A drought hit Michigan early this past spring, bringing its climate straight from snow to squelching heat. No April showers to bring May flowers this year. No sprinkles to coax the seeds to sprout forth from the earth. The only thing that seemed to grow were the weeds. Tall, relentless and ugly, their roots reaching deep into the soil.
Unexpectedly unemployed during this season, I seemed to develop an obsession of sorts for pulling weeds. My shoulder even began to ache from the daily exertion. I would pace the yard back and forth, back and forth, searching for the telltale heads of the unwanted plants. It seemed that the more I pulled, the more came up. There appeared to be no end to the unpleasant task.
At the same time, God was weeding my interior as well. With more time for prayer, Mass and adoration, the quiet enveloped me and offered a mirror into my soul. There were so many things that I had shoved under the rug, choosing to ignore rather than address. Busyness was my excuse. As a full time employee and a homeschooling mother of five littles, I simply had no time for self examination. Well, as He tends to do, God took care of that.
With my means of survival stripped away from me and my nine to five no longer an obstacle, I almost had no choice but to draw near to the life-giving water. I hadn’t even realized my soul was in the midst of a drought as well. Sure, I prayed everyday and went to Sunday Mass, but there was no depth. I was only going through the motions. God wanted more for me. Just like the lepers in the Gospel, I found my soul calling out “Jesus, have pity on me!”
Yet during this time I also learned that growing closer to God and making steps toward holiness have nothing to do with making a long and dramatic list of our many shortcomings and attempting to eliminate them one by one. While we may realize some of our shortcomings and desire to change them, it is God who purifies and refines. And more importantly, that is not what God is looking for. It is not God’s deepest desire. He knows we’re not perfect. He knows we’re human. After all, he took on our humanity and understands us well.
No, what God is looking for is something so much simpler that we might even miss it if we aren’t paying attention. The only thing he wants is me. He so greatly desires each and every one of us that he never gives up on us and will pursue us until the day we die. And he desires to heal us as well, just like the lepers. And once we realize that He has healed us, may we also glorify God and fall at His feet in thanksgiving. May we hear Him speak strength into our souls saying: “Stand up and go; your faith has saved you.” (Lk 17:19) “The time of drought is now over.”
Una sequía llegó a Michigan a principios de la primavera pasada, lo que hizo que su clima pasara directamente de la nieve a un calor sofocante. No había lluvias de abril para traer flores de mayo este año. No habían gotitas cayendo del cielo para convencer a las semillas que brotaran de la tierra. Lo único que parecía crecer era la mala hierba. Altos, imposibles y feos, con sus raíces hundidas profundamente en la tierra.
Inesperadamente desempleada durante esta temporada, parecía desarrollar una especie de obsesión por arrancar la mala hierba. Incluso me empezó a doler el hombro por el esfuerzo diario. Paseaba por el jardín de un lado a otro, de un lado a otro, en busca de las cabezas reveladoras de las plantas no deseadas. Parecía que mientras más la sacaba, más salía. Parecía no haber fin a la desagradable tarea.
Al mismo tiempo, Dios estaba desyerbando mi interior también. Con más tiempo para la oración, la Misa y la adoración, la tranquilidad me envolvió y ofreció un espejo a mi alma. Había tantas cosas que había escondido debajo de la alfombra, eligiendo ignorar en lugar de abordar. El ajetreo era mi excusa. Como empleada de tiempo completo y madre de cinco pequeños que educamos en el hogar, simplemente no tenía tiempo para autoexaminarme. Bueno, como suele hacer, Dios se encargó de eso.
Con mis medios de sobrevivencia despojados y ahora que mi ocupación de nueve a cinco ya no era un obstáculo, casi no tuve más remedio que acercarme al agua de vida. Ni siquiera me había dado cuenta de que mi alma también estaba en medio de una sequía. Claro, rezaba todos los días y asistía a la misa dominical, pero no había profundidad. Solo lo estaba haciendo por cumplir. Dios quería más para mí. Al igual que los leprosos del Evangelio, encontré mi alma gritando “¡Jesús, ten compasión de mí!”
Sin embargo, durante este tiempo también aprendí que acercarme más a Dios y dar pasos hacia la santidad no tiene nada que ver con hacer una lista larga y dramática de mis muchas deficiencias e intentar eliminarlas una por una. Si bien podemos darnos cuenta de algunos defectos y desear cambiarlos, es Dios quien nos purifica y refina. Y aún más importante, eso no es lo que Dios está buscando. No es el deseo más profundo de Dios. Él sabe que no somos perfectos. Sabe que somos humanos. Después de todo, asumió nuestra humanidad y nos comprende bien.
No, lo que Dios está buscando es algo mucho más simple que incluso podríamos perdérnoslo si no estamos prestando atención. Lo único que quiere es a mí. Nos desea tanto a todos y cada uno de nosotros que nunca se da por vencido y nos perseguirá hasta el día de nuestra muerte. Y desea sanarnos también igual que a los leprosos. Y una vez que nos demos cuenta que nos haya sanado, glorifiquemos a Dios y caigamos a Sus pies en acción de gracias. Que podamos escucharlo hablar fuerza a nuestras almas diciendo: “Levántate y vete, tu fe te ha salvado”. (Lc 17,19) “El tiempo de la sequía ya pasó”.
Feature Image Credit: Nikita Burdin, https://unsplash.com/photos/–uO_qVwJU0
Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.