Holy Thursday is one of my favorite days in the liturgical year. The beautiful liturgies during Holy Week, the symbolism of the washing of the feet, the institution of the Holy Eucharist, and the way that the readings bring us beautifully through all of salvation history by making the connection between Passover and the Lord’s Supper. There are many routes to take when reflecting on this important night, but today I want to focus on one simple word, inheritance.
In the Gospel we hear Jesus say plainly to Peter, “Unless I wash you, you will have no inheritance with me.” What is this inheritance that requires a washing? All throughout the Old Testament there is a heavy focus on inheritance and birth order, and in a society where wealth and social status is handed down from families, it makes sense. So let’s take a look at the very first book of the Old Testament to see what this inheritance was. In the beginning we are told we are made in the image and likeness of God, that we have been given the garden and animals and all manner of food. We read that Adam and Eve are perfectly happy, and we know that there is no sin and death.
Our inheritance sounds pretty awesome, but then of course, we sinned. We fell and lost our inheritance. So how do we get it back? Well again, let’s take a look at Scriptures and see if we can find some connections here. In the beginning we have been given a beautiful garden of paradise, we sin and death becomes a reality. Then we begin the search for the Promised Land after the death of the firstborn and Passover. Finally, we receive the promise of a new heaven and a new earth, through the death of Christ, after his agony in the garden. Seems like too many connections to be a simple coincidence. All of the Scriptures are crying out to tell us God’s plan for bringing us back into inheritance with him.
Notice though, that in order to receive this inheritance first we need to be washed. Not just washed according to the laws of purification in the Old Testament, or even just having our feet washed once a year at Church. The connection between commissioning the Apostles, initiating the priesthood, and the Sacrament of Baptism is clear. This sacrament, after all, is the one that gives us back what we lost in the beginning. With original sin we lost our grace and Christ brings it back through the washing of water in baptism. He then sustains our inheritance through his very body and blood. He makes us new, gives us food for the journey, and ultimately desires our eternal happiness with him forever.
Let us pray that during this Holy Week we would not squander our inheritance, but that we would use this week, and especially this Holy Thursday, as an opportunity to thank God for bringing our inheritance back through the sacraments which have only been made possible by his life, death and resurrection.
From all of us here at Diocesan, God bless!
El Jueves Santo es uno de mis días favoritos del año litúrgico. Las hermosas liturgias durante la Semana Santa, el simbolismo del lavatorio de los pies, la institución de la Sagrada Eucaristía y la forma en que las lecturas nos llevan bellamente a través de toda la historia de la salvación al hacer la conexión entre la Pascua y la Cena del Señor. Hay muchos caminos a seguir para reflexionar sobre esta importante noche, pero hoy quiero centrarme en una simple palabra: herencia.
En el Evangelio, escuchamos a Jesús decirle claramente a Pedro: “Si no te lavo, no tendrás herencia conmigo”. ¿Cuál es esta herencia que requiere un lavado? En todo el Antiguo Testamento hay un gran énfasis en la herencia y el orden de nacimiento, y en una sociedad donde la riqueza y el estatus social se transmiten de familias, tiene sentido. Así que echemos un vistazo al primer libro del Antiguo Testamento para ver qué era esta herencia. Al principio se nos dice que estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, que se nos ha dado el jardín y los animales y toda clase de alimentos. Leemos que Adán y Eva son perfectamente felices, y sabemos que no hay pecado ni muerte.
Nuestra herencia suena bastante impresionante, pero claro, pecamos. Caímos y perdimos nuestra herencia. Entonces, ¿cómo lo recuperamos? Bueno, de nuevo, echemos un vistazo a las Escrituras y veamos si podemos encontrar algunas conexiones aquí. Al principio se nos ha dado un hermoso jardín del paraíso, pecamos y la muerte se hace realidad. Luego comenzamos la búsqueda de la Tierra Prometida después de la muerte del primogénito y la primera Pascua. Finalmente, recibimos la promesa de un cielo nuevo y una tierra nueva, a través de la muerte de Cristo, después de su agonía en el huerto. Parecen demasiadas conexiones para ser una simple coincidencia. Todas las Escrituras están clamando para decirnos el plan de Dios para traernos de regreso a la herencia con él.
Note sin embargo, que para recibir esta herencia primero tenemos que ser lavados. No solo lavarnos de acuerdo con las leyes de purificación del Antiguo Testamento, o simplemente lavarnos los pies una vez al año en la Iglesia. La conexión entre la comisión de los Apóstoles, la iniciación del sacerdocio y el Sacramento del Bautismo es clara. Este sacramento, al fin y al cabo, es el que nos devuelve lo que perdimos en un principio. Con el pecado original perdimos nuestra gracia y Cristo la trae de vuelta a través del lavamiento del agua en el bautismo. Luego sostiene nuestra herencia a través de su mismo cuerpo y sangre. Él nos hace nuevos, nos da alimento para el camino y, en última instancia, desea nuestra felicidad eterna con él para siempre.
Oremos para que durante esta Semana Santa no derrochemos nuestra herencia, sino que aprovechemos esta semana, y especialmente este Jueves Santo, como una oportunidad para agradecer a Dios por devolvernos nuestra herencia a través de los sacramentos que solo han sido posibles gracias a su vida, muerte y resurrección.
De parte de todos nosotros aquí en Diocesan, ¡Dios los bendiga!
Tommy Shultz is a Business Development Representative for Diocesan. In this role he is committed to bringing the best software to dioceses and parishes while helping them evangelize on the digital continent. Tommy has worked in various diocese and parish roles since his graduation from Franciscan University with a Theology degree. He hopes to use his skills in evangelization, marketing, and communications, to serve the Church and bring the Good News to all. His favorite quote comes from St. John Paul II, who said, “A person is an entity of a sort to which the only proper and adequate way to relate is love.”
Feature Image Credit: Shawn Pang, unsplash.com/photos/DdBuTdqz-vk