The Feast of St. Jude / La Fiesta de San Judas

The Feast of St. Jude has always been one of my favorite days. Not only did I grow up in St. Jude Parish and attend elementary school there, I also feel the need to invoke his name with certain frequency. Because life seems to throw us our fair share of seemingly impossible cases, doesn’t it? 

Several months back our family went through such a time. I very unexpectedly lost my job. Being the sole breadwinner for our family of seven, it seemed that life as we knew it was coming to an end. I mean, we were just barely getting by as it was, how were we supposed to make ends meet with even less income? Where was God in all this? 

Turns out, He was just about everywhere. After my tears were dried and my shock began to wear off, I immediately put the word out to family and friends. Not only did some of them send generous gifts, but others offered me side jobs or more hours at what I was already doing. Leads and suggestions began to pour in from concerned acquaintances. 

But God had even more in store than simply helping me find employment. He had some work to do in my soul. By allowing me more time for prayer, I was able to dig deeply into some dusty corners of my interior and sweep out the cobwebs. I have to admit, some days it felt like He was giving me a darn good spanking! But I realized some mistakes I had made and some behaviors that needed changing. In the end, all I could do was thank Him for His gifts and blessings!

Just as in today’s Gospel Jesus went up to the mountain to pray and then chose His disciples, I felt like I was being asked to come away in prayer and then being called to something greater. Not just a job to help us survive, but a mission to help us thrive

Our first reading states “…Christ Jesus himself [i]s the capstone. Through him the whole structure is held together and grows into a temple sacred in the Lord; in him you also are being built together into a dwelling place of God in the Spirit.” That’s exactly what I had been missing! I was trying to build up the structure of my family’s well-being based on my own strength and we were crumbling to pieces! I forgot something so central to our existence. Jesus himself is the cornerstone. 

What is it you are going through today? Do you feel like you are experiencing a situation that is seemingly impossible? Do you need a gentle reminder that God is at the center and in the midst of it all? Let us invoke today’s patron saint and take heart, for “God is even closer to us than we are to ourselves” (source unknown).

Contact the Author


La Fiesta de San Judas siempre ha sido uno de mis días favoritos. No sólo crecí en la parroquia de San Judas y asistí a la escuela primaria allí, también siento la necesidad de invocar su nombre con cierta frecuencia. Porque la vida parece lanzarnos una buena cantidad de casos aparentemente imposibles, ¿verdad?

Hace varios meses nuestra familia pasó por un momento así. Perdí mi trabajo muy inesperadamente. Siendo la única que mantenía económicamente a nuestra familia de siete personas, parecía que la vida tal como la conocíamos estaba llegando a su fin. O sea, ya estábamos con las ajustas y ¿cómo se suponía que íbamos a pagar los gastos con aún menos ingresos? ¿Dónde se encontraba Dios en todo esto?

Resulta que se encontraba en todas partes. Después de que mis lágrimas se secaron y mi conmoción comenzó a desaparecer, inmediatamente pasé la voz a familiares y amigos. Algunos de ellos me enviaron donativos generosos, otros me ofrecieron trabajos secundarios o más horas en lo que ya estaba haciendo. Empezaron a llegar posibilidades de trabajo y sugerencias de conocidos preocupados.

Pero Dios tenía reservado aún más que simplemente ayudarme a encontrar empleo. Tenía que hacer algo en mi alma. Al permitirme más tiempo para la oración, pude escarbar profundamente en algunos rincones polvorientos de mi interior y barrer las telarañas. ¡Tengo que admitir que algunos días sentí que me estaba dando una buena paliza! Pero me di cuenta de algunos errores que había cometido y algunos comportamientos que necesitaban cambiar. Al final, ¡lo único que pude hacer fue agradecerle por sus dones y bendiciones!

Así como en el Evangelio de hoy, Jesús subió a la montaña para orar y luego eligió a sus discípulos, sentí que me pedía que saliera a orar y luego me llamaba a algo más grande. No solo un trabajo para ayudarnos a sobrevivir, sino una misión para ayudarnos a prosperar.

Nuestra primera lectura dice: “…Cristo Jesús [es] la piedra angular. Sobre Cristo, todo el edificio se va levantando bien estructurado, para formar el templo santo del Señor, y unidos a él también ustedes se van incorporando al edificio, por medio del Espíritu Santo, para ser morada de Dios.” ¡Eso es exactamente lo que no entendía! ¡Estaba intentando construir la estructura del bienestar de mi familia basada en mi propia fuerza y nos estábamos ahogando! Me olvidé de algo tan central a nuestra existencia. Jesús mismo es la piedra angular.

¿Por qué tipo de momento estás pasando hoy día? ¿Sientes que estás dentro de una situación que parece imposible? ¿Necesitas un recordatorio de que Dios está en el centro y en medio de todo? Invoquemos al santo patrón de hoy y nos alentamos, porque “Dios está aún más cerca de nosotros que nosotros mismos” (fuente desconocida).

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: dodo71, pixabay.com/photos/stained-glass-window-church-4576516


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

It’s the Simple Things / Las Cosas Sencillas

It was another Sunday morning and we had all five kids in tow. The oldest in his inquisitive preteen stage asking me questions during the whole Mass. My timid one asking me over and over again if we could move up to the balcony so that there wouldn’t be so many people around. My youngest two boys elbowing and shoving each other because they both wanted to sit next to mommy. And my baby girl getting on and off laps, pulling hymnals in and out of the holders and wandering in and out of the pew. 

Most often it feels like a train wreck. A constant refereeing of little ones just to keep them quiet so they won’t disturb those around us. Constantly reminding them to pay attention and listen because these are the greatest moments they will be living all week, something far greater than video games or Avenger movies. 

But every once in a while, someone behind us gives us a compliment. “What a beautiful family you have!” “Your kids are so well-behaved.” “Well done on keeping the peace.” or “They are all so adorable, you’re doing great.” And it’s then that I realize once again that the simple things in life mean so much.

Today is the Feast of St. Pius of Pietrelcina, usually known as Padre Pio. Although he was granted the extraordinary grace of bearing the wounds of Christ, the stigmata, he lived a very simple life. He began by saying Mass at 5am and then spent most of the day hearing confessions. Although he was very sought after, he did not fall into pride or seek public attention. In fact, he rarely left the friary. 

In today’s Gospel, Jesus uses a simple image to describe how we can bear fruit, by planting seed in rich soil. We all have a basic concept of how gardening works. The more a seed is watered and fertilized and receives sunlight, the better it grows. The same is true for our hearts. The more it is nourished to become receptive to God’s word, the more fruit it bears within us. 

So let us not discount the simple things in life. Let us learn from them and take them in and truly allow ourselves to be transformed by them, so that we too may bear much fruit. 

Contact the Author


Era otro domingo por la mañana y traimos a los cinco hijos con nosotros. El mayor en su etapa inquisitiva de preadolescente haciéndome preguntas durante toda la Misa. Mi hijo tímido preguntándome una y otra vez si podíamos subir al balcón para que no hubiera tanta gente a su alrededor. Mis dos hijos menores se daban codazos y empujones porque ambos querían sentarse al lado de su mamá. Y mi niña pequeña subiendo y bajando de nuestras piernas, sacando y poniendo himnarios de los soportes y entrando y saliendo del banco.

