A Garden of Love / Un Jardín de Amor

When the Blessed Mother says her historic, momentous, earth-shattering “yes” to God in today’s gospel reading, she probably had little idea that she would become the spiritual mother to all of God’s children. Whoever calls the Father “Abba,” becoming an adopted brother or sister of Christ, is taken into Mary’s maternal heart forever.

As my own children were growing up, it seemed that materialism, immorality, and noise surrounded us on every side. The more I helped my children navigate the world, the more I worried for their happiness and safety. I began experiencing significant anxiety about it, so I turned to the Blessed Mother in a new and fervent way. I began prayerfully imagining our family in a garden, the garden of Mary’s heart. In this figurative garden, even though we would remain actively engaged in the world, we would also be protected, especially spiritually. I would pray, “Mother Mary, we want to live always in the garden of your Immaculate Heart.”

Coincidentally, the year I began praying this way, our family started to experience significant hardship. My husband was unemployed, I was suffering a debilitating physical problem, and my father was dying of cancer. I clung to God like a limpet. Eyes shut, battling against despair, stubbornly hanging on. Our seven-person family was living with my parents during this time. I struggled to recall and believe that our true home, no matter what the circumstances, was the garden of our Mother’s heart.

As Christmas approached that year, we knew it would be a modest celebration. In the days leading up to Christmas, my husband took our five young children to buy me a present at a small-town gift shop. When the gift was presented to me with some pomp and my children eagerly watched me tear off the wrapping paper, they were delighted to observe that their gift had moved me to tears. The plaque they had chosen read, “A mother’s heart is a garden of love.” Yes, it moved me that they felt nourished by the love they received from me, but even more moving was the fact that, through my children’s thoughtful gift, I received new hope. Jesus was confirming the fact that His Mother really was my mother too. Mother Mary was truly sheltering us, giving us a beautiful place in which to undergo this painful, purgative process of transformation, change, and growth.

Whether things are going well, or we are in over our heads, our Blessed Mother was given to us by God Himself to be the kind of mother that is always there for her children, in good times and bad. When she said yes to being the mother of Jesus, she said yes to you and to me. Her maternal heart will forever be a garden of love for all of her offspring (see Rev 12:17).

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Cuando la Santísima Virgen dice su histórico y trascendental “sí” a Dios en el evangelio de hoy, probablemente no tenía idea de que se convertiría en la madre espiritual de todos los hijos de Dios. Todos los que llaman al Padre “Abba”, haciéndose hermanos o hermanas adoptivos de Cristo, son acogidos dentro del corazón materno de María para siempre.

Mientras mis propios hijos crecían, parecía que el materialismo, la inmoralidad y el ruido nos rodeaban por todos lados. Mientras más ayudaba a mis hijos a navegar por el mundo, más me preocupaba por su felicidad y seguridad. Empecé a sentir mucha ansiedad a causa de eso, así que volví a nuestra Madre Santa de una manera nueva y ferviente. Comencé a imaginar en la oración a nuestra familia dentro de un jardín, el jardín del corazón de María. En este jardín figurativo, aunque permaneceríamos partícipes activos en el mundo, también estaríamos protegidos, especialmente espiritualmente. Rezaría: “Madre María, queremos vivir siempre dentro del jardín de tu Inmaculado Corazón”.

El mismo año que empecé a rezar de esta forma, por coincidencia nuestra familia empezó a experimentar dificultades significativas. Mi esposo estaba desempleado, yo sufría un problema físico debilitante y mi padre se estaba muriendo de cáncer. Me aferré a Dios como una lapa, con los ojos cerrados, luchando contra la desesperación, aguantando obstinadamente. Nuestra familia de siete personas estaba viviendo con mis padres durante este tiempo. Luchaba por recordar y creer que nuestro verdadero hogar, sin importar las circunstancias, era el jardín del corazón de nuestra Madre.

A medida que se acercaba la Navidad de ese año, sabíamos que sería una celebración modesta. En los días previos a la Navidad, mi esposo llevó a nuestros cinco hijos pequeños a comprarme un regalo en una tiendita de regalos. Cuando mis hijos me entregaron el regalo con cierto orgullo y me observaron ansiosos mientras quitaba el papel de regalo, se alegraron al ver que su regalo me había conmovido y hasta se me salieron las lágrimas. La placa que habían elegido decía: “El corazón de una madre es un jardín de amor”. Sí, me conmovió que se sintieran nutridos por el amor que recibían de mí, pero lo más conmovedor fue que, a través del atento regalo de mis hijos, recibí una nueva esperanza. Jesús estaba confirmando el hecho de que Su Madre era realmente mi madre también. La Madre María realmente nos estaba cobijando, dándonos un hermoso lugar en el cual atravesar este doloroso y purgante proceso de transformación, cambio y crecimiento.

Ya sea que las cosas vayan bien o sentimos que nos estamos ahogando, Dios mismo nos dio a nuestra Santísima Madre para ser el tipo de madre que siempre está presente para sus hijos, en las buenas y en las malas. Cuando dijo que sí a ser la madre de Jesús, dijo que sí a ti y a mí. Su corazón materno será para siempre un jardín de amor para toda su descendencia (cf. Ap 12,17).

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Christine Hanus currently lives in Upstate, NY. Though she enjoys writing and her work as a catechist, Christine is primarily a wife, mother, and more recently, grandmother!

Feature Image Credit: TOMOKO UJI, unsplash.com/photos/Oq6Mdb4o6vA