Hanging On Jesus’ Every Word / Atento a Cada Palabra de Jesús

“Every day he was teaching…all the people were hanging on his words” (Luke 19: 47-48).

Jesus, the Word who became flesh and dwelt among us, is our Teacher and Master.  Every day we need to hear the Lord speaking. Every day we need the direction only Jesus can give. Every day society needs to be reorganized and renewed according to the words of life from the Lord of Life. Every. Day.

“Every day he was teaching…all the people were hanging on his words.”

Some days might seem to be too busy or too crazy to take time to read God’s Word in the Bible. But every day that Jesus was on this earth he taught us. God himself learned to speak in our faltering language about our very creaturely struggles, addressing our profound weakness and glaring needs for healing. He whom the angels praise with song and glory humbled himself to become a man in order to teach us, to save us, to reconcile us with the Father that we might live forever in heaven. 

When Jesus ascended into heaven 2000 years ago, did his teaching end? Were we to hear his voice no more? That beloved voice that spoke to us the truth, that comforted and challenged, that proclaimed words of healing and forgiveness and courage? That voice that touched individual lives in ever so profound ways. Where can we encounter Jesus today in order to hear his voice as he speaks to us personally? 

Pope Francis, in his document Desiderio Desideravi, wrote that every word, every gesture, every glance, every feeling of Jesus reaches us through the Eucharist, through the celebration of all the sacraments. It is in the Eucharist and the sacraments that we encounter Jesus. It is there that we hear him. It is there that we experience how he sees us, what he thinks about us, what he feels toward us (cf. n. 11). 

It is when we receive Jesus in Communion that the events narrated in the Gospel become present to us today. When we have received Jesus in the Eucharist, when we are before him in adoration, Pope Francis helps us understand how Jesus and his teaching become present. There in prayer in the real presence of Jesus, we can each say: “I am Nicodemus, the Samaritan woman at the well, the man possessed by demons at Capernaum, the paralytic in the house of Peter, the sinful woman pardoned, the woman afflicted by hemorrhages, the daughter of Jairus, the blind man of Jericho, Zacchaeus, Lazarus, the thief and Peter both pardoned. The Lord Jesus who dies no more, who lives forever with the signs of his Passion continues to pardon us, to heal us, to save us with the power of the sacraments. It is the concrete way, by means of his incarnation, that he loves us” (n. 11). 

St. Ephrem helps us reflect more deeply on this when he says: “O Lord, we cannot go to the pool of Siloam to which you sent the blind man. But we have the chalice of your Precious Blood, filled with life and light. The purer we are, the more we receive.”

“Every day he was teaching…all the people were hanging on his words.”

A friend once told me about her young nephew asking her why the people in the Church were processing to the altar. He wanted to know what it was all about.  She explained that they were receiving Jesus himself in the Eucharist. He thought about that for a few moments and then he asked her, “If that is really true, then why doesn’t everyone look happy?”

These words come back to me often. As a Daughter of St. Paul I have received holy Communion and made an hour of Eucharistic adoration every day for the past 49 years. There are times when I’m distracted, tired, preoccupied, or just “not present.” It is at these times that we can recall that the people of Judea were hanging on Jesus’ every word! And I, we, have the immense privilege to be able to receive the gift Jesus gave us at the Last Supper: himself. He wanted to stay with us always: to teach us every day, to love and forgive us, heal and transform us. The Eucharist is real, it is really the body and blood, soul and divinity of Jesus Christ. In receiving the Eucharist we receive from Jesus healing and health. He teaches us and heals our sins and our ills and feeds our body and our soul. The Eucharist is life. The Eucharist brings us eternal life. 

Let us, therefore, hang on Jesus’ every word. Let us approach the altar with joy and thanksgiving. Let us reserve our hearts for him through a gentle asceticism which makes room for his glory in our lives. Let us keep Jesus company in the Eucharist whenever we are able. Even if we can’t pray in a Eucharistic chapel, in spirit we can always prostrate ourselves before Jesus in the Tabernacles of the world in adoration and thanksgiving, ready to hear what he desires to say to us. 

Let us hang on Jesus’ every word.

Contact the author


“Jesús enseñaba todos los días en el templo… [y] todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras” (Lucas 19: 47-48).

Jesús, el Verbo que se hizo carne y habitó entre nosotros, es nuestro Maestro. Todos los días necesitamos escuchar al Señor hablar. Todos los días necesitamos la dirección que solo Jesús puede dar. Cada día la sociedad necesita ser reorganizada y renovada según las palabras de vida del Señor de la Vida. Cada. Día.

“Jesús enseñaba todos los días en el templo… [y] todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.”

Algunos días pueden parecer demasiado ocupados, demasiado locos, para tomarnos el tiempo de leer la Palabra de Dios que se encuentra en la Biblia. Pero cada día que Jesús estuvo en esta tierra nos enseñó. Dios mismo aprendió a hablar en nuestro lenguaje vacilante acerca de nuestras propias luchas como criaturas, abordando nuestra profunda debilidad y nuestras evidentes necesidades de sanación. Aquel a quien los ángeles alaban con canto y gloria, se humilló a sí mismo haciéndose hombre para enseñarnos, para salvarnos, para reconciliarnos con el Padre a fin de que vivamos para siempre en el cielo.

Cuando Jesús ascendió al cielo hace 2000 años, ¿terminaron sus enseñanzas? ¿No volveríamos a escuchar su voz? ¿Esa voz amada que nos habló la verdad, que consoló y desafió, que proclamó palabras de sanación y perdón y valentía? Esa voz que tocó vidas individuales de maneras muy profundas. ¿Dónde podemos encontrar a Jesús hoy para escuchar su voz cuando nos habla personalmente?

El Papa Francisco, en su documento Desiderio Desideravi, escribió que cada palabra, cada gesto, cada mirada, cada sentimiento de Jesús nos llega a través de la Eucaristía, a través de la celebración de todos los sacramentos. Es en la Eucaristía y en los sacramentos que encontramos a Jesús. Es allí donde lo escuchamos. Allí experimentamos cómo nos ve, qué piensa de nosotros, qué siente por nosotros (cf. n. 11).

Es cuando recibimos a Jesús en la Comunión que los acontecimientos narrados en el Evangelio se nos hacen presentes hoy. Cuando hemos recibido a Jesús en la Eucaristía, cuando estamos ante él en la adoración, el Papa Francisco nos ayuda a comprender cómo Jesús y su enseñanza se hacen presentes. Allí, en oración, en la presencia real de Jesús, podemos decir cada uno: Yo soy Nicodemo y la Samaritana, el endemoniado de Cafarnaún y el paralítico en casa de Pedro, la pecadora perdonada y la hemorroisa, la hija de Jairo y el ciego de Jericó, Zaqueo y Lázaro; el ladrón y Pedro, perdonados. El Señor Jesús que  inmolado, ya no vuelve a morir; y sacrificado, vive para siempre  [2], continúa perdonándonos, curándonos y salvándonos con el poder de los Sacramentos. A través de la encarnación, es el modo concreto por el que nos ama.” (n. 11).

San Efrén nos ayuda a reflexionar más profundamente sobre esto cuando dice: “Oh Señor, no podemos ir al estanque de Siloé al que enviaste al ciego. Pero tenemos el cáliz de tu Preciosa Sangre, lleno de vida y de luz. Mientras más puros somos, más recibimos”.

“Jesús enseñaba todos los días en el templo… [y] todo el pueblo estaba pendiente de sus palabras.”

Una amiga me contó una vez que su sobrino joven le preguntó por qué la gente de la Iglesia se dirigía al altar. Quería saber de qué se trataba. Mi amiga le explicó que estaban recibiendo al mismo Jesús en la Eucaristía. Pensó en eso por unos momentos y luego le preguntó: “Si eso es realmente cierto, ¿por qué no se ven felices todos?”

