Uncomfortable Being Uncomfortable / Incómodos con la Incomodidad

Today my oldest brother turns 52 years old. Sometimes it blows my mind. It seems like just yesterday we were all growing up together in a big white house in West Michigan, playing outside all day every day during the summer and attending Catholic school each day during the rest of the year. We each had our own personalities and interests and our creativity flourished through hours spent in the sandbox with our neighbors, afternoons playing kickball on the side street and rainy days dressing up in costumes on the porch. 

A couple times we even attempted a sleepover on that porch, or in our neighbor’s playhouse. But usually, before too long, we trampled sleepily back inside, frightened by some bug or scary noise in the dark, or because we were too hot or too cold or not comfy enough without our beds. We were unaccustomed to being uncomfortable.  

For the most part, we are all uncomfortable with being uncomfortable. Even in Jesus’ time when there were much fewer commodities, you can imagine the disciples’ surprise when He tells them: “We are going up to Jerusalem, and the Son of Man will be handed over to the chief priests and the scribes, and they will condemn him to death, and hand him over to the Gentiles to be mocked and scourged and crucified.”

What in the world was He talking about?! If He knew that this was going to happen to Him, then why, in heaven’s name, would he go to Jerusalem at all? He was going to walk willingly into humiliation, torture and death? That didn’t make any sense at all! 

Jesus knew that what he was about to do would be extremely uncomfortable and even unbearable. He knew what He was getting into and He did it anyway. All out of His overwhelming and extravagant love for you and for me. 

So whether you are turning 52, 22 or 92 or somewhere in between this year, remember God’s immense love for you amid all your discomforts. Remember that He knows you and He knows each and every thing you’re going through. Remember that “the Son of Man did not come to be served but to serve and to give his life as a ransom for many”.

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Hoy mi hermano mayor cumple 52 años. A veces me deja boquiabierta. Parece que fue ayer cuando todos crecimos juntos en una casa blanca grande en el oeste de Michigan, jugábamos afuera todo el día, todos los días durante el verano y asistíamos a la escuela católica todos los días durante el resto del año. Cada uno de nosotros tenía nuestras propias personalidades e intereses y nuestra creatividad floreció a través de horas pasadas en el arenero con nuestros vecinos, tardes jugando kickball en la calle lateral y días lluviosos disfrazándonos en el porche.

Un par de veces incluso intentamos quedarnos a dormir en ese porche o en la casa de juegos de nuestro vecino. Pero por lo general, al poco tiempo, volvíamos a entrar la casa todos cansados, asustados por algún insecto o un ruido aterrador en la oscuridad, o porque teníamos demasiado calor o demasiado frío o no estábamos lo suficientemente cómodos sin nuestras camas. No estábamos acostumbrados a sentirnos incómodos.

Creo que a la mayoría de nosotros, nos sentimos incómodos estando incómodos. Incluso en los tiempos de Jesús, cuando había muchas menos comodidades, se puede imaginar la sorpresa de los discípulos cuando les dice: “Ya vamos camino de Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen”.

¡¿De qué estaba hablando?! Si sabía que esto le iba a suceder, entonces ¿por qué, cielos, iría a Jerusalén? ¿Iba a caminar voluntariamente hacia la humillación, la tortura y la muerte? ¡Eso no tenía ningún sentido!

Jesús sabía que lo que estaba a punto de hacer sería extremadamente incómodo e incluso insoportable. Sabía en lo que se estaba metiendo y lo hizo de todos modos. Todo por Su amor abrumador y extravagante por ti y por mí.

Entonces, ya sea que cumplas 52, 22 o 92 años o algo entremedio este año, recuerda el inmenso amor de Dios por ti en medio de todas tus incomodidades. Recuerda que Él te conoce y sabe todas y cada una de las cosas por las que estás pasando. Recordad que “el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos”.

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Feature Image Credit: engin akyurt, unsplash.com/photos/NKTJCOHzrUM


Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Phylacteries and Tassels / Filacterias y Franjas

To a 21st Century individual, the word “phylactery” isn’t commonplace. Tassels are more widely recognized, but usually as the fringe of a scarf or rug. What do these things have to do with the Pharisees, and what do they mean for us today?

Briefly, phylacteries are small leather boxes which continue to be worn by Conservative and Orthodox Jews, generally during morning prayers. In Jesus’ day, phylacteries were likely worn by the Pharisees throughout the day and only removed for sleeping or other special circumstances as detailed in the Law. There are two phylacteries, one worn on the forehead and the other on the non-dominant arm. Inside the boxes are written four Scripture verses from the Books of Exodus and Deuteronomy. Phylacteries literally bind the Word of God to a person’s head and arm, signifying how Scripture should fill our minds and guide our hands. While the length of the straps, the type of leather, coloring, and even the knots used to attach the phylacteries are all specifically laid out, there are only minimal guidelines for the size of the boxes. 

The tassels served a similar purpose. Each corner of a person’s garment was supposed to have a tassel attached to it, reminding a person that God surrounds them and they were to uphold His commandments. As the tassels brushed against a person’s legs while walking, they served as a constant reminder that they were a people set apart. Interestingly, just as there was no guideline for the dimensions of the phylacteries, no tassel length was prescribed.

What does all of this have to do with our Gospel? Jesus is challenging both the Pharisees and us to consider our behavior and our choices. The Pharisees were increasing the size of their phylacteries, drawing attention to themselves in a, “Look how holy I am,” sort of way. Lengthening their tassels had a similar effect. While Jesus’ audience would have immediately grasped at the nuances of His criticism, it might be harder for today’s readers. Consider some ideas that we could substitute for phylacteries and tassels: 

– A person can afford a large, diamond encrusted cross necklace, or they can purchase a simpler one and donate the difference.

– Someone can bring up in every conversation the fact that they go to daily Mass, or they can pray a rosary every day in private.

– During Lent, a friend can continue to remind others of what they are fasting from and how challenging it is, or they can fast from judging others.

Jesus is deeply interested in how we spend our time and our money. He is deeply interested in the way we talk about our faith and the way we live out our faith day in day out. 

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Para una persona del siglo XXI, la palabra “filacteria” no es muy común. Las franjas son más conocidas, pero generalmente como flecos de una bufanda o una alfombra. ¿Qué tienen que ver estas cosas con los fariseos y qué significan para nosotros hoy?

Brevemente, las filacterias son pequeñas cajas de cuero que los judíos conservadores y ortodoxos siguen utilizando, generalmente durante las oraciones de la mañana. En los días de Jesús, los fariseos probablemente usaban filacterias durante todo el día y solo se las quitaban para dormir u otras circunstancias especiales, como se detalla en la Ley. Hay dos filacterias, una que se lleva en la frente y la otra en el brazo no dominante. Dentro de las cajas están escritos cuatro versículos de las Escrituras de los libros del Éxodo y Deuteronomio. Las filacterias literalmente atan la Palabra de Dios a la cabeza y al brazo de una persona, indicando que las Escrituras deben llenar la mente y guiar las manos. Si bien la longitud de las correas, el tipo de cuero, el color e incluso los nudos utilizados para sujetar las filacterias están establecidos específicamente, sólo existen pautas mínimas para el tamaño de las cajas.