La mayoría de las veces se siente como un choque de trenes. Un constante arbitraje de los más pequeños para que se queden callados y no molesten a los que nos rodean. Recordándoles constantemente que presten atención y escuchen porque estos son los mejores momentos que vivirán durante toda la semana, algo mucho más grande que los videojuegos o las películas de los Avengers.

Pero de vez en cuando, alguien detrás de nosotros nos hace un cumplido. “¡Qué hermosa familia tienes!” “Tus hijos se portan muy bien”. “Bien hecho por mantener la paz”. o “Son todos tan adorables, lo estás haciendo muy bien”. Y es entonces cuando me doy cuenta una vez más de que las cosas simples de la vida significan mucho.

Hoy es la fiesta de San Pío de Pietrelcina, generalmente conocido como Padre Pío. Aunque se le concedió la gracia extraordinaria de llevar las heridas de Cristo, los estigmas, vivió una vida muy sencilla. Comenzaba celebrando Misa a las 5 am y luego pasaba la mayor parte del día escuchando confesiones. Aunque era muy buscado, no caía en el orgullo ni buscaba la atención del público. De hecho, rara vez salía del convento.

En el Evangelio de hoy, Jesús utiliza una imagen sencilla para describir cómo podemos dar fruto, plantando semillas en tierra fértil. Todos tenemos un concepto básico de cómo funciona la jardinería. Mientras más se riega y fertiliza una semilla y recibe luz solar, mejor crece. Lo mismo es cierto para nuestros corazones. Mientras más se nutre para volverse receptivo a la palabra de Dios, más fruto da dentro de nosotros.

Así que no descartemos las cosas sencillas de la vida. Aprendamos de ellos, asumámoslos y dejémonos verdaderamente transformar por ellos, para que también nosotros podamos dar mucho fruto.

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Brigitte Tohm, unsplash.com/photos/EAay7Aj4jbc


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Pouring Rain / Lluvia Torrencial

We’ve all heard the cliche, “When it rains, it pours”, usually referring to times of particular hardship. But what happens when it literally pours rain and there’s nothing you can do about it? 

Several months ago, we began noticing black mold spots on our ceiling. After three evaluations, we finally got down to the bottom of the issue. Our attic lacked insulation and ventilation which was causing condensation and moisture to build up. The heat from our house was rising into the attic from the lack of insulation and the heat was getting trapped in there from the lack of ventilation. Since the roof was showing signs of wear and tear, we decided to do the whole kit and kaboodle at once.

When the workers arrived, they jumped right in, tearing off the old materials but when it came time to put the new shingles on, the din came to stop. Big problem. The delivery person dropped off the wrong load of supplies. Work was halted and my roof was covered with thin plastic and tar paper. The only problem was, it poured like crazy all weekend. One by one, we began noticing new wet spots on our ceilings as the water seeped through and the rain continued to fall. Workers arrived at all hours, feverishly attempting to stop further damage. Finally, Monday dawned bright and clear and they were able to finish the job. 

What can we do when the rain pours into our lives or perhaps quite literally on our heads? I tend to try to take control of the situation and look for a solution and I can get frustrated if one isn’t apparent or feasible. Other times, I simply shake my head and laugh because there is absolutely nothing I can do about it. 

It seems as if the Pharisees in today’s Gospel were trying to take control of the situation as well. They were accusatory as they questioned him, “Why are you doing what is unlawful on the sabbath?” And Jesus ends his reply by simply stating: “The Son of Man is lord of the sabbath.”

And that is the answer to the storms in our lives as well. The Son of Man is not only Lord of the sabbath, but of our lives as well. So as the first reading reminds us, let us “persevere in the faith, firmly grounded, stable, and not shifting from the hope of the Gospel”. He is in charge. He is in control. He’s got this. No matter how hard the rain falls. 

Contact the Author


Todos hemos escuchado el cliché, “Cuando llueve, llueve a cántaros”, que generalmente se refiere a momentos de especial dificultad. Pero, ¿qué sucede cuando, literalmente, llueve a cántaros y no hay nada que puedas hacer al respecto?

Hace varios meses, comenzamos a notar manchas negras de moho en nuestro techo. Después de tres evaluaciones, finalmente descubrimos el problema. Nuestro ático carecía de aislamiento térmico y ventilación, lo que provocaba la acumulación de condensación y humedad. El calor de nuestra casa subía hacia el ático por la falta de aislamiento y el calor quedaba atrapado allí por la falta de ventilación. Como el techo mostraba signos de desgaste, decidimos reparar todo de una vez.

Cuando llegaron los trabajadores, se lanzaron de inmediato, arrancando los materiales viejos, pero cuando llegó el momento de colocar las tejas nuevas, el ruido se detuvo. Hubo un gran problema. El repartidor dejó la carga incorrecta de suministros. El trabajo se detuvo cubrieron mi techo con plástico delgado y papel alquitranado. El único problema fue que llovió muchísimo todo el fin de semana. Uno por uno, comenzamos a notar nuevos puntos húmedos en nuestros techos a medida que el agua se filtraba y la lluvia seguía cayendo. Los trabajadores llegaban a todas horas, intentando febrilmente detener más daños. Finalmente, el lunes amaneció brillante y claro y pudieron terminar el trabajo.

¿Qué podemos hacer cuando la lluvia cae sobre nuestras vidas o tal vez literalmente sobre nuestras cabezas? Tiendo a tratar de tomar el control de la situación y buscar una solución y puedo frustrarme si una no es aparente o factible. Otras veces, simplemente niego con la cabeza y me río porque no hay absolutamente nada que pueda hacer al respecto.

Parece como si los fariseos en el Evangelio de hoy también estuvieran tratando de tomar el control de la situación. Fueron acusadores cuando le preguntaron: “¿Por qué hacen lo que está prohibido hacer en sábado?” Y Jesús termina su respuesta afirmando simplemente: “El Hijo del hombre también es dueño del sábado”.

Y esa es también la respuesta a las tormentas en nuestras vidas. El Hijo del Hombre no sólo es Señor del sábado, sino también de nuestras vidas. Por eso, como nos recuerda la primera lectura, “permanezcan firmemente cimentados en la fe y no se dejen apartar de la esperanza que les dio el Evangelio”. Él está a cargo. Él tiene el control. Él tiene esto. No importa lo fuerte que caiga la lluvia.

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Inge Maria, unsplash.com/photos/pv2ZlDfstXc


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Give Thanks to the Lord With All Your Heart / Den Gracias al Señor de Todo Corazón

It’s hard to believe, but summer is winding down already. It seems like just yesterday that the snow was finally behind us and my kids were actually ASKING to go outside, instead of us telling them to. It was as if the higher temperatures and sunshine beckoned us out to take part in it, to receive the warmth of God’s love in the beauty of nature. 

But by now we may be on the opposite end of the spectrum. Tired of being hot and sweaty. Tired of the lack of a more structured schedule. Tired of trying to entertain our kids in order to avoid that oh-so-frequent complaint of “I’m booored!” Tired of paying the elevated electric bill. Tired of being tired. 

