In the Sight of the Angels / A la Vista de los Ángeles

I remain a parishioner at the church where I was baptized 55 years ago, meaning I have spent well over 2,000 Sunday mornings there. As a child, my mind and my eyes tended to wander, and the stained glass windows provided both entertainment and enlightenment, as they are meant to do. Later, as I struggled to quiet my small children during Mass, I whispered the stories of the saints in those same windows to them.

A favorite window depicts St. Michael casting the fallen angels out of Heaven, as today’s alternate First Reading from Revelations describes. It’s a graphic representation, even a little scary, showing the Archangel poking at skeletal creatures with his sword. Children, of course, love this.  Similarly, it is especially satisfying to call on St. Michael at the end of Mass, asking him to “thrust into Hell Satan and all the evil spirits who prowl about the world.”

Today we celebrate the Feast of the Archangels, Michael the warrior, Gabriel the messenger, and Raphael the healer. Our readings draw us into contemplation of heavenly glory, when we will see God on His throne, attended by “myriads and myriads” of angels, and where “in the sight of the angels” we will sing His praises. 

We are also directed to consider Jesus’ place in God’s glory, as “one like a son of man coming, on the clouds of heaven.” Indeed, Jesus tells Nathanael that he “will see heaven opened and the angels of God ascending and descending on the Son of Man.”

Angels are God’s attendants, and thus Jesus’ declaration to Nathanael clearly implies his own divinity, and calls to mind the Gospel passage after his temptation in the desert when angels came and ministered to him. 

The angels have always been in Heaven in the presence of God, whereas human beings have to learn to know, love, and serve Him here on Earth before being admitted to Paradise.  While today’s readings provide a glimpse of the glory that awaits us, they do not provide a road map for getting there.  Truly in these passages salvation is presented as a gift of God for which we praise Him, not something we can earn. 

Though we do not earn salvation, we are called to cooperate in it. This is where the example of Nathanael is helpful. Just before the passage in today’s Gospel, Nathanael’s friend Philip obeyed when Jesus said, “Follow me.” He then went to Nathanael and extended an invitation to him: “Come and see.”

Nathanael accepted, and although he was initially skeptical (asking Philip if anything good can come from Nazareth) he believed in Jesus after only one exchange.

We see in Nathanael an openness to relationship with Jesus and humility in putting aside his prejudices. Being himself a person “without deceit,” perhaps he is able to sense the same honesty in Philip and in Jesus himself.  We can also learn from Philip, who not only follows Jesus unquestioningly but shares the invitation with his friend.   

Today, and every day, let us be open to the invitation of Jesus, so that one day we too will sing his praises “in the sight of the angels.”

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Sigo siendo feligrés de la iglesia donde fui bautizado hace 55 años, lo que significa que he pasado allí más de 2000 domingos por la mañana. Cuando era niña, mi mente y mis ojos tendían a distraerse, y los vitrales de colores servían para entretenerme e iluminarme, como se suponía que debían hacer. Más tarde, mientras luchaba por calmar a mis niños pequeños durante la Misa, les susurré las historias de los santos en esas mismas ventanas.

Una de mis ventanas favoritas muestra a San Miguel expulsando a los ángeles caídos del cielo, como lo describe la Primera Lectura alternativa de hoy de Apocalipsis. Es una representación gráfica, incluso un poco aterradora, que muestra al Arcángel hurgando en las criaturas esqueléticas con su espada. A los niños, por supuesto, les encanta esto. Del mismo modo, es especialmente satisfactorio invocar a San Miguel al final de la Misa, pidiéndole que “arroje al infierno a Satanás y a todos los espíritus malignos que andan dispersos por el mundo”.

Hoy celebramos la Fiesta de los Arcángeles, Miguel el guerrero, Gabriel el mensajero y Rafael el sanador. Nuestras lecturas nos llevan a la contemplación de la gloria celestial, cuando veremos a Dios en Su trono, asistido por “miríadas y miríadas” de ángeles, y donde “a la vista de los ángeles” cantaremos Sus alabanzas.

También se nos indica que consideremos el lugar de Jesús en la gloria de Dios, como “a alguien semejante a un hijo de hombre,
que venía entre las nubes del cielo”. De hecho, Jesús le dice a Natanael que “verá el cielo abierto y a los ángeles de Dios ascendiendo y descendiendo sobre el Hijo del Hombre”.

Los ángeles son los asistentes de Dios y, por lo tanto, la declaración de Jesús a Natanael implica claramente su propia divinidad y recuerda el pasaje del Evangelio después de su tentación en el desierto cuando los ángeles vinieron y lo ministraron.

Los ángeles siempre han estado en el Cielo en presencia de Dios, mientras que los seres humanos tienen que aprender a conocerlo, amarlo y servirlo aquí en la Tierra antes de ser admitidos en el Paraíso. Si bien las lecturas de hoy brindan un vistazo de la gloria que nos espera, no brindan un mapa de ruta para llegar allí. Verdaderamente en estos pasajes la salvación se presenta como un regalo de Dios por el cual lo alabamos, no como algo que podamos ganar.

Aunque no ganamos la salvación, estamos llamados a cooperar en ella. Aquí es donde el ejemplo de Natanael es útil. Justo antes del pasaje del Evangelio de hoy, Felipe, el amigo de Natanael, obedeció cuando Jesús dijo: “Sígueme”. Luego fue a donde Natanael y le extendió una invitación: “Ven y ve”.

Natanael aceptó, y aunque al principio se mostró escéptico (le preguntó a Felipe si algo bueno podía salir de Nazaret) creyó en Jesús después de un solo intercambio.

Vemos en Natanael una apertura a la relación con Jesús y humildad para dejar de lado sus prejuicios. Siendo él mismo una persona “sin engaño”, quizás sea capaz de intuir la misma honestidad en Felipe y en el mismo Jesús. También podemos aprender de Felipe, quien no solo sigue a Jesús sin cuestionar sino que comparte la invitación con su amigo.

Hoy, y todos los días, estemos abiertos a la invitación de Jesús, para que un día también nosotros cantemos sus alabanzas “a la vista de los ángeles”.

Comunicarse con la autora

Leslie Sholly is a Catholic, Southern wife and mother of five, living in her hometown, Knoxville, Tennessee. She graduated from Georgetown University with an English major and Theology minor. She blogs at Life in Every Limb, where for 11 years she has covered all kinds of topics, more recently focusing on the intersection of faith, politics, and social justice.

Feature Image Credit: https://pixabay.com/photos/church-stained-glass-window-941403/