Estas palabras vienen a la mente con frecuencia. Como Hija de San Pablo he recibido la Sagrada Comunión y he hecho una hora de adoración Eucarística todos los días durante los últimos 49 años. Hay momentos en los que estoy distraída, cansada, preocupada o simplemente “no estoy presente”. En estos momentos podemos recordar que la gente de Judea estaba pendiente de cada palabra de Jesús. Y nosotros tenemos el inmenso privilegio de poder recibir el don que Jesús nos dio en la Última Cena: él mismo. Quería estar siempre con nosotros: enseñarnos todos los días, amarnos y perdonarnos, sanarnos y transformarnos. La Eucaristía es real, es realmente el cuerpo y la sangre, el alma y la divinidad de Jesucristo. Al recibir la Eucaristía recibimos de Jesús sanación y salud. Nos enseña y sana nuestros pecados y nuestros males y alimenta nuestro cuerpo y nuestra alma. La Eucaristía es vida. La Eucaristía nos trae la vida eterna.

Por lo tanto, aferrémonos a cada palabra de Jesús. Acerquémonos al altar con alegría y acción de gracias. Reservemos nuestro corazón para él a través de una suave ascesis que haga lugar a su gloria en nuestra vida. Hagamos compañía a Jesús en la Eucaristía siempre que podamos. Aunque no podamos orar en una capilla eucarística, en espíritu siempre podemos postrarnos ante Jesús en los Tabernáculos del mundo en adoración y acción de gracias, listos para escuchar lo que Él desea decirnos.

Aferrémonos a cada palabra de Jesús.

Comunicarse con la autora

Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
Public Facebook Group: https://www.facebook.com/groups/srkathrynhermes/ HeartWork Spiritual Formation Group: https://touchingthesunrise.com/heartwork/

Feature Image Credit: Érica Viana, cathopic.com/photo/15883-finding-the-love

Knowing Christ, Our Peace / Conociéndo a Cristo, Nuestro Paz

In the Bible I keep on my desk at work, today’s Gospel passage has the heading “The Lament of Jerusalem.” That makes sense. Throughout the whole passage, Jesus is certainly lamenting over the city of Jerusalem. It even says that He weeps over it before speaking about what will happen if Jerusalem does not begin to know “what makes for peace,” and it’s not pretty. 

It makes me wonder what Jesus would say and do if He walked past one of our cities today and saw the state of our culture. Talk about a lament. If we use this past Sunday’s Gospel as a measuring stick, we have nation turning against nation, people turning against one another, wars and so much more. It begs the question – do we ourselves know what makes for peace? Does our society know what makes for peace? Survey says … not really. 

There is such a desire for peace in the world today. That’s why many people will jokingly say that they want “world peace” for Christmas or their birthdays – because they see war, strife, discord and more in the world today. All of that adds up to a lack of peace. And often, they make this response jokingly, knowing full well that they will never actually get world peace as a gift.

Would we be desiring peace if we had peace already? Perhaps, because we know exactly what we’re asking for we would surely want more of it. But I have to believe that the reason so many people want peace in the world is because they don’t see peace or are experiencing a lack of peace for themselves. 

The reason Jerusalem did not know peace and soon would be in ruins was because it did not know Jesus or accept Him as the Messiah. Jesus is the one who brings peace. Especially in recent years, our society has rejected Jesus and everything to do with Christianity. 

So what can we do to bring Jesus Christ to the world, to bring peace into the world? We must take our mission of evangelization seriously – to “go, therefore, and make disciples of all nations, baptizing them in the name of the Father, and of the Son, and of the holy Spirit, teaching them to observe all that I have commanded you.” (Mt. 28:19-20) We must share the message of Jesus with the world so that the world comes to know Him and love Him and can experience the peace He offers. 

Contact the author


En la Biblia que tengo en mi escritorio en el trabajo, el pasaje del Evangelio de hoy tiene el título “El Lamento de Jerusalén”. Eso tiene sentido. A lo largo de todo el pasaje, Jesús ciertamente se lamenta por la ciudad de Jerusalén. Incluso dice que Él llora por eso antes de hablar de lo que sucederá si Jerusalén no comienza a saber “lo que hace a la paz”, y no es bonito.

Me hace preguntarme qué diría y haría Jesús si pasara por una de nuestras ciudades hoy y viera el estado de nuestra cultura. Habla de un lamento. Si usamos el Evangelio del domingo pasado como vara de medir, tenemos nación volviéndose contra nación, gente volviéndose unos contra otros, guerras y mucho más. Plantea la pregunta: ¿sabemos nosotros mismos lo que contribuye a la paz? ¿Sabe nuestra sociedad lo que contribuye a la paz? La verdad que no.

Hay mucho deseo de paz en el mundo de hoy. Es por eso que muchas personas dicen en broma que quieren “la paz mundial” para Navidad o sus cumpleaños, porque ven guerra, lucha, discordia y más en el mundo de hoy. Todo eso se suma a la falta de paz, y a menudo, dan esta respuesta en broma, sabiendo muy bien que en realidad nunca obtendrán la paz mundial como regalo.

¿Estaríamos deseando la paz si ya tuviéramos la paz? Tal vez, porque sabemos exactamente lo que estamos pidiendo, seguramente querríamos más. Pero tengo que creer que la razón por la que tantas personas quieren la paz en el mundo es porque no ven la paz o están experimentando una falta de paz para ellos mismos.

La razón por la que Jerusalén no conoció la paz y pronto estaría en ruinas fue porque no conoció a Jesús ni lo aceptó como el Mesías. Jesús es el que trae la paz. Especialmente en los últimos años, nuestra sociedad ha rechazado a Jesús y todo lo que tiene que ver con el cristianismo.

Entonces, ¿qué podemos hacer para traer a Jesucristo al mundo, para traer paz al mundo? Debemos tomar en serio nuestra misión de evangelizar: “Id, pues, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a guardar todo lo que te he ordenado.” (Mt 28,19-20) Debemos compartir el mensaje de Jesús con el mundo para que el mundo llegue a conocerlo y amarlo y pueda experimentar la paz que Él ofrece.

Comunicarse con la autora


Erin is a Cleveland native and graduate of Franciscan University of Steubenville. She is passionate about the Lord Jesus, all things college sports and telling stories and she is blessed enough to get paid for all three of her passions as a full-time youth minister and a freelance sports writer.

Feature Image Credit: Jonathan Meyer, unsplash.com/photos/e9IHjxScV48

All We Need, And More / Todo lo Que Necesitamos y Hasta Más

Does your parish church have stained glass windows? From the outside, the windows look dark and dull, but when you are inside the Church, they are richly and brilliantly illuminated.

That is another kind of parable for the lesson of Jesus in today’s Gospel. We see Jesus Himself as the “nobleman” who went to obtain a kingship, giving ten of his servants a gold coin worth 100 days’ wages before he left, giving them specific instructions to “engage in trade” with them. After he became king, he returned to check the “return on investment,” as it were.

These coins can be seen as the talents and graces we are freely given. The Lord gives us everything and invites us to freely put our gifts and our lives in his service and the service of others. He asks us to use what we have (without comparing it to what others have!) to engage fully in life, to help others, and to glorify God. To those who do this generously, Jesus promises a generous reward!

But if we refuse to use what we have been given, it will be as if we have chosen to remain outside the church building in the cold, seeing it as a stone mountain into which we dare not enter. From outside, we cannot see the light streaming in through the colored windows or enter into the hymns of praise rising up from the People of God or partake of the rich banquet of the Body and Blood of Christ. We, therefore, keep ourselves separated from communion with God and His family!