Or maybe we are feeling a sense of sadness for all the opposite reasons. Maybe we don’t want the summer to end. Maybe we love the heat. Maybe we have a pool or live on a lake and are able to enjoy the short summer months to the fullest. Maybe we feel more fully alive from all the extra Vitamin D. 

Yet, whether we are feeling relieved or a little depressed, we are able to understand that this, like many things in life, is a season. A season that is only for a time, one that will transform and change into another season, much like the leaves change on the trees. And each of these seasons offer us an opportunity to lean into all the graces they offer. They offer us the opportunity for personal growth and growth in our personal relationship with God. 

Lately, I have been trying to teach my kids to be grateful. Not to ask me for more and more, or to complain about what they want, but to simply be grateful for all that they have. I would encourage you to do the same during this time of changing seasons. Let us exclaim with the Psalmist: “I will give thanks to you, O LORD, with all my heart, for you have heard the words of my mouth; in the presence of the angels I will sing your praise; I will worship at your holy temple. I will give thanks to your name, because of your kindness and your truth: When I called, you answered me; you built up strength within me.”

And once our mindset has transformed into an attitude of gratitude, we can spontaneously proclaim like St. Paul in our second reading: “Oh, the depth of the riches and wisdom and knowledge of God!”

Contact the Author


Es difícil de creer, pero el verano ya está llegando a su fin. Parece que fue ayer cuando finalmente dejamos atrás la nieve y mis hijos PEDÍAN salir a jugar afuera en lugar de que nosotros les dijéramos que lo hicieran. Fue como si las altas temperaturas y la luz del sol nos invitaran a participar, a recibir el calor del amor de Dios en la belleza de la naturaleza.

Pero ahora podemos estar en el extremo opuesto del espectro. Cansados de estar caliente y sudoroso. Cansados de la falta de un horario más estructurado. Cansados de tratar de entretener a nuestros hijos para evitar esa queja tan frecuente de “¡Estoy aburriiiido!” Cansados de pagar la factura eléctrica elevada. Cansados de estar cansados.

O tal vez estamos sintiendo una sensación de tristeza por todas las razones opuestas. Tal vez no queremos que termine el verano. Tal vez nos encanta el calor. Tal vez tengamos una piscina o vivamos al borde de un lago y podamos disfrutar al máximo de los cortos meses de verano. Tal vez nos sentimos más vivos con toda la vitamina D adicional.

Sin embargo, ya sea que nos sintamos aliviados o un poco deprimidos, podemos entender que esto, como muchas cosas en la vida, es una temporada. Una estación que es solo por un tiempo, una que se transformará y cambiará en otra estación, al igual que las hojas cambian en los árboles. Y cada una de estas estaciones nos ofrece la oportunidad de apoyarnos en todas las gracias que ofrecen. Nos ofrecen la oportunidad de crecimiento personal y crecimiento en nuestra relación personal con Dios.

Últimamente, he estado tratando de enseñar a mis hijos a ser más agradecidos. Para dejar de pedirme más y más, y dejar de quejarse de lo que quieren, y simplemente ser agradecidos de todo lo que sí tienen. Les animo a que hagan lo mismo durante este tiempo de cambio de estaciones. Exclamemos con el salmista: “De todo corazón te damos gracias, Señor, porque escuchaste nuestros ruegos. Te cantaremos delante de tus ángeles, te adoraremos en tu templo. Señor, te demos gracias por tu lealtad y por tu amor; siempre que te invocamos, nos oíste y nos llenaste de valor.”

Y una vez que nuestra mentalidad se haya transformado en una actitud de gratitud, podemos proclamar espontáneamente como San Pablo en nuestra segunda lectura: “¡Qué inmensa y rica es la sabiduría y la ciencia de Dios!”

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Guillaume de Germain, unsplash.com/photos/rEVQCk1dqrA


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Grief and Joy / Pena y Alegría

Today is the Feast of one of my favorite saints, Maximilian Kolbe. I am always so inspired by the ultimate sacrifice he made for a fellow prison, one that he probably didn’t even know. As a father was about to be executed, leaving his children without a dad and his wife without a husband, Maximilian stepped forward and said, “I am a Catholic priest, take me instead.” He always strikes me as the epitome of Christlike-ness. He gave his life for another, just as Christ did on the cross. 

My children were given a children’s book of modern saints and Maximilian is among them. Half of his body is depicted as clothed in brown religious garb and the other half in the black and white stripes of a prisoner’s jumpsuit. He was both at the same time. He lived his vocation, his prayerfulness, and his generosity even while imprisoned, perhaps even more fully while imprisoned. I can just imagine him granting hope and encouragement to those who were disheartened by their impending fate. I can imagine him huddling with a tearful family to pray with them. 

This day always brings me a tinge of sadness thinking about the reality of those people in the concentration camp, but for another reason also. It is my youngest brother’s birthday. He is homeless and no one has heard from him in months. He had a phone for a few days and lost it. He was in rehab for a few months and left. He used to call us sometimes and then stopped. No one knows where he is and whether he is alive or dead.  

Today’s Gospel states: “’The Son of Man is to be handed over to men, and they will kill him, and he will be raised on the third day.’ And they were overwhelmed with grief.” (Matt 17:23-24) Jesus’ disciples were overcome with grief at his impending fate, just as the prisoners were, just as sometimes I feel like I am. 

But we must not overlook that last part of Jesus’ comment. “He will be raised on the third day.” And that is the reason we cannot remain in our grief for long. Because of Jesus’ resurrection, Maximilian knew where he was going. If my brother has remained steadfast in his faith, I know where he is going too. It is ok to grieve. It is human, compassionate and normal. Yet, the hope that the resurrection grants us moves us beyond sadness into rejoicing. 

So whatever saddens you today, may the Holy Spirit breathe into you a sense of hope that turns to joy. For we know that one day we will be right there alongside Maximilian, alongside our loved ones and most importantly, alongside Jesus in heaven. 

Contact the Author


Hoy es la fiesta de uno de mis santos favoritos, Maximiliano Kolbe. Siempre estoy tan inspirado por el sacrificio enorme que hizo por un compañero de prisión, uno que seguramente ni conocía. Cuando un padre de familia estaba a punto de ser ejecutado, dejando a sus hijos sin papá y a su esposa sin esposo, Maximiliano se acercó y dijo: “Soy un sacerdote católico, llévame a mí en su lugar”. Siempre me parece el epítome de la semejanza a Cristo. Dio su vida por otro, tal como lo hizo Cristo en la cruz.

A mis hijos les regalaron un libro infantil de santos modernos y Maximiliano está entre ellos. La mitad de su cuerpo está vestido con un atuendo religioso marrón y la otra mitad con las rayas blancas y negras del mono de un prisionero. Era ambos al mismo tiempo. Vivió su vocación, su oración y su generosidad incluso mientras estaba encarcelado, quizás aún más plenamente allí. Puedo imaginarlo dando esperanza y aliento a aquellos que estaban desanimados por su destino inminente. Lo puedo imaginar abrazando a una familia llorosa para orar con ellos.