Las franjas tenían un propósito semejante. Se suponía que cada esquina de la prenda de una persona tenía una franja adherida, recordándole que Dios la rodeaba y que debía guardar sus mandamientos. Cuando las franjas rozaban las piernas de una persona mientras caminaba, servían como un recordatorio constante de que eran un pueblo apartado. Curiosamente, así como no había una guía para las dimensiones de las filacterias, tampoco se prescribía la longitud de las franjas.

¿Qué tiene que ver todo esto con el Evangelio de hoy? Jesús está desafiando tanto a los fariseos como a nosotros a considerar nuestro comportamiento y nuestras decisiones. Los fariseos estaban aumentando el tamaño de sus filacterias, llamando la atención sobre sí mismos en una especie de “mira qué santo soy”. Alargar sus franjas tuvo un efecto semejante. Si bien la audiencia de Jesús habría captado inmediatamente los matices de su crítica, podría resultar más difícil para los lectores de hoy. Consideremos algunas ideas que podríamos sustituir por filacterias y franjas:

– Una persona puede permitirse un collar de cruz grande con incrustaciones de diamantes o puede comprar uno más sencillo y donar la diferencia.

– Alguien puede enfatizar en cada conversación el hecho de que va a Misa diaria, o puede rezar un rosario todos los días en privado.

– Durante la Cuaresma, un amigo puede seguir recordándoles a los demás de qué están ayunando y lo difícil que es, o pueden dejar de juzgar a los demás.

Jesús está profundamente interesado en cómo gastamos el tiempo y el dinero. Está profundamente interesado en la forma en que hablamos de nuestra fe y en la forma en que vivimos nuestra fe día tras día.

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Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

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Undeserved Mercy / La Misericordia Inmerecida

During Lent, we have many occasions to express contrition, sorrow for our sins. Alongside this contrition are frequent reminders of the great mercy of God.

In our first reading, Daniel goes through a litany of offenses when he asks for the mercy of God: the people have sinned, been wicked, done evil, rebelled and departed from the commandments and laws, and have disobeyed the prophets sent in God’s name. The Psalmist speaks of a people who are “brought very low” and “doomed to death.” These expressions are dramatic, but we can sometimes forget in the midst of the many expressions of penance in Lent that they are also accurate.

Sin is truly a horrible thing, and it is a great offense. Sin is a turning away from God, who is all good and deserving of all of our love. It is also a turning away from our very nature, since God has made us to be completely happy with Him in eternity. We know through the natural law written in our hearts that good is to be done and evil is to be avoided as the most basic principle of the moral life. Sin reverses this principle and launches us toward the opposite of God, complete nothingness.

Because sin is fundamentally opposed to God’s justice, it is fundamentally opposed to our very selves, since our final goal is to rest in the glorious presence of God, who made us for Himself. In sinning, we declare a desire to destroy ourselves.

We know that not all sin is grave sin, and that sin can be forgiven, but it is important to keep in mind the nature of sin itself, as a flight away from God and toward nothingness. This helps us to understand God’s design in allowing some to go to hell by their own free choice. It also helps us understand His great mercy even in giving those same people so much time to repent, let alone allowing the others to live with Him in perfect happiness eternally.

Ultimately, this perspective reminds us that God’s mercy is truly extraordinary. God does not have to forgive a single sin, let alone create a people capable of experiencing a share in His own divine life. But He chooses to forgive again and again, and He enables us to participate in this same extraordinary, undeserved mercy, which He calls us to in Luke’s Gospel today.

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Durante la Cuaresma tenemos muchas ocasiones para expresar la contrición y el dolor por nuestros pecados. Junto a esta contrición hay frecuentes recordatorios de la gran misericordia de Dios.

En la primera lectura de hoy, Daniel recorre una letanía de ofensas cuando pide la misericordia de Dios: el pueblo ha pecado, ha sido malvado, ha hecho el mal, se ha rebelado y se ha apartado de los mandamientos y las leyes, y ha desobedecido a los profetas enviados en nombre de Dios. El salmista habla de un pueblo que está “totalmente abatido” y “condenado a muerte”. Estas expresiones son dramáticas, pero a veces podemos olvidar, en medio de las muchas expresiones de penitencia en la Cuaresma, que también son precisas.

El pecado es verdaderamente horrible y una gran ofensa. El pecado es alejarse de Dios, quien es todo bien y merecedor de todo nuestro amor. También es un alejamiento de nuestra propia naturaleza, ya que Dios nos ha hecho para que seamos completamente felices con Él en la eternidad. Sabemos a través de la ley natural escrita en nuestro corazón que se debe hacer el bien y evitar el mal como principio más básico de la vida moral. El pecado invierte este principio y nos lanza hacia lo opuesto a Dios, la nada completa.

Debido a que el pecado se opone fundamentalmente a la justicia de Dios, se opone fundamentalmente a nosotros mismos, ya que nuestra meta final es descansar en la gloriosa presencia de Dios, quien nos hizo para sí mismo. Al pecar, declaramos el deseo de destruirnos a nosotros mismos.

Sabemos que no todo pecado es grave, y que el pecado puede ser perdonado, pero es importante tener presente la naturaleza del pecado mismo, como una huida de Dios y hacia la nada. Esto nos ayuda a comprender el diseño de Dios al permitir que algunos vayan al infierno por su propia y libre albedrío. También nos ayuda a comprender Su gran misericordia incluso al darles a esas mismas personas tanto tiempo para arrepentirse, y mucho menos permitir que los demás vivan con Él en perfecta felicidad eternamente.

En última instancia, esta perspectiva nos recuerda que la misericordia de Dios es verdaderamente extraordinaria. Dios no tiene que perdonar un solo pecado, y mucho menos crear un pueblo capaz de experimentar una participación en su propia vida divina. Pero Él elige perdonarnos una y otra vez, y nos permite participar de esta misma misericordia extraordinaria e inmerecida, a la que nos llama hoy en el Evangelio de Lucas.

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David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Gaby Arevalo, cathopic.com/photo/5728-divine-mercy

Mountaintop Experiences / Experiencias en la Cima del Monte

A popular church hymn declares, “Glory and Praise to Our God, who alone gives light to our days. Many are the blessings He bears to those who trust in His ways”. We can see the glory of God reflected in His many creations. 

Have you ever seen the opening scene of the beloved classic, The Sound of Music? As a child I would always rush through it. There were no lines, just the sounds of birds and wind along panoramic views of the Swiss Alps. Why would anyone want to waste time looking at the greenery and high-pointed rocks, I would wonder to myself. Yet it is in the grand landscape of the mountains that God often manifests himself. 

