Justice for the Gentiles / Justicia para los Gentiles

There is a long-lingering rumor, one I have never been able to confirm, that my father’s family has Jewish origins, and some ancestor back in time converted to Catholicism, possibly to avoid persecution, possibly to better gain acceptance from neighbors, possibly because of a true conversion of faith. That’s the trouble with family rumors — they only go so far, and you have to try to fill in the blanks yourself. Don’t even get me started on why my Sicilian ancestors had to leave Chicago back around 1920. That’s a story for another day.

Still, this bit of family history I’ve shared came to mind when reading today’s Gospel, where Matthew quotes a section of Isaiah that contains the word “Gentile” twice. Even for us who might have Jewish origins, those passages pertain to all of us Gentiles out here. Isaiah was telling his listeners that the suffering servant would “proclaim justice to the Gentiles,” as well as “in his name the Gentiles will hope.”

Matthew quotes the passage to specifically tell us: Jesus is that suffering servant. And He suffered not just for the Jews, but for the Gentiles, too — all of us get to share in His justice and the hope His name provides.

Truly believing in that justice and that hope changes everything for us. Take our First Reading, where the prophet Micah, paints a pretty gloomy picture: There are people out there planning evil, in Micah’s time and our own. “They covet fields, and seize them; houses, and they take them. They cheat an owner of his house, a man of his inheritance.” God is not ignoring this, Micah tells us. Rather, God is “planning against this race an evil from which you shall not withdraw your necks.”

Is it all evil and vengeance, Micah? Some actually might want that, as we hear the Psalmist say, “Why, O Lord, do you stand aloof? Why hide in times of distress?” Yet the Psalmist does seem to get it, as we are reminded in our last verse today, “On you the unfortunate man depends.”

Back we go to Matthew quoting Isaiah, where we get the answer to it all: “He will not contend or cry out, nor will anyone hear his voice in the streets. A bruised reed he will not break, a smoldering wick he will not quench, until he brings justice to victory.”

Jesus brings about the victory in His suffering, in His death on the cross, and His rising in triumph from the dead. To this day, we have a hard time grasping a conquering king dying by crucifixion instead of directing an army. But God’s ways are not our ways. Perhaps the evil Micah prophesied was not against the wicked, but the very type of death God chose for His son, a true sacrifice for us who did not deserve it, all out of His infinite love, mercy and justice. 

As the priest in my mother’s parish proclaims at every Mass, “God is good!” To which the congregation replies, “All the time!” Just a small portion of that infinite goodness is His justice and hope. May we Gentiles cling to them always.

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Existe un rumor desde hace mucho tiempo, uno que nunca he podido confirmar, que la familia de mi padre tiene orígenes judíos, y algún familiar en algún momento se convirtió al catolicismo, posiblemente para evitar la persecución o para ganarse la aceptación de los vecinos, o porque verdaderamente se convirtió a la fe. Eso es el problema con los rumores familiares: solo llegan hasta cierto punto y uno tiene que tratar de llenar la información que falta por sí mismo. Ni siquiera voy a hablar del por qué mis antepasados ​​​​sicilianos tuvieron que salirse de Chicago alrededor de 1920. Esa es una historia para otro día.

Aún así, esta parte de la historia familiar que he compartido me vino a la mente al leer el Evangelio de hoy, donde Mateo cita una sección de Isaías que contiene la palabra “gentil” dos veces. Incluso para nosotros que podríamos tener orígenes judíos, esos pasajes pertenecen a todos los gentiles que estamos aquí. Isaías estaba diciendo a sus oyentes que el siervo sufriente “proclamaría justicia a los gentiles”, así como “en su nombre esperarán los gentiles”.

Mateo cita el pasaje para decirnos específicamente: Jesús es ese siervo sufriente. Y Él sufrió no solo por los judíos, sino también por los gentiles: todos nosotros podemos compartir Su justicia y la esperanza que brinda Su nombre.

Creer de verdad en esa justicia y esa esperanza nos lo cambia todo. Toma nuestra Primera Lectura, donde el profeta Miqueas, pinta un cuadro bastante sombrío: Hay gente por ahí planeando el mal, en el tiempo de Miqueas y en el nuestro. “Codician los campos, y se apoderan de ellos; casas, y se las llevan. Estafan al dueño de su casa, al hombre de su heredad.” Dios no está ignorando esto, nos dice Miqueas. Más bien, Dios está “planeando contra esta raza un mal del cual no retirarán sus cuellos”.

¿Todo es maldad y venganza, Micah? Algunos en realidad podrían querer eso, como escuchamos al salmista decir: “¿Por qué, oh Señor, te mantienes apartado? ¿Por qué esconderse en tiempos de angustia?” Sin embargo, el salmista parece entenderlo, como se nos recuerda en nuestro último versículo de hoy: “De ti depende el desgraciado”.

Volvemos a Mateo citando a Isaías, donde encontramos la respuesta para todo: “Él no contenderá ni clamará, ni nadie oirá su voz en las calles. No quebrará la caña cascada, ni apagará la mecha que humea, hasta que haga triunfar la justicia”.

Jesús produce la victoria en Su sufrimiento, en Su muerte en la cruz y Su resurrección triunfante de entre los muertos. Hasta el día de hoy, nos cuesta entender a un rey conquistador muriendo crucificado en lugar de estar dirigiendo a un ejército. Pero los caminos de Dios no son los nuestros. Quizás el mal profetizado por Miqueas no era contra los malvados, sino el mismo tipo de muerte que Dios escogió para Su hijo, un verdadero sacrificio para nosotros que no lo merecíamos, todo por Su infinito amor, misericordia y justicia.

Como proclama el Padre en cada Misa en la parroquia de mi mamá , “¡Dios es bueno!” Y la congregación responde: “¡Todo el tiempo!” Sólo una pequeña porción de esta bondad infinita es Su justicia y esperanza. Que los gentiles nos aferremos siempre a Él y su bondad.

Comunicarse con el autor

Mike Karpus is a regular guy. He grew up in Michigan’s Upper Peninsula, graduated from Michigan State University and works as an editor. He is married to a Catholic school principal, raised two daughters who became Catholic school teachers at points in their careers, and now relishes his two grandchildren, including the 3-year-old who teaches him what the colors of Father’s chasubles mean. He has served on a Catholic School board, a pastoral council and a parish stewardship committee. He currently is a lector at Mass, a Knight of Columbus, Adult Faith Formation Committee member and a board member of the local Habitat for Humanity organization. But mostly he’s a regular guy.

Feature Image Credit: Vanesa Guerrero, rpm, www.cathopic.com/photo/2174-pasion-cristo-