunity for praise, in the place and act of worship.” Let us forever recognize The Lord as our Defender. 

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Al principio las lecturas de hoy me resultaron un poco difíciles de comprender y tuve que investigar un poco para comprender mejor lo que Dios me estaba diciendo. Creo que uno de los mensajes principales es que Dios nunca abandonará a los que le pertenecen. Nacemos en Su imagen y semejanza y nos enseñan compasión y paciencia.

Como dice el Salmo 94: “¿No oirá el que formó el oído, ni verá el que formó el ojo?” Al mismo tiempo, el evangelio de hoy hace una referencia particular a los pequeños, a los que con la fe de los niños son humildes, a los que confían en Dios para proveer sus necesidades. Al decir “sí” al Padre, Cristo personifica la sumisión perfecta a la voluntad del Padre.

En la Primera Lectura creo que otro de los mensajes principales es que Dios puede tomar cualquier cosa mala y convertirla en algo bueno. Asiria es un ejemplo de eso, en contraste con el de Israel, que nos demuestra los peligros que pueden suceder cuando no siempre seguimos los caminos de Dios.

En el Salmo 94 Dios reconoce la rebeldía de los impíos por su ignorancia y arrogancia de palabra y acción. Los malvados atacan a los débiles y desfavorecidos. G. Campbell Morgan afirma: “En esta canción vemos cómo las mismas cosas que atacan la fe y puedan producir desesperación, pueden convertirse en una oportunidad de alabar, en el lugar y acto de adoración”. Reconozcamos siempre al Señor como nuestro Defensor.

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Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.

Feature Image Credit: Luis Ca, www.cathopic.com/photo/3071-jesus-orando-padre

Faithfulness, Repentance, and Salvation / Fidelidad, Arrepentimiento y Salvación

The First Reading today can be a little confusing for those of us who haven’t been reading the book of Isaiah in context. Isaiah is a prophet of God who is constantly calling God’s people to repent of their wicked ways and return to the Lord.

In this excerpt, Isaiah is sent by God to speak to Ahaz, the King of Judah. Ahaz and his people are fearful because their land is under attack. Their hearts  trembled, “as the trees of the forest tremble in the wind.” But God sends Isaiah to tell the King and his people to be courageous and remain tranquil. Through the words of Isaiah, God reveals to Ahaz that their enemies will not triumph over them, but stipulates that Ahaz must be faithful to God. “Unless your faith is firm,” Isaiah tells him, “you will not be firm.”  The book of Isaiah goes on to show that Ahaz and the people of Judah are not faithful to the Lord! Judah is eventually conquered by the Babylonians and taken into captivity.

In the New Testament, God the Father sends not just a prophet, but his only son Jesus Christ to make it clear to all of us that we can be delivered from all of our fears—we can experience safety and freedom—if only we will respond with faith. Not the kind of faith that merely says, “I believe,” but the kind of faith that God wanted from Ahaz. A faith that demonstrates our willingness to forsake our own misguided ways and faithfully follow the One, true God.

In today’s Gospel passage from the book of Matthew, we see that Jesus is clearly expecting a radical response to the miracles he has performed which so often accompany His invitation to repentance and salvation. “Jesus began to reproach the towns where most of his mighty deeds had been done, since they had not repented. ‘Woe to you, Chorazin! Woe to you, Bethsaida!… I tell you, it will be more tolerable for the land of Sodom on the day of judgment than for you.'” 

Jesus couldn’t be more clear. Life and death are hanging in the balance for the people of Chorazin and Bethdsaida. The same choice is given to us. What do we want? Life or death? Will we repent? Will we demonstrate that we believe by returning to the worship and service of the One true God? 

It is God’s mercy that speaks to us in these passages of scripture. Let’s truly repent of our sin, while there is yet time, and allow the Holy Spirit to renew us and change us. By choosing God’s ways over our own ways we can live in freedom from fear and experience authentic peace and eternal salvation.

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La Primera Lectura de hoy puede ser un poco confusa para los que no han estado leyendo el libro de Isaías en contexto. Isaías es un profeta de Dios que llama constantemente al pueblo de Dios a arrepentirse de su maldad y volver al Señor.

