“You shall love the Lord, your God, with all your heart, with all your soul, and with all your mind. This is the greatest and the first commandment. The second is like it: You shall love your neighbor as yourself.”
I’m going to guess that most of you reading this post today believe you have the first and greatest commandment down pat. Love God. It’s the “with all our heart, with all your soul, and with all your mind” part that I question. I also question it in myself. Is my love for God whole? Or are parts of me still holding back? I ask because if we truly did love God wholly, do we really need the second commandment? Think about it. Perhaps it depends on our definition of what it means to love wholly. But this will not be the focus of today’s reflection.
Instead, let’s look at “The Greatest Commandment, Part II.” Or, the Sequel. Love of neighbor. For this, I’d like to offer you a blueprint for love of neighbor, one that I’ve used often in prayer and when delving into my understanding of how to love others. I hope this will help you also:
“If I speak in the tongues of men and of angels but have not love, I am a noisy gong or a clanging cymbal. And if I have prophetic powers, and understand all mysteries and all knowledge, and if I have all faith, so as to remove mountains, but have not love, I am nothing. If I give away all I have, and if I deliver my body to be burned, but have not love, I gain nothing. Love is patient and kind; love is not jealous or boastful; it is not arrogant or rude. Love does not insist on its own way; it is not irritable or resentful; it does not rejoice at wrong, but rejoices in the right. Love bears all things, believes all things, hopes all things, endures all things.” -1 Corinthians 13:1-7
There – the blueprint. The road map. What I like most about using this passage in my journey to loving others is that I can take baby steps. The first part reminds us that loving is more important than anything else we do. But the second part – this part lets us take those small steps. We can pick this apart and work on each of our shortcomings.
Perhaps we can start with patience if that is your downfall. Maybe it’s arrogance or irritability. Rudeness is a big one; jealousy, or perhaps too much rejoicing when someone you dislike experiences hard times. Are we happy about that? Or can we instead say a prayer for that person to help them? You must know that if you have not yet moved forward in your efforts to love, it cannot be done all at once. Dissect the blueprint. Pick one step and take the time necessary to improve this act of love. You may have to bite your tongue along the way. Try not to! But if you do, step back a bit on the road and look just ahead of you. What could you have done differently? Then, step forward and try again. Each time, with practice, should be easier. One – step – at – a – time!
Note that Jesus says we must love our neighbor, but often, I am asked how to define a neighbor. Well, look up from your phone and texting and social media and glance around you. You will find no shortage of neighbors to love. Whatever their race, creed, ideology, nationality, age, sexual orientation, body type or hair colo, these are your neighbors. These are the folks you are commanded to love. Jesus also said that we should love these neighbors as we love ourselves.
Love of self must be in the likeness of Jesus’ love for us, not in self-centeredness. Understanding how Jesus loves you will move you forward on our journey to loving your neighbor. Then, perhaps one day, who knows when our love of neighbor will also include those enemies whose only goal is to destroy us. An outlandish idea? Not in the eyes of Jesus. Yes, perhaps one day! Perhaps…
“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el más grande y el primero de los mandamientos. Y el segundo es semejante a éste: Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”
Voy a suponer que la mayoría de ustedes que leen esta publicación hoy creen que tienen el primer y más grande mandamiento al dedillo. Ama a Dios. Es la parte de “con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente” lo que cuestiono. También me lo cuestiono a mí mismo. ¿Es completo mi amor por Dios? ¿O hay partes de mí que aún no entrego? Pregunto porque si realmente amamos a Dios por completo, ¿realmente necesitamos el segundo mandamiento? Piénsalo. Quizá dependa de nuestra definición de lo que significa amar por completo. Pero este no será el centro de la reflexión de hoy.
Mejor veamos “El mayor mandamiento, Parte II”, la secuela, que es amor al prójimo. Para ello, me gustaría ofrecerles un modelo de amor al prójimo, uno que he usado a menudo en la oración y al profundizar en mi comprensión de cómo amar a los demás. Espero que esto te ayude también:
Si hablo en lenguas humanas y angelicales, pero no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o un platillo que hace ruido. Si tengo el don de profecía y entiendo todos los misterios y poseo todo conocimiento, y si tengo una fe que logra trasladar montañas, pero me falta el amor, no soy nada. Si reparto entre los pobres todo lo que poseo, y si entrego mi cuerpo para que lo consuman las llamas, pero no tengo amor, nada gano con eso. El amor es paciente, es bondadoso. El amor no es envidioso ni jactancioso ni orgulloso. No se comporta con rudeza, no es egoísta, no se enoja fácilmente, no guarda rencor. El amor no se deleita en la maldad, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta.” -1 Corintios 13,1-7
Allí, está el plano, el mapa. Lo que más me gusta de usar este pasaje en la búsqueda para amar a los demás es que puedo dar pequeños pasos. La primera parte nos recuerda que amar es más importante que cualquier otra cosa que hagamos. Pero la segunda parte nos permite dar esos pequeños pasos. Podemos separar esto y trabajar en cada uno de nuestros defectos.
Quizás podamos empezar con la paciencia si eso nos cuesta. Tal vez sea la arrogancia o la irritabilidad o ser rudo, tener celos, o tal vez regocijar demasiado cuando alguien que no te cae bien pasa por momentos difíciles. ¿Nos ponemos contentos por eso? ¿O podemos decir una oración para ayudar a esa persona? Debe saber que si aún no ha avanzado en sus esfuerzos por amar, no puede hacerlo todo de una vez. Hay que dividir el plano. Eliga un paso y tómase el tiempo necesario para mejorar este acto de amor. Puede que tenga que morderse la lengua en el camino. ¡Ojala que no! Pero si lo hace, retroceda un poco en el camino y mire hacia adelante. ¿Qué podría haber hecho diferente? Luego, dé un paso adelante e inténtelo de nuevo. Cada vez, con la práctica, debería ser más fácil. ¡Un paso a la vez!
Tenga en cuenta que Jesús dice que debemos amar a nuestro prójimo, pero a menudo me preguntan cómo definir al prójimo. Bueno, levante la vista de su teléfono, mensajes de texto y redes sociales y mire a su alrededor. No encontrará escasez de vecinos a los que amar. Cualquiera sea su raza, credo, ideología, nacionalidad, edad, orientación sexual, tipo de cuerpo o color de cabello, estos son sus vecinos. Estas son las personas a las que debemos amar. Jesús también dijo que debemos amar a este prójimo como nos amamos a nosotros mismos.
El amor propio debe ser a semejanza del amor de Jesús por nosotros, no en el egocentrismo. Comprender cómo te ama Jesús te hará avanzar en la búsqueda de amar a tu prójimo. Entonces, quizás algún día, quién sabe cuándo, nuestro amor al prójimo incluirá también a aquellos enemigos cuyo único objetivo es destruirnos. ¿Una idea ridículo? A los ojos de Jesús, no. Sí, ¡tal vez algún día! Tal vez…
This reflection was pulled from the Diocesan Archives. Author: Jeanne Penoyar
Feature Image Credit: Emmanuel Phaeton, unsplash.com/photos/ZFIkUxRTWHk