I have always been so easily influenced by others’ opinions of me. I want to be loved, or at least well-liked, by all I meet. It is a natural human tendency. The compulsive need to check email or Facebook messages relays back the same feelings – is there anyone out there looking to connect with me?
It is so easy to be distracted by worldly comforts brought forth by people, as well as material possessions. In today’s Gospel, Christ proclaims of the need to separate ourselves from these habits. Sometime while we’re praying the Litany of Humility, we might ask ourselves if we really want these petitions to become true. To deny ourselves feels paradoxical, especially living in a society that highly values each human’s right to so many freedoms. I think we can often reach above and beyond that which we’re entitled to.
In Mere Christianity, C.S. Lewis noted pride as the ultimate “anti-God”, which leads to every other vice. In contrast, St. Bernard declares that Jesus Christ is the ultimate definition of humility. We are so used to the comforts of the world around us. Christ also lived as a human being with similar circumstances, yet made the ultimate sacrifice of giving it all away for our sake, despite our extreme unworthiness.
Today, let’s ask ourselves if we know that God is who he says He is. May we truly know the truth that takes precedence over all our individual matters, that Christ suffered and died in great humility and out of a deep love for us.
Siempre me he dejado influenciar muy fácilmente por las opiniones que los demás tienen sobre mí. Quiero ser amada, o por lo menos querida, por todos los que conozco. Es una tendencia humana natural. La necesidad compulsiva de revisar el correo electrónico o los mensajes de Facebook transmite los mismos sentimientos: ¿hay alguien que quiera conectarse conmigo?
Es muy fácil distraerse con las comodidades mundanas que brinda la gente, así como con las posesiones materiales. En el evangelio de hoy, Cristo proclama la necesidad de separarnos de estos hábitos. En algún momento, mientras rezamos las Letanías de la Humildad, podríamos preguntarnos si realmente queremos que estas peticiones se hagan realidad. Negarnos a nosotros mismos parece paradójico, especialmente viviendo en una sociedad que valora mucho el derecho de cada ser humano a tantas libertades. Creo que a menudo podemos ir más allá de lo que tenemos derecho.
En su libro Mero Cristianismo, C.S. Lewis destacó el orgullo como el máximo “anti-Dios”, que conduce a todos los demás vicios. En cambio, San Bernardo declara que Jesucristo es la definición última de la humildad. Estamos tan acostumbrados a las comodidades del mundo que nos rodea. Cristo también vivió como un ser humano en circunstancias semejantes, pero hizo el sacrificio supremo de entregarlo todo por el bien de todos nosotros, a pesar de nuestra indignidad extrema.
Preguntémonos hoy si sabemos que Dios verdaderamente es quien dice ser. Que podamos conocer verdaderamente la verdad que tiene prioridad sobre todos nuestros asuntos individuales: que Cristo sufrió y murió con gran humildad y por un profundo amor por nosotros.
Dr. Alexis Dallara-Marsh is a board-certified neurologist who practices in Bergen County, NJ. She is a wife to her best friend, Akeem, and a mother of two little ones on Earth and two others in heaven above.
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