Whether it was where Elijah heard the quiet voice of God in a whisper, or where Moses spent forty days encompassed by loud thundering as he received God’s covenant, mountains and other high places have often been special spots where we can come closer to God. Perhaps in all the Bible no one comes physically closer to observing God’s glory than on Mount Tabor where Peter, James and John encounter the transfiguration of Christ. Here in a truly physical sense do the opening words of John’s Gospel speak, “And the light shone in the darkness, and the darkness shall not overcome it.” 

This could not provide a more adequate visual for our human senses. He remained human and yet is, was and forever will be, divine. He was radiant, so much more glorious than they had already come to understand while here on Earth. I ask that today we reflect on and be thankful to God for revealing a first glimpse of Himself, using the senses of nature, whether through the greatest heights or the warmth of His everlasting light.

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Un himno popular de la Iglesia declara: “Gloria y alabanza a nuestro Dios, el único que alumbra nuestros días. Muchas son las bendiciones que lleva a los que confían en sus caminos”. Podemos ver la gloria de Dios reflejada en Sus muchas creaciones.

¿Has visto alguna vez la escena inicial del querido clásico The Sound of Music (El Sonido de la Música)? Cuando era niña, siempre lo adelantaba rápidamente. No había líneas habladas, sólo el sonido de los pájaros y el viento junto a las vistas panorámicas de los Alpes suizos. ¿Por qué alguien querría perder el tiempo mirando la vegetación y las rocas puntiagudas?, me preguntaba. Sin embargo, es en el gran paisaje de las montañas donde Dios a menudo se manifiesta.

Ya sea donde Elías escuchó la tranquila voz de Dios en un susurro, o donde Moisés pasó cuarenta días rodeado de fuertes truenos mientras recibía la alianza de Dios, las montañas y otros lugares altos a menudo han sido lugares especiales donde podemos acercarnos a Dios. Quizás en toda la Biblia nadie se acerca físicamente más a observar la gloria de Dios que en el Monte Tabor, donde Pedro, Santiago y Juan se encuentran con la transfiguración de Cristo. Aquí, en un sentido verdaderamente físico, hablan las palabras iniciales del Evangelio de Juan: “Y la luz brilló en las tinieblas, y las tinieblas no la vencerán”.

Esto proporciona una imagen sumamente adecuada para nuestros sentidos humanos. Siguió siendo ser humano y, sin embargo, es, fue y será por siempre divino. Era radiante, mucho más glorioso de lo que ya habían llegado a comprender mientras estaban aquí en la Tierra. Pido que hoy reflexionemos y agradezcamos a Dios por revelarnos un primer vistazo de sí mismo, usando los sentidos de la naturaleza, ya sea a través de las mayores alturas o del calor de Su luz eterna.

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Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.

Feature Image Credit: Jean Pierre Teullet, cathopic.com/photo/33291-mount-of-transfiguration

Be Perfect? Be Different. / ¿Ser perfecto? Ser Diferente.

“Be perfect, therefore, as your Heavenly Father is perfect.”

When I read these words of Jesus, I’m always a little confused. I am, after all, human. How can I be perfect? “Lord, I am far from perfect, I am not sure what you are trying to tell me here,” I prayed. 

Then the Lord took me to the verses that came right before it, in which the idea of loving others who don’t love you is developed. The Lord is ultimately commanding us to repay evil with good, to be different from the tax collectors and the pagans.

Then, a lightbulb went off in my head. 

One idea I’ve been sitting with on a regular basis is the belief that I never really fit in. School, work, even searching for holy friends… I’ve always felt a bit out of place, like I don’t quite belong. I’ve had that feeling in every season of my life and every part I play as wife, mother, employee, and friend. 

“I don’t know what it all means, Lord. Help me to see what this all means.” And then I heard a voice speak.  “It’s okay to not fit in. Be different than what the world expects.”

Of course! How had I never thought about it that way before? As Christians, if we are living how we should, we will never quite fit in, even in groups where we find ourselves in the majority.  We are called to be countercultural, to bring light to the darkest corners of the world, to be joyful in the face of adversity, to trust when the world says it’s time to give up. 

I think I get it now, Lord. May I always remember to be true to you, and not to worry about who I fit in with. As long as I am doing as you ask, I will know that I am moving in the right direction. May I always travel the road you will for me. Amen. 

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Sean, pues, perfectos como su Padre celestial es perfecto”.

Cuando leo estas palabras de Jesús, siempre me quedo un poco confundida. Después de todo, soy un ser humano. ¿Cómo puedo ser perfecta? “Señor, estoy lejos de ser perfecta, no estoy seguro de lo que estás tratando de decirme”, oré.

Luego el Señor me llevó a los versículos anteriores, en los que se desarrolla la idea de amar a otros que no te aman. En definitiva, el Señor nos manda a pagar el mal con el bien, a diferenciarnos de los publicanos y de los paganos.

Y se me prendió el foco.

Una idea con la que me he sentado regularmente es la creencia de que nunca encajo con los demás. En la escuela, el trabajo, incluso en la búsqueda de amigos santos… siempre me he sentido un poco fuera de lugar, como si no perteneciera del todo. He tenido ese sentimiento en cada etapa de mi vida y en cada papel que desempeño como esposa, madre, empleada y amiga.

“No sé lo que significa todo esto, Señor. Ayúdame a ver lo que significa todo esto”. Y entonces escuché una voz hablar. “Está bien no encajar. Sé diferente de lo que el mundo espera”.

¡Por supuesto! ¿Cómo nunca lo había pensado de esa forma? Como cristianos, si vivimos como debemos, nunca encajaremos del todo, ni siquiera en grupos donde formemos la mayoría. Estamos llamados a ser contraculturales, a llevar luz a los rincones más oscuros del mundo, a ser alegres ante la adversidad, a confiar cuando el mundo dice que es hora de rendirse.

Creo que ya entiendo, Señor. Que siempre recuerde ser fiel a ti y no preocuparme por encajar con los demás. Mientras haga lo que me pides, sabré que estoy avanzando en la dirección correcta. Que siempre recorra el camino de tu voluntad por mí. Amén.

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Mary Thissen is a St. Louis native living in East Central Illinois with her husband and children. She is blessed with twin boys Earthside and four children now living in Heaven. When she is not working as a healthcare data analyst or caring for her boys, she enjoys studying and writing about the Catholic faith and ministering to women who are suffering through miscarriage or infertility. You can connect with Mary on Instagram @waitingonmiracles. 

Feature Image Credit: Creations By Rod, cathopic.com/photo/28233-beauty-on-the-way

What God Really Wants / Lo Que Dios Realmente Quiere

Jesus often calls his listeners to surpass the righteousness of the scribes and Pharisees, the ones who kept the Law perfectly and put themselves in high places of judgment over others. We are mostly familiar with Jesus’ warnings against the false holiness of those who elevate themselves and insulate themselves from the demands of true charity, hiding behind the Law.

