“Señor Dios, grande y terrible, que guardas la alianza y el amor a los que te aman y observan tus mandamientos.”
La lectura del Antiguo Testamento hoy empieza con un versículo alentador—Dios es grande y buenísimo—nosotros podemos unirnos a esta verdad. Dios es grande y buenísimo; nos ama y está muy contento con todas las cosas buenas que hacemos.
Hemos pecado, hemos sido malos y hecho cosas malas; pero espérate, ¿qué es todo eso del pecado? ¿Mala? ¿He sido mala?—Mantengo mi pasto cortado, limpio la nieve, les saludo a mis vecinos, y sonrió a la gente de servicio. Puede ser que pierda la paciencia de vez en cuando, o por allí haga lo mínimo posible para que salga lo pedido, pero no haga nada verdaderamente malo.
Puede ser difícil en este mundo tan limpio, satisfecho y cómodo pensar que hemos hecho algo malo. Nuestras “problemas” no son pecados, son adicciones. Tú crees que mi comportamiento está mal pero yo no lo veo de esa manera. Solo tenemos que entender mejor, ser más educados y más tolerantes y así Dios nos va a mirar con una sonrisa.
“… nos hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos y de tus normas.”
Todo eso parece algo impreciso— hemos rebelado y nos hemos apartado de tus mandamientos. Estoy bastante segura que no era mi intención hacer ninguna cosa semejante. Pero si, por ninguna culpa mía, lo he hecho, por favor perdóname y voy a mejorar en el futuro.
El pasaje empieza con la grandeza de Dios, su alianza misericordiosa que inspira asombro. La Perfección Misma ha entrado en alianza con nosotros y lo hemos ignorado. Y para colmo, no pensamos que hacerlo es tan malo. Hemos dejado de meditar en Dios y nos ocupamos en mirar a nosotros mismos. Nuestras prácticas espirituales durante la Cuaresma son solamente una cosa más en la lista de quehaceres, una caja más donde poner ‘x’ de completo. En lugar de ser un medio para llegar a un fin, vuelvan a ser un fin en sí mismo.
En Cartas del Diablo a su Sobrino de C. S. Lewis, Escrutopo le ofrece a Orugario consejo sobre cómo prevenir que su ser humano rece:
“Cuando están haciendo caso al Enemigo Mismo somos vencidos, pero hay varias maneras de prevenirlo. Lo más sencillo es voltear su mirada fuera de Él y hacia sí mismos. Mantenlos mirando a sus propias mentes e intentando producir sentimientos allí por la acción de sus propias voluntades. Cuando se reúnen para pedirle la caridad, deje que ellos, en lugar de eso, empiecen a intentar crear sentimientos caritativos hacia sí mismos, sin darse cuenta que eso es lo que están haciendo….Enséñales a evaluar el valor de cada oración por su éxito en producir el sentimiento deseado.”
Para conocer la misericordia y el amor de Dios en Cristo, tenemos que enfocarnos siempre en Él. Y los ayunos cuaresmales, los dones caritativos y las obras de misericordia son las maneras palpables de hacerlo, junto con los Vía Crucis, rezando (no solo recitando) el Rosario e innumerables otras prácticas espirituales. Todo eso aumenta nuestro anhelo por Jesús.
Así que, durante el resto de esta Cuaresma, mantengan en mente las palabras de ese himno clásico:
Voltean su mirada a Jesús, Miren directamente a su cara hermosa, Y las cosas del mundo perderán su lustre A la luz de su gloria y su gracia. (Helen Lemmel, 1863-1961)