Jesus is so clever and sees so well into the hearts of his children. In the Gospel, Jesus poses a question: “A man had two sons. He came to the first and said, ‘Son, go out and work in the vineyard today.’ The son said in reply, ‘I will not,’ but afterwards he changed his mind and went. The man came to the other son and gave the same order. He said in reply, ‘Yes, sir,’ but did not go. Which of the two did his father’s will?”
Jesus then claims that horrible sinners are entering the kingdom of heaven before them. I fell for the trap of thinking this was only a story about how Jesus trapped the religious leaders of his day. I even was able to say to myself, “Well the morally best decision these sons should have made would have been to say yes and follow through on their word.” Looking back, I am a little shocked by how oblivious I was to what Jesus was actually trying to communicate, but spiritual wisdom flows when we accept ourselves and life as it is rather than convincing ourselves of the false reality our wishful thinking portrays.
I think the question we need to ask ourselves is, why would the Judge claim that horrible sinners would be entering heaven before the religious-minded people? A great follow-up question is: What is my mindset, and what is my genuine response to my Father’s will? My current theory on what Jesus is saying with this parable is that there are two types of sins that can trip us up – sins of the flesh and sins of the soul. What does that mean? Sins of the flesh are those that misuse or inordinately pursue ‘base’ or physical pleasures. Think of the pleasure of eating a delicious pie, but a bit too much of it even though you know you shouldn’t. Sins of the mind/soul are those sins that are a little less obvious. Sins such as pride, malice, jealousy, and gossip that often go undetected. In Jesus’ audience, he saw past the facade of religiosity and saw the reluctance to repent in those who held on tightly to their subtle sins.
Now, let’s get to the real difference between these two types of sin. All sin darkens and corrupts the human person, but sins of the mind/soul will prevent us from wanting the good of someone else. How can I gossip or think myself better than someone else and still treat them with kindness? Do we extend to others the pardon that we give ourselves by ignoring or justifying our own sins? We hear plainly what the will of God is in John chapter 6, verse 40, “This is indeed the will of my Father, that all who see the Son and believe in him may have eternal life; and I will raise them up on the last day.” The parable today is meant for us, we know what the will of our Father is. What is our response? Do we say no, but repent (change our minds) and show the face of Jesus so that others may have eternal life in our circles of influence? Or do we say, “yes, sir”, out of religious duty but then fail to act on it? The choice is ours.
Jesús es tan inteligente y ve tan bien los corazones de sus hijos. En el Evangelio, Jesús plantea una pregunta: “Un hombre que tenía dos hijos fue a ver al primero y le ordenó: ‘Hijo, ve a trabajar hoy en la viña’. Él le contestó: ‘Ya voy, señor’, pero no fue. El padre se dirigió al segundo y le dijo lo mismo. Éste le respondió: ‘No quiero ir’, pero se arrepintió y fue. ¿Cuál de los dos hizo la voluntad del padre?”
Jesús luego afirma que los pecadores horribles están entrando en el reino de los cielos antes que ellos. Caí en la trampa de pensar que esto era solo una historia sobre cómo Jesús atrapó a los líderes religiosos de su época. Incluso pude decirme a mí mismo: “Bueno, la mejor decisión moral que estos hijos deberían haber tomado habría sido decir que sí y cumplir su palabra”. Mirando hacia atrás, estoy un poco sorprendido por lo ajeno que estaba a lo que Jesús realmente estaba tratando de comunicar, pero la sabiduría espiritual fluye cuando nos aceptamos a nosotros mismos y a la vida tal como es, en lugar de convencernos de la falsa realidad que representan nuestras ilusiones.
Creo que la pregunta que debemos hacernos es, ¿por qué el juez afirmaría que los pecadores horribles entrarían al cielo antes que las personas de mentalidad religiosa? Una gran pregunta de seguimiento es: ¿Cuál es mi mentalidad y cuál es mi respuesta genuina a la voluntad de mi Padre? Mi teoría actual sobre lo que Jesús está diciendo con esta parábola es que hay dos tipos de pecados que pueden hacernos tropezar: los pecados de la carne y los pecados del alma. ¿Qué significa eso? Los pecados de la carne son aquellos que abusan o persiguen desmesuradamente los placeres físicos o “básicos”. Piensa en el placer de comer un pastel delicioso, pero luego comes de más aunque sepas que no debes hacerlo. Los pecados de la mente/alma son aquellos pecados que son un poco menos obvios. Pecados como el orgullo, la malicia, los celos y el chisme que muchas veces pasan desapercibidos. En la audiencia de Jesús, vio más allá de la fachada de la religiosidad y vio la renuencia a arrepentirse en aquellos que se aferraban con fuerza a sus pecados sutiles.
Ahora, veamos la verdadera diferencia entre estos dos tipos de pecado. Todo pecado oscurece y corrompe a la persona humana, pero los pecados de la mente/alma nos impedirán desear el bien de los demás. ¿Cómo puedo chismear o pensar que soy mejor que otra persona y aun así tratarla con amabilidad? ¿Extendemos a los demás el perdón que nos damos a nosotros mismos ignorando o justificando nuestros propios pecados? Oímos claramente cuál es la voluntad de Dios en Juan capítulo 6, versículo 40: “Esta es la voluntad de mi Padre, que todos los que ven al Hijo y creen en él, tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el último día.” La parábola de hoy es para nosotros, sabemos cuál es la voluntad de nuestro Padre. ¿Cuál es nuestra respuesta? ¿Decimos que no, pero nos arrepentimos (cambiamos de opinión) y mostramos el rostro de Jesús para que otros tengan vida eterna en nuestros círculos de influencia? ¿O decimos, “sí, señor”, por deber religioso pero luego no actuamos de acuerdo a ese “sí”? La decisión es nuestra.
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Arthur Richardson is married to his wonderful wife, Gabby Richardson. Most of his work experience is in ministry. He was a retreat missionary in Wisconsin for two years and a youth minister for three years. He is now the Web Project Manager here at Diocesan, and loves it!