Este día siempre me trae un poco de tristeza pensando en la realidad de aquellas personas en el campo de concentración, pero por otra razón también. Es el cumpleaños de mi hermano menor. Viven en la calle y nadie ha sabido nada de él por varios meses. Tuvo un teléfono durante unos días y lo perdió. Estuvo en rehabilitación durante unos meses y se fue. Solía llamarnos de vez en cuando y dejó de hacerlo. Nadie sabe dónde está y si está vivo o muerto.

El Evangelio de hoy dice: “‘El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo van a matar, pero al tercer día va a resucitar’. Al oír esto, los discípulos se llenaron de tristeza.” (Mateo 17,23-24) Los discípulos de Jesús estaban abrumados por el dolor por su destino inminente, al igual que los prisioneros, al igual que a veces siento que lo estoy yo.

Pero no debemos pasar por alto esa última parte del comentario de Jesús. “Al tercer día va a resucitar.” Y por eso no podemos permanecer en nuestro dolor por mucho tiempo. Debido a la resurrección de Jesús, Maximiliano sabía adónde iba. Si mi hermano se ha mantenido firme en su fe, yo también sé adónde va. Está bien llorar. Es humano, compasivo y normal. Sin embargo, la esperanza que nos da la resurrección nos mueve más allá de la tristeza hacia el regocijo.

Entonces, sea lo que sea que te entristezca hoy, que el Espíritu Santo sople en ti un sentido de esperanza que se convierta en alegría. Porque sabemos que un día estaremos allí junto a Maximiliano, junto a nuestros seres queridos y, lo más importante, junto a Jesús en el cielo.

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Alex OToole, unsplash.com/photos/o-WfvfNraxQ


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

St. Kateri Tekakwitha / Santa Kateri Tekakwitha

Today is the feast of St. Kateri Tekakwitha. She has always been one of my favorites for some rather shallow reasons… because I have a niece named Kateri and because I just love pronouncing that rather strange sounding Native American name: Tekakwitha! Even though my niece’s middle name is not Tekakwitha, I always call her Kateri Tekakwitha anyway, just so I can feel it roll off my tongue. 

In all seriousness, Kateri is an amazing saint. Can you imagine growing up among a rather violent tribe, among pagans, losing your parents, losing most of your vision, being left with unsightly scars on your face and still going on to love and serve God? I mean, how did she even understand the Black Robes who came to evangelize? How did she learn the language? How did she comprehend the goodness of our God so deeply that she fled from her native people in order to practice her faith more freely?

Her faith was truly a gift to her, and her example is truly a gift to us. God’s love overcomes all barriers and all obstacles. God calls us and seeks us out, no matter what our circumstances may look like. 

Today’s Gospel seems to describe Kateri’s situation perfectly: “Jesus said to his Apostles: ‘Behold, I am sending you like sheep in the midst of wolves; so be shrewd as serpents and simple as doves. But beware of men, for they will hand you over to courts and scourge you in their synagogues, and you will be led before governors and kings for my sake as a witness before them and the pagans.’”

It goes on to say: “Brother will hand over brother to death, and the father his child; children will rise up against parents and have them put to death. You will be hated by all because of my name, but whoever endures to the end will be saved. When they persecute you in one town, flee to another.”

Nothing about this sounds very pleasant to me. It doesn’t sound comfortable or easy, but then again, Jesus never promised it would be. May St. Kateri’s example motivate us to do whatever is necessary to grow closer to Jesus. Whether you be sent to hostiles or handed over to the justice system, whether your own family members persecute you or hate you or you be forced to move away… if you endure to the end, you will be saved. 

And in the end, that is all that we truly seek, to be saved by our loving God and spend eternity in His arms. 

Contact the Author


Hoy es la fiesta de Santa Kateri Tekakwitha. Ella siempre ha sido una de mis favoritas por unas razones bastante superficiales… porque tengo una sobrina llamada Kateri y porque me encanta pronunciar ese nombre nativo americano que suena bastante extraño: ¡Tekakwitha! Aunque el segundo nombre de mi sobrina no es Tekakwitha, siempre la llamo Kateri Tekakwitha de todos modos, solo para sentirlo salir de mi lengua.

Hablando en serio, Kateri es una santa asombrosa. ¿Te imaginas crecer entre una tribu bastante violenta, entre paganos, perder a tus padres, perder la mayor parte de tu visión, quedarte con cicatrices antiestéticas en la cara y seguir amando y sirviendo a Dios? O sea, ¿cómo pudo entender a los sacerdotes que vinieron a evangelizar? ¿Cómo aprendió el idioma? ¿Cómo comprendió tan profundamente la bondad de nuestro Dios que huyó de su pueblo natal para practicar más libremente su fe?

Su fe fue verdaderamente un regalo para ella, y su ejemplo es realmente un regalo para nosotros. El amor de Dios supera todas las barreras y todos los obstáculos. Dios nos llama y nos busca, sin importar cuáles sean nuestras circunstancias.

El Evangelio de hoy parece describir perfectamente la situación de Kateri: “En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: ‘Yo los envío como ovejas entre lobos. Sean, pues, precavidos como las serpientes y sencillos como las palomas. Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos.”

Sigue diciendo: “El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin, se salvará. Cuando los persigan en una ciudad, huyan a otra.”

Ninguna parte de esto me suena agradable. No suena cómodo ni fácil, pero, de nuevo, Jesús nunca prometió que lo sería. Que el ejemplo de Santa Kateri nos motive a hacer lo que sea necesario para acercarnos más a Jesús. Ya sea que te envíen a hostiles o te entreguen al sistema de justicia, ya sea que tus propios familiares te persigan o te odien o te obliguen a marcharte… si perseveras hasta el final, te salvarás.

Y al final, eso es todo lo que verdaderamente buscamos, ser salvados por nuestro amoroso Dios y pasar la eternidad en Sus brazos.

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: MJ Tangonan, unsplash.com/photos/zv2tXjbDqg8


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works at for Christian Healthcare Centers, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, runs her own blog at https://togetherandalways.wordpress.com and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Praise the Lord / Alaba al Señor

I know there are people who think I’m crazy because I enjoy living in Michigan, which is likened to a frozen, sunless tundra for close to half of the year. I always explain to them that I love the change of seasons, the abundance of tall trees, the lakes and rivers, and the fact that it was tucked between the Great Lakes and doesn’t often have tornadoes and never has hurricanes. 

But one of the main reasons I like Michigan is because of the milder summers. My family loves to be outside, but my husband and kiddos do not do well in the heat. I lived in Kentucky for several years and I remember opening my door at 8am to go to work and being hit with a blast of hot, humid air. At 8am!! Then in the afternoon when I would get in my car to head home I couldn’t even touch the steering wheel without burning my fingers because the sun had been beating on it all day. No thank you. I will take highs in the 70’s and 80’s any day.  

Perhaps today is one of those “dog days of summer” so to speak. Perhaps we are thirsty, dripping with sweat and just want to spend all day in the air conditioning. But then we remember that summer is so short and the snow will fall before we know it, and we go outside anyway, even if only for a good dose of Vitamin D. 