But today we hear him quoting the Law and then saying that it does not go far enough. In a whole series of teachings, Jesus says, “You have heard it said to your ancestors…. But I say to you….” He interprets the Law in a deeper way, putting himself above it. This is serious business. The Jews identify themselves above all as God’s Chosen People, and the Law of Moses (God’s own message to Israel) is their ID card! Jesus claims to bring this Law to fulfillment, asserts himself as higher than the Law, and begins to explain the deeper meaning of the Law. The only way to interpret this is that Jesus is claiming to have God’s own authority.

How does Jesus’ interpretation of the Law differ? He is explaining the Law – which could easily be viewed from a superficial and external perspective – from the true desire of God’s own Heart for ours. Our external behavior should not simply obey the “letter of the law,” but should follow God’s will for us out of love. In other words, our external behavior should mirror our interior thoughts and desires, which should be aligned with God’s thoughts and desires.

“You shall not kill” does not only rule out murder, but encompasses our entire being and the deepest recesses of our heart. So claiming, “Well, I haven’t killed anyone,” isn’t enough to satisfy God’s deeper desire for us. We are not obeying God’s deeper commandment if we are seething with anger or calling someone names or (probably most serious of all) refusing to forgive them. We are called to conform our thoughts and sentiments to those of God Himself, and love those who act against us or hurt us in some way.

This is what Jesus means when he refers to surpassing the righteousness of the scribes and Pharisees, those who patted themselves on the back for their external adherence to the Law. True obedience, the adherence that pleases the Heart of the Father, comes from our loving trust in His Providence and does not stop with exterior conformity only. God cares about what happens in our mind and heart. We are called to more than the letter of the Law; we are called to be His true children, who obey fully out of love.

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Jesús llama a menudo a sus oyentes a superar la justicia de los escribas y fariseos, los que guardaban perfectamente la Ley y se colocaban en lugares elevados de juicio sobre los demás. Conocemos sobre todo las advertencias de Jesús contra la falsa santidad de quienes se elevan y se aíslan de las exigencias de la verdadera caridad, escudándose detrás de la Ley.

Pero hoy lo escuchamos citar la Ley y luego decir que no va lo suficientemente lejos. En toda una serie de enseñanzas, Jesús dice: “Han oido que se dijo a los antiguos…. Pero yo les digo…” Interpreta la Ley de manera más profunda, poniéndose por encima de ella. Éste es un asunto serio. ¡Los judíos se identifican sobre todo como el Pueblo Elegido de Dios, y la Ley de Moisés (el propio mensaje de Dios a Israel) es su tarjeta de identificación! Jesús pretende cumplir esta Ley, se afirma como superior a la Ley y comienza a explicar el significado más profundo de la Ley. La única manera de interpretar esto es que Jesús afirma tener la propia autoridad de Dios.

¿Cómo es diferente la interpretación de Jesús de la Ley? Está explicando la Ley –que fácilmente podría verse desde una perspectiva superficial y externa– desde el verdadero deseo del propio Corazón de Dios por los nuestros. Nuestro comportamiento externo no debe simplemente obedecer la “letra de la ley”, sino que debe seguir la voluntad de Dios para nosotros por amor. En otras palabras, nuestro comportamiento externo debe reflejar nuestros pensamientos y deseos interiores, los cuales deben estar alineados con los pensamientos y deseos de Dios.

“No matarás” no sólo excluye el asesinato, sino que abarca todo nuestro ser y lo más profundo de nuestro corazón. Entonces, afirmar: “Bueno, no he matado a nadie” no es suficiente para satisfacer el deseo más profundo de Dios por nosotros. No estamos obedeciendo el mandamiento más profundo de Dios si estamos furiosos o insultamos a alguien o (probablemente lo más grave de todo) nos negamos a perdonarlo. Estamos llamados a conformar nuestros pensamientos y sentimientos a los de Dios mismo y a amar a quienes actúan contra nosotros o nos lastiman de alguna manera.

Esto es lo que Jesús quiere decir cuando se refiere a superar la justicia de los escribas y fariseos, aquellos que se felicitaban por su adhesión externa a la Ley. La verdadera obediencia, la adhesión que agrada al Corazón del Padre, proviene de nuestra confianza amorosa en su Providencia y no se limita únicamente a la conformidad exterior. A Dios le importa lo que sucede en nuestra mente y corazón. Estamos llamados a algo más que la letra de la Ley; estamos llamados a ser sus verdaderos hijos, que obedecen plenamente por amor.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Marta Lozano, cathopic.com/photo/32679-fathers-embrace

Keys That Bind and Loose / Llaves que Atan y Desatan

In today’s Gospel, we encounter a pivotal moment in the life of Jesus and the foundation of His Church: the profound truth that because of Peter’s clear confession of faith, he becomes the rock upon which Christ builds His Church, bestowing upon Peter the keys to the kingdom of heaven.

Jesus first asks His disciples, “Who do people say the Son of Man is?” This question invites us to consider the perceptions and opinions of the world around us, and the disciples’ responses reflect that diversity. But Jesus desires a deeper understanding from His disciples, one grounded in faith rather than the opinions of the crowds, so he asks, “But who do YOU say that I am?”

Peter, speaking on behalf of the disciples, declares, “You are the Christ, the Son of the living God.” This confession encapsulates the essence of Christian faith—a recognition of Jesus as the Messiah and the divine Son of God. In response to Peter’s proclamation, Jesus affirms that it was not flesh and blood (or the opinions of the crowds) that revealed this truth to Peter but His Father in heaven, and he then confers upon him a unique authority: “You are Peter, and on this rock, I will build my Church.” The name “Peter” itself means “rock,” and in this moment, Jesus establishes Peter as the foundational stone upon which the Church is built.

The granting of the keys to the kingdom symbolizes the authority given to Peter to bind and loose, which refer to the kind of authority familiar to the Apostles. “Binding” refers to the power held by the King’s Master of the Palace in ancient Israel; “loosing” refers to the power of the Jewish synagogue leader to expel and reinstate members from the community, to preserve the synagogue’s religious and moral integrity. By giving this same authority to Peter, Jesus clearly signifies his role as the earthly leader of the Church, with the intent to maintain the Church’s unity of faith, worship, and governance. It is a share in the very authority of Christ, so that we can have confidence in the Church even when things are hard for us to understand. This authority, of course, is meant to be put in service to God’s people, to guide and shepherd the Church, ensuring it remains faithful to Christ, its Foundation and Bridegroom.

In contemplating this passage, we are called to examine our own faith. Are we willing to declare our faith boldly, as Peter did? Do we recognize the Church as a communion of believers, guided by the successors of Peter, the popes, who continue to serve as the earthly shepherds of Christ’s flock?

Faith in Christ is the bedrock of the Church, and through our confession of faith, we are connected to the authority and mission Christ entrusted to Peter and his successors. May we, like Peter, declare our faith in Jesus and participate wholeheartedly in building His Church upon the solid foundation of faith.

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En el Evangelio de hoy, encontramos un momento crucial en la vida de Jesús y la fundación de Su Iglesia: la profunda verdad de que debido a la clara confesión de fe de Pedro, él se convierte en la roca sobre la cual Cristo construye Su Iglesia, otorgándole a Pedro las llaves del reino de los cielos.

