Alive and Well / Vivo y Sano

“How are you?” The question is so common that we barely give it a second thought. And if someone really starts to tell us how they are, we are startled at such honesty, such vulnerability.

It would be good, though, to stop and ponder this question, “how are you?” 

The synagogue leader in today’s Gospel passage was awful. His daughter had just died! Still, he turned to Jesus and brought him this seemingly insurmountable problem. And what did Jesus do? He got up and went with him to this deepest and darkest place, the side of a dead girl, his beloved daughter.

The woman who couldn’t seem to stop bleeding for twelve years running surely had behind her a trail of misery. No telling all that she had endured and suffered in those long years. But hope is a light inside her, prompting her to reach out, believing that, ”If I only touch his cloak, I will be healed.” She didn’t have much, but she knew who to turn to. It wasn’t a good day, but she believed it would get better.

So, just how are you? Maybe it is the worst day in your world, or the best day, or most likely somewhere in between those two. It’s a day when, like these two women, you can allow the Lord to shine upon your reality and enter into your world. Will you let him in? 

What does it mean to let him in? First of all, you need the light of faith. Believe me, he accepts those of little faith, those mediocre in their faith, and he knows that we are all works in progress. Next, you just need to ask him to help you. Don’t keep thinking and thinking, just ask him specifically about what you need.  In the Gospel story today we see that Jesus does not hesitate in the least to come once he has been asked for help.

Next you have to want his help. That can be kind of scary. If he helps me with the difficulty I have at hand, with this crisis, I may have to think more about my life and how I really am. That’s what he has really come for. Jesus was sent by the Father on a rescue mission for all of us, not just the two women in today’s Gospel passage, but for you and for me. He’s the best thing that could ever touch my life, and I just need to let him into that part to heal, to strengthen, to straighten, to bless, and to make me whole. 

Then I turn and become that light for others, leading them to the only light that scatters the darkness, the Christ. May the light of faith grow in each one of us just as it did in all the people who saw and believed in today’s Gospel. They asked in faith, they received in faith, and their faith was strengthened. We too must do the same.

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“¿Cómo estás?” La pregunta es tan común que apenas le damos un segundo pensamiento. Y si alguien de verdad empieza a decirnos cómo está, nos sorprendemos de tanta honestidad, de tanta vulnerabilidad.

Sin embargo, sería bueno detenerse y reflexionar sobre esta pregunta, “¿cómo estás?”

El líder de la sinagoga en el pasaje del Evangelio de hoy se portó horrible. ¡Su hija acababa de morir! Aún así, se volvió hacia Jesús y le trajo este problema aparentemente insuperable. ¿Y qué hizo Jesús? Se levantó y fue con él a este lugar más profundo y oscuro, al lado de una niña muerta, su amada hija.

La mujer que parecía no poder dejar de sangrar durante doce años seguidos seguramente tenía detrás de ella un rastro de miseria. Sin contar todo lo que había soportado y sufrido en esos largos años. Pero la esperanza es una luz dentro de ella, que la impulsa a extender la mano, creyendo que, “Si solo toco su manto, seré sana”. No tenía mucho, pero sabía a quién acudir. No fue un buen día, pero ella creía que mejoraría.

Entonces, ¿cómo estás? Tal vez sea el peor día de tu vida, o el mejor día, o muy probablemente algo entremedio. Es un día en el que, como estas dos mujeres, puedes permitir que el Señor brille sobre tu realidad y entre en tu mundo. ¿Le dejarás entrar?

¿Qué significa dejarlo entrar? En primer lugar, necesitas la luz de la fe. Créanme, él acepta a los de poca fe, a los mediocres en su fe, y sabe que todos somos obras en proceso. Solo tienes que pedirle que te ayude. No lo pienses mucho, solo pídale específicamente lo que necesitas. En el relato evangélico de hoy vemos que Jesús no duda lo más mínimo en acudir una vez que se le ha pedido ayuda.

Luego tienes que querer su ayuda. Eso puede ser un poco aterrador. Si él me ayuda con la dificultad que tengo entre manos, con esta crisis, quizás debo pensar más frecuentemente cómo estoy. Eso es lo que realmente ha venido a buscar. Jesús fue enviado por el Padre en una misión de rescate por todos nosotros, no solo por las dos mujeres en el pasaje del Evangelio de hoy, sino por ti y por mí. Él es lo mejor que podría tocar mi vida, y solo necesito dejarlo entrar en esa parte para sanar, fortalecer, enderezar, bendecir y hacerme completo.

Entonces me vuelvo y me convierto en esa luz para los demás, llevándolos a la única luz que disipa las tinieblas, el Cristo. Que la luz de la fe crezca en cada uno de nosotros como lo hizo en todas las personas que vieron y creyeron en el Evangelio de hoy. Pidieron con fe, recibieron con fe y su fe se fortaleció. Nosotros también debemos hacer lo mismo.

Comunicarse con la autora

Sr. Mary Martha Moss, FSP has had the grace of serving the Lord for over 40 years as a Daughter of St. Paul. Joyfully engaged in the community’s  media ministry, she has authored 3 children’s books, presented on various topics for adult faith formation, enjoyed running Online Book Studies, served as a Pauline Book & Media Center manager and continues singing the alto part with the Daughters of St. Paul Concert Choir.

Feature Image: Julia Caesar, unsplash.com/photos/DYTQrnJ5FJ0