Many things can keep us from fully engaging our gifts: fear, selfishness, ingratitude. We may not really know what we have or what we can do; we may be using our energies to satisfy our own wants and forgetting to look at ways to serve others; we may be blinded by a conviction that we really don’t have enough to give; we may be afraid of the risks of taking our spiritual responsibility seriously; we may be focused on counting the costs. All of these attitudes and more can impel us to “wrap our coin in a handkerchief” rather than “engage in trade”!

Where do we begin to shift engagement? We can begin by making sure that our relationship with God truly has first place in our lives. Then we can take a look at the duties and responsibilities before us, in our family and at work, and assess whether we are doing all we can for the people around us. Next, we can look at our parish, to see where we might be of service to further the mission of the Church!

We need not fear that we will run out of anything. If we are doing what God calls us to do, we are given more! When we engage our gifts and talents in His service, we will always have all we need.


¿Tu iglesia parroquial tiene vitrales? Desde el exterior, las ventanas se ven oscuras y aburridas, pero cuando estás dentro de la Iglesia, están ricamente y brillantemente iluminadas.

Ese es otro tipo de parábola para la lección de Jesús en el Evangelio de hoy. Vemos a Jesús mismo como el “hombre noble” que fue a obtener un reinado, dando a diez de sus sirvientes una moneda de oro por valor de 100 días de salario antes de irse, dándoles instrucciones específicas para “comerciar” con ellos. Después de convertirse en rey, regresó para verificar el “retorno de la inversión”, por así decirlo.

Estas monedas pueden verse como los talentos y las gracias que se nos dan gratuitamente. El Señor nos da todo y nos invita a poner libremente nuestros dones y nuestra vida a su servicio y al servicio de los demás. Nos pide que usemos lo que tenemos (¡sin compararlo con lo que tienen los demás!) para participar plenamente en la vida, para ayudar a los demás y para glorificar a Dios. ¡A los que hacen esto generosamente, Jesús les promete una generosa recompensa!

Pero si nos negamos a usar lo que se nos ha dado, será como si hubiésemos optado por permanecer fuera del edificio de la iglesia en el frío, viéndolo como una montaña de piedra en la que no nos atrevemos a entrar. Desde fuera no podemos ver la luz que se cuela por los vitrales, ni entrar en los himnos de alabanza que se elevan del Pueblo de Dios, ni participar del rico banquete del Cuerpo y la Sangre de Cristo. ¡Nosotros, por lo tanto, nos mantenemos separados de la comunión con Dios y su familia!

Muchas cosas pueden impedirnos utilizar plenamente nuestros dones: el miedo, el egoísmo, la ingratitud. Puede que no sepamos realmente lo que tenemos o lo que podemos hacer; podemos estar usando nuestras energías para satisfacer nuestros propios deseos y olvidando de buscar formas de servir a los demás; podemos estar cegados por la convicción de que realmente no tenemos suficiente para dar; podemos tener miedo de los riesgos de tomar en serio nuestra responsabilidad espiritual; podemos estar enfocados en lo que nos cuesta. ¡Todas estas actitudes y más pueden impulsarnos a “envolver nuestra moneda en un pañuelo” en lugar de “comerciar”!

¿Dónde empezamos a cambiar el compromiso? Podemos comenzar asegurándonos de que nuestra relación con Dios realmente tenga el primer lugar en nuestras vidas. Entonces podemos echar un vistazo a los deberes y responsabilidades que tenemos ante nosotros, en nuestra familia y en el trabajo, y evaluar si estamos haciendo todo lo posible por las personas que nos rodean. ¡Luego, podemos mirar a nuestra parroquia, para ver dónde podemos ser de servicio para promover la misión de la Iglesia!

No debemos temer que nos quedemos sin nada. Si estamos haciendo lo que Dios nos llama a hacer, ¡se nos da más! Cuando dedicamos nuestros dones y talentos a Su servicio, siempre tendremos todo lo que necesitamos.

Featured Image Credit: Bjorn Pierre, unsplash.com/photos/-clf0K7plGM


This reflection was reposted from Diocesan Archives. Author: Kathryn Mulderink, MA

Holiness / La Santidad

Sometimes, Jesus changed his plans. But it seems the only reason he ever changed his plans was out of love.

In today’s Gospel, Jesus intends to pass through Jericho, but his loving desire to save Zacchaeus changes his plans. Zacchaeus is not a pious saint; he is a wealthy man, a chief tax collector, a sinner in the eyes of others. He is, in many ways, lost. But Jesus came “to seek and save what was lost,” and so he is eager to reward the effort of this poor sinner by telling him to “come down quickly” and inviting himself into his home.

Zacchaeus may not have understood his own motivation for climbing that tree to get a glimpse of Jesus. Maybe it seemed initially like superficial curiosity, maybe he had climbed trees before, being “short in stature.” But he follows that good impulse and Jesus meets him right there, and draws him more deeply into his gaze, into his heart. And Zacchaeus responds by receiving the grace that is being offered, repenting of his greed, repaying any extortion fourfold, and giving away half of his possessions to the poor.

Sometimes we become stuck by believing that we will never make real progress in spiritual things because of our own inadequacy, because we are “short in stature” spiritually. And it is true that, by ourselves and our own resources, we can do nothing. But we are not on our own! The Lord is just as eager to draw us into his gaze and into his heart as he was to draw Zacchaeus to repentance. The Lord always meets us more than halfway and brings us to the next level. If we take a step toward him, he takes two steps toward us. If we put forth an effort to know him, he looks at us and receives us. If we acknowledge our own weakness, he becomes our strength. If we hold up our brokenness, he heals us. Whatever we open to him, he fills abundantly!

So let us all resolve to never give into the temptation to be discouraged or to believe that we cannot become holy, or that holiness is not for us. Instead, let us put all our hope in the Lord, who lovingly came “to seek and save what was lost” and whose Divine Creativity never fails to find ways to draw us to himself.

Contact the author


A veces, Jesús cambiaba sus planes. Pero parece que la única razón por la que cambió sus planes fue por amor.

En el evangelio de hoy, Jesús se propone pasar por Jericó, pero su deseo amoroso de salvar a Zaqueo cambia sus planes. Zaqueo no es un santo piadoso; es un hombre rico, un jefe de los recaudadores de impuestos, un pecador a los ojos de los demás. Está, en muchos sentidos, perdido. Pero “el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”, por lo que está deseoso de recompensar el esfuerzo de este pobre pecador diciéndole “bájate pronto” e invitándose a sí mismo a su casa.

Es posible que Zaqueo no haya entendido su propia motivación para trepar a ese árbol para ver a Jesús. Tal vez inicialmente parecía una curiosidad superficial, tal vez había trepado a los árboles antes, siendo “de baja estatura”. Pero sigue ese buen impulso y Jesús lo encuentra allí mismo, y lo atrae más profundamente a su mirada, a su corazón. Y Zaqueo responde recibiendo la gracia que se le ofrece, arrepintiéndose de su avaricia, pagando cuatro veces cualquier extorsión y entregando la mitad de sus bienes a los pobres.

A veces nos atascamos al creer que nunca lograremos un progreso real en las cosas espirituales debido a nuestra propia insuficiencia, porque espiritualmente somos “de baja estatura”. Y es verdad que, por nosotros mismos y con nuestros propios recursos, no podemos hacer nada. ¡Pero no estamos solos! El Señor está tan deseoso de atraernos a su mirada y a su corazón como lo estaba de atraer a Zaqueo al arrepentimiento. El Señor siempre nos encuentra a más de la mitad del camino y nos lleva al siguiente nivel. Si damos un paso hacia él, él da dos pasos hacia nosotros. Si nos esforzamos por conocerlo, él nos mira y nos recibe. Si reconocemos nuestra propia debilidad, él se convierte en nuestra fuerza. Si levantamos nuestro quebrantamiento, él nos sana. Todo lo que le abrimos, ¡Él lo llena abundantemente!