En este pasaje, Dios lo envia a Isaías a hablar con Acaz, el Rey de Judá. Acaz y su pueblo tienen miedo porque su tierra está bajo ataque. Sus corazones temblaron, “como los árboles del bosque se estremecen con el viento”. Pero Dios envía a Isaías a decirle al Rey y a su pueblo que sean valientes y permanezcan tranquilos. A través de las palabras de Isaías, Dios le revela a Acaz que sus enemigos no triunfarán sobre él, pero estipula que Acaz debe ser fiel a Dios. “Si tu fe no es firme”, le dice Isaías, “no serás firme”. El libro de Isaías continúa mostrando que Acaz y el pueblo de Judá no son fieles al Señor. Al final, los babilonios conquistan a Judá y lo llevan al cautiverio.

En el Nuevo Testamento, Dios Padre envía no a un profeta, sino a su único hijo Jesucristo para dejarnos claro a todos que podemos ser liberados de todos nuestros temores, podemos experimentar seguridad y libertad, si tan solo lo respondamos con fe. No el tipo de fe que simplemente dice: “Creo”, sino el tipo de fe que Dios quería de Acaz. Una fe que demuestra nuestra disposición de abandonar nuestros propios comportamientos equivocados y seguir fielmente al Único Dios verdadero.

En el pasaje evangélico de hoy del libro de Mateo vemos claramente que Jesús espera una respuesta radical de los milagros que ha realizado que frecuentemente acompañan su invitación al arrepentimiento y a la salvación. “Jesús comenzó a reprochar a los pueblos donde había hecho la mayor parte de sus grandes obras, ya que todavía no se habían arrepentido. ‘¡Ay de ti, Corazín! ¡Ay de ti, Betsaida!… Te digo que será más tolerable para la tierra de Sodoma en el día del juicio que para ustedes.'”

Jesús habla muy claramente. La vida y la muerte penden de un hilo para la gente de Chorazin y Bethdsaida. Nos da la misma decisión a nosotros. ¿Qué queremos? ¿la vida o la muerte? ¿Nos arrepentiremos? ¿Demostraremos que creemos volviendo a la adoración y al servicio del Único Dios verdadero?

Es la misericordia de Dios la que nos habla en estos pasajes de las Escrituras. Arrepintámonos verdaderamente de nuestro pecado, mientras aún haya tiempo, y permitamos que el Espíritu Santo nos renueve y nos cambie. Al elegir los caminos de Dios sobre los nuestros, podemos vivir libres del temor y experimentar la paz auténtica y la salvación eterna.

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Christine Hanus is a thwarted idealist who, nevertheless, lives quite happily in Upstate NY. She is a wife and mother of five grown children.

Feature Image Credit: Jon Tyson, unsplash.com/photos/CYswOLYDUXY

Loving God First / Amar a Dios Primero

This Gospel is challenging. Loving anyone more than I love my family feels impossible. It is hard thinking that God gave me these people to journey through life with only to say “love them but love me more.” 

But that’s exactly how it is. It’s true I love him by loving them, but my goal is to be with him in heaven. We help each other grow in holiness and the goal of marriage is to help your spouse get to heaven but we must always put God first. He even says that if we love our parents or children more than him, we are not worthy of him. 

This isn’t an exhortation to not love my family but an affirmation of how important it is to love God. My heavenly Father must be first in my heart because he ordained it to be that way. In loving God we fulfill our reason for existing. We were created to freely love him and that is where we find true joy and peace.

Yes, we love our husbands and children but we must love God more. We receive the grace to do this through the sacraments. We receive Jesus in Holy Communion and we are reconciled to him in confession. God knows our weaknesses and he sent us his Son to teach us how to love him more. Jesus is a loving and gentle teacher and if we entrust ourselves to him, he will show us how to put our Father first in all we do and are. 

Where in your life do you need to put God first?

Jesus, please teach me how to love you more. Help me to put you first in everything.

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Este Evangelio es un reto. Amar a alguien más que amar a la familia parece imposible. Es difícil pensar que Dios me dio a estas personas para viajar por la vida con solo decir “ámalos pero ámame más”.

Pero así es. Es verdad que amo a Dios amándolos a ellos, pero mi meta es estar con él en el cielo. Nos ayudamos los unos a los otros a crecer en la santidad y el objetivo del matrimonio es ayudar al cónyuge a llegar al cielo, pero siempre debemos poner a Dios primero. Incluso dice que si amamos a nuestros padres o hijos más que a él, no somos dignos de él.