One thing is for certain, whether it be winter or summer, spring or fall, each season is a gift from the Lord. Whether we be hot or cold, rested or tired, every breath we take is from the Lord. Whether we are rich or poor, hungry or full, all we have comes from the Lord in His goodness. Please join me in praying today’s Psalm of praise: 

Praise the name of the LORD; 

Praise, you servants of the LORD

Who stand in the house of the LORD,

in the courts of the house of our God.

Praise the LORD, for the LORD is good;

sing praise to his name, which we love;

For the LORD has chosen Jacob for himself,

Israel for his own possession.

For I know that the LORD is great;

our LORD is greater than all gods.

All that the LORD wills he does

in heaven and on earth

in the seas and in all the deeps.

Contact the Author


Sé que hay personas que piensan que estoy loca porque disfruto vivir en Michigan, que se asemeja a una tundra congelada y sin sol durante casi la mitad del año. Siempre les explico que me encanta el cambio de estaciones, la abundancia de árboles altos, los lagos y ríos, y el hecho de que está escondido entre los Grandes Lagos y no suele tener tornados ni huracanes.

Pero una de las razones principales por las que me gusta Michigan es por los veranos más templados. A mi familia le encanta estar afuera, pero a mi esposo y a mis hijos no les gusta el calor. Vivía en Kentucky durante varios años y recuerdo abrir mi puerta a las 8 am para ir a trabajar y recibir una ráfaga de aire caliente y húmedo. ¡¡A las 8 de la mañana!! Luego, en la tarde, cuando entraba en mi carro para regresar a casa, ni siquiera podía tocar el volante sin quemarme los dedos porque el sol lo había calentando todo el día. No gracias. Prefiero temperaturas máximas en los 70s y 80s cualquier día.

Tal vez hoy sea uno de esos “días pésimas de verano”, por así decirlo. Tal vez tengamos sed, estemos empapados de sudor y solo queremos pasar todo el día en el aire acondicionado. Pero luego recordamos que el verano es muy corto y la nieve caerá antes de que nos demos cuenta, y salimos de todos modos, aunque solo sea por una buena dosis de vitamina D.

Una cosa es segura, ya que sea invierno o verano, primavera u otoño, cada estación es un regalo del Señor. Ya que sea que estemos calientes o fríos, descansados o cansados, cada respiración que tomamos es don del Señor. Seamos ricos o pobres, hambrientos o satisfechos, todo lo que tenemos proviene del Señor en Su bondad. Les invito a rezar conmigo el Salmo de alabanza de hoy:

Alaben el nombre del Señor,

alábenlo, siervos del Señor,

los que están en la casa del Señor,

en los atrios de la casa de nuestro Dios.

Alaben al Señor, porque es bueno;

alaben su nombre, porque es amable.

El escogió a Jacob,

a Israel como posesión suya.

Yo sé que el Señor es grande,

nuestro Dios, más que todos los dioses.

El Señor hace todo lo que quiere

en el cielo y en la tierra,

en los mares y en los océanos.

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Min An, www.pexels.com/photo/woman-holding-white-hat-717431


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Turn That Frown Upside Down / En Lugar de Poner Mala Cara, Sonreir

Sometimes your tongue just gets away from you, doesn’t it? I know mine does. I just feel the “need” to complain about that one little thing and before I know it, I’m ranting about something else and something else and something else. Once the seed of negativity is sown, it is very hard to uproot it. 

And the funny thing is, many of the things that bother us are really based on assumptions. “I just know when she looked at me that way she was thinking how awful my haircut looked.” “She knows what kind of morning I’ve had, and there she goes getting upset at me and ruining my afternoon too!” “I know that comment was aimed at me. Surely they gossiped about me behind my back and that’s why they said that.” “He wasn’t kidding. He was being passive aggressive.”

Our society has become highly non confrontational. Instead of calling someone, we text them. Instead of having a conversation in person, we chat on social media. Instead of clarifying with someone what we think to be true, but aren’t really sure is true, we create realities in our minds that may or may not even be factual. And then we let our thoughts wander farther and farther until we fall into the pit of anger or despair. 

If only I had the wherewithal in these moments to call on God in His infinite wisdom to muddle through my thoughts and feelings. Our First Reading tells us: “The Most High possesses all knowledge…He makes known the past and the future, and reveals the deepest secrets. No understanding does he lack; no single thing escapes him.”

He knows what that person was looking at, and it wasn’t your hair. It was their concern that you looked sad. He knows that the other person had just as bad a morning as you had and just happened to blow up while you were standing there. He knows that that comment was meant for the good of the team and not at anyone in particular. He knows that that person really was just kidding. 

So instead of allowing negativity to seep in and Debby Downer to overtake our day, maybe we can try to remember to thank God for all His blessings and exclaim together with the Old Testament writer: “How beautiful are all his works!” And then as we ask God for forgiveness from our ungrounded assumptions, may we exclaim with blind Bartimaeus from today’s Gospel, “Jesus, Son of David, have pity on me!”

Contact the Author


A veces la lengua simplemente se nos escapa, ¿no? Sé que el mío sí. Siento la “necesidad” de quejarme de esa pequeña cosa y antes de darme cuenta, estoy hablando mal sobre una cosa y otra cosa y otra cosa. Una vez que se siembra la semilla de la negatividad, es muy difícil arrancarla de raíz.

Y lo curioso es que muchas de las cosas que nos molestan están basadas en suposiciones. “Yo sé que cuando me miró de esa manera, estaba pensando en lo horrible que se veía mi corte de cabello”. “Ella sabe el tipo de mañana que he tenido, ¡y ahí va enojándose conmigo y arruinando mi tarde también!” “Sé que ese comentario estaba dirigido a mí. Seguramente chismearon sobre mí y por eso dijeron eso”. “Ese no estaba bromeando. Estaba siendo pasivo agresivo”.

Nuestra sociedad se ha vuelto altamente no conflictiva. En lugar de llamar a alguien, le enviamos un mensaje de texto. En lugar de tener una conversación en persona, chateamos en las redes sociales. En lugar de aclarar con alguien lo que creemos que sea cierto, pero no estamos realmente seguros de que sea cierto, creamos realidades en nuestras mentes que pueden o no ser factuales. Y luego dejamos que nuestros pensamientos divaguen más y más hasta que caemos en el abismo de la ira o la desesperación.

Si tan solo tuviera los medios en estos momentos para invocar a Dios en su infinita sabiduría para confundir mis pensamientos y sentimientos. Nuestra Primera Lectura nos dice: “[El Altísimo] posee toda la ciencia…; descubre lo pasado, anuncia lo futuro y revela los más recónditos misterios. Ningún pensamiento se le oculta, ninguna cosa se le escapa.”

Él sabe lo que esa persona estaba mirando, y no era tu cabello. Les preocupaba que te vieras triste. Él sabe que la otra persona tuvo una mañana tan mala como la tuya y explotó mientras estabas parado allí. Sabe que ese comentario fue por el bien del equipo y no fue dirigido a nadie en particular. Él sabe que esa persona realmente estaba bromeando.