Así que tomemos la determinación de nunca ceder a la tentación de desanimarnos o de creer que no podemos llegar a ser santos, o que la santidad no es para nosotros. En cambio, pongamos toda nuestra esperanza en el Señor, que amorosamente vino a “buscar y a salvar lo que se había perdido” y cuya Divina Creatividad siempre encuentra formas de atraernos hacia él.

Comunicarse con la autora

Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Rita Laura, cathopic.com/photo/15994-via-crucis-al-atardecer

The End Is The Beginning / El Final es el Inicio

We’ve come to that point in time, the penultimate (second to last) Sunday of the Liturgical Year, when our readings for the day are all about the end of time. Death, destruction, doom and gloom . It might seem quite depressing at first glance, but the message is filled with hope.

I think the interesting thing with the readings this year is not what is said, but what is being addressed. The First Reading, from the prophet Malachi, is addressing the people’s complaint that people who aren’t serving God seem to be prospering, so why serve God at all if it doesn’t seem to matter? Malachi is very clear in his response: “Lo, the day is coming, blazing like an oven, when all the proud and all evildoers will be stubble, and the day that is coming will set them on fire.” But for those who obey the Lord, “there will arise the sun of justice with its healing rays.” Moral of the story: God will prevail, but in God’s time, not ours.

Then St. Paul must deal with the Thessalonian church, where the faithful have been expecting Jesus to return at any time. When that doesn’t happen, their commitment to living as Christians starts to falter. Paul won’t have it. “You know how one must imitate us,” he starts out, later advising, “we wanted to present ourselves as a model for you, so that you might imitate us.” Paul is not being arrogant, merely reminding these people that he has toiled to spread the Gospel and live in it, and they should, too. Keep busy in that, he says, and stop being busy bodies.

Jesus himself also covers Paul’s line of thinking. You don’t know when the coming of the Lord is going to happen, and people are going to try to exploit that. In fact, history tells us it has happened in every age, and continues today. “See that you not be deceived,” our Lord tells his disciples, and us. Don’t be terrified by current events, because they’re going to happen. And even worse things will, too. There will be persecution of the faithful. As harsh as that seems, it is and will be true. But Jesus reminds us, good will come of it: “It will lead to your giving testimony.” Trials and tribulations are our opportunity to spread the good news that Jesus came to give us. He himself “shall give you wisdom in speaking that all your adversaries will be powerless to resist or refute.”

And yes, some of us will be put to death, or hated by all because of our faith in Jesus. But that end is, in fact, the beginning of an everlasting life in the presence of God and all his glory. “By your perseverance you will secure your lives,” Jesus says, reminding us that life on this Earth is temporary. Develop your faith, keep the faith, live the faith, die in faith. The good stuff — the very glory of God — awaits us in heaven, glory and joy we can’t even imagine. Hope in the Lord and trust in His ways!

Contact the author


Hemos llegado a ese punto en el tiempo, el penúltimo domingo del año litúrgico, cuando nuestras lecturas del día se tratan del fin de los tiempos. Muerte, destrucción, fatalidad y pesimismo. Puede parecer bastante deprimente a primera vista, pero el mensaje está lleno de esperanza.

Creo que lo interesante de las lecturas de este año no es lo que se dice, sino lo que se aborda. La Primera Lectura, del profeta Malaquías, aborda la queja de la gente de que las personas que no están sirviendo a Dios parecen estar prosperando, entonces, ¿por qué servir a Dios si no parece importar? Malaquías es muy claro en su respuesta: “Ya viene el día del Señor, ardiente como un horno, y todos los soberbios y malvados serán como la paja. El día que viene los consumirá”. Pero para los que obedecen al Señor, “brillará el sol de justicia, que les traerá la salvación en sus rayos”. Moraleja de la historia: Dios prevalecerá, pero en el tiempo de Dios, no en el nuestro.

Luego, San Pablo tiene que tratar con la iglesia de Tesalónica, donde los fieles han estado esperando que Jesús regrese en cualquier momento. Cuando eso no sucede, su compromiso de vivir como cristianos comienza a flaquear. Paul no lo acepta. “Ya saben cómo deben vivir para imitar mi ejemplo”, comienza, y luego les dice que ha vivido de esa forma, “para darles un ejemplo que imitar”. Pablo no está siendo arrogante, simplemente les recuerda a estas personas que él se ha esforzado para difundir el Evangelio y vivir en él, y que ellos también deberían hacerlo. Manténganse ocupados en eso, dice, y dejen de ser cuerpos ocupados.

Jesús mismo también cubre la línea de pensamiento de Pablo. No sabes cuándo ocurrirá la venida del Señor, y la gente tratará de explotar eso. De hecho, la historia nos dice que ha sucedido en todas las épocas y continúa hoy. “Cuídense de que nadie los engañe,” dice nuestro Señor a sus discípulos y a nosotros. No te asustes por los acontecimientos actuales, porque van a suceder. Y cosas aún peores también lo harán. Habrá persecución de los fieles. Tan duro como parece, es y será cierto. Pero Jesús nos recuerda que de ello saldrá bien: “Con esto darán testimonio de mí.”  Las pruebas y tribulaciones son nuestra oportunidad de difundir las buenas nuevas que Jesús vino a darnos. Él mismo dice, “porque yo les daré palabras sabias, a las que no podrá resistir ni contradecir ningún adversario de ustedes.”

Y sí, algunos de nosotros seremos condenados a muerte, u odiados por todos debido a nuestra fe en Jesús. Pero ese final es, de hecho, el comienzo de una vida eterna en la presencia de Dios y de toda su gloria. “Si se mantienen firmes, conseguirán la vida”, dice Jesús, recordándonos que la vida en esta Tierra es temporal. Desarrollen su fe, mantengan la fe, vivan la fe, mueran en la fe. Lo bueno es que la gloria misma de Dios nos espera en el cielo, gloria y gozo que ni siquiera podemos imaginar. ¡Espera en el Señor y confía en sus caminos!

Comunicarse con el autor

Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the older one who is fascinated with learning about his faith. He also has served on a Catholic school board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: geralt, pixabay.com/photos/heaven-clouds-cloud-shape-3335585/

We Can’t Out-Give God / No Podemos Dar Más Que Dios

My son was a college student at Ave Maria University. He benefited from a generous scholarship, but was otherwise footing his own bill. Though he participated in the work study program on campus, he was accruing more debt every year. At Mass one day, the Gospel reading was about tithing. My son desired to give to the work of the Church financially in some way, but he was a bit reluctant to give away his last twenty dollars. Nevertheless, into the offertory basket it went. Later that day, he received a check from the university for two hundred dollars with a note saying he had overpaid his bill. Even though the two hundred dollars was technically his money anyway, he felt God was showing him the blessing that comes from financial giving. 

My son knew that it is the responsibility and privilege of Catholics to support the Church and those who do the work of the Church. Why? Because this earthly life is short! The destiny of eternal souls hangs in the balance and those who are on the front lines in communicating the Gospel message, need our support. One  primary way we can offer this support is through financial help. We are told by St. John in today’s First Reading that when we help those who work “for the sake of the Name,” we become “co-workers in the truth.” That sure puts a joyful spin on parting with our hard-earned money! 

As our country experiences significant inflation, giving financially may seem harder than ever to do. Learning from the example of others allows us to more readily entrust our finances to God. Years ago, feeling called to full-time ministry, my husband’s parents shut down their ice cream parlor business, sold their home, and bought a motorhome. For the next 20 years, they traveled with no financial security and no regular income! Trusting that God would provide everything from food to gas, they shared the love of Christ and the Gospel message with those they met, and often served people in need. The stories they could tell of God’s provision inspire our family daily and make it easier for us to trust God with our finances as well. 

