Haste and Humility / La Prisa y la Humildad

Love does not take a delayed approach to the needs of others, but rather “hastens” to bring whatever help is possible. The deeper the love, the less concern one has about calculations or comfort or capacity; true and deep love is quick to bring all it can to the heart of the situation.

Mary goes “in haste” to help her older relative, Elizabeth, who was with child. Within her, Mary carried the very Son of God, the Savior of the world; we can imagine her joyfully considering God’s mercies and the fulfillment of His Promise, as well as her unceasing prayers to the Most High as she walked along the way. She must have considered the long history of salvation and the many glimpses of the coming of the Savior in the Old Testament, leading to this very moment. The Messiah has come, so small that others do not yet notice.

But like a living tabernacle, her presence radiated the presence of Christ, and upon arriving, a profound event occurred – Elizabeth was filled with the Holy Spirit, and her unborn child, St. John the Baptist, DID notice and leaped in her womb. He was created to announce the Christ, and he affirms His presence without a word! It was a marvelous shared moment of affirmation and recognition of God’s Work of Salvation, beginning here under the hearts of these two humble women, as Elizabeth cries out that Mary is “most blessed…and blessed is the fruit of your womb…Blessed are you who believed.”

And Mary’s response to Elizabeth’s praise echoes through the ages in the prayer that the Church recites together each evening – the Magnificat. She sees clearly through the lens of faith and love that wonderful things are happening and that they are all God’s holy work, due to no merit of her own. Her soul magnifies the Lord and her spirit rejoices in God, in profound humility and surrender. She directs all glory to God, acknowledging that it is His power and mercy working through her.

Mary, drawing from the Old Testament, reminds us that He scatters the proud in their conceit, He casts down the mighty from their thrones, He sends the rich away empty; but He has mercy on those who fear Him, He lifts up the lowly, fills the hungry with good things, and remembers His promise of mercy. We, too, are called to humility and surrender in the Truth of God’s faithfulness and love, so that we can carry Christ and His love and grace within us and bring His light to every darkened place. We are challenged to echo Mary’s Magnificat in our lives, and to set out in haste and humility to meet others in their need, bearing first and foremost the light and love of Christ.

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El amor no se demora en atender las necesidades de los demás, sino que “se apresura” a brindar toda la ayuda posible. Cuanto más profundo es el amor, menos preocupación se tiene por los cálculos, la comodidad o la capacidad; El amor verdadero y profundo se apresura a aportar todo lo que puede al corazón de la situación.

María va “apresuradamente” para ayudar a su pariente mayor, Isabel, que estaba embarazada. María llevaba en ella al mismo Hijo de Dios, Salvador del mundo; podemos imaginarla considerando con alegría las misericordias de Dios y el cumplimiento de Su Promesa, así como sus incesantes oraciones al Altísimo mientras caminaba por el camino. Ella debe haber considerado la larga historia de la salvación y los muchos vislumbres de la venida del Salvador en el Antiguo Testamento, que la llevaron a este mismo momento. El Mesías ha llegado, tan pequeño que otros aún no lo notan.

Pero como un tabernáculo viviente, su presencia irradiaba la presencia de Cristo, y al llegar, ocurrió un evento profundo: Isabel fue llena del Espíritu Santo, y su hijo no nacido, San Juan Bautista, SÍ se dio cuenta y saltó dentro de su vientre. ¡Fue creado para anunciar a Cristo y afirma su presencia sin una palabra! Fue un maravilloso momento compartido de afirmación y reconocimiento de la Obra de Salvación de Dios, comenzando aquí, bajo los corazones de estas dos humildes mujeres, cuando Isabel clama que María es “bendita tú… y bendito el fruto de tu vientre… Dichosa tú que has creido.”

Y la respuesta de María a la alabanza de Isabel resuena a través de los siglos en la oración que la Iglesia recita junta cada noche: el Magnificat. Ella ve claramente a través del lente de la fe y el amor que están sucediendo cosas maravillosas y que todas son obra santa de Dios, sin ningún mérito propio. Su alma magnifica al Señor y su espíritu se regocija en Dios, en profunda humildad y entrega. Ella dirige toda la gloria a Dios, reconociendo que es Su poder y misericordia obrando a través de ella.

María, basándose en el Antiguo Testamento, nos recuerda que Él dispersa a los soberbios en su vanidad, derriba a los poderosos de sus tronos, despide a los ricos vacíos; pero tiene misericordia de los que le temen, enaltece a los humildes, colma de bienes a los hambrientos y recuerda su promesa de misericordia. Nosotros también estamos llamados a la humildad y la entrega en la Verdad de la fidelidad y el amor de Dios, para que podamos llevar a Cristo y Su amor y gracia dentro de nosotros y llevar Su luz a cada lugar oscuro. Tenemos el desafío de hacer eco del Magnificat de María en nuestras vidas y de salir al encuentro de los demás con prisa y humildad en sus necesidades, llevando ante todo la luz y el amor de Cristo.

Comunicarse con la autora

Kathryn Mulderink, MA, is married to Robert, Station Manager for Holy Family Radio. Together they have seven children (including Father Rob), and seven grandchildren. She is President of the local community of Secular Discalced Carmelites and has published five books and many articles. Over the last 30 years, she has worked as a teacher, headmistress, catechist, Pastoral Associate, and DRE, and as a writer and voice talent for Catholic Radio. Currently, she serves the Church by writing and speaking, and by collaborating with various parishes and to lead others to encounter Christ and engage their faith. Her website is www.KathrynTherese.com

Feature Image Credit: Sandra de Moya, cathopic.com/photo/32241-marys-visit-to-her-cousin-elizabeth