Ya estamos a más de la mitad de la Cuaresma. Por supuesto, ¡no les voy a preguntar cómo van con sus propósitos cuaresmales cuando el Evangelio de hoy es la parábola del Fariseo y el publicano! “Oye, Dios, mírame. No soy como todos los demás. He guardado todas mis promesas cuaresmales. No he tocado ni un dulce, no he comido helado (mi debilidad favorito), como aquella persona por allá….”
A veces “la cultura de los propósitos cuaresmales” puede causar que empecemos a echarnos porras. Puedo verlo pasando muy fácilmente. Esta época de la Cuaresma es largo y requiere mucha fuerza personal para perseverar hasta el final. Y allí es donde el demonio puede torcer nuestro deseo de perseverar hasta el final a un triunfo de auto-felicitación, lo cual no es lo de que se trata la época de amor y misericordia.
“O Dios,” dice el publican, “sé misericordioso conmigo porque soy pecador.” Entonces ¿qué hacemos con los propósitos cuaresmales ahora? A la luz del Evangelio de hoy podríamos reflexionar sobre cómo nos sentimos de los avances que hemos hecho. ¿Somos más como el Fariseo en esta parábola? ¿O más como el publicano? Aunque hemos dado seguimiento perfecto a los propósitos o no, el llamado de la liturgia de hoy es reorientarnos en lo más profundo del corazón para imitar la actitud del publicano. Del lugar más profundo de necesidad y vulnerabilidad, suplícale ayuda a Dios. Deja atrás tus preocupaciones de lo que han hecho o no han hecho, y enfócate en despertar tu atención hacia amarle al Señor y en estar agradecido por su bondad amorosa hacia ti.
Capaz nos duela la idea de compararnos con el publicano, pero en realidad el publicano simplemente está viviendo la espiritualidad de la niñez. Un niño depende completamente en sus padres y tutores para todo, y aquí el publicano está profesando su dependencia en Dios para renovar su vida y hacer florecer la santidad y la humanidad propia.
Así que, mientras nos acerquemos a la última parte de nuestro camino cuaresmal, está bien dejar algunas resoluciones a favor de una relación con Jesús si eso es lo que te está llamando hacer. Creo que eso es lo que Él quiere de todos modos. Se murió para ganar nuestro amor, no nuestra coherencia perfecta a los propósitos que hemos hecho nosotros mismos. Los propósitos sí tienen su lugar, pero sólo como un tipo de sacrificio que nos ayude a llenarnos más y más de lo que construye nuestra relación con Él, dejando a un lado aquellas cosas que impiden florecer esta relación.
Sin importar que tan exitoso haya sido tu Cuaresma, inclínate humildemente en alabanza, ofrécelo a Jesús, y prométele su atención amorosa mientras sigas adelante.