The Bread of Life / El Pan de Vida

The thirst for God is present in every person on the face of the earth. The yearning for fulfillment beats in every human heart. The people in today’s Gospel had been miraculously fed and completely satisfied in the presence of Jesus who had multiplied the bread and fish brought by a small boy. From a few loaves and fish, five thousand people had been more than amply provided for. This did not escape their notice. 

When the people saw the sign he had done, they said, “This is truly the Prophet, the one who is to come into the world”. Jesus, knowing what was in their hearts, fled because he knew they were coming to take him away and make him their king. These children of Israel, oppressed by the Romans, with all the humiliation and indignity that goes with it, suddenly had a flicker of hope. 

When they sought Jesus the next day, he said “ ‘Amen, amen, I say to you, you are looking for me not because you saw signs but because you ate the loaves and were filled.  Do not work for food that perishes but for the food that endures for eternal life, which the Son of Man will give you.”

In order to live, we need to nourish ourselves, we need dignity and peace. The hearts of the people in this crowd were hoping against hope that things could change for them on a temporal level. They just didn’t realize that things had already changed. With the radical newness of the incarnation of the Son of God, everything had already become new. A greater hope of a more eternal promise was being fulfilled before their very eyes. Yet they could not recognize it. They were enamored still of the loaves of bread they had eaten. They were still looking for the food that perishes. Their imagination was too small. 

This food by which they will truly be fed is “the true bread from heaven. For the bread of God is that which comes down from heaven and gives life to the world” (v. 32-33). It is the food on which we ourselves, thousands of years later, are weekly and even daily nourished if we so desire. 

With as much intensity and effort as the crowd sought out the Lord who had multiplied the loaves and the fishes, satisfying their needs that day, may we seek out the Bread of Angels, the true bread from heaven, the Eucharist to be nourished with the body and blood of the Lord. And having been fed with the Bread from Heaven may we become Eucharistic missionaries to all those who feel no need, no urgency, no desire to be fed with the Bread of Angels that lasts unto eternal life. “It is our responsibility to pass on what, by God’s grace, we ourselves have received.”  (Pope Benedict XVI)

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La sed de Dios está presente en cada persona sobre la faz de la tierra. El anhelo de realización late en todo corazón humano. Las personas del evangelio de hoy habían sido milagrosamente alimentadas y completamente satisfechas. Jesús había multiplicado unos cuantos panes y peces traídos por un niño pequeño y proveyó más de lo suficiente para cinco mil personas. Y ellos se dieron cuenta.

Cuando la gente vio la señal que había hecho, dijeron: “Verdaderamente este es el Profeta, el que ha de venir al mundo”. Jesús, sabiendo lo que había en sus corazones, huyó porque sabía que venían para llevárselo y hacerlo su rey. Estos hijos de Israel, oprimidos por los romanos, con toda la humillación y la indignidad que ello conlleva, de repente tuvieron una chispa de esperanza.

Cuando buscaron a Jesús al día siguiente, él dijo: “Yo les aseguro que ustedes no me andan buscando por haber visto signos, sino por haber comido de aquellos panes hasta saciarse. No trabajen por ese alimento que se acaba, sino por el alimento que dura para la vida eterna y que les dará el Hijo del hombre”.

Para vivir tenemos que nutrirnos, necesitamos dignidad y paz. Los corazones de las personas en esta multitud esperaban contra toda esperanza que las cosas pudieran cambiar para ellos en un nivel temporal. Simplemente no se dieron cuenta de que las cosas ya habían cambiado. Con la novedad radical de la Encarnación del Hijo de Dios, todo ya era nuevo. Una mayor esperanza de una promesa más eterna se estaba cumpliendo ante sus propios ojos. Sin embargo, no pudieron reconocerlo. Todavía estaban enamorados de las hogazas de pan que habían comido. Todavía estaban buscando la comida que perecía. Su imaginación era demasiado pequeña.

Este alimento con el que verdaderamente serán alimentados es “el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo”. Es el alimento del que nosotros mismos, miles de años después, nos alimentamos semanalmente e incluso diariamente si así lo deseamos.

Con tanta intensidad y esfuerzo como la multitud buscó al Señor que había multiplicado los panes y los peces, satisfaciendo sus necesidades ese día, busquemos nosotros el Pan de los Ángeles, el verdadero pan del cielo, la Eucaristía para nutrirnos con el cuerpo y sangre del Señor. Y habiendo sido alimentados con el Pan del Cielo, que nos convertimos en misioneros eucarísticos para todos aquellos que no sienten necesidad, ni urgencia, ni deseo de ser alimentados con el Pan de los Ángeles que dura hasta la vida eterna. “Es nuestra responsabilidad transmitir lo que, por la gracia de Dios, nosotros mismos hemos recibido”. (Papa Benedicto XVI)

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Sr. Kathryn J. Hermes

Sr. Kathryn James Hermes, FSP, is an author and offers online evangelization as well as spiritual formation for people on their journey of spiritual transformation and inner healing. Website: www.touchingthesunrise.com My Books: https://touchingthesunrise.com/books/
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Feature Image Credit: Aqu Alvarez, cathopic.com/photo/22222-this-is-the-lamb-of-god