Jesús primero pregunta a sus discípulos: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?” Esta pregunta nos invita a considerar las percepciones y opiniones del mundo que nos rodea, y las respuestas de los discípulos reflejan esa diversidad. Pero Jesús desea una comprensión más profunda de sus discípulos, una comprensión basada en la fe y no en las opiniones de las multitudes, por lo que pregunta: “Y ustedes, ¿quién dicen que soy yo?”

Pedro, hablando en nombre de los discípulos, declara: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Esta confesión resume la esencia de la fe cristiana: el reconocimiento de Jesús como el Mesías y el divino Hijo de Dios. En respuesta a la proclamación de Pedro, Jesús afirma que no fue ningún hombre (ni las opiniones de las multitudes) quien reveló esta verdad a Pedro sino su Padre en el cielo, y luego le confiere una autoridad única: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.” El nombre “Pedro” en sí mismo significa “piedra”, y en ese momento, Jesús establece a Pedro como la piedra angular sobre la cual se construye la Iglesia.

La concesión de las llaves del reino simboliza la autoridad dada a Pedro para atar y desatar, que se refiere al tipo de autoridad familiar a los Apóstoles. “Atat” se refiere al poder que ostentaba el Maestro de Palacio del Rey en el antiguo Israel; “desatar” se refiere al poder del líder de la sinagoga judía de expulsar y reintegrar a los miembros de la comunidad, para preservar la integridad religiosa y moral de la sinagoga. Al darle esta misma autoridad a Pedro, Jesús claramente indica su papel como líder terrenal de la Iglesia, con la intención de mantener la unidad de fe, adoración y gobierno de la Iglesia. Es una participación en la autoridad misma de Cristo, para que podamos tener confianza en la Iglesia incluso cuando las cosas nos resultan difíciles de entender. Esta autoridad, por supuesto, debe ponerse al servicio del pueblo de Dios, para guiar y pastorear a la Iglesia, asegurando que permanezca fiel a Cristo, su Fundamento y Esposo.

Al contemplar este pasaje, estamos llamados a examinar nuestra propia fe. ¿Estamos dispuestos a profesar la fe con valentía, como lo hizo Pedro? ¿Reconocemos a la Iglesia como una comunión de creyentes, guiada por los sucesores de Pedro, los papas, que continúan sirviendo como pastores terrenales del rebaño de Cristo?

La fe en Cristo es la base de la Iglesia y, a través de la profesión de fe, estamos conectados con la autoridad y la misión que Cristo confió a Pedro y sus sucesores. Que nosotros, como Pedro, declaremos la fe en Jesús y participemos de todo corazón en la edificación de Su Iglesia sobre el fundamento sólido de la fe.

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Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Cristian Gutiérrez, cathopic.com/photo/6181-saint-peter-statue

An Evil Generation That Needs the Lord / Una Generación Malvada que Necesita al Señor

Imagine how the Jews reacted when Jesus told the crowd that they were an evil generation and compared them to the Ninevites. As we might recall, in the Old Testament, God told Jonah to go to Nineveh to get them to repent of their sins: “Set out for the great city of Nineveh, and preach against it; for their wickedness has come before me.” (Jonah 1:2) Jonah had no interest in going and tried to flee from his mission.  However, God had another plan as we learn in the story of Jonah and the big fish.  Jonah did what the Lord asked him to as he delivered the message for them to repent. After hearing this message from the Lord, the people of Nineveh listened, and repented of their sins and evil ways, and the city was not destroyed. These people changed their lives.

Jesus is communicating an even stronger message in today’s Gospel, stating that “this generation” is evil because they rejected Jesus. This passage invites us to think about what he would say about today’s generation and to make sure that we choose to follow our faith. 

Jesus is much bigger than a “sign.” He came to save us from our sins and wants us to offer Him our hearts. He wants to build a true and lasting relationship with each one of us and bring us to Heaven. 

Why do we continue to be an “evil generation” that is prideful and set in our ways? Sin distracts us, leads us to bondage, and causes us to forget who we are in the eyes of God.  We are all invited to love the Lord our God with our whole hearts and souls and let go of our pride and sin; we are all invited to encounter the Gospel message in a way that leads to freedom, peace and joy! 

Are we willing to live out the Catholic faith in a way that is an example to others? Are we a light among those who do not believe or know the Gospel message? May we choose to be part of the light and reject Satan and everything evil. 

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Imagínate cómo reaccionaron los judios cuando Jesús le dijo a la multitud que eran una generación malvada y los comparó con los ninivitas. Como recordaremos, en el Antiguo Testamento, Dios le dijo a Jonás que se fuera a Nínive para hacer que se arrepintieran de sus pecados: “Levántate y vete a Nínive, la gran capital, para anunciar ahí el mensaje que te voy a indicar”. (Jonás 1,2) Jonás no tenía interés en ir y trató de huir de su misión. Sin embargo, Dios tenía otro plan, como aprendemos en la historia de Jonás y el pez grande. Jonás hizo lo que el Señor le pidió cuando les entregó el mensaje para que se arrepintieran. Después de escuchar este mensaje del Señor, los habitantes de Nínive escucharon y se arrepintieron de sus pecados y malas conductas, y la ciudad no fue destruida. Estas personas cambiaron sus vidas.

Jesús está comunicando un mensaje aún más fuerte en el Evangelio de hoy, afirmando que “esta generación” es mala porque rechazaron a Jesús. Este pasaje nos invita a pensar en lo que él diría sobre la generación actual y a asegurarnos de elegir seguir la fe.

Jesús es mucho más grande que una “señal”. Vino a salvarnos de nuestros pecados y quiere que le ofrezcamos nuestro corazón. Quiere construir una relación verdadera y duradera con cada uno de nosotros y llevarnos al Cielo.

¿Por qué seguimos siendo una “generación malvada” orgullosa y fija en nuestros caminos? El pecado nos distrae, nos lleva a la esclavitud y nos hace olvidar quiénes somos ante los ojos de Dios. Todos estamos invitados a amar al Señor nuestro Dios con todo el corazón y alma y a dejar de lado el orgullo y el pecado; ¡Todos estamos invitados a poner en práctica el mensaje del Evangelio de una manera que conduzca a la libertad, la paz y la alegría!

¿Estamos dispuestos a vivir la fe católica de una manera que sea un ejemplo para los demás? ¿Somos una luz entre aquellos que no creen ni conocen el mensaje del Evangelio? Que elijamos ser parte de la luz y rechazar a Satanás y todo lo malo.

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Emily Jaminet is a Catholic author, speaker, radio personality, wife, and mother of seven children. She earned a bachelor’s degree in mental health and human services from the Franciscan University of Steubenville.  She is the co-founder of www.inspirethefaith.com and the Executive Director of The Sacred Heart Enthronement Network www.WelcomeHisHeart.com. She has co-authored several Catholic books and her next one, Secrets of the Sacred Heart: Claiming Jesus’ Twelve Promises in Your Life, comes out in Oct. 2020. Emily serves on the board of the Columbus Catholic Women’s Conference, contributes to Relevant Radio and Catholic Mom.com.

