Después de que lo ministros habían terminado de distribuir la Eucaristía a la congregación, nuestro párroco llevó el resto de las hostias consagradas y los puso en el tabernáculo. Mientras tanto, todos los presentes alrededor del altar se hincaron reconociendo que: “Es Jesús.” Y me pregunté: “¿De qué importa?” Por apariencia, textura, olor y sabor, todos se hincaron en reverencia a una cosa media pan, media galleta que ni sabe bien, así que, “¿De qué importa?”
Sabemos por la fe que solo tiene la apariencia de pan pero es verdaderamente Jesús.
Importa que hagamos reverencia a Jesús en lo que “solamente aparece” ser una cosa media pan, media galleta que ni sabe bien, para que podamos aprender a reconocerlo y amarlo en otros lados a parte de la Eucaristía también.
“Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mateo 25:40)” A un nivel superficial, el cuerpo y la sangre de Jesús parecen ser otra cosa. Todos los sentidos humanos sugieren que cada domingo hay una comunidad mundial de personas quienes se inclinan ante una cosa media pan, media galleta que ni sabe bien y un vino barato. Pero cuando aprendemos a ver por la fe Quien está ante nosotros, lo reconocemos en los débiles y los vulnerables.
No tengo ninguna educación formal para el trabajo que hago, pero creo que me he estado preparando para mi trabajo por muchos años. Yendo a Misa y enamorándome de Él en la forma de lo que parece ser una cosa media pan, media galleta que ni sabe bien, puedo reconocerlo en lo que parece ser un extranjero tosco, fastidioso, y antisocial quien en realidad es una persona que necesita recordatorios frecuentes de cómo comunicarse bien con los demás.
Abre los ojos de la fe.
Reconócelo.
Ámalo.