En sus Confesiones, San Agustín cuenta la gran lucha que perduró durante su conversión. Estaba acercándose a la aceptación de la fe católica pero no podría dejar su vida pecaminosa. Estaba viviendo con una mujer pero no estaba casado. Un día estaba en el jardín con su amigo Alipio, con su corazón roto y muy agobiado. ¿Podría algún día llegar a conocer y amar a Dios? De repente escuchó algo que parecía a unos niños cantando “Tolle lege!” ¡Toma y lee! Asustado, Agustín vio un libro y lo recogió. Abriéndolo al azar, sus ojos cayeron en el pasaje de Romanos 13:13-14 – “Vivamos decentemente, como a la luz del día, no en orgías y borracheras, ni en inmoralidad sexual y libertinaje, ni en disensiones y envidias. Más bien, revestíos del Señor Jesucristo, y no os preocupéis por satisfacer los deseos de la naturaleza pecaminosa.
Eso era todo lo que tenía que leer. Conmovido por la gracia, Agustín dejó el libro en la mesa e hizo una decisión que cambiaría su vida para siempre. Después se hizo uno de los santos más grandes de la Iglesia Católica.
En el Evangelio de hoy, oímos a Jesús presentando su caso a una audiencia hostil. Era hora de hacer una decisión. Jesús está intentando capturar sus corazones para aceptar la gracia del Evangelio. Presenta a cuatro testigos poderosos de la verdad de su enseñanza:
- Juan el Bautista, quien era una lámpara que alumbrando fuertemente, señalando el camino a Jesús.
- Las obras que hacía Jesús, lo cual recibió de su Padre. Jesús había obrado milagros de sanación que confirmaban sus enseñanzas.
- El Padre mismo atestiguaba de Jesús. En su bautismo, las palabras vinieron del cielo, “Este es mi Hijo amado; ¡escúchenlo!”
- Las mismas Escrituras, en otras palabras el Antiguo Testamento. Hablaron del Mesías que venía, el Salvador del mundo. Aunque el lenguaje era velado, el significado era claro para aquellos que quisieron ver.
La muchedumbre hostil enfrentó este momento de la decisión. Con todos estos testigos, ¿qué harían? Algunos creyeron pero muchos le dieron la espalda. Jesús les dijo directamente que aunque él no los iba a acusar, Moisés si los acusaría, porque Moisés había escrito sobre Jesús.
Como Agustín y la muchedumbre hostil, todos tenemos momentos de hacer una decisión. Quizá hemos tenido un momento de una gran conversión en nuestras vidas. Pero en nuestro trayecto spiritual, enfrentamos muchos momentos así, grandes y pequeños. Cada uno nos da la oportunidad para crecer en el amor. Puede ser ayudar a un hijo con su tarea, sonreír a un compañero de trabajo, o donar mi tiempo a un proyecto especial. La Cuaresma nos da más tiempo para reflexionar en estas decisiones diarias, y también los movimientos más grandes en la vida de uno. ¿Dónde me encuentro ahora y cómo ando en el camino hacia Dios? ¿Jesús me ha mandado unos testigos a mi vida para darme un empujón en la dirección correcta? ¿Cómo voy a responder?
¡Multitud tras multitud en el valle de la Decisión! ¡Cercano está el día del Señor en el valle de la Decisión!–Joel 3:14