Entonces, en lugar de permitir que la negatividad nos entre y se apodere de nuestro día, tal vez podamos intentar recordar agradecer a Dios por todas sus bendiciones y exclamar junto con el escritor del Antiguo Testamento: “¡Qué preciosas son las obras del Señor!” Y luego, mientras le pedimos perdón a Dios por nuestras suposiciones sin fundamento, exclamemos con el ciego Bartimeo del Evangelio de hoy: “¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!”

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Senjuti Kundu, unsplash.com/photos/JfolIjRnveY


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

True Contentment / Ser Verdaderamente Contentos

My husband and I often battle with “trying to make everybody happy”. If we decide to go to the museum, someone inevitably wants to go to the trampoline park. If we decide to watch a Christmas movie, someone prefers a superhero movie. If we order a pizza, someone whines because they wanted KFC. Perhaps it comes with the territory of having a big family, but every once in a while it would be nice if everyone was simply content with what they have. 

It seems like we talk until we’re blue in the face about how other kids throughout the world don’t even have toys to play with, enough food to eat and perhaps even a roof over their heads. We talk about being grateful, thinking about others before ourselves and not complaining. Yet, it seems like someone is always upset about something. 

I’m sure Paul understood this sentiment very well. Our First Reading states that while he was preaching in Athens: “When they heard about resurrection of the dead, some began to scoff, but others said, ‘We should like to hear you on this some other time.’ And so Paul left them.

But some did join him, and became believers.” Some thought he was babbling ridiculous fallacies and others were enlightened by the truth. Some walked about shaking their heads and others left behind their former beliefs and joined him. 

One way or the other, we eventually realize that you can’t make everyone happy. Each one of us has a world of experiences, differences and thoughts running through our heads at any given time. Their reality causes them to act and react in certain ways that a another person wouldn’t. One is not necessarily wrong and the other right, but they definitely are different. And guess what, God made us that way!

But one reality holds true in all of us. Jesus knows each of us and loves each of us exactly the way we are. He invites us to grow and change, yes, but he knows us and loves us deeply just as we are. In the Gospel Jesus states. “I have much more to tell you, but you cannot bear it now. But when he comes, the Spirit of truth, he will guide you to all truth.” 

May we allow ourselves to be deeply known and loved by our amazing God so that we may soon be able to bear what he wants to tell us. May we allow the Holy Spirit to guide us to all truth and may that truth help us to be content with what we have, whether it be pizza or fried chicken. 

Contact the Author


Mi esposo y yo a menudo batallamos con “tratar de hacer felices a todos”. Si decidimos ir al museo, inevitablemente alguien querrá ir al parque de trampolines. Si decidimos ver una película navideña, alguien prefiere una película de superhéroes. Si pedimos una pizza, alguien se queja porque quería KFC. Quizás es algo normal cuando tienes una gran familia, pero de vez en cuando sería bueno si todos estuvieran simplemente contentos con lo que tienen.

Parece que hablamos hasta que nos falta el aliento sobre cómo otros niños en todo el mundo ni siquiera tienen juguetes, ni suficiente comida para comer y tal vez incluso ni tienen casa donde vivir. Hablamos de ser agradecidos, pensar en los demás antes de nosotros mismos y no quejarnos. Sin embargo, parece que alguien siempre está molesto por algo.

Estoy seguro de que San Pablo entendió muy bien este sentimiento. Nuestra Primera Lectura dice que mientras predicaba en Atenas: “Al oír hablar de la resurrección de los muertos, algunos se burlaron y otros dijeron: ‘De esto te oiremos hablar en otra ocasión’. Entonces Pablo se retiró. Sin embargo, algunos se adhirieron a él y creyeron.” Algunos pensaron que balbuceaba falacias ridículas y otros se iluminaron con la verdad. Algunos se marcharon moviendo la cabeza y otros dejaron atrás sus antiguas creencias y se unieron a él.

De una forma u otra, eventualmente nos damos cuenta de que no podemos hacer felices a todos. Cada uno de nosotros tiene un mundo de experiencias, diferencias y pensamientos rondando por nuestra cabeza en cualquier momento. Esa realidad hace que un individuo actúe y reaccione de cierta manera que otra persona no lo haría. Uno no es necesariamente incorrecto y el otro correcto, pero definitivamente son diferentes. Y adivina qué, ¡Dios nos hizo así!

Pero una realidad es cierta en todos nosotros. Jesús nos conoce a cada uno de nosotros y nos ama exactamente como somos. Nos invita a crecer y cambiar, sí, pero nos conoce y nos ama profundamente tal como somos. En el Evangelio Jesús afirma. “Tengo muchas cosas que decirles, pero todavía no las pueden comprender. Pero cuando venga el Espíritu de la verdad, él los irá guiando hasta la verdad plena.”

Que nos dejemos conocer y amar profundamente por nuestro Dios admirable para que pronto podamos comprender lo que nos quiere decir. Permitamos que el Espíritu Santo nos guíe a la verdad plena y que esa verdad nos ayude a estar contentos con lo que tenemos, ya que sea pizza o pollo frito.

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Marcos Paulo Prado, unsplash.com/photos/BWoRIaXy-Mw


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

He Cares for You / Dios Se Preocupa Por Ti

Each and every one of us is a complex being made up of not only a body but sometimes a very complicated soul. We all have a past, circumstances that have marked us and caused us to act and react in certain ways. Some of us were deeply loved as a child, some of us were unwanted and simply put up with. Some of us were listened to, others were expected to be seen and not heard. Some have been burned in relationships, at former jobs or in former vocations. Each and every one of us is highly unique and has never experienced exactly what the person next to us has. Even if we grew up in the same household, the way we internalized things was different. 

A few months ago a sad memory resurfaced in my mind. I was in Rome at a grandiose millennial celebration. We were at Mass with the founder of the religious organization I was with at the time. It was a person who was highly respected and revered. At this special Mass, some of my companions were allowed to make the solemn renewal of their promises early. Normally this step was taken after two years, but since it was the year 2000 and we were all together in Italy, it was decided that those who were deemed ready would be allowed to renew early. Yet, there I sat after two and a half years and still not permitted to renew my promises. I remember staring at one of the youngest members of the bunch, just filled with envy and anger and I couldn’t stop crying. I wept through the whole Mass, wiping my nose on my shirt sleeve since, of course, I didn’t have a single tissue with me. I was a mess. 

Little did I know at the time that just a few months later I would be leaving that life after discovering that it wasn’t my vocation. Little did I know that a decade later, that person that was so highly respected and revered was discovered to have been leading a double life and died in shame. Little did I know that two decades later I would have five children and a husband I adore, fulfilled in my new calling as wife and mother. 

The moral of the story is that while that experience was deeply hurtful, it also forged me into a stronger person who realized that God is my only rock, my only salvation. 

1 Peter sums it up beautifully: “Cast all your worries upon him because he cares for you…The God of all grace who called you to his eternal glory through Christ Jesus will himself restore, confirm, strengthen, and establish you after you have suffered a little.”

Jesus suffered, so we, as his followers, will suffer as well. We are not promised a life without suffering. We all have sad memories. But he does promise to “restore, confirm, strengthen, and establish” us. We are assured that he cares for us. We are invited to cast our worries upon him. 

