La Belleza en Los Demás

La semana pasada fui a lo que pensé era “Catholic Theology on Tap” (La Teologia Catolica en un bar), pero resulta que, “Pub Theology” (Teología en un Pub) no es lo mismo. El “Pub Theology” era un grupo ecuménico que se reúne para hablar sobre sus creencias en un lugar “valiente” y “abierto” no tanto un lugar “seguro”.

No voy a mentir, mi primera reacción al darme cuenta que no era un evento católico era, “He hecho un error grave y tengo que encontrar cualquier excusa para salirme lo más pronto posible.” O sea, soy católica y no quiero cambiarme de religión entonces, ¿qué hago aquí en una mesa con protestantes, judíos, e hindús discutiendo sobre la religión? ¡Suena como el inicio de un chiste malo!

Pero mientras empezamos a repasar las reglas y las metas de “Pub Theology”, me di cuenta que era muy equivocada. Este grupo se trataba de forzar tu religión en los demás, sino de cómo darse cuenta que tenemos más en común de lo que pensamos. Todos vivimos nuestra fe compartiendo el amor de Dios e intentando hacer lo correcto. Junto con ser respetuoso e intentar comprender a la otra persona, nuestra meta era llegar a un punto donde podríamos decir, “Aquí está la belleza que encuentro en el otro,” no “por eso soy mejor que ellos.”

En el Evangelio de hoy, Jesús hizo un milagro en el Sábado Santo, lo cual era contrario a la cultura Judía. Como católicos, pensamos que Jesús hizo lo correcto haciendo este milagro. No solamente salvó a este hombre de la muerte física, pero también de ser “muerto” al mundo por su enfermedad. Pero de todos modos, en este tiempo y lugar, ¡era escandaloso! ¡Eso no se hacía, ni se consideraría!

En lugar de estar asombrados por el milagro y sentir alegría que acaba de salvar la vida de alguien, “los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.” (Juan 5:16). Si hubiéramos estado allí, ¿podríamos decir honestamente que encontraríamos la belleza en lo que Jesús escogió hacer? O ¿hubiéramos dicho, “Trabajó en domingo y yo no, así que yo soy mejor que Él”?

Vemos que Jesús actuó en contra de lo que predicaban los Fariseos y por eso guardaron rencor contra Él, a pesar de que su acto dio la vida. Preferían ignorar todo el bien que había hecho porque no podrían ver más allá del hecho de que no era un hombre judío perfecto. Creo que si yo estuviera allí, hubiera batallado interiormente pensando si era correcto o no trabajar el sábado. Hubiera sido contrario a mis creencias pero creo que al final hubiera podido decir que admiraba a Jesús por sus acciones de preservar la vida.

Vemos que la idea de la cultura Americana se trata de la mezcla de religiones, historias, y prácticas, pero por alguna razón hemos llegado a la conclusión que el crisol Americano está lleno y ya no necesita nada más. La verdad es todo el opuesto. Tenemos que acordarnos que a donde quiera que vayamos en el mundo, no todos tenemos las mismas creencias que nosotros. Siempre hay algo que podamos aprender de los demás, aunque tengan diferentes creencias. Mientras vamos madurando, aprendemos de las personas a nuestro alrededor, así que, ¿por qué no seguir aprendiendo de los demás como adultos?

Hoy quiero señalar que Dios no nos pide coexistir, porque coexistir no es vivir en comunidad, igual que ser tolerante no es amar, y escuchar no es entender.  Debemos escuchar al otro sin juzgar ni discutir, para que podamos oír y respetar plenamente su dignidad humana como hijo(a) de Dios. Cada día, nuestro Padre Celestial nos llama a aprender de los demás para poder encontrar la belleza del otro.

Para más información sobre grupos ecuménicos o Días de Oración Ecuménicos en tu comunidad, pueden contactar a su diócesis local.