Esto no es una exhortación a no amar a la familia, sino una afirmación de cuán importante es amar a Dios. Mi Padre celestial debe ser primero en mi corazón porque así lo ordenó. Al amar a Dios cumplimos nuestra razón de existir. Fuimos creados para amarlo libremente y ahí es donde encontramos el verdadero gozo y la paz.

Sí, amamos a nuestros esposos e hijos, pero debemos amar más a Dios. Recibimos la gracia de hacer esto a través de los sacramentos. Recibimos a Jesús en la Sagrada Comunión y nos reconciliamos con él en la confesión. Dios conoce nuestras debilidades y nos envió a su Hijo para enseñarnos a amarlo más. Jesús es un maestro amoroso y dulce y si nos encomendamos a él, nos mostrará cómo poner a nuestro Padre en primer lugar en todo lo que hacemos y somos.

¿En qué parte de tu vida necesitas poner a Dios primero?

Jesucristo, por favor, enséñame a amarte más. Ayúdame a ponerte primero en todo.

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Merridith Frediani loves words and is delighted by good sentences. She also loves Lake Michigan, dahlias, the first sip of hot coffee in the morning, millennials, and playing Sheepshead with her husband and three kids. She writes for Catholic Mom, Diocesan.com, and her local Catholic Herald. Her first book Draw Close to Jesus: A Woman’s Guide to Adoration is available at Our Sunday Visitor and Amazon. You can learn more at merridithfrediani.com.

Feature Image Credit: R K, unsplash.com/photos/ngE9ekbCQ-Y

Silence is a Treasure / El Silencio es Un Tesoro

As a young adult fresh out of missionary life, I used to listen frequently to Christian music. I found inspiration and fervor singing along to all the CD’s I had purchased after picking out my favorite tunes on the radio. Certain songs I listened to over and over again, due to their relevance in my life at the time. 

As the seasons of my life changed and I became a wife and mother to a brood of little ones, I realized how precious silence was and stepped away from listening to music. I never turn on the radio anymore and never pop in CD’s. I don’t have a Pandora app on my phone and don’t go to concerts. Any moment of silence is now a treasure.

But I recently started a new job and my coworker enjoys playing Christian music in the background while we work and I realized once again how enriching music can be. For the past few days I have been singing to myself: “All I know is I’m not home yet, this is not where I belong. Take this world and give me Jesus. This is not where I belong…” (song by Building 429) It reminds me over and over again that the only truly important thing in my life is my Lord and my God. 

Today’s readings are full of many such reminders: Moses reminded the people in today’s First Reading: “If only you would heed the voice of the LORD, your God, and keep his commandments and statutes that are written in this book of the law, when you return to the LORD, your God, with all your heart and all your soul.” The Psalm Response proclaims: “Turn to the Lord in your need and you will live.” The Second Reading states: “Christ Jesus is the image of the invisible God, the firstborn of all creation. For in him were created all things in heaven and on earth, the visible and the invisible, whether thrones or dominions or principalities or powers; all things were created through him and for him. He is before all things, and in him all things hold together. He is the head of the body, the church.” And finally, the Gospel reminds us “You shall love the Lord, your God, with all your heart, with all your being, with all your strength, and with all your mind, and your neighbor as yourself.”

All of these words from Sacred Scripture point toward one thing. God is God and I am not. He has everything in the palm of His hand. He’s got this. No matter how messy life gets (or how noisy), He’s got this. 

I pray that each of you may find a few moments of silence to cherish today, and may they be spent in His presence. Who knows, maybe you will even find yourself singing “Take this world and give me Jesus. This is not where I belong…” 

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Como adulta joven que recién había salido de la vida misionera, solía escuchar música cristiana con frecuencia. Encontraba inspiración y fervor cantando todos los CDs que había comprado después de elegir mis canciones favoritas en la radio. Ciertas canciones las escuchaba una y otra vez, por su relevancia en mi vida en aquel momento.

A medida que esta época de mi vida se iba cambiando y me convertí en esposa y madre de varios pequeños, me di cuenta de lo precioso que era el silencio y dejé de escuchar música. Ya nunca enciendo la radio y nunca pongo CDs. No tengo una app de Pandora en mi teléfono y no voy a conciertos. Ahora considero cualquier momento de silencio un tesoro.