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Forgive, Yes. Forget, No. / Perdonar, Sí. Olvidar, No.

I love this reading! I love this wording of a familiar prayer that I can recite so easily. I love it because this version doesn’t roll so easily off the tongue and as I trip over the words forgive and transgressions, I am drawn to where my behavior trips over my grudges and nursing of past hurts. 

When Jesus teaches us to pray, he starts with the unity of “Our Father”. We are God’s children by adoption. Praying to God as Father requires us to become like children and to move beyond any false images we may have of God. We are called to humility and to recognize that we can make this exclamation only because God is revealed to us through the Son. (see CCC 2788). “When we pray the Our Father sincerely, we leave individualism behind, because the love we receive frees us from it.” (CCC 2792) Everytime we say the “Our” in Our Father, we must overcome our divisions and leave behind what separates us from one another. 

Most of what separates us from one another revolves around our inability to forgive. It has been said that holding onto a grudge is like drinking poison in an attempt to get back at someone else. The damage is done to ourselves rather than the person who is the focus of our unforgiveness. Don’t get me wrong, people can be awful. The pain and hurt we inflict on one another is real and long lasting. 

So, forgive, yes. But forget? No, we are not called to forget. Forgetting is out of our control. Feeling, experiencing the emotional backlash from being hurt is out of our control. God doesn’t ask the impossible of us. But as we turn our hearts to God, we open ourselves up to the Holy Spirit who is capable of impossible things. Through the power of the Holy Spirit our “injury is turned into compassion” and the Holy Spirit “purifies our remembering into intercession”. It is only because God in the person of Jesus Christ forgave us, that we find ourselves capable of forgiving one another. In Jesus, “the love that loves to the end becomes a living reality”. (CCC 2843) 

This prayer given to us by Jesus is not simply a presenting of petitions to God, this most perfect of prayers is by design meant to transfigure us as disciples into the image of our Master. Prayer is a gift meant for hearts attuned to God’s compassion. Forgiveness isn’t optional for the Christian.

May this Lent be a time for each of us to become more and more like Jesus as we learn to forgive ourselves and each other. May our memories be transformed through grace into intercessions.

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¡Me encanta esta lectura! Me encanta esta redacción de una oración familiar que puedo recitar tan fácilmente. Me encanta porque esta versión no se sale tan fácilmente de la lengua y, cuando tropiezo con las palabras perdonar y transgresiones, me siento llamada a pensar donde mi comportamiento tropieza con mis rencores y los recuerdos de las heridas del pasado.

Cuando Jesús nos enseña a orar, comienza con la unidad del “Padre Nuestro”. Somos hijos de Dios por adopción. Orar a Dios como Padre requiere que seamos como niños y que vayamos más allá de cualquier imagen falsa que podamos tener de Dios. Estamos llamados a la humildad y a reconocer que sólo podemos hacer esta exclamación porque Dios se nos revela a través del Hijo. (ver CIC 2788). “Si recitamos en verdad el “Padre nuestro”, salimos del individualismo, porque de él nos libera el Amor que recibimos”. (CCC 2792) Cada vez que decimos el “Nuestro” en el Padre Nuestro, debemos superar nuestras divisiones y dejar atrás lo que nos separa unos de otros.

La mayor parte de lo que nos separa unos de otros gira en torno a nuestra incapacidad para perdonar. Se ha dicho que guardar rencor es como beber veneno en un intento de vengarse de otra persona. El daño se nos hace a nosotros mismos y no a la persona que es el foco de nuestra falta de perdón. No me malinterpretes, la gente puede ser horrible. El dolor y el daño que nos infligimos unos a otros es real y duradero.

Entonces, perdonar, sí. ¿Pero olvidar? No, no estamos llamados a olvidar. El olvido está fuera de nuestro control. Sentir, experimentar la reacción emocional por haber sido herido está fuera de nuestro control. Dios no nos pide lo imposible. Pero cuando volvemos nuestro corazón a Dios, nos abrimos al Espíritu Santo que es capaz de cosas imposibles. A través del poder del Espíritu Santo, nuestra “cambia la herida en compasión” y el Espíritu Santo “purifica la memoria transformando la ofensa en intercesión”. Sólo porque Dios en la persona de Jesucristo nos perdonó, somos capaces de perdonarnos unos a otros. En Jesús, “este Amor que ama hasta el extremo del amor”. (CIC 2843)

Esta oración que Jesús nos dio no es simplemente una presentación de peticiones a Dios; es la más perfecta de las oraciones, que está diseñada para transfigurarnos como discípulos a la imagen de nuestro Maestro. La oración es un regalo destinado a corazones sintonizados con la compasión de Dios. El perdón no es opcional para el cristiano.

Que esta Cuaresma sea un tiempo para que cada uno de nosotros nos parezca cada vez más a Jesús a medida que aprendemos a perdonarnos a nosotros mismos y a los demás. Que nuestros recuerdos se transformen a través de la gracia en intercesiones.

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Sheryl’s first calling is to be wife and partner to Tom, who is a candidate for the Permanent Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. She also gets to live out her passion for teaching and learning by serving as principal at St. Therese Catholic School in Wayland, Michigan. Home is full with Carlyn, our goofy golden retriever, Lucy, our terrier mix wild child, and Mila, our very special Bernese Mountain dog. 

Feature Image Credit: Jametlene Reskp, unsplash.com/photos/Cm8KUxo4ggw

God Crowns His Own Gifts / Dios Corona a sus Propios Dones

In our walk with Christ, we can mistakenly think that all we must do in order to be a good Christian is to avoid sin. It reminds me of my son when he was four years old. He asked me what I would give him if he didn’t mess up his hair before church! Sometimes we expect to be rewarded for not doing the “bad things,” but, in the New Covenant, Christ calls us to so much more. He calls us to transformation.

It can be a bit confusing to understand how the good works that Jesus mentions in today’s Gospel reading fit into God’s plan of salvation for us. I was speaking to a man in my hometown years ago, and we began discussing what it meant for people to attend church. He was a baptized Catholic, but he rarely went to Sunday Mass and said he thought going to Mass was irrelevant compared with serving the poor and doing other works of mercy, many of which are showcased in today’s Gospel reading. I was shocked at his perspective which, if you consider Scripture as a whole, is certainly a lopsided picture of Christ’s teaching. The Church clearly states that we cannot “work” our way to heaven! 

On the other hand, in the years that followed that conversation, I began to realize how often Scripture supports the view that part of our ongoing justification requires “good works.” I started to examine my own behavior to make sure that my relationship with Jesus was more than just over-spiritualized feelings toward God or pride in the list of sins I have managed to avoid. As the Catechism states, “Each will be rewarded…in accordance with his works and faith” (CCC 1021) and quoting St. John of the Cross, “At the evening of life, we shall be judged on our love.” (CCC 1022)

Invariably, Catholic doctrine reveals and nuances the interconnectedness of the teachings of Christ and His Apostles. As we consider being judged by our works, the Church helps us understand, “We can have merit in God’s sight only because of God’s free plan to associate man with the work of his grace” (CCC 2025). Wow.