Un Sufrimiento Alegre

Siempre leo las escrituras buscando la inspiración para mis escritos, pero ¿alguna vez has leído la Biblia y terminado deprimido? Me acuerdo claramente de cuando era niño todos nos reuníamos en familia a rezar el rosario a diario. Mientras las cuentas del Rosario pasaban por nuestros dedos, meditamos en las lecturas de las escrituras. Parecía que especialmente durante la temporada de Cuaresma, estas lecturas no eran cuentos de la gloria de la resurrección, sino de rabia, dolor, sufrimiento y desesperación. Durante la Cuaresma hay unas lecturas bastantes deprimentes, obviamente terminando con la atrocidad de la crucifixión.

Puedes imaginar la tremenda satisfacción que sentí al despertarme esta mañana y leer “Convertiré a Jerusalén en júbilo y a mi pueblo en alegría. Me alegraré por Jerusalén y me gozaré por mi pueblo.” No se parece a las típicas lecturas solemnes que a veces oímos durante esta temporada. Cualquier persona que me ha conocido sabe que soy una persona muy optimista. Siempre pienso lo mejor de las personas e intento ayudarles a llegar a su potencial completa. La primera lectura de hoy de Isaías es un recordatoria maravilloso que la alegría y el sufrimiento no se oponen.

Esta idea parece un poco raro a primera vista; ¿cómo podría ser que la alegría y el sufrimiento no se oponen completamente? A fin de cuentas, no somos felices cuando sufrimos. No conozco a nadie que se ríe cuando está esperando en la cola del departamento de vehículos de motor.  Creo que el problema en nuestra cultura es que pensamos que la alegría y la felicidad son lo mismo y no es el caso. La felicidad es una emoción que se nos da como resultado de un estímulo. La alegría es una virtud; es algo que escogemos sin importar lo que está pasando a nuestro alrededor, podemos tener una disposición positiva. Podrías decir que la felicidad se queda a nivel de reflejo hasta entrar a nuestra voluntad y allí se muere o se hace virtud.  

Estas ideas son un poco pesadas, pero realmente son bastante sencillas. No éramos hechos para sufrir sino es una consecuencia del pecado original. Éramos hechos para la alegría, éramos creados para tener la alegría perfecta con los demás y con Dios mismo. El último sacrificio de Cristo en la cruz nos obtuvo la salvación eterna, dándonos el ejemplo perfecto de cómo la alegría puede venir de incluso el acto más horrible.

Que buena noticia para tanto los que son optimistas como los que son pesimistas. El problema con la maldad en el mundo es algo que siempre me pone incómodo. ¿Cómo puede ser que un Dios amoroso permite un sufrimiento tan horrible? Cuando estos pensamientos quieren entrar la mente, siempre me pongo a pensar en la crucifixión. Sin la crucifixión, no podríamos participar íntimamente en la Naturaleza Divina de Dios en el cielo algún día.  El momento más oscuro en la historia humana trajo la alegría más inmensa.

¿De qué sufres hoy día? ¿Cuáles batallas tienes que te hacen enojar con Dios o por lo menos hacen que sea difícil ver la alegría que podría eventualmente venir? Todos tenemos dolores y aflicciones en esta vida, pero Dios promete que Él “dispone todas las cosas para el bien de quienes lo aman.” Los animo hoy día a entregar sus sufrimientos a Cristo. Permítale que camine contigo en el sufrimiento. Porque Jesús también sufrió, sudó sangre, lloró, aguantó el sufrimiento humano, y puede ayudarte a experimentar la alegría cuando parece imposible.

Estoy por crear una Jerusalén feliz, un pueblo lleno de alegría. Me regocijaré por Jerusalén y me alegraré en mi pueblo.” Isaías 65:18-19

No Somos Hechos Para el Exilio

Una de las cosas más extraordinarias de la cristiandad es que alabamos a un Dios misericordioso. Todas las otras religiones mundiales son la historia de la humanidad que busca alcanzar a Dios. Solamente la cristiandad es la historia de un Dios que busca alcanzar a la humanidad, con perdón y misericordia y amor.