If we find it particularly challenging to be generous financially, we should pray that God will give us the grace to trust in Him. Tithing and almsgiving have always been an essential part of the Christian life, and there will never be a “perfect” time to start giving. The Catechism states that, “the faithful are obliged to assist with the material needs of the Church, each according to his own ability.” (CCC 2043)  

As Catholics we believe that whenever we do God’s will, we are blessed in ways that cannot  be measured in dollars and cents. We can’t out-give God! 

Contact the author


Mi hijo era estudiante universitario en Ave Maria University. Se benefició de una beca generosa, pero por lo demás estaba pagando su propia factura. Aunque participó en el programa de estudio y trabajo en el campus, acumulaba más deudas cada año. En la Misa un día, la lectura del Evangelio fue sobre el diezmo. Mi hijo deseaba contribuir económicamente a la obra de la Iglesia de alguna manera, pero dudaba un poco en donar sus últimos veinte dólares. Sin embargo, lo puso en la canasta de las ofrendas. Más tarde ese día, recibió un cheque de la universidad por doscientos dólares con una nota que decía que había pagado en exceso su factura. A pesar de que técnicamente los doscientos dólares eran su dinero, sintió que Dios le estaba mostrando la bendición que viene de dar financieramente.

Mi hijo sabía que es responsabilidad y privilegio de los católicos apoyar a la Iglesia y a quienes hacen el trabajo de la Iglesia. ¿Por qué? ¡Porque esta vida terrenal es corta! El destino de las almas eternas pende de un hilo y aquellos que están en primera línea para comunicar el mensaje del Evangelio necesitan nuestro apoyo. Una forma principal en que podemos ofrecer este apoyo es a través de ayuda financiera. San Juan nos dice en la Primera Lectura de hoy que cuando ayudamos a los que “se han puesto en camino por Cristo”, nos convertimos en “colaboradores en la difusión de la verdad”. ¡Eso seguro le da un giro alegre a la despedida de nuestro dinero ganado con tanto esfuerzo!

A medida que nuestro país experimenta una inflación significativa, dar financieramente puede parecer más difícil que nunca. Aprender del ejemplo de los demás nos permite confiar más fácilmente nuestras finanzas a Dios. Hace años, sintiéndose llamados al ministerio de tiempo completo, los padres de mi esposo cerraron su negocio de heladería, vendieron su casa y compraron una casa rodante. Durante los siguientes 20 años, viajaron sin seguridad financiera y sin ingresos regulares. Confiando en que Dios proveería todo, desde comida hasta gasolina, compartieron el amor de Cristo y el mensaje del Evangelio con quienes conocieron y, a menudo, sirvieron a personas necesitadas. Las historias que pudieron contar sobre la provisión de Dios inspiran a nuestra familia todos los días y también nos facilitan confiar en Dios con nuestras finanzas.

Si nos resulta especialmente difícil ser generosos económicamente, debemos orar para que Dios nos dé la gracia de confiar en Él. El diezmo y la limosna siempre han sido una parte esencial de la vida cristiana, y nunca habrá un momento “perfecto” para comenzar a dar. El Catecismo afirma que “los fieles están obligados de ayudar, cada uno según su posibilidad, a las necesidades materiales de la Iglesia”. (CIC 2043)

Como católicos, creemos que cada vez que hacemos la voluntad de Dios, somos bendecidos de maneras que no se pueden medir en dólares y centavos. ¡No podemos dar más que Dios!

Comunicarse con la autora

Christine Hanus currently lives in Upstate, NY. Though she enjoys writing and her work as a catechist, Christine is primarily a wife, mother, and more recently, grandmother!

Feature Image Credit: micheile dot com, unsplash.com/photos/SoT4-mZhyhE

Reminding Us / Recordándonos

As the season of Advent quickly approaches, I thought I would try to focus my next several reflections on Advent and specifically the incarnation. The First Reading from today perfectly summarizes the state of our world. “Many deceivers have gone out into the world, those who do not acknowledge Jesus Christ as coming in the flesh; such is the deceitful one and the antichrist.” 

How many people do you know who have made comments like “The bible is just a fiction book” or “Jesus didn’t really exist but they are nice stories to keep people in line?” I have heard this quite a few times. It might seem easy just to shrug these comments off and let people believe what they are going to believe, but the historical facts hold Jesus Christ as a real person who walked, talked, died, and rose from the dead. 

The reason this is so important is that to deny the humanity of Christ or to simply turn his story into a myth or legend, is to deny Christ himself. The overwhelming historical evidence and eyewitness testimony of the events of Jesus’ life should be enough to overcome any reasonable doubt about whether or not he lived. But why is it so important that Jesus was a man who truly walked on this earth? 

We all know that Jesus came to die for our sins, but Jesus also came to remind us of who we are. Think about it, in the beginning we had the life of God within us. This is the likeness to God that is spoken of in Genesis. As Catholics we call this sanctifying grace. After the fall we lost the likeness of God within us. Satan wants us to believe that our state now is how we are supposed to be. We have forgotten who we really are. Jesus became man to remind us there is so much more. 

The Catechism makes this clear when it states, “Disfigured by sin and death, man remains ‘in the image of God,’ in the image of the Son, but is deprived ‘of the glory of God,’ of his ‘likeness.’ The promise made to Abraham inaugurates the economy of salvation, at the culmination of which the Son himself will assume that ‘image’ and restore it in the Father’s ‘likeness’ by giving it again its Glory, the Spirit who is ‘the giver of life.’” -CCC 705

So in other words, Jesus became man not only to save us FROM our sin, but to save us FOR the glory of God. Jesus himself assumes the image of man (the body) and restores it to the likeness of God. This is what the incarnation is all about. God became man so that we might perfectly participate in his divinity one day in heaven. That is the good news. Talk about the reason for the season. 

From all of us here at Diocesan, God bless!

Contact the author


A medida que se acerca rápidamente la temporada de Adviento, pensé que intentaría centrar mis próximas reflexiones en el Adviento y específicamente en la encarnación. La Primera Lectura de hoy resume perfectamente el estado de nuestro mundo. “Ahora han surgido en el mundo muchos que tratan de engañar, pues niegan que Jesucristo es verdadero hombre. Estos son el verdadero impostor y anticristo.”

¿Cuántas personas conoces que hayan hecho comentarios como “La Biblia es solo un libro de ficción” o “Jesús en realidad no existió, pero son buenas historias para mantener a la gente en línea?” Lo he escuchado bastante. Puede parecer fácil ignorar estos comentarios y dejar que la gente crea lo que va a creer, pero los hechos históricos muestran a Jesucristo como una persona real que caminó, habló, murió y resucitó de entre los muertos.

Esto es tan importante porque negar la humanidad de Cristo o simplemente convertir su historia en un mito o leyenda, es negar a Cristo mismo. La abrumadora evidencia histórica y el testimonio de los testigos oculares de los eventos de la vida de Jesús deberían ser suficientes para superar cualquier duda razonable sobre si vivió o no. Pero, ¿por qué es tan importante que Jesús fue un hombre que verdaderamente caminó sobre esta tierra?

Todos sabemos que Jesús vino a morir por nuestros pecados, pero Jesús también vino a recordarnos quiénes somos. Piénsalo, al principio teníamos la vida de Dios dentro de nosotros. Es la semejanza a Dios de la que se habla en Génesis. Como católicos lo llamamos gracia santificante. Después de la caída perdimos la semejanza de Dios dentro de nosotros. Satanás quiere que creamos que nuestro estado actual es como siempre debemos ser. Hemos olvidado quiénes somos en realidad. Jesús se hizo hombre para recordarnos que hay mucho más.