Pero recientemente comencé un nuevo trabajo y mi compañera de trabajo disfruta escuchar música cristiana mientras trabajamos y me di cuenta una vez más de lo enriquecedora que puede ser la música. Durante los últimos días me he estado cantando a mí mismo: “Todo lo que sé es que todavía no estoy en casa, no pertenezco en este lugar. Toma este mundo y dame a Jesús. No pertenezco en este lugar…” (canción por Building 429) Me recuerda una y otra vez que lo único que es verdaderamente importante en mi vida es mi Señor y mi Dios.

Las lecturas de hoy están llenas de muchos recordatorios de este tipo: Moisés le recordó al pueblo en la Primera Lectura de hoy: “Si tan solo escucharan la voz de Jehová su Dios, y guardaran sus mandamientos y estatutos que están escritos en este libro de la ley, cuando vuelven al SEÑOR, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma”. El Salmo Responsorial proclama: “Vuelva al Señor en tu necesidad y vivirás”. La Segunda Lectura dice: “Cristo Jesús es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación, porque en él fueron creadas todas las cosas en el cielo y en la tierra, lo visible y lo invisible, sean tronos o dominios o principados o potestades; todas las cosas fueron creadas por medio de Él y para Él. Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas subsisten en Él. Él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia”. Y finalmente, el Evangelio nos recuerda: “Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con todo tu ser, con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a ti mismo”.

Todas estas palabras de la Sagrada Escritura señalan una sola cosa. Dios es Dios y yo no. Él tiene todo en la palma de Su mano. Él lo tiene. No importa cuán desordenada se ponga la vida (o cuán ruidosa), Él lo tiene.

Espero que cada uno de ustedes pueda encontrar unos momentos de silencio para atesorar hoy, y que los pase en Su presencia. Quién sabe, tal vez incluso te encuentres cantando “Toma este mundo y dame a Jesús. No pertenezco en este lugar…”

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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works at for Christian Healthcare Centers, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, runs her own blog at https://togetherandalways.wordpress.com and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Feature Image Credit: Amy Tran, unsplash.com/photos/nHRjqkRIuTE

Fearless / Audaz

Would you invite someone to a task by saying how terrible it’s going to be for them? “It’s a dangerous and difficult job, and people are going to hate you for doing it. They will do all kinds of hurtful things to you. They will even kill you.” Um. I’ll pass on that.

This is what Jesus has just said to his Apostles as he sent them out “as sheep in the midst of wolves” to preach the Gospel. Full disclosure. But in today’s Gospel he is telling them that, even though it truly is a difficult task and they will be opposed and even killed (things that naturally cause fear!), they need not be afraid. But the reasons Jesus gives are not the reasons we might expect.

Jesus does not say that everything will be alright, or that the Apostles will only be threatened but not suffer, or that they will be saved from death at the last moment and defeat every enemy. Surely, Jesus is capable of those things. But those are the images of myths and superheroes, but not the images of the Gospel.

On the contrary, Jesus points to the full reality of being an intentional Christian: the cross of opposition, humiliation, and suffering. The cross demands courage, perseverance, and faithfulness, which are possible when we see the purpose and the goal. So Jesus draws the Apostles toward the antidote to fear: an “eternal perspective,” helping them to see things in full cosmic scale, reminding them that there is so much MORE to reality than we normally consider. He reminds them that ultimately, the spiritual takes precedence over the physical, we must seek the Kingdom first, knowing that our value is exponentially greater than we understand. We are loved and cared for in every detail (the very hairs of our head are numbered!) by the Creator who is also our tender Father, so we need not fear anything but sin.

There is always evil and stupidity in the world, and often this is the noisiest and loudest and gets the most attention. But all the weakness and darkness that lies below the surface of the flashy noise will be revealed in the end, like the “man behind the curtain” projecting “the great and powerful Oz,” and we will see that it is nothing.

On the other hand, the steady and subtle movements of the Spirit of God within us and around us are where our attention should be, as it is this Spirit Who empowers us with every grace and virtue and adorns us with spiritual gifts, so that we are prepared for the eternal Wedding Feast. When we know the radiance for which we are created, we fear nothing on this earth. When our treasure is in Heaven and our eyes are fixed on the Heart of God, we will persevere through every difficulty until we are finally safe at Home.

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¿Invitarías a alguien a hacer algo presentándolo como algo terrible para ellos? “Es un trabajo peligroso y difícil, y la gente te va a odiar por hacerlo. Te harán todo tipo de cosas hirientes. Incluso te matarán”. Um…. no gracias.