Somos un pueblo del exilio. Nuestro mundo entero, nuestras vidas enteras, están empapados con la conciencia de este exilio. Nuestro hogar es en el cielo con Dios; vivimos nuestras vidas enteras aquí con la anticipación de unirnos a Él. “Pero ciertamente había un Edén en esta tierra infeliz,” escribió J.R.R. Tolkien en una carta a su hijo. “Todos lo anhelamos y constantemente vemos un poquito de él: nuestra naturaleza entera es corrupto a su peor y a su mejor, es lo más suave y lo más compasivo, y todavía está empapado con un sentido de exilio.”

La elocuencia del Salmo de hoy muy apropiadamente ha sido puesta a música por generación tras generación de cristianos e incluso no-cristianos, reconociendo los ecos en sus propios corazones de la mera desesperación del exilio. “Al lado de los riachuelos de Babilonia nos hemos sentado a llorar cuando nos acordamos de Sion… ¿Cómo podríamos cantar una canción al Señor en una tierra extranjera?” ¿Cuantas veces nos sentimos que estamos viviendo en una tierra extranjera?

Estamos circundados por una cultura contraria a nuestro conocimiento de Dios y nuestra confianza en Él. Vivimos en un mundo infestado por la crueldad, la avaricia, y la falta de bondad de la humanidad. ¿Cuántas veces sentimos que la única respuesta a ese sentido de estar perdidos es sentarnos a llorar?

Pero aquí es donde pasa la magia—no es permanente. No es para siempre. Tenemos que pasar por el exilio pero San Pablo nos confirma que algo resplandeciente nos espera: escribe que “La misericordia y el amor de Dios son muy grandes; porque nosotros estábamos muertos por nuestros pecados, y él nos dio la vida con Cristo. La Biblia Hebreo describe un pueblo afligido, un pueblo de pena, un pueblo que espera; y el Antiguo Testamento suena con la respuesta de Dios, el don del amor y la Misericordia que nos ofrece haciéndose ser humano entre nosotros, no existe exilio tan grande o tan largo o tan cruel que nos pueda excluir de este amor. Y hoy el Evangelio proclama este amor con las palabras que todos hemos memorizado de niños, palabras escritas en nuestros corazones: “Porque tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna.”

Hemos caminado mucho tiempo en la oscuridad, y sin duda seguiríamos haciéndolo, si no fuera por la misericordia y perdón de Dios, lo cual emana directamente de su amor por nosotros. “Porque tanto amó Dios al mundo”—son palabras sencillas y familiares pero a la vez son palabras que voltean de cabeza todo el concepto de la religión. Este Dios de los cristianos no simplemente permite que los aficionados vengan a Él, este Dios estira sus brazos al mundo, lo cual ama tanto que se hizo parte de él. Experimentó todo lo que nosotros experimentamos. El sentido del exilio, el dolor de sentirnos perdidos, el impulso de sentarse a llorar al lado de las aguas de Babilonia. Lo experimentó y luego lo superó.

A través de toda la Cuaresma, ésta es la promesa a la cual nos aferramos. Durante el Adviento leímos que “el pueblo que andaba en las tinieblas ha visto una gran luz.” La promesa de esta luz nació en la Navidad, y la realización de esta promesa va a resucitar de la muerte en la Pascua. Entre medio cae la Cuaresma, un trayecto por el exilio. En sus Cartas Recolectadas, C.S. Lewis escribió, “Estamos aquí en la tierra de los sueños; pero la cacareo del gallo ya viene. Está más cerca ahora que cuando empecé esta carta.”

Es más cerca ahora que cuando empecé esta carta. Es más cerca ahora que cuando empezamos nuestro trayecto cuaresmal. Ya viene.

Y el exilio ya terminará.

La Fe del Publicano

Ya estamos a más de la mitad de la Cuaresma. Por supuesto, ¡no les voy a preguntar cómo van con sus propósitos cuaresmales cuando el Evangelio de hoy es la parábola del Fariseo y el publicano! “Oye, Dios, mírame. No soy como todos los demás. He guardado todas mis promesas cuaresmales. No he tocado ni un dulce, no he comido helado (mi debilidad favorito), como aquella persona por allá….”

