Sometimes things just don’t go down the way we planned. In fact, oftentimes things don’t go the way we planned. I received no engagement ring when my husband proposed, I’m pretty sure he didn’t even pronounce the vows at our wedding (he was so nervous!), and my children were all born by C-section. Yet, despite these details, I think I am one of the luckiest women alive! I have a man who loves me more than I ever could have imagined and five healthy kiddos.
Things don’t have to go as planned for them to be good. That is a lesson I continue to learn over and over again. Friends and coworkers come and go. Family members separate or divorce. We move from one home to the other. We have moments of scarcity and moments of plenty… I am not in control. Someone much greater than I is, and He’s got it handled much better than I ever could.
But I can’t help feeling sometimes that things are swirling out of control all around me. It’s as if I were in the midst of a whirlwind or a terrible storm. I can barely tell which way is up and which way is down, let alone which direction is the right way to go. Sometimes doing the right thing causes confusion and pain. Sometimes doing the right thing is the hardest thing to do.
Jesus seems to attest to this kind of opposite way of living when He says in today’s Gospel: “Whoever seeks to preserve his life will lose it, but whoever loses it will save it.” He talks about people who succumbed to a horrible fate whether by flood, fire and brimstone, or by simply being “taken” while in the midst of their daily routines. We can only assume that these people were seeking to preserve their lives in worldly ways.
Yet Jesus calls us to a higher way of living. He invites us to the supernatural realm. He invites us to lose our lives for His sake, for the sake of the Gospel. It involves total surrender. Our lives are no longer our own. We move and breathe for Him. With every action we make, we are seeking His will. With every step we take, we are going where He asks us to go. It is a life full of mystery and adventure and complete trust.
As we continue on this journey of living for Him, let us pray together with the Psalmist: “With all my heart I seek you; let me not stray from your commands. Within my heart I treasure your promise, that I may not sin against you. Be good to your servant, that I may live and keep your words. Open my eyes, that I may consider the wonders of your law.” For indeed, “Blessed are those who follow the law of the Lord!”
A veces, las cosas no salen como las habíamos planeado. De hecho, muchas veces las cosas no salen como las habíamos planeado. No recibí anillo de compromiso cuando mi esposo me propuso matrimonio, estoy bastante segura de que ni siquiera pronunció los votos en nuestra boda (¡estaba muy nervioso!) y todos mis hijos nacieron por cesárea. Sin embargo, a pesar de estos detalles, ¡creo que soy una de las mujeres más afortunadas del mundo! Tengo un hombre que me ama más de lo que jamás podría haber imaginado y cinco hijos sanos.
Las cosas no tienen que salir como las habíamos planeado para que sean buenas. Es una lección que he seguido aprendiendo una y otra vez. Los amigos y los compañeros de trabajo van y vienen. Los miembros de la familia se separan o se divorcian. Nos mudamos de una casa a otra. Tenemos momentos de escasez y momentos de abundancia… No tengo el control. Alguien mucho más grande que yo lo tiene, y Él maneja las cosas mucho mejor que yo.
Pero a veces no puedo evitar sentir que las cosas se están descontrolando a mi alrededor. Es como si estuviera en medio de un remolino o una terrible tormenta. Apenas puedo distinguir qué es hacia arriba y qué es hacia abajo, y mucho menos cuál dirección es la correcta. A veces hacer lo correcto causa confusión y dolor. A veces hacer lo correcto es lo más difícil de hacer.
Jesús parece dar testimonio de esta forma opuesta de vivir cuando dice en el Evangelio de hoy: “Quien intente conservar su vida, la perderá; y quien la pierda, la conservará.” Habla de personas que sucumbieron a un destino horrible, ya sea por inundación, fuego y azufre, o simplemente porque fueron “tomados” mientras estaban en medio de sus rutinas diarias. Solo podemos suponer que estas personas buscaban preservar sus vidas de maneras mundanas.
Sin embargo, Jesús nos llama a una forma de vida más elevada. Nos invita al reino sobrenatural. Nos invita a perder la vida por Su causa, por causa del Evangelio. Implica una entrega total. La vida ya no nos pertenece. Nos movemos y respiramos para Él. Con cada acción que realizamos, buscamos Su voluntad. Con cada paso que damos, vamos adonde Él nos pide que vayamos. Es una vida llena de misterio, aventura y confianza absoluta.
Y mientras continuamos este viaje de vivir para Él, oremos juntos con el salmista: “Con todo el corazón te voy buscando; no me dejes desviar de tus preceptos. En mi pecho guardaré tus mandamientos, para nunca pecar en contra tuya. Favorece a tu siervo, para que viva y observe tus palabras. Ábreme los ojos para ver las maravillas de tu voluntad.” Porque, en verdad, “¡Dichoso [es] el que cumple la ley del Señor!”
Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.
Feature Image Credit: Katerina Kerdi, unsplash.com/photos/woman-walking-at-desert-9TdomzK-2d0