Esto es lo que acaba de decir Jesús a sus Apóstoles cuando los envió “como ovejas en medio de los lobos” a predicar el Evangelio. La divulgación completa. Pero en el Evangelio de hoy les está diciendo que, aunque verdaderamente es una tarea difícil y se les opondrán e incluso los matarán (¡cosas que naturalmente causan miedo!), no deben tener miedo. Pero las razones que da Jesús no son las razones que podríamos esperar.

Jesús no dice que todo va a estar bien, o que los Apóstoles sólo van a ser amenazados pero no van a sufrir, o que van a ser salvados de la muerte en el último momento y vencerán a todos los enemigos. Seguramente, Jesús es capaz de esas cosas. Pero son imágenes de mitos y superhéroes, no del Evangelio.

Por el contrario, Jesús señala la plena realidad de ser un cristiano intencional: la cruz de la oposición, la humillación y el sufrimiento. La cruz exige valor, perseverancia y fidelidad, lo cuales son posibles cuando vemos el propósito y la meta. Así que Jesús atrae a los Apóstoles hacia el antídoto contra el miedo: una “perspectiva eterna”, ayudándoles a ver las cosas en su escala cósmica completa, recordándoles que hay mucho MÁS en la realidad de lo que normalmente consideramos. Les recuerda que en última instancia, lo espiritual tiene prioridad sobre lo físico, debemos buscar primero el Reino, sabiendo que nuestro valor es exponencialmente mayor de lo que entendemos. Somos amados y cuidados en cada detalle (¡los mismos cabellos de nuestra cabeza están contados!) por el Creador, quien también es nuestro  Padre tierno, por lo que no debemos temer nada, menos el pecado.

Siempre hay maldad y estupidez en el mundo y, a menudo, esto es lo más escandaloso y ruidoso y recibe la mayor atención. Pero toda la debilidad y la oscuridad que yace debajo de la superficie de la bulla se revelará al final, como el “hombre detrás de la cortina” que proyecta “el gran y poderoso Oz” , y veremos que no es nada.

Por otro lado, nuestra atención debe estar en los movimientos constantes y sutiles del Espíritu de Dios dentro de nosotros y alrededor de nosotros, ya que es este Espíritu quien nos fortaleza con toda gracia y virtud y nos adorna con dones espirituales, para que podamos ser preparados para la eterna Fiesta de Bodas. Cuando reconozcamos el resplandor para que fuimos creados, no tenemos nada que temer en esta tierra. Cuando nuestro tesoro esté en el Cielo y nuestros ojos estén fijados en el Corazón de Dios, vamos a perseverar a pesar de cualquier dificultad hasta que finalmente estemos seguros en nuestro hogar celestial.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and four grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Joshua Earle, unsplash.com/photos/Dwheufds6kQ

God Alone / Solo Dios

Our readings begin with a clear reminder of God’s all-encompassing providence: “Because of me you bear fruit!” (Hos. 14:9). We hear this theme echoed throughout Scripture, especially in Jesus: “Without me, you can do nothing” (John 15:5).

Like the Israelites in the First Reading, we may think that the works of our hands, our ingenuity, or other nations will be our salvation, providing for us all that we need and giving us the strength to be morally upright and happy. Consider our dependence on technology, news, and scientific knowledge to give our lives meaning. We may not realize it at each moment, but we have a difficult time acknowledging God’s sovereignty and providence in practice.

God’s providence is not something distant. It is necessary for us to exist in the first place — without God allowing us to share in His existence we would not be here. Crippled as we are by Original Sin, we also need God’s providence to be forgiven and even to bear fruit in the first place. This is what our first two readings remind us of.

Once we have acknowledged our guilt and our trust in finite things instead of in the infinite God, there is still much work to be done for the kingdom. This is where we find ourselves in the Gospel. The Holy Spirit takes care of His people and enables them to witness, but we need to trust in Him. Again we run into the temptation to think that if our needs appear satisfied by the things of this world, we do not need God.

Ultimately, as Cardinal Robert Sarah is fond of saying, the choice is between God or nothing. The Lord made the heavens and the earth and all that is in them, and He keeps them running harmoniously, actively providing for the things He has created. We can acknowledge that or not, but He is working regardless. As Hosea says, “Straight are the paths of the Lord, in them the just walk, but sinners stumble in them” (Hos 14:10). We are all governed by God’s providence, but we reap the benefits of His care to the degree that we follow His way. If we ignore Him, we stumble.