A veces “la cultura de los propósitos cuaresmales” puede causar que empecemos a echarnos porras. Puedo verlo pasando muy fácilmente. Esta época de la Cuaresma es largo y requiere mucha fuerza personal para perseverar hasta el final. Y allí es donde el demonio puede torcer nuestro deseo de perseverar hasta el final a un triunfo de auto-felicitación, lo cual no es lo de que se trata la época de amor y misericordia.

“O Dios,” dice el publican, “sé misericordioso conmigo porque soy pecador.” Entonces ¿qué hacemos con los propósitos cuaresmales ahora? A la luz del Evangelio de hoy podríamos reflexionar sobre cómo nos sentimos de los avances que hemos hecho. ¿Somos más como el Fariseo en esta parábola? ¿O más como el publicano? Aunque hemos dado seguimiento perfecto a los propósitos o no, el llamado de la liturgia de hoy es reorientarnos en lo más profundo del corazón para imitar la actitud del publicano. Del lugar más profundo de necesidad y vulnerabilidad, suplícale ayuda a Dios. Deja atrás tus preocupaciones de lo que han hecho o no han hecho, y enfócate en despertar tu atención hacia amarle al Señor y en estar agradecido por su bondad amorosa hacia ti.

Capaz nos duela la idea de compararnos con el publicano, pero en realidad el publicano simplemente está viviendo la espiritualidad de la niñez. Un niño depende completamente en sus padres y tutores para todo, y aquí el publicano está profesando su dependencia en Dios para renovar su vida y hacer florecer la santidad y la humanidad propia.

Así que, mientras nos acerquemos a la última parte de nuestro camino cuaresmal, está bien dejar algunas resoluciones a favor de una relación con Jesús si eso es lo que te está llamando hacer. Creo que eso es lo que Él quiere de todos modos. Se murió para ganar nuestro amor, no nuestra coherencia perfecta a los propósitos que hemos hecho nosotros mismos. Los propósitos sí tienen su lugar, pero sólo como un tipo de sacrificio que nos ayude a llenarnos más y más de lo que construye nuestra relación con Él, dejando a un lado aquellas cosas que impiden florecer esta relación.  

Sin importar que tan exitoso haya sido tu Cuaresma, inclínate humildemente en alabanza, ofrécelo a Jesús, y prométele su atención amorosa mientras sigas adelante.

Ama a Tu Prójimo Como a Ti Mismo

Ir de retiro por dos días con veintinueve jóvenes de octavo grado era una de las experiencias más agotadoras que he vivido. La secundaria es una época cuando los jóvenes y las jóvenes comienzan a hacer las grandes preguntas de la vida. Empiecen a entender poco a poco quienes son y porque han sido creados. La respuesta clásica y fácil a esta pregunta se encuentra en el Catecismo de Baltimore. Estás aquí en la tierra para amar y servir a Dios. Esta respuesta dulce, sencilla y directa parece llegarles. Sí, somos creados para amar y por amor.  Como seres humanos, somos hechos para relaciones interpersonales. Ser creados a imagen y semejanza de Dios significa que somos hechos para reflejar el amor de la Trinidad, una comunión de personas divinas en el amor divino. Enseñar a los niños estas verdades es un reto. Estos jóvenes de trece años tienen una cultura abrumadora y un ambiente que daña su entendimiento del “amor”.