El Catecismo deja esto claro cuando afirma: “Desfigurado por el pecado y por la muerte, el hombre continua siendo “a imagen de Dios”, a imagen del Hijo, pero “privado de la Gloria de Dios” (Rm 3, 23), privado de la “semejanza”. La Promesa hecha a Abraham inaugura la Economía de la Salvación, al final de la cual el Hijo mismo asumirá “la imagen” (cf. Jn 1, 14; Flp 2, 7) y la restaurará en “la semejanza” con el Padre volviéndole a dar la Gloria, el Espíritu ‘que da la Vida'”. -CIC 705

En otras palabras, Jesús se hizo hombre no solo para salvarnos DE nuestro pecado, sino para salvarnos PARA la gloria de Dios. Jesús mismo asume la imagen del hombre (el cuerpo) y lo restaura a la semejanza de Dios. De esto se trata la encarnación. Dios se hizo hombre para que pudiéramos participar perfectamente de su divinidad un día en el cielo. Esa es la buena noticia. Les invito a hablar acerca de la razón de la temporada con los demás.

De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!

Comunicarse con el autor

Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”

Feature Image Credit: Priscilla Du Preez, unsplash.com/photos/CoqJGsFVJtM

Where is the Kingdom of Heaven? / ¿Dónde Está el Reino de los Cielos?

We live in a “both/and” Church, rather than “either/or”. Jesus is both true God and true man. Mary is both virgin and mother. We believe in Jesus’ death and resurrection. The Church is both the spotless bride of Christ and still a human institution prone to human failings and weaknesses. 

Jesus presents another “both/and” in today’s Gospel. “The behold, the Kingdom of Heaven is among you.” And, “The days will come when you will long to see one of the days of the Son of Man, but you will not see it.” How can the Kingdom of Heaven be among them yet they will long to see it? The disciples did not fully understand, and we are still living in this mystery today. 

At Mass, we experience a foretaste of the heavenly banquet. We are surrounded by the angels and saints who have gone before us and as we receive Christ, we are transformed more perfectly into His Mystical Body.  At that moment, we are living in the Kingdom of Heaven to the fullest extent we are capable of on this earth. Yet at the same time, we know that this earth is not our permanent home. We long for the day when suffering will cease, when we will be free of our sin and sorrow. We will finally come home to the joy and rest of the Father and the true lordship of the Son of Man. 

The world will try to call us away, to look here or there for the meaning of life. Jesus is reminding us that we already know where the Kingdom of Heaven is. It is by His side.

Contact the author


Vivimos en una Iglesia de “ambos/y”, en lugar de “uno u otro”. Jesús es verdadero Dios y verdadero hombre. María es virgen y madre. Creemos en la muerte y resurrección de Jesús. La Iglesia es tanto la novia sin mancha de Cristo como una institución humana propensa a las fallas y debilidades humanas.

Jesús presenta otro “ambos/y” en el Evangelio de hoy. “El Reino de Dios ya está entre ustedes”. Y, “Llegará un tiempo en que ustedes desearán disfrutar siquiera un solo día de la presencia del Hijo del hombre y no podrán”. ¿Cómo puede el Reino de los Cielos estar entre ellos y aún así anhelan verlo? Los discípulos no entendieron completamente, y todavía estamos viviendo en este misterio hoy.

En la Misa experimentamos un anticipo del banquete celestial. Estamos rodeados por los ángeles y los santos que nos han precedido y a medida que recibimos a Cristo, somos transformados más perfectamente en Su Cuerpo Místico. En ese momento, estamos viviendo en el Reino de los Cielos al máximo de lo que somos capaces en esta tierra. Sin embargo, al mismo tiempo, sabemos que esta tierra no es nuestro hogar permanente. Anhelamos el día en que cesará el sufrimiento, cuando seremos libres de nuestro pecado y dolor. Finalmente volveremos a casa al gozo y al descanso del Padre y al verdadero señorío del Hijo del Hombre.

El mundo tratará de distraernos para que busquemos aquí o allá el sentido de la vida. Jesús nos está recordando que ya sabemos dónde está el Reino de los Cielos. Está a Su lado.

Comunicarse con la autora

Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.

Feature Image Credit: fauxels, www.pexels.com/photo/man-and-woman-holding-hands-3228726/

God is In Control / Dios Tiene el Control

Why is it that the more anxious we are, the more we cling to our vices? As each day brings us closer and closer to my husband’s surgery next week, I find myself getting into the kids’ Halloween candy more and more. If I just indulge in one little pleasure, if I just have a little more sugar in my body, maybe I’ll feel better or more in control. 

The problem is, the effect is just the opposite. It only causes my thoughts to accelerate, my joints to be cranky and my body to be more sluggish, not to mention the extra pounds I am surely packing on. 

The guest priest said in his homily last weekend that prayer is what we most need to get closer to God, yet it is often the first thing we push away. When we have a lot to do, the first thing we discard is our prayer time. Why is that? When we feel like we are in survival mode, do we consider it nonessential? As I am typing this I realize even more what an oxymoron that is! What is more essential than God himself? Without Him we wouldn’t even be here!

When will we learn that the only way to be in control is to let go and let God be in control..?

Yet it appears as if Jesus has lost control in today’s Gospel. We see him driving out vendors with a whip and overturning the money changers’ tables. This is perhaps the one place in Scripture where we see Him in a true display of righteous anger… “and to those who sold doves he said, ‘Take these out of here, and stop making my Father’s house a marketplace.’”

I remember recalling this passage while visiting Ireland several years ago. A country that has such a rich Catholic heritage (mostly thanks to St. Patrick), is falling away from the faith little by little. Several of their majestic churches have either been sold to Protestants or are now tourist hubs. It was the strangest thing to walk into a beautiful church and see booklets, maps and trinkets. It truly felt like a marketplace. 

And perhaps, as we allow ourselves to succumb to our vices and shove prayer aside, we are allowing a noisy marketplace to rise up in our hearts. And what does Jesus want to do? He wants to “whip us into shape” so to speak, and overturn the tables of our false expectations. 

God truly is in control, that is, He will be, if only we let Him… 

Contact the author


¿Por qué cuanto más ansiosos estamos, más nos aferramos a nuestros vicios? A medida que nos acercamos más y más a la cirugía de mi esposo la próxima semana, me encuentro cada vez más agarrando los dulces de Halloween de his hijos. Si solo me permito un pequeño placer, si solo tengo un poco más de azúcar en mi cuerpo, tal vez me sienta mejor o con más control.

El problema es que el efecto es todo lo contrario. Solo hace que mis pensamientos se aceleren, que mis articulaciones estén irritables y que mi cuerpo sea más lento, sin mencionar los kilos de más que seguramente estoy acumulando.

El sacerdote invitado dijo en su homilía el fin de semana pasado que la oración es lo que más necesitamos para acercarnos a Dios, pero a menudo es lo primero que rechazamos. Cuando tenemos mucho que hacer, lo primero que descartamos es nuestro tiempo de oración. ¿Porqué? Cuando sentimos que estamos simplemente sobreviviendo, ¿lo consideramos no esencial? ¡Mientras escribo esto me doy cuenta aún más del oxímoron que es! ¿Qué es más esencial que Dios mismo? ¡Sin Él ni siquiera estaríamos aquí!

¿Cuándo aprenderemos que la única forma de tener el control es dejar que Dios tenga el control?

Sin embargo, parece como si Jesús hubiera perdido el control en el Evangelio de hoy. Lo vemos expulsando a los vendedores con un látigo y volcando las mesas de los cambistas. Este es quizás el único lugar en las Escrituras donde lo vemos en una verdadera muestra de ira justa… “y a los que vendían palomas les dijo: ‘Quiten todo de aquí y no conviertan en un mercado la casa de mi Padre’”.

Me acuerdo de haber pensado en este pasaje cuando visité a Irlanda hace varios años. Un país que tiene una herencia católica tan rica (sobre todo gracias a San Patricio), se está alejando de la fe poco a poco. Varias de sus majestuosas iglesias han sido vendidas a protestantes o ahora son centros turísticos. Fue de lo más extraño entrar a una hermosa iglesia y ver folletos, mapas y regalitos de recuerdo. Realmente se sentía como un mercado.