Since He provides us with the grace we utterly depend upon, God deserves our constant praise. As Jesus and the Psalmist imply, this praise ought to extend to everything that comes our way, not just what comes in good times. God directs all things in the universe. We cannot forget that although He does not create or will evil, He permits it as a consequence of the free will He gives us. On the Cross, He showed us that He desires to bring good out of every evil, no matter the agony in the moment.

We have a powerful reminder today that without God, we cannot even begin to be good, fruitful, or happy, let alone exist in the first place. He provides us with more than we need. Let us praise Him for His wonderful providence, and trust that whatever comes our way, the Lord intends it to work for our good.

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Las lecturas de hoy comienzan con un claro recordatorio de la providencia abundante de Dios: “¡Gracias a mí lleváis fruto!” (Oseas 14:9). Escuchamos este tema repetido a lo largo de las Escrituras, especialmente en referencia a Jesús: “Separados de mí, nada podéis hacer” (Juan 15:5).

Como los israelitas en la Primera Lectura, podemos pensar que las obras de nuestras manos, nuestro ingenio o las de otras naciones serán nuestra salvación, proveyéndonos todo lo que necesitamos y dándonos la fuerza para ser moralmente rectos y felices. Considere nuestra dependencia en la tecnología, las noticias y el conocimiento científico para dar sentido a nuestras vidas. Puede que no nos demos cuenta en cada momento, pero en la práctica nos cuesta reconocer la soberanía y la providencia de Dios.

La providencia de Dios no es algo lejano. Es necesario que existamos en primer lugar, sin que Dios nos permita compartir Su existencia, no estaríamos aquí. Somos discapacitados por el pecado original y también necesitamos la providencia de Dios para ser perdonados e incluso para dar fruto desde un principio. Las dos primeras lecturas nos recuerdan de esto.

Una vez que hemos reconocido nuestra culpa y nuestra confianza en las cosas finitas en lugar de en el Dios infinito, todavía queda mucho trabajo por hacer para el reino. Aquí es donde nos encontramos en el Evangelio. El Espíritu Santo cuida a Su pueblo y lo capacita para testificar, pero tenemos que confiar en Él. Nuevamente caemos en la tentación de pensar que si nuestras necesidades parecen satisfechas por las cosas de este mundo, no necesitamos a Dios.

Al fin y al cabo, como le gusta decir al Cardenal Robert Sarah, escogemos entre Dios o nada. El Señor hizo los cielos y la tierra y todo lo que hay en ellos, y los mantiene funcionando armoniosamente, proveyendo activamente para las cosas que Él ha creado. Podemos reconocer eso o no, pero Él está obrando a pesar de todo. Como dice Oseas: “Derechas son las sendas del Señor, por ellas andan los justos, pero en ellas tropiezan los pecadores” (Os 14,10). Todos estamos gobernados por la providencia de Dios, pero cosechamos los beneficios de Su cuidado en la medida en que seguimos Su camino. Si lo ignoramos, tropezamos.

Dado que Él nos proporciona la gracia de la que dependemos por completo, Dios merece nuestra alabanza constante. Como lo insinúan Jesús y el salmista, esta alabanza debe extenderse a todo lo que se nos presenta, no solo a lo que se presenta en los buenos tiempos. Dios dirige todas las cosas en el universo. No podemos olvidar que aunque Él no crea ni quiere el mal, lo permite como consecuencia del libre albedrío que nos da. En la Cruz, Él nos mostró que desea sacar el bien de cada mal, sin importar la agonía del momento.

Hoy tenemos un poderoso recordatorio de que sin Dios, ni siquiera podemos comenzar a ser buenos, fructíferos o felices, y mucho menos existir en primer lugar. Él nos proporciona más de lo que necesitamos. Alabemos a Dios por Su maravillosa providencia, y confiemos en que cualquier cosa que se nos presente, el Señor tiene la intención de que obre para nuestro bien.

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David Dashiell is a freelance writer, editor, and proofreader based in the Pittsburgh, Pennsylvania area. His writing has been featured in Crisis Magazine and The Imaginative Conservative, and his editing is done for a variety of publishers, such as Sophia Institute and Scepter. He can be reached at ddashiellwork@gmail.com.

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