En las lecturas de hoy, oímos a Jesús proclamar el Gran Mandamientos (Marcos 12:28-34). Jesús nos da este mandamiento corto pero profundo; amar a Dios con todo el corazón, todo el alma, toda la mente y toda la fuerza, y amar al prójimo como amamos a nosotros mismos. Algunos podrían ver este gran mandamiento y responder, “parece bastante fácil”. Estar sentada en un salón con niñas de trece años me demostró que no es tan fácil. Durante la dura adolescencia de hermandades, algunos estudiantes empiecen a compartir sus dolores y sus heridas. Muchas de estas estudiantes han sido abusonas o han sido intimidados por otros. Estaban sentadas en círculo y compartieron sus pensamientos de cómo creyeron las mentiras que los demás decían de ellas.  Creyeron las mentiras de sí mismas o de los demás que son feas, gordas, fastidiosas, tontas o que no importan nada. Mientras me senté en el círculo con ellas, las miré a todas y vi solamente belleza. Vi a niñas bondadosas, niñas fuertes, niñas maduras, niñas completamente únicas y bellas cada una. A través de la conversación y las lágrimas, me acordaba del hecho tan real que batallamos por amarnos verdaderamente a nosotros mismos. Ya no estoy en la secundaria. No tengo muchos abusones que me dicen mentiras en mi propia vida. Sin embargo, sí se cómo es no amarme a mí misma, igual que mis alumnas. A veces yo soy mi propia peor abusona.

Cada vez que leo sobre el Mayor Mandamiento de Jesús, siempre pregunto, “¿Cómo podemos amar al prójimo como a nosotros mismos cuando realmente no amamos a nosotros mismos?” Para vivir esta regla de oro de verdad, tenemos que pararnos. Tenemos que mirarnos a nosotros mismos y ver valor, mérito, y belleza. Amarte no es egoísta, sino es necesario para vivir una vida santa. La batalla contra nosotros mismos en la vida interior puede ser agotadora. Pero es en medio de esta pelea somos obligados a recibir el amor de Dios y seguir luchando la buena batalla. ¿Cómo podemos amar al prójimo como a nosotros mismos? ¿Cómo debemos amarnos a nosotros mismos? Somos llamados a amarnos y vernos en su Palabra de Verdad.  Somos llamados a amarnos como Dios nos ama.

En la Cruz es donde encontramos nuestra importancia, nuestro valor, nuestra dignidad como seres humanos. Solo viviendo en el amor sin fin de Cristo, podamos amarnos y amar al prójimo como a nosotros mismos. Aunque estés en la secundaria, un alumno de la universidad o un padre o una madre de familia, nos encontramos constantemente en esta batalla de mentiras. Tenemos que estar tranquilos. Jesús quiere enseñarnos a amar. San Maximiliano Kolbe dice, “La Cruz es la escuela del amor.” En la cruz es donde descubrimos cómo debemos amarnos a nosotros mismos y a los demás. Durante esta temporada de Cuaresma, quiero darles el reto de reflexionar sobre el amor que tienen hacia sí mismos. ¿Crees las mentiras o te dices mentiras? ¿Estás escogiendo el mayor bien para ti mismo? ¿Conoces la voz de Cristo y lo que dice de ti? Quiero darles el reto de verse y amarse verdaderamente como Cristo los ama.  Es de esta batalla que podemos rendir frutos en nuestro amor a Dios y a nuestros prójimos.

Go To Confession

Here we are about half way through Lent, and this is typically the week that parishes and diocese have communal penance services. I thought we might take a break from our regularly scheduled blog post to remind everyone how important the Sacrament of Confession is in our lives. Check out the confession feature in myParish App to do an examination of conscience or go to www.discovermass.com to find a confession time in your area. Here is a brief message from my co-worker Susie that hits the point home.

 

Go to Confession 

In Charity – Susie Boone
Lover of the Sacraments

 

 

Acordándome de la Presencia de Dios

A mí se me olviden las cosas, ¿A ti te pasa? O sea, más recientemente, me encuentro olvidando más, incluso por qué he entrado un cuarto o donde he puesto mis llaves. Los nombres y los detalles me evadan. Pero no estoy hablando de este tipo de olvido. Tomar vitaminas, descansar más y hacer menos cosas a la vez ayudaron a resolver el problema de la memoria. El olvido de que yo hablo es el olvido que nos ataca incluso de niños. Es la disipación de la memoria de Dios. Dios nos ha implantado la memoria de Él al inicio de la creación. Podrías decir que está en nuestra DNA espiritual, que somos orientados a girar alrededor del Dios que nos ha creado a Su imagen y semejanza.

