My third child is one of the most joyful, energetic, and helpful kids I know. He loves to spend time with his mommy, which he has professed to be “even better than playing video games”. He often anticipates the needs of his siblings and parents before being asked and is usually the first to share a toy or a treat. While playing sports, he typically has a smile on his face the entire time. He is just a happy kid.
His middle name happens to be the Spanish version of today’s saint and I can imagine the Apostle James living with much the same happiness as my seven year old. He had the distinct privilege of being one of the Lord’s closest friends. Several times in the Bible we hear that Jesus took with him “Peter, James and John” when he was going up a mountain to pray or healing a sick individual. These three were what in today’s terms we might call Jesus’ BFFs. Surely that was cause for much joy!
Now don’t get me wrong, I know that neither Jesus’ life nor that of his disciples was a bowl full of cherries. We all know the persecution and hardships they suffered. We all know how Christ’s life tragically ended and that most of his apostles followed in His footsteps. Yet, the simple fact of being able to accompany our Lord so closely, to experience his presence, his light and his friendship must have filled them with so much peace. I can only fathom it as something like a positive “addiction” to His holiness, that once experienced, they could no longer live without.
Today’s first reading seems to portray these thoughts perfectly: “We are afflicted in every way, but not constrained; perplexed, but not driven to despair; persecuted, but not abandoned; struck down, but not destroyed; always carrying about in the body the dying of Jesus, so that the life of Jesus may also be manifested in our body.” No matter what happens to us, we shall not be overcome because the power of Jesus’ death and resurrection has already overcome.
For this reason, let us take to heart the words of the Psalm Response: “Those who sow in tears shall reap rejoicing.” With this in mind, let us also proclaim “The Lord has done great things for us; we are glad indeed”!
Mi tercer hijo es uno de los niños más alegres, enérgicos y serviciales que conozco. Le encanta pasar tiempo con su mamá, lo cual, según él, es “incluso mejor que jugar videojuegos”. A menudo anticipa las necesidades de sus hermanos y padres antes de que se lo pidan y suele ser el primero en compartir un juguete o un dulce. Mientras practica deportes, normalmente tiene una sonrisa en su rostro todo el tiempo. Simplemente es un niño feliz.
Su segundo nombre es el mismo que el santo de hoy y puedo imaginarme al apóstol Santiago viviendo con la misma felicidad que mi hijo de siete años. Tuvo el claro privilegio de ser uno de los amigos más cercanos del Señor. Varias veces en la Biblia escuchamos que Jesús llevó consigo a “Pedro, Santiago y Juan” cuando subía a una montaña para orar o iba a sanar a un enfermo. Podríamos decir que estos tres eran los mejores amigos de Jesús. ¡Seguramente eso fue motivo de mucha alegría!
Ahora, no me malinterpreten, sé que ni la vida de Jesús ni la de sus discípulos fue color de rosas. Todos sabemos la persecución y las dificultades que sufrieron. Todos sabemos cómo terminó trágicamente la vida de Cristo y que la mayoría de sus apóstoles siguieron sus pasos. Sin embargo, el simple hecho de poder acompañar tan de cerca a nuestro Señor, de experimentar su presencia, su luz y su amistad, debió llenarlos de mucha paz. Sólo puedo entenderlo como algo así como una “adicción” positiva a Su santidad, que una vez experimentada, ya no podrían vivir sin ella.
La primera lectura de hoy parece retratar perfectamente estos pensamientos: “sufrimos toda clase de pruebas, pero no nos angustiamos. Nos abruman las preocupaciones, pero no nos desesperamos. Nos vemos perseguidos, pero no desamparados; derribados, pero no vencidos. Llevamos siempre y por todas partes la muerte de Jesús en nuestro cuerpo, para que en este mismo cuerpo se manifieste también la vida de Jesús.” No importa lo que nos pase, no seremos vencidos porque el poder de la muerte y resurrección de Jesús ya ha vencido.
Por esta razón, tomemos en serio las palabras del Salmo Responsorial: “Entre gritos de júbilo cosecharán aquellos que siembran con dolor.” Teniendo esto en cuenta, proclamemos también “Y estábamos alegres, pues ha hecho grandes cosas por su pueblo el Señor”!
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Tami Urcia grew up in Western Michigan, a middle child in a large Catholic family. She spent early young adulthood as a missionary in Mexico, studying theology and philosophy, then worked and traveled extensively before finishing her Bachelor’s Degree in Western Kentucky. She loves tackling projects, finding fun ways to keep her little ones occupied, quiet conversation with the hubby and finding unique ways to love. She works full time at Diocesan, is a guest blogger on CatholicMom.com and BlessedIsShe.net, and has been doing Spanish translations on the side for over 20 years.