Whenever a difficult memory arises in your mind, try casting it upon the Lord and asking him to walk through it with you step by step. Ask him to help you learn from it and to heal you from it. For he cares for you, every deep and complex aspect of you.

Contact the Author


Todos y cada uno de nosotros somos un ser complejo formado no solo por un cuerpo, sino a veces por un alma muy complicada. Todos tenemos un pasado, circunstancias que nos han marcado y provocado que actuemos y reaccionemos de determinada forma. Algunos de nosotros fuimos profundamente amados cuando éramos niños, algunos de nosotros no éramos queridos y simplemente nos soportaron. A algunos se nos escuchaba, a otros se esperaba que se nos viera y no se escuchara. Algunos han sido dañados en relaciones, en trabajos o vocaciones anteriores. Todos y cada uno de nosotros somos únicos y nunca hemos experimentado exactamente lo mismo que otra persona. Incluso si nos criamos en el mismo hogar, la forma en que internalizamos las cosas era diferente.

Hace unos meses un recuerdo triste resurgió en mi mente. Estuve en Roma en una grandiosa celebración milenial. Estábamos en misa con el fundador de la organización religiosa con la que era miembro en ese momento. Era una persona muy respetada y venerada. En esta Misa especial, a algunos de mis compañeros se les permitió adelantar la solemne renovación de sus promesas. Normalmente este paso se daba después de dos años, pero como era el año 2000 y estábamos todos juntos en Italia, se decidió que los que se consideraban listos podían renovar antes de tiempo. Sin embargo, allí me senté después de dos años y medio y todavía no me permitieron renovar mis promesas. Recuerdo mirar a uno de los miembros más jóvenes del grupo, llena de envidia y enfadada, no podía dejar de llorar. Lloré durante toda la Misa, limpiándome la nariz con la manga de la camisa ya que, por supuesto, no traía pañuelo conmigo. Era un desastre.

No sabía en ese momento que tan solo unos meses después dejaría esa vida después de descubrir que no era mi vocación. No sabía que una década después, se descubrió que esa persona tan respetada y reverenciada había estado llevando una doble vida y murió avergonzada. Poco sabía que dos décadas después tendría cinco hijos y un esposo al que adoro, realizada en mi nueva vocación como esposa y madre.

La moraleja de la historia es que si bien esa experiencia fue profundamente dolorosa, también me convirtió en una persona más fuerte que se dio cuenta de que Dios es mi única roca, mi única salvación.

1 Pedro lo resume hermosamente: “Dejen en sus manos todas sus preocupaciones, pues él cuida de ustedes… Dios, que es la fuente de todos los bienes, nos ha llamado a participar de su gloria eterna en unión con Cristo, y después de estos sufrimientos tan breves, los restaurará a ustedes, los afianzará, fortalecerá y hará inconmovibles.”

Jesús sufrió, así que nosotros, como sus seguidores, también sufriremos. No se nos promete una vida sin sufrimiento. Todos tenemos recuerdos tristes. Pero sí nos promete “restaurar, afianzar, y fortalecer”. Estamos seguros de que él se cuida de nosotros. Estamos invitados a dejar en sus manos todas nuestras preocupaciones.

Cada vez que surja un recuerdo difícil en tu mente, trate de dejarlo en los manos del Señor y pídale que lo acompañe paso a paso. Pídele que te ayude a aprender de él y que te sane. Porque él se cuida de ti, cada aspecto profundo y complejo de ti.

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Steven Van Loy, unsplash.com/photos/oUhSla4L_98


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works at for Christian Healthcare Centers, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, runs her own blog at https://togetherandalways.wordpress.com and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

In The Waiting / Mientras Esperamos

During my Lenten devotions, I have stumbled across several ideas that I have been mulling over.

I was watching Fr. Mike Schmitz’s live-streamed Sunday Mass a few years ago and was taken aback by his observations. He said that death is one of the most difficult things to get through, to watch a loved one die, to grieve the death of a family member, or even face our own impending death. It is heartbreaking and heart wrenching. But there is something even worse than death, and that is to lose heart.

Our hearts can break from sadness and sorrow, they can be ripped from our very chest, but much worse than that is to be discouraged. To despair is worse than death because we have lost our hope in God.

In the same vein, I have been reflecting on the difference between concern and worry. Obviously, we all go through difficult times that yank us out of our routines, and made a horrible realities way too close for comfort. These moments also cause us to worry, whether it be about out finances, our health, our children…

The difference is that concern moves us to action. We spend time in prayer, talk to someone we trust and ask for the help we neeed. On the other hand, worry drives us to anxiety, and eventually, despair.

In today’s First Reading, God poured out blessings upon Abram. He made him the father of a host of nations, made him exceedingly fertile, promised to maintain His covenant with him, and gave him the whole land of Canaan. This new reality was so great that God even gave him a new name.

But let us recall that God did not give him these gifts instantaneously. He waited. Abram endured many hardships and suffered seemingly endless infertility before this great moment. God waited and chose His moment to act.

Perhaps you or I are in a time of waiting right now, too. We may be concerned, yes, but let us not fall into worry because Jesus is right here. He is right beside us, ready to raise us up, although he may choose to wait.

And here’s the clincher. After God showered Abraham with abundance, He said: “On your part, you and your descendants after you must keep my covenant throughout the ages.”

Could it be that God is waiting for us to turn our hearts back to Him and keep His covenant once again? I once saw this phrase on social media: “In the rush to return to normal, use this time to consider which parts of normal are worth rushing back to.” Hmmmm…

Fr. Schmitz encourages that even if God does not deliver us, that our hearts be like His. No conditions. If He saves us, we are His, and even if He doesn’t, we are still His. “Our hearts can be broken without being lost.” We want the miracle. We see others who were miraculously cured, but whether we are cured or not, we are still his. Daniel was spared the lion’s den, but Stephen was not spared stoning. Jesus begged that this cup would pass, yet was not spared crucifixion. May we say as Jesus did, “not my will, but yours be done.”


Durante mis devociones Cuaresmales, me he topado con varias ideas que he estado reflexionando.

Estaba viendo La misa dominical transmitida en vivo por el P. Mike Schmitz hace unos años y sus observaciones me sorprendieron. Dijo que la muerte es una de las cosas más difíciles de sobrellevar, ver morir a un ser querido, llorar la muerte de un miembro de la familia o incluso enfrentar nuestra propia muerte inminente. Es desgarrador y difícil. Pero hay algo aún peor que la muerte, y es desanimarse.

Nuestros corazones pueden romperse por la tristeza y el dolor, pueden ser arrancados de nuestro mismo pecho, pero mucho peor que eso es desanimarse. Desesperarse es peor que la muerte porque hemos perdido la esperanza en Dios.

En esta misma línea, he estado reflexionando sobre la diferencia entre inquietud y preocupación. Obviamente, todos pasamos por momentos difíciles que nos sacan de nuestras rutinas y hacen realidades horribles demasiado cercanas para nuestra comodidad. Estos momentos también nos preocupan, ya ue sea por nuestras finanzas, nuestra salud, nuestros hijos…

La diferencia es que la inquietud nos mueve a la acción. Pasamos tiempo en oración, hablamos con alguien en quien confiamos y pedimos la ayuda que necesitamos. Por otro lado, la preocupación nos lleva a la ansiedad y, eventualmente, a la desesperación.

