Today’s Gospel starts with the words, “Jesus said to his disciples…” It doesn’t say, “Jesus said to those who were close to him physically.” It doesn’t say, “Jesus said to his followers at the time.” It says, “Jesus said to his disciples…” Of course, Jesus was talking to Peter, Andrew, James, John and the rest, but he was also talking to you and I. He was talking to every disciple throughout the ages.
Jesus is truly God and truly man. As God, he exists outside of time. He knew what the disciples of that time would go through. He wanted them to know that even the darkness of the time of sorrow and pain following the crucifixion would be transformed into joy. Not just any joy, but joy like that of a woman after she holds her baby for the first time after giving birth. They would experience a joy so deep and so profound that they would forget what had happened before that.
This is just as true for us today. We exist because God knows us so intimately that he holds us constantly in the palm of his hand. He knows every detail of the joy and pain in our lives. That means that whatever sorrow, pain, embarrassment, difficulty or struggle we endure, Jesus is speaking to us, to our hearts. Whatever this world holds for us, what is to come is beyond our wildest imagination. It is a happiness, a joy outside of anything we have ever experienced.
The pangs of birth in our former lives will be forgotten in the joy of being in God’s presence.
For the time being, our job is to trust. It is so hard when we are in the midst of whatever we are facing. It is so easy to just give in to the pain and the hurt, to allow it to become our focus. We have Jesus’s words spoken directly to our hearts, and he tells us to hang in there, indescribable joy is just around the corner.
So wherever you are, whatever you are facing, my prayer for you today is that you are able to trust. Reread today’s Gospel and let Jesus talk straight to your heart.
El Evangelio de hoy comienza con las palabras: “Jesús dijo a sus discípulos…” No dice: “Jesús dijo a los que estaban cerca de él físicamente”. No dice: “Jesús dijo a sus seguidores en ese momento”. Dice: “Jesús dijo a sus discípulos…” Por supuesto, Jesús estaba hablando con Pedro, Andrés, Santiago, Juan y los demás, pero también estaba hablando contigo y conmigo. Estaba hablando con cada discípulo a lo largo de los siglos.
Jesús es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre. Como Dios, existe fuera del tiempo. Sabía por lo que pasarían los discípulos de esa época. Quería que supieran que incluso la oscuridad de ese momento de tristeza y dolor que siguió a la crucifixión se transformaría en gozo. No una alegría cualquiera, sino una alegría como la de una mujer después de tener en brazos a su bebé por primera vez después de dar a luz. Experimentarían una alegría tan profunda que olvidarían lo que había sucedido anteriormente.
Esto es igualmente cierto para nosotros hoy. Existimos porque Dios nos conoce tan íntimamente que nos sostiene constantemente en la palma de su mano. Él conoce cada detalle de la alegría y el dolor de nuestras vidas. Eso significa que cualquier tristeza, dolor, vergüenza, dificultad o lucha que suframos, Jesús nos está hablando a nosotros, a nuestros corazones. Lo que sea que este mundo nos depare, lo que está por venir está más allá de lo que podemos imaginar. Es una felicidad, una alegría fuera de cualquier cosa que hayamos experimentado.
Los dolores del parto en nuestras vidas anteriores serán olvidados en el gozo de estar en la presencia de Dios.
Por el momento, lo que nos toca es confiar. Es muy difícil cuando estamos en medio de lo que sea que enfrentamos. Es muy fácil simplemente ceder ante el dolor, y permitir que se convierta en nuestro enfoque. Tenemos las palabras de Jesús habladas directamente nuestros corazones, y él nos dice que aguantemos, que un gozo indescriptible está a la vuelta de la esquina.
Entonces, dondequiera que estés, sea lo que sea que te enfrentes, mi oración por ti hoy es que puedas confiar. Vuelve a leer el Evangelio de hoy y deja que Jesús te hable directamente al corazón.
Sheryl’s first calling is to be wife and partner to Tom, who is a candidate for the Permanent Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. She also gets to live out her passion for teaching and learning by serving as principal at St. Therese Catholic School in Wayland, Michigan. Home is full with Carlyn, our goofy golden retriever, Lucy, our terrier mix wild child, and Mila, our very special Bernese Mountain dog.
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