Me acuerdo de los primeros momentos de redención y libertad que experimenté durante la terapia. Tengo Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC), una desorden de ansiedad donde las obsesiones se demuestran en forma de compulsiones de varios tipos y luego afectan a la vida diaria de uno.
Con mi forma particular de TOC, batallo con las obsesiones relacionadas a la contaminación y las preocupaciones sobre lo que podría pasar a mí misma o a mis seres queridos en este mundo tan loco. Las compulsiones que vienen de estas obsesiones mías incluyen lavarme las manos intensamente, revisar y cerrar con llave las puertas repetidamente, y revisar enchufes eléctricos y aparatos (como el horno) varias veces seguidos para asegurar que estén apagados. Estas compulsiones pueden hacer espirales si permito que las obsesiones dominan mi ser, así que tengo que exponerme a estas obsesiones y luchar contra las compulsiones: eso se llama terapia de reacción a la exposición.
Esta batalla ciertamente no es algo que pueda ganar sola, pero con Dios, puedo ser una nueva creación. El TOC tiene a su razón de raíz expresarse como un deseo de tener control, pero no tengo control en esta tormenta de la vida. Sino soy transformada a través del amor que Dios me tiene, por la crucifixión y resurrección de Cristo.
Los frutos bellos de este desorden de ansiedad, los cuales he llegado a reconocer desde que me diagnosticaron, es que puedo unirme con Cristo mientras le ruego que me salve de este problema. A través de todas mis batallas y al amarme durante mis momentos más bajo, Dios me sopla al oído y me habla al corazón para acordarme que soy creada a su imagen y semejanza, con una dignidad que me está dado únicamente como su hija. Soy llamada a ser transformada, a experimentar una conversión de corazón. Dios me ama perfectamente tal como soy, y no tengo que fingir que estoy bien para que me ame y me llame a la santidad.
En el Evangelio de hoy, vemos la representación del cuarto Misterio Luminoso: La Transfiguración. Vemos la imagen hermosa de lo que somos llamados a ser por nuestro bautizo en este evento que atestiguaron los discípulos de Jesús:
“Jesús tomó aparte a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos a un monte alto y se transfiguró en su presencia. Sus vestiduras se pusieron esplendorosamente blancas, con una blancura que nadie puede lograr sobre la tierra.” (Marcos 9:2-3).
Igual que Cristo demostró su dignidad ante los apóstoles en la Transfiguración, también nosotros somos llamados a ser transformados en la vida Cristiana a través de amarnos a nosotros mismos y a los demás a pesar de las dificultades que enfrentamos. Los demás deben mirar a nuestras vidas y poder ver brillar el amor de Cristo. Cuando enfrentamos las dificultades de la vida, Dios nos está dando el don de aferrarnos a Él más fuertemente y nos permite irradiar su amor, y así ser un don a los demás.
Cristo desea que nos acerquemos a Él para que podamos verlo a Él en nosotros mismos y en los demás, la dignidad de la persona humana. Como dice San Juan Pablo II, “En Cristo y por Cristo la humanidad ha adquirido plena conciencia de su dignidad y el significado de su existencia.” Por Cristo y su transfiguración, podemos entender mejor nuestra dignidad y la gran significancia que tiene nuestra existencia. Mi desorden TOC tiene un propósito dentro de mi dignidad como persona y me va a ayudar a amar a los demás lo mejor posible mientras entregue la dificultad al pie de la Cruz, igual que sus cruces serán transformadas por Dios para ayudarles a amar a los demás y guiarlos más cerca a Cristo. Unir nuestras dificultades al amor y paz de Dios nos ayudará a acercarnos más y más a lo que debemos ser por la redención de Cristo.
Para poder seguir transformándonos en Cristo, tenemos que confiar en las promesas de Dios. Como vemos en la primera lectura, Dios le promete a Abraham que su disposición a sacrificar a su hijo amado por el Amor Mismo resulta que sus descendientes serán tan numerosos como las estrellas. Dios es misericordioso y justo y es Amor. Confía que tu conversión por las cruces en tu vida te proveerá lo necesario para vivir tu vocación al amor, la vocación raíz de todos nosotros, porque fuimos criados por amor, para amar y somos llamados a compartir este Amor con los demás. Dios promete ayudarnos por nuestro transcurso, y como vemos una y otra vez en la Sagrada Escritura (y en el mundo a nuestro alrededor) Dios siempre guarda sus promesas.
He experimentado el Amor Mismo a través de las personas en mi vida: mi familia, mis amigos y mi prometido. Su ejemplo de amor me inspira a seguir cada día cuando la cruz del TOC me pesa demasiado, y luego me motivan a seguir volviendo a Cristo y aceptando su amor para que pueda crecer en el amor hacia mí misma por la manera que fui creada. Si acepto este amor puedo amarlos a todos ellos mejor, y crecer a ser la mejor futura esposa y (si Dios quiere) madre posible, con la gracia de Dios. He tenido dudas y temores sobre mi capacidad de vivir mi vocación al matrimonio con este desorden que tengo, pero me acuerdo que Dios capacita a los que son llamados y no vice versa. Me llama a la santidad a través de mi matrimonio que ya se acerca, la Iglesia Doméstica que mi prometido y yo estableceremos con los votos el día de nuestra boda, y Dios trabajará a través de los dos para ayudarnos a llegar al cielo, a pesar de las cruces que cargamos. Sin embargo, Dios te llama a vivir tu vocación al amor en esta vida y le pido a Dios que estés transformado, que aceptes tus cruces, y sigas entregando tus dificultades a Cristo con esperanza. Esté dispuesto a recibir su amor de verdad y cree que eres digno de ese amor para que puedas derramar ese amor a los demás.