En la Primera Lectura de hoy, Dios derramó bendiciones sobre Abram. Lo hizo padre de una multitud de naciones, lo hizo sumamente fértil, prometió mantener Su pacto con él y le dio toda la tierra de Canaán. Esta nueva realidad fue tan grande que Dios incluso le dio un nombre nuevo.

Pero recordemos que Dios no le dio estos dones instantáneamente. Esperó. Abram soportó muchas dificultades y sufrió una infertilidad aparentemente interminable antes de este gran momento. Dios esperó y escogió su momento para actuar.

Tal vez usted o yo también estemos en un momento de espera en este momento. Podemos estar preocupados, sí, pero no caigamos en la preocupación porque Jesús está aquí mismo. Él está justo a nuestro lado, listo para levantarnos, aunque puede elegir esperar.

Y aquí está el factor decisivo. Después de que Dios colmó a Abrahán con abundancia, dijo: “Cumple, pues, mi alianza, tú y tu posteridad, de generación en generación”.

¿Será que Dios está esperando que volvamos nuestro corazón a Él y guardemos Su pacto una vez más? Una vez vi esta frase en las redes sociales: “En la prisa por volver a la normalidad, utilice este tiempo para considerar a cuáles partes de la normalidad vale la pena regresar”. Interesante…

Padre Schmitz nos anima a que, incluso si Dios no nos libera, nuestros corazones sean como el suyo. Sin condiciones. Si nos salva, somos suyos, e incluso si no lo hace, seguimos siendo suyos. “Nuestros corazones pueden romperse sin perderse”. Queremos el milagro. Vemos a otros que fueron curados milagrosamente, pero ya sea que estemos curados o no, todavía somos suyos. Daniel se salvó del foso de los leones, pero Esteban no se salvó de la lapidación. Jesús rogó que pasara esta copa, pero no se salvó de la crucifixión. Que podamos decir como lo hizo Jesús, “no se haga mi voluntad, sino la tuya”.

Feature Image Credit: Levi Meir Clancy, https://unsplash.com/photos/jdIT3puximI


This reflection was reposted from Diocesan Archives. Author: Tami Urcia

God’s Infinite & Individual Love / El Amor Infinito e Individual de Dios

Exactly one decade ago today, I became a mom. It seems surreal that my son is now into double digits, that his feet are almost the same size as mine and he is only a few inches shorter than me. It also seems surreal that my hair is turning gray, my energy is lessening and I find my verbal filters slacking. 

Aging, whether it be in childhood or midlife, is one of those things that is simply inevitable. I’m pretty sure I have mentioned this before, but the reality of time and eternity boggles my mind. The second that I typed this word has already passed and is gone, never to return. And yet God resides in a place where there is no limit to time. 

I remember thinking as a child (and if I’m honest, maybe even a little bit today) that I didn’t want to live forever, even if it was in heaven. Our finite minds cannot comprehend the infinite. But as I inch closer to the reality of the end of earthly life, I find myself reflecting on it more and more. 

The first line of today’s First Reading reads: “Israel loved Joseph best of all his sons”. When I read this, two thoughts come to mind. First, how can a father choose favorites among his children and furthermore, let that be known among his other children? And second, that this is how God sees each and every one of us. Although our minds cannot comprehend it, He loves all of us the best! Each and every one of us are his favorite and especially beloved child. It blows my mind!

In the same way, our Gospel tells us about a landowner with wicked tenants who beat and killed his servants. We read: “Finally, he sent his son to them, thinking, ‘They will respect my son.’” The landowner obviously cared more about his own son than his servants and thought that surely the tenants would too. Unfortunately, this was not the case, but on the contrary, it is surely the case with our heavenly Father. He respects us and loves us so much that he died for us, just as the landowner’s son did. 

As a mother, I love my children with a passion and would surely lay down my life for them if it came down to that, yet God loves us in an even deeper way, in a way that we cannot even fathom. Let us bask in that infinite love today, allowing it to penetrate our minds and hearts as we continue our Lenten journeys. 

Contact the Author


Hoy hace exactamente una década, me convertí en mamá. Parece surrealista que mi hijo ahora tenga edad con dos dígitos, que sus pies sean casi del mismo tamaño que los míos y que solo sea unos cuantos centímetros más bajo que yo. También parece surrealista que mi cabello se esté volviendo gris, mi energía esté disminuyendo y encuentro que mis filtros verbales se aflojan.

El envejecimiento, ya sea en la niñez o en la mediana edad, es una de esas cosas que simplemente son inevitables. Estoy bastante seguro de haber mencionado esto antes, pero la realidad del tiempo y la eternidad me asombra. El segundo que escribí esta palabra ya pasó y se fue, para nunca volver. Y, sin embargo, Dios reside en un lugar donde no hay límite de tiempo.

Recuerdo haber pensado cuando era niña (y si soy honesto, tal vez todavía un poco hoy) que no quería vivir para siempre, aunque fuera en el cielo. Nuestras mentes finitas no pueden comprender el infinito. Pero a medida que me acerco a la realidad del final de la vida terrenal, me encuentro reflexionando sobre ello cada vez más.

La primera línea de la Primera Lectura de hoy dice: “Jacob amaba a José más que a todos sus demás hijos”. Cuando leo esto, dos pensamientos vienen a la mente. Primero, ¿cómo puede un padre elegir favoritos entre sus hijos y, además, hacerlo saber entre sus otros hijos? Y segundo, que así es como Dios nos ve a todos y cada uno de nosotros. Aunque nuestras mentes no pueden comprenderlo, ¡Él nos ama a todos de la mejor manera! Todos y cada uno de nosotros somos su hijo favorito y especialmente amado. ¡Eso me asombra!

De la misma manera, nuestro Evangelio nos habla de un terrateniente con labradores malvados que golpearon y mataron a sus sirvientes. Leemos: “Por último, les mandó a su propio hijo, pensando: ‘A mi hijo lo respetarán’”. El terrateniente obviamente se preocupaba más por su propio hijo que por sus sirvientes y pensó que seguramente los arrendatarios también lo harían. Desafortunadamente, no fue así, sino por el contrario, seguramente es el caso de nuestro Padre celestial. Él nos respeta y nos ama tanto que murió por nosotros, tal como lo hizo el hijo del hacendado.

Como madre, amo a mis hijos con pasión y seguramente daría mi vida por ellos si llegara a eso, sin embargo, Dios nos ama de una manera aún más profunda, de una manera que ni siquiera podemos comprender. Disfrutemos de ese amor infinito hoy, permitiéndole entrar a los más profundo de nuestras mentes y corazones mientras continuamos nuestro camino Cuaresmal.

Comunicarse con la autora

Feature Image Credit: Casey Horner, https://unsplash.com/photos/JIdmuiF9luY


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works at for Christian Healthcare Centers, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, runs her own blog at https://togetherandalways.wordpress.com and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.