Y tal vez, al permitirnos sucumbir a nuestros vicios y dejar de lado a la oración, estamos permitiendo que un mercado ruidoso se levante en nuestros corazones. ¿Y qué quiere hacer Jesús? Quiere encaminarnos y derribar las mesas de nuestras  expectativas falsas.

Dios verdaderamente tiene el control, es decir, lo tendrá, si tan solo se lo entregamos…

Comunicarse con la autora

Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works at for Christian Healthcare Centers, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, runs her own blog at https://togetherandalways.wordpress.com and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.

Feature Image Credit: Brett Jordan, unsplash.com/photos/JZUAigW8Kbo

Order Up! / Ya Está Lista la Orden

Today’s readings can be a bit harsh; however, it is all laid out for us. We are essentially given a good examination of conscience in the First Reading, followed by a good reminder of our goal, what lies ahead for those who follow God’s law. 

Living the Christian life is about more than just following a set of commandments, though. It’s about living a life in relationship with God, the same God who awaits us in Heaven. Eternal life with God in Heaven will be the fulfillment of all our desires, most of which we cannot imagine at this point in our lives. But we do know that all of the desires we experience here on earth ultimately point to our eternal life in Heaven, and so we should work to order those desires to God now. 

Let’s take social media. The hours (yes, hours) a day we spend on our phones is quite alarming, as we can truly scroll our lives away, and that’s exactly what the social media companies want us to do. We scroll because we haven’t quite found what we were looking for – we’re left wanting more. More likes, more comments, more shares, more videos, more, more, more. We’re never truly satisfied, always left unfulfilled. 

That is because our desires are ultimately directed toward Christ and only He can truly fulfill them. One of St. Augustine’s most well-known lines from his Confessions is, “You have made us for yourself, O Lord, and our hearts are restless until they rest in You.” How true it is! For the likes and affection and affirmation we may be searching for on social media, are freely given to us by our Lord. We are loved, we are cherished, we are chosen by Him. That’s all we truly need in life, is to know how much we are loved by our God who created us, who became man for us and who died for us. 

We should always keep our eyes fixed on Christ, who always fixes His eyes on us, who desires all of us to be in Heaven with Him one day and who wants to fulfill the longings of our hearts with His love.

Contact the author


Las lecturas de hoy pueden ser un poco duras; sin embargo, todo lo que dice nos encamina. Esencialmente se nos da un buen examen de conciencia en la Primera Lectura, seguido de un buen recordatorio de nuestra meta, lo que les espera a aquellos que siguen la ley de Dios.

Sin embargo, vivir la vida cristiana es algo más que seguir un conjunto de mandamientos. Se trata de vivir una vida en relación con Dios, el mismo Dios que nos espera en el Cielo. La vida eterna con Dios en el Cielo será el cumplimiento de todos nuestros deseos, la mayoría de los cuales no podemos imaginar en este momento de nuestras vidas. Pero sabemos que todos los deseos que experimentamos aquí en la tierra apuntan en última instancia a nuestra vida eterna en el Cielo, por lo que debemos trabajar para ordenar esos deseos a Dios ahora.

Hablemos po un momento sobre las redes sociales. Las horas (sí, horas) que pasamos todos los días en el teléfono son bastante alarmantes, ya que realmente podemos alejarnos de nuestras vidas, y eso es exactamente lo que las compañías de redes sociales quieren que hagamos. Nos desplazamos porque no hemos encontrado lo que estábamos buscando, nos quedamos con ganas de más. Más “likes”, más comentarios, más de mis anécdotas compartidas, más videos, más, más, más. Nunca nos quedamos verdaderamente satisfechos, siempre quedamos insatisfechos.

Esto se debe a que, en última instancia, nuestros deseos están dirigidos hacia Cristo y solo Él puede cumplirlos verdaderamente. Una de las frases más conocidas de San Agustín de su escrito Las Confesiones es: “Nos has hecho para ti, oh Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en ti”. ¡Qué cierto es! Porque los gustos, el afecto y la afirmación que podemos estar buscando en las redes sociales, nos los da nuestro Señor gratuitamente. Somos amados, somos apreciados, somos elegidos por Él. Eso es todo lo que realmente necesitamos en la vida, es saber cuánto nos ama nuestro Dios que nos creó, que se hizo hombre por nosotros y que murió por nosotros.

Siempre debemos tener los ojos fijos en Cristo, quien siempre fija Su mirada en nosotros, quien desea que todos nosotros estemos algún día en el Cielo con Él y quien quiere cumplir los anhelos de nuestro corazón con Su amor.

Comunicarse con la autora


Erin is a Cleveland native and graduate of Franciscan University of Steubenville. She is passionate about the Lord Jesus, all things college sports and telling stories and she is blessed enough to get paid for all three of her passions as a full-time youth minister and a freelance sports writer.

Feature Image Credit: christian buehner, unsplash.com/photos/Krb1gqZd37o

Truly Called to Holiness / Verdaderamente Llamados a la Santidad

Many of us have probably heard about the universal call to holiness, present throughout the Church’s history and prominently proclaimed by the Second Vatican Council. Our readings remind us of this call, and they help us flesh out what God truly expects of us when he asks for holiness.

“Who can ascend the mountain of the Lord or who may stand in his holy place? He whose hands are sinless, whose heart is clean, who desires not what is vain” (Ps. 24:3–4). Our Psalm clarifies that the call to holiness is not just a call to be virtuous or kind; it is a call to be sinless. This can be intimidating, as is Christ’s declaration in the Gospel: “It would be better for [a scandalous person] if a millstone were put around his neck and he be thrown into the sea than for him to cause one of these little ones to sin” (Luke 17:2). The one who causes a child to sin deserves not just rebuke, but death. It seems like St. Paul has similar standards for priests and bishops: “Appoint presbyters . . . on condition that a man be blameless. . . . A bishop as God’s steward must be . . . temperate, just, holy, and self-controlled” (Titus 1:5–8). Priests must be blameless, bishops holy.

Our inclination might first be to take these statements figuratively, relieving ourselves of the burden of living up to such high standards. But we have to remember that this is a call that God is especially serious about. He repeats the injunction “Be holy” many times throughout Leviticus 19–20, to name just one place, and fills it out with the phrase, “for I the Lord your God am holy,” as if to say, “I can do it, so you should too.” When we stop and think about this, it seems ridiculous. Sure, God is holy, but He is also divine! Why would His action be the standard for us?

On our own, this isn’t realistic, and that’s the critical point. “If you have faith the size of a mustard seed, you would say to this mulberry tree, ‘Be uprooted and planted in the sea,’ and it would obey you” (Luke 17:6). What enables us to be truly holy, blameless, even sinless, is the grace that flows from God, which we access by a life of faith in Him and work out in charity. With the grace flowing from our Baptism and the sacramental life, we have Christ’s own life in us. We are incorporated into Him, fueled by the same divinity. He is the natural Son of God; we become adopted sons and daughters.

This is a good thought; it is also a practical one. We have to understand that when the Catholic Church teaches things like filial adoption, she isn’t using a mere metaphor: these are metaphysical realities, a point which brings us back to the daunting call in our readings. God really calls us to be sinless, but He also provides a real avenue through which we can do it: faith in Him, following His commandments, and living His sacramental life. In this month of November, we can be comforted with the knowledge that if we keep the Faith and remain in a state of grace, God will bring us to Him even if we are not yet perfect. Only “he whose hands are sinless” can enter beatitude, but through the fires of Purgatory, what is lacking is made complete. Let us pray to get at least that far!

Contact the author


Muchos de nosotros probablemente hemos oído hablar de la llamada universal a la santidad, presente a lo largo de la historia de la Iglesia y proclamada de manera destacada por el Concilio Vaticano II. Nuestras lecturas nos recuerdan de este llamado y nos ayudan a desarrollar lo que Dios realmente espera de nosotros cuando nos pide la santidad.

