Today we hear unequivocally that Jesus is one with the Father. For the Pharisees, and indeed all Jews alike, Jesus’ words are blasphemous. How can a mere man standing before us claim the same title as God?
It’s an easy scene to imagine. There stand the Pharisees, chuckling to themselves at the start of the reading. “Now we are sure that you are possessed,” they say after Jesus claims authority over death. “How absurd,” they mutter to themselves. “Even Abraham, who we know spoke with God, died and is no longer on this earth. Who on earth do you think you are, Jesus? All the important people have died before you, what makes you so special?”
Jesus could have softened His speech. He had every opportunity to modify His claim of authority over death and His relationship with the Father. But just like in the Bread of Life discourses about the Eucharist, Jesus doubles down on what He has proclaimed.
“It is my Father who glorifies me, of whom you say, ‘He is our God.’” (John 8:54)
“You do not know him [the Father], but I know him.” (John 8:55)
“Before Abraham came to be, I AM.” (John 8:58)
“I AM” was the same name that God gave to Moses in the burning bush. Jesus isn’t saying He is one important person among many. He isn’t one of the prophets who can hear God’s words. He is God. No conditions, exceptions, or ambiguities.
Jesus is God, yesterday, today and forever. He was there at Creation, He walked this earth, He conquered death, and He is on the altar every single day in the Holy Sacrifice of the Mass. The question we should ask ourselves is, “Does this make a difference in my life?” I hope it does, because Jesus being truly God changes the very fabric and being of our existence. Before Jesus, death was our only available end. After Jesus restored us to a right relationship with our Creator, eternity opened up to us.
Pope Francis, in his General Audience talk on August 10, 2022, spoke about how our life on earth is a form of “novitiate” where we learn to appreciate God’s gift, honoring the responsibility of sharing it and making it bear fruit for everyone. Recognizing each day that Jesus is God helps us continue on our journey toward everlasting life.
Hoy escuchamos inequívocamente que Jesús es uno con el Padre. Para los fariseos, y de hecho para todos los judíos, las palabras de Jesús son blasfemas. ¿Cómo puede un simple hombre que se presenta ante nosotros darse el mismo título que Dios?
Es una escena fácil de imaginar. Allí están los fariseos, riéndose al comienzo de la lectura. “Ahora ya no cabe duda de que estás endemoniado,” dicen después de que Jesús afirma tener autoridad sobre la muerte. “¡Qué absurdo!” murmuran. “Incluso Abraham, quien sabemos que habló con Dios, murió y ya no está en esta tierra. ¿Quién diablos crees que eres, Jesús? Todas las personas importantes han muerto antes que tú, ¿qué te hace tan especial?”
Jesús podría haber suavizado su discurso. Tuvo cada oportunidad para modificar su autoridad sobre la muerte y su relación con el Padre. Pero al igual que en los discursos del Pan de Vida sobre la Eucaristía, Jesús repite lo que ha proclamado.
“El que me glorifica es mi Padre, aquel de quien ustedes dicen: ‘Es nuestro Dios.’” (Juan 8,54)
“…no lo conocen [al Padre]. Yo, en cambio, sí lo conozco.” (Juan 8,55)
“Yo les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy.” (Juan 8,58)
“YO SOY” fue el mismo nombre que Dios le dio a Moisés en la zarza ardiente. Jesús no está diciendo que sea una persona importante entre muchas. No es uno de los profetas que pueden escuchar las palabras de Dios. Él es Dios, sin condiciones, excepciones o ambigüedades.
Jesús es Dios, ayer, hoy y por los siglos. Estuvo presente en la Creación, caminaba por esta tierra, conquistó la muerte y está en el altar todos los días en el Santo Sacrificio de la Misa. La pregunta que debemos hacernos es: “¿Esto hace una diferencia en mi vida? ” Espero que así sea, porque el hecho de que Jesús sea verdaderamente Dios cambia la estructura misma y el ser de nuestra existencia. Antes de Jesús, la muerte era nuestro único fin disponible. Después de que Jesús nos restauró una relación correcta con nuestro Creador, la eternidad se abrió ante nosotros.
El Papa Francisco, en su discurso de la Audiencia General del 10 de agosto de 2022, habló de cómo nuestra vida en la tierra es una forma de “noviciado” donde aprendemos a apreciar el don de Dios, honrando la responsabilidad de compartirlo y hacerlo fructificar para todos. Reconocer cada día que Jesús es Dios nos ayuda a continuar nuestro camino hacia la vida eterna
Kate Taliaferro is an Air Force wife and mother. She is blessed to be able to homeschool, bake bread and fold endless piles of laundry. When not planning a school day, writing a blog post or cooking pasta, Kate can be found curled up with a book or working with some kind of fiber craft. Kate blogs at DailyGraces.net.
Feature Image Credit: Wikimedia Commons, commons.wikimedia.org/wiki/File:Landscape_with_Moses_and_the_Burning_Bush_MET_DT10296FXD.jpg