Good works are part of a beautiful, life-giving cycle that has its genesis in God’s initiative: God’s gratuitous grace launches us into a life of faith and love. When we cooperate with this gift of grace by choosing to do good things, especially when it requires sacrifice, we grow in virtue. When we become more virtuous, we are enabled to serve others even more cheerfully and effectively. The more we allow the cycle to continue, the more we are transformed. 

Ultimately, not only do we receive natural and supernatural blessings in this life for the good works God has enabled us to do, but at the end of our lives, God chooses to reward us! To paraphrase a prayer from the Roman Missal, when we meet Christ face-to-face, He will crown our merits. In so doing, He will be crowning His own gifts. 

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En nuestro caminar con Cristo, podemos pensar erróneamente que todo lo que debemos hacer para ser un buen cristiano es evitar el pecado. Me recuerda a mi hijo cuando tenía cuatro años. ¡Me preguntó qué le daría si no se despeinara antes de ir a la iglesia! A veces esperamos ser recompensados por no hacer las “cosas malas”, pero, en la Nueva Alianza, Cristo nos llama a mucho más. Nos llama a la transformación.

Puede resultar un poco confuso entender cómo las buenas obras que Jesús menciona en la lectura del Evangelio de hoy encajan en el plan de salvación de Dios para nosotros. Hace años estuve hablando con un hombre en mi ciudad natal y comenzamos a discutir lo que significaba para la gente asistir a la iglesia. Era un católico bautizado, pero rara vez iba a misa dominical y dijo que pensaba que ir a misa era irrelevante en comparación con servir a los pobres y hacer otras obras de misericordia, muchas de las cuales se muestran en la lectura del Evangelio de hoy. Me sorprendió su perspectiva que, si consideramos las Escrituras en su conjunto, es ciertamente una imagen desequilibrada de las enseñanzas de Cristo. ¡La Iglesia afirma claramente que no podemos “trabajar” para llegar al cielo!

Por otro lado, en los años que siguieron a esa conversación, comencé a darme cuenta de con qué frecuencia las Escrituras respaldan la opinión de que parte de nuestra justificación continua requiere “buenas obras”. Comencé a examinar mi propio comportamiento para asegurarme de que mi relación con Jesús fuera más que simples sentimientos espiritualizados hacia Dios o orgullo por la lista de pecados que había logrado evitar. Como dice el Catecismo, cada uno será recompensado como consecuencia de sus obras y de su fe” (CIC 1021) y citando a San Juan de la Cruz, “Al la tarde, te examinarán en el amor”. (CIC 1022)

Invariablemente, la doctrina católica revela y matiza la interconexión de las enseñanzas de Cristo y sus Apóstoles. Al considerar ser juzgados por nuestras obras, la Iglesia nos ayuda a comprender: “El hombre no tiene, por sí mismo, mérito ante Dios sino como consecuencia del libre designio divino de asociarlo a la obra de su gracia” (CIC 2025). 

Las buenas obras son parte de un ciclo hermoso y dador de vida que tiene su génesis en la iniciativa de Dios: la gracia gratuita de Dios nos lanza a una vida de fe y de amor. Cuando cooperamos con este don de la gracia eligiendo hacer cosas buenas, especialmente cuando requiere sacrificio, crecemos en virtud. Cuando nos volvemos más virtuosos, podemos servir a los demás con más alegría y eficacia. Cuanto más permitimos que el ciclo continúe, más nos transformamos.

En última instancia, no sólo recibimos bendiciones naturales y sobrenaturales en esta vida por las buenas obras que Dios nos ha permitido hacer, sino que al final de nuestras vidas, ¡Dios elige recompensarnos! Parafraseando una oración del Misal Romano, cuando nos encontremos con Cristo cara a cara, Él coronará nuestros méritos. Al hacerlo, estará coronando sus propios dones para con nosotros.

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A lover of Jesus Christ, a wife, and a mother of five, Christine is the author of Everyday Heroism: 28 Daily Reflections on the Little Way of Motherhood. She is a graduate of Franciscan University, an instructor for the Institute for Excellence in Writing, and an experienced catechist. Thrilled to have recently become grandparents, she and her husband currently live in Upstate, NY. Visit her author webpage at christinehanus.com

Feature Image Credit: Zac Durant, unsplash.com/photos/76HhAKI5JXI

Covenant and Commitment / Alianza y Compromiso

At first glance it may seem a little odd that the first Sunday of Lent would have a reading about God’s covenant with Noah. We all know the story. God sent a flood to wipe out the earth because of their sin and disobedience and then God made a covenant with his people to never again send a flood that would destroy the earth. So why has the Church chosen this reading for Lent? Isn’t Lent all about suffering, not God’s loving plan for his people?

Well, I think this reading actually fits perfectly in this penitential season. Time and time again in the Old Testament we see God enacting covenants with his people, and time and time again we see human beings breaking these covenants. God wants to give his life and love and we as a human race are quick to turn our backs on him and break the commitment of the covenant. 

I see Lent as a time of preparation for Easter and this Holy Feast day celebrates the culmination of the New Covenant that Christ enacted on the cross. We reflect on the suffering and death of Christ, we fast and abstain, and we pray, in order that our hearts might be more ready for the covenant that God has for us. 

Instead of reliving history and breaking the small commitments God asks of us, Lent is a time to dive deeply into these commitments so that his covenant can ring true in our hearts and we will be ready for it. Even Jesus as the Son of God knew how important it would be for us to slow down and reflect on what is most important. He didn’t need to spend any time in the desert, but today’s Gospel reminds us that he went there anyway. He gives us the example of what it looks like to be faithful to his heavenly Father. 

This Lent, I encourage you, and myself, to dive deeply. Let’s allow this to be a time of purification and penance so that when Easter time comes, we will truly know what it means to rejoice. 

From all of us here at Diocesan, God bless!

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A primera vista puede parecer un poco extraño que el primer domingo de Cuaresma tenga una lectura sobre la alianza de Dios con Noé. Todos sabemos la historia. Dios envió un diluvio para arrasar la tierra debido a su pecado y desobediencia y luego Dios hizo un pacto con su pueblo de nunca más enviar un diluvio que destruyera la tierra. Entonces, ¿por qué la Iglesia ha elegido esta lectura para la Cuaresma? ¿No se trata sólo de sufrimiento y no del plan amoroso de Dios para su pueblo?

Bueno, creo que esta lectura encaja perfectamente en esta temporada penitencial. Una y otra vez en el Antiguo Testamento vemos a Dios promulgando alianzas con su pueblo, y una y otra vez vemos a los seres humanos rompiendo esas alianzas. Dios quiere dar su vida y su amor y nosotros, como raza humana, nos apresuramos a darle la espalda y romper el compromiso de la alianza.