Antes de la Caída del Hombre, Adán y Eva disfrutaron de la presencia de Dios en el Jardín de Edén. Disfrutaron de la visión de Dios cara a cara, dice Gregoria de Nyassa. Adán le hablaba directamente a Dios. Nuestros primeros padres vivieron en un mundo sin ansiedad, sin impulso, sin gula y sin enfermedad. Experimentaron una integridad que viene de vivir de acuerdo a las virtudes. Su ser entero era dirigido hacia Dios y sus mentes y sus corazones estaban abiertos a la gracia de Dios.  

Luego, tentado por la serpiente, Adán y Eva se apartaron del camino que Dios había puesto para toda la creación. Con las mentes y los corazones oscurecidos y fragmentados y distraídos, se  hundieron más y más en el sufrimiento, sujeto a la ansiedad, las pasiones, y las elusiones egocéntricas. Al apartarse del camino que Dios les había puesto, se hizo más y más difícil de pensar en Él, de acordarse de Él, de confiar en Él, y de orar a Él.

Así que, aunque Dios impresiona sus características y su carácter en nosotros en nuestro bautismo, también encontramos que es trabajoso acordarnos de Dios durante el día y a veces incluso cuando estamos rezando.

La lectura del Antiguo Testamento del libro de Deuteronomio nos da buen consejo del Señor sobre cómo fortalecer la memoria espiritual. Le dice a su pueblo que debe estar atento y no olvidarse de las cosas que sus propios ojos han visto. Les exhorta que no deje que estas cosas se desaparecen de la memoria mientras tengan vida.

¿Cómo podemos hacer eso?

Tomar un poco de tiempo para recordar lo que tus ojos han visto. Acuérdate de la vez que Dios te ha sido presente o te ha ayudado a ti o a un ser querido. Ponte en ese momento. ¿Cómo era? ¿Qué pasaba? ¿Cómo te sentiste? ¿Dónde estuvo Dios presente? ¿Cómo era Dios para ti en ese momento?

Dile a Dios cuánto aprecias su presencia y sus acciones de tu parte. Quizá le puedes escribir una carta al Señor en tu diario. Luego escucha, para oír en tu corazón como Dios te responde. Pídele que te diga cómo es para Él estar allí para ti,  lo que desea para ti, lo que significas para Él. Pregúntale si hay algo en particular que quiere que sepas sobre esa experiencia de Su amor y Su presencia.

¡No te olvides lo que tus ojos han visto! Haz que sea un hábito esta práctica piadosa y llena tu mente y tu corazón con la memoria de cómo Dios te ha demostrado Su tierno interés.

Ten Paciencia Conmigo

“Ten paciencia conmigo,” el servidor le pide al rey. “Ten paciencia conmigo,” el pecador le suplica al Señor. “Ten paciencia conmigo,” dice el hijo a su mamá mientras se hinca en el piso para limpiar el charco de leche que se cayó. “Ten paciencia conmigo,” le digo de mala gana a mi reflexión en el espejo.

El servidor perdonado, con quien el rey fue misericordioso, rehúsa extender la misma misericordia, sino lo encarcela a un hombre que le debe mucho menos hasta que pague lo que debe. Vemos las consecuencias graves de ser incapaces de perdonar al otro cuando el rey lo aprisiona al mismo servidor al saber de su comportamiento cruel.

De una manera, podemos decir que el servidor se ha encarcelado a sí mismo por sus acciones. ¿No nos hacemos lo mismo cuando no somos capaces de perdonar las deudas contra nosotros? La misericordia más difícil de aceptar parece ser la que debemos a nosotros mismos. Esto es verdad especialmente cuando se trata de perdonarme de mis equivocaciones como mamá. Dios me ha perdonado de mis horrores y tropiezos como mamá, pero se me hace difícil perdonar a mí misma. Me encarcelo en la duda y el remordimiento.

