Does mankind know how a seed grows? Yes, scientifically, we get it. Any kid who’s tucked a seed down into dirt in a paper cup in time for a Mother’s Day marigold or put a bean seed on a damp paper towel and then tucked it in a zippered storage bag can talk about how that seed grows. That kid watches what time, patience, and a daily spritz of water can do and one day, BOOM, the seed has burst, the first root has emerged, and a tiny delicate shoot rises toward the sun.
Scientists can explain the same process in detail with fancy words like germination, seed coat, endosperm, and embryo, but the story is the same. First it is a seed, and then it is a plant. So yes, we know. But do we really know?
How does it start? Why? What is that spark that puts the whole thing in motion? It is, of course, the Creator himself still creating with every tiny seed. Yes, intellectually we know that given the right conditions — healthy soil, adequate water, proper temperature, and sunlight — a seed will grow. But only in faith can we explain “how.”
In today’s Gospel, Jesus uses the parable of the sower and the seed to explain the Kingdom of God. It is like the tiny mustard seed, the smallest of all the seeds, “But once it is sown, it springs up and becomes the largest of plants and puts forth large branches, so that the birds of the sky can dwell in its shade.”
We have been given these humble seeds of faith. We cannot leave them sitting in a dark drawer or under an empty pot on the workbench. Instead, we are called, like the man in Jesus’ parable, to scatter the seeds, to lovingly plant them wherever we are. We plant the seeds of the Kingdom among those around us by living in His truth and His love. Then the God of all creation urges those tiny seeds to grow up into the greatest faith of all. We know not how, but we trust Him who does.
¿Sabe la humanidad cómo crece una semilla? Sí, científicamente lo entendemos. Cualquier niño que haya metido una semilla en la tierra en un vaso de papel a tiempo para crecer una caléndula para el Día de la Madre o haya puesto una semilla de frijol en una toalla de papel húmeda y luego la haya guardado en una bolsa de plástico con cierre puede hablar de cómo crece esa semilla. Ese niño observa lo que el tiempo, la paciencia y un chorro de agua diario pueden hacer y un día, ¡BUM!, la semilla ha estallado, ha surgido la primera raíz y un pequeño y delicado brote se eleva hacia el sol.
Los científicos pueden explicar el mismo proceso en detalle con palabras elegantes como germinación, cubierta de la semilla, endospermo y embrión, pero es la misma historia. Primero es una semilla y luego es una planta. Así que sí, lo sabemos. Pero, ¿lo sabemos realmente?
¿Cómo comienza? ¿Por qué? ¿Cuál es esa chispa que pone todo en movimiento? Es, por supuesto, el Creador mismo que sigue creando con cada pequeña semilla. Sí, intelectualmente sabemos que si se dan las condiciones adecuadas (tierra sana, agua suficiente, temperatura apropiada y luz del sol), una semilla crecerá. Pero solo con fe podemos explicar “cómo”.
En el Evangelio de hoy, Jesús utiliza la parábola del sembrador y la semilla para explicar el Reino de Dios. Es como la pequeña semilla de mostaza, la más pequeña de todas las semillas: “pero una vez sembrada, crece y se convierte en el mayor de los arbustos y echa ramas tan grandes, que los pájaros pueden anidar a su sombra”.
Se nos han dado estas humildes semillas de fe. No podemos dejarlas en un cajón oscuro o debajo de una maceta vacía en la mesa de trabajo. En cambio, estamos llamados, como el hombre en la parábola de Jesús, a esparcir las semillas, a plantarlas con amor dondequiera que estemos. Plantamos las semillas del Reino entre quienes nos rodean viviendo en Su verdad y Su amor. Luego, el Dios de toda la creación insta a esas pequeñas semillas a crecer hasta convertirse en la mayor fe de todas. No sabemos cómo, pero confiamos en Aquel que sí lo sabe.
Pamela Kavanaugh is a grateful wife, mother, and grandmother who has dedicated her professional life to Catholic education. Though she has done her very best to teach her students well in the subjects of language and religion, she knows that she has learned more than she has taught. She lives, teaches, and writes in southwest suburban Chicago.
Feature Image Credit: Nothing Ahead, www.pexels.com/photo/top-view-photo-of-potted-plants-7718483/
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