Veo la Cuaresma como un tiempo de preparación para la Pascua y esta Fiesta Santa celebra la culminación de la Nueva Alianza que Cristo promulgó en la cruz. Reflexionamos sobre el sufrimiento y la muerte de Cristo, ayunamos, nos abstenemos y oramos, para que nuestro corazón esté más preparado para la alianza que Dios tiene para nosotros.

En lugar de revivir la historia y romper los pequeños compromisos que Dios nos pide, la Cuaresma es un tiempo para ir más a fondo en estos compromisos para que su alianza pueda sonar verdadera en nuestros corazones y estemos preparados para ello. Incluso Jesús, como Hijo de Dios, sabía lo importante que sería para nosotros detenernos y reflexionar sobre lo que es más importante. No tuvo que pasar tiempo en el desierto, pero el Evangelio de hoy nos recuerda que de todos modos fue allí. Nos da el ejemplo de lo que significa ser fiel a su Padre celestial.

En esta Cuaresma, te animo a ti y a mí a ir más a fondo. Permitamos que este sea un tiempo de purificación y penitencia para que cuando llegue el tiempo de Pascua sepamos verdaderamente lo que significa alegrarnos.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesano, ¡Dios los bendiga!

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Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: David Brooke Martin, unsplash.com/photos/t_ZdxJsE8iM

Repentance / El Arrepentimiento

It is Saturday, Feb. 17, the fourth day of Lent. We are already one-tenth of the way through the Lenten journey. Let’s face it, the Catholic Church goes all in at the beginning of Lent, putting us through a bit of a penitential wringer. In just the first three days, we have already had to fast once and abstain from meat twice.

But as I look back at that sentence I just wrote, is it really that bad? Fasting for one day? No meat on two different days? Is that so hard to do? And if so, why? What gets in the way of our doing what is right, and what is prescribed for our spiritual benefit?

I think the answer is clear: We do. We get in the way. We don’t like pain, conflict, trauma, discipline, change. We get set in our ways, settling for what feels good, or at least what we find tolerable. “I like a good burger.” “I need three good meals a day.” “I’m not that bad a person.”

One other problem we seem to have: Just like the Pharisees in today’s Gospel from Luke, we can be excellent judges of others’ character, but we can be greatly lacking in judgment of our own. Too often, everyone else seems to be the tax collector and the sinner. Or, we fall back on “well, everyone is a sinner,” as if that’s just the way it will always be. 

Jesus reminds the Pharisees, and us, “I have not come to call the righteous to repentance, but sinners.” So if we’re all sinners, Jesus came to call us. That is comforting indeed. But that’s not the end of it. Matthew gives us the famous quote, “Many are called, but few are chosen.” Jesus has called us to repentance. Now it’s up to us to respond. Do we decide we’re “not that bad” and go on with our lives? Or do we recognize what we truly are, and what our Lord truly offers us, and respond with true repentance? 

It is true, we are sinners. We have failed and we will fail. But Jesus reminds us that we can be so much more than what we are. We can be God’s beloved children, but it’s up to us to respond accordingly when we fail, by repenting, praying more deeply, trying harder — not following our ways or seeking our own interests, as Isaiah puts it — relying on God to show us the way. By prayer, fasting, abstinence and almsgiving, we open up more of ourselves for God to enter in. 

The goal of Lent is that by Easter, we become far better than we were when we started on Ash Wednesday. Saints throughout the ages have shown us it can be done. And since our true life’s goal is to become saints ourselves, let us do as they have done, repenting and asking God, “Teach me your ways, O Lord.” He will do so. We then need to follow those ways and walk in His truth.

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Es sábado, 17 de febrero, cuarto día de Cuaresma. Ya hemos recorrido una décima parte del camino cuaresmal. Seamos realistas, la Iglesia Católica hace todo lo posible al comienzo de la Cuaresma, lo que nos hace sudar la gota gorda en cuanto a la penitencia. Tan sólo en los primeros tres días ya hemos tenido que ayunar una vez y abstenernos de comer carne dos veces.

Pero al releer la frase que acabo de escribir, ¿realmente es tan malo ayunar por un día y no comer carne en dos días diferentes? ¿Es tan difícil de hacer? Y si es así, ¿por qué? ¿Qué se interpone en nuestro camino para hacer lo correcto y lo qué está prescrito para nuestro beneficio espiritual?

Creo que la respuesta es clara: Nosotros mismos. Nos interponemos en el camino. No nos gusta el dolor, el conflicto, el trauma, la disciplina, el cambio. Nos fijamos en nuestros caminos, conformándonos con lo que nos hace sentir bien, o al menos con lo que nos parece tolerable. “Me gusta una buena hamburguesa.” “Necesito tres buenas comidas al día”. “No soy una persona tan mala”.

Parece que también tenemos otro problema: al igual que los fariseos en el Evangelio de Lucas de hoy, podemos ser excelentes jueces del carácter de los demás, pero podemos tener grandes deficiencias en juzgar a nosotros mismos. Con demasiada frecuencia, todos los demás parecen ser recaudadores de impuestos y pecadores. O recurrimos a “bueno, todo el mundo es pecador”, como si así fuera siempre.

Jesús les recuerda a los fariseos y a nosotros: “No he venido a llamar a justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”. Entonces, si todos somos pecadores, Jesús vino a llamarnos. Eso es verdaderamente reconfortante pero ese no es el fin de todo. Mateo nos da el famoso dicho: “Muchos son los llamados, pero pocos los escogidos”. Jesús nos ha llamado al arrepentimiento. Ahora nos toca a nosotros responder. ¿Decidimos que “no somos tan malos” y seguimos con nuestras vidas? ¿O reconocemos lo que realmente somos y lo que nuestro Señor realmente nos ofrece y respondemos con verdadero arrepentimiento?

Es verdad, somos pecadores. Hemos fracasado y fracasaremos. Pero Jesús nos recuerda que podemos ser mucho más de lo que somos. Podemos ser hijos amados de Dios, pero depende de nosotros responder en consecuencia cuando fallamos, arrepintiéndonos, orando más profundamente, esforzándonos más, no siguiendo nuestros caminos ni buscando nuestros propios intereses, como dice Isaías, confiando en Dios para que nos muestre el camino. Mediante la oración, el ayuno, la abstinencia y la limosna, abrimos más de nosotros mismos para que Dios entre en nosotros.

El objetivo de la Cuaresma es que para la Pascua seamos mucho mejores que cuando empezamos el Miércoles de Ceniza. Los santos a lo largo de los tiempos nos han demostrado que sí se puede. Y dado que el verdadero objetivo de nuestra vida es llegar a ser santos, hagamos lo que ellos han hecho, arrepintiéndonos y pidiéndole a Dios: “Enséñame tus caminos, oh Señor”, y lo hará. Y luego hay que seguir esos caminos y caminar en Su verdad.

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Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Alberto Skw, cathopic.com/photo/9799-reconciliacion