“¿Quién subirá hasta el monte del Señor? ¿Quién podrá estar en su recinto santo? El de corazón limpio y manos puras y que no jura en falso.” (Sal. 24:3–4). Nuestro Salmo aclara que el llamado a la santidad no es solo un llamado a ser virtuoso o bondadoso; es un llamado a ser sin pecado. Esto puede ser intimidante, como lo es la declaración de Cristo en el Evangelio: “Más le valdría [a una persona que provoca el pecado] ser arrojado al mar con una piedra de molino sujeta al cuello, que ser ocasión de pecado para la gente sencilla.” (Lucas 17:2). El que hace pecar a un niño no sólo merece la reprensión, sino la muerte. Parece que San Pablo tiene estándares similares para sacerdotes y obispos: “establecieras presbíteros. . . han de ser irreprochables. . . . el obispo, como administrador de Dios, no debe ser arrogante, ni iracundo, ni bebedor, ni violento, ni dado a negocios sucios.” (Tito 1:5–8). Los sacerdotes deben ser irreprensibles, los obispos santos.

Nuestra inclinación podría ser primero tomar estas declaraciones en sentido figurado, liberándonos de la carga de vivir de acuerdo con estándares tan altos. Pero tenemos que recordar que este es un llamado que Dios toma especialmente en serio. Repite el mandato “Sean santos” muchas veces a lo largo de Levítico 19–20, para nombrar solo un lugar, y lo completa con la frase “porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo”, como si dijera: “Yo puedo hacerlo, así que tú también deberías hacerlo.” Cuando nos paramos a pensar en esto, parece ridículo. Claro, Dios es santo, ¡pero también es divino! ¿Por qué su acción sería la norma para nosotros?

Por nuestra cuenta, esto no es realista, y ese es el punto crítico. “Si tuvieran fe, aunque fuera tan pequeña como una semilla de mostaza, podrían decirle a ese árbol frondoso: ‘Arráncate de raíz y plántate en el mar’, y los obedecería”. (Lucas 17:6) Lo que nos permite ser verdaderamente santos, irreprensibles, incluso sin pecado, es la gracia que fluye de Dios, a la que accedemos mediante una vida de fe en Él y obrando en la caridad. Con la gracia que brota de nuestro Bautismo y de la vida sacramental, tenemos la propia vida de Cristo en nosotros. Estamos incorporados a Él, alimentados por la misma divinidad. Él es el Hijo natural de Dios; nos convertimos en hijos adoptivos.

Es un buen pensamiento pero también es práctico. Tenemos que entender que cuando la Iglesia Católica enseña cosas como la adopción filial, no está usando una mera metáfora: estas son realidades metafísicas, un punto que nos lleva al abrumador llamado en nuestras lecturas. Dios realmente nos llama a ser sin pecado, pero también proporciona un camino real a través de la cual podemos hacerlo: fe en Él, seguir Sus mandamientos y vivir Su vida sacramental. En este mes de noviembre, podemos sentirnos consolados al saber que si guardamos la Fe y permanecemos en el estado de gracia, Dios nos traerá a Él aunque aún no seamos perfectos. Sólo “aquel cuyas manos están sin pecado” puede entrar en la bienaventuranza, pero a través de los fuegos del Purgatorio, lo que falta se completa. ¡Oremos para llegar al menos allí!

Comunicarse con el autor

David Dashiell is a freelance author and editor in Nashville, Tennessee. He has a master’s degree in theology from Franciscan University, and is the editor of the anthology Ever Ancient, Ever New: Why Younger Generations Are Embracing Traditional Catholicism.

Feature Image Credit: Gera Juarez, cathopic.com/photo/10814-capilla-del-santisimo-sacramento

The Joys of the Afterlife / La Alegría de la Vida Eterna

“They can no longer die, for they are like angels; and they are the children of God because they are the ones who will rise.”

I love to think about death. While many find the topic morbid, I have always been perhaps in the minority of the population that could not be more excited for it. Because in the grand scheme of life, I believe time on Earth is finite. It is but a speck of dust when you think of what is to come, through the marvels of God, to which all the beauties of the world cannot begin to compare. Heaven is the pinnacle of our relationship with Christ coming alive, being raised to new heights. If we but cultivate His graces through our life here on Earth, in the next with Christ there will be infinite joy. Could anything be more glorious? 

Yet God has given us free will. With this, we must choose life with Him, by making the right choices while we still can here on Earth. C.S. Lewis said “If we consider the unblushing promises of reward and the staggering nature of the rewards promised in the Gospels, it would seem that our Lord finds our desires not too strong, but too weak. We are half-hearted creatures, fooling about with drink and sex and ambition when infinite joy is offered us, like an ignorant child who wants to go on making mudpies in a slum because he cannot imagine what is meant by an offer of a holiday at the sea.”

Regarding Heaven, another Catholic writer, Frank Sheed, provided further description of Heaven saying that not all people will have equal experiences, but rather it will reflect what we have cultivated in this life. It will be “As high as our cooperation with grace in this life has made it. It is in this life that the soul grows; every piece of truth, every channel of grace, can be used by us, if we will, for growth. Whatever capacity the soul has grown to at death, that capacity will be filled in the glory and joy of heaven.”

Let us make choices in this lifetime that prepare us for the infinite glories of the Resurrection with the Risen Lord and rejoice that our name is written in His Kingdom.

Contact the author


“[No] podrán ya morir, porque serán como los ángeles e hijos de Dios, pues él los habrá resucitado.”

Me encanta pensar en la muerte. Si bien muchos encuentran el tema morboso, quizás siempre he sido una minoría de la población que no podría estar más emocionada por ello. Porque en el gran esquema de la vida, creo que el tiempo en la Tierra es finito. No es más que una mota de polvo cuando piensas en lo que está por venir, a través de las maravillas de Dios, a las que todas las bellezas del mundo no pueden compararse. El cielo es el pináculo de nuestra relación con Cristo, siendo elevado a nuevas alturas. Si tan sólo cultivamos Sus gracias a través de nuestra vida aquí en la Tierra, en la próxima con Cristo habrá un gozo infinito. ¿Puede haber algo más glorioso?

Sin embargo, Dios nos ha dado libre albedrío. Con esto, debemos elegir la vida con Él, tomando las decisiones correctas mientras aún podamos aquí en la Tierra. C.S. Lewis dijo: “Si consideramos las promesas desvergonzadas de recompensa y la asombrosa naturaleza de las recompensas prometidas en los Evangelios, parecería que nuestro Señor encuentra que nuestros deseos no son demasiado fuertes, sino demasiado débiles. Somos criaturas desganadas, tonteando con la bebida y el sexo y la ambición cuando se nos ofrece una alegría infinita, como un niño ignorante que quiere seguir haciendo pasteles de barro en un barrio bajo porque no puede imaginar lo que significa una oferta de vacaciones en el mar”.

Con respecto al Cielo, otro escritor católico, Frank Sheed, proporcionó una descripción más detallada del Cielo diciendo que no todas las personas tendrán las mismas experiencias, sino que reflejará lo que hemos cultivado en esta vida. Será “Tan alto como lo haya hecho nuestra cooperación con la gracia en esta vida. Es en esta vida que el alma crece; cada fragmento de verdad, cada canal de gracia, puede ser usado por nosotros, si así lo deseamos, para el crecimiento”. Cualquiera que sea la capacidad que el alma haya adquirido al morir, esa capacidad se llenará con la gloria y el gozo del cielo”.

Hagamos decisiones en esta vida que nos preparen para las glorias infinitas de la Resurrección con el Señor Resucitado y regocijémonos de que nuestro nombre esté escrito en Su Reino.

Comunicarse con la autora

Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.

Feature Image Credit: Ryan Kwok, unsplash.com/photos/-JykOQ7R2Ls