Jesús concluye esta parábola con una directiva clara. Debemos perdonar a los demás “de corazón.” Somos llamados a una metanoia personal – un cambio de corazón espiritual. La Iglesia ofrece la oportunidad más increíble de recibir la misericordia del Rey a través del Sacramento de la Penitencia. El Catecismo enseña que la contrición abre al penitente a “una reorientación radical de nuestra vida entera, un retorno, una conversión a Dios con todo el corazón.” Un cambio radical a un corazón misericordioso, una vez aceptada y extendida, es la clave de nuestra libertad de la cárcel de la falta de perdón.

Querido Señor Misericordioso, llena mi corazón con la gracia necesaria para perdonar como Tú perdonas. Señor, deseo una reorientación radical de mi corazón para que sea más semejante al Tuyo.

¿Le He Puesto a Dios Primero?

Como una cristiana católica del siglo 21, aunque sea por una conversión, siempre me confundo un poco sobre el rechazo que Jesús enfrenta de los Israelitas. Quizá estoy más confundida por los Fariseos, aquellos que supuestamente deben poderlo reconocer más fácilmente.  

¿Cómo podría ser que hayan sido testigos de tantos milagros, oído tantos sermones sabios y todavía no creer? Seguramente yo no sería alguien así. Seguramente no hubiera rechazado a Jesús.

Pero siendo cristiana católica del siglo 21 en los Estados Unidos también significa que tengo conocimiento de mucha gracia sacramental. Puedo atender a la Misa libremente los domingos y los Días de Guardar, e incluso la Misa diaria si pudiera ordenar mi vida apropiadamente. Si lo necesito, puedo recibir el Sacramento de la Penitencia semanalmente y aún a diario también. Soy bendecida poder compartir en la Vida Divina de la Santísima Trinidad cuando Lo recibo y poder reparar nuestra relación cada vez que la altero.

Tengo todas esas gracias sacramentales, mucho más que los Fariseos, pero todavía me pregunto, ¿le he dado a Dios el primer lugar en mi corazón? ¿He hecho más que sólo obedecer la ley? ¿Lo he amado encima de todo lo demás verdaderamente, y a la vez, he amado como Él ama?

Dios mío, abre mis ojos al rechazo que te he dado en lo más profundo de mi corazón. Concédeme la contrición perfecta y todas las gracias que necesito para amar como Tú amas.

Cuando Ya Basta

Hay unas cuantas lecturas en la Biblia que siempre me confunden. Por ejemplo, en la lectura de hoy, Jesús, el Hijo de Dios, nuestro Salvador y Mesías, tiene berrinche. Por lo menos, así me parece. En mi cabeza, ese no es el Jesús que me han dicho que debo admirar y seguir su ejemplo. ¡Suena más bien lo que NO debo hacer! Pensé que Jesús era dócil y que cambiaba el mundo con su amor…no volcando mesas, azotando a los animales y tirando el dinero de la gente en el piso.

Mientras más lo pensaba, más me preguntaba porque Jesús se portó de esta forma y por qué incluyeron este pasaje en la Biblia. ¿Por qué Jesús recurre al enfado en lugar de la compasión? ¿Por qué la Biblia incluye una historia que deja saber a todos que Jesús se enojó bastante? Luego me di cuenta que en Juan 2:13-25, no nos está dando el ejemplo de cómo enojarnos, sino nos está dando el ejemplo perfecto de cuando enojarnos.  

Para que esto tenga sentido, tienen que entender la situación alrededor de la limpieza del templo. En este momento, Jesús estaba en Jerusalén para la Pascua Judía. Para aquellos que no saben que es la Fiesta de la Pascua Judía, es la fiesta Judía más celebrada y dura siete días. Para los judíos que formaban parte del Reino de Judá, incluyendo a Jesús y su familia, significaba viajar a Jerusalén para celebrar la Pascua Judía en el Templo de Jerusalén. En el evangelio de hoy, Jesús llega al templo y hay vendedores aprovechando de las multitudes, probablemente subiendo sus precios solo porque podrían. Los cientos de miles de viajeros estaban allí para darle gloria a Dios y en lugar de eso, estaban rodeados de gente que supuestamente intentaba venderles comida, hospedaje y ofrendas de animales a alto precio.

