We must have complete freedom to follow Christ.
I’ve had a deep love for our Lord from a very young age when our home was only half a block away from our family Church. I was a dedicated altar server. If the priest or nun asked me to help with anything for the Church, I was all over it. In my bedroom, there was a corner that looked like a small chapel. Any money that I made cutting grass or received from my allowance, I would ask my Mom or Dad to take me to our local religious goods store so that I could buy more Catholic items. I really loved our Lord and anything that represented His Church.
In the 8th grade I began to wonder if I was called to the vocation of priesthood. At the time, it seemed to me I didn’t get the support I needed to follow this path from my family or the other adults around me. This lack of support meant I wasn’t free to follow this vocation.
This was also about the same time my parents decided to get divorced. I remember riding my bike to Church and praying, asking for God’s help to not let my parents get divorced. It felt like my prayers fell on deaf ears. In my teenage mind, I ended up very angry at the Church. My anger prevented me from being free to follow a priestly vocation.
I was set to enter a Catholic high school. I asked my mom if I could go to a public high school instead. Because I was still mad at God, I wanted to cut that part of myself out. My friends, sports and dabbling on the wild side of life a little bit left me unhappy most of the way through high school. Focusing on earthly things meant I wasn’t free to follow a vocation.
But God had a plan and when I went to college, my roommate was Catholic. I never opened up to him about my faith but he and his girlfriend always asked me to go to church with them. I would graciously decline…until one Saturday I agreed. I felt like I was home again.
It was also about this time that I met the most loving, beautiful woman in the world who wasn’t Catholic. But again, God had a plan. After college, we got married and she joined the Church. As time went on my love for the Lord grew. Since my love for God was free to grow again, the thoughts of a vocation began to grow again too.
I am happy to say the Lord is #1 in my life again (my wife is a close second) and by the time you read this, God willing, I will have been ordained a Permanent Deacon for the Catholic Church. I think it will be the greatest honor and most humbling moment of my life. But none of it would have happened if I hadn’t freed myself from my ties to this life, so that I was free to follow when I was called.
Debemos tener plena libertad para seguir a Cristo.
He tenido un profundo amor por nuestro Señor desde muy joven cuando nuestra casa estaba a tan sólo media cuadra de la Iglesia. Yo era un monaguillo dedicado. Si el sacerdote o la monja me pedían ayuda con algo para la Iglesia, lo hacía de inmediato. En mi dormitorio había un rincón que parecía una pequeña capilla. Cualquier dinero que ganaba cortando pasto o que recibía de mi paga, le pedía a mi mamá o a mi papá que me llevara a la tienda de artículos religiosos local para poder comprar más artículos católicos. Realmente amaba a nuestro Señor y todo lo que representaba a Su Iglesia.
En octavo grado comencé a preguntarme si estaba llamado a la vocación del sacerdocio. En ese momento, me pareció que no recibía el apoyo que necesitaba para seguir este camino ni de mi familia ni de los demás adultos que me rodeaban. Esta falta de apoyo significó que no era libre de seguir esta vocación.
También fue casi al mismo tiempo que mis padres decidieron divorciarse. Recuerdo ir en bicicleta a la Iglesia y orar, pidiendo ayuda a Dios para no permitir que mis padres se divorciaran. Sentí como si mis oraciones cayeran en oídos sordos. En mi mente adolescente, terminé muy enojado con la Iglesia. Mi ira me impidió ser libre para seguir una vocación sacerdotal.
Estaba preparado para ingresar a una escuela secundaria católica. Le pregunté a mi mamá si podía ir a una escuela secundaria pública. Como todavía estaba enojado con Dios, quería eliminar esa parte de mí. Mis amigos, los deportes y probar un poco de la vida loca me dejaron infeliz durante la mayor parte de la escuela secundaria. Centrarme en las cosas terrenales significaba que no era libre de seguir una vocación.
Pero Dios tenía un plan y cuando fui a la universidad, mi compañero de cuarto era católico. Nunca le hablé de mi fe, pero él y su novia siempre me invitaban a acompañarlos a la iglesia. Yo les diría amablemente que no… hasta que un sábado acepté. Me sentí como si estuviera en casa de nuevo.
También fue en esa época cuando conocí a la mujer más bella y amorosa del mundo que no era católica. Pero nuevamente, Dios tenía un plan. Después de la universidad, nos casamos y ella se unió a la Iglesia. A medida que pasó el tiempo, mi amor por el Señor creció. Desde que mi amor por Dios fue libre para crecer nuevamente, los pensamientos de una vocación comenzaron a crecer nuevamente también.
Me alegra decir que el Señor es el número uno en mi vida nuevamente (mi esposa le sigue de cerca) y para cuando leas esto, si Dios quiere, habré sido ordenado diácono permanente de la Iglesia Católica. Creo que será el mayor honor y el momento más humilde de mi vida. Pero nada de eso hubiera sucedido si no me hubiera liberado de mis ataduras a esta vida, para ser libre de seguir cuando fuera llamado.
Tom O’Connor is a candidate for the Diaconate in the Diocese of Kalamazoo. He is currently serving at Sacred Heart Parish in Watson and St. Stanislaus in Dorr, Michigan. He is married to Sheryl O’Connor. They have recently discovered the joy of kayaking and can be found out on a quiet lake as often as possible.
Feature Image Credit: Chad Greiter, unsplash.com/photos/photography-of-inside-black-structure–0gBnnMdQPw