Para darles un ejemplo de hoy día, imaginen que estás hincado en la iglesia durante la adoración al Santísimo y unas Niñas Exploradoras (Girl Scouts) están allí intentando venderles galletas a $25 por caja o un empleado de Subway que carga letreros está bailando en el altar cantando rap sobre los sándwiches de un pie por $5. ¿No te enojarías? Sé que yo sí estaría enojada pero solo soy ser humana. Pero ¿sabes qué? ¡Jesús es ser humano también! Al final de la lectura, dice que Jesús “no necesitaba que nadie le descubriera lo que es el hombre, porque él sabía lo que hay en el hombre.

Así que, como otro ser humano con emociones, Jesús realiza la Escritura y el “Celo por la Casa de Dios” lo consume. Sabe en su corazón que su celo, o su pasión y devoción para Dios le da razón de estar enojado. Solo porque las cosas son “normales” según la sociedad no quiere decir que son correctos y no debemos quedarnos parados sin hacer nada. Tenemos el derecho de enojarnos y protestar las cosas que no respetan a Dios.  Tenemos el derecho de enojarnos y protestar las cosas que no respetan la santidad de la vida. Como seres humanos, a veces el enojo es lo que nos mueva a hacer una diferencia en nuestro mundo – a cambiar lo malo a bueno – y Jesús entendía eso.

En nuestros corazones, sabemos lo que está bueno y lo que está malo. Sabemos el tipo de mundo que Dios quiere para nosotros, y muy a fondo, sabemos cómo cambiarlo. Ahora lo único que tenemos que hacer es tener el valor de utilizar el Jesús que tenemos adentro y alzarnos contra todos aquellos que “conviertan en un mercado la casa de mi Padre”.

¿Estás buscando más sobre los 10 Mandamientos de la primera lectura? Puedes ver uno de nuestros escritos anteriores llamado The 10 Commandments Are Only The Beginning.

“¿De Que Importa?”

Después de que lo ministros habían terminado de distribuir la Eucaristía a la congregación, nuestro párroco llevó el resto de las hostias consagradas y los puso en el tabernáculo. Mientras tanto, todos los presentes alrededor del altar se hincaron reconociendo que: “Es Jesús.” Y me pregunté: “¿De qué importa?” Por apariencia, textura, olor y sabor, todos se hincaron en reverencia a una cosa media pan, media galleta que ni sabe bien, así que, “¿De qué importa?”

Sabemos por la fe que solo tiene la apariencia de pan pero es verdaderamente Jesús.

Importa que hagamos reverencia a Jesús en lo que “solamente aparece” ser una cosa media pan, media galleta que ni sabe bien, para que podamos aprender a reconocerlo y amarlo en otros lados a parte de la Eucaristía también.

Cuanto hicisteis a unos de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis.” (Mateo 25:40)” A un nivel superficial, el cuerpo y la sangre de Jesús parecen ser otra cosa. Todos los sentidos humanos sugieren que cada domingo hay una comunidad mundial de personas quienes se inclinan ante una cosa media pan, media galleta que ni sabe bien y un vino barato. Pero cuando aprendemos a ver por la fe Quien está ante nosotros, lo reconocemos en los débiles y los vulnerables.

No tengo ninguna educación formal para el trabajo que hago, pero creo que me he estado preparando para mi trabajo por muchos años. Yendo a Misa y enamorándome de Él en la forma de lo que parece ser una cosa media pan, media galleta que ni sabe bien, puedo reconocerlo en lo que parece ser un extranjero tosco, fastidioso, y antisocial quien en realidad es una persona que necesita recordatorios frecuentes de cómo comunicarse bien con los demás.

Abre los ojos de la fe